CRISTIANOS DEL NUEVO SIGLO
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martes, 1 de julio de 2025
alto el fuego con Irán supone una derrota para Israel y sus aliados
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Por qué el alto el fuego con Irán supone una derrota para Israel y sus aliados
Por Mouin Rabbani | 01/07/2025 | Mundo
Fuentes: https://substack.com/home/post/p-166878787
A pesar de la exigencia de Trump de una «rendición incondicional» por parte de Irán y de sus demás fanfarronadas, Israel no ha logrado ninguno de sus objetivos —ni poner fin al programa nuclear iraní, ni desmantelar su arsenal de misiles, ni mucho menos derrocar al régimen, proyectos que parecen hoy más lejanos que nunca—, y ha sufrido un nivel de destrucción sin precedentes. Teherán no renuncia al enriquecimiento de uranio y probablemente se retirará del Tratado de No Proliferación (TNP).
Traducción y notas entre corchetes: Alain Marshal
Parece haberse alcanzado un alto el fuego en lo que el presidente estadounidense Trump califica ahora como la «guerra de los doce días» entre Israel e Irán. ¿Qué ha llevado a las partes implicadas a aceptarlo?
Del lado estadounidense, el cálculo es relativamente sencillo. Washington consideraba la guerra iniciada por Israel contra Irán ante todo como una herramienta para reforzar su posición en las negociaciones con Teherán. Si Israel lograba sus objetivos, Irán se vería obligado a desmantelar por completo su programa nuclear, a renunciar a su derecho a enriquecer uranio en su propio territorio —derecho que le garantiza el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP)—, a poner fin a su programa de misiles balísticos [e hipersónicos], y a cortar sus vínculos con los movimientos armados [de resistencia] de la región, todo ello en el marco de un acuerdo posterior dictado por Washington.
Los objetivos estadounidenses se definieron con mayor claridad tras los ataques lanzados hace unos días contra Irán. Estos se limitaron a tres instalaciones nucleares iraníes, acompañados de amenazas de una ofensiva militar más amplia en caso de represalia iraní. Aunque en su momento Trump presentó el cambio de régimen en Teherán como un objetivo deseable, nunca se comprometió realmente con ello, ni ordenó al ejército estadounidense que lo ejecutara.
Como era de esperar, Trump proclamó de inmediato la destrucción total de los tres sitios nucleares atacados por la aviación estadounidense, alardeando de haber erradicado definitivamente el programa nuclear iraní. Una fanfarronada que recuerda la conocida estrategia de «proclamar la victoria y regresar a casa».
Numerosos expertos ridiculizaron estas afirmaciones, subrayando que Irán había evacuado previamente sus reservas de uranio altamente enriquecido y su equipo esencial, y que era poco probable que Estados Unidos hubiese infligido más que daños significativos —pero no decisivos— al estratégico emplazamiento de Fordow. Más aún, Irán conserva el conocimiento técnico necesario para reconstruir todo su programa. Como se ha repetido durante años, sin una ocupación militar del territorio iraní, una campaña militar puede retrasar sus avances, pero no detenerlos.
Es probable que Washington haya llegado a la conclusión de que la campaña israelí contra las capacidades nucleares y militares de Irán había alcanzado su techo, y que solo tendría sentido continuarla si se adoptaba un nuevo objetivo: el derrocamiento del régimen.
Por otra parte, la respuesta iraní a los bombardeos estadounidenses —un ataque mayormente simbólico contra la base aérea estadounidense de Al-Udeid en Catar— fue anunciada con antelación y no causó víctimas [al parecer, lo mismo ocurrió con el ataque estadounidense a las instalaciones nucleares iraníes]. Trump pudo entonces desestimarlo como un mero espectáculo de fuegos artificiales, que en esencia fue lo que fue. Sin embargo, esta acción puso de relieve el riesgo real de una escalada regional y dejó claro que, si Irán se siente suficientemente amenazado, está dispuesto a ampliar el alcance del conflicto.
En Washington, esta guerra emprendida por Israel —y más aún la implicación directa de Estados Unidos— provocó un intenso debate y profundas divisiones en el seno del Partido Republicano. Por un lado, estaban quienes rechazaban cualquier tipo de implicación; por el otro, quienes estaban decididos a llegar hasta las últimas consecuencias. Y en medio, Trump, indiferente a ambos bandos, preocupado únicamente por sus propios intereses. Puede que finalmente haya comprendido que, en realidad, había sido engañado por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y que, si no se retiraba con rapidez, corría el riesgo de quedar empantanado en un escenario aún peor que el de Irak, comprometiendo de paso a la coalición MAGA [Make America Great Again]. En otras palabras, Washington hizo la famosa “llamada telefónica”, y ahora parece haberse establecido un alto el fuego.
Para Irán, los cálculos eran relativamente claros. Desde el inicio, Teherán denunció una guerra de agresión encabezada por Israel y no dejó de exigir su cese. Aunque el país ha sufrido importantes daños, su programa nuclear sigue operativo y, a juzgar por las últimas salvas, sus capacidades balísticas (e hipersónicas) permanecen en gran medida intactas.
