viernes, 31 de octubre de 2025

Psicología del suicidio ¿Qué pensaba Yahya Sinwar cuando ordenó ejecutar la operación del 7 de octubre?

Recomiendo: Psicología del suicidio ¿Qué pensaba Yahya Sinwar cuando ordenó ejecutar la operación del 7 de octubre? Por Abdulkhaleq Al-Rawi | 31/10/2025 | Opinión, Palestina y Oriente Próximo Fuentes: Marx 21/Albaasearalaby [Foto. Imagen icónica de Yahya Sinwar tomada alrededor de 2021] Traducido para Rebelión por Mina Zapatero Desde los primeros momentos en los que asistí al 7 de octubre, la operación que ha cambiado el curso de la historia, me preguntaba: ¿Qué le pasó por la cabeza a Yahya Sinwar? ¿Qué pensaba un hombre que abría las puertas del infierno a Gaza y a su gente? ¿Había perdido el control? ¿Se estaba suicidando? O más bien, ¿era Gaza en su totalidad la que se estaba suicidando? ¿Se trataba de una estrategia puramente militar o de algo diferente, más profundo? Con el tiempo comencé a pensar que lo que Sinwar había hecho no era un suicidio en el sentido emocional, sino más bien un suicidio estratégico y calculado, basado en una conciencia acumulada y en una convicción profunda de que Palestina en su actual situación nