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viernes, 26 de agosto de 2022
Manifiesto filosófico-comunista
Manifiesto filosófico-comunista
Un pequeño mapa conceptual para no perdernos del todo
Miguel Candioti
(agosto, 2022)
(2)
A Paco Fernández Buey, in memoriam (10 años ya).
(3)
Índice
I. Naturaleza y trabajo en común ........................................ 7
II. Enajenación ...................................................................11
III. Expropiación............................................................... 16
IV. Reapropiación ............................................................. 20
(4)
Nadie sabe qué cosa es el comunismo,
y eso puede ser pasto de la censura.
Nadie sabe qué cosa es el comunismo,
y eso puede ser pasto de la ventura.
Silvio Rodríguez
(5)
(6)
I. Naturaleza y trabajo en común
§ 1
Nos guste o no, cada unx de nosotrxs es una pequeña parte
integrante de la sociedad (humana), que a su vez es una
pequeña parte integrante de la naturaleza en su inmensidad,
aunque dentro del planeta Tierra la humanidad venga
produciendo, a lo largo de su historia, considerables
transformaciones al entorno natural (el cual también tiene
una historia, mucho más larga que la humana).
§ 2
Esa transformación humana de la naturaleza circundante es
sólo uno de los aspectos prácticos (o materiales) del trabajo
social, el cual también abarca otros esfuerzos que pueden ser,
en cambio, predominantemente teóricos (o intelectuales), o
bien estar dirigidos a transformar ya no la naturaleza nohumana, sino las mentes, los cuerpos y las relaciones
sociales. Estos últimos quehaceres constituyen lo que
denominamos el trabajo político, en sentido amplio.
§ 3
Tampoco debemos reducir el trabajo social al mero trabajo
remunerado, que es sólo una parte del trabajo conjunto. Éste
también abarca las múltiples labores impagas de cuidado
entre las personas, dentro y fuera de las familias; e incluso
las conductas éticas en general, que son también un trabajo
(7)
colectivo. Lo mismo ocurre con los estudios, los deportes,
las ciencias, las artes, los cultos y la militancia. Todas estas
actividades forman parte de ese trabajo en común que hace
de la especie humana un sujeto colectivo de trabajo.
§ 4
Ese sujeto colectivo que entre todxs conformamos no debe
jamás ser pensado como un gran sujeto individual, sino como
un complejísimo entramado de identidades, deseos,
voluntades y acciones que, no obstante, sólo existen como
productos y, a la vez, como partes de esa totalidad activa que
es el trabajo social global.
§ 5
Sin embargo, el trabajo humano conjunto no es el único ni el
primer fundamento que tenemos en común. Antes que él
estuvo y está la naturaleza en general, es decir, toda la
realidad material que no sólo está fuera de las personas –
brindándonos tierra, agua, aire, fuego, luz, frutos y otros
muchos beneficios no creados primeramente por el trabajo
humano–, sino que también está en nuestra propia
corporalidad animal y sus capacidades innatas, esto es, en la
base última de todo trabajo.
§ 6
(8)
Ahora bien, la naturaleza como tal es salvaje. Fuera y dentro
de nuestro cuerpo existen no sólo elementos naturales
beneficiosos para las personas, sino también otros muchos
que son nocivos y hasta letales para ellas. La naturaleza no
sólo no ha sido creada por el ser humano (ni por nadie que
se le parezca), sino que tampoco ha sido creada para el ser
humano. Tal vez ni siquiera ha sido creada jamás. La
encontramos allí misteriosamente dada, como la base última
de nuestra vida y de nuestra muerte.
§ 7
Lxs humanxs siempre trabajamos en común para humanizar
la naturaleza –dentro y fuera de nosotrxs–, es decir, para
volverla más satisfactoria (o menos insatisfactoria) para
nosotrxs mismxs, incrementando así la satisfacción y el
poder de la propia naturaleza humana (la cual también es
bastante dúctil). Es por eso que los dos fundamentos de
nuestra vida como especie humana son la naturaleza y el
trabajo en común; ninguno de ellos nos puede faltar nunca.
El trabajo social sin naturaleza es impotente (o, mejor dicho,
no es). Y la naturaleza sin trabajo social es inhumana.
