CRISTIANOS DEL NUEVO SIGLO
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lunes, 24 de noviembre de 2025
Cómo superar el trauma transgeneracional y la herida colectiva de un pueblo ocupado En busca de un futuro para Gaza
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Cómo superar el trauma transgeneracional y la herida colectiva de un pueblo ocupado
En busca de un futuro para Gaza
Por Alejandra Mateo Fano | 24/11/2025 | Palestina y Oriente Próximo
Fuentes: Ctxt
Rital tenía solo 9 años cuando perdió a toda su familia durante un ataque aéreo israelí que le causó daños físicos permanentes. Fue la única que logró sobrevivir, pero la noche en que quedó huérfana entró en un estado de mutismo selectivo. Era incapaz de comunicarse incluso con personas cercanas o manifestar emociones. Durante una sesión de terapia comunitaria de UNICEF, el facilitador le hizo varias preguntas para provocar su reacción: “¿Cómo estás hoy? ¿Te gusta estar aquí?” Pero Rital no respondía aunque se quedó con los demás niños hasta el final de la sesión y dio muestras físicas de sentirse cómoda en el espacio. Ese día, la terapia consistía en la narración de historias a través de personajes ficticios para que los pequeños pudieran sentirse identificados con el contenido de los relatos.
Se trata de una técnica que a menudo emplean los expertos en salud mental para tratar los traumas de forma indirecta. Una de estas historias la protagonizaba un mapache que decía sufrir a menudo pesadillas y terror por la noche. Los niños, al ver la caricatura, en seguida comentaron sus problemas al respecto, ya que todos ellos habían sufrido ataques de pánico nocturnos en los últimos meses. Rital se quedó un tiempo mirando fijamente la caricatura del mapache con curiosidad y, tras meses encerrada en sí misma, alzó tímidamente un dedo para indicar que ella también había sufrido esos episodios.
“Esta forma extrema de mutismo, donde alguien que puede hablar decide parar de hablar, es algo que hemos encontrado mucho en Gaza. Además, muchos padres confiesan que sus hijos se han vuelto muy agresivos con otros niños, o con sus propios padres, incluso que se orinan de miedo tanto durante el día como durante la noche”, relata Rosalía Bollen, portavoz de UNICEF y trabajadora humanitaria en Gaza durante los peores meses del genocidio. La mayoría de niños y adolescentes de Gaza atraviesan actualmente síntomas severos de síndrome postraumático tras lo vivido durante estos últimos dos años: los más comunes son la irritabilidad, hiperactividad y concentración disminuida. Pero eso es solo la punta del iceberg de la crisis de salud mental a la que se enfrenta el enclave palestino.
Durante este tiempo los niños han sufrido malnutrición, de manera que los más pequeños padecen problemas madurativos y de desarrollo físico y mental. Han estado sin poder ir a la escuela (cerca de 660.000 niños llevan desescolarizados más de dos años, sin ningún ambiente de aprendizaje formal) y muchos han sufrido heridas incurables. El coste social y humano de dos años de atrocidades y ataques indiscriminados por parte de las fuerzas sionistas es incalculable. Generaciones enteras de civiles gazatíes contemplan un futuro más que incierto al que se enfrentan en un estado de extrema precariedad psicológica.
Referirnos al profundo trauma generacional y comunitario que enfrenta Gaza en clave de presente sería reduccionista, al igual que hacerlo en términos individuales y no comunitarios, políticos y culturales. La herida que sufre el pueblo gazatí hoy es indisociable de los embates del pasado y de su ausencia de futuro, de horizontes donde poder imaginar posibilidades. Durante meses, las familias no han podido procesar las pérdidas al encontrarse en estado permanente de alerta máxima. Durante la fase de emergencia, especialmente en los últimos meses, la vida se ha reducido a la pura supervivencia: permanecer juntos, encontrar comida, evitar los disparos, encontrar refugio o prepararse para una evacuación. Quien debe ingeniárselas cada día para dar de comer a sus hijos y protegerlos de las bombas carece de tiempo para dar espacio al dolor, aunque desde el alto el fuego esta situación ha cambiado. Todavía habrá que esperar un tiempo para que el dolor pueda exteriorizarse y digerirse, y eso si el clima político da un respiro a la población.
Para abordar en toda su complejidad la herida generacional de Gaza es preciso ir más allá de las atrocidades perpetradas desde el 7 de octubre de 2023. Gaza y Cisjordania llevan décadas sometidas a la violencia colonial del Estado israelí, al menos desde la Nakba en 1948: años de políticas de apartheid, detenciones ilegales, agresiones y ataques militares arbitrarios que han dejado huella en la psique colectiva. Los sanitarios gazatíes y los trabajadores humanitarios que han prestado ayuda en clínicas de apoyo en salud mental desde el terreno durante el genocidio coinciden en la pertinencia del término “trauma crónico transgeneracional”. Es decir, aunque haya abundantes casos de menores con síntomas inequívocos de estrés postraumático, la herida colectiva desborda lo puramente “clínico” e interpela a los marcos políticos y sociales.
No sólo hablamos de los impactos psíquicos o físicos derivados de dos años de masacre sino de cómo deberá afrontar el futuro un pueblo sometido históricamente a un borrado cultural deliberado. Esto plantea no pocas dudas: ¿cómo se cura un trauma comunitario cuya matriz es el propio colonialismo? ¿es posible sanar y cerrar un duelo en un contexto de ocupación y arrancamiento constante? ¿es suficiente con el apoyo psicológico?
Este verano, los médicos palestinos Devin George Atallah y Yasser Matar AbuJamei publicaron el informe “Repensando el ‘trauma’ frente a un mundo genocida: la sanación palestina es un sonido de nuestra victoria”, donde abordaban la sanación colectiva en Gaza en un contexto no sólo de daños psicológicos personales sino también culturales y comunitarios.
En él incidían, entre otras cuestiones, en el arrancamiento que produce la violencia colonial cuando generaciones enteras se ven obligadas a “amputar su arraigo a la propia tierra” tras ser forzadas a elegir entre morir o marcharse. “Formamos parte de una larga lucha que se remonta a varias generaciones y que, sin duda, continuará durante muchas generaciones más. El trauma y los procesos de curación del genocidio se extienden mucho más allá del momento en que se declara el alto el fuego. También sabemos que la curación intergeneracional es fundamental para la identidad palestina y el sumud (firmeza o perseverancia en árabe)”, relatan los especialistas en salud mental. La herida se extiende, así, a la tierra, la historia y el tejido social. Una genealogía que Israel ha tratado de eliminar del mapa con la destrucción del patrimonio cultural palestino: más de 2.000 sitios culturales han sido derruidos en Gaza, incluyendo mezquitas muy antiguas y otros sitios arqueológicos de enorme significado simbólico e identitario para la nación palestina.
Uno de los objetivos del plan sionista de aniquilación del pueblo palestino ha sido precisamente desmembrar los lazos comunitarios capaces de sostener económica y emocionalmente a las familias. Cada orden de evacuación forzosa, seguida de desplazamientos masivos, ha traído consigo una ruptura de esas redes naturales de apoyo mutuo, ya que muchas comunidades se fragmentaron.
