domingo, 31 de octubre de 2021

Venderá acciones de Tesla para resolver el hambre en el mundo

Elon Musk dice que  (pero pone dos condiciones)

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  • El multimillonario reaccionó a un comentario del director del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, que pidió a las grandes fortunas que donen 6.000 millones de dólares y ayuden a paliar el problema.
Elon Musk dice que venderá acciones de Tesla para resolver el hambre en el mundo (pero pone dos condiciones)

El fundador de Tesla y SpaceX, Elon Musk, dice estar dispuesto a vender algunas acciones de su empresa automotriz para resolver el hambre mundial.

El empresario de origen sudafricano dio a conocer sus intenciones tras sentirse aludido por el comentario del director del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas, David Beasley, que en un entrevista con CNN apeló a los multimillonarios como Elon Musk o Jeff Bezos a "dar un paso al frente ahora, por una sola vez" y donar 6.000 millones de dólares para salvar a 42 millones de personas que se enfrentan a graves niveles de inseguridad alimentaria.

La respuesta del fundador de SpaceX no se hizo esperar. De hecho, aseguró estar más que dispuesto a donar la suma necesaria si Beasley le explica en el mismo hilo de Twitter cómo los 6.000 millones de dólares resolverían el hambre global.

Asimisimo, Musk le puso otra condición al director del PMA. En una publicación de seguimiento en Twitter, el empresario exigió que la contabilidad fuera abierta para que el público pudiera ver cómo se gastarían estos millones.

  • Según el índice de multimillonarios de Bloomberg, el patrimonio neto de Elon Musk se estima en 311.000 millones de dólares, por lo que 6.000 millones de dólares se corresponderían al 2 % de su fortuna.

viernes, 29 de octubre de 2021

Misticismo y religiosidad en Lima

Misticismo y religiosidad en Lima Por Raúl Allain | 29/10/2021 | América Latina y Caribe Fuentes: Rebelión En la Lima de “todas las sangres”, donde conviven las tendencias más cosmopolitas y tradiciones populares y religiosas ancladas en la herencia de nuestros ancestros prehispánicos, hay un componente transversal a la vida de los limeños: la religiosidad, siempre cargada de misticismo y espiritualidad, con ese ingrediente de sincretismo, mezcla de la herencia hispana y andina. El ícono por excelencia es el culto al Señor de los Milagros, también llamado Cristo de Pachacamilla, Cristo Moreno y Señor de los Temblores. Como se sabe, su culto se origina hace más de trescientos años, a partir de un mural pintado por un esclavo angoleño en la zona de Pachacamilla, en lo que fueron los alrededores del actual convento de las Nazarenas en el centro de Lima. Cuentan los cronistas, que esta imagen sobrevivió milagrosamente al terremoto de 1655 y desde entonces fue motivo de veneración, porque se le atribuía ser la verdadera imagen de Jesucristo. Esta imagen, impresionante desde el punto de vista del diseño plástico, así como por la expresión psicológica del dolor y la redención, hoy se puede admirar en el altar mayor de la Iglesia de las Nazarenas. Una verdadera obra de arte, más allá de su valor icónico religioso que une al pueblo limeño. La historia es harto conocida. En 1687 se confeccionó un enorme lienzo que es una copia fiel de la imagen, y ese año tuvo lugar la primera procesión del Señor de los Milagros, considerada la festividad católica más importante en el Perú y también la procesión más multitudinaria del mundo. El mes morado hace alusión al color del hábito de las nazarenas, y este a su vez es el color de las llagas y los “moretones” en el cuerpo flagelado de Cristo en la cruz. Si se pide un ícono de Lima que haya sobrevivido a los siglos, es precisamente el Señor de los Milagros, que cada mes de octubre sale en procesión. No hay otra que la supere en todo el orbe y desde hace décadas se replica con el mismo fervor en ciudades como Nueva York y París, y en todas las ciudades peruanas. La Hermandad del Señor de los Milagros de Nazarenas se encarga de transmitir esta devoción de padres a hijos. Y ahora, fiel a la modernidad, las procesiones se transmiten “on-line”, en tiempo real en internet, y se han creado aplicativos para poder seguir su recorrido vía GPS. Este año durante la sexta procesión virtual se transmitieron imágenes de procesiones de años anteriores. El año 2018 se estrenó el excelente documental “El verdadero rostro del Señor de los Milagros”, del periodista Kevin Carbonell, en base a una notable investigación documental que aporta luces sobre los orígenes, historia y restauraciones del lienzo. El año 2019 obtuvo el Premio Nacional “Cardenal Juan Landázuri Ricketts” otorgado por la Conferencia Episcopal Peruana. Asimismo, hay una serie de publicaciones e investigaciones dedicadas al Cristo de Pachacamilla. Y sobre los artistas plásticos, muchos pintores peruanos le han dedicado excelentes versiones como los maestros Víctor Humareda, Camilo Blas (José Alfonso Sánchez Urteaga) y Jorge Vinatea Reinoso, entre otros. Pero si el Señor de los Milagros es un ícono popular, no olvidemos que Lima tiene el honor de haber dado a luz a santos peruanos que se veneran en todo el mundo: Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres. Además aquí vivieron y murieron, dándolo todo por la fe y el pueblo, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano y San Juan Macías. Alrededor de estas devociones se agrupan una serie de cofradías religiosas con varios siglos de antigüedad, instituciones de ayuda, auxilios mutuos y devoción a Dios, con el tradicional rezo del santo rosario, que es una costumbre que todavía persiste silenciosamente en el fervor popular. Santa Rosa o Rosa de Lima (Lima, 1586 – 1617), Patrona de las Américas y las Islas Filipinas, fue una terciara dominica, primera santa nacida en el Virreinato en alcanzar la canonización por la Iglesia en base a sus méritos. Prácticamente fue una mística, y ahora se ha revelado que también escribió poesía religiosa, según lo ha documentado la historiadora y filóloga Rosa Carrasco Ligarda en su libro Santa Rosa de Lima: escritos de la Santa Limeña (Facultad de Teología Pontificia Civil de Lima, 2016). “Oh dulce martirio, que con harpón de fuego me ha herido. Corazón herido, con dardo de amor divino, da voces por quién lo hirió, Purifica mi corazón. Recibe centella de amor, para amar a su Creador (…) ¡Oh dichosa unión! ¡Abrazo estrecho con Dios!», expresa uno de los poemas de Santa Rosa publicados en la investigación. No olvidemos que existe una extensa iconografía sobre Santa Rosa en la pintura peruana, de la mano de maestros como Angelino Medoro, Francisco Laso, y el genial Sérvulo Gutiérrez entre otros en el extranjero. Asimismo, San Martín de Porres (Lima, 1579 – 1639), fraile de la orden de los dominicos. Es el primer santo afrodescenciente de América, conocido también como “el santo de la escoba”, símbolo de su humildad. Unió alrededor de un platillo de comida a “perro, pericote y gato”. Es “Santo Patrono de la Justicia Social”, (nombrado así por el papa Juan XXIII en 1962). Además, patrón universal de la paz, patrón de los enfermos, protector de los pobres, patrón de los barberos, patrón de los barrenderos y de la limpieza pública, patrón de la intercesión de los animales, patrón de Caritas (junto con Santa Teresa de Calcuta), Patrón de la Jornada Mundial de la Juventud 2019, junto con otros siete patrones e intercesores). En 2016 se publicó el libro Los Cinco Santos del Perú. Vida, obra y tiempo. Allí se detalla la vida de otros santos que no nacieron en el Perú pero que se santificaron en nuestra tierra, que recordamos a continuación. Santo Toribio de Mogrovejo (Mayorga, 1538 – Zaña, 1606), segundo arzobispo de Lima, misionero y organizador de la Iglesia católica en el virreinato del Perú. Su obra es vasta. De acuerdo a Wikipedia: “Durante su trabajo episcopal en Lima, Mogrovejo convocó y presidió el III Concilio Limense (1582-1583), al cual asistieron prelados de toda Hispanoamérica, y en el que se trataron asuntos relativos a la evangelización de los indígenas. De esta asamblea se obtuvieron importantes normas de pastoral, como la predicación en las lenguas nativas, para lo cual fue creada una facultad de lenguas nativas en la Universidad de San Marcos y la catequesis a los esclavos negros, así como la impresión del catecismo en idiomas castellano, quechua y aymara que se constituirían en los primeros textos impresos en Sudamérica”. Asimismo San Francisco Solano (Montilla, Córdoba, 1549 – Lima, 1610), considerado como el “Taumaturgo de América”, predicó en quechua, aymara y otras lenguas aborígenes, recorriendo el norte de Argentina y prácticamente todo el Perú a pie. Fue constructor del Convento de los Descalzos y su primer padre guardián. Se caracterizó por su humildad y su prédica, acompañado por una especie de violín llamado “rabel”. El Cabildo de Lima declaró el 21 de septiembre de 1715 al Cristo de los Milagros como «Patrono Jurado por la Ciudad de los Reyes contra los temblores que azotan la tierra». Además, es considerado como patrono de los navegantes, de los toreros y de muchas ciudades peruanas como Huamanga, Chancay, Cusco. Sus restos reposan en la Catacumbas del Convento de San Francisco de Lima, que fue su última morada. El libro más completo sobre este santo andaluz lo escribió el padre Luis Julián Plandolit OFM, titulado: El apóstol de América, San Francisco Solano. Tal como señala el periodista Nivardo Córdova Salinas en su artículo “El retrato post mortem de San Francisco Solano” (https://tinyurl.com/6mwh4xh8). Allí señala: “El padre Plandolit inició su investigación en 1949 (año del cuarto centenario del nacimiento de San Francisco Solano) bajo la premisa de que al santo Solano más se le conoce por los contornos esfumados y claroscuros de la leyenda, que por los matices precisos de la historia. Plandolit revisó toda la documentación sobre el santo en el Archivo Secreto Vaticano, Biblioteca Vaticana (sección Manuscritos y sección Impresos), Archivo de San Isidoro (padres irlandeses, Roma), Biblioteca Nacional San Isidoro, Biblioteca Nacional de París, Archivo San Francisco de Lima, Archivo de la Curia Arzobispal de Lima, Biblioteca Nacional de Lima (sic), Biblioteca del Convento de Ocopa, Archivo General de Indias (Sevilla) y Archivo de la Embajada Española de Roma”. Cerramos la lista con San Juan Macías (Ribera del Fresno, Badajoz, Extremadura, 1585 – Lima, 1645) religioso y santo dominico español que evangelizó el Perú a partir de 1620 y canonizado recién en 1975. Ahora que Lima y la nación entera se desgarra por una apabullante crisis sanitaria, económica y política, hay que volver con fuerza a estos ideales de espiritualidad. Raúl Allain. Escritor, poeta, editor y sociólogo. Presidente del Instituto Peruano de la Juventud (IPJ) y director de Editorial Río Negro. Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Desarrollismo versus «buen vivir»? Las dos izquierdas latinoamericanas