Con el tiempo, Teherán ha logrado demostrar la creciente eficacia de sus ataques de represalia contra Israel, así como las crecientes deficiencias de los sistemas de defensa antimisiles estadounidenses e israelíes. Irán parece ahora mejor preparado para afrontar un conflicto prolongado con Israel.
Sin embargo, un conflicto prolongado presenta escaso interés estratégico para Teherán. La destrucción causada por Israel no haría sino intensificarse en magnitud, alcance y gravedad, y era razonable suponer que Estados Unidos —sobre todo si Irán rechazaba una propuesta de alto el fuego que no implicara su rendición— acabaría implicándose aún más en el conflicto. Si Irán hubiera llegado a provocar realmente una guerra regional, también habría comprometido las relaciones que ha cultivado y reforzado pacientemente en los últimos años con los Estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Además, parecía altamente improbable que Rusia o China estuvieran dispuestas a restaurar sus gravemente deterioradas capacidades de defensa antiaérea mientras durase el conflicto. El alto el fuego propuesto por los estadounidenses —que exigía esencialmente que Irán cesara sus represalias contra Israel [dejando a este último la última salva, especialmente letal]— fue percibido en Teherán como una salida segura y aceptable, siempre que no se tratara de una nueva estratagema israelo-estadounidense.
Israel se encuentra en una situación más compleja. Ante todo, ha fracasado en su intento de arrastrar a Estados Unidos a un enfrentamiento militar decisivo contra Irán. Ninguno de sus objetivos declarados —ya sea la destrucción del programa nuclear iraní, [sus misiles] o un cambio de régimen en Teherán— ha sido alcanzado. Hasta el último minuto antes de la entrada en vigor del alto el fuego, Irán seguía lanzando salvas de misiles balísticos letales, de modo que Israel difícilmente puede sostener que lo haya disuadido. Sus defensas antimisiles fallaban cada vez con mayor frecuencia, y sus reservas estaban peligrosamente cerca de agotarse.
Es cierto que Israel infligió graves daños al ejército iraní, a sus fuerzas de seguridad y, en menor medida, a su infraestructura civil y a sus instituciones gubernamentales. Asesinó a numerosos comandantes y científicos. Aunque estas pérdidas son sin duda dolorosas, esas figuras ya están siendo reemplazadas. Israel también ha demostrado hasta qué punto sus servicios de inteligencia han logrado infiltrarse profundamente en territorio iraní [en particular gracias al grupo terrorista iraní Muyahidines del Pueblo de Irán o MEK, que se encargaba de lanzar repetidamente drones desde dentro del país].
Cabe suponer que Israel habría preferido proseguir e intensificar la guerra, aunque solo fuera para forzar la rendición de Irán ante Washington. La llamada telefónica desde Washington, que anunciaba un alto el fuego en lugar de una nueva campaña de bombardeos, puso fin a esta ambición. De hecho, la consternación evidente entre los partidarios de Israel sugiere que este no era el desenlace que esperaban, ni el que deseaban.
A estas alturas, ni Israel ni Irán han aceptado, al menos oficialmente, un acuerdo de alto el fuego; más bien, parece que han dado su consentimiento a una especie de entendimiento tácito. Irán ha declarado que no se ha alcanzado ningún acuerdo, pero que, si Israel detiene sus ataques, él hará lo mismo. Por su parte, Israel probablemente intentará reproducir el modelo aplicado en el Líbano: un alto el fuego unilateral, que se impone estrictamente a su adversario, pero que Israel se reserva el derecho de violar a su antojo, con el aval de Estados Unidos. Es poco probable que este esquema funcione con Irán. Queda por ver cómo reaccionará este último ante nuevas operaciones de sabotaje u otras acciones llevadas a cabo en su territorio por agentes que actúan en nombre de Israel, a diferencia de los ataques aéreos lanzados directamente desde Israel, un terreno mucho más incierto.
En lo que respecta al Líbano, Israel podría, además de continuar con el genocidio en curso en Gaza, lanzar una nueva ofensiva de gran envergadura en ese país, con el objetivo de debilitar aún más a Hezbolá y presionar al Estado libanés para que lo desarme. Nada sorprendente por parte de un Estado que no solo se ha vuelto dependiente de la guerra, sino que parece tener una necesidad vital de ella.
Los altos el fuego suelen requerir acuerdos políticos para volverse duraderos. Esto nos remite a las negociaciones entre Irán y Estados Unidos —similares a las del acuerdo nuclear de 2015— que Trump rompió hace dos semanas, optando por la vía militar. Dado que Washington es el origen de la crisis actual, al exigir a Teherán que renuncie a sus derechos —garantizados por el TNP— de enriquecer uranio con fines civiles en su propio territorio, resulta poco probable que Irán vuelva a la mesa de negociaciones mientras Estados Unidos no se retracte y reconozca sus derechos conforme al TNP. También se negará, como ya lo ha hecho en el pasado, a abrir conversaciones sobre su programa de misiles balísticos [e hipersónicos] y sus alianzas regionales. Si Irán llegara a aceptar tales condiciones, sería una prueba contundente de que Israel ha conseguido doblegarlo.
