sábado, 30 de mayo de 2020

Juan José Martel afirma que esta aprobación es una fase de contagio masivo

Racismo, brutalidad policial y COVID-19 en Estados Unidos

Racismo, brutalidad policial y COVID-19 en Estados Unidos

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Fuentes: Democracy Now! - Foto: Manifestación en repudio por la muerte de George Floyd. Minneapolis, EE.UU.
Mientras las muertes por Covid-19 en Estados Unidos superan las 100.000, con un impacto desproporcionado sobre las comunidades de color, el asesinato y la violencia por parte de la policía contra personas de color, perpetrados con legitimación del Estado, continúan aparentemente sin tregua.
El pasado lunes, Día de los Caídos en Estados Unidos, George Floyd suplicaba por su vida mientras Derek Chauvin, oficial de la policía de Minneapolis, le apretaba el cuello contra el pavimento con una de sus rodillas. “Por favor. Por favor. No puedo respirar, oficial. No puedo respirar”, jadeaba George Floyd, con sus manos esposadas detrás de la espalda. Los testigos del suceso le pidieron repetidas veces a Chauvin que aflojara la presión, pero el oficial siguió con la rodilla enterrada en el cuello de Floyd. Un devastador video de diez minutos registró este asesinato en cámara lenta, respiración menguante tras respiración menguante. Finalmente, el cuerpo inerte de Floyd fue bruscamente colocado en una camilla, cargado en una ambulancia y llevado al hospital, donde se declaró su muerte.
La indignación fue in crescendo a medida que el video se viralizaba. El hermano de George, Philonise Floyd, declaró a la cadena CNN: “Amo a mi hermano. Todos amaban a mi hermano… conocerlo es quererlo. Él gritaba ‘mamá, mamá, no puedo respirar’ pero no les importó. Realmente no entiendo lo que tenemos que sufrir en la vida. No tenían por qué hacerle eso”. El fiscal general de Minnesota, Keith Ellison, expresó en un comunicado: “Su vida era importante. Tenía valor… Vamos a buscar justicia y la encontraremos”. En declaraciones posteriores, Ellison agregó: “Lo que estamos tratando aquí no es un caso aislado, sino un problema sistémico. Y tanto la investigación como la acusación se están llevando adelante con el objetivo de llegar hasta las últimas consecuencias. Estoy seguro de que se están llevando adelante de manera competente. Pero eso no le pone fin al asunto. El despido de los agentes no le pone fin. El proceso penal que ha comenzado no le pone fin. El proceso de derechos civiles no le pone fin. Necesitamos un cambio sistémico, profundo y permanente”. El alcalde de Minneapolis, Jacob Frey, opinó tras el asesinato de Floyd: “Ser negro en Estados Unidos no debería implicar una condena a muerte”. Frey demanda el arresto de Chauvin y la familia de Floyd quiere que los cuatro oficiales sean acusados ​​de asesinato.
La reverenda Bernice King, una de las hijas del Dr. Martin Luther King Jr., publicó en Twitter una foto del oficial Chauvin con la rodilla apoyada sobre el cuello de Floyd al lado de una icónica foto de la estrella de la Liga Nacional de Fútbol Americano Colin Kaepernick hincado sobre una de sus rodillas en un campo de juego. El ex mariscal de campo fue expulsado de la Liga por arrodillarse durante el himno nacional en protesta contra la violencia policial y la injusticia racial. El texto que acompaña el tuit dice: “Si no te molesta o te molesta poco la primera rodilla, pero te indigna la segunda, entonces, en palabras de mi padre, estás ‘más consagrado al orden que a la justicia’. Y más apasionado por un himno que supuestamente simboliza la libertad que por la libertad de vivir de un hombre negro”.
Mientras las muertes por Covid-19 en Estados Unidos superan las 100.000, con un impacto desproporcionado sobre las comunidades de color, el asesinato y la violencia por parte de la policía contra personas de color, perpetrados con legitimación del Estado, continúan aparentemente sin tregua . El pasado 23 de febrero, en Georgia, Ahmaud Arbery fue asesinado a balazos por Travis McMichael y su padre, el policía retirado Gregory McMichael, tras salir a correr. El 13 de marzo la policía de Louisville, Kentucky, disparó ocho veces contra Breonna Taylor, causándole la muerte. Taylor era técnica en emergencia médica y tenía 26 años de edad. La policía irrumpió en su hogar en el medio de la noche, al entrar en el departamento equivocado cuando buscaban a un sospechoso que ya estaba bajo custodia.
Afortunadamente, no tenemos que agregar el nombre de Christian Cooper a esa trágica lista. Chris Cooper, afroestadounidense, se encontraba observando aves en el Central Park de Nueva York el Día de los Caídos cuando respetuosamente le pidió a una mujer que también paseaba por allí que siguiera las reglas del parque y le pusiera la correa a su perro. Ella se negó rotundamente, lo que lo condujo a grabar la interacción. La mujer llamó al 911 y le dijo a Cooper: “Voy a decirles que hay un hombre afroestadounidense que está amenazando mi vida”. Christian Cooper le envió el video a su hermana, quien lo publicó en las redes sociales, donde rápidamente llegó a 42 millones de reproducciones. Alguien identificó a la mujer como Amy Cooper (sin parentesco con Christian) y, como resultado de su reacción violenta, fue despedida de su trabajo y el refugio para perros le retiró su mascota.
Ibram X. Kendi, director fundador del Centro de Investigaciones y Políticas Antirracistas de la Universidad Americana, le dio contexto histórico a esta interacción durante una entrevista para Democracy Now!: “Lo que hizo Amy Cooper es un típico comienzo de violencia racista. Tenemos a una mujer blanca que utiliza como arma su privilegio de ser mujer y blanca. En lugar de resolver la disputa con la otra persona y seguir las reglas y ponerle la correa a su perro, se victimiza y llama a la policía, con esa proyección de víctima, para que la policía vaya y la proteja. A menudo, los policías realmente creen que esta mujer blanca está siendo amenazada por este presunto depredador afroestadounidense. Con demasiada frecuencia, esto lleva a que esa víctima desarmada resulte lesionada o incluso asesinada”. En 1955 un suceso similar condujo a la tortura y linchamiento de Emmet Till, de 14 años de edad.
El profesor Kendi lanzó “The COVID Racial Data Tracker”, un sitio web para documentar las disparidades raciales en torno a la letalidad de la pandemia, que afecta de manera desproporcionada a las comunidades de color. Los datos se están utilizando para desacreditar el argumento de que las personas de color se ven más afectadas por la Covid-19 por sus afecciones subyacentes. Kendi explicó: “Al menos hacia fines de marzo, y ciertamente a principios de abril, eran personas latinas, afroestadounidenses e indígenas estadounidenses las que se estaban contagiando y muriendo de forma desproporcionada. Llevó un gran esfuerzo de parte de los movimientos de base, que reclamaron que se expongan los datos raciales, empezar a constatar esto, porque los estados se negaban a verlo. El indicador de predictibilidad fundamental de las tasas de contagio y muerte en la población negra es el acceso a la atención médica, el acceso a seguro de salud, así como la contaminación del aire y del agua y el tipo de empleos. Todas estas determinantes sociales de la salud son indicadores predictivos mucho más fuertes en cuanto a las tasas de muerte y contagio en la población negra que sus afecciones subyacentes”.
Los afroestadounidenses representan el 13% de la población de Estados Unidos, pero han representado como mínimo el 25% de las 100.000 muertes por Covid-19 del país. La misma disparidad en la tasa de mortalidad prevalece entre los 5.000 estadounidenses asesinados por la policía desde 2015: los afroestadounidenses tienen el doble de chances de ser asesinados por la policía en comparación con los blancos. La violencia policial es una de las principales causas de muerte de los jóvenes de color.
La pandemia revela lo que los videos de teléfonos celulares y cámaras corporales han expuesto cada vez más y lo que las comunidades de color han sabido por mucho tiempo: el racismo está bien vivo en Estados Unidos y tiene consecuencias letales.