Al principio, las comunidades intentaban moverse juntas de un lugar a otro, pero, a medida que se iban sucediendo las órdenes de desplazamiento (algunas personas han evacuado sus viviendas más de 20 veces desde el comienzo de los ataques), estas comunidades se iban dispersando. La curación del trauma intergeneracional pasa por apoyar la vuelta de las conexiones que fueron estratégicamente devastadas. Como explica Nina Cooley, psicóloga de la ONG británica Medical Aid For Palestinians, el cambio exige reconciliar y fortalecer esas comunidades. Según la doctora Amal Abu Abada, psiquiatra y directora de los centros del Programa Comunitario de Salud Mental de Gaza (GCMHP), el drama traumático que vive Gaza constituye ante todo de una situación de salud pública ya que “el funcionamiento de la comunidad afecta la parte cognitiva y emocional del ser humano”.
El duelo y la resiliencia están conectados con la justicia y con la memoria. Una no puede existir sin la otra. A su vez, ninguna de ellas puede darse en un clima de miedo e incertidumbre, como ocurre ahora en Gaza, aunque exista cierto alivio desde el cese de la mayor parte de las hostilidades. En la Franja no hay estabilidad, ni infraestructura de ningún tipo, tampoco acceso a educación ni a muchos otros medios esenciales para avanzar hacia un futuro, sea cual sea. Está en una suerte de limbo tras lo cruento del genocidio, cuando cada día podía ser el último. Pocos contemplan horizontes a largo plazo, de hecho nada garantiza que vaya a respetarse en adelante el frágil pacto de alto el fuego diseñado por Estados Unidos. Además, continúan los ataques de las fuerzas de ocupación sionistas contra quienes cruzan las denominadas líneas amarillas que delimitan hasta dónde puede pisar un gazatí dentro de su propio territorio, así como el hambre como arma de guerra al bloquear buena parte de la entrada de ayuda humanitaria por el paso de Rafah.
Bollen, portavoz de UNICEF, relata que hace varios días dos niños fueron asesinados en dos incidentes separados cuando estallaron dos explosivos israelíes remanentes. También fueron asesinadas algunas personas que cruzaron la línea amarilla para volver a sus casas. “La gente no tiene ninguna base para confiar en que este sea un acuerdo de paz y recuperación. De hecho, hasta ahora no hemos usado el término recuperación porque la gente no confía en que esto vaya a durar”, afirma Nina Cooley, psicóloga de Medical Aid For Palestinians. La doctora Abu Abada ha constatado que ahora muchas familias han recuperado sus prácticas religiosas para reducir inconscientemente el impacto del trauma, otras trabajan sin descanso para evitar pensar y procesar el dolor acumulado durante meses y meses de pérdidas.
No hay duelo sin paz ni resiliencia sin justicia
Aunque desde hace varias semanas ya han entrado en el enclave equipos de rescate internacionales para sacar los cadáveres de los palestinos sepultados bajo los escombros, muchos habitantes de Gaza no saben si sus familiares y amigos están vivos, si han sido detenidos ilegalmente o si forman parte de los cuerpos que fueron retornados a Gaza en octubre por Israel sin identificación ni nombre (muchos con signos inequívocos de torturas). Aquellos cuerpos semicalcinados estaban entonces tan desintegrados que era imposible que sus familiares pudieran reconocerlos. Esto, junto con las miles de desapariciones, impide realizar rituales funerarios de despedida para velar a los muertos, actos simbólicos capaces de contribuir al cierre de un capítulo brutal de sus vidas. Sin ese cierre, el proceso de duelo y la consiguiente resiliencia son mucho más difíciles de alcanzar y eso hace que la herida colectiva se agrave.
Se habla con frecuencia del rol que juega la justicia restaurativa como elemento clave en el proceso de reparación colectiva e intergeneracional. Para hallar cierta sensación de cierre, pero también horizontes plausibles de futuro, es imprescindible el reconocimiento de los responsables de los crímenes perpetrados. “En el contexto de Gaza, a menos que haya justicia, será muy difícil para muchas personas avanzar con respecto a las pérdidas que han sufrido. Este será un duelo colectivo muy prolongado y la gente tiene que sentir que la justicia está hecha para ellos, que no son los mismos que cometieron estas atrocidades”, dicen en Medical Aid For Palestinians.
Los derechos humanos, la justicia y la salud mental caminan de la mano y la comunidad internacional tiene una responsabilidad esencial a la hora de reparar condenando a los actores del conflicto y avanzando hacia la liberación colectiva. La cura del trauma equivale en todos los sentidos a la justicia social y el reconocimiento de los crímenes históricos contra Palestina como pueblo colonizado. El resultado de las decisiones políticas condicionará su resiliencia: es esencial devolver la educación a las generaciones jóvenes para que puedan avanzar hacia un futuro, pero de nada sirve construir más escuelas, hospitales o viviendas mientras el territorio continúe bajo ocupación o su población sea sometida a humillaciones diarias como ocurre en Cisjordania o Jerusalén Este. Como destacan Devin George Atallah y Yasser Matar AbuJamei, para sanar tiene que darse una política del duelo capaz de recordar. “Como pueblo colonizado, nuestro dolor y nuestro amor están continuamente unidos de forma cíclica y no finalizada”.
Fuente:https://ctxt.es/es/20251101/Politica/51030/Alejandra-Mateo-Fano-Gaza-trauma-transgeneracional.htm
domingo, 23 de noviembre de 2025
Adelante, Adelita!
Avanzada
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¡Adelante, Adelita!
Por Amy Goodman - Denis Moynihan | 22/11/2025 | EE.UU.
Fuentes: Democracy Now!
- Foto: Adelita Grijalba y simpatizantes celebran su triunfo electoral en Tucson, Arizona, septiembre de 2025. Foto: Crédito a Josie Shivers.
Adelita Grijalva, finalmente, prestó juramento el miércoles (12 de noviembre) en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, después de que el presidente de la cámara, el republicano Mike Johnson, impidiera durante 50 días que asumiera el cargo para el que fue elegida y privara así de representación en el Congreso a los más de 800.000 residentes del sur del estado de Arizona que la votaron. Johnson, al parecer, estaba mucho más interesado en servir los intereses de un hombre en particular: los del presidente Donald Trump. Al negarse a tomarle juramento a Grijalva, Johnson logró bloquear lo que se conoce como una “petición de descargo”, una moción —pendiente desde hace mucho tiempo— que forzará una votación en el Congreso para obligar la divulgación de los archivos relacionados con el fallecido Jeffrey Epstein, condenado por tráfico sexual de menores.