La otra cuestión pendiente atañe a las ambiciones nucleares de Irán. En tan solo doce días, Israel y Estados Unidos han reducido a la nada el TNP y, con él, toda la arquitectura de regulación nuclear pacientemente construida durante décadas. ¿Expulsará Irán, si fracasan nuevamente las negociaciones, a los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), se retirará del TNP, permanecerá al margen, como hace Israel, y desarrollará en secreto un arma nuclear? Los dirigentes iraníes estarán sometidos a enormes presiones, tanto por parte de su propio aparato político como de la sociedad iraní en su conjunto, para dar ese paso. Podrían considerar ahora que ya no tiene sentido seguir utilizando su condición de Estado en el umbral nuclear como palanca de negociación con Occidente, y que más bien convendría verla como el camino hacia el último recurso disuasivo.
De nacionalidad neerlandesa y palestina, Mouin Rabbani es especialista en cuestiones palestinas, en el conflicto israelo-palestino y en el Oriente Próximo contemporáneo. Ha sido analista principal para Oriente Medio y asesor especial sobre Israel y Palestina en el International Crisis Group, así como responsable de asuntos políticos en la Oficina del Enviado Especial de la ONU para Siria.
lunes, 30 de junio de 2025
Papa León XIV condena uso del hambre como arma de guerra.
León XIV : "Matar de hambre a la población es una forma muy barata de hacer la guerra".
El papa ha pronunciado un duro discurso en la Conferencia anual de la FAO en el que ha condenado el uso hambruna como "arma de guerra".
Segun comunica hoy ka Agencia Efe en la red social X.
Jeannette Jara ganó las internas del oficialismo en Chile: "Hay un escenario abierto.
Jeannette Jara ganó las internas del oficialismo en Chile: "Hay un escenario abierto.
Sputik Mundo
Jeannette Jara, exministra del Trabajo del Gobierno de Gabriel Boric, ganó las primarias presidenciales del oficialismo en Chile con un amplio margen, transformándose en la candidata de la izquierda para los comicios de noviembre.
"Como ministra de Trabajo estuvo a cargo de reformas importantes, como por ejemplo del sistema de pensiones y también influyó en el aumento del salario mínimo. Eso le ha permitido ir construyendo un liderazgo", explicó Máximo Quitral, doctor en Ciencias Políticas chileno, en diálogo con Acentos.
"Chile vivió dos procesos constituyentes que terminaron fracasando finalmente y, a partir de las declaraciones de la candidata Jara, la apertura de un nuevo proceso constituyente ha quedado claramente cerrada", señaló de cara al futuro.
Para el especialista, la candidata enfrenta cuatro desafíos: seguir mejorando "los fondos de pensiones", llegar a "la educación pública gratuita para todos", mejorar "la seguridad" y mayor "crecimiento económico". "Estos cuatro elementos tienen que marcar una orientación", sostuvo.
"El narcotráfico es uno de los principales desestabilizadores de las democracias en Latinoamérica"
América Latina experimenta la paradoja de ser la región más estable del mundo en términos geopolíticos y, al mismo tiempo, las sociedades sufren los embates del crimen organizado y las redes de narcotráfico.
"El consumo de drogas a nivel mundial se ha disparado después de la pandemia. Y eso ha llevado a que Colombia, Perú y Bolivia, sirvan como países productores. Es muy complicado frenar porque tampoco hay una voluntad real de los países que más satanizan el tráfico, como son los países europeos, la Unión Europea y Estados Unidos", explicó Yani Vallejo Duque, abogado colombiano especialista en Derecho Penal, a Acentos.
"El narcotráfico financia campañas, presidentes, partidos políticos y movimientos. El tema del narcotráfico es uno de los principales fenómenos desestabilizadores de las democracias en Latinoamérica", cerró.
norte global vive de las rentas intelectuales
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El norte global vive de las rentas intelectuales
Por Vijay Prashad | 30/06/2025 | Conocimiento Libre
Fuentes: Instituto Tricontinental de Investigación Social
A pesar de sus rápidas innovaciones tecnológicas, el sur global sigue atrapado en regímenes de propiedad intelectual dominados por el norte global: rentas infinitas con patentes y licencias, que lo despojan de su riqueza y frenan su desarrollo.
La cifra en el gráfico anterior, basada en datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), no es una exageración. A pesar de la creciente capacidad tecnológica e industrial de los países del Sur global, las corporaciones y Estados del norte global siguen siendo dueños de las patentes de propiedad intelectual sobre productos clave, condenando al Sur a regímenes indefinidos de pagos por este concepto. Estos incluyen pagos por patentes para productos farmacéuticos, tecnologías digitales (como licencias de software e infraestructura de telecomunicaciones) y agricultura (como semillas genéticamente modificadas, fertilizantes, pesticidas y equipos). Los avances científicos y tecnológicos se han acelerado en el sur global y varios países —sobre todo en Asia— han desarrollado trenes de alta velocidad, tecnologías verdes e infraestructura de telecomunicaciones. No obstante, incluso en estos rubros, la mayoría de los países siguen pagando altas rentas a empresas del norte global dueñas de patentes críticas.