© 2020 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
Fuente: https://www.democracynow.org/es/2020/5/29/racismo_brutalidad_policial_y_covid_19

Coronavirus en Bolivia: Beni sufre horas de terror

El departamento declaró el colapso sanitario

Coronavirus en Bolivia: Beni sufre horas de terror

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Fuentes: Página/12
Los casos se multiplicaron a tal punto que algunos cadáveres yacen en los domicilios particulares. En paralelo, debió instalarse un cementerio improvisado y exclusivo para víctimas de la covid-19.
Si el coronavirus deja expuestos los rasgos más brutales del gobierno de facto de Bolivia, el departamento de Beni es hoy su más triste ejemplo. Hace apenas un mes se detectó el primer caso de covid-19, pero ya son 1.242 las personas infectadas y 77 los muertos en esta humilde región de la Amazonia boliviana limitante con Brasil.
Beni es el segundo departamento más golpeado por la pandemia después de Santa Cruz, a pesar de ser uno de los menos poblados del país con medio millón de habitantes. Los casos se multiplicaron a tal punto que algunos cadáveres yacen en los domicilios por falta de féretros. En paralelo, debió instalarse un cementerio improvisado y exclusivo para víctimas de la covid-19 e incluso sospechosos de contagio, lo cual implica que los muertos podrían ser muchos más que los reportados oficialmente. Beni se declaró en desastre sanitario tras el colapso de su sistema de salud: en medio del escándalo de corrupción por la compra de respiradores con sobreprecios faltan insumos, testeos y personal de salud.
En el departamento de Beni alrededor del 50 por ciento de los médicos del sector público dejaron de atender luego de contraer la covid-19; lo mismo ocurre con el 24 por ciento de su cuerpo de enfermeras. Cuando los casos de coronavirus se dispararon, el personal sanitario salió desesperadamente a pedir ayuda al gobierno nacional por la falta de materiales de bioseguridad, equipamiento e incluso medicamentos básicos como paracetamol. Por eso, esta semana llegaron trabajadores de la salud desde La Paz, y otro grupo de voluntarios se acercó desde Sucre. Pero se trata más bien de iniciativas particulares, distantes de la acción del Estado.
«Nadie quiere trabajar en los centros de salud por temor. Si bien hay médicos que vienen de otros departamentos, va a ser para reponer lo que tenemos de baja y la saturación de nuestros hospitales», aseguró en diálogo con Página/12 Lino Mamani, concejal y presidente de la comisión jurídica del municipio de Trinidad. «Los hospitales están colapsados, no existen las condiciones sanitarias para la atención mínima de los pacientes afectados, el personal médico está entrando en una etapa de agotamiento y si no se toman medidas serias, va a colapsar aún más el sistema», destacó en el mismo sentido la ex Directora General de Asuntos Jurídicos del ministerio de Educación durante el gobierno de Evo Morales, Silvia Mejía.
A esto se suma que las pruebas para detectar la covid-19 se deben enviar al Centro Nacional de Enfermedades Tropicales de Santa Cruz, porque no se cuenta con un laboratorio en Beni. «Jeanine Áñez y (el ministro de la Presidencia) Yerko Núñez trasladan a sus seres queridos y a sus amigos en aviones del Estado, mientras en departamentos como Beni las pruebas son transportadas por vía terrestre, tardan días en llegar y otras veces ni llegan», dijo al respecto Jimena Tejerina, miembro de la red de Feminismo Comunitario Antipatriarcal.

Casa por casa

La flamante ministra de Salud de Bolivia, Eidy Roca, anunció que a partir del lunes primero de junio la ciudad de Trinidad, epicentro de la pandemia en Beni, será encapsulada y que personal médico saldrá a recorrer casa por casa en busca de pobladores que presenten síntomas de coronavirus. «Pero hasta el momento no hubo una respuesta firme del gobierno nacional», aseveró Mamani desde territorio beniano. «Acaban de llegar con seis ministros y lo primero que plantean es un encapsulamiento de siete días, una locura. Sin un diagnóstico, viene este gobierno a decirnos que durante siete días nadie puede salir. Y eso va a hacer romper la cuarentena porque el grito de hambre de los niños llega al corazón y hará que padres y madres rompan el aislamiento», agregó el concejal de Trinidad.
Con la empatía que caracteriza al gabinete de Áñez, el ministro de Defensa Fernando López advirtió el martes que los miembros de las Fuerzas Armadas no pueden convertirse en «niñeros» de cada beniano. «La tropa va hacer lo que tenga que hacer en la medida en que la gente deje ayudarse. No podemos pasar de ser una contención de primera línea a niñeros de cada uno de los pobladores en el Beni», manifestó López entrevistado por el canal ez-no-podemos-pasar-de-ser-una-contencion-de-primera-linea-a-nineros-de-los-pobladores-en-el-beni-o-en-bolivia/»>Unitel. Mal que le pese, la pandemia también golpea a la casta militar: sobre un ínfimo 0,15 por ciento de infectados de covid-19 dentro de la plantilla a nivel nacional, el 85 por ciento se registra en la ciudad de Trinidad.