§ 8
Todas las riquezas, todos los poderes, todas las propiedades
valiosas de los seres humanos, tanto las que están encarnadas
en su propia corporalidad bajo la forma de cualidades
personales (físicas, intelectuales, artísticas, etc.), como las
que se encuentran sólo exteriormente vinculadas a su cuerpo
(9)
individual o colectivo como posesiones (muebles,
inmuebles, etc.) o instituciones (modos de organización
colectiva), son a la vez producto de la naturaleza y del
trabajo social. Ninguna propiedad valiosa humana puede
jamás hacerse derivar solamente de la naturaleza, ni
solamente del trabajo en común (y mucho menos del trabajo
exclusivo de unxs pocxs destacadxs o hasta de una sola
persona, como sueña el nefasto individualismo).
§ 9
Y dado que las propiedades valiosas, los poderes, las
riquezas de los seres humanos son siempre el fruto de alguna
combinación entre trabajo social y naturaleza, es decir, de
una cierta apropiación (= humanización) de la naturaleza en
común por el trabajo en común, es justo que todxs
participemos cuanto sea posible de esa riqueza humana que
ha sido natural y socialmente producida.
II. Enajenación
§ 10
Si nuestro trabajo social global no se muestra directamente
como tal, si se nos oculta, es porque se encuentra
(10)
fragmentado, separado en una multitud de diversos trabajos
privados, aislados entre sí. Esta ruptura de la unidad
inmediata del trabajo en común se genera cuando los medios
de producción social (los recursos naturales y los grandes
instrumentos tecnológicos: todos ellos productos de la
naturaleza y del trabajo en común), no se hallan bajo el
control directo y democrático de la comunidad, sino que
aparecen como posesiones privadas, esto es, como un poder
propio de ciertas personas particulares que reclaman tener
derechos exclusivos sobre ellos.
§ 11
Bajo esta situación decimos que la sociedad se encuentra
enajenada (= alienada) de sí misma como sujeto colectivo
del trabajo en común. De esta manera, el carácter social de
cada uno de los trabajos privados se pierde de vista
realmente, pues su aislamiento recíproco es un hecho
objetivo. Es por eso que la alienación no es en primer lugar
un fenómeno meramente ideológico o psíquico, sino un
fenómeno práctico, material, que consiste en la mencionada
fragmentación objetiva del trabajo social global. Este trabajo
en común, desde cada una de los trabajos privados, se vuelve
pues directamente ajeno a sí mismo. Y así cada una de las
personas se encuentra inmediatamente enajenada de su
propia doble condición de producto y de integrante de una
totalidad social activa que se halla verdaderamente oculta,
invisible, ignorada.
(11)
§ 12
Pero la enajenación no involucra sólo la relación del sujeto
social consigo mismo, sino además su relación con la
naturaleza en común que es su base (cap. I, §§ 5-7). En
efecto, la privatización de los medios de producción social
genera asimismo la pérdida de toda unidad y toda armonía
en el vínculo orgánico entre los seres humanos y la
naturaleza. Una naturaleza que también (des)aparece
fragmentada en una multitud de recursos privados aislados a
ser explotados de manera salvaje por personas alienadas,
quienes sólo ven su vínculo con el entorno natural y social
como un enfrentamiento con seres que les resultan extraños,
ajenos e incluso hostiles, y que por tanto deben ser sometidos
todo cuanto sea posible a su poder particular.
§ 13
Dijimos que la unidad inmediata del trabajo en común se
destruye mediante la privatización de los medios de
producción social, y que entonces quienes los señalan como
su posesión privada pretenden apropiarse de manera
exclusiva del poder de esos medios (§§ 10 y 12). Es decir,
los vuelven como una extensión de su propio cuerpo, como
si se tratara de cualidades personales suyas. Y, a la vez, los
mismos medios quedan envueltos en esa apariencia de ser
“naturalmente” la propiedad exclusiva de alguien. Este
fenómeno, característico de la enajenación, es el fetichismo
(12)
de la propiedad privada, que se adhiere simultáneamente a
los medios de producción y a las personas que los reclaman
para sí como su poder personal, cuando en realidad los
medios de producción y su poder (al igual que todos los
demás bienes y servicios) brotan de la naturaleza y del
trabajo social, y por tanto nos pertenecen a todxs. Sin
embargo, bajo la enajenación, lo que es común a todxs se
encuentra –como vimos (§§ 11 y 12)– objetivamente oculto,
invisible, ignorado.