Existen cinco sectores en los que el desequilibrio en los pagos relacionados con patentes es más grave (es decir, donde los países del sur global pagan significativamente más en regalías y derechos de licencia de lo que reciben a cambio):
Farmacéutica. Las patentes de medicamentos están mayoritariamente en manos de empresas de Europa, Japón y Estados Unidos. Un ejemplo reciente del alto costo para acceder a tecnologías médicas esenciales fue la importación de vacunas de ARNm durante la pandemia de COVID-19. Varios países del sur global, como Sudáfrica e India, enfrentaron demoras y costos inflados en la adquisición de vacunas debido a restricciones de patentes y escasa transferencia tecnológica. (Sudáfrica finalmente optó por comprar vacunas a los productores genéricos de India, como Cipla y el Serum Institute, lo que permitió al país ahorrar aproximadamente 133 millones de dólares en tres años).
Tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Cada componente de las TIC, desde el software y el hardware hasta los semiconductores y las redes móviles, cuesta una fortuna a los países del sur global. Esto no se debe solo al precio de los productos físicos, sino también a las elevadas tarifas de licencias por las tecnologías subyacentes, que a menudo están controladas por consorcios exclusivos de patentes (grupos de empresas que gestionan y licencian conjuntamente patentes esenciales).
Maquinaria industrial y tecnologías de manufactura. Las patentes de máquinas de control numérico computarizado (CNC), herramientas automatizadas para manufactura de precisión, robótica y otros equipos de precisión (claves en sectores automotriz, minero y textil) son propiedad mayoritaria de empresas del norte global. En consecuencia, los países del sur global que buscan industrializarse deben importar estas tecnologías y pagar derechos de licencia permanente, en lugar de desarrollarlas o producirlas localmente.
Biotecnología agrícola. Un pequeño grupo de empresas —como DuPont, Monsanto (Bayer) y Syngenta— controla las principales biotecnologías agrícolas, incluidas las de fertilizantes, semillas genéticamente modificadas y pesticidas, todas distribuidas mediante costosos acuerdos de licencia. Este control monopólico no solo limita la capacidad de las y los agricultores del sur global para acceder o desarrollar alternativas, aumentando su dependencia de empresas extranjeras y elevando los costos de producción, sino que también socava la soberanía de las semillas y contribuye a la degradación ambiental mediante prácticas como el monocultivo, el uso excesivo de productos químicos y la pérdida de biodiversidad.
Tecnología verde. Las principales innovaciones en sistemas de baterías, paneles solares y turbinas eólicas están protegidas por patentes que, en su mayoría, pertenecen a empresas del norte global, lo que impide la transferencia tecnológica. Como consecuencia, los países del sur global deben pagar tarifas de licencia exorbitantes para adoptar estas tecnologías, lo que limita su capacidad de desarrollar sistemas energéticos sostenibles de manera autónoma.
Estas desigualdades se deben en gran parte al control monopólico de las empresas del norte global sobre las innovaciones y los regímenes de propiedad intelectual, lo que impide a los países del sur global construir alternativas competitivas. La falta de capacidad de investigación y desarrollo (I+D) en las economías medianas y pequeñas del sur global juega un papel fundamental en la reproducción de estas desigualdades.
Esta falta de capacidad en I+D tiene su origen en un legado colonial que dejó a muchos países del sur global con instituciones educativas poco desarrolladas, en particular en las ciencias avanzadas. A ello se suma el patrón de migración neocolonial que empuja a estudiantes talentosos a emigrar hacia el norte global en busca de oportunidades laborales. Por último, los Estados del sur global no han logrado construir el poder político necesario para desafiar los regímenes internacionales de propiedad intelectual que protegen las ventajas obtenidas por los países y empresas del norte global en épocas anteriores.
En 1986, el norte global, liderado por Estados Unidos, impulsó la octava ronda de negociaciones del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), también conocida como la Ronda de Uruguay. Las siete rondas de negociaciones anteriores del GATT se habían centrado principalmente en la reducción de aranceles entre los países del Atlántico y Japón, con escasa participación del mundo previamente colonizado. Pero en la Ronda de Uruguay se modificó la agenda: a cambio de acceder a los mercados del Norte, se presionó a los Estados del Sur para que derribaran barreras a la inversión, la tecnología y los servicios provenientes del Norte, y para que modificaran sus leyes de propiedad intelectual. Durante este período, las ventajas comparativas de las grandes empresas monopólicas del Norte en derechos de propiedad intelectual y servicios comenzaron a generar enormes ganancias.
Lo más relevante es que los borradores para las negociaciones de la Ronda de Uruguay no provinieron de los países que se sentaron a la mesa, sino de grupos misteriosos como la Coalición de Propiedad Intelectual y la Coalición de Negociaciones Comerciales Multilaterales. Resultó que estas coaliciones no estaban compuestas por países, sino por grupos de presión de grandes empresas monopólicas del norte global, como DuPont, Monsanto y Pfizer, que impulsaron la revisión del concepto de propiedad intelectual. Antes de la Ronda de Uruguay, las patentes podían otorgarse únicamente al proceso de innovación, permitiendo a otros individuos, empresas y países llegar al resultado final con métodos distintos, incluso mediante innovaciones de ingeniería inversa. La Ronda de Uruguay modificó este principio estableciendo que el producto final en sí mismo sería patentable, garantizando rentas al titular sin importar el proceso utilizado para obtener el resultado. Así nació el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio, o Acuerdo sobre los ADPIC (TRIPS, por sus siglas en inglés).