El cementerio covid

En Beni hay muertes que no entran en los registros de la pandemia porque muchas víctimas fallecieron esperando las pruebas de covid-19, lo que hace suponer que el índice de mortalidad puede ser mucho mayor. Algo similar ocurre con los contagiados: varios se quedan en sus casas porque no hay espacio en los hospitales o porque recurren a la automedicación o a las medicinas naturales, una tradición muy arraigada en distintas regiones de Bolivia. Todos ellos son obviados por las cifras oficiales.
Frente al aumento exponencial de fallecimientos, el municipio de Trinidad habilitó el primer cementerio para personas que fallecieron a causa del nuevo coronavirus. Este ya alberga a al menos 148 muertos: 57 confirmados por laboratorio y 91 sospechosos de haber sido portadores del virus. En el lugar, ubicado a ocho kilómetros por la carretera a Santa Cruz, se multiplican las cruces de madera donde a lo sumo los muertos son identificados con carteles escritos a mano. El «cementerio covid», como lo llaman en Trinidad, no es más que una llanura en medio de la vegetación tropical donde constantemente los tractores cavan fosas.
Marcela Cuéllar, vecina de la ciudad de Trinidad, detalló días atrás al diario La Razón el escenario que observa a diario en el cementerio: «Nosotros vemos cómo trasladan en cajones o sólo bolsas los cadáveres hasta fuera de la ciudad, ahí un tractor los coloca a la fosa. Los familiares están prohibidos de llegar al cementerio». Por su parte, el alcalde Mario Suárez le solicitó al ministerio de Salud nacional material de bioseguridad para el personal que traslada y entierra a los fallecidos.
Pero al gobierno de facto poco parece preocuparle la situación de Beni, en momentos en que se registran 7136 contagios y 274 muertos por coronavirus en todo el país. «Teniendo una presidenta beniana y ministros benianos no han tenido corazón para velar por la gente que está muriendo. Esto es lo triste, hoy aprueban recursos para municipios con menor cantidad de infectados pero no han tenido corazón para dotar los recursos económicos que necesitamos para atender esta pandemia», sostuvo Mamani, quien ya presentó dos proyectos que fueron aprobados en el municipio de Trinidad: la «Ley de prioridad de lucha contra el covid-19» y la «Ley de atención con alimento solidario e integral» destinada a todas las familias de Trinidad que viven del dia a día.
Es que Áñez aplica su mirada autoritaria frente a la política incluso en medio de la emergencia sanitaria. «La pandemia se está manejando de manera irresponsable. El presidente de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos del Beni, Juan Acosta Callaú, falleció con síntomas de coronavirus, pero días antes denunció la forma en que los ministros se referían a la asignación de recursos en el departamento, indicando que no iban a tributar a la imagen política del gobernador de la bancada indígena y aliado al MAS, Fanor Amapo, y que por eso no iban a realizar desembolsos» aseguró Tejerina, y agregó: «De esa forma se está manejando el gobierno de facto: de una forma corrupta y racista porque la vida del pueblo no les interesa».
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/268571-coronavirus-en-bolivia-beni-sufre-horas-de-terror

viernes, 29 de mayo de 2020

Bolsonaro amenaza la salud mundial

Bolsonaro amenaza la salud mundial, plantean petición internacional para enjuiciarlo

© AP Photo / Andre Borges
América Latina
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"Esta carta está dirigida a todos los hombres y mujeres que defienden a la humanidad más allá de las fronteras", empieza el texto indignado. Sin prolongarse mucho, las palabras directas transmiten preocupación ante la pandemia de COVID-19 en un país gobernado por Jair Bolsonaro mientras lo acusa —con un vasto apoyo internacional— de genocida.
"La crisis sanitaria y económica que sufre el pueblo brasileño, la tragedia de ser el segundo país del mundo en número de muertes por coronavirus y el epicentro de la pandemia en América Latina no se debe a ninguna 'fatalidad natural'", sostiene la carta.
"Es el producto de una política deliberada de su Gobierno, el del presidente de la República: Jair Bolsonaro. Un negacionista y autoritario que desde el sillón presidencial dirige una verdadera cruzada contra la ciencia, atacando constantemente el aislamiento social necesario para enfrentar la epidemia", acusa.
El texto también menciona un artículo editorial de la revista científica The Lancet en el que Bolsonaro es considerado "tal vez la mayor amenaza a la respuesta frente al COVID-19 en Brasil" y sentenciado: "tiene que cambiar su curso drásticamente o será el próximo en irse".
De acuerdo con la carta, el país carece de una política de testeo masivo de la población y notifica los casos por debajo de la realidad. Además, el sistema de salud se está colapsando debido a la falta de camas, unidades de cuidados intensivos, material médico". "Por otro lado, la ayuda de emergencia para los sectores más vulnerables, de poco más de 100 dólares mensuales durante tres meses se paga tarde, de forma deficiente y hace interminables las colas para recibirla en las sucursales bancarias", completa. "Bolsonaro, junto con el lobby de un importante sector de las élites brasileñas, defiende 'la salud de los mercados' en detrimento de la salud pública. Aprovechan la situación para cerrar cada vez más los espacios democráticos, aumentar la deforestación de la Amazonia, invadir y amenazar a las naciones indígenas y dejarlas expuestas al virus, atacar la educación, la cultura y la ciencia, recortando los recursos necesarios para su mantenimiento y desarrollo", denuncia la petición para llevarlo a juicio.
"La política y la postura de Bolsonaro son un riesgo para la salud nacional, pero también una amenaza para la salud mundial. Varios países ya están empezando a hacer una especie de 'cerco sanitario' alrededor de Brasil, lo que puede profundizar aún más la crisis", remarca el texto.
Además, la carta advierte de la amenaza de un golpe de Estado perpetrado por el propio presidente que actualmente vive el país. "Con cada declaración y acción, Bolsonaro se aísla política e institucionalmente, lo que lleva a un recrudecimiento de su base de extrema derecha y a que avance aún más en una dirección autoritaria, contra la democracia y la Constitución brasileñas", alerta.
En ese contexto, el texto menciona los cerca de 30 pedidos de impeachment (juicio político) contra Bolsonaro presentados en el Congreso Nacional que han obtenido un apoyo creciente "de artistas, intelectuales, movimientos sociales y personalidades". De hecho, el pedido de impeachment presentado por los mismos autores de la petición mundial de ahora, la bancada parlamentaria del Partido Socialismo y Libertad (PSOL) en Brasil, alcanzó rápidamente el millón de firmas necesarias. Por su parte, la iniciativa mundial está firmada por políticos, expertos, artistas y activistas referentes de países como Alemania, Algeria, Argentina, Austria, Bélgica, Bolivia, Chile, Ecuador, España, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Italia, Luxemburgo, México, Pakistán, Perú, Portugal, Reino Unido, Suecia, Suíza, Turquía y Venezuela, además de Brasil, entre otras figuras integrantes del Parlamento Europeo, Parlasur y del Observatorio de Derechos Humanos de los Pueblos.
"Desde nuestros países, denunciamos a Jair Bolsonaro como genocida de su pueblo, el más criminal de los jefes de Estado y un peligro para la salud mundial. #Fuera Bolsonaro y su Gobierno de muerte!", concluye el texto que invita a todos a sumarse.