Desarrollismo versus «buen vivir»? Las dos izquierdas latinoamericanas Por Alexis Cortés | 29/10/2021 | América Latina y Caribe Fuentes: Jacobin [Foto vía CELAG] La izquierda latinoamericana debe dar respuesta a la emergencia climática tanto como a la necesidad de estructurar un proyecto de desarrollo distributivo y de integración. En un artículo publicado en 2006 que llegó a ser bastante influyente, Jorge Castañeda buscó trazar una línea divisoria entre los distintos gobiernos de cuño progresista de la región que por esa época protagonizaban el «ciclo progresista» u «ola rosa». Castañeda distinguía entre dos izquierdas: una correcta, de carácter moderno, reformista, global y de mente abierta, y otra incorrecta, de tradición populista, radical, nacionalista, de mente cerrada y de acciones estridentes. De aquel momento al presente, esa distinción parece estar medianamente superada, no solo por la capacidad que tuvieron las candidaturas de derecha de arrebatarle primeras magistraturas a ambos tipos de izquierda —afectando una de las principales características del ciclo: la capacidad de reelegirse y mantenerse en el poder— sino, sobre todo, por el fracaso de una de las principales referencias del ideal de «izquierda correcta» en el análisis de Castañeda. La Concertación de Partidos por la Democracia de Chile entró en una crisis terminal que acabó por entregarle dos veces el gobierno al derechista Sebastián Piñera, a pesar de sus intentos por incorporar elementos más propios de lo que —para Castañeda— sería la «incorrección política», en un esfuerzo por responder al creciente malestar de la población con las consecuencias sociales y económicas de un neoliberalismo avanzado y extremo. Hoy resultaría difícil sostener que un proyecto político que no asuma un horizonte claro de superación del neoliberalismo pueda ser considerado de izquierda. La Revuelta Popular del 18 de octubre de 2019 en Chile pareció ponerle una pala de sal al modelo que se consideró ejemplar para la región: la vía chilena al neoliberalismo. A pesar de la promesa de los movilizados de que Chile sería «la cuna del neoliberalismo, pero también su tumba», la superación de este paradigma, aunque unifica diferentes vertientes de la izquierda latinoamericana, aún presenta nudos críticos que dificultan su traducción a un modelo alternativo. La izquierda en la región enfrenta una nueva tensión que la divide. ¿Vivir bien? En 2011, una serie de artículos publicados por Pablo Stefanoni que retrataban lo que irónicamente denominó como el embate entre «pachamámicos» versus lo que sus detractores tacharon de «modérnicos», dejaron en evidencia una de las principales contradicciones del proceso boliviano. A saber, la pugna en el campo de la izquierda local (pero extensible a la región) de dos tendencias: una vertiente neodesarrollista y extractivista, asociada al gobierno de Evo Morales, y otra identitario-ambientalista, asociada al movimiento indígena y a buena parte de la intelectualidad que terminó rompiendo con el MAS. Para Stefanoni, el «pachamamismo», munido de una pose de autenticidad ancestral, más parecería una filosofía próxima a un «indigenismo new age» que, entre otras cosas, elude los problemas políticos del ejercicio del poder y del Estado, así como las discusiones en torno a un nuevo modelo de desarrollo que logre superar el extractivismo y la reprimarización. En sus palabras, en lugar de discutir cómo combinar las expectativas de desarrollo con un eco-ambientalismo inteligente, el discurso pachamámico nos ofrece una catarata de palabras en aymara, pronunciadas con tono enigmático, y una cándida lectura de la crisis del capitalismo y de la civilización occidental. Los momentos constituyentes que acompañaron la instalación de los gobiernos de Bolivia y Ecuador se identifican con un proceso de coincidencia estratégica entre estas posiciones que hoy se han vuelto cada vez más antagónicas. Las cartas magnas fueron extremamente innovadoras al incluir, entre otras cosas, la perspectiva andina del «buen vivir» (suma qamaña en aymara y allin kawsay o sumak kawsay en quechua), o sea, la promoción de un bienestar holístico cuya base es la armonía con la naturaleza y con la comunidad. Sin embargo, tal como lo resume Andreu Viola, por más positivo que sea el cambio de actitud hacia valores y estilos de vida no occidentales que la reivindicación de este término implica, el mismo no deja de ser una tradición que no ha logrado precisarse de un modo más concreto, quedando ambiguamente plasmada en las Constituciones. Más aún: el «buen vivir» no ha conseguido reflejarse en los planes económicos de esos gobiernos progresistas, que mantuvieron las visiones economicistas y tecnocráticas del desarrollo. Así las cosas, el problema radica, por un lado, en la idealización del mundo rural andino y, por otro, en la discordancia de estos ideales con las políticas macroeconómicas impulsadas por esos gobiernos. La izquierda del «buen vivir» ha contribuido a poner de relieve en las agendas de la región la urgente necesidad de la protección del medio ambiente, reivindicando las prácticas ancestrales de los pueblos indígenas como un modelo alternativo a las lógicas depredadoras del capitalismo neoliberal. Según el antropólogo colombiano Arturo Escobar, es un tipo de pensamiento posdesarrollista que se construye «desde abajo, por la izquierda y con la tierra». Sin duda, este movimiento intelectual ha entregado poderosas herramientas conceptuales para la reemergencia de grupos indígenas y de comunidades ambientalistas que resisten ante la expansión extractivista latinoamericana. Pero ha descuidado los debates sobre un modo de producción alternativo que genere condiciones de bienestar material para la población. Si bien, como ha procurado mostrar Álvaro García Linera, en el comunitarismo andino no solo hay expresiones precapitalistas sino también anticapitalistas —que pueden ser la base de una reorganización económica—, estas experiencias no son suficientes para responder a la pregunta de con qué reemplazar el actual modelo de (sub)desarrollo en la región. Desarrollismo sin desarrollo Lo paradojal es que la perspectiva desarrollista, que pone en el centro de sus preocupaciones y prácticas la cuestión económica, tampoco parece tener una respuesta consistente a este desafío. Tal como lo ha retratado Maristella Svampa en sus estudios críticos sobre el periodo político reciente en América Latina, la ola rosa, aunque asociada a una expansión de la frontera de derechos sociales, también estuvo ligada a una ampliación de las fronteras del capital, particularmente en territorios indígenas. El ciclo posneoliberal se sostuvo gracias al auge de los precios de los commodities, reemplazando el consenso de Whashington por uno que mantiene un crecimiento basado en la exportación de materias primas, proceso que la autora denomina «Consenso de los Commodities», es decir el ingreso a un nuevo orden, a la vez económico y político-ideológico, sostenido por el boom de los precios internacionales de las materias primas y los bienes de consumo cada vez más demandados por los países centrales y las potencias emergentes, lo cual genera indudables ventajas comparativas visibles en el crecimiento económico y el aumento de las reservas monetarias, al tiempo que produce nuevas asimetrías y profundas desigualdades en las sociedades latinoamericanas. Este modelo extractivo-exportador, afirmado principalmente en megaproyectos invasivos, ha tenido como resultado una fuerte ambientalización de las luchas sociales y ha consolidado una nueva racionalidad ambiental posdesarrollista, aumentando la brecha entre estas dos izquierdas. Por otra parte, aunque el ciclo progresista habría estimulado un «regionalismo latinoamericano desafiante», según Svampa, también ha inaugurado nuevas formas de dependencia, a partir del intercambio asimétrico con China, nuestro principal socio comercial en la región, en tanto comprador de materias primas. Aunque la ola rosa se afirmó desde un horizonte posneoliberal, parece no haber alterado uno de los pilares de las lógicas neoliberales: el aprovechamiento de las ventajas comparativas de los países emergentes, que no es otra cosa sino la renuncia a una opción industrial en favor de la explotación de materias primas. En efecto, todo modelo de desarrollo supone un modo de acumulación, regulación y distribución. En el caso del neoliberalismo, la acumulación se basa en las ventajas comparativas y en una fuerte financierización económica; al mismo tiempo promueve una fuerte (des)regulación económica, basada en la retracción estatal; y finalmente, distribuye mediante la creencia en el derrame económico y en la intervención focalizada de la pobreza extrema. En América Latina, el extractivismo y la reprimarización parecen ser una constante tanto en gobiernos neoliberales como en aquellos que se supone aspiran a superarlo; aunque han promovido un resurgimiento de las capacidades estatales para intervenir y regular la economía, sobre todo a través de la nacionalización de los recursos estratégicos. Finalmente, los gobiernos progresistas han estado lejos de implementar políticas sociales universales que consoliden derechos; han optado por lógicas focalizadas de transferencia de renta, en la medida que los altos precios de los commodities lo han permitido. Con todos los avances y contradicciones político-sociales de los gobiernos progresistas, estos no innovaron en cómo dejar atrás el neoliberalismo. Aunque se le acusa a estos gobiernos de neodesarrollistas —en alusión, sobre todo, al pensamiento cepalino del siglo XX—, del balance de este ciclo no podemos desprender nada equivalente a un proyecto como el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones, tal como ha mostrado, entre otros, el sociólogo José Maurício Domingues. Sin duda, la industrialización sigue siendo un término clave para el futuro. La cuestión pasa por cómo lidiamos con el hecho de que se puede incrementar la presencia industrial en el continente sin modificar la posición subordinada de nuestras economías en la división internacional de trabajo. El cruce de fronteras de las maquiladoras estadounidenses a México en busca de mejores condiciones de extracción de plusvalía, industrializa, pero al mismo tiempo subordina. Tal como señalaba la economista Alice Amsden, el desafío de los países periféricos es pasar de una estrategia «compradora» de tecnología, como en el caso de las maquiladoras, a una sustentada en la «producción» de tecnología. Para eso es indispensable que el Estado asuma un rol de ser «conducto y conductor» de ese desarrollo, pues otros actores económicos difícilmente romperán con la comodidad de un rentismo poco inclinado a la inversión estratégica y acostumbrada a amplios márgenes de ganancia, basados en la renta de la tierra y en la superexplotación del trabajo —precario— latinoamericano. Al mismo tiempo, ese desarrollo debe considerar los límites plantarios y la necesidad de un nuevo pacto socioecológico que contribuya a revertir la crítica situación climática y ambiental que han hecho más patente la advertencia de Jameson de que «es más fácil pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo». Construir futuro La izquierda latinoamericana difícilmente será alternativa de futuro si no es capaz de responder tanto a la emergencia climática como a la necesidad de estructurar un proyecto de desarrollo que permita distribuir riqueza e integrar a los ciudadanos excluidos de la región al consumo y a estándares materialmente más elevados de vida. ¿Pero, es posible? ¿Acaso la superación de la pobreza y el aumento de la capacidad de consumo no van de la mano con un incremento de los factores que empeoran la crisis climática? La respuesta no es fácil. Pero el actual estado de cosas nos obliga a pensar ordenamientos económicos más racionales para aminorar nuestro impacto en el medioambiente y para reducir la desigualdad económica que campea en la región. El capitalismo neoliberal se caracteriza por destruir las principales fuentes de producción de la riqueza: la naturaleza y el trabajo. La izquierda latinoamericana tiene la misión de superar su actual contradicción y contribuir a hacer más fácil pensar el fin de ese capitalismo que nos tiene al borde del fin del mundo. [*] El autor agradece al Proyecto FONDECYT 1200841, marco en el cual se ha desarrollado esta reflexión. Fuente: https://jacobinlat.com/2021/10/28/las-dos-izquierdas-latinoamericanas/

jueves, 28 de octubre de 2021

Expulsado de la Iglesis

https://twitter.com/ActualidadRT/status/1453816589653061642?t=-0aJjEEhs3PdT8-soQWxhg&s=09

Defensoría de Bolivia denuncia a Iglesia por trata de personas en caso de niña violada

Defensoría de Bolivia denuncia a Iglesia por trata de personas en caso de niña violada hace 3 horas Activistas de Nicaragua participan en la protesta a favor del aborto, Managua - Sputnik Mundo, 1920, 28.10.2021 © AFP 2021 / Elmer Martinez Síguenos en LA PAZ (Sputnik) — La Defensoría del Pueblo de Bolivia anunció que presentó una denuncia penal contra la Iglesia Católica por trata de personas, entre otros delitos, en un nuevo giro del caso de una niña violada que desistió de someterse a un aborto por recomendación eclesiástica. "Ya se está presentando la denuncia penal en Santa Cruz [este] por delitos de incumplimiento, desobediencia a sentencia constitucional, trata de personas con fines de embarazo forzado, entre otros delitos", dijo en rueda de prensa la defensora Nadia Cruz. Al mismo tiempo, se activaron otros recursos para ordenar a los servicios médicos que reanuden el procedimiento de interrupción legal del embarazo, que ya estaba en curso en un hospital cruceño cuando la Iglesia logró el desistimiento de la menor y su madre y las llevó a un centro de acogida, indicó Cruz. La defensora añadió que la acusación apunta también a funcionarios de un servicio municipal de defensa de la niñez, médicos y otras personas que presuntamente intervinieron en el caso de la menor de 11 años, agredida sexualmente por el padre de su padrastro, según su propio testimonio. Manifestante a favor del aborto legal en Argentina - Sputnik Mundo, 1920, 29.12.2020 América Latina ¿Cuán lejos está Bolivia de legalizar el aborto? 29 de diciembre 2020, 01:54 GMT En la calle El caso, que reavivó el debate sobre la despenalización del aborto, derivó en la noche del 27 de octubre en una ruidosa protesta de decenas de mujeres ante las oficinas de la Conferencia Episcopal, en La Paz, en la cual participó la misma defensora del Pueblo. "Estamos agotando las vías institucionales y creemos que ya es momento de acudir al activismo; por la impotencia que sentimos, por la situación en que estamos en este caso, hemos decidido actuar también en las calles", justificó Cruz. Señaló que la Defensoría se sentía alentada por el aparente rechazo generalizado de la ciudadanía a la "presión en grado descarado" que habría hecho la iglesia sobre la niña con de 20 semanas de gestación y su madre, para que desistan del aborto, que según la ley boliviana no está penalizado cuando el embarazo es consecuencia de una violación. La Conferencia Episcopal, en cambio, sostuvo en que el aborto en Bolivia no está despenalizado totalmente e insistió en su postura de tratar de salvar tanto la vida de la niña como la del ser que lleva en su vientre. En la polémica intervino también la representación en Bolivia del sistema de Naciones Unidas, que señaló en un comunicado que los embarazos forzados por violación son "manifestaciones extremas de violencia de género que se constituyen en actos de tortura". El organismo añadió que las mujeres, incluso niñas, debían tener garantías para tomar decisiones sin ningún tipo de presión, ni siquiera religiosa. Catedral de Santa Cruz, Bolivia - Sputnik Mundo, 1920, 27.10.2021 América Latina La Iglesia católica de Bolivia convence a niña violada de no abortar y reaviva polémica hace 22 horas Cruz dijo que además de la denuncia penal, la Defensoría ha interpuesto un recurso ante la justicia local para que ordene el retiro de la menor de la casa eclesiástica de acogida y se reanude el proceso de aborto. La Defensoría solicitó también una medida cautelar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que ordene al Estado boliviano actuar con celeridad en defensa de la vida y el bienestar físico y psicológico de la niña, concluyó.

martes, 26 de octubre de 2021

Crisis diplomática: el futuro de las relaciones entre Turquía y los países occidentales

Crisis diplomática: el futuro de las relaciones entre Turquía y los países occidentales hace 2 horas (actualizado: hace 2 horas) La bandera de Turquía - Sputnik Mundo, 1920, 26.10.2021 © REUTERS / Leonhard Foeger ¿Qué les espera a las relaciones entre Turquía y los países occidentales después de que el país otomano declarara —y luego diera marcha atrás— 'persona non grata' a 10 embajadores? El pasado 23 de octubre, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ordenó declarar persona non grata a una decena de embajadores. Los funcionarios lideran las misiones diplomáticas de Estados Unidos, Alemania, Francia, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos y Suecia en Turquía. La decisión se tomó en respuesta a una petición conjunta de los diplomáticos de liberar al político opositor turco Osman Kavala, encarcelado por su presunta implicación en el intento de golpe de Estado de 2016. Banderas de la UE y Turquía en Estambul - Sputnik Mundo, 1920, 25.10.2021 Internacional La UE toma nota de la decisión de Turquía de expulsar a 10 embajadores ayer Sin embargo, Turquía anuló la medida después de que los embajadores emitieran, el 25 de octubre, una declaración de su compromiso con el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países bajo la Convención de Viena. "No pretendemos crear una crisis, pero queremos proteger los derechos, los intereses y el orgullo de nuestro país. Y hoy, con las declaraciones de la Embajada, la situación ha vuelto atrás", dijo Erdogan tras una reunión con sus ministros. El presidente turco agregó que cree que de ahora en adelante los diplomáticos "serán más atentos y más cuidadosos en sus declaraciones sobre Turquía". Para Sencer Imer, director del Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de Ufuk, en Ankara (Turquía), el incidente reciente ilustra el estado actual de las relaciones de Turquía con Estados Unidos y con los países occidentales. "Si los países occidentales quisieran expresar su punto de vista sobre el incumplimiento de la decisión del TEDH, podrían convocar a los embajadores turcos en sus países al Ministerio de Relaciones Exteriores y señalarles esta opinión. En este caso, tal crisis no habría ocurrido", expresó el académico. Sin embargo, por una iniciativa de EEUU, los países publicaron una declaración conjunta en la que "básicamente interfieren en los asuntos internos de Turquía", detalló Imer. "Ningún país permitirá injerencias en sus asuntos internos. Esto contradice directamente el principio de soberanía, y los embajadores presentes en el país no tienen derecho a hacerlo. El presidente Erdogan reaccionó de inmediato de la única manera correcta", sostuvo el profesor. Para Imer, la acción de los países occidentales se llevó a cabo para "comprobar si Turquía permitiría tal cosa y cuál sería su reacción. Al final, sin embargo, "ellos mismos tuvieron que retroceder" y encontrar una solución de compromiso para resolver la crisis. El académico considera que el incidente deja ver las intenciones de Estados Unidos con relación no solo a Turquía, sino también a Rusia. "¿Qué quiere Estados Unidos? Actualmente está tratando de rodear a Rusia a lo largo de una línea que va del Báltico a Grecia. Al mismo tiempo, también rodean a Turquía. Washington busca imponer sus propias reglas del juego en Ankara, exigiendo apoyo en acciones contra Rusia", consideró el experto. Imer apunta que esta no es la primera vez que EEUU se porta de esta manera. El país norteamericano ya exigió, anteriormente, que Turquía suspendiera la implementación del proyecto Turk Stream y de la planta de energía nuclear de Akkuyu, y que desistiera de la compra del sistema S-400 y de aviones militares rusos. El académico sostiene que Estados Unidos lleva a cabo acciones similares con respecto a China. Defensa Turquía denuncia la presión constante por parte de EEUU para que renuncie a los S-400 "A pesar de esto, Ankara debe seguir cooperando con Rusia, demostrando que no sucumbirá a los ataques diplomáticos. Si es necesario, Turquía puede pensar en cerrar las bases estadounidenses en el país", subrayó el especialista. El presidente turco y su homólogo estadounidense, Joe Biden, deben reunirse en breve, en la cumbre del G-20 en Roma (Italia), que tendrá lugar el próximo 30 y 31 de octubre. Imer no cree, sin embargo, que el encuentro de los líderes afecte positivamente la relación entre los países. "La verdad es que no espero ningún avance de la reunión de Erdogan con Biden en la cumbre del G-20. Estados Unidos seguirá actuando a su manera tradicional con respecto a Ankara", concluyó el profesor.