Diez países del sur global (Argentina, Brasil, Cuba, Egipto, India, Nicaragua, Nigeria, Perú, Tanzania y Yugoslavia), liderados por Brasil e India, se reunieron para discutir los peligros de la Ronda de Uruguay. Este Grupo de los Diez (G10) advirtió que este enfoque causaría una hambruna tecnológica en el sur global, con una transferencia mínima de tecnología a costos exorbitantes y el colapso virtual del desarrollo tecnológico local. Aunque inicialmente pareció que el G10 logró algunas concesiones, la presión ejercida por Estados Unidos fracturó al grupo. En 1989, Brasil e India cedieron y la coalición se disolvió.
El debate se trasladó entonces a los desacuerdos entre Estados Unidos y la Unión Europea sobre los subsidios agrícolas. Al concluir la Ronda de Uruguay en 1994, el sur global aceptó el nuevo y nefasto régimen de propiedad intelectual y las reglas derivadas. El Acuerdo sobre los ADPIC se convirtió en el núcleo de la Organización Mundial del Comercio (OMC), fundada al año siguiente.
Nueve años después, India, Brasil y Sudáfrica crearon el bloque IBSA, exigiendo exenciones a los derechos de propiedad intelectual y licencias obligatorias para medicamentos esenciales, en particular antirretrovirales para tratar el VIH/Sida. Su esfuerzo logró que, el 30 de agosto de 2003, la OMC flexibilizara temporalmente ciertas obligaciones del Acuerdo sobre los ADPIC, permitiendo a los países sin capacidad productiva importar medicamentos genéricos bajo licencias obligatorias. Aunque esto no revirtió la lógica subyacente del Acuerdo (o principio ADPIC), se garantizó un alivio limitado para algunos fármacos. (La promesa de 2003 de las fundaciones Gates y Clinton de reducir el costo de los medicamentos contra el VIH/sida fue, en cambio, una cortina de humo para blindar el marco general del Acuerdo sobre los ADPIC). Este alineamiento inicial entre Brasil, India y Sudáfrica derivó en el bloque BRICS en 2009, tras el inicio de la Tercera Gran Depresión del Atlántico en 2007. Pese a sus iniciativas en salud y tecnología, el BRICS, no ha logrado erosionar el principio ADPIC.
Injy Aflatoun (Egipto), Fedayeen [Soldado], 1970.
En los años ochenta, varios gobiernos del sur global denunciaron lo que más tarde se conocería como biopiratería. Planteaban que muchas de las llamadas innovaciones modernas —sobre todo en agricultura y productos farmacéuticos— tenían su origen en sistemas de conocimientos tradicionales desarrollados por campesinxs y sanadorxs de África, Asia y América Latina. El argumento tuvo poco eco, salvo en casos emblemáticos —como el intento de W. R. Grace de patentar la hoja de neem del sur de Asia, y el de Phytopharm de desarrollar el hoodia, tradicionalmente usado por el pueblo san del sur de África—, la acusación de biopiratería obligó a las empresas a renunciar a sus patentes o compartir sus ganancias. El debate en torno a la biopiratería dio lugar a un tratado de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) que exige a las empresas declarar el origen de los recursos genéticos y conocimientos tradicionales utilizados en sus productos. Sin embargo, en la práctica, este tratado se incumple con frecuencia. Más allá de evidenciar que este tipo de declaraciones no se hacían en el pasado, no ha brindado ganancias sustanciales ni a las comunidades indígenas ni a los países en los que habitan. De hecho, el Acuerdo sobre los ADPIC prevalece sobre las disposiciones de la OMPI y otorga a las empresas amplios márgenes para explotar el conocimiento tradicional.
Reflexionar sobre la biopiratería y las normas de propiedad intelectual que rigen la difusión de las tecnologías verdes me lleva al mundo del poeta y exembajador mexicano Homero Aridjis, cuya obra Selva ardiendo podría servir como advertencia contra esas reglas que asfixian al mundo:
Los cielos amarillos parecen Turners tropicales.
Las palmeras danzantes son besadas por lenguas voraces.
Los monos aulladores saltan de copa en copa.
A través de las humaredas, bandadas de loros,
Con las colas quemadas, van buscando al sol,
que los mira oculto, como un ojo podrido.
Fuente: https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/boletin-propiedad-intelectual-sur-global/
domingo, 29 de junio de 2025
Instalaciones nucleares de Irán: la inteligencia de EEUU desbarata el triunfalismo de Trump.
- Sputnik Mundo,
Ajedrez de geopolítica. Conduce Javier Benitez
Instalaciones nucleares de Irán: la inteligencia de EEUU desbarata el triunfalismo de Trump.