Imputar y castigar a los autores de las muertes masivas por COVID-19 en Estados Unidos

Imputar y castigar a los autores de las muertes masivas por COVID-19 en Estados Unidos

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Fuentes: Black Agenda Report
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
No solo Trump, sino toda la clase dirigente estadounidense debe pagar por las muertes masivas a causa del COVID-19 entre las personas negras, porque solo la clase dirigente tiene poder para decidir sistemáticamente a lo largo de generaciones acerca de la posibilidad de vivir o morir de poblaciones enteras.
Estados Unidos encuentra infinidad de maneras de matar a las personas negras, de negar la consigna “las vidas de las personas negras importan” (1). El nuevo coronavirus está acabando con las vidas de las personas afroestadounidenses a un ritmo que a escala nacional es 2,6 veces mayor que el caso de las personas blancas, 2,3 veces mayor que en el de las asiáticas y 2,2 veces mayor que en el de las latinas, según el desglose de la mortalidad por raza del APM Research Lab [Laboratorio de Investigación de APM] . En conjunto las personas negras han sufrido el 27 % de todas las muertes por COVID-19 en Estados Unidos, lo que supone que 24.930 personas del total de las 92.333 personas muertas en Estados Unidos por el virus hasta esta semana eran afroestadounidenses, las cuales solamente conforman el 13 % de la población.
Investigadores de la Universidad de Yale y de la Pittsburgh calculan que la proporción de personas negras muertas es considerablemente más alta, es decir, que las personas negras tienen 3,5 veces más posibilidades de morir que las blancas y las latinas dos veces más de sucumbir al virus. Puede que nunca se conozcan las proporciones reales de personas muertas ya que según el estudio de Yale, “casi la mitad de los estados no rastrea la raza y el origen étnico de las personas muertas durante la pandemia y los que lo hacen no tienen en cuenta las diferencias de edad entre los grupos de población”.
El COVID Racial Data Tracker [Rastreador de Datos Raciales del COVID], una colaboración del The Atlantic’s COVID Tracking Project [Proyecto de Rastreo COVID de The Atlantic] y de The Antiracist Research & Policy Center [Centro de Investigación y Política Antirracista] actualiza diariamente la cantidad de víctimas por grupo étnico, con un retraso de aproximadamente tres días respecto al informe de muertes por estado.
Si son correctas las conclusiones del informe de las universidades de Yale y Pittsburgh de que las personas negras tiene 3,5 veces más posibilidades de morir por COVID-19 que las blancas, entonces las personas negras suponen bastante más del 27 % de las muertes, pero aunque la proporción fuera menor, es espantosa la masacre del Estados Unidos negro. Si se confirma la previsión de un total de 143.360 personas muertas en Estados Unidos por coronavirus para el 4 de agosto, eso supondría 38.707 personas negras muertas y no hay indicios de que vaya a terminar. En comparación, 1.008 personas de todas las razas murieron por disparos de la policía en 2019, según un recuento del Washington Post.
¿Cuál será la respuesta política de las personas negras a estas espantosas cifras? ¿A quién se hará responsable de una matanza que fue pre-programada por la propia naturaleza de una sociedad nacida del genocidio, la esclavitud y la glorificación de la conquista y el saqueo?
Del mismo modo que la mortalidad infantil es la mejor forma de cuantificar la salud general de una sociedad, la cantidad de muertes por COVID-19 acusa a Estados Unidos de minar sistemáticamente las posibilidades de vida de todos los pueblos que lo componen (143.360 personas muertas para el 4 de agosto) y del crimen agravado de tender una trampa mortal a las personas afroestadounidenses, cada aspecto de cuyas vidas se ha dirigido metódicamente hacia una muerte temprana. Son crímenes que solo la clase dirigente puede cometer porque solo la clase dirigente tiene poder para decidir sistemáticamente a lo largo de generaciones acerca de la posibilidad de vivir o morir de poblaciones enteras.
El Estados Unidos negro debe ser quien inicie la imputación, ya que son las víctimas más profundamente perjudicadas por el evitable asesinato masivo a manos de una clase dirigente moralmente depravada. La propia naturaleza de la matanza masiva por COVID-19 exige que se juzgue todo el sistema de economía política (del capitalismo racial) en Estados Unidos y que se aleje del poder y se castigue a los seres humanos que se han beneficiado de este sistema asesino, lo han reforzado y defendido.
Limitar la imputación a Donald Trump y su gobierno sería un insulto a las personas que han muerto o están moribundas hoy y a todas las víctimas pasadas de la matanza del capitalismo racial en todo el mundo. Cada demócrata que ha contribuido junto con los Señores del Capital a impedir que Estados Unidos establezca un sistema de atención sanitaria universal es culpable de una indiferencia depravada por las vidas de sus electores, como lo es casi cada miembro del Partido Republicano, cuyo principio organizador es la supremacía blanca, una ideología de asesinato masivo. El sistema electoral de duopolio de Estados Unidos ha actuado como una empresa criminal al responder a una oligarquía de la riqueza en la que ambos partidos actúan en connivencia para negar a la mayoría de la población (y especialmente a las personas negras) tanto el derecho a una vida sana y segura, y a estar protegida de enfermedades contagiosas como los estrechamente relacionados derechos a un empleo digno y remunerado de forma justa, a una vivienda adecuada y a una educación que proporcione los conocimientos y las habilidades para configurar la sociedad y contribuir a ella.
Se necesita una clase entera de criminales para crear las condiciones para matar en sólo tres meses a casi cien mil personas, un 27 %de las cuales son negras. No obstante, los políticos que representan al Estados Unidos negro, el electorado que ha contado con más víctimas, son coconspiradores de este gran crimen, tanto por haber colaborado con los demócratas que han debilitado sistemáticamente la red de seguridad social de Estados Unidos (muy particularmente el Gran Acuerdo con los republicanos consumado parcialmente por el presidente Obama), como por su gestión de los centros de población negra a los que se ha despojado metódicamente de sus defensas frente a las debilitantes pobreza y enfermedad.
Estos ayudantes negros de los criminales de la clase dominante anteponen el beneficio personal al bienestar de las personas negras y deben ser imputados junto con sus amos. La clase política negra debería haber sido nuestros anticuerpos contra las plagas de la represión racial, política y económica, pero hizo causa común con el opresor. Estos negros impostores deben ser los primeros imputados, porque debilitan nuestra capacidad para resistir a los males mayores: los Señores del Capital.
La prueba de su culpabilidad yace en los cementerios de todo el Estados Unidos negro. Se deben crear tribunales populares para imputar a los autores de muertes masivas, incluidos los colaboradores negros pertenecientes a los rangos inferiores del crimen capitalista. ¿Por qué era siete veces más probable que murieran por COVID-19 personas negras en Kansas City que blancas? ¿Qué factores (crímenes) hicieron que Missouri, Wisconsin y Washington D.C. fueran seis veces más letales para las personas negrss que para las blancas y Michigan cinco veces más mortal para las personas negras? ¿Cómo es que la Parca acudió tres veces más a las personas negras que a las blancas en Arkansas, Illinois, Louisiana, Nueva York, Oregón y Carolina del Sur? ¿Y cuál debería ser el castigo por encerrar a millones de seres humanos en jaulas infestadas de virus sin proporcionarles una higiene básica y mucho menos protección contra la enfermedad? ¿No es incluso un asesinato cada muerte por COVID-19 en la cárcel, donde las personas presas dependen totalmente de sus captores?
La gente debe reunirse, conocer la verdad y emitir su veredicto. El único castigo adecuado es derrocar al criminal régimen capitalista racial, cuyos crímenes son innumerables y manifiestos. Voy a pedir a la organización de la que soy cofundador, Black Is Back Coalition [Coalición Vuelve lo Negro], que organice tribunales negros COVID-19 en las ciudades de toda la nación. Las personas activistas de todas las razas deberían hacer lo mismo.
Glen Ford es director ejecutivo de Black Agenda Report y se puede contactar con él en la dirección Glen.Ford@BlackAgendaReport.com.
(1) “Black lives matter” en inglés, que se convirtió en una consigna entre la población afroestadounidense a raíz de los asesinatos generalizados de personas pertenecientes a este grupo a manos de la policía. La última persona muerta ha sido George Floyd, que murió asfixiado el pasado 25 de mayo en Minneapolis después de que un agente lo inmovilizara poniéndole la rodilla en el cuello tras detenerlo bajo la sospecha de haber intentado pagar con un billete falso de 20 dólares en un mercado (n. de la t.).
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

hora de los cuentachistes en la ONU


“Colombia nunca ha sido un país agresor”