Pues bien, las demoras de Johnson llegaron a su fin. Adelita Grijalva es ahora miembro del Congreso estadounidense y, en su primer acto oficial, firmó la petición de descargo. Este mecanismo permitirá sortear el control del presidente de la Cámara de Representantes, quien establece la agenda de dicha cámara y decide qué se somete a votación y qué no. Ahora habrá una votación en la Cámara de Representantes para obligar al Departamento de Justicia a hacer públicos todos los registros relacionados con Epstein. Todo indica que la medida será aprobada en la Cámara Baja, pero su futuro en el Senado es incierto.
Adelita Grijalva mencionó los documentos sobre Epstein en su primer discurso en el hemiciclo del Congreso, que pronunció tras recibir una gran ovación de sus colegas:
“Nuestra democracia solo funciona cuando todos tienen voz. Esto incluye a los millones de personas de todo el país que han sufrido violencia y explotación, entre ellas Liz Stein y Jessica Michaels, ambas supervivientes de los abusos de Jeffrey Epstein. Ellas están aquí en la sala esta noche. Gracias por estar aquí. [Aplausos]. Esta mañana, miembros demócratas de la Cámara de Representantes dieron a conocer nuevos correos electrónicos que indican que Trump conocía más detalles sobre la trama de explotación sexual de Epstein de lo que había reconocido anteriormente”.
Grijalva continuó:
“Ya es hora de que el Congreso recupere la función que le corresponde como órgano de control y contrapeso del Gobierno y luche por NOSOTROS, el pueblo estadounidense. Tenemos que luchar por nuestras comunidades de inmigrantes y veteranos. Tenemos que defender a nuestras escuelas públicas, a nuestros niños, niñas y educadores. Tenemos que respetar la soberanía de los pueblos indígenas y nuestro medioambiente. Tenemos que defender los derechos de la comunidad LGBTQ+, porque eso es lo que el pueblo estadounidense espera que hagamos: que luchemos por ellos. Por eso voy a firmar ahora mismo la petición de descargo para que se hagan públicos los archivos del caso Epstein”.
Grijalva ganó las elecciones especiales para ocupar el escaño que quedó vacante tras el fallecimiento de su padre, el congresista Raúl Grijalva. La nueva congresista comenzó su discurso con un homenaje a su padre y a su legado:
“Hoy me dirijo a ustedes como la orgullosa nieta de un bracero, un inmigrante mexicano, trabajador, que vino a este país en busca de una vida mejor. Y me presento también como la orgullosa hija de un congresista estadounidense, un hombre que consagró su vida a luchar por la justicia, la equidad y la dignidad de los más vulnerables”.
Grijalva agradeció también a sus votantes:
“Gracias a la gente del sur de Arizona por hacer historia, por elegirme como la primera mujer latina, la primera chicana de Arizona en llegar al Congreso”.
Luego, habló en español:
“Este momento es histórico para nuestra comunidad. Es un honor ser la primera latina en representar a Arizona en el Congreso y les aseguro que, aunque soy la primera, no seré la última”.
Durante una entrevista que mantuvo con Democracy Now! en su primer día completo en el Congreso , Grijalva explicó por qué optó por hablar en español además de en inglés en su primera intervención en la Cámara de Representantes: “Me pareció que era muy importante hacerlo. En el sur de Arizona, tenemos muchas familias que hablan español y muchas que son bilingües. Quería que supieran que estoy aquí para ellas”.
Adelita es un nombre familiar para muchas personas que viven cerca de la frontera con México, por ser el título de un famoso “corrido” de la Revolución mexicana, llamado “La Adelita”. A comienzos del siglo XX, el pueblo mexicano se levantó contra la larga dictadura de Porfirio Díaz. Aunque la letra de la canción presenta la lucha revolucionaria en términos románticos, con el tiempo se convirtió en un símbolo del papel clave que desempeñaron las mujeres en el éxito final de la revolución.
La actitud arbitraria y confrontativa del presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, de negarse a juramentar a Adelita Grijalva durante casi dos meses causó un gran daño no solo a ella y a sus electores, sino también a la democracia estadounidense. Mientras aumentan los temores sobre la deriva autoritaria de Trump, la gente del sur de Arizona tiene ahora una voz en el Congreso. Adelante, Adelita.
© 2025 Amy Goodman
Traducción al español de la columna original en inglés. Edición: Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
Fuente: https://www.democracynow.org/es/2025/11/14/adelante_adelita
FRONTERAS Y MIGRACIONES
Faltan dos metros hasta una solución al conflicto ucraniano, afirma el enviado especial de Trump
Faltan dos metros hasta una solución al conflicto ucraniano, afirma el enviado especial de Trump para Ucrania -
Sputnik Mundo,23.11.2025
Los últimos 10 metros hasta un objetivo siempre son los más difíciles de recorrer, declaró a medios estadounidenses el enviado especial del presidente de EEUU, Keith Kellogg, comentando el plan de paz de Donald Trump para resolver el conflicto en Ucrania.
"Estamos en los últimos dos metros, casi hemos llegado", agregó al respecto.
En la misma entrevista, calificó las últimas declaraciones procedentes de Ucrania acerca del asunto como algo "posado" e instó a Kiev a tomar "algunas decisiones difíciles" para poner fin a las hostilidades.
Putin califica de modernizado el nuevo plan de paz de Trump sobre Ucrania.
Desde Moscú comunicaron con anterioridad que estaban al tanto de la existencia del mencionado plan estadounidense, pero Washington no lo discutió con la parte rusa de forma sustancial.
El presidente ruso, Vladímir Putin, aclaró que esta iniciativa podría sentar las bases para un acuerdo de paz definitivo y que Rusia prefiere el camino diplomático, sin embargo, en caso de que Kiev lo rechace, Moscú continuará con su operación militar especial hasta alcanzar los objetivos fijados.
sábado, 22 de noviembre de 2025
Análisis del respaldo del Consejo de Seguridad al plan de Trump para Palestina La ONU ampara al colonialismo
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Análisis del respaldo del Consejo de Seguridad al plan de Trump para Palestina
La ONU ampara al colonialismo
Por Craig Mokhiber | 22/11/2025 | Palestina y Oriente Próximo
Fuentes: Mondoweiss [Imagen: UN Photo-Loey Felipe]
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
El Consejo de Seguridad de la ONU adopta su resolución 2803 el 17 de noviembre de 2025 para aprobar el “Plan de paz” para Gaza del presidente Donald Trump.
Tras más de dos años de genocidio en Palestina, el Consejo de Seguridad de la ONU ha actuado finalmente. Pero en lugar de hacer cumplir el derecho internacional, proteger a las víctimas y exigir responsabilidades a los autores, ha adoptado una resolución que infringe abiertamente disposiciones fundamentales del derecho internacional, excluye del poder y castiga aún más a las víctimas, y recompensa y empodera a los autores.
Lo más inquietante es que entrega el control de Gaza y de los supervivientes de las masacres a Estados Unidos, copartícipe del genocidio, y prevé la participación del régimen israelí en la toma de decisiones. Según el plan, a los propios palestinos no se les concederá ninguna participación en las decisiones sobre sus propios derechos, su gobernanza y sus vidas.