La directora del Servicio de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, publicó recientemente en su cuenta de X que la Fuerza Aérea de EEUU ha destruido las instalaciones nucleares de Irán y que podría llevarle años reconstruirlas. Sin embargo, una filtración de la inteligencia estadounidense desmintió absolutamente esta versión.
'Teléfono descompuesto' en EEUU
La directora del Servicio de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, quien previo a los ataques de EEUU contra las instalaciones nucleares de Irán había declarado abiertamente que era falso que el país persa estuviera trabajando en un arma nuclear, ahora ha cambiado de chaqueta. Y de ello dejó constancia a través de una publicación en la red social X.
"Nueva información de inteligencia confirma lo que el presidente estadounidense, Donald Trump, ha declarado en numerosas ocasiones: las instalaciones nucleares de Irán han sido destruidas. Si los iraníes decidieran reconstruirlas, tendrían que reconstruir las tres instalaciones [Natanz, Fordo e Isfahán] por completo, lo que probablemente llevaría años", escribió Gabbard, quien supervisa las 18 agencias de inteligencia estadounidenses.
El analista internacional Nicola Hadwa advierte que el mensaje de Gabbard, responde a que "lo más probable es que haya recibido un buen tirón de orejas".
"Porque EEUU en Asia Occidental no puede perder la imagen del matón irreductible, el infalible, el fuerte. Porque muchas de las dictaduras que hay ahí se le comenzarían a alejar o neutralizar. Así que esta idea de grandes triunfos, de poder omnipotente, que no hay nadie que se le oponga, es una idea que ellos tratan de mantener, igual como lo hace el Estado infanticida, que quiere dar la idea de que es el matón del barrio y que nadie puede con él", señala el experto.
Pero ocurre que la afirmación acerca de la destrucción total de las instalaciones nucleares iraníes y su desarrollo nuclear pacífico fue desmentida por un informe clasificado de la propia inteligencia del país norteamericano, que fue filtrado por medios estadounidenses.
En este sentido, Trump afirmó que las conclusiones de la Agencia de Inteligencia de Defensa de EEUU filtradas a la prensa —según él por motivos políticos— por un miembro de los servicios de inteligencia estadounidenses de la oposición ideológica a Trump, eran preliminares. Según estas conclusiones, los ataques estadounidenses contra Irán no condujeron a la destrucción de los componentes principales del programa nuclear de Teherán. Según estas estimaciones, es muy probable que el ataque solo retrasara varios meses la aparición de una bomba nuclear en Teherán.
Nicola Hadwa advierte en este contexto que el pueblo estadounidense salió a las calles a protestar contra estos ataques de la Administración Trump contra Irán, temiendo la escalada de un conflicto impredecible.
"Ahora ese pueblo está adquiriendo más conciencia. Se está dando cuenta de que se les ha utilizado desde hace mucho tiempo, principalmente por los sionistas. Porque ahora no es secreto de que EEUU no hace nada que no se lo ordene o autorice Israel. Entonces, frente a esta misma situación, a mi parecer, lo que hizo EEUU fue tranquilizar al lobby sionista lanzando un bombardeo que ellos sabían que no iba a cumplir ningún objetivo. Pero con eso dejaron tranquilo a ese lobby, que todos sabemos que el sionismo es una ideología que produce hombres sedientos de sangre. Entonces, de esa manera los dejaron tranquilos. En ese sentido, esto es parte de ese ataúd del imperio que día a día se cierra más y que día a día se le va colocando un clavo nuevo en su tapa", concluye Hadwa.
La diplomacia de la cobardía: «genocidio» no es solo una palabra
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La diplomacia de la cobardía: «genocidio» no es solo una palabra
Por Jorge Majfud | 28/06/2025 | Opinión
Fuentes: Rebelión
Uno de los presidentes latinoamericanos que más he apreciado y defendido ha sido la presidenta de México, Claudia Sheinbaum. No sólo por sus políticas sociales; me pareció digno de ella cierta postura de reconocimiento de la humanidad de los palestinos, con el valor agregado de ser ella una mujer judía. Entiendo que esto no debería tener ninguna conexión ni debería sorprender a nadie, pero dado que los sionistas han secuestrado al judaísmo hace ya mucho tiempo, no deja de ser un mérito desmarcarse de esa ideología racista, supremacista y psicótica, como lo han hecho otros grandes, como mis amigos Jill Stein, Aviva y Noam Chomsky, por no extenderme en una larga lista de ejemplos de dignidad humana.
Luego de ponerla como ejemplo ante la vergonzosa política exterior de mi país, Uruguay (cobarde y cómplice como solo se podría entender de un gobierno gorila de la ciudad vecina, Buenos Aires) sobre el mismo tema del genocidio palestino, debo presenciar el rostro del miedo global en una mujer que consideré tan fuerte como las milenarias pirámides de su hermoso país.