§ 14
Ahora bien, el fetichismo de la propiedad privada de los
medios de producción es sólo el caso fundamental de un
fenómeno que se extiende a todos los productos de la
naturaleza y del trabajo en común, incluidas las personas,
bajo el estado de enajenación. Se trata del fetichismo de la
propiedad particular, que consiste básicamente en tomar las
cualidades o propiedades particulares de una persona o de
una cosa (siempre producidas natural y socialmente)
sencillamente como un valor o un poder propio de esa
persona o de esa cosa, como algo simplemente dado en ella,
ignorando así que ese valor/poder “suyo” es siempre el
resultado de un inmenso proceso de relaciones que la excede,
ya que en cada caso se trata precisamente de una compleja
producción de la naturaleza y del trabajo social. Bajo el
efecto de este fetichismo, nuestro mundo se encuentra
entonces plagado de objetos y sujetos venerados como
(13)
valiosos o poderosos por sí mismos, ya que objetivamente no
podemos ver con claridad su origen social-natural.
§ 15
La sociedad enajenada es una sociedad que depende del
(intercambio de productos en el) mercado. En ella cada
persona particular se ve obviamente privada de toda una
serie de mercancías que inmediatamente ella misma no
produce, y que por lo tanto se ve obligada a intentar obtener
a partir de un intercambio con sus propias mercancías. Ahora
bien, para facilitar estos intercambios no ha tardado en
imponerse una mercancía mediadora que es eso que
llamamos “dinero”. Así, las personas abandonan
masivamente el trueque y pasan a vender y comprar sólo a
cambio de dinero, el cual se vuelve así el más nocivo de los
objetos fetichizados. ¿Por qué? Pues porque, en una sociedad
en la que (casi) todo se vende y se compra a través del dinero,
éste se vuelve la cosa “mágica” que concentra en sí misma –
como una propiedad particular suya– el increíble poder de
obtener (casi) todo otro valor/poder humano. Ese brillo
enceguecedor que adquiere así el dinero hace que aparezca
como el gran pilar de la vida social, a la vez que contribuye
a ocultar todavía más los únicos verdaderos fundamentos de
ésta, las únicas auténticas fuentes de valor/poder humano, a
saber: la naturaleza y el trabajo en común, que ya de por sí
se hallan enajenados por la privatización de los medios de
producción (§§ 10-12).
(14)
§ 16
Pero ¿cómo mantiene la sociedad enajenada su (des)orden?
Lo hace no sólo mediante la generalización del fetichismo de
la propiedad particular, que incluye al de la propiedad
privada (§§ 13-14), sino también a través de un medio de
producción muy especial llamado “Estado”. El Estado es un
medio de producción de orden social mediante la fuerza y las
leyes. Ha nacido como un invento de lxs más poderosxs para
resguardar sus intereses, esto es, para conservar –e
incrementar– eficazmente su propiedad privada (= “su”
poder), pero siempre se presenta como el guardián de los
intereses de todxs (o interés general), como el gran defensor
de el orden (como si hubiese un único orden social posible).
§ 17
El Estado moderno se consolida así, en primer lugar, como
un gigantesco aparato constituido por: (a) una formidable
concentración de fuerza policial y militar; (b) un conjunto de
leyes protectoras de la propiedad privada; y (c) un gran
número de personas (agentes, oficiales, funcionarixs,
burócratas) involucradas en hacerlo funcionar de manera
eficaz. Pero además, en segundo lugar, el Estado asume la
apariencia de representar los intereses de todxs y hasta de
estar también compuesto y controlado por todxs lxs
integrantes de la sociedad, como si se tratase de una
armónica comunidad de ciudadanxs iguales ante la ley, o,
mejor dicho, igualmente propietarixs (aunque en la sociedad
(15)
reine la más extrema desigualdad de propiedad) ante una ley
que defiende el “derecho a la propiedad privada” antes que
cualquier otra cosa. Este Estado es, después del dinero, el
segundo fetiche más pernicioso de la sociedad enajenada.