Al adoptar esta resolución, el Consejo se ha convertido, de hecho, en un mecanismo de opresión de Estados Unidos, un instrumento para la ocupación ilegal continuada de Palestina y un actor cómplice del genocidio de Israel.
Desde que la ONU dividió Palestina en 1947 contra la voluntad del pueblo indígena, sentando las bases para 80 años de Nakba, la ONU no había actuado de una manera tan descaradamente colonial (y legalmente ultra vires1) ni pisoteado tan imprudentemente los derechos de un pueblo.
Una resolución infernal
El lunes 17 de noviembre, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una propuesta de Estados Unidos para entregar el control de Gaza a un organismo colonial dirigido por Estados Unidos llamado “Junta de Paz”, al tiempo que se despliega una fuerza de ocupación delegada, también dirigida por Estados Unidos, llamada ”Fuerza Internacional de Estabilización”. Ambas responderán, en última instancia, al propio Donald Trump. Y ambas funcionarán en consulta con el régimen israelí.
En lo que será recordado durante mucho tiempo como un día vergonzoso para la ONU, Rusia y China se abstuvieron pero no utilizaron su derecho a veto, y ningún miembro del Consejo de Seguridad tuvo el valor, los principios o el respeto por el derecho internacional para votar en contra de lo que solo puede considerarse una atrocidad colonialista de Estados Unidos, una ratificación del genocidio y una flagrante renuncia a los principios de la Carta de las Naciones Unidas.
La resolución rechaza implícitamente una serie de conclusiones recientes de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), niega abiertamente el derecho de los palestinos a la autodeterminación y refuerza la impunidad del régimen israelí, incluso mientras continúa el genocidio.
A pesar de que la Corte ha determinado que el pueblo palestino tiene derecho a la autodeterminación en su territorio, la resolución le despoja de ese derecho y faculta a fuerzas extranjeras hostiles para gobernarlo.
A pesar de que la Corte ha determinado que Gaza (así como Cisjordania y Jerusalén Este) está ocupada ilegalmente y que la ocupación debe terminar rápida y completamente, la resolución prolonga la ocupación israelí, respalda la presencia indefinida de las tropas del régimen israelí y le añade una segunda ocupación liderada por Estados Unidos.
Y a pesar de que la Corte ha determinado que los palestinos no tienen por qué negociar sus derechos con sus opresores, y que ningún acuerdo o proceso político puede prevalecer sobre esos derechos, la resolución anula esos derechos y los somete a la discreción de Estados Unidos y sus socios israelíes y otros.
Incluso en medio de un genocidio perpetrado por un régimen de apartheid, en ninguna parte de la resolución se mencionan los crímenes de genocidio, apartheid o colonización, los miles de palestinos que siguen recluidos en campos de tortura y exterminio israelíes, ni los principios de responsabilidad de los autores o la reparación para las víctimas.
Tampoco se exige a Israel que cumpla con sus obligaciones legales de indemnización y reparación, sino que se transfiere dicha responsabilidad a los donantes internacionales y a las instituciones financieras internacionales, lo que equivale a un rescate multimillonario del régimen israelí. En resumen, la resolución garantiza la total impunidad del régimen israelí, además de promover su normalización.
Una administración colonial
La resolución incluso acoge con satisfacción, respalda y se adhiere al ampliamente desacreditado plan de Trump (versión del 29 de septiembre) y, aunque no cita todas sus disposiciones problemáticas, insta a todas las partes a que lo apliquen en su totalidad.
Da poderes a la Junta de Paz presidida por Trump para que actúe como administración de transición en el gobierno de toda Gaza, controle todos los servicios y la ayuda, así como el movimiento de personas dentro y fuera de la Franja, y controle el marco, la financiación y la reconstrucción de Gaza, incluyendo la autorización, formulada de manera peligrosamente amplia, de “cualquier otra tarea que pudiera ser necesaria”. Además, concede a la Junta de Trump la autoridad previa para establecer “entidades operativas” y “autoridades transaccionales” indefinidas, a su propia conveniencia.
La resolución incluso prevé un organismo colaboracionista de tecnócratas palestinos que reciban órdenes y rindan cuentas a la Junta de Paz de Trump, en su propio territorio. En clara violación del derecho internacional, rechaza el control palestino de su propio territorio en Gaza hasta que Trump y sus colaboradores decidan que la Autoridad Palestina ha cumplido los requisitos de reforma establecidos por el propio Trump y por la igualmente odiosa “Propuesta franco-saudí”. Y no contiene ninguna promesa de independencia o soberanía palestina.
En cambio, en contradicción directa con las conclusiones de la CIJ, retrasa la causa de la libertad y la autodeterminación palestinas empleando una redacción vaga, hipercualificada y evasiva que dice que, después de que los organismos dirigidos por Trump decidan que los palestinos han cumplido criterios indefinidos de “reforma y desarrollo”, “podrían darsefinalmente las condiciones para una vía plausible hacia la autodeterminación y la creación de un Estado palestino”.
Y cualquier atisbo de esperanza de progreso que quedara en esas condiciones se ve finalmente frustrado con la disposición de gracia que establece que cualquier proceso hacia esos fines debe ser controlado por los propios Estados Unidos. En otras palabras: el Consejo de Seguridad de la ONU ha concedido el veto sobre la autodeterminación palestina a los Estados Unidos, principal patrocinador del régimen israelí y coautor del genocidio.
La resolución ni siquiera ofrece la esperanza de que termine la privación y miseria sistemáticas del pueblo palestino en Gaza. Si bien la CIJ ha declarado que deben cesar las restricciones a la ayuda, la resolución solo “subraya la importancia” de la ayuda humanitaria. No exige su afluencia y distribución sin restricciones.
Una fuerza de ocupación delegada
La resolución también establece que una fuerza armada de ocupación, denominada “Fuerza Internacional de Estabilización”, opere bajo la Junta de Paz presidida por Trump. Esta fuerza tendrá un mando aprobado por dicha Junta y operará explícitamente en colaboración con Israel, el autor del genocidio (así como con Egipto).
Sus miembros serán identificados “en colaboración con” el régimen israelí, y trabajarán con este para controlar a los palestinos supervivientes en Gaza.
Se le encomendará la tarea de asegurar las fronteras (es decir, encerrar a los palestinos), estabilizar el entorno de seguridad de Gaza (es decir, reprimir cualquier resistencia a la ocupación, el apartheid o el genocidio), desmilitarizar Gaza (pero no el régimen israelí), destruir las capacidades de defensa militar de Gaza (pero no las de Israel), destruir las armas de la resistencia palestina (pero no las del régimen israelí), entrenar a la policía palestina (para controlar al pueblo palestino dentro de Gaza) y trabajar para los (nefastos) objetivos del “Plan Integral” (de Trump).
La fuerza también tendrá el mandato de “proteger a los civiles” y prestar asistencia humanitaria, en la medida en que Estados Unidos lo permita (o esté dispuesto a hacerlo). Pero a estas alturas debería ser evidente que una fuerza de este tipo, que va a colaborar con Israel, no haría nada para oponerse a la agresión israelí y a los ataques contra la población civil.