Veo los ojos húmedos llenos de lágrimas que no son de dignidad sino de temor. Escucho sus titubeos y sus rodeos aferrados a la negación de siquiera decir la palabra genocidio (esa palabra que todos los medios y plataformas censuran para no perder visibilidad o no ser censurados por Dios Algoritmo) ante la respetuosa, razonable y valiente insistencia del periodista mexicano Ernesto Ledesma, sobre por qué el gobierno no usa la palabra “genocidio” para referirse a “el problema de Gaza”.
Múltiples veces me han dicho que la palabra genocidio no tiene importancia, que es solo una palabra, que no debería insistir en algo tan superficial, que hay otras palabras para decir lo mismo. Pues, bien, si es tan irrelevante, ¿Por qué no la dicen? ¿Por qué ese miedo que suda en los ojos y en las manos?
Por supuesto que las palabras importan. Para la Corte de Pena Internacional y para otros organismos judiciales, las palabras son engranajes cruciales de un sistema de relojería que, si falla uno, el reloj deja de funcionar o da la hora equivocada. Para un político, para un líder nacional, es algo mucho más simple, basado en principios morales. Los principios morales no son complicados. De hecho, son prejuicios fundadores, es decir, algo que no estamos dispuestos a cuestionar y que nos define como humanos morales, como un axioma define un teorema. Por ejemplo, que los seres humanos somos todos iguales o que tenemos el mismo derecho a la vida es un prejuicio fundador de la civilización que surgió con la Ilustración. Irónicamente, esa civilización que los fanáticos racistas y nacionalista y teólogos dicen defender como “Occidente”, ese mito criminal que nunca existió fuera del fanatismo de los cruzados, los inquisidores, los supremacistas blancos y sus herederos, los nazis de ayer y los pseudo libertarios de hoy―por su tradicional carencia creativa, los fascistas siempre secuestran todo lo que puede serles de algún valor, como el trabajo del esclavo; cuando no secuestran de sus enemigos palabras como libertario, se ensañan con otras como socialismo (nacional socialismo) o, lisa y llanamente, libertad, para poder ejercer la censura y la represión a gusto.
Las palabras tienen significados, tantos como los silencios. Los silencios de los políticos en el poder sólo significan que quien calla no tiene el poder, sino que vive de él y no quiere perderlo.
La idea de que es mejor no decir esta o aquella palabra (genocidio) para facilitar la paz y el entendimiento ente las naciones, se choca de narices con la realidad: las peores, las más cobardes y sistemáticas matanzas de este siglo (la de Gaza, la de Palestina) ya llevan, en su peor fase, casi tres años―acompañadas de su correspondes prudencia y silencio. Entonces, ¿para qué mierda ha servido la prudencia y el silencio sino para subrayar la cobardía del poder político ante el Verdadero Poder?
¿Es que hasta los líderes más humanos del mundo han perdido el sentido de la decencia?
¿O es que han confundido moderación con complicidad y sobrevivencia con cobardía?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes
sábado, 28 de junio de 2025
Medios hegemónicos: el arte de invisibilizar el genocidio
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Medios hegemónicos: el arte de invisibilizar el genocidio
Por Aram Aharonian | 27/06/2025 | Mentiras y medios
Fuentes: CLAE - Rebelión
Los medios de comunicación hegemónicos han realizado otro acto de magia: Palestina ha desaparecido de los noticieros de la televisión y de las portadas de los diarios, en un intento por hacer olvidar, desaparecer y negar las masacres ordenadas por el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. En fin, ocultar el genocidio de más de 60 mil palestinos.
La relación entre las guerras y los medios de comunicación es compleja y multifacética: juegan un papel crucial en la cobertura, interpretación y percepción de los conflictos, tanto para el público en general como para aquellos directamente involucrados: la forma en que se reportan las guerras puede influir en la opinión pública, la política internacional e, incluso, en el desarrollo del conflicto mismo.
No es nuevo: desde Napoleón los líderes políticos y militares han intentado desinformar a sus oponentes para ocultar los males y fabricar un consenso social para mantener la moral alta. La desinformación es fácil de documentar en retrospectiva, pero muy difícil de detectar en el momento, sobre todo cuando es repetida por los medios gráficos y audiovisuales hegemónicos.
La relación entre la verdad y la guerra es compleja y a menudo conflictiva. La guerra implica engaño, propaganda y la supresión de información. La verdad, debiera buscar la objetividad y la transparencia. A pesar de estas tensiones, la verdad sigue siendo un objetivo importante en tiempos de guerra, tanto para las partes en conflicto como para la comunidad internacional.
El descubrimiento del enorme valor económico de la información se debe a la llegada del gran capital a los medios de comunicación y a la necesidad de manipular grandes mercados para facilitar los negocios y también el lavado de dinero proveniente de la venta de armas y drogas.
En los conflictos armados posmodernos, desde la Guerra del Golfo, se ha producido un rápido desplazamiento del centro de gravedad desde el poder de las armas al poder de la información. Debido a los avances tecnológicos y a la participación de las empresas privadas, la forma de la guerra ha cambiado. Las élites han formulado nuevas estrategias de comunicación, han promovido la centralización de los medios de comunicación y el periodismo sensacionalista, así como el «periodismo de reciclaje».