Coronacrisis, neoliberalismo, democracia: lo que vendrá

Coronacrisis, neoliberalismo, democracia: lo que vendrá Tweet about this on TwitterShare on FacebookEmail this to someone Por Aram Aharonian | 26/10/2021 | Opinión Fuentes: CLAE - Rebelión / Foto: Agraria Perú El coronavirus, en lugar de volverse un factor de cohesión para luchar contra un enemigo común, resultó lo contrario, a causa de ambiciones absurdas dentro del modelo neoliberal, que no sólo ha perdido legitimidad, sino que constituye una de las mayores amenazas tanto para la humanidad como para el planeta. La pandemia puso en tela de juicio muchas de las certezas políticas que parecían haberse consolidado en las últimas cuatro décadas, sobre todo en el mundo occidental, esas que constituían (constituyen) el orden neoliberal. Estas certezas eran el triunfo final del capitalismo sobre el socialismo soviético; la prioridad de los mercados en la regulación de la vida económica y social (con la privatización y desregulación de la economía y las políticas sociales y la reducción del papel del Estado); la globalización de la economía basada en ventajas comparativas en la producción y la distribución; la brutal flexibilización de las relaciones laborales como condición para aumentar el empleo y el crecimiento económico. Esas certezas fueron aniquiladas por la realidad, y la coronacrisis demostró ante todo que es el Estado (no los mercados) quien puede proteger la vida de los ciudadanos. También demostró que la globalización sólo beneficia a las trasnacionales y puede poner en peligro la supervivencia de los ciudadanos si cada país no produce bienes esenciales; que los trabajadores en empleos precarios son los más afectados por carecer de fuente de ingresos o protección social, una experiencia que en el Sur conocemos y padecemos desde hace mucho tiempo. Y el acoso al sur no se detiene. Hace 20 años, según las agencias de inteligencia, la mayor amenaza terrorista contra Estados Unidos provenía de musulmanes ultraderechistas al otro lado del mundo –en Afganistán, Pakistán y Medio Oriente–, y hoy proviene del interior, de estadounidenses cristianos ultraderechistas y sus aliados, que se han expresado con actos violentos, incluso homicidios, en varias partes del país, y llegaron a intentar un golpe de Estado el 6 de enero al invadir el Capitolio para anular el proceso electoral nacional. Ahora, la Casa Blanca y el Pentágono difundieron una serie de documentos en los que establecen que el cambio climático se yergue como una poderosa amenaza a su seguridad nacional, y alertan que tomarán medidas para prevenir sus consecuencias. Según los documentos, EEUU debe prever que problemas ya existentes se agudizarán y surgirán otro nuevos, de los que sus tradicionales rivales, Rusia y China, podrán sacar provecho para su propio beneficio en detrimento de sus intereses. Uno de los aspectos que les preocupa especialmente es el de las migraciones, porque entienden que se incrementarán debido a las catástrofes provocadas por la furia de la naturaleza cada vez más descontrolada. El fallecido historiador Howard Zinn señalaba que el establishment estadounidense depende mucho de la amnesia histórica, del hecho de que en ese país la gente no conoce esta historia. “No sólo no conoce lo que ocurrió a fines del siglo XIX o principios del XX; desconoce la historia de los 15 o 20 años atrás. Eso facilita que el gobierno diga al pueblo cosas que son inmediatamente aceptadas”, imponer imaginarios colectivos. Hoy, la memoria es clave para un futuro diferente Hasta el Papa Francisco se dio cuenta: aseguró que no se puede salir de la actual crisis por la pandemia “sin evolucionar hacia las periferias”, y tras exigir a los países más poderosos que reconozcan las asimetrías del mundo llamó a “abrirse y mirar hacia el futuro, sobre todo en este final de la pandemia (que) tiene que ser de una manera creativa. De una crisis no se sale igual, sino que se sale mejor o peor. Y ese final de pandemia tiene que ser hacia lo mejor. De lo contrario vamos a ir hacia atrás», dijo. «En el imaginario colectivo existe una idea de que se puede recomenzar con una reconstrucción de las cosas como eran hasta ahora, pero eso no va. La pandemia es un desafío al cambio, es una crisis que nos lleva a cambiar. Si no, salimos peor, aunque no lo sintamos», añadió. Amén. La humanidad ha perdido el control sobre el gigantesco experimento que ella misma desencadenó y que la conduce irremediablemente a una catástrofe. Contra lo que supone la inmensa mayoría, estamos en la hora de las definiciones y de las decisiones que habrán de determinar el destino de buena parte de la humanidad y sus creaciones, piensa el mexicano Víctor Toledo. El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos señala que las alternativas socialdemócratas y socialistas han vuelto a la imaginación de muchos, no solo porque la destrucción ecológica provocada por la expansión infinita del capitalismo ha llegado a límites extremos, sino porque, después de todo, los países que no han privatizado ni descapitalizado sus laboratorios parecen ser los más eficaces en la producción y más justos en la distribución de vacunas (Rusia y China). Chau neoliberalismo El presidente ruso, Vladimir Putin –al que difícilmente se lo pueda calificar de comunista- dijo que el modelo actual de capitalismo se ha agotado y que dentro de ese sistema es imposible salir del nudo de contradicciones cada vez más complejas que afectan a todos en ámbitos que van desde la crisis de la ecología, la degradación del medio ambiente, la injusta distribución de los bienes materiales, hasta la escasez de agua, la falta de energía eléctrica o las dificultades para recibir asistencia médica adecuada. Lejos de Moscú, el expresidente de Bolivia, Evo Morales, señaló en su viista a México, la incongruencia de los defensores del neoliberalismo, quienes antes de la pandemia clamaban por más mercado, mercado, mercado, pero ante la emergencia sanitaria y económica exigen todas las soluciones al mismo Estado al que tanto debilitaron y achicaron. Indicó que las sociedades enfrentan dos alternativas: controlar los recursos naturales a través de la administración del Estado o cederlos a las transnacionales que actúan bajo la consigna del saqueo. A partir de esta alternativa, Evo criticó a los partidos que llegan al poder bajo las siglas del socialismo, pero una vez en el gobierno mantienen intacta la estructura de privatizaciones; una traición que comparó con el sistema político estadounidense, donde demócratas y republicanos se alternan sin cambios sustanciales. Todos sabemos en que en nuestros sistemas capitalistas, las empresas y los empresarios son más importantes que el pueblo y las instituciones. Como ejemplo de la última semana, la multinacional energética española Iberdrola condicionó detener la incesante alza de precios de la electricidad –que alcanzó al 500%- a que el gobierno del presidente Pedro Sánchez se abstenga de cobrar impuestos que calificó de lesivos. El alza de precios de la energía en España, país europeo, capitalista y con un presidente socialista de partido, puso en jaque a la industria y llevó a las familias a situaciones absurdas como lavar ropa o pasar la aspiradora de madrugada para evitar las cuotas de horas pico, y que ha empujado a las personas a buscar el auxilio de los bancos de alimentos porque ya no pueden permitirse el gasto de cocinar en casa. Es otro ejemplo de que cuando se le da el control de un sector estratégico como el de la energía, la iniciativa privada lo convierte en arma para chantajear, extorsionar al Estado y la sociedad española a la puertas del invierno europeo, cuando el uso de la calefacción eléctrica o por gas (también en manos de empresas privadas) se convierte en asunto de vida o muerte en una amplia franja de la población. Un editorial del diario mexicano La Jornada señala que cuando hemos llegado al extremo de que el consejo de administración de una trasnacional amenaza de manera directa a millones de personas y pone a un Estado en la disyuntiva entre cobrar impuestos o encarar un estallido de descontento social, está claro que el modelo neoliberal se ha vuelto en todo punto indefendible, y que emprender su desmantelamiento es una cuestión de supervivencia para las grandes mayorías. El neoliberalismo también hace agua por este sur. La declaración de los estados de excepción en Chile y Ecuador es la mejor muestra del fracaso de las mal llamadas democracias liberales. En Ecuador sucede luego de que los Papeles de Pandora revelaron que el presidente Guillermo Lasso tiene cuentas ocultas en paraísos fiscales y blinda a militares y policías de cualquier juicio por sus actuaciones. En Chile, el presidente Sebastián Piñera envía soldados, tanques y helicópteros de guerra a territorio mapuche, para frenar la recuperación de tierras del movimiento. Este hecho se produce mientras la Convención Constituyente sesiona para redactar un texto que supere la carta heredada del régimen de Pinochet. Las cosas que se resuelven entre gallos y medianoches suelen ser poco democráticas. Las decisiones que afectan a las comunidades son producto de pactos o de imposiciones. Si el acuerdo es amplio, decimos que se trata de una disposición democrática. Por el contrario, cuando la decisión se toma entre pocos que pueden imponerla, hablamos de autocracia, dictadura, tiranía o plutocracia. Las plutocracias establecen el predominio de la clase más rica de un país. El capitalismo, por lo tanto, ¿es un sistema esencialmente plutocrático? Si capitalismo y democracia se consideran una misma cosa, simplemente la vida no será digna (ni posible) para vastos sectores y la “inseguridad social” será la tónica de la convivencia: la calle, el estallido social parece ser la ¿única? respuesta de los muchos. El mundo está en crisis. O mejor dicho, el modelo capitalista de mundo es el que lo está. A pesar de sus políticas distraccionistas como la mal llamada “revolución verde”, puerta de escape para la reconversión de un sistema capitalista estancado y de propiedad ultraconcentrada para seguir como modelo dominante, con las amenazas ambientales, climáticas y de guerra nuclear, poniendo en peligro la existencia de la humanidad. Hay algo que está claro: nuestras sociedades latinoamericanocaribeñas ya no serán las mismas de antes de la pandemia. Y entonces habrá que “inventar” un pensamiento adecuado a la nueva realidad social. Habrá millones más de desempleados, mucha más hambre, paralelos a una impagable y odiosa deuda externa y a las políticas de ajuste que exige el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Uno de los principales desafíos que enfrenta el pensamiento crítico latinoamericano radica en plantear la crítica de los discursos legitimadores del orden colonial y la visión de “otro” inferior, o sea analizar la decolonialidad del saber y la necesidad de un saber situado, o sea la geopolítica del conocimiento. Como dijera el gaucho Martín Fierro -poema considerado ejemplar del género gauchesco, escrito por el poeta argentino José Hernández en 1872-: Vengan santos milagrosos, vengan todos en mi ayuda, que la lengua se me añuda y se me turba la mente… *Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE) https://estrategia.la/2021/10/24/coronacrisis-neoliberalismo-democracia-lo-que-vendra/

Greta Thunberg acusa a los líderes de los gobiernos de negar el clima

Cumbre del clima de Glasgow Greta Thunberg acusa a los líderes de los gobiernos de negar el clima Por Marc Vandepitte | 26/10/2021 | Ecología social Fuentes: De Wereld Moren [Foto: Greta Thunberg ante la ONU en 2019 (EFE)] Traducido del neerlandés por Sven Magnus Con motivo de la próxima cumbre sobre el clima la activista climática más conocida formula, con su estilo habitual, una acusación mordaz contra los gobernantes. Afirma que todavía es posible invertir la tendencia, pero para ello algo debe cambiar rápida y drásticamente. Código rojo En agosto, el Secretario General de la ONU, António Guterres, calificó el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de “código rojo para la humanidad”. Según Greta Thunberg, esto debería haber hecho saltar la alarma, pero desgraciadamente no lo hizo. “La negación de la crisis climática y ecológica es tan profunda que ya casi nadie le presta atención. Como nadie trata la crisis como tal, las advertencias existenciales siguen ahogándose en una corriente constante de lavado verde y en el flujo diario de noticias en los medios de comunicación”. Según Greta, queremos salvar el planeta, pero al mismo tiempo queremos preservar nuestro insostenible modo de vida. Sin embargo, ahora es demasiado tarde para eso. “Por muy incómoda que parezca esta realidad, esto es exactamente lo que nuestros dirigentes han elegido para nosotros tras décadas de no hacer nada. Las décadas de bla, bla, bla”. Se deben reducir drásticamente de inmediato las emisiones de CO2 a una escala que el mundo nunca ha visto. Como no tenemos soluciones tecnológicas que puedan hacerlo por nosotros a corto plazo, tendremos que cambiar fundamentalmente nuestras sociedades. Dirección equivocada Estamos yendo completamente en la dirección equivocada. Según las previsiones actuales, en 2021 se producirá el segundo mayor aumento de las emisiones y para 2030 se espera incluso un aumento del 16% de las emisiones respecto a 2010. Los hechos son inexorables. A finales de este siglo nos dirigimos hacia un calentamiento de 2,7° C, y eso solo si todos los países cumplen sus promesas. Y muchos están muy lejos todavía de cumplirlas, dice Greta. La producción prevista de combustibles fósiles para 2030 es el doble de lo que se necesitaría para mantenerse por debajo de un calentamiento de 1,5° C. “Así es como la ciencia nos dice que ya no podemos cumplir nuestros objetivos sin un cambio sistémico”. Su veredicto es duro: “Estamos fracasando por completo incluso en el cumplimiento de objetivos que son totalmente inadecuados”. No hay líderes climáticos Pero eso no es lo peor, porque las autoridades también manipulan las cifras. Utilizan una contabilidad inteligente, lagunas y estadísticas incompletas. Greta da ejemplos concretos de su país natal, Suecia, y del país anfitrión, Gran Bretaña. Pero los dos mayores emisores, China y Estados Unidos, también reciben una bofetada. Según Greta, actualmente no hay verdaderos líderes climáticos, al menos en los países de renta alta. Según ella, “el nivel de concienciación pública y la presión mediática sin precedentes que se requeriría para mostrar un verdadero liderazgo siguen siendo prácticamente inexistentes”. Para evitar una crisis climática, serán necesarias intervenciones sin precedentes. “Para que la Cop26 de Glasgow sea un éxito, hace falta mucho. Pero, sobre todo, se necesita honestidad, solidaridad y coraje”. ¡Sí se puede cambiar el sistema! Según Greta, la actual crisis climática es sólo un síntoma de una crisis de sostenibilidad mucho mayor. Es una crisis social. Una crisis de desigualdad que se remonta a la colonización e incluso más allá. Una crisis en la que algunos se sienten mejores que otros y creen que pueden explotar a los demás o robar la riqueza de su país. Todo está conectado. “Es ingenuo pensar que podemos resolver esta crisis sin atacar sus raíces”. La situación es muy grave, pero no desesperada. “Debemos recordar que todavía podemos darle la vuelta a esto. Es muy posible si estamos dispuestos a cambiar”. Greta busca a un líder mundial, un país de altos ingresos, una gran cadena de televisión o un periódico de primera línea «que decida ser honesto, tratar realmente la crisis climática como la crisis que es». Para ella, sería un avance que podría poner todo en marcha. “El reloj está en marcha. Se siguen celebrando conferencias de alto nivel. Las emisiones siguen aumentando. ¿Quién será ese líder?”, concluye su carta. Carta abierta de Greta Thunberg Fuente: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2021/10/22/klimaattop-glasgow-greta-thunberg-beschuldigt-regeringsleiders-van-klimaatontkenning/

lunes, 25 de octubre de 2021

Por qué los medios de comunicación occidentales han comenzado a hablar del Armagedón?

