lunes, 21 de febrero de 2022

Un recorrido por el horror de la toma del Palacio de Justicia de Colombia

Un recorrido por el horror de la toma del Palacio de Justicia de Colombia La exposición 'Huellas de la Desaparición', abierta al público hasta el 25 de abril de 2022 - Sputnik Mundo © Sputnik / Camilo Amaya El dolor es el hilo conductor de la visita de una mujer y su madre a la muestra que recuerda la toma y retoma del Palacio de Justicia, que en 1985 dejó un centenar de muertos y el misterio de los que siguen desaparecidos. Sputnik acompañó el recorrido que revive el horror de uno de los episodios más oscuros de la historia colombiana. Las paredes del amplio salón de la exposición son negras y en el centro, de un blanco puro, resalta una maqueta junto a unos cuantos folios que contienen información clara y a la vez confusa. En los muros las letras también son blancas y lo único colorido en el espacio son las pequeñas figuritas de las personas que estuvieron involucradas en la retoma del Palacio de Justicia en 1985, una de las peores tragedias que ha vivido Colombia. La historia comenzó con la retención de civiles por parte de la guerrilla del M-19 para hacerle un juicio político al presidente Belisario Betancur (1982-1986). Dos días después (7 de noviembre), terminó con un centenar de muertos y un número de desaparecidos que, hasta hoy, 37 años después, todavía es un misterio. Una mujer usa su brazo izquierdo como bastón para guiar a su madre, de andar lento, por cada una de las estaciones de la muestra, si así se le quiere llamar. Y se detiene frente a un libro robusto y empieza a leer en voz alta: "Durante cuatro días no recibí alimento. Al quinto me llevaron a otro sitio donde siguieron las torturas. Me golpearon la cabeza de manera violenta, me decían que confesara que era parte del M-19. Me colocaron una horca en el cuello y me pateaban a la vez". La mujer se detiene por pedido de su madre, que con una voz delgada como un hilo le dice "no más". Conmovida por lo escuchado, la madre pide que le pasen una botella de agua, da un sorbo profundo y sigue con el recorrido en un lugar en el que las expresiones de incredulidad y de rabia son similares en todos. Incluso se puede leer en los rostros de los demás visitantes que la desesperanza es compartida, quizá el sufrimiento momentáneo al conocer detalles que con el paso del tiempo se han ido revelando. La exposición, ubicada en el Museo de Arte Miguel Urrutia en el centro de Bogotá, fue inaugurada gracias al trabajo conjunto entre la Comisión de la Verdad y la Forensic Architecture, agencia de investigación con sede en Goldsmiths en la Universidad de Londres. La Comisión, que nació tras la firma del Acuerdo de Paz entre la extinta guerrilla de las FARC y el Estado colombiano (2016) y que tiene como fin el esclarecimiento de los patrones y las causas del conflicto armado que duró más de 50 años, logró una alianza sin precedentes para que a través de la tecnología se reconstruyera lo sucedido, en este caso, luego de la retoma del Palacio de Justicia. Y saber un poco más sobre lo que pasó con las personas que salieron con vida del edificio y que nunca más volvieron a sus casas. La mujer y su madre, siguiendo la lógica de lo numérico, entran a una pequeña sala de proyección marcada con el número uno y llamada Cajas Negras. Durante 33 minutos y 43 segundos, un video relata lo ocurrido después de los combates entre el M-19 y la Fuerza Pública. Gracias a 49 horas de material que grabaron los medios de comunicación —de lo que las fuerzas del Estado los dejaron grabar— se hizo un análisis forense digital para restaurar los instantes en los que decenas de personas salen con vida del Palacio y son escoltadas hasta la Casa del Florero, apenas cruzando la calle. Este estudio de la observación y de la lógica gracias a la evidencia y a la paciencia, también a los testimonios de quienes se salvaron de la muerte, muestra —como lo relata la misma Comisión— "que lo que se presentó como un escenario caótico de liberación de rehenes por parte de las Fuerzas Armadas ha servido por décadas para encubrir una planificada operación contrainsurgente". Las imágenes identifican a agentes vestidos de civiles con carpetas bajo el brazo, a un hombre de una barba tupida que aparece en momentos clave, que procura no mirar a la cámara y que más adelante se ve dentro de un vehículo en el que trasladaron a varios de los desaparecidos hasta norte de la ciudad. Incluso hay una imagen llamativa en la que un señor de edad alimenta a las palomas en la Plaza de Bolívar mientras en el fondo salen y salen personas del Palacio. Eso ocurrió a las 2:17 p.m. del segundo día, es decir, del 7 de noviembre de 1985. Allí se observa, con cierta claridad, al magistrado Carlos Urán a las afueras del Palacio acompañado por dos militares mientras cojea. Después lo ponen sobre una camilla y se lo llevan. Urán de 43 años, que salió del edificio, fue reportado como muerto dentro de las instalaciones del Palacio en medio de los combates. A su vez, una mujer es sacada en hombros por un militar. El color de su falda ayuda a reconocerla: es Cristiana Guarín, empleada de la cafetería y quien, según la versión oficial, falleció en el incendio al interior del edificio. El video termina y la mujer ayuda a su mamá a ponerse de pie para seguir a la sala contigua para una proyección llamada Casa del Florero. En esta grabación, gracias a los testimonios de los sobrevivientes, se cuenta cómo esta Casa, lugar emblemático para la independencia de Colombia en 1810, se transformó en un espacio de inquisición y de interrogatorios, de torturas y de clasificación de los rehenes. "Impotencia", murmura la madre mientras ve, con los ojos como un par de lunas llenas, cada secuencia de lo que hicieron las FF.MM. Esta pieza es más corta, pero más desgarradora. Por último y para continuar con el orden, ambas mujeres entran al espacio del tercer video llamado Escuela de Caballería, ubicada en el Cantón Norte, guarnición militar al norte de la capital y donde se llevaron a cabo las torturas y posteriores asesinatos de la gran mayoría de rehenes —sí, algunos, milagrosamente, salieron de allí con vida—. "Nunca les interesó la verdad, sino desaparecer", dice la madre ahora con un tono fuerte. Una tortura sistemática. Esta pieza es, quizá, la más impactante, pues cuenta cómo eran utilizados los espacios, qué se hacía en cada uno, incluso la identificación de piletas donde los rehenes eran sumergidos durante varios minutos. Y el dolor se siente. Luego de 22 minutos ambas mujeres salen de nuevo al centro de la exposición, más exactamente a la maqueta, y miran al detalle las figuras de colores. A la hija le llama la atención un libro que contiene las declaraciones de los militares que participaron en la retoma. - ¿Quieres que te lea algo? - No, ya no más. La hija le recuerda a la madre que esta exposición tiene dos espacios más: un mural sobre la destrucción del pueblo indígena Nukak y su desplazamiento forzado en la selva colombiana (La selva detectada), y la reconstrucción de lo que fue el despojo de tierras en el Urabá antioqueño (Despojo y Memoria de la Tierra). Sin embargo, la madre suelta una frase escueta a manera de orden: "suficiente dolor por hoy". Ambas se retiran luego de una visita que duró casi dos horas y en la que el silencio dice más que cualquier palabra.

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