Y deberá “supervisar el alto el fuego”, un alto el fuego (garantizado por Estados Unidos) que ha permitido ataques israelíes diarios contra Gaza desde que se declaró (asesinado a cientos de personas y causando una destrucción masiva de infraestructura civil), pero que no tolera ninguna represalia por parte de la resistencia palestina. Es de suponer que cualquier supervisión del alto el fuego por parte de dicha fuerza se centrará principalmente en el lado palestino, y no en el régimen israelí como potencia ocupante.
En otras palabras, la misión de esta fuerza de ocupación delegada es controlar, contener y desarmar a la población víctima del genocidio, no al régimen que lo perpetra, y garantizar la seguridad no de las víctimas del genocidio, sino de sus perpetradores.
En otra impresionante violación del derecho internacional, la resolución autoriza a las fuerzas del régimen israelí a seguir ocupando (ilegalmente) Gaza hasta que la Junta de Paz liderada por Estados Unidos y las fuerzas del régimen israelí decidan conjuntamente lo contrario. Y, en cualquier caso, la resolución establece que las “Fuerzas de Defensa” de Israel pueden permanecer en Gaza para ocupar un “perímetro de seguridad” de forma indefinida.
Por último, tanto a la Junta de Paz colonial como a su “fuerza de ocupación delegada” se les concede un mandato de dos años y la posibilidad de prorrogarlo en consulta con Israel (y Egipto), pero no con Palestina.
La locura de los colonizadores
Huelga decir que esta resolución ha sido rechazada por la sociedad civil palestina, casi todas las facciones políticas y de resistencia palestinas, y defensores de los derechos humanos y expertos en derecho internacional de todo el mundo.
Desde el punto de vista del derecho internacional, la ocupación de Palestina es ilegal, el pueblo palestino tiene derecho a la autodeterminación y a resistir a la ocupación extranjera, la dominación colonial y los regímenes racistas como Israel. Esta resolución no solo pretende negar estos derechos, sino que llega incluso a reforzar la presencia ilegal de Israel y a autorizar sus propios mecanismos de ocupación extranjera y dominación colonial.
Es más, el Consejo de Seguridad deriva todos sus poderes de la Carta de las Naciones Unidas. Esa Carta, como tratado, forma parte del derecho internacional, no está por encima de él. Como tal, el Consejo está obligado por las normas del derecho internacional, especialmente las más importantes, las denominadas normas jus cogens2 y erga omnes3, como la autodeterminación y la inadmisibilidad de la adquisición de territorio por la fuerza. Su flagrante desprecio por las conclusiones de la CIJ sobre estas cuestiones revela hasta qué punto muchos de los términos de esta resolución son, de hecho, ilegales y ultra vires1 (van más allá de la autoridad del Consejo).
Como tal, las ramificaciones de esta acción deshonesta del Consejo de Seguridad de la ONU tendrán implicaciones mucho más allá de Palestina. El Consejo de Seguridad de la ONU, si no está limitado por el derecho internacional, se convierte en un peligroso instrumento de represión e injusticia. Esto es precisamente lo que hemos presenciado en este caso, ya que el Consejo ha ignorado el derecho internacional y, en la práctica, ha puesto a los supervivientes de Gaza en manos de los coautores del genocidio.
Y los seguidores de las resoluciones del Consejo sabrán muy bien que el veto se ha utilizado repetidamente en el Consejo para negar los derechos de los palestinos. En este caso, cuando podría haberse utilizado para proteger sus derechos, el veto ha brillado por su ausencia. En un minuto de votación el Consejo de Seguridad ha perdido toda su legitimidad.
Un camino por recorrer
El intento de Estados Unidos de imponer una forma de colonialismo del siglo XIX al sufrido pueblo palestino de Gaza, al igual que el plan colonial franco-saudí que lo precedió, está condenado al fracaso. Estos planes son defectuosos desde el principio, ya que pretenden imponer resultados sin legalidad (según el derecho internacional), sin legitimidad (al excluir a los palestinos) y sin ninguna esperanza práctica de éxito (dado su rechazo casi universal tanto en Palestina como en todo el mundo).
Es posible que Estados Unidos pueda amenazar y sobornar a suficientes Estados para que lo apoyen en una votación de la ONU, pero conseguir suficientes tropas y personal de apoyo para aplicar la resolución sobre el terreno, en contra de la voluntad del pueblo indígena, puede ser otra cuestión. Y mantener el apoyo cuando el plan (inevitablemente) comience a desmoronarse será aún más difícil.
Mientras tanto, para aquellos comprometidos con la justicia, los derechos humanos y el estado de derecho, la tarea es clara. Hay que oponerse a este plan en todas las capitales y en todos los contextos. Hay que presionar a los gobiernos para que pongan fin a su complicidad con los abusos israelíes, los excesos estadounidenses y este atroz plan colonial. Hay que aislar al régimen israelí. Hay que redoblar los esfuerzos de boicot, desinversión y sanciones [campaña BDS]. Debe imponerse un embargo militar, de combustible y de tecnología. Los responsables israelíes deben enfrentarse a procesos judiciales en todos los tribunales disponibles. Y las calles deben resonar con el justo clamor de millones de personas por la libertad palestina a través de manifestaciones, huelgas, desobediencia civil y acciones directas.
Y cuando este castillo de naipes colonial se derrumbe le sustituirá otra solución más justa. Si la mayoría global deja de arrodillarse ante el emperador y afirma su poder colectivo, actuando bajo el mecanismo de la Asamblea General de las Naciones Unidas “Unidos por la Paz” para eludir el veto de Estados Unidos, adopta medidas de rendición de cuentas para aislar y castigar al régimen israelí y despliega una protección real para Palestina, entonces la ONU podrá seguir luchando un día más. Si no es así, es casi seguro que se marchitará y morirá víctima de sus propias heridas, ninguna más profunda que la vergonzosa resolución del 17 de noviembre de 2025.
Notas del traductor:
(1)Expresión latina referida al acto o la circunstancia en que un organismo o un tribunal internacional han sobrepasado el marco de actuación de su tratado constitutivo, infringiendo el principio de atribución de competencias.
(2) Jus cogens es una expresión latina empleada en el ámbito del derecho internacional para hacer referencia a aquellas normas de derecho imperativo que no admiten ni la exclusión ni la alteración de su contenido, de tal modo que cualquier acto que sea contrario al mismo será declarado como nulo. Con el jus cogens se pretende amparar los intereses colectivos fundamentales del grupo social, por lo que se explica que esta clase de normas se encuentren en una posición jerárquica superior con respecto al resto de disposiciones del ordenamiento.
(3)Expresión latina que significa contra todos o referente a todos. En el ámbito jurídico designa aquellos derechos cuya eficacia y reconocimiento se producen a favor de todos (p.ej. los derechos reales), en contraposición a los derechos cuya eficacia sólo afecta a persona o personas determinadas (derechos personales).