Por qué los medios de comunicación occidentales han comenzado a hablar del Armagedón? Tweet about this on TwitterShare on FacebookEmail this to someone Por Vladimir Malyshev | 23/10/2021 | EE.UU. Fuentes: Fondsk Traducido del ruso por Juan Gabriel Caro Rivera Lior Ron, director de la división logística de Uber Technologies, ha dicho en una entrevista con CNBC que el colapso del sector del transporte automovilístico de los Estados Unidos es un “auténtico Armagedón” (1). Lo que esta ocurriendo ahora resultaba inimaginable: los puertos estadounidenses están experimentando grandes atascos y decenas de barcos hacen cola incapaces de descargar todo lo que llevan. Hacen falta trabajadores para descargar contenedores y conductores de camiones para transportar sus contenidos a los almacenes. Incluso se ha llegado a decir que se producirá una gran escasez de alimentos y otros insumos básicos. La Casa Blanca ha advertido a sus ciudadanos que es posible que los precios de los productos se eleven y que las estanterías estén vacías en Navidad (2). Según la CNBC, el costo de transporte de mercancías se ha elevado un 300%. Además, la escasez de contenedores ha provocado que se retrase la llegada de las mercancías compradas a China, por lo que el aumento del precio de los productos afectará gravemente a los consumidores. Un alto ejecutivo de Uber Technologies ha declarado que esta crisis “afecta a todo el sector del transporte por carreteras, nunca habíamos visto algo así”. La cadena de televisión CNBC ha dado a conocer que no existen suficientes camioneros (3) debido a las restricciones impuestas por el coronavirus. Las razones detrás de todo esto son bastante conocidas: despidos masivos debido a la inactividad y cierre “temporal” de las escuelas de conductores de camiones. Según la Oficina de Estadísticas Laborales, el sector del transporte por carretera perdió el 6% de sus trabajadores, además de un total de 1,52 de conductores, es decir, al menos 90.000 trabajadores. Ahora faltan casi 100.000 conductores. El periódico italiano Corriere della Sera culpa de lo sucedido al “cuello de botella” que provocaron las restricciones económicas voluntarias en todo el mundo: “estas han afectado todos los puntos de la cadena logística de transporte de productos elaborados, semielaborados y materias primas, causando la falta de contenedores, buques de carga, congestión portuaria, escasez de camiones y camioneros, además de dañar la capacidad de almacenamiento. A esto se suma la omnipresente escasez de mano de obra, lo cual se hace sentir cada vez más en una amplia variedad de sectores” (4). Aunque Bloomberg dice que existen otras razones para la crisis de suministros: “Tras las medidas restrictivas impuestas por la pandemia del coronavirus, los fabricantes y los analistas predijeron una caída en la demanda de varios productos. Sin embargo, la demanda de muchos productos se ha mantenido e incluso ha aumentado, por lo que muchas industrias no estaban preparadas para ello” (5). Las empresas tampoco midieron el impacto que tendría el paso del trabajo presencial al teletrabajo, especialmente si tenemos en cuenta que los gobiernos dijeron a los consumidores que se quedaran encerrados en casa, por lo que muchos se vieron obligados a comprar teléfonos, ordenadores, consolas de videojuegos, etc., en cantidades inusitadas hasta ahora. El mercado de computadores personales creció en un 11% en 2020, algo que no había sucedido en 10 años. Además, se ha producido una reducción de la importación de microchips procedentes de Asia y esto frenó muchas de las industrias que dependen de los microprocesadores como los automóviles, la informática, los celulares, los videojuegos, los electrodomésticos y los dispositivos médicos… Bloomberg dice que “se trata de una pesadilla no sólo para los niños que esperaban recibir consolas de videojuegos en Navidad, sino también para las empresas, dado que esta temporada festiva es la que proporciona la mayoría de sus ingresos”. Joe Biden tuvo que reunirse con representantes de varias distribuidoras privadas (Walmart, Target) y empresas de transporte, pero también con las autoridades portuarias de Los Ángeles, Long Beach y los sindicatos de trabajadores portuarios para que estuvieran dispuestos a trabajar 24 horas al día y siete días a la semana, y de ese modo transportar el 40% de los contenedores que llegan a Estados Unidos cada día. ¡Al parecer ya no habrá cierres! Muchos aseguran que los productos que no han sido enviados desde Asia hasta ahora no llegarán a las tiendas a mediados de diciembre, lo que demuestra que las cadenas logísticas se rompieron con bastante facilidad. En los últimos 12 meses las mercancías que cruzan el Océano Pacífico ya no tardan 13 horas sino 13 días en ser descargadas y ni hablar de que los precios se han disparado. Por ejemplo, ahora cuesta siete veces más que hace un año enviar un paquete de Los Ángeles a Shanghai. Sameera Fazil, subdirectora del Consejo Económico de la Casa Blanca, dijo que es necesario un milagro para resolver este problema. Por otra parte, se ha vuelto muy difícil construir contenedores ya que la “pandemia” ha afectado a la industria del acero y la madera. En Europa, la situación tampoco es buena: en Alemania faltan 80.000 camioneros, mientras que las ventas y la producción de automóviles han caído alrededor de un 30%. Según la consultora Alix Partners este año se producirán 7,7 millones de coches menos, lo que equivale a un 10% de la producción mundial. La crisis del transporte ha provocado la subida del precio de los alimentos. La FAO ha informado que el precio del aceite vegetal ha batido todos los récords. Mientras tanto, han subido en un 20-30 % los precios de los productos lácteos, la carne importada y los cereales con respecto al 2019 (6). Esto ha dejado en evidencia la creciente dependencia de EE.UU. y Europa de los suministros importados de Asia, especialmente de China. Estados Unidos depende de un 90% de los suministros chinos para la fabricación de ciertos productos médicos y esta cifra se eleva a más de un 80% con respecto a las tierras raras (7). En semejantes circunstancias, lo más conveniente no es pregonar el Armagedón o reunirnos con la Casa Blanca, sino combatir la psicosis que ha generado la pandemia. Notas: 1. https://www.cnbc.com/2021/10/14/head-of-uber-freight-says-the-us-is-in-a-shipping-armageddon-and-theres-no-one-solution.html 2. https://www.reuters.com/world/us/americans-may-not-get-some-christmas-treats-white-house-officials-warn-2021-10-12/ 3. https://news.ati.su/news/2021/10/14/nehvatka-voditeley-vedet-k-krizisu-gruzoperevozok-v-ssha-190400/ 4. https://www.corriere.it/esteri/21_ottobre_14/usa-merci-scarse-collasso-porti-mettera-rischio-natale-7a2422f4-2c5d-11ec-98f9-fbd4bdd13a87.shtml 5. https://www.bloomberg.com/opinion/articles/2021-03-31/prices-are-going-up-across-supply-chains-will-inflation-come-for-you-too 6. https://www.fao.org/news/story/ru/item/1393201/icode/ 7. https://asia.nikkei.com/Politics/International-relations/Biden-s-Asia-policy/US-and-allies-to-build-China-free-tech-supply-chain Fuente: https://www.fondsk.ru/news/2021/10/18/pochemu-zapadnye-smi-trubjat-ob-armageddone-54706.html

AMLO acusa al FMI de provocar decadencia económica y social en el mundo

AMLO acusa al FMI de provocar decadencia económica y social en el mundo hace 5 horas Andrés Manuel López Obrador, presidente de México. Sputnik Mundo © Foto : Cortesía Presidencia de México El Fondo Monetario Internacional (FMI) produjo decadencia económica y social en todo el mundo, dijo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sobre la pretensión del organismo de que cancele la refinería de Dos Bocas, Tabasco. "No estoy de acuerdo con ellos, respeto sus políticas, no creo en sus políticas, causaron la decadencia económica, social en el mundo, ellos son responsables de la crisis mundial, los del Fondo Monetario Internacional y otros organismos financieros internacionales", aseguró. "En abono a estos organismos, la mayor responsabilidad recae en los gobiernos neoliberales, que se sometieron a esas políticas porque mandaban sus recomendaciones, sus recetas y se aplicaban en los países al pie de la letra", abundó el mandatario en la conferencia matutina del 25 de octubre. La sugerencia de cancelar la refinería de Dos Bocas tiene como propósito oculto que México siga comprando gasolinas al extranjero, acusó López Obrador. Economía FMI y Banco Mundial deberían impulsar políticas contra vulnerabilidades del endeudamiento 14 de octubre, 16:14 GMT "No coincidimos, los respetamos, pero pues ya no tienen ellos la misma influencia que tenían antes, es que era impresionante cómo ordenaban lo que se tenia que hacer. Además, aseguró que México antes tenía que entregar su petróleo por anticipado ante los intereses de Estados Unidos, bajo condiciones onerosas. La Unión Americana se encargó de formar académicamente a los encargados de la política económica en México para influir ideológicamente en sus decisiones, aseveró el mandatario. López Obrador añadió que los organismos financieros internacionales decidieron privatizar todo el sector público mediante lo que llamaron reformas estructurales. "¿En qué consisten esas reformas estructurales? Básicamente en privatizarlo todo. Se le llama reforma energética a la privatización del petróleo, de la industria eléctrica, y se aplica no sólo en México, en todo el mundo, reforma fiscal en todo el mundo, aumentos de impuestos manteniendo los privilegios para las grandes corporaciones, que no pagaban impuestos", expuso. Andrés Manuel López Obrador, presidente de México - Sputnik Mundo, 1920, 14.10.2021 América Latina "Son tiempos de zopilotes": AMLO critica los 'fake news' sobre un muerto en Dos Bocas 14 de octubre, 12:58 GMT

domingo, 24 de octubre de 2021

Tribunal de Belmarsh enjuicia a EE.UU. por crímenes de guerra y exige liberación de Julian Assange

: 7 Tribunal de Belmarsh enjuicia a EE.UU. por crímenes de guerra y exige liberación de Julian Assange Por | 23/10/2021 | Conocimiento Libre Fuentes: teleSur Más de 20 políticos, intelectuales y congresistas participan en sus sesiones y exigen la liberación del fundador de Wikileaks, Julian Assange. El Tribunal de Belmarsh, reunido en Westminster (Reino Unido), inició este viernes el enjuiciamiento de Estados Unidos (EE.UU.) por las víctimas de la “Guerra contra el Terrorismo” perpetrada por su Gobierno, y exigió la liberación del periodista Julian Assange, reclamado por ese país tras haber denunciado el asesinato de civiles durante sus campañas militares. En esta ocasión el Gobierno de EE.UU. es denunciado por su papel en Medio Oriente y las torturas a sospechosos de terrorismo que encerró en prisiones instaladas en su ilegal base naval en la bahía de Guantánamo, Cuba. Con su enjuiciamiento, Belmarsh emula al tribunal popular Russell-Sartre, que sesionó en 1967 en Estocolmo y Copenhague, y juzgó a la Casa Blanca por la guerra en Vietnam. El tribunal de Belmarsh se celebró en octubre de 2020 de manera electrónica y contó con la participación de los activistas políticos Yanis Varoufkis, Jennifer Robinson, Pamela Anderson, Tariq Ali, Jeremy Corbin y Roger Waters, entre otros, así como el expresidente ecuatoriano Rafael Correa. Este viernes sesiona en Londres con participación de relevantes figuras de la política internacional, que exponen los crímenes de EE. UU. y el rol de Reino Unido en su persecución a Assange. Los internautas pueden seguirlo a través del sitio web Progressive International. Se desarrolla, además, en la antesala del juicio de apelación contra Assange, previsto para el 27 y 28 de octubre en el Tribunal Superior de Londres . Entre los oradores de este viernes estuvieron el historiador y miembro original del tribunal Russell-Sartre, Tariq Ali, quien defendió que Assange expuso los hechos de la guerra al terror por más de 20 años. Dijo que “Julian es el primer denunciante de las brutalidades que se cometieron”, por lo que «ha pagado un precio muy alto por su determinación de toda la vida de exponer la verdad». Valoró que el periodista australiano actuó con «la creencia de que al exponer la verdad se pueden salvar vidas y detener las guerras haciendo que las figuras públicas rindan cuentas públicas”. La portavoz del Partido Solidaridad por Afganistán, Selay Ghaffar, denunció que la ocupación estadounidense en su país durante dos décadas solo trajo ruina y pérdidas de vidas. Agregó que las filtraciones de Assange revelaron sangrientas atrocidades cometidas por las fuerzas de ocupación estadounidenses y de la OTAN, «mientras los principales medios de comunicación intentaron mostrar una imagen optimista de Afganistán». Por su parte, el parlamentario griego y cofundador del Movimiento Progresista para Europa (DiEM25), Yanis Varoufakis, señaló que el mensaje del Tribunal de Belmarsh no es un simple apoyo a Assange, sino que están juzgando a quienes han cometido crímenes contra la humanidad. El periodista y fundador de Wikileaks ha permanecido en la prisión londinense de Belmarsh desde que fue expulsado de la embajada de Ecuador en 2019. En enero pasado fue juzgado en la capital británica. Su extradicción fue solicitada por EE.UU., cuyos crímenes de guerra hizo públicos Wikileaks tras revelar miles de documentos secretos que pusieron a la Casa Blanca al desnudo. Assange no ha sido extraditado debido al informe médico que declaró que su salud es muy vulnerable y su vida corre peligro. Sin embargo, su integridad no está asegurada. Fuente: https://www.telesurtv.net/news/investigan-reino-unido-eeuu-crimenes-julian-assange-20211022-0013.html

viernes, 22 de octubre de 2021

Putin: el "capitalismo salvaje" ha agotado sus posibilidades y agrava la desigualdad

Putin: el "capitalismo salvaje" ha agotado sus posibilidades y agrava la desigualdad hace 19 horas (actualizado: hace 19 horas) Vladímir Putin, presidente de Rusia, durante su intervención en el Club Internacional Valdái en Sochi (Rusia), el 21 de octubre del 2021 - Sputnik Mundo, 1920, 21.10.2021 © Sputnik / Maxim Blinov / El modelo capitalista ha agotado sus posibilidades, sentenció el presidente ruso Vladímir Putin en su intervención en la reunión del Club Internacional Valdái, celebrado en la ciudad rusa de Sochi. El mandatario aclaró que el sistema no es capaz de hallar una salida a la "maraña de contradicciones cada vez más enredadas". "Todo el mundo dice que el modelo de capitalismo existente, que hoy es la base de la estructura social en la abrumadora mayoría de países, se ha agotado (…) En todas partes, incluso en los países y regiones más ricas, la distribución desigual de la riqueza material agrava la desigualdad", expresó Vladímir Putin. Según el mandatario, en las últimas décadas la civilización ha estado atravesando una crisis y el mundo entero debe afrontar los desafíos que se le interponen. Además, señaló que en la actualidad se está viviendo una época de transformaciones cada vez más profundas y fundamentales. El presidente instó a mirar la experiencia de otros países en lo que respecta a los poderes del Estado para solucionar los problemas existentes y señaló la experiencia de China, donde, en sus palabras, las instituciones del mercado están al servicio de la sociedad y funcionan con mayor eficacia. "El capitalismo salvaje no funciona. Ya lo he dicho y lo vuelvo a decir. Creo que acabo de confirmarlo con varios ejemplos", concluyó el presidente. Durante su intervención, Vladímir Putin equiparó, además, los valores modernos occidentales con el dogmatismo bolchevique, y en su lugar abogó por el "conservadurismo racional". Esta similitud se ve en el hecho de que los bolcheviques manifestaban una "intolerancia absoluta" ante toda opinión que no fuera igual a la suya y se dedicaron a destruir los valores históricos que se formaban a lo largo de los siglos. El presidente de Rusia Vladímir Putin - Sputnik Internacional Putin aboga por el "conservadurismo racional" frente al "dogmatismo agresivo" de Occidente ayer

jueves, 21 de octubre de 2021

Entrevista a Álvaro García Linera: «Soy un leninista de la Nueva Política Económica (NEP)»