La hora de los cuentachistes en la ONU

 


Fuentes: Rebelión
El 20 de mayo se reunió, por solicitud de Rusia, el Consejo de Seguridad de la ONU, para tratar el tema de la agresión armada a Venezuela del 3 de mayo, cuando mercenarios venidos desde la Guajira, en Colombia, incursionaron en territorio del vecino país, con el objetivo de realizar atentados y secuestrar al presidente Maduro. Este hecho, de una gravedad extrema, ha pasado de agache en Colombia, por dos razones principales: mientras la atención se centra en el Covid-19, el desgobierno del subpresidente Iván Duque aprovecha para implementar su política de tierra arrasada, tanto en Colombia, como en la frontera con Venezuela; y la tergiversación y silencio cómplice de los medios de desinformación del país, han conducido a que la agresión sea presentada, las pocas veces que se menciona, como algo anecdótico y sin importancia. El cinismo y la mentira han caracterizado la actuación del régimen de Iván Duque y de sus émulos incondicionales de la “gran prensa” en este caso, como en todo lo referido a Venezuela.
Eso mismo es lo que se ha ratificado en la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU en las declaraciones del Embajador de Colombia, Guillermo Fernández de Soto, que puede considerarse como una pieza de pésimo humor. Antes de considerarla, recordemos que el Embajador de Rusia, Dmitry Polyanskiy, sostuvo: “Nos gustaría cuestionar el rol que el vecino Colombia tuvo en esta historia”, porque “es difícil imaginar que esta operación clandestina, originada desde su suelo, haya sido conducida sin ningún conocimiento sobre ella». En forma directa se planteó el centro neurálgico del asunto, que fue ratificado por el Embajador de Venezuela, Samuel Moncada, al señalar: «Los gobiernos de los Estados Unidos y Colombia facilitaron la planificación, el entrenamiento, la financiación y, aún hoy, están protegiendo a grupos de mercenarios y terroristas que ejecutaron un ataque armado con el objetivo de perpetrar asesinatos indiscriminados de población civil inocente; asesinatos selectivos contra altos funcionarios de mi gobierno; y el asesinato del presidente Nicolás Maduro”.
Estas no son afirmaciones sin fundamento o señalamientos calumniosos, sino que se basan en las múltiples evidencias existentes, entre ellas un vergonzoso contrato firmado entre Juan Guaidó y la empresa de mercenarios Silvercorp USA del exmilitar estadounidense Jordan Goudreau, y cuyo documento original fue dado a conocer por The Washington Post. Dicho documento, una verdadera infamia, lleva la rubrica de Juan Guaidó, el autoproclamado “presidente interino” de Venezuela, y reconocido por el régimen de Duque y por los amos de Washington. Adicionalmente, en sus declaraciones los mercenarios, entre ellos dos estadounidenses, sostienen en forma reiterada que la agresión se preparó en Colombia, con participación de miembros de la CIA, la DEA, funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en Colombia y el régimen de Duque. Por las dudas, los entrenamientos y preparativos de la agresión se llevaron a cabo en territorio de Colombia, en el Departamento de la Guajira.
Esta fue el momento serio de la reunión del Consejo de Seguridad, en el cual se denunciaron las sucias maniobras contra la soberanía de Venezuela y quedó en evidencia ante los gobiernos del mundo la participación de Estados Unidos y su marioneta incondicional, el régimen de Iván Duque. Poco después llegó la hora de los cuentachistes, cuando hablaron los Embajadores de Estados Unidos y al final el de Colombia.  Con el antecedente del año anterior, cuando Iván Duque en la Asamblea General de la ONU dijo una sarta de mentiras contra Venezuela, que respaldo con pruebas falsas, entre ellas varias fotografías, por supuesto no sorprenden las “nuevas” mentiras de por Fernández de Soto, que demuestra el nivel rastrero al que ha llegado la diplomacia colombiana, como consecuencia de haber convertido al país en un títere incondicional de los Estados Unidos.
El chiste más célebre de la jornada se presentó cuando el Embajador de Colombia afirmó con toda solemnidad que “Colombia nunca ha sido un país agresor”, lo cual debió haber sido presentado como en las series de televisión de los Estados Unidos que pretenden ser humorísticas, con carcajadas artificiales de fondo. Este si que es un extraordinario chiste, una verdadera ocurrencia, un auténtico disparate que deja en pañales a Cantinflas. Se basa en el presupuesto de que todos en el mundo desconocen la larga cadena de agresiones que Colombia viene librando desde hace años contra países vecinos y algunos más distantes y cuyo hecho más criminal fue el ataque del 1 de marzo de 2008 en territorio ecuatoriano, cuando fueron masacradas 26 personas. A ese hecho hay que agregar los secuestros, seguimientos y espionaje realizado en países como México, España, Argentina desde el primer gobierno de Álvaro Uribe Vélez, agresiones que no se han detenido desde entonces, como lo revela investigaciones recientes sobre el comportamiento de la “inteligencia” de las Fuerzas Armadas.
Para no ir tan lejos, en los últimos 18 años las agresiones contra Venezuela se han convertido en algo cotidiano, entre las cuales debe resaltarse la participación en atentados contra altos dignatarios del país vecino, entre ellos el de agosto de 2018 contra el presidente Nicolás Maduro. O la pretendida “ayuda humanitaria” que el 23 de febrero de 2019 se quiso introducir a la fuerza, con la participación de paramilitares colombianos y guarimberos venezolanos. Sobre este hecho el régimen del subpresidente Duque sigue mintiendo sin sonrojo, puesto que su Embajador ante la ONU afirmó el 20 de mayo: “el régimen de Maduro respondió con violencia y los grupos armados paramilitares conocidos como ‘colectivos’ frustraron la entrega de las provisiones”. Para que se vea el nivel de seriedad de la diplomacia colombiana, se repite la misma mentira que se inventó el mismo día en que fracasó el intento de “ayuda humanitaria” made in USA y que fue desmentida por la propia prensa de los Estados Unidos. En concreto, The New York Times en su edición del 10 de marzo de 2019 señaló, con un lenguaje sibilino para no reconocer directamente los infundios sobre los sucesos del 23 de febrero, que todo indicaba que los camiones fueron prendidos por fuego lanzado desde el lado colombiano por miembros de las guarimbas, apoyadas por Duque. Recordemos que, como lo señala el mismo periódico de los Estados Unidos, “El día del incendio el gobierno de Colombia estuvo entre quienes promovieron la teoría de que Maduro era responsable de ordenar el incendio. La vicepresidenta Marta Lucía Ramírez publicó una fotografía de lo que llamó “uno de los camiones incinerados por los colectivos por orden de Maduro”.