Fuente: https://mondoweiss.net/2025/11/the-un-embraces-colonialism-unpacking-the-security-councils-mandate-for-the-u-s-colonial-administration-of-gaza/
El presente artículo puede reproducirse libremente siempre que se mencione a su autor, a su traductor y a Rebelión como fuente de la traducción
Honduras: continuar los avances o volver a un pasado ominoso
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Honduras: continuar los avances o volver a un pasado ominoso
Por Editorial de Observatorio en Comunicación y Democracia | 22/11/2025 | América Latina y Caribe
Fuentes: CLAE
Las elecciones del 30 de noviembre miden dos proyectos con visiones diametralmente opuestas: uno que pretende dar continuidad a los avances alcanzados durante el gobierno de Xiomara Castro y el Partido Libertad y Refundación (Libre). Otro, anclado a un pasado reciente que hundió en la miseria a millones de hondureños y hondureñas, puso en venta el país, saqueó las arcas públicas y estaba vinculado al narcotráfico.
La contienda incluye la elección de alcaldes, diputados al Congreso Nacional y representantes en el Parlamento Centroamericano (Parlacen).
Existe un cuestionamiento al principal órgano electoral, se teme una violencia política generalizada y las encuestas muestran escaso margen entre los tres principales contendientes.
Son elecciones donde también están en juego intereses estratégicos y geopolíticos. Las posiciones asumidas públicamente por el gobierno hondureño sobre temas muy sensibles para Washington, como por ejemplo las responsabilidades de Israel en el genocidio del pueblo palestino o la denuncia de agresiones, sanciones y bloqueos contra Cuba, Nicaragua y Venezuela, han tensionado las relaciones con la Casa Blanca
Las elecciones
A los comicios están convocados 6,3 millones de hondureños y hondureñas. Se trata de un proceso electoral complicado, que se desarrolla en un ambiente muy tenso, donde la memoria del golpe cívico-militar de Estado de 2009 sigue viva, así como la de los años de represión, persecución, judicialización, encarcelamientos y asesinatos que caracterizaron a los gobiernos neoliberales continuadores de la crisis institucional.
Hay cinco candidatos compitiendo por la Presidencia y las encuestas de opinión pública señalan que solo tres tienen posibilidades reales de ganar:
-Rixi Moncada, una abogada y figura histórica de Libre, el partido oficialista, que cofundó junto al expresidente Manuel Zelaya y la actual presidenta Xiomara Castro. Moncada fue ministra de Defensa hasta el pasado 27 de mayo de 2025, cuando renunció para lanzarse a la contienda.
-Nasry Asfura, un político y empresario hondureño ligado al sector de la construcción, que fue diputado y luego alcalde de Tegucigalpa, la capital, durante dos periodos, hasta 2022. En las elecciones presidenciales de 2021, compitió como candidato del Partido Nacional y obtuvo el 36,9% de los votos.
-Salvador Nasralla, un expresentador de televisión convertido en figura política en Honduras. Fue primer designado presidencial, un cargo equivalente a la Vicepresidencia, durante la mayor parte del gobierno de Xiomara Castro, hasta su renuncia en 2024. Ha competido varias veces por la presidencia: en 2013, con el Partido Anticorrupción, fundado por él mismo, y en 2017, al frente de una alianza opositora. En las elecciones de 2021, retiró su candidatura para respaldar a Xiomara Castro.
Moncada suele calificar a Nasralla y a Asfura de «títeres» de la «oligarquía golpista». Éstos la tildan de «comunista» y le reprochan su simpatía por Cuba y Venezuela.
La oposición ha desplegado campañas de odio y desprestigio a través del aparato mediático en manos de grandes grupos corporativos de comunicación, los que jugaron un papel determinante en el golpe contra el expresidente Manuel Zelaya. Hay un intento de construir una narrativa para deslegitimar tanto el trabajo del gobierno, como el mismo partido Libre, diametralmente opuesto a lo que fueron los gobiernos narcoderechistas y las estructuras criminales que gobernaron el país durante décadas hasta la aparición de Manuel Zelaya.
Honduras, uno de los países más inestables de América Latina, aún enfrenta las secuelas del golpe de Estado en el que una alianza de militares, políticos y empresarios de derecha derrocó en 2009 al presidente Manuel Zelaya, que «marcó profundamente la institucionalidad» y a la «ciudadanía» hondureña, dijo la directora para Centroamérica de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), Ana María Méndez.
Datos
Las estadísticas muestran que el 57% de la población hondureña vive en contextos urbanos, frente al 43% que lo hace en contextos rurales. Honduras es el tercer país que menos urbanidad tiene en Centroamérica, después de Belice y Guatemala.
La pobreza relativa en Honduras ha registrado históricamente cifras muy altas. En 2021, Xiomara Castro recibió un país en el que el 73.6% de los hogares vivía en este umbral. Hasta 2024 logró reducir este porcentaje en al menos 11%.
La pobreza extrema, una de los indicadores más relevantes para la agenda de Castro, es altísima en Honduras. A pesar de que la redujo en más de 14 puntos porcentuales la cifra continúa siendo alarmante. Pasó del 53,7% en 2021 al 40% en 2024.
Castro rompió el récord histórico de inversión pública en Honduras. El acceso a la educación, a la salud y a la energía fueron parte de la lista de avances de su gobierno
Fraude
las Fuerzas Armadas, cuya jefatura es cercana a Libre, pidieron las actas para confirmar el recuento de votos, lo cual fue calificado como una «injerencia» por la ONG Transparencia Internacional.
El Consejo Nacional Electoral ha hecho un simulacro sobre el sistema de transmisión de los resultados. Y el simulacro, tanto en la transmisión satelital como en la transmisión por el canal de datos de una de las empresas, ha sido un total fracaso.
En 2013 y 2017, Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional y que purga condena en Estados Unidos por narcotráfico, ganó la presidencia en elecciones plagadas de denuncias de fraude
Estados Unidos ya ha señalado su “preocupación” sobre el proceso electoral y manifestó que “exhorta a todas las autoridades competentes, incluidas las electorales y las militares, a que respeten escrupulosamente las leyes y la Constitución de Honduras”. La injerencia de Estados Unidos en los procesos electorales de Honduras no es nueva.
Todavía están vivas las imágenes y el recuerdo de la entonces embajadora y ex oficial del ejército estadounidense Heide Fulton, parada al lado del ex presidente de la autoridad electoral David Matamoros Batson, avalando el burdo y fraude electoral que otorgó un ilegal segundo mandato a Juan Orlando Hernández.
Existen numerosas denuncias acerca de un plan orquestado desde la oposición política para desestabilizar el proceso electoral.
El plan apunta a intervenir el sistema de transmisión de resultados preliminares, generar una narrativa acerca de la victoria del candidato liberal Salvador Nasralla, reforzándola con la infiltración de observadores electorales y la movilización de las bases nacionalistas.
El objetivo sería crear caos y desestabilizar el ambiente para llegar a exigir nuevas elecciones.