III. Expropiación
§ 18
Empezamos recordando que la naturaleza tiene una historia,
y que la historia social-humana, profundamente cambiante,
es una parte de la historia natural (cap. I, § 1). Por lo tanto,
ni lo natural ni lo social tienen nada de eternamente igual a
sí mismos. (Y hoy sabemos bien que la eternidad no es más
que una fantasía inconscientemente suscitada por nuestro
miedo al cambio y, en particular, a la muerte: necesitamos
creer en la existencia de alguna realidad que sea
absolutamente fija, inmóvil, quieta, sólida, segura).
§ 19
La enajenación (cap. II) existe desde hace mucho más tiempo
que la sociedad capitalista, y por lo tanto, aunque no haya
capitalismo sin alienación, ésta no constituye el fenómeno
más típico de aquél. Lo que caracteriza específicamente al
capitalismo es más bien la expropiación que, no obstante,
sólo se vuelve posible sobre la base previa de la enajenación.
§ 20
(16)
La expropiación no consiste ya en la privatización de los
medios de producción (cap. II, §§ 10-13), sino más bien en
la privación de medios de producción a una enorme multitud
de personas. Éstas se convierten en trabajadorxs
expropiadxs (o desposeídxs) de todo medio de producción
con el cual poder ejercer autónomamente su fuerza de
trabajo (capacidad laboral), y se ven entonces obligadas a
intercambiar en el mercado esa fuerza de trabajo por los
recursos necesarios para poder sobrevivir. Mientras tanto,
quienes han acumulado los medios de producción
expropiados a aquellas personas, se convierten en lxs
capitalistas para quienes ellas habrán de trabajar si desean
subsistir.
§ 21
Pero ¿para qué lxs capitalistas, que sí poseen todo lo
necesario para producir, podrían estar interesadxs en adquirir
también la fuerza de trabajo encarnada en la corporalidad de
las personas expropiadas? Para poder descargar todas las
labores más pesadas sobre éstas, pero también –y sobre
todo– para obtener ganancias en el mercado. ¿De qué
manera? Mediante la explotación de la fuerza de trabajo por
ellos adquirida.
§ 22
La fuerza de trabajo es la única mercancía que produce
valor/poder mientras es utilizada en el proceso laboral, el
cual obviamente debe involucrar también los medios de
(17)
producción (de origen natural y social). La persona
trabajadora desposeída es inmediatamente la propietaria de
la fuerza de trabajo encarnada en su cuerpo. Ahora bien,
durante todo el tiempo en que aquélla debe ceder el uso de
su capacidad laboral a la persona capitalista, es ésta última la
que pasa a beneficiarse de aquélla como si fuese su
propietaria efectiva, como si se tratase de cualquier otro de
“sus” medios de producción. Mientras que, por el contrario,
durante el tiempo en que la persona expropiada se encuentra
fuera del poder de la capitalista, no puede hacer un uso eficaz
de su propia fuerza de trabajo por carecer de medios de
producción; por lo tanto, de poco le sirve ser propietaria de
algo que no puede utilizar por sí misma.
§ 23
La explotación de la persona trabajadora expropiada consiste
en que el valor/poder que su fuerza de trabajo produce
mientras es utilizada por la persona capitalista, es siempre
mayor (es un “plusvalor” o “plusvalía”) respecto de la
remuneración recibida, pues no se le paga por el trabajo
efectivamente realizado (que le pertenece a otro), sino sólo
por lo que cuesta en el mercado la adquisición de su mera
fuerza o capacidad de trabajo. De allí provienen las
ganancias del capital propiamente dicho, es decir, la “magia”
del dinero que parece valorizarse/empoderarse a sí mismo, o
–como dice Marx– “poner huevos de oro”, cuando se lo
invierte en adquirir esa maravillosa mercancía que es la
fuerza de trabajo de las personas expropiadas.
(18)
§ 24
Lxs trabajadorxs expropiadxs son así claramente las
personas más desfavorecidas en la sociedad capitalista,
donde a la enajenación se suma la expropiación y con ella la
explotación. Sin embargo, ellxs no realizan la totalidad del
trabajo social (cap. 1, § 3) ni son lxs únicxs afectados por la
enajenación de éste en trabajos privados y respecto de la
naturaleza no-humana. Por lo tanto, no incumbe sólo a la
clase trabajadora expropiada advertir la necesidad de una
transformación profunda del orden social y llevarla a cabo,
sino a todxs, incluso a lxs pocxs ilusxs e ignorantes que
inmediatamente creen beneficiarse con el capitalismo. Un
orden social que, antes que la cumbre de la civilización
humana, es más bien la continuidad más evidente de nuestra
naturaleza salvaje aún por civilizar o humanizar (cap. 1, §§
6-7).