Entrevista a Álvaro García Linera, dirigente y ex vicepresidente de Bolivia durante los gobiernos de Evo Morales «Soy un leninista de la Nueva Política Económica (NEP)» Por Martín Mosquera, Florencia Oroz | 21/10/2021 | Economía Fuentes: Agencia Paco Urondo [Foto: Ariel Feldman] El dirigente y ex vicepresidente de Bolivia durante los gobiernos de Evo Morales brindó una extensa entrevista a Jacobin América Latina. El dirigente y ex vicepresidente de Bolivia durante los gobiernos de Evo Morales, Álvaro García Linera, brindó una extensa entrevista al medio editado en la Argentina, Jacobin América Latina. Los periodistas Martín Mosquera y Florencia Oroz conversaron sobre distintas temáticas de su país y de América Latina en general, bajo la premisa de lo que denominaron «El laberinto latinoamericano». El diálogo comienza con la historia reciente de Bolivia. El golpe de Estado a él y a Evo Morales, la vuelta del MAS en las elecciones de este año, para luego adentrase en la formación teórica y social de uno de los intelectuales más activos de la región. La primera pregunta, ineludible, es sobre el balance del último año, es decir, el ciclo que se extiende desde el golpe de Estado de 2019 hasta la nueva victoria electoral del MAS. Tus análisis sobre el golpe se centraron en la dinámica generada en torno a las clases medias tradicionales. ¿En qué medida la evolución de los acontecimientos modifica o confirma esa caracterización? Los golpes de Estado siempre son maquinarias conspirativas de grupos muy reducidos, pero su viabilidad no radica en este factor. La viabilidad para un golpe de Estado radica en la existencia de un sector social que lo habilite, que le abra las puertas, que cree cierta predisposición, disponibilidad, apetencia y receptividad a una ruptura del orden constitucional y de la democracia. Ciertamente, dentro del grupo que ha conspirado se cuenta un conjunto de generales –de las Fuerzas Armadas, de la Policía–, un conjunto de empresarios, que ha puesto el dinero para sobornar oficiales y mandos de tropa, y también, claro, Almagro, el Departamento de Estado, algún funcionario de la Iglesia Católica y algún expresidente (dos expresidentes, de hecho). Digamos que hay un núcleo que ha articulado el acto sorpresivo y de fuerza. Pero esto no ha surgido de la nada: en los últimos cuatro años se fue formando un colectivo social, un sector social enfurecido y cada vez más resistente a la democracia. Ese sector fue la clase media tradicional que, a través de sus debates, de su discurso racializado, de sus editoriales, de sus grupos en las redes sociales y de su léxico fue generando una predisposición para una solución de fuerza, para una solución autoritaria. Creo que esta es la explicación. De hecho, modestamente, no creo que haya otra explicación sólida y consistente que funcione para explicar tanto el golpe de Estado como lo previo y lo posterior. El resultado final es que esta clase media tradicional no puede creer lo que ha sucedido, y entonces sale a hincarse delante de los cuarteles para que den otro golpe. Sus editorialistas, sus líderes cívicos y sus redes comienzan a opinar que ha habido fraude. No hay pruebas, pero no importa: ha habido fraude porque si los indios ganan, lo han hecho con fraude. Siguen siendo los mismos. Ese bloque social, que es el que ha dado sustento al golpe, no ha variado. Todo golpe de Estado es una articulación entre una élite pequeña, reducida, que tiene la capacidad de desentrañar el sentido de la acción, con un grupo social que la mantiene, la alimenta, la respalda, la aplaude, que la apoya en sus redes, en sus editoriales, en sus consignas… Ese grupo social sigue ahí. Esta clase media tradicional, que se rebeló contra la igualdad para intentar contener este proceso de democratización del consumo, del estatus, del reconocimiento, del acceso a bienes, sigue ahí. Derrotada, porque el mundo resultante no ha sido su mundo. Le fue mal –y le va a seguir yendo mal– porque ya es una minoría; es, en cierta manera, una minoría en decadencia. Una cosa que sorprendió a todos en noviembre de 2019 fue la poca capacidad de respuesta popular y gubernamental ante el golpe. ¿No asistimos a una repetición del problema de Allende, de la excesiva confianza en la «neutralidad de las FF. AA.»? Esta inacción, a su vez, contradice tu propia concepción sobre el «momento leninista-jacobino», que en tus escritos no se relaciona con el momento de ocupación del poder (que puede realizarse por vía electoral, pacífica) sino con la defensa –por medio de un hecho de fuerza– del gobierno frente al golpismo de las clases dominantes. ¿Cómo interpretar, entonces, la falta de respuesta de noviembre de 2019? Planteado en términos más generales: el asedio imperialista, derechista, golpista hacia los gobiernos populares va a seguir existiendo. Entonces, ¿cómo enfrentar ese tipo de acciones conspirativas? Lo que pasó en noviembre de 2019 fue una derrota militar del proyecto nacional-popular. Las fuerzas conservadoras salieron al afronte, se movilizaron, ocuparon ciudades y ocuparon territorios. El gobierno confrontó esa fuerza social de manera no coercitiva, privilegiando los preceptos de la lógica de la acción colectiva, buscando que no irradie su control territorial e impulsando acciones que hagan las veces de «colchón de contención» para esas movilizaciones, a la espera de que se agoten. La nuestra fue una respuesta política. Y, de hecho, si ahí se quedaba, la hubiéramos derrotado. Lo que nosotros no tuvimos en cuenta –y eso es un error político– es que a su acción política ultraconservadora ellos iban a sumarle una acción militar. Ahí radica la novedad. Porque en el año 2008, cuando intentaron un golpe de Estado, nosotros asumimos dos tácticas: primero, la contención política, que quede aislado, que no se irradie, movilizaciones-colchón y esperar a que se agote. Y, a medida que fuera agotándose, desarrollar la movilización social hacia el lugar. Aquí ellos nos ganaron de mano, se movilizaron y respondimos políticamente: contención, debilitamiento. Pero, antes de que se debilite más, dieron un salto y recurrieron a las Fuerzas Armadas y a la Policía, con lo que añadieron una fuerza policial militar al golpe. Eso fue lo que nosotros no habíamos calculado: que iban a sobornar a las Fuerzas Armadas (que, de hecho, fueron sobornadas). Puede ser que haya existido un exceso de confianza en que iban a mantenerse como en el 2008. Pero lo cierto es que esto no sucedió. Y cuando ellos toman esta acción militar, tenías tú que tomar otra contraofensiva. La primera te había resultado: los estabas debilitando, la acción política de contención era efectiva, y el paso del tiempo iba a conducir al agotamiento. Estabas logrando la victoria política. Pero cuando ellos recurren a lo militar, a nosotros se nos presentan dos opciones: convocar a movilización para enfrentar a los policías y a los militares, o no. Y en esa decisión está la autoridad del presidente, que es el que evalúa: o bien defiendo esta victoria popular, defiendo este proyecto convocando a las personas a resistir como sea posible frente a una fuerza militar superior –no sabemos con qué resultado–, o bien retrocedo. Y, claro, en esas horas aciagas de los días 9, 10, el cálculo, la reflexión del presidente, era «yo no voy a tomar la decisión de convocar a mis compañeros militantes para que haya muerte; no quiero ser el responsable de esas muertes». Es una decisión. Una decisión fundada, básicamente, en una ubicación, en una mirada moral de la vida y la muerte. Teóricamente, lo podríamos haber enfrentado, sí, pero con muchísimas bajas, con muchísimas muertes. Entonces se toma la decisión de no movilizarnos: «prefiero la renuncia». ¿Qué lecciones sacar para el futuro, para los gobiernos progresistas? Que las clases medias tradicionales –no todas las clases medias, sino las tradicionales: las que están siendo asediadas, igualadas por otras clases medias, populares, indígenas, emergentes– son sectores que, a pesar de no estar sindicalizados, de no tener estructuras corporativas, se unifican bajo otras estructuras (grupos de futbol, grupos de barrio, redes, universidades y colegios) que son distintas a las estructuras clásicas de la acción colectiva, como pueden ser los sindicatos, los gremios y otras. Nuestro gobierno no había sido receptivo, no tenía mecanismos de interlocución frente a estas estructuras corporativas alternativas. Primera lección: hay que ir a neutralizar políticamente sus nichos de operaciones. Hay que intentar desmontar las causas de ese proceso de endurecimiento, de fascistización, sin retroceder en las políticas de igualdad. Dar marcha atrás con la igualación de los indígenas, que ocupan espacios, que ocupan puestos y consultorías, implicaría dejar de ser un gobierno progresista. Lo que sí puedes hacer, sin embargo, es mantener las políticas de ascenso, de movilidad social en las clases plebeyas y populares e impulsar, simultáneamente, políticas de movilidad o de rotación social de las antiguas clases medias tradicionales para desmontar desde el interior su encostramiento y su ultraconservadurismo. La cuestión de la Policía y los militares es un tema más complicado, porque nunca vas a poder colocar una muralla frente a un soborno de cuatro o cinco millones de dólares de un empresario. Están ahí, es parte de la autonomía relativa del Estado; es un poder que tiene su propia dinámica y hay que tener políticas de contención, de respeto de su institucionalidad y de modificación de las estructuras curriculares para establecer un tipo de formación y de espíritu de cuerpo menos corrosible por este tipo de sobornos y más cercano a lo popular. Se trata de una modificación de la composición de clase de las Fuerzas Armadas. En parte, los militares se animaron también a dar el paso en falso al golpe de Estado porque vieron que pasaban uno, dos, tres días y no había una fuerza social movilizada para resistir. Claro, porque no parecía algo complicado: habíamos pasado por experiencias similares hace unos años (cuatro, diez) y no parecía algo extraordinario. Pues bien, no te confíes: cuando se den este tipo de procesos, en los que se articulan conspiraciones entre empresarios y generales y se suma la predisposición de las clases medias tradicionales y conservadoras, es necesaria una mayor movilización social. Eso puede ayudar a contener o a neutralizar cierto accionar golpista. No se trata solamente de un aprendizaje del intelectual, del gobierno o del candidato. Creo que se trata, ante todo, de un aprendizaje social: desconfiar, movilizarse para defender lo que se tiene… Eso es lo que vimos en agosto, principalmente. Cuando el MAS convocó a las organizaciones sociales, a la gente, por su cuenta, mostró lo que había aprendido. Y lo que había aprendido es que frente a la represión por parte del gobierno, de militares y policías, su fuerza radicaba en el control territorial, como sucedió en el año 2000. La fuerza política que emergió en el año 2000 lo hizo inicialmente por su capacidad de apoblarse en los territorios, de confiar en un tipo de soberanía popular territorial y hacer una especie de cerco concéntrico a las ciudades. Eso es lo que ha pasado acá, y es interesante porque era una experiencia que se había perdido: en 2005 no fue necesario, en 2008 no fue necesario, en 2009 tampoco… Pero con este golpe militar, sí. Y entonces, la gente (no los dirigentes, ni siquiera el partido: la gente), con su sabiduría popular, supo que frente al riesgo de una nueva represión nos hacemos fuertes si controlamos el territorio. De ahí la fuerza de agosto. Es un tipo de experiencia práctica y táctica de la sociedad para prevenir los riesgos de una nueva intentona, abuso o intento de masacre o escarmiento militar sangriento por parte de los sectores golpistas, y me parece algo extraordinario. De hecho, agosto no fue solamente esta experiencia de control territorial. Fue una primera experiencia cuasinsurreccional, a diferencia de las movilizaciones anteriores, que habían sido meramente demostrativas. Esta tenía una cualidad seminsurreccional y, claramente, se notaron cuáles son las fuerzas fundamentales en términos de capacidad organizativa: el Altiplano, el Chapare, las zonas rurales del norte de Potosí, las ciudades de El Alto y la zona sur de Cochabamba. Se trata de cinco sectores sociales con alta capacidad de agregación, con alta disciplina, con una alta capacidad de irrigación y de control territorial. Esa es una táctica que permitió demostrarles a los golpistas que la capacidad de repetir masacres y de reprimir lo popular ya no sería tan fácil. No es que no habría confrontación cuerpo a cuerpo; pero, ante fuerza militar, la gente iba a desplegar este tipo de control territorial activo, muy bien organizado y con capacidad de desplazamiento y de cercamiento. Este tipo de aprendizajes colectivos, en tanto conforman una experiencia social efectiva, debe ser reforzado y potenciado. La manera de defender un proceso político es esa; la discusión no es tanto la temática específicamente militar, sino cómo se da el aprendizaje táctico de las personas ante la posibilidad de una confrontación, de una acción colectiva «jacobina». En un país con fuerte presencia de lo rural, con fuerte presencia de lo que se llama «sectores urbanos empobrecidos», sin mucho proletariado organizado en sectores industriales, esta fue la manera que el pueblo encontró. Su propio camino, digamos. Y esta es una veta que hay que profundizar y desarrollar. No la habíamos visto antes porque ha emergido fruto de la derrota táctica de 2019. Creo que, a futuro, hay que irradiar, ampliar y mejorar estas maneras de acción para volver inútil el desplazamiento policíaco y militar en caso de golpe. ¿Y cómo caracterizás el momento actual en América Latina? Tiendo a pensar que hay un exceso de optimismo entre quienes ven en este «nuevo ciclo» una mera reedición de la etapa progresista anterior, más allá de los límites que ya aparecieron en aquella etapa. Tanto por la coyuntura internacional como por el perfil que parecen adoptar estos nuevos gobiernos, este atisbo de nuevo ciclo progresista aparenta ser una edición devaluada, más moderada, más contenida, más de consenso con los grandes poderes que la anterior. Me gustaría saber cómo ves vos este momento. Yo prefiero hablar más de oleadas que de ciclos… porque «ciclo» es como muy determinista, en cambio «oleada» es más de fluir, es algo más dinámico. El concepto de oleada es un concepto que usa Marx para estudiar la revolución de 1848, un concepto de Marx para estudiar las revoluciones: «dentro de una revolución, los movimientos se dan por oleadas», dice. Entonces la nueva oleada no puede ser (no va a ser, ni es) una repetición de la primera oleada, y esto por un conjunto de elementos: ya no hay una expansión de los commodities, la economía ha entrado en los últimos años en una recesión jamás vista, las personas son distintas, no tienen por qué ser iguales los nuevos líderes que están emergiendo… Pero hay un hecho fundamental, más allá de estos elementos: a diferencia de los años 2005 a 2015, en los que la derecha quedó atónita frente a esta oleada, en los que no tenía respuesta, ahora ha intentado una. Es una respuesta improvisada y de pies muy cortos, pero es una respuesta. Violenta, agresiva, machista, racista, muy conservadora… Sí, esa es su respuesta, y es antidemocrática: es un neoliberalismo enfurecido. A la crisis del neoliberalismo, entre los años 2000 y 2005, le siguió el posneoliberalismo, y ellos no tenían con qué responder. Intentaban reponer el viejo neoliberalismo, pero no funcionaba, no atraía a nadie. Así estuvieron una década y, pues, tuvieron que inventarse esto. En verdad no es un nuevo proyecto, es