El apoyo de organismos multilaterales y cuerpos diplomáticos, en especial el de Estados Unidos, ratificaría el fracaso del evento electoral.
Queda claro que existan planes para boicotear el proceso electoral e impedir un segundo mandato presidencial del partido Libertad y Refundación (Libre)
Escenarios
–Rixi Moncada gana las elecciones y sus oponentes denuncian fraude.
–Un candidato de la oposición (Nasry Asfura o Salvador Nasralla) gana las elecciones y el partido gobernante Libre denuncia fraude.
*Colectivo del Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican) , Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
viernes, 21 de noviembre de 2025
China construye la primera isla artificial flotante del mundo con búnker a prueba de armas nucleares
- Sputnik Mundo
China construye la primera isla artificial flotante del mundo con búnker a prueba de armas nucleares
Estructuras y edificios chinos en el arrecife artificial Fiery Cross, en el archipiélago de las islas Spratly, en el Mar de China Meridional - Sputnik Mundo, 1920, 21.11.2025
© AP Photo / Aaron Favila
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China avanza en la construcción de la primera isla artificial flotante del mundo equipada con un sistema de protección capaz de resistir explosiones nucleares, según informó el medio 'South China Morning Post'.
La megaestructura —una plataforma semisumergible de doble casco de 78.000 toneladas— será la primera isla artificial móvil y autosuficiente a nivel mundial.
Con un desplazamiento similar al del portaviones Fujian, China se perfila a obtener una base oceánica capaz de operar de forma continua en zonas remotas o disputadas sin depender de puertos ni estaciones terrestres, según reportes.
La infraestructura usa paneles sándwich de "metamateriales", capaces de absorber y disipar la energía de un impacto nuclear.
Este nivel de protección no tiene precedentes en instalaciones científicas y sugiere un propósito dual: funcionar tanto como laboratorio oceánico de largo alcance como puesto avanzado estratégico capaz de mantener operaciones críticas incluso bajo amenazas extremas. Pekín prevé que la isla entre en servicio en 2028.
Para especialistas internacionales, este proyecto marca un salto cualitativo en la carrera por la infraestructura marítima avanzada, al unir investigación, resistencia nuclear y movilidad estratégica en una sola unidad flotante. La isla podría convertirse en un hub de comunicaciones, vigilancia y comando, capaz de sostener operaciones prolongadas lejos del territorio continental.
jueves, 20 de noviembre de 2025
Basta de custodios y colonialistas! Los palestinos rechazarán incluso un control occidental benigno
Recomiendo:
¡Basta de custodios y colonialistas!
Los palestinos rechazarán incluso un control occidental benigno
Por Ranjan Solomon | 20/11/2025 | Palestina y Oriente Próximo
Fuentes: Voces del Mundo
La reciente votación en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre Gaza -con la abstención deliberada de Rusia y China y el intento, una vez más, de Occidente de manipular el resultado- marcó un momento que la historia podría identificar como un cambio sutil pero decisivo. No porque la resolución en sí altere la realidad sobre el terreno. No la altera. Gaza sigue en ruinas, los palestinos siguen bajo la bota de una potencia ocupante implacable y Washington continúa actuando como garante global de la impunidad israelí.
Esta votación es importante, en cambio, porque reveló algo que Occidente ha intentado ocultar durante mucho tiempo: que los palestinos ya no aceptan, y el mundo ya no cree, la idea de que Gaza sea un espacio que deba ser gestionado, administrado, “estabilizado” o reconstruido por custodios externos que fingen benevolencia. Ni por Estados Unidos. Ni por Europa. Ni por un plan de Trump y Netanyahu disfrazado de lenguaje humanitario. Ni siquiera por las instituciones internacionales que se consideran neutrales mientras perpetúan el statu quo.
La era en la que las grandes potencias podían simplemente autoproclamarse guardianes de Palestina, decidiendo quién gobierna Gaza y cómo, está llegando a su fin. La votación puso de manifiesto el agotamiento de esta pretensión imperial. Gaza no es un protectorado. No es un territorio fallido a la espera de un fideicomiso. No es un campo de pruebas estratégico para los experimentos occidentales de “gobernanza posconflicto”. Gaza es una tierra ocupada que pertenece a un pueblo que exige -y tiene derecho a- la plena autonomía.
Insistir en que los palestinos necesitan custodios no sólo es un fraude político, sino también jurídicamente insostenible. Gaza no es un terreno baldío a la espera de un propietario. Gaza no es un vacío geopolítico donde las potencias mundiales puedan insertar sus “soluciones”. Gaza es territorio palestino y, según el derecho internacional, sólo los palestinos tienen derecho a determinar su futuro.
Todo lo demás -los planes de reconstrucción occidentales, los “mecanismos de seguridad”, el discurso sobre la estabilización liderada por árabes, la propuesta de externalizar Gaza a una administración extranjera- no es más que un mero refrito del mismo viejo proyecto: negar la soberanía palestina bajo el pretexto de una gestión responsable.
La votación del Consejo de Seguridad de la ONU y el mito de la tutela neutral
Occidente buscaba desesperadamente una resolución que legitimara su visión del “día después” de Gaza: una visión que tanto Trump como Netanyahu han expresado de forma burda, a saber, que Gaza debe ser contenida, fragmentada y dirigida por potencias ajenas a su población. La resolución intentaba introducir subrepticiamente la idea de que Gaza requiere una transición cuidadosamente supervisada, con actores palestinos “aceptables” que tendrán que ser examinados por Israel y Estados Unidos.
Rusia y China se abstuvieron, no por indiferencia sino para señalar lo obvio: que esta resolución nunca trató sobre la autodeterminación palestina. Se intentaba fabricar consenso para estructuras de gobernanza diseñadas externamente. Al retirar su apoyo, Moscú y Pekín dejaron claro que el intento de Occidente de codificar un orden de tutela sobre Gaza carecía de legitimidad.
Pero, aún más importante, la propia sociedad palestina ha vuelto obsoletas tales propuestas. En Gaza, Cisjordania y la diáspora, el mensaje es inequívoco: basta de administradores, basta de guardianes, basta de custodios de la voluntad palestina.
El derecho internacional es claro: Gaza no les pertenece a ustedes, no pueden gobernarla
Según el Cuarto Convenio de Ginebra y los principios fundamentales de la Carta de las Naciones Unidas, el derecho de un pueblo bajo ocupación no es a ser administrado por terceros, sino a ejercer la libre determinación nacional. Toda “autoridad transitoria” impuesta por potencias extranjeras -por muy humanitario que se muestre su lenguaje- viola este principio.
El estatus de Gaza no es ambiguo:
• Israel es la potencia ocupante.
• La ocupación es ilegal.
• El asedio es un castigo colectivo.
• Y el derecho a la autodeterminación reside exclusivamente en el pueblo palestino, no en coaliciones internacionales que afirman actuar en su nombre.
