sábado, 18 de agosto de 2018

Evangelio según san Mateo (18, 21–19,Misioneros Claretianos

Evangelio según san Mateo (18, 21–19,1):
EN aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debla cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»
Cuando acabó Jesús estas palabras, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
Palabra del Señor
Lo simbólico es inherente a la persona y al mensaje del profeta, haciéndolo un referente de la voluntad de Dios en la cotidianidad de su pueblo. La profecía no descansa (mañana, tarde, noche), habla permanentemente a la conciencia. El perdón de las deudas es esencial en el código interno de la comunidad discipular; un modo de vida habitual que ha de caracterizarle. Es un gesto que remite al perdón que nos viene del Señor, y al llamado urgente a una práctica efectiva de la misericordia en nuestras relaciones, maltrechas por reiterados y repetitivos desencuentros. Las situaciones difíciles reclaman sumar la reconciliación al perdón, dejando que nuestra aparente generosidad (¿hasta siete veces?), sea desbordada y sanada por la misericordia del Padre, que no tiene límites (setenta veces siete). El obsesivo y compulsivo seguimiento de las “deudas” de los hermanos, nos convierte en crueles y despiadados acreedores, al mejor estilo de las instituciones financieras internacionales con nuestros países. ¿Sentimos el clamor de una auténtica ecología humana, desde la praxis de la misericordia y el perdón?
Diario Bíblico 2017
Misioneros Claretianos

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