el viejo pero recalentado, podrido. No es una nueva propuesta, pero enfrenta algo que sí es nuevo, y eso es lo que hace de este período un período de oleadas y contraoleadas simultáneamente. A la gran oleada conservadora le siguió una oleada rosa. Ahora, lo que hay, es una oleada rosa fragmentada y una oleada conservadora fragmentada. Pugnando, peleando, avanzando en un territorio, cediendo en otro. Y esta va a ser la dinámica por un buen tiempo. Entonces no puede ser igual que la anterior, y sería un error ponerte a pensar que va a regresar ese tipo de acuerdos, ese tipo de estabilidad y consenso progresistas. Es imposible, porque las victorias –propias y ajenas– son temporales. Y eso es una cualidad que se observa a nivel mundial. Mi hipótesis es que el mundo está viviendo en un tiempo suspendido. El mundo y también América Latina. Porque no hay un horizonte, y cuando no hay horizonte no hay línea del tiempo, y cuando no hay línea de tiempo no hay curso del tiempo. Evidentemente, hay un tiempo físico: pasa un minuto, pasan dos, pero no está habiendo tiempo social. Hay tiempo social cuando hay una flecha de tiempo que apunta, imaginariamente, hacia cierto lugar. Pero cuando esa flecha no aparece, el tiempo social no tiene orientación, es un tiempo suspendido. ¿Por qué no tiene orientación? Porque no se sabe a dónde va ir el mundo: no sabes si vas a tener trabajo de aquí a tres meses, no sabes si va a haber una nueva pandemia. Nadie sabe, nadie puede prever qué va a suceder en un año. Esta reflexión filosófica, que siempre perteneció a pequeños cuadros sofisticados, ahora es una reflexión de la gente. La gente no puede prever su futuro, en el mundo entero no podemos prever el futuro. El vecino, el vendedor, el comerciante, el transportista, el obrero… Se ha desdibujado el imaginario de lo que se viene, de lo que debería ser nuestro destino. En verdad, la vida es siempre así. Pero eso lo sabe el filósofo o el sociólogo (que el futuro siempre es contingente); las sociedades no funcionan con creencias de contingencia, las sociedades funcionan con creencias de horizonte, con creencias de predictividad de ese horizonte. Tienen que inventarse, narrarse esa predictividad, y en el mundo social eso tiene un efecto performativo: imaginar un destino es crear un destino. Entonces ahora, cuando no se nos presenta un destino, la política se vuelve tácticamente muy intensa y estratégicamente suspendida. Tácticamente, vas a encontrar que lo que tenía que suceder en diez años ha sucedido en un año en Bolivia. Lo que tendría que haber sucedido en catorce años en Argentina, un ciclo conservador, dura cuatro, y no sabes si este ciclo progresista durará más allá de otros cuatro años. Con Bolivia, igual: ¿quién sabe si durará dos años, cuatro o seis? Nadie puede prever nada, y la gente lo sabe y lo vive con angustia. Esta incertidumbre estratégica en común (ya no solamente de una élite filosófica, universitaria, sino de la gente de a pie, que es lo que importa) configura un mundo excepcional. Esta es una nueva cualidad de la nueva oleada. En el año 2005, como no había una respuesta conservadora, el ciclo progresista aparecía como la sustitución definitiva del momento neoliberal. Luego se vio que no, que tiene problemas, que tiene dificultades. Aunque no es un proyecto agotado, tiene que reorganizarse, extraer aprendizajes de la experiencia… Pero hoy ya no es un proyecto exclusivo, puesto que se presenta otro más: el ultraconservador. A su modo, lo que ha pasado con Estados Unidos también demuestra que el discurso del odio tiene un límite. Porque eso es Trump: discurso del odio, neoliberalismo enfurecido con algo de proteccionismo, más anfibio; recoge cosas del viejo neoliberalismo y mete otras que no son del neoliberalismo, y tiene pies cortos en el mundo entero. Pero todos los proyectos tienen pies cortos. Por un tiempo, ningún proyecto va a presentarse como definitivo. En este caos planetario, que iba a darse en algún momento, es importante que los proyectos progresistas puedan cuestionarse, superar debilidades, continuar y enriquecer lo que vienen haciendo. Que puedan ser el norte de la humanidad a mediano plazo, algo que está aún por definirse. Decir, entonces, que este ciclo es una repetición del anterior es un falso debate. No, este es muy nuevo, es un ciclo extraordinario, y el hecho de que haya propuestas progresistas le puede brindar a las clases menesterosas, a las clases humildes, a las clases sencillas, la posibilidad de que no les vaya tan mal. Pero eso no es algo inevitable, no va a suceder solo por contar con mejores repertorios para mejorar sus condiciones. Lo interesante, sin embargo (y yo creo que esa es la enseñanza a extraer de lo que ha pasado en Bolivia), en esta circunstancia tan caótica, tan suspendida en lo estratégico y tan caótica en lo táctico, es que la posibilidad de que un proyecto, una propuesta progresista, de izquierda, pueda remontar en medio de tantas adversidades y tantas turbulencias planetarias radica en dos cosas. Una es la que dijimos antes: que esté sustentada en acción colectiva previa, que haya habido acción, construcción. Pero además hay otra: que el proyecto de poder sea su proyecto de poder, de lo popular; no un proyecto para lo popular, sino su proyecto. Entonces puede haber golpes de Estado, puede haber retrocesos temporales, pero al final vas a vencer. Creo que Bolivia enseña eso: cómo se vuelve a reconstruir después de tanto maltrato, agobio y persecución. Luego se puede analizar en detalle, pero lo central es esto: que este gobierno indígena popular fue imaginado como el gobierno, el proyecto, el proceso de cambio propio de los sectores subalternos. En tanto logres eso, tienes combustible histórico. Porque si no, si solamente piensas «voy a hacer para ellos», tu combustible se agota una vez que lo cumples. Pero cuando no solamente vas a hacer para ellos sino que de lo que se trata es de lo que ellos quieren hacer sobre sí mismos, tienes un combustible casi infinito (metafóricamente hablando) que te permite sobreponerte a la adversidad, a los golpes, a los escarmientos y puedes remontar las circunstancias más duras. No significa que no te vayas a equivocar. Puedes equivocarte y vas a equivocarte muchas veces, vas a tener problemas y fallas, malos manejos tácticos… Pero si no pierdes de vista que este es el proyecto de ellos, que se trata de su autorreconocimiento, de su organización, de su capacidad de tomar decisiones en la historia, entonces vas a reponerte. Te pondrán muchas murallas y aparecerán retos y dificultades, pero si no pierdes ese enraizamiento vas a poder remontarlos. Hay un viejo debate sobre cómo los gobiernos populares deben enfrentar la reacción de las clases dominantes. Dentro de la historia latinoamericana, se desarrollaron de manera condensada en la experiencia de la Unidad Popular. ¿Son inevitables las concesiones a las clases dominantes y a la oposición política para neutralizar su agresividad y para ampliar el campo de apoyo político o, por el contrario, es necesario radicalizar el enfrentamiento para quitarle poder social y político a la burguesía y galvanizar una base social propia en condiciones de derrotar a la reacción? En términos del debate al interior de la UP, ¿«Consolidar para avanzar» o avanzar para consolidar (lo que, en términos del MIR, se expresaba como «Avanzar sin transar»)? ¿Cuál es tu opinión en relación a este debate? ¿Y cómo ves al nuevo gobierno del MAS en ese aspecto? El qué hacer con las oligarquías es un tema complicado. Las revoluciones militarmente triunfantes no tuvieron que hacerse esa pregunta, porque el triunfo militar resuelve ese problema. Las transformaciones que se hacen por la vía democrática electoral, en cambio, te plantean esto como un problema inevitable y que te va a acompañar durante toda tu gestión, porque tienes que convivir con ellos, tienes que convivir con esa clase social. Las soluciones militares más radicales te colocan ante la posibilidad de la disolución de esa clase social, pero una transformación democrática no te plantea esa posibilidad y hay que ser claros –no hay que hacerse los astutos, es una obviedad– en que has de convivir con ellos. Son los límites del modo en que llegaste al gobierno, no tienes la capacidad ni la posibilidad real histórica de disolver una clase social. Y estas son las formas de transformación que se están dando en el continente (y que se seguirán dando en el continente). En torno a esas formas de transformación hay que pensar la idea de socialismo democrático. Si, por circunstancias históricas específicas y no planificadas, el proceso toma otro curso, pues, ¡bienvenido! y te montas. Es el lado leninista de las cosas. Pero si no se da, convives con esta manera de transformación social sustentada en el ámbito democrático electoral. Y entonces ahí los gobiernos progresistas tienen que tener una relación de articulación y desplazamiento temáticos. Un gobierno progresista –por muy radical que este sea– que ha accedido por la vía democrática tiene que encontrar métodos prácticos de convivir con ese sector empresarial del país. No solamente porque posee un conjunto de recursos y de propiedades reconocidas por el ámbito constitucional, sino porque en sus manos está el desarrollo y el impulso de ciertos sectores de la sociedad frente a los cuales la sola estatización no resuelve el problema de la transformación del sistema económico. Porque la estatización de los medios de producción no es socialismo. Estatizando los medios de producción, quedan en manos de un monopolio: el Estado es un monopolio (el monopolio de monopolios) y la socialización es la democratización de los medios de producción. Entonces, por definición, no hay posibilidad de socialismo alguno vía el Estado. Puede ayudar a defender un proceso de transformación, puede ayudar a atemperar cierto tipo de presiones, sí, sin duda, pero son soluciones tácticas, circunstanciales. Lo que puede hacer un gobierno progresista (y para ello usa el monopolio de monopolios, el conjunto de recursos que están a disposición del Estado) es atemperar el poder económico de ese sector. Para ello, un gobierno progresista necesita un Estado con un mínimo indispensable de control del Producto Interno Bruto, para no estar sometido, no estar engrillado, a los poderes fácticos económicos (muchos de ellos más poderosos que el Estado). Ahí tienes un conjunto de mecanismos: tributarios, impositivos, de políticas fiscales, de inversiones y, llegado el caso, también de nacionalización. Ese sería el momento en que el proyecto progresista va más allá de los acuerdos tácticos y de desplazamiento. Desplazamiento en el sentido de que el Estado tenga un nivel de poderío económico con el que pueda romper el efecto de encierro y de aislamiento al que lo llevan los poderes económicos más grandes. Un 30% del PIB, mínimo, tiene que ser del Estado. Eso permite que cuando entre al diálogo o a la acción con otros sectores empresariales, lo haga desde una posición de poder y no de subordinación. Y, evidentemente, si estos sectores entran en una actitud conspirativa hay que afectarlos. No puedes simplemente contemplar, o asumir la actitud de dejarlos seguir con su conspiración. Revisa sus impuestos, mira sus propiedades, sus cuentas bancarias, tienes un menú de opciones de gobierno con las cuales atemperar y contener ese tipo de acciones. ¿En qué momento de un proceso progresista se podrá ir más allá de esta convivencia táctica y de desplazamiento? Cuando las sociedades sean capaces de rebasar a estos sectores. Cuando se ponga en debate –por parte de la misma sociedad, no del gobierno progresista, no de un partido– la posibilidad de la democratización de esa riqueza. Si esto no se da como un debate de la sociedad, como un requerimiento de la propia sociedad, el gobierno simplemente va a sustituir un tipo de monopolio privado por otro tipo de monopolio, y no va a variar la distancia del trabajador con respecto a la propiedad. Habrá un cambio de forma, porque ya no es un monopolio meramente privado, sino que el monopolio pasa a formar parte de los recursos comunes (porque el Estado es esta dualidad de lo común por monopolio, de los bienes comunes por monopolio). Si tú nacionalizas, esas propiedades pasan a formar parte de los recursos comunes; pero son recursos comunes al Estado como monopolio, y frente al trabajador sigue habiendo distancia: no se ha roto o no se ha superado la distancia entre trabajador directo y medios de producción. La posibilidad de ir más allá en el régimen de propiedades (ir más allá frente a las conspiraciones y no meramente de manera defensiva) va a radicar en que la sociedad plantee la posibilidad de la gestión social de la riqueza. Y eso va a depender de qué pasa con los trabajadores de cada sector (de los bancos, de la industria), qué pasa con la sociedad en su conjunto, de cómo esté asumiendo el debate sobre sus condiciones de existencia, de si la aflicción de una crisis económica la conduce a pensar en asumir el control de esa propiedad, etcétera. Si eso se da, pues le toca a un gobierno progresista apuntalar y pujar por su realización. Por eso los términos de la discusión que ustedes planteaban se me hacen muy de élite: ¿qué corresponde hacer, transar o desplazarlos? Estás transando y desplazando en tanto eres solamente tú, gobierno. ¿Cuándo se rompe esto? Cuando la sociedad va más allá. Si analizamos tus textos más teóricos, uno puede encontrarse con una sorpresa. Si bien sos muy crítico con las tesis del tipo «cambiar el mundo sin tomar el poder», colocás, sin embargo, el centro del cambio en la sociedad civil y no en el Estado. Incluso limitás de forma bastante tajante la capacidad de acción transformadora del Estado, sobre todo en tus reflexiones sobre la forma-valor y la forma-comunidad. Eso me genera una duda teórica y estratégica: ¿en qué sentido podemos esperar que se mantenga activa la sociedad civil si el centro de la actividad de la izquierda luego del acceso al gobierno pasa a la gestión del Estado (y más específicamente, según tu opinión, a la gestión macroeconómica, es decir, a una actividad netamente estatal)? ¿La relación con los movimientos sociales no tiende entonces a convertirse en una relación de integración al Estado que erosiona su capacidad disruptiva? A su vez, esta concepción sobre el límite tan marcado de la capacidad de acción del Estado, ¿no termina por «desresponsabilizar» al gobierno de sus propias limitaciones? Has escrito que las masas suelen girar hacia la apatía luego de los primeros avances políticos de un gobierno popular y, a la vez, que el centro de la actividad de la izquierda luego del acceso al gobierno debe estar en la economía. ¿Cómo hacer, entonces, para que la irrupción de la sociedad civil no se convierta en un deux ex machina? Lo que pasa es que el Estado es un estado de la sociedad. Así como hay un estado líquido, uno gaseoso, uno sólido de la materia, el Estado es un estado de la sociedad, es una «manera de estar» de la sociedad, y esa concepción te permite superar muchas de las lecturas instrumentalistas, antiestatalistas y algo ingenuas dentro del marxismo. Esto viene aparejado con esta lectura de Marx de que el Estado es una comunidad ilusoria, es una comunidad, es lo común, sólo que es ilusorio porque está hecho por monopolios, es «lo común por monopolios», aunque parezca una paradoja. Así te enfrentas con todas las corrientes anarquistas o marxistas que sostienen que no hay que tomar el poder, porque el poder es lo que tiene en común una sociedad. ¿Qué tienen en común los argentinos? Lo que está en el Estado: comenzando por el idioma, sus instituciones, su historia, sus riquezas naturales, sus impuestos, su sistema de salud, sus