IV. Reapropiación
§ 25
Frente a la actual enajenación social-natural, la expropiación
y la explotación capitalistas, no hay otra solución de fondo
que la reapropiación de todo el valor/poder por y para el
sujeto social (re)unificado y su madre naturaleza, es decir,
por y para lxs auténticxs productorxs de valor/poder.
(19)
§ 26
Esa reapropiación consiste ciertamente en la supresión de la
propiedad privada de los medios de producción social, para
poder así volver a la apropiación armónica entre la naturaleza
y el trabajo en común directamente vivido como trabajo en
común. Esto es, no ya como una caótica producción
particular de fetiches (humanos y cósicos), sino como una
bien organizada generación colectiva de riqueza, bienestar,
valor/poder, por y para todxs, incluida la naturaleza misma,
que es nuestro sostén último.
§ 27
La tendencia a esa reapropiación como reconciliación de la
sociedad consigo misma y con la naturaleza es lo que
llamamos comunismo. Ahora bien, esa tendencia no reside
en ninguna necesidad objetiva (o fatal) inherente a la marcha
histórica de las cosas –como deseó Marx–, sino solamente en
la necesidad subjetiva (o vital) inherente a la consciencia de
todxs quienes entendemos que debemos –que nos es
necesario– reapropiarnos de todo lo que tenemos en común,
y trabajamos políticamente (cap. 1, § 2) para lograrlo.
§ 29
El comunismo no es más que un modo de pensar y de vivir
tendiendo hacia la reapropiación. Pues entender que la
enajenación , la expropiación y la explotación son el origen
de todos nuestros males sociales, es tender a su superación.
(20)
El comunismo sólo se trata de ese entender y de ese tender
teórico-práctico.
§ 30
El comunismo bien entendido no es, y nunca ha sido, ningún
partido o régimen político autoritario o totalitario, centrado
en el poder exclusivo de una burocracia explotadora y
represora. Aunque tanto los ideólogos de esos partidos y
regímenes como los ideólogos del capitalismo
“democrático” y “liberal”, se hayan empeñado siempre en
asociar así el concepto de comunismo al dogmatismo y a la
opresión, nosotrxs sabemos bien que el comunismo es la
auténtica sabiduría democrática y libertaria.
§ 31
En efecto, el comunismo jamás ha sido una ciencia exacta.
Antes que nada es filosofía crítica en común, pensada por y
para todxs, para la emancipación de todxs, es decir, para
nuestra reapropiación social-natural. Es el verdadero sentido
común crítico, y sabe que lo es.
§ 32
Marx señaló con mucha agudeza que la enajenación y el
fetichismo no se superan simplemente desvelándolos desde
la teoría crítica, porque suponen un desgarramiento real de
la práctica social, que solamente puede ser subsanado
mediante la práctica revolucionaria: «el poder material tiene
que ser derrocado por el poder material». Pero añadió
enseguida que «también la teoría se convierte en un podermaterial cuando prende en las masas», es decir, que la teoría
crítica se vuelve precisamente una poderosa práctica
revolucionaria cuando es asimilada por las grandes
mayorías, cuando se hace carne del cuerpo social y su trabajo
colectivo, realizándose.
§ 33
Ahora bien, el comunismo no llama a las personas a salir
simple e inmediatamente a “violar la propiedad privada”,
haciéndose así meter presas por el Estado capitalista. No se
trata de realizar ninguna acción aislada ni demasiado
apresurada, como aquélla, sino sencillamente de ayudar con
paciencia a entender que la enajenación y la expropiación
son el origen de todos nuestros problemas sociales, invitando
así a tender colectivamente a la reapropiación mediante la
construcción de una sociedad cada vez más solidaria,
sustentable y justa. No es poca cosa, nos llevará mucho
tiempo. Pero no hay nada mejor que podamos hacer.
(21)
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