Son resultado del fortalecimiento del llamado complejo militar-industrial-mediático, es decir, del engranaje entre el poder político y militar, las industrias bélicas y los amos de la prensa hegemónica a costa de la credibilidad de los medios de comunicación.
Estos cambios se sintieron primero en la operación Tormenta del Desierto y en las guerras de los Balcanes, y luego en las guerras de Afganistán e Irak mediante la integración de periodistas en las fuerzas armadas de los beligerantes, para tener un mayor control del flujo de información, y el refuerzo de los mecanismos de propaganda.
Hoy, el discurso propagandístico se impone como la única verdad, mientras que los periodistas que tienen un enfoque crítico e investigan son señalados, perseguidos, desacreditados o incluso asesinados. Aunque los vínculos directos con los campos de batalla han llevado la guerra a los hogares y el conflicto se ha convertido en un espectáculo, la información es pobre y estéril. Los grandes medios de comunicación reproducen el discurso del poder político sobre las «guerras humanitarias», las «armas inteligentes» y los «daños colaterales», cuando en realidad el número de civiles que pierden la vida se ha multiplicado en comparación con el de los combatientes armados.
La verdad es la primera víctima de la guerra. La verdad -o más bien los aspectos de la verdad- se suprimen o distorsionan a causa de la propaganda y la censura. «Si la gente supiera realmente [la verdad], la guerra se detendría mañana mismo», dijo el Primer Ministro británico Lloyd George al director del Manchester Guardian durante la Primera Guerra Mundial, cuando las noticias se transmitían por telégrafo.
La decisión del gobierno estadounidense de entablar una guerra indefinida contra “el terrorismo”, tras el atentado del 11 de setiembre de 2001 a las llamadas Torres Gemelas de Nueva York sirvió de palanca para lograr que la opinión pública estadounidense aceptara la ecuación “más seguridad”.
Invisibilizar el genocidio
Decía que Palestina ha desaparecido de los noticieros. Los medios hegemónicos nos quieren imponser el imaginario de que los malos son los iraníes y de lo bien que hizo Donald Trump en bombardearlos, bajo la excusa de su desarrollo nuclear. Cuidado: esa excusa puede servir mañana para atacar a Argentina o Brasil.
Lejos de suscitar el rechazo unánime de la comunidad internacional a la sed de sangre y los métodos del primer ministro, Benjamin Netanyahu, las agresiones han tenido el efecto perverso –y seguramente calculado por el régimen de Tel Aviv– de desviar la atención global del genocidio ejecutado en contra del pueblo palestino durante los últimos 20 meses.
Pero la masacre contra los gazatíes y el despojo de tierras en Cisjordania ocupada continúan al mismo ritmo e incluso se aceleran, mientras los ojos del mundo miran a otra parte.
Las técnicas de desinformación de los medios hegemónicos son similares a la de la guerra contra Iraq. Hasta la semana pasada, Israel había asesinado a 56 mil personas y herido a 131.138 en la Franja de Gaza, de las cuales por lo menos 70 por ciento eran civiles.A ello deben sumarse los asesinados y secuestrados en Cisjordania, Líbano, Siria, Irán y Yemen.
Pero héte aquí que tampoco se habla del conflicto en Ucrania sino para cada tanto reafirmar que el presidente ruso Vladimir Putin (a veces hasta lo califican de “comunista”) es un asesino y que el pobre Volodomir Zelenski pide ayuda y la que le dan Estados Unidos y Europa no es suficiente.
Hablar de paz es demodée. Tampoco es negocio, porque la guerra sí lo es. Si se invirtiera en comida y medicinas la mitad del presupuesto que los países centrales gastan en armamento, se daría un buen paso contra la hambruna. Si uno revisa la prensa internacional (y sus repetidoras locales) apenas se visualizan algunas pocas manifestaciones por la paz, contra el rearme, en solidaridad con Gaza.
El verso de que “Irán está a punto de fabricar su propia arma nuclear” la repiten las autoridades israelíes desde hace más de 20 años, cuando en Irán vive una gran comunidad judía y en la sociedad iraní no existe una división entre judíos y persas: son todos iraníes.
Pero Estados Unidos e Israel libran una guerra cuyo objetivo no es solo el derrocamiento de un gobierno soberano, sino la destrucción de Irán, fragmentándolo en regiones según criterios étnicos, tal como está acostumbrado a hacer el «mundo civilizado» en otras partes.
Lo que está en curso es la eliminación del último gobierno de Oriente Medio que no se ha subordinado a Occidente; todo lo demás es puro verso. El bloque de poder compuesto por Estados Unidos, sus aliados militares, financieros y tecnológicos, y por el Estado de Israel como enclave operativo de primer orden, ha definido como prioritario el freno al ascenso estructural de China.
Esta decisión de atacar a Irán, que llevó a Trump a jugarse un juicio político al involucrarse de lleno sin autorización del Congreso, y vociferarse como «ganador», es un claro ejemplo de cómo la presión bélica, con tecnología armamentística de punta y a dos bandas, se convierte en una herramienta de distracción y sobre todo de ocultamiento del genocidio, en el cual Estados Unidos apaece íntimamente ligado al gobierno israelí.
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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