El régimen de Duque alcanza tales cotas de descaro que no le importa seguir sosteniendo una mentira, después de haber sido desmentida por el NYT. Y con las mismas palabras falsas de la vicepresidenta se vuelve a mentir en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU. ¡Esta es una muestra de la credibilidad internacional del régimen de Iván Duque!
Entre otros de los grandiosos chistes de Fernández de Soto en el Consejo de Seguridad de la ONU se encuentra el siguiente: «Permítanme expresar claramente nuestro rechazo enérgico a cualquier acusación que pretenda vincular a mi gobierno con acciones en contra del derecho internacional». En un ambiente menos convencional que el de la ONU esta afirmación haría destornillar de la risa a quienes la escucharon, por el cinismo para mentir. Y eso no solo por la historia reciente sino por lo que acontece en estos mismos momentos, lo cual, por supuesto, es todo menos risible, como es el desconocimiento de los acuerdos firmados con garantes internacionales (Cuba y Noruega), incumpliendo los protocolos firmados por el Estado colombiano con referencia a las conversaciones con el ELN. Sobre este asunto los voceros del régimen de Duque se relamen de satisfacción porque Estados Unidos volvió a incluir a Cuba en el listado de países que no apoyan la lucha contra el terrorismo, sosteniendo que eso se debe a la insistencia de Duque, actitud que es una abierta violación de elementales principios del derecho internacional, como es el cumplimiento estricto de los acuerdos firmados con otros países.
Y el tercer mal chiste, de muy mal gusto, que dijo el representante de Colombia en el Consejo de Seguridad de la ONU fue este: “Mi país ha reconocido históricamente la importancia de las relaciones con Venezuela, y ha procurado las mejores relaciones de vecindad, partiendo del hecho incuestionable de que somos naciones hermanas”. Claro, que grandes relaciones de hermandad, con el apoyo directo del estado colombiano a paramilitares confesos, como los rastrojos, para transportar ilegalmente a Juan Guaidó a territorio colombiano en febrero de 2019; o el respaldo, bajo la dirección de los Estados Unidos, a venezolanos, conspiradores, guarimberos y golpistas en Bogotá, Cúcuta y otras ciudades de Colombia; o el trato dado a los venezolanos en Colombia, a los cuales se están matando todos los días y contra los cuales desde las altas esferas se ha exacerbado el chovinismo y la xenofobia. Sobre esto último es indicativo un solo dato, para mostrar el buen trato que en este país de les da a los venezolanos de a pie: diariamente son asesinados por lo menos dos venezolanos y desde 2017 han sido asesinados 2061. Para darse cuenta de la “hermandad” con la que se trata a los venezolanos, baste recordar que la alcaldesa de Bogotá dijo que los venezolanos eran una carga para la ciudad. En Colombia ‒un país que nunca ha acogido migrantes y que antes expulsa población‒ se humilla, persigue y mata a los venezolanos humildes, mediante una actitud racista y xenófoba, impulsada desde las altas esferas del régimen y amplificadas por falsimedia criolla. Justamente, por ese trato tan fraternal y humanitario es que muchos venezolanos están regresando a su país. ¡Tal es el sentimiento de hermandad y solidaridad del que se enorgullece el régimen de Duque!, lo cual solo puede verse como un chiste de muy mal gusto.
Y el último mal chiste del Embajador de Colombia en la ONU fue enunciado de la siguiente manera: “Desde hace más de veinte años, tanto Chávez como Maduro, han convertido la conspiración permanente contra su régimen, los presuntos atentados (todos fallidos), o los ataques a la soberanía de Venezuela (todos controlados), en el bastión de su propaganda”. De tal manera, que el golpe de 2002, los levantamientos armados (como el del 30 de abril del año anterior), la pretendida ayuda humanitaria, la operación de los rastrojos en asocio con Juan Guaidó y el desembarco del 3 de mayo son inventos del gobierno venezolano, nunca han sucedido. Son “supuestos” como no se cansan de repetir los medios de desinformación, que en Colombia son el 99.9% de los existentes.
Amparado en esta lógica negacionista, la misma de los Estados Unidos y de los medios de desinformación del mundo entero, el gobierno de Duque piensa que no debe explicar nada de lo acontecido el 3 de mayo y de los antecedentes inmediatos. Por eso, cree que no debe responder a estas preguntas: ¿por qué, durante semanas o meses, se prepararon mercenarios en territorio colombiana para atacar a otro estado?, ¿por qué nunca se atendieron las denuncias concretas, con coordenadas geográficas precisas, hechas por el gobierno de Venezuela sobre preparativos de ataques terroristas y agresiones armadas que se estaban organizando en Colombia?, o ¿por qué en los mismos instantes de la agresión mercenaria se deslizaron en forma misteriosa tres naves de la marina colombiana hacia aguas jurisdiccionales de Venezuela?
La pregunta central que formuló el Embajador de Rusia no fue ni medianamente considerada en el discurso de Fernández de Soto, quien antes por el contrario y para demostrar lo que es la injerencia indebida en los asuntos de otro país, pretende dar cátedras de democracia al vecino país, como si eso fuera incumbencia del gobierno colombiano, que bien debería dedicarse a responder sobre los asesinatos diarios contra líderes sociales y ex guerrilleros, o por la corrupción de las Fuerzas Armadas y su espionaje dentro y fuera del país, o por los nexos directos de Iván Duque con narco-traquetos como el Neñe Hernández, quien contribuyó a financiar la campaña electoral del actual sub-presidente.
En la única mención de Fernández de Soto a hechos relacionados con agresiones a Venezuela también miente y distorsiona lo acontecido,  porque con referencia a Cliver Alcalá dice que se incautó el armamento que se iba a usar en atentados en Venezuela, pero no se explica por qué si ese individuo que vivía hace varios años en Barranquilla y que reconoció ser dueño de las armas, no fue apresado en Colombia y se le inició un juicio y en cambio se permitió sin ningún tramite que fuera recogido en un avión de la DEA y llevado a los Estados Unidos.
En conclusión, en la ONU el régimen de Duque escenificó una parodia de mal gusto, con unos chistes de quinta categoría, que solamente producirían risa si no fuera porque esconden la perfidia, el engaño, la violencia y la muerte, que caracterizan a Colombia, ese reino macabro de la simulación en que las clases dominantes han convertido al país.
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jueves, 28 de mayo de 2020

