lunes, 15 de enero de 2024

Jesus el Galileo

En 1997, apareció un libro que transmite la gama de excavaciones que se han llevado a cabo recientemente en Galilea. [ Douglas R. Edwards and C. Thomas McCollough, eds., Archaeology and the Galilee: Texts and Contexts in the Graeco-Roman and Byzantine Periods, South Florida Studies in the History of Judaism 143 (Atlanta: Scholars Press, 1997). ] Esa evidencia subraya el aislamiento de la Galilea rural de la cultura urbana helenística, y atestigua la integridad cultural del judaísmo galileo. Esta caracterización completa muchas pruebas literarias. Los pueblos galileos atestiguan persistentemente una gran preocupación por la pureza, la definición de quién pertenece a Israel y de cómo debe regularse el contacto con los de fuera de Israel. Es típico encontrar recipientes de piedra para el lavado purificatorio. Son característicos de la práctica judía, y muy distintos de los recipientes para cocinar o de las grandes cisternas utilizadas para almacenar agua para beber. Son más persistentes en Galilea que el miqve, la piscina escalonada o la sinagoga, pero todos ellos han sido encontrados, y llevan a la conclusión de que la Galilea judía había establecido instituciones y prácticas que cuestionan cualquier supuesta asimilación dentro de la cultura grecorromana. Todos estos hallazgos han echado por tierra el mito de un Jesús puramente helenístico que vivía en una Galilea urbanizada.24 Hasta que se halló una sinagoga en la Gamla galilea, se solía afirmar que las sinagogas eran sólo una institución postcristiana.25 Antes de que se descubrieran miqvaoth en varias ciudades, el baño solía descartarse como una práctica puramente elitista de aristócratas y fariseos de Judea. De hecho, a menudo se decía que Jesús hablaba griego, en lugar de arameo, pero el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto demuestra que el arameo se utilizó durante el siglo I y antes, y el descubrimiento de rollos cerca de Qumrán establece que el uso del arameo persistió hasta el siglo II de nuestra era. La Galilea arqueológica es una Galilea judía, por lo que respecta a Jesús y su movimiento; enclaves urbanos filorromanos como Séforis destacan por su ausencia en el itinerario de Jesús en los evangelios. Los estudios arqueológicos y textuales han revolucionado nuestra concepción de Galilea y del judaísmo, lo que significa que la imagen de Jesús como ateniense vestido de judío, que en su día estuvo de moda (y en algunos círculos sigue estándolo), debe cambiar. Diversas formas de judaísmo rivalizaban entre sí, tanto en Israel como en la diáspora, y en su competición compartían una esperanza afín: la esperanza de que Dios interviniera personal y activamente en favor de su pueblo. Esa era precisamente la esperanza que Jesús articuló cuando anunció, en el dialecto galileo del judaísmo, el reino de Dios. Su dialecto del judaísmo era uno entre muchos, y eran en diversos grados helenísticos (así como egipcios y etíopes y latinos y libios y persas, entre otras influencias culturales). El judaísmo era una religión internacional durante el siglo I, y es imposible reducirlo a una única forma cultural. Galilea produjo a Jesús, no sólo en el azar de su vida, sino en el centro de su identidad religiosa. Una vez que hemos comprendido su entorno en el contexto de Galilea, podemos situarlo dentro del desarrollo de su singular visión religiosa. Si lo evaluamos adecuadamente, le veremos en su carácter distintivo y, al mismo tiempo, apreciaremos los aspectos comunes fundamentales del judaísmo y el cristianismo. Jesús era judío no sólo por las circunstancias de su vida, sino por su dedicación a esa identidad. Enfrentado a la creciente certeza de que iba a morir por sus creencias, Jesús enseñó a sus seguidores una enseñanza cuidadosamente elaborada (una cábala) sobre el sufrimiento. La cábala se refiere en particular a una disciplina de la visión de Dios que puede transmitirse de una persona a otra, y la cábala característica de Jesús convirtió las penurias humanas en un crisol para experimentar lo divino. Su desarrollo de esa cábala hizo posibles los evangelios y, tal vez, hizo inevitable el cristianismo. - Bruce Chilton, “Method in Critical Study of Jesus”, in Holmes and Porter (editors) Handbook for the Study of Historical Jesus (2011), pages 144-146.

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