derechos… Eso está en el Estado, no es que ha salido del Estado, lo que pasa es que el Estado lo centraliza, se lo apropia. Eso es el Estado: esa facultad de monopolizar y centralizar lo que surge de la sociedad, la relación estatal. No puedes imaginar el Estado por fuera de la sociedad porque el Estado es una manera de estar de la sociedad. Por eso esa lectura de Gramsci del Estado ampliado como sociedad política más sociedad civil. Así puedes criticar de esta manera marxista muy sólida a estas lecturas seudomarxistas que sostienen que no hay que tomar el poder. Y lo aplauden los ricos, porque dicen «qué bien que no tomen el poder, porque yo tengo el poder y voy a hacer lo que me da la gana con el poder». Y tú en tu casa, en tu barrio, pensando que no hay Estado, igual vas a usar el dinero del Estado, igual vas a mandar a tu hijo al colegio de ese Estado. Entonces, ellos dicen «yo voy a decidir dónde va estudiar tu hijo, voy a definir cuánto vale el dinero, voy a pagar tu salario para que sigas escribiendo que no hay que tomar el poder». Es así, perverso, pero es así. Pero así como hay esa crítica a esta lectura está la crítica de quienes te dicen que el Estado es un Estado perverso, maléfico, que está para dominar e imponerse a la sociedad. Una crítica que tampoco funciona, claro, porque simplemente ponle dinamita a ese ente maléfico y ya, tienes el comunismo. Eso no es cierto, porque en tu alma está el Estado, en tu manera de delegar cosas está el Estado, en tu manera de aceptar e imaginar cosas está el Estado, y mientras eso no sea demolido en tu misma psique, en tu esquema mental, va a seguir habiendo Estado. Esta es la manera de enfocar teóricamente esta temática: dentro del Estado está la sociedad, la fuerza del Estado es la fuerza de la sociedad, su manera de ser, de estar articulada o desarticulada como Estado. ¿Cuándo se da la posibilidad de que sectores populares sean reconocidos por el Estado? Cuando se movilizan. ¿Cuándo hay un derecho? Cuando la gente asume que tiene ese derecho y lo conquista. ¿Cuándo se amplían los recursos comunes del Estado? Cuando la gente cree que ese es un recurso común y la manera de volverlo un recurso común es apelar al Estado, que los interconecta a todos, y puede convertir ese recurso en común. ¿Cuándo deja de tener recursos comunes el Estado? Cuando la gente cree que están mal utilizados por una burocracia política de corruptos y ve con buenos ojos que eso deje de ser de todos, porque cree que al pasar al sector privado también le va a alcanzar a él, y da paso entonces a la privatización, la acepta. Porque se ha privatizado con aceptación de las personas, no es que necesariamente se le metió bala para que acepten. A unos cuantos, sí, pero la mayoría aceptó porque creía que era la mejor manera de acceder directamente a esas cosas que eran comunes. La fuerza y la debilidad de un Estado en su estructura material, en su infraestructura, en sus recursos, es la propia sociedad. En la experiencia continental, ¿cuándo se han dado procesos de nacionalización de recursos que estaban en manos de los ricos? Cuando la sociedad había discutido previamente que había que nacionalizar, que era injusto que eso, que era de los bolivianos, o de los ecuatorianos, o de los venezolanos, se lo llevaran los gringos. Antes de que entre Evo, antes de que entre Correa, antes de que entre Chávez, la gente lo sentía así. Cuando entran, la gente les dice «eso es nuestro, ¿por qué sigue en manos de un extranjero?», entonces viene el gobierno y lo nacionaliza. Y entonces hay más dinero para construir escuelas, construir hospitales, pagar mejores salarios, y la gente lo vive así. Se mejora, claro, pero eso no quita que haya un monopolio de esa mejora. No es un control directo sobre esa riqueza, sino a través de un monopolio. Un monopolio por el que la gente se siente representada, con el que puede dialogar, pero sigue siendo un monopolio. Un gobierno progresista se mueve en esos márgenes. Claro, siempre hay un margen limitado de autonomía en cualquier gobierno. Si es más progresista, será más radical en función de la demanda social. Y si es progresista pero más centrista, a la demanda social siempre le pondrá un «pero», la dilatará un poco, en la letra chica del decreto o la ley establecerá un conjunto de limitaciones, de comisiones, que dilatarán en el tiempo la eficacia de una medida. Si es un gobierno más vinculado a lo popular, emergente de lo popular, no habrá letra chica y será como una acción más directa de ampliación de derechos, de ampliación del bien común, de estatización, de nacionalización. Pero, en el margen, un gobierno progresista siempre se sostiene o está en la cresta de una ola social. ¿Por qué un gobierno progresista no puede andar, ir más allá? ¿Por qué no se plantea el horizonte socialista? Pero, además, ¿quién sabe qué es el socialismo? ¿Que estaticemos la banca, las empresas, la industria…? Resulta que no fue eso. Cuando uno revisa lo que pasó en 1917, en la comuna de París en 1871, reaparece el viejo debate marxista, el viejo debate comunista: el socialismo no es la estatización. Son medidas temporales, una serie de instrumentos temporales y circunstanciales para favorecer, para defenderte. Pero el socialismo era la capacidad de que la gente, la sociedad, pudiera ir democratizando no el posibilidad de beneficiarse de esos bienes, sino el control de esos bienes, la propiedad de esos bienes, el uso de esos bienes, la gestión de esos bienes. ¿Cómo implantas esa forma de comunidad de bienes? ¿Por un decreto? No, eso no se establece por decreto, porque el decreto lo va a hacer cumplir una burocracia, una élite, que podrá ser popular, revolucionaria, pero que se asume la ejecutante de lo popular, y algo que podemos sacar de la experiencia de las revoluciones sociales del siglo XX es eso: no se puede suplantar, no se puede decir «yo represento a la clase obrera», no me puedo atribuir la representación de la clase obrera, ni me puedo atribuir la representación de las mujeres, la representación de los indígenas… O lo hacen las mujeres o no, no se hace. Al movimiento lo hacen las mujeres, al movimiento lo hacen los indígenas, al movimiento lo hacen los obreros, no yo, simulando, suplantándote a vos como mujer, como obrero, como campesino, como indígena. Suplantar es fácil, pero no te conduce a ninguna revolución. Eso no es el socialismo. Ese tipo de experiencia revolucionaria es la que fracasó, la que sacamos como herencia del siglo XX. Se trató de un proceso de suplantación por parte del Estado de la propia experiencia de la sociedad. Entonces, ¿qué? ¿Hay que esperar porque es la sociedad la que, en última instancia, en definitiva, puede marcar el horizonte? Pues sí. ¿Cuándo se va a poder avanzar en procesos de radicalización de las medidas de un gobierno? Cuando haya ese movimiento previo, ese debate previo de que hay que avanzar. ¿Cuándo un gobierno progresista puede ir más allá? Cuando tiene un debate social, un empuje social que abre, que produce una ruptura cognitiva, algo distinto, que no se ha dado todavía. ¿Se dará? Ojalá, ese es nuestro sueño, ¿no? Nuestro sueño es que pueda ir más allá y, de hecho, eso es el socialismo democrático. No es una medida en particular: el socialismo democrático es la posibilidad de que un conjunto de transformaciones sociales in crescendo sean una conquista. Es el desborde de la democracia, es ir del hecho electoral al hecho estatal, del hecho estatal al hecho económico, del hecho económico a la fábrica, al banco, al dinero, a la propiedad… un desborde de la democracia. Ahora, ¿qué significará eso en los hechos concretos? Hubo algunos atisbos cuando se dio el debate en la Asamblea Constituyente sobre la distribución de las tierras en Bolivia, o cuando los mineros tomaron la mina y comenzaron a gestionarla. ¿Qué hizo el gobierno ante esta toma de la mina para hacerla producir? La estatizas, y dejas que los compañeros se hagan cargo, no solamente del sindicato, sino de la gestión, de la administración, de la parte técnica, confiando también en que van a hacerse cargo de las ganancias a favor de todos y no solamente de ellos (cosa que no se dio, pero es lo que intentas impulsar). Yo reivindico eso. Decías «pero, ¿no es una manera como de lavarte las manos?». Lo cierto es que no hay otra manera de avanzar la propuesta práctica de un socialismo democrático: o la sociedad avanza y empuja al Estado a procesos de mayor democratización, o no hay tal socialismo democrático. Porque el Estado no va poder sustituir esa acción, el Estado siempre va a ser –por más popular, democrático, revolucionario que sea, por muy compuesto por bolcheviques, leninistas, indianistas, cataristas– siempre va a ser un monopolio. Si no, ya no es Estado. Cuando deja de ser monopolio, ya no es Estado, ya estás en otra sociedad. Si la sociedad no se anima a experimentar por su cuenta y riesgo propios formas distintas de propiedad del dinero y de las empresas, el Estado no puede hacerlo, porque eso no es socialismo, eso es simplemente una nueva estatización de medios de producción administrados por una élite. Buena gente, progresista, pero una élite que define qué se invierte, cuándo se invierte, dónde se compra, cómo está la relación con el trabajador… y el trabajador sigue siendo un trabajador dependiente de un salario, sin poder frente a la máquina y sin poder frente a la gestión de esa empresa. Hemos llegado a la reflexión de cómo convivir (en nuestra experiencia) con la burguesía, cómo convivir y cómo desplazar temáticamente a la burguesía hasta que se dé un proceso de mayor radicalización. Proceso que no tiene que ser solamente nacional, sino la perspectiva de que sea una radicalización más regional, que se puedan apoyar entre distintos países, para que esta experiencia de nuevas formas de propiedad sean apoyadas por otras formas de propiedad en el continente. Eso es algo que ya no depende solamente de una experiencia a ser resuelta por un solo país (el viejo debate de si se puede dar el socialismo en un solo país). El argumento sobre la estatización tiene varios puntos sobre los que me gustaría detenerme. En primer lugar, hay un aspecto sobre el que no tengo objeciones: la estatización no es suficiente para la socialización. Esto ya fue planteado, por ejemplo, por Castoriadis y Lefort, cuando hacían eje en que se necesitaba cuestionar la división capitalista del trabajo al interior del proceso productivo y que no bastaba con cambiar la forma jurídica de las relaciones de producción. Sin embargo, desarrollás también un segundo argumento que indica que no es deseable ir muy lejos con la estatización, porque si uno va muy lejos lo que está haciendo es suprimir mediante actos de voluntad formas sociales –el dinero, el mercado, el valor– que solo pueden transformarse en el curso de «largos procesos» y no mediante actos administrativos de gobierno. Respecto a este segundo punto: la crítica a una concepción «hipercentralista» o «hiperestatista», ¿no corre el riesgo de recaer en el problema inverso, es decir, ignorar las constricciones estructurales que la propiedad capitalista impone a todo proceso de cambio social y político? Estoy pensando en explicaciones clásicas, como las de Fred Block, cuando describe la dependencia del Estado respecto al capital: en la medida en que se mantiene el monopolio privado de la inversión, los capitalistas pueden abstenerse de invertir, fugar capitales, y todo concluye en espirales inflacionarias que suelen deteriorar a los gobiernos y derrotar los procesos. Fue el caso de Allende (la crisis inflacionaria posterior al aumento de salarios de 1971), de Venezuela (sobre todo, a partir de la caída del precio del petróleo) o incluso de experiencias menos radicales: cuando se genera un clima que no es considerado confiable o favorable a los negocios, las clases dominantes responden de este modo, incluso de forma espontánea. La pregunta es: aun si no es suficiente la estatización, ¿no es necesaria respecto a los resortes fundamentales de la economía (lo que creo que incluye la banca y el comercio exterior), para evitar las constricciones estructurales que impone la «confianza empresarial» sobre la acción del Estado? Cuestionando las lógicas hiperestatistas, ¿no corremos el riesgo de recaer en una concepción gradualista, que siempre nos enfrenta al problema del límite objetivo que pone a las reformas redistributivas el imperativo de rentabilidad de una economía que sigue siendo capitalista? ¿Qué se puede esperar de la estabilidad de un proceso de cambio, si la burguesía sigue allí como clase económicamente dominante? Es interesante el enfoque de Block porque te muestra (a diferencia de todas las otras interpretaciones marxistas) un hecho muy práctico, real, concreto: cómo son las constricciones. Es decir, tipos que, sin necesidad de acordar, cuando ven un gobierno muy progresista, que no sabemos bien qué va a hacer, guardan su plata, de forma natural, sin necesidad de ninguna conspiración, pero sugiriendo sí una acción de clase y una compresión de clase hacia el Estado, hacia el gobierno. Pero se supone que un gobierno de izquierda o progresista ha irrumpido en un momento de crisis, donde esos que tienen la plata no están pagando bien, no están contratando, están teniendo problemas… Porque si estaba funcionando bien el gobierno y la economía, entonces el gobierno de izquierda no hubiese llegado. ¿Cuándo ha entrado un gobierno de izquierda cuando la economía está bien, cuando todo está tranquilo, cuando todos tienen empleo? No, no entran. Los gobiernos progresistas entran porque está funcionando mal, es decir, cuando esa constricción justamente está en duda, porque sacaron sus capitales al extranjero, porque no están invirtiendo, están especulando en la banca, están generando desempleo y sufrimiento social. Cuando llega un gobierno progresista de izquierda es porque la gente le dice «oye, haz algo frente a estas agresiones que vivimos». Eso le da la autoridad y la legitimidad para poder tomar un conjunto de medidas. Que no lo haga ya no es un tema de constricciones, ya no es un tema de veto, sino que es que no quieres hacerlo, no te sientes predispuesto, no ha habido el suficiente debate, le tienes miedo o no estás para eso. Ya se trate de una limitación del gobierno, de sus esquemas mentales, de su manera de ver el mundo, de entender el mundo, y de lo que se cree capaz de hacer, la cuestión es que los mecanismos están ahí. Nosotros entramos en medio de una crisis económica y, si no hubiéramos tomado medidas de nacionalización, la crisis hubiese continuado durante los diez años siguientes. Entramos y no había plata, pues, ¿dónde está la plata? En telecomunicaciones, en energía eléctrica y en hidrocarburos. También hay dinero en otras cosas, sí, pero ya es más complicado; con esto ya tienes una primera fuente. El Estado se potencia, has nacionalizado el gas, el petróleo, la electricidad, las telecomunicaciones, ya tienes una fuente de ingreso que te permite un conjunto de políticas públicas. Luego, el tema de los salarios siempre va a ser una cosa complicada. Pero, en catorce años, nosotros nunca nos reunimos con los empresarios para negociar salarios: nos reuníamos con la COB (Central Obrera Boliviana) y no con los empresarios; no había nunca una tripartita. Pero también hacías tus cálculos: cómo está el tema de ventas acá, cómo está el tema de ganancias, cómo están registrando los impuestos, cómo ha crecido la economía… Tienes una mirada sobre dónde puedes ajustar, y vas a ajustar a los empresarios por acá, pero después tienes que devolver el dinero por otro lado (subvención de tarifas eléctricas, subvención de transporte, de gasolina). Entonces, cuando el empresario protesta, le puedes decir: «si te doy a vos