La Bestia Rubia


La bestia rubia

Fuentes: Rebelión
Donald Trump es el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos. Ha sido empresario, promotor inmobiliario, anfitrión de programas de televisión, dueño de un casino y especulador. A pesar de la alta dignidad que ostenta, es difícil considerarlo un líder, al menos no en la forma en la que ejercieron el liderazgo de la mayor potencia del mundo presidentes como Franklin D. Roosevelt.
Si no califica como líder, ¿qué y quién es este neoyorquino de ascendencia alemana, hijo de un empresario de la construcción y nieto de un aventurero bávaro? Si se procede por descarte, habrá que decir, en primer lugar, que no es un político de carrera, de esos que han “servido” veinte años como diputado y senador, forjándose una fisonomía republicana o demócrata de talla suficiente como para reclamar la candidatura de su partido al solio ocupado en 1789 por George Washington.
Como a primera vista parece un outsider, la politología de moda lo ha considerado un remozado populista posmoderno, capaz de gobernar el mundo por medio de disparates publicados en su cuenta de Twitter. Pero, ¿qué tienen en común con Donald Trump populistas como Juan Domingo Perón, José María Velasco Ibarra o, incluso, Silvio Berlusconi y Recep Erdogan? “Populismo” y “populista” son palabras que, por tan usadas, han sufrido blanqueamiento semántico: dicen mucho y no dicen nada. En todo caso, se podría especular que se trata de un neopopulismo de extrema derecha, cuya conceptualización se encuentra en pleno desarrollo.
A pesar de gobernar una nación que el mundo ve como democrática por antonomasia, Trump se acerca más al perfil del déspota, es decir, del soberano que gobierna al margen de la ley y que trata con dureza a sus subordinados, abusando de su autoridad.
Como si fuese una gigantesca tribu que necesita amurallarse, Trump ejerce el mando supremo de Estados Unidos avasallando a legisladores, fiscales, gobernadores o alcaldes; anulando a su conveniencia los pesos y contrapesos de la democracia formal.
No estamos hablando de cualquier democracia. Cuando una persona como Trump gobierna a la potencia hegemónica del mundo, a uno de los países vencedores de la segunda gran guerra del siglo XX y de la llamada Guerra Fría, algo debe andar mal, muy mal, no solo en ese país, sino en el orden mundial, del cual es su principal artífice. Ese orden es lo que conocemos como globalización; en forma más precisa, globalización del capital. Se trata de un fenómeno que requiere mucha atención por sus implicaciones domésticas, y sobre todo internacionales ─las dos caras de un mismo proceso, como bien lo aclara la economía política internacional.
El objetivo central del libro El fenómeno Trump: La bestia rubia es examinar la actual administración norteamericana como parte de las estructuras de poder mundial. Para tratar de comprender este hecho, es necesario considerarlo en su dimensión histórica tanto como en su alcance inmediato, coyuntural, y sin olvidar caracterizar a su protagonista. Trump es producto de su tiempo, aunque parezca una paradoja de la historia. Es racista, xenófobo, impredecible, burdo, ignorante, autoritario y misógino, por lo que a primera vista resulta incomprensible su llegada a la Casa Blanca en 2017.
Trump bien podría llamarse la “bestia rubia”, siniestro sobrenombre que fue aplicado a uno de los peores asesinos alemanes: Reinhard Heydrich (1904-1942), un alto oficial de las SS, ferviente fascista y gestor del Holocausto. Organizó la Noche de los cristales en 1938, el inicio del exterminio judío en Europa. Luego fue nombrado por Hitler como “protector” de Bohemia y Moravia. Desde Praga, saqueó lo más que pudo del avanzado país y asesinó a miles de patriotas checos, así como a un millón de judíos. La resistencia checa, apoyada con armas británicas, lo ejecutó en una emboscada en 1942. Su muerte fue vengada por los alemanes, asesinando a todos los habitantes del pueblo de Lídice. El apodo de la “bestia rubia” fue dado por la propaganda política inglesa, pero es probable que su origen provenga de la antigua Roma, para referirse a miembros de las tribus germánicas más salvajes.
Lo curioso es que el abuelo de Trump, Friedrich, era un inmigrante alemán. Él llegó a Nueva York en 1885, en la era de la fiebre del oro. Su padre, Fred, aumentó su fortuna familiar al explotar las lagunas en los subsidios del gobierno del New Deal, que aprovechó para construir viviendas de ingresos medios en Brooklyn y Queens; y Donald Trump usó préstamos y cuatro quiebras corporativas para construir una marca global y evitar pagar impuestos durante casi cuatro décadas.
Trump, el empresario que, sin dejar de serlo, surgió en una época histórica específica: la de la globalización del capital en su etapa tardía ─de agotamiento, para más de uno.
En la globalización, a la consabida contradicción entre capital y trabajo se suma una nueva contradicción: entre capital y naturaleza. Con la “carrera hacia el fondo” promovida por el libre comercio neoliberal, se exacerba la explotación del trabajo mediante la flexibilización y desregulación laboral y financiera, para priorizar los beneficios del capital. Se trata de un capital cada vez más distante de la noción de nacionalismo, capaz de “deslocalizarse” a su conveniencia y, en esta lógica, de destruir trabajos en unas regiones ─como el “rust belt” estadounidense, en donde Trump alcanzó una importante votación─, y crearlos en otras ─como las maquilas mexicanas de línea blanca y automóviles, o las ensambladoras asiáticas y chinas de calzado deportivo y computadores.
La historia de la humanidad ha presenciado el ocaso de muchos imperios, unos más rápidos que otros. Pero, una vez iniciada la decadencia, siempre ha sido irreversible. Existe, sin embargo, una diferencia crucial con otros eventos: si es verdad que nos encontramos en la era del capitaloceno, como propone Jason Moore (una combinación letal entre capitalismo y despojo de la Naturaleza), entrelazada con una crisis de salud, mientras más se resista Estados Unidos al fin de su dominio mundial, que hoy por hoy es el dominio del capital transnacional, más probable será la crisis civilizatoria que ocurre en el planeta.    
Al concluir este libro, se desató la pandemia del coronavirus. El brote, que inició en la populosa ciudad china de Wuhan, se extendió en forma rápida a todo el planeta.
En poco tiempo, Estados Unidos se convirtió en el país con el mayor número de contagios. Hasta el 21 de mayo, según John Hopkins University, tiene el 31% de los casos confirmados y el 28% de las personas fallecidas en el mundo, pese a que su población representa el 4% del planeta. La pandemia revela la erosión del sistema de salud público y de la investigación sobre enfermedades infecciosas impulsada por Trump. Muchos de los indicadores de salud norteamericanos son inferiores a los de países de mayores ingresos, e incluso son similares a los promedios latinoamericanos.
Cuando era candidato, Trump prometió mano dura con los inmigrantes. La xenofobia fue anunciada en campaña y se constituyó como uno de los factores determinantes de su triunfo. Mexicanos y musulmanes fueron sus principales objetivos durante la campaña presidencial del 2016. El migrante fue el chivo expiatorio, a él se le culpó de la crisis económica. Ahora, en el 2020, también acusa a los migrantes de introducir el virus y “otras enfermedades”.
Trump fue alertado del COVID-19, pero no le dio importancia. Más preocupado por su popularidad antepuso el objetivo económico del crecimiento al derecho humano a la salud. Algo posible en una sociedad individualista, aparentemente dispuesta a renovar el mandato al presidente más cuestionado de su historia. En una declaración disparatada, pidió ingerir desinfectantes para eliminar del virus, lo que ocasionó decenas de muertes. Ante la tragedia, dijo que fue un “sarcasmo”. Luego fomentó el uso de hidroxicloroquina y cloroquina (medicamentos para tratar la malaria). Así, ignoró la advertencia que hizo la propia agencia gubernamental norteamericana U.S. Food and Drug Administration (FDA), que indicó (FDA Drug Safety Communication, del 24 de abril) que estos dos medicamentos no eran seguros ni efectivos para tratar o prevenir el COVID-19, e incluso podrían provocar arritmias cardíacas en los pacientes infectados.
Este libro busca alertar sobre un personaje que, si no lo impide el votante estadounidense, seguirá causando males irreversibles al planeta entero.
Fander Falconí: Profesor investigador de FLACSO Sede Ecuador. Acaba de publicar el libro El fenómeno Trump: La bestia rubia, con la Editorial El Conejo. El libro está disponible en Amazon.