Los reiterados intentos de Occidente de diseñar la estructura administrativa de Gaza no son propuestas; son violaciones del derecho disfrazadas de lenguaje diplomático. Incluso la insistencia en que Gaza debe ser gobernada por instituciones palestinas “reformadas” y aprobadas por capitales occidentales constituye una violación del principio fundamental a la autodeterminación. La configuración política del gobierno palestino es competencia exclusiva del pueblo palestino. No de Tel Aviv. No de Washington. No de Bruselas. Y, por supuesto, no de las antiguas potencias coloniales que aún luchan por aceptar que su era ha terminado.
Gaza no es un inmueble: es historia, identidad y continuidad nacional
Occidente sigue hablando de Gaza como si fuera un problema de propiedad. Un lugar que hay que reconstruir, administrar, proteger, cercar o arrendar. Un espacio que hay que rediseñar mediante “paquetes de desarrollo” y “pactos de seguridad”. Pero Gaza no es una zona de gestión de crisis; es una de las comunidades más antiguas y con mayor continuidad del pueblo palestino. Gaza es, de hecho, una entidad histórica ancestral con una historia de asentamientos ininterrumpidos que abarca más de 4.000 años, y que ha funcionado como centro comercial vital y como encrucijada de civilizaciones entre Egipto y el Levante.
Para Occidente, la mentalidad inmobiliaria es natural. La tierra es propiedad. La propiedad es poder. Y el poder reside en quienes pueden ejercerlo. Es una concepción capitalista de la tenencia y los arrendatarios.
Para los palestinos, el paradigma es radicalmente distinto. La tierra es memoria, pertenencia y el derecho a existir como pueblo. Gaza alberga la historia viva del desplazamiento: familias arraigadas en aldeas a lo largo y ancho de lo que hoy es Israel, cargando con el trauma de la Nakba, conservando las llaves de los hogares de los que fueron expulsados violentamente. Gaza no es una unidad administrativa. Es el corazón palpitante de la identidad nacional palestina.
Por eso, todo intento de partir, rehabilitar, internacionalizar o reasignar Gaza fracasa. Porque Palestina no es un problema de gestión, sino una cuestión nacional. Occidente sigue intentando gobernar el territorio, pero los palestinos insisten en autogobernarse.
¿Por qué Occidente no puede gobernar Gaza, ni siquiera “por su propio bien”?
El fracaso de Occidente no es meramente moral. Es estructural. Su historial en Oriente Medio es un catálogo de desastres basados en la misma premisa paternalista: que los árabes y musulmanes necesitan la guía, la supervisión y la disciplina de potencias “civilizadas”.
En Iraq, Afganistán, Libia y el Líbano, la tutela extranjera destruyó mucho más de lo que construyó. Pero Gaza es un caso aún más flagrante. Durante décadas, los Estados occidentales financiaron el asedio, protegieron a Israel de la rendición de cuentas, armaron a la ocupación y vilipendiaron la expresión política palestina. No son actores neutrales; son coautores de la catástrofe.
Quien administra un territorio no puede ser a la vez cómplice de la opresión. Las pretensiones occidentales de una gobernanza benevolente son incompatibles con su apoyo, durante décadas, a la dominación israelí de la vida palestina. Si Occidente quisiera realmente que Gaza fuera libre, segura y estable, dejaría de armar al Estado que bombardea a su pueblo, destruye sus hospitales, condena a la hambruna a sus niños y arrasa sus barrios. En cambio, ofrece propuestas de “administración responsable” que se espera que los palestinos acepten con gratitud.
Ningún pueblo ocupado en la historia ha aceptado jamás tales condiciones, y los palestinos no serán los primeros.
En última instancia, la autonomía palestina no es una aspiración, sino una inevitabilidad. Occidente, en su sofisticada crudeza, sigue comportándose como si la soberanía palestina fuera un privilegio que concederá una vez que los palestinos alcancen la madurez y se conviertan en actores políticos aceptables. Esta visión del mundo es una reliquia del paternalismo colonial. Es la misma lógica que emplearon los británicos en la Palestina del Mandato Británico, argumentando que los palestinos aún no eran capaces de gobernar la tierra que habían habitado durante siglos.
Pero la historia sigue imponiéndose. Cada levantamiento, cada ola de resistencia, cada afirmación de identidad nacional nos recuerda que los palestinos no piden permiso para existir como pueblo. Lo reclaman por derecho. La votación del Consejo de Seguridad de la ONU quizá no traiga la liberación, pero ha revelado una verdad más profunda: el mundo ya no se deja convencer por las narrativas occidentales sobre la incapacidad palestina. Un consenso global creciente reconoce que Gaza no puede ser gobernada por potencias externas porque estas son responsables de la devastación. De la tutela a la liberación: el cambio ya está en marcha.
El mundo está cambiando. Las generaciones más jóvenes de todos los continentes rechazan las viejas narrativas coloniales. El liderazgo de Sudáfrica, los Estados latinoamericanos, los bloques africanos, las alianzas asiáticas, todos hablan cada vez más en un lenguaje que Occidente esperaba que desapareciera: el lenguaje de la justicia anticolonial.
Gaza no es una crisis humanitaria que deba gestionarse. Es una lucha de liberación que debe ser reconocida. Por eso, la visión de Trump y Netanyahu para el futuro de Gaza -un mosaico de zonas controladas, enclaves desmilitarizados y gobernadores designados externamente- está condenada al fracaso. Sólo quienes malinterpretan la situación creen que los palestinos aceptarán tal acuerdo.
La votación en el Consejo de Seguridad de la ONU no ha resuelto el conflicto. Pero ha puesto de manifiesto los límites de la tutela occidental y la persistencia de la determinación palestina. El arsenal imperial está vacío. Lo que quede de él es inútil y obsoleto. El discurso de la tutela ha perdido legitimidad. Y los palestinos dejan claro que el futuro de Gaza no se negociará a sus espaldas: lo forjarán ellos mismos.
¡Basta de guardianes! ¡Basta de intermediarios! ¡Basta de custodios!
El mundo no puede gobernar Gaza. Occidente no puede estabilizar Gaza. Israel no puede rediseñar Gaza. Y ninguna coalición internacional puede administrar Gaza sin formar parte del aparato que niega la soberanía palestina. El futuro de Gaza pertenece al pueblo palestino, no como una concesión, sino como un derecho arraigado en la historia, la ley y la inquebrantable continuidad de un pueblo que se niega a ser borrado. Basta de custodios. Basta de administradores. Basta de guardianes.
El pueblo palestino gobernará Gaza, porque Gaza es Palestina, y Palestina pertenece a su pueblo.
Ranjan Solomon, originario de Goa, India, es comentarista político y defensor de los derechos humanos, que siempre ha mostrado su compromiso con el pluralismo cultural, la armonía interreligiosa y la justicia social. Trabaja por el derecho de las naciones a definir sus propios destinos libres de narrativas hegemónicas. Puede contactarse con él en ranjan.solomon@gmail.com.
Texto en inglés: Middle East Monitor, traducido por Sinfo Fernández.
Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2025/11/19/basta-de-custodios-y-colonialistas-los-palestinos-rechazaran-incluso-un-control-occidental-benigno/
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