gasolina a mitad de precio, te doy gas a la tercera parte y te doy agua a la quinta parte, y tú no quieres aumentar el salario. ¿Quieres que nivele? ¿Quieres que ponga un precio industrial a todo, un nuevo precio, sin subvenciones?». El Estado tiene esas facultades, eres monopolio de monopolios. Uno de tus monopolios es fijar los precios, fijar las tasas de convertibilidad de la propiedad, del dinero, de los servicios. Esas son facultades del Estado, y las utilizas. Porque tu horizonte de acciones es distinto: no has entrado con temor a tomar decisiones, pero sabes también que no puedes jalar mucho, ¿no? Nosotros logramos aumentar 450% el salario real del trabajador: de 50 a 306 dólares. Si le quitas la inflación, del 50%, en catorce años tienes un aumento de salarios del 400%. ¿Por qué no más? Pues porque si seguías aumentando los salarios corrías el riesgo –y comenzó a suceder– de afectar a las empresas pequeñitas, cuyas tasas de rentabilidad son menores. Habías jalado lo suficiente, entonces. Pasar de 50 a 310 dólares es un buen avance. Queríamos 400 dólares de salario mínimo, pero ahí ya veías que a las microempresitas, a la que contrata cuatro personas para vender zapatos, o bicicletas, ya no le da. De hecho, algunas habían comenzado a cerrar. Entonces te detienes. Ahí un gobierno progresista tiene que saber cómo moverse, porque vas a tomar en cuenta a los trabajadores, pero luego también a los que están encima de los trabajadores, este sector medio, medio-popular, la gente que tiene pequeñas empresitas, que contrata dos operarios para una tienda, para un servicio, para vender comida. Los de arriba pueden soportarlo, siguen ganando y no te preocupas por ellos. Pero sí preocúpate por este sector que, en nuestra sociedad, es parte del bloque popular. El ajuste, entonces, se dirige hacia arriba. Has nacionalizado las empresas extranjeras, te has peleado, y comienzas pues a afectar la banca: le pusimos un impuesto de 50% a sus ganancias, que van al Estado, y eso funciona. Si la banca generó dos mil millones de bolivianos en un año, mil pasan al Estado. Y la banca puede disminuir aún más su rentabilidad, entonces obligas a que preste crédito productivo, y eso fue lo que hicimos: el 60% del dinero de la banca al sector productivo y el 40% a especulación, a comercio, a las tasas que quiera. Pero el 60% al sector productivo. ¿Para qué? Para que generes inversión, para que todo ese dinero ahorrado (que en verdad es de los bolivianos) se reinyecte a la producción. Tienes así una dinámica de crecimiento de la economía utilizando el dinero de los privados. Porque eres monopolio, puedes definir tasas de convertibilidad, puedes definir tasas de interés, puedes obligar al dinero a ir en una determinada dirección. La posibilidad de que el Estado implemente un conjunto de políticas económicas que rompan este poder de veto empresarial pasa por políticas de ese tipo. Allí donde el poder de veto es demasiado fuerte, simplemente lo quiebras: te metes y construyes una empresa del Estado. Un ejemplo: el caso de la soja en Bolivia. La soja se produce en el oriente; hay cuatro empresas agroindustriales, de la oligarquía cruceña (que no solamente era nuestra enemiga política antes –y lo es ahora–, sino que encima dependía de ellos el abastecimiento del alimento de una parte de la población. Y como la carne de pollo es la más popular, porque es la más barata, entonces ellos tenían un poder de veto: no vendo torta de soja a los pequeños productores de carne de pollo, entonces el precio del pollo se encarece y entonces, ¿quiénes protestan? Pues la gente, la familia popular, que come pollo, y protesta contra el gobierno porque el pollo ha subido de 10 a 15 o 20 bolivianos. ¿Qué haces entonces? Te metes, le quitas al sector sojero la base social de dependencia del pequeño productor. El pequeño productor campesino, nuestra gente, depende del productor sojero porque le adelanta dinero para insumos, para fumigantes, para máquinas, y le compra por adelantado la soja, pues tiene toda la cadena. Pero, como Estado, puedes intervenir: le compras tú la soja a ellos y, como siempre va a haber un empresario más pequeñito dispuesto a procesar esa soja, entonces es posible cortar esa cadena. Ahí es cuando comienzas a aumentar tu facultad de negociación, a quebrar ese poder de veto, ese poder de control frente al gobierno. Pongo este ejemplo pero es un razonamiento general. Se trata de cruzarle el camino a los sectores empresariales que tienen demasiado poder de veto. No necesariamente estatizas todo, pero sí cortas la cadena, los debilitas, y eso hicimos con la soja; ya nunca más volvió a ser un problema. Desde 2009 hasta el 2020 ese mecanismo de chantaje que existía con la soja nunca más volvió. Y si molestan un poco más, les suspendes las exportaciones, porque como gobierno tienes el monopolio de decidir si se exporta o no se exporta. Entonces estableces, simplemente, que no se puede exportar porque es para el consumo interno. Aunque el 80% de la producción de soja es para el extranjero, hay un 20% que es para consumo interno. Pues bien, dejas exportar solo el 20, 30, 50%, ellos se asfixian (no tú) y ya. No voy a hacer la guerra, voy a vender la soja a los polleros a un precio definido por el Estado. Cualquier poder de veto por parte de las fuerzas empresariales puede ser disminuido, relativizado o afectado. Depende de si el gobierno tiene la decisión de hacerlo. Sin embargo, el problema central en todo esto sigue siendo, para mí, si en la sociedad hay fuerza para ir más allá de estas regulaciones, de estas convivencias. Y eso ya no es un tema del Estado. Un Estado y un gobierno tienen una infinidad de herramientas para mantener este control, esta regulación y convivencia; pero no disponen de las herramientas para ir más allá de eso, para plantearte una nueva relación de propiedad de la riqueza. Ningún gobierno las tiene, porque dependen del empuje de la sociedad. Ahí veo yo la preocupación, la dificultad, de nuestras experiencias progresistas. Y aquí también me estoy peleando con la mirada de los compañeros que dicen que las experiencias progresistas son un tipo de revolución pasiva. Porque, claro, eso funciona si tuvieras una poderosa acción colectiva yendo más allá, planteándote temas de nuevas relaciones de propiedad, de democratización de la riqueza más radical. Si ahí viniera un gobierno progresista a asfixiar, a encasillar, a contener, a reprimir ese tipo de experiencias… Esos compañeros hablan de memoria, no conocen la experiencia real de la sociedad. Los que intentan introducir el concepto de revolución pasiva o la idea de pasivización de la sociedad por parte de los gobiernos progresistas tienen que, primero, con hechos prácticos, con algo de etnografía social, mostrar qué experiencias de la sociedad, qué experiencias de acción colectiva han ido más allá de las formas de propiedad, de las formas de gestión que están prevaleciendo. Pongo el caso de Bolivia. Cuando ha habido alguna experiencia –como el caso minero de huanuni – de ir más allá de la forma de propiedad y de gestión por parte de los trabajadores, el gobierno se ha sumado. Pero el resultado ha sido todo lo contrario a lo que se suponía: en una mina con cinco mil trabajadores, en la que los trabajadores hacen una autogestión de la empresa con recursos públicos, al final resulta que las ganancias de esa empresa no regresan a la sociedad sino que se quedan en los mismos cinco mil trabajadores. Al final, no son dos personas las que se apropian y gestionan un bien de todos, pero se lo apropian y gestionan cinco mil personas en lugar de 10 millones, como debería ser en una forma de autogestión real. Entonces estas formas de autogestión, que se dieron entre los años 2010-2011 y 2017-2018, incluso fomentadas por el gobierno, apuntaladas por el gobierno, acabaron –por la propia dinámica de los compañeros, por la falta de experiencia en gestión y por la propia experiencia cultural– en una forma de apropiación privada. Ese es el caso más novedoso de una forma de gestión que se planteó la propiedad y la gestión más allá del régimen capitalista pero, al final (y no por culpa del gobierno, al contrario, con apoyo financiero del gobierno), recayó en esta forma de apropiación. Entonces esta otra crítica tampoco tiene asidero, es más un juego de palabras para ver quién es más gramsciano, más izquierdista, pero no tiene sustento en la realidad práctica de acciones colectivas que hayan apuntado más allá y gobiernos progresistas malvados, que hayan venido a asfixiar ese despertar de la sociedad. Los gobiernos progresistas, por lo general –puede haber excepciones– han acompañado los niveles de maduración y de debate de la propia sociedad. Tampoco se han distanciado mucho más hacia arriba ni han ido por atrás: han acompañado, ha habido una relación más bien virtuosa entre la acción colectiva y la dinámica del gobierno progresista. La concepción de que es necesario esperar nuevas oleadas de movilización popular para que el Estado pueda ir más lejos, ¿no corre el riesgo de convertir al gobierno en una representación pasiva de la sociedad, disminuyendo la autonomía estatal y, por lo tanto, también su responsabilidad? ¿No es posible pensar una figura intermedia entre el vanguardismo «sustituista» y el mero acompañamiento al estado de ánimo social, un concepto de dirección en el que las fuerzas gobernantes de un proceso de cambio funcionan como un revulsivo de radicalización de la experiencia de las masas? Para tomar ejemplos de la historia latinoamericana: la experiencia de Chávez luego del intento de golpe de 2002 y, sobre todo, del lockout patronal de 2004, ¿no puede entenderse así, como un revulsivo permanente que empujaba hacia la radicalización social? La declaración del carácter socialista de la revolución cubana en 1961, ¿no puede también comprenderse de este modo? A mi juicio, es una mala explicación la que adjudica la radicalización de la dirección cubana fundamentalmente a la “presión de las masas”. En todo caso, la evolución de la dirección encontró un eco, un contexto propicio, en la dinámica social. Nunca es transparente qué es lo que quieren las masas, hasta donde están dispuestas a ir, cuáles son las relaciones de fuerza. Se trata de interpretar y actuar políticamente sobre ellas. El gobierno considerado como agente que actúa sobre la sociedad, y no solo como representante de la sociedad, ¿no tiene más para hacer en pos de tensar y abrir las relaciones de fuerza sociales? Ciertamente, un gobierno tiene muchas herramientas para ayudar, e incluso para agendar temas. Tener el control de las cosas comunes de una sociedad ya es mucha cosa. No todo lo común está en el Estado, ojo. Hay cosas comunes que no están en el Estado. Pero, cuando pueda, se las va a jalar: esa es su función. Si no, no es Estado. El tener esas cosas comunes ya te da una fuente de poder muy grande, incluso sobre los elementos de la reflexión, del sentido común, de los esquemas mentales. Si a eso le sumas los recursos… El 20, el 30 o el 40% del PIB de un país otorgan los elementos materiales y técnicos para convertir esas ideas o esas propuestas en hechos eficaces. No es poca cosa. En ese sentido, un gobierno progresista puede ayudar a agendar temas de debate, puede ayudar a esclarecer la propia experiencia de la sociedad. Hay una infinidad de tareas que se le presentan a un gobierno, más allá de la mera gestión. Tareas de carácter pedagógico, de carácter reflexivo para con la sociedad, pero lo que nunca puede hacer es sustituir la experiencia de la sociedad, no. Ni siquiera convirtiéndola en relato, convirtiéndola en libro, en texto, en video, en ley o en decreto. No puede sustituir esa experiencia, y el socialismo es una experiencia de la sociedad. En ese sentido, soy más leninista. Pero no del comunismo de guerra, sino de la NEP, que es un poco la confesión de Lenin: no importa cuán radical haya sido la vanguardia, no importa cuántas medidas de avanzada haya podido implementar (un momento necesario para protegerse). En los hechos, solo se podrá avanzar hacia algo distinto al capitalismo si la sociedad experimenta la necesidad de algo distinto al capitalismo. Eso es la NEP y ahí he quedado yo, en ese Lenin del «Más vale poco y bueno» de 1923. Ese textito es una reflexión, una especie de confesión de Lenin, que evalúa lo que se hizo, el comunismo de guerra, y traza una especie de balance de esos tiempos tan turbulentos en los que se creía que se podían tomar medidas muy audaces para que luego vengan los hechos a decirte «bueno, lo que tenemos es un capitalismo de Estado». Hemos de poder superar el capitalismo de Estado no por cuántas estatizaciones hagamos, sino por cuántas maneras de comunidad real construyan las personas en el hecho económico. El fondo es cómo construyes esas formas de comunidad en tanto experiencia de las personas. Porque el socialismo es eso: avanzar en la construcción de comunidades, no desde arriba sino como la única forma de comunidad que puede haber: entre personas. No por decisión de élites o de los monopolios, porque eso es justamente la negación de la comunidad. El Estado es, por definición, una negación de la comunidad. Es un monopolio y, por lo tanto, no puede construir comunidad. Puede colaborar, puede visibilizar, decir «por aquí van las cosas», ayudar a crear… Pero decir «oye, bueno, ahora ustedes hacen comunidad; vengan, produzcan»… eso no es comunidad. Eso es comunidad desde arriba, y ya sabemos a dónde conduce. El debate de los cubanos de los últimos diez años va un poco en esa sintonía: cómo implementar un conjunto de medidas que no sean las medidas que el Estado ha decidido, que el Estado ha regulado. Porque, según el Lenin de 1921, eso no es más que capitalismo de Estado, y entonces ponle ese nombre: capitalismo de Estado. ¿Cómo da un paso más ese capitalismo de Estado? Con comunidad. ¿Quién forma la comunidad? La gente y el trabajador en la fábrica o en el campo. Y ahí viene todo el debate sobre cómo se dan las experiencias de comunidad en la sociedad, pues, claro, hay experiencias locales, fragmentadas. El mundo indígena campesino tiene una herencia de comunidad. Mutilada, sí, pero la tiene. El mundo urbano tenía construidas comunidades locales en lo barrial, sí, en ciertos aspectos: para temas de consumo, de servicios… En fin. Tienes un fragmento de comunidades, de retazos de comunidades, y eso puede ser un punto de partida para lo nuevo, para lo comunitario. El Estado puede ayudar, pero no puede sustituir ni puede inventar. Porque comunidad hay en tanto hay creación libre y asociada de los propios productores directos, no puede ser una asociación impuesta, regulada y administrada por el monopolio del Estado, porque eso ya no es una comunidad. Entonces la posibilidad de una salida intermedia, es decir, una salida no vanguardista que sustituye, pero tampoco el simple acompañamiento, está en ese Lenin. En esa versión leninista que te decía que hay que estar a un paso –y nada más que a un paso– de la gente. No dos, ni cuatro. Un paso: ochenta centímetros. No más de ochenta centímetros de las personas, de lo que están sintiendo, de lo que están experimentando. No estás arriba, no estás en el segundo piso, ni en el tercero: estás a un paso, pero al lado de ellos. En el mismo hueco, quizás. No se me ocurre una salida intermedia, no la he reflexionado, no la veo, no me convence, tampoco. Me gusta esa expresión de Lenin. Ir exactamente a un paso y nada más que a un paso de la experiencia de la sociedad laboriosa, de los trabajadores. *Publicado originalmente en Jacobin América Latina #2, «El laberinto latinoamericano» Fuente: https://www.agenciapacourondo.com.ar/debates/garcia-linera-soy-un-leninista-de-la-nueva-politica-economica-nep