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miércoles, 27 de mayo de 2020

Desbloqueados

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Venezuela e Irán
Fuentes: Rebelión
Es evidente que la Administración Trump revirtió su postura inicial y sus amenazas quedaron en eso, fanfarronadas típicas de un personaje gangsteril, que se cree el mesías llamado a reconstruir con sus modales de matón de barrio la perdida supremacía que supo tener Estados Unidos.
La llegada del tanquero iraní Fortune a la gran refinería de El Palito, en Venezuela, tiene una significación que excede con creces la cantidad de gasolina y otros insumos clave transportados en esa nave. Hay otros aspectos que son mucho más importantes. Quisiera señalar tres. Primero, que se haya desafiado con éxito el bloqueo estadounidense que impedía la llegada de todo tipo de productos -desde alimentos y medicinas hasta repuestos para  los trenes del metro de Caracas y combustible- a la bloqueada y agredida República Bolivariana de Venezuela es un triunfo  mayúsculo para el gobierno de Nicolás Maduro y un sonoro revés para la Casa Blanca. Máxime si se tiene en cuenta que navíos de la Cuarta Flota llevan un par de meses patrullando la zona del Gran Caribe y podrían fácilmente haber interceptado ese buque, cosa que no hicieron. Habrá que ver por qué, pero lo concreto es que no lo hicieron. Segundo, que quien logró burlar la prohibición de Washington haya sido la República Islámica de Irán, otro país también sometido a crueles sanciones por la Casa Blanca que a comienzos de este año había ordenado el asesinato del general Qasem Soleimani, una de las principales figuras del gobierno iraní. Crimen que el sicariato mediático mundial, ese que oculta todas las fechorías del gobierno de Estados Unidos y que calla con impudicia ante el lento asesinato de Julian Assange en Londres, apenas si registró y mucho menos se preocupó por analizar y divulgar.  Tercero, queda por verse qué ocurrirá con los otros cuatro tanqueros que están en camino.

Es evidente que la Administración Trump revirtió su postura inicial y sus amenazas quedaron en eso, fanfarronadas típicas de un personaje gangsteril, que se cree el mesías llamado a reconstruir con sus modales de matón de barrio la perdida supremacía que supo tener Estados Unidos desde la desintegración de la Unión Soviética hasta los atentados del 11 S del 2001. Un sociópata que causó unas cien mil muertes a su propio pueblo con su mezcla de ignorancia y prepotencia puestas de manifiesto ante la pandemia del Covid-19 y que en menos de seis meses se juega la reelección en medio de una depresión económica peor que la de los años treintas.

Pero es obvio que la historia no ha concluido. Habrá que ver qué ocurre con los otro cuatro tanqueros. Parece poco probable que un Trump acosado por gravísimos problemas domésticos ordenara detenerlos,  atacarlos o hundirlos, porque se configurarían gravísimos hechos de guerra preñados de imprevisibles consecuencias que dañarían aún más sus menguantes chances de ser reelecto el próximo 3 de Noviembre. Las encuestas electorales más serias lo dan entre 5 y 6 puntos detrás de un candidato tan anodino como Joe Biden, y todo indica que este rezago va a acrecentarse a medida que la situación interna de Estados Unidos continúe deteriorándose. Por otra parte las amenazas de Trump fueron respondidas con contundencia desde Teherán. El presidente Hassan Rouhani advirtió a Washington que su país no permanecería indiferente ante cualquier “problema” que se presentara en la travesía hasta Venezuela. En una declaración inusualmente fuerte dijo que “si los estadounidenses crean problemas para nuestros tanqueros en las aguas del Caribe o donde sea en el mundo nosotros reciprocaremos y les crearemos problemas a ellos. Tenemos un derecho legítimo a defender nuestra integridad  territorial y nuestros intereses nacionales, y esperamos que los estadounidenses no cometan un error.”

Es evidente que el gobierno de Estados Unidos continúa cosechando fracasos en su política exterior. La llegada del Fortune a Venezuela es una prueba más, y hay otras. Trump no ahorró palabras para insultar al líder nor-coreano Kim Jong-un en 2017 y dos años más tarde terminó recorriendo medio mundo para visitarlo en la Zona Desmilitarizada que separa a las dos Coreas. ¿A qué se debió este cambio? Noam Chomsky lo dijo cientos de veces: Estados Unidos sólo ataca a países indefensos. Corea del Norte no sólo no lo está sino que desarrolló un arsenal atómico que aún bajo una agresión de Estados Unidos conserva una capacidad de retaliación que en instantes podría reducir a cenizas a megaciudades como Seúl (distante apenas a 195 kilómetros)  y Tokio (1.291 kilómetros). Venezuela, Cuba e Irán tampoco languidecen en la indefensión, y por eso han resistido décadas de presiones diplomáticas, sanciones económicas, bloqueos e infames campañas de satanización a cargo de “intelectuales bienpensantes” tipo Vargas Llosa y los centenares de publicistas del imperio incrustados en los principales medios de comunicación, la (mal)llamada “prensa libre” de nuestro continente. Cuando el por entonces presidente de Francia Nicolas Sarkozy convenció a Muamar El Gadafi que no tenía sentido renovar su otrora poderosa fuerza aérea porque ahora Libia y Occidente “eran amigos” selló su sentencia de muerte. Aceptó el consejo del francés y del “capo mafia” italiano Silvio Berlusconi y cuando en el 2011 Washington movilizó a la OTAN para bloquear el espacio aéreo libio Gadafi quedó a merced de sus rivales que lo derrocaron y no sólo lo detuvieron sino que lo lincharon con salvaje brutalidad y  mataron a tres de sus hijos. Gadafi se había desarmado; Venezuela, Cuba e Irán no, y por eso son países libres aún cuando deban pagar un precio exorbitante por una digna osadía que desata todas las iras del imperio. No sólo no se desarmaron sino que, aprendiendo de la historia de todas las revoluciones, crearon poderosas milicias populares (casi 4 millones de miembros en el caso de la República Bolivariana de Venezuela) cuya sola mención a los guerreristas usamericanos les produce escalofríos pues les recuerda la tremenda paliza que el Vietcong les propinara durante la guerra de Vietnam. La conclusión definitiva de este análisis deberá esperar unos días, en dependencia de lo que ocurra con los otros cuatro tanqueros. Uno de ellos, el Forest, ya está en aguas venezolanas. Volveremos al tema en ni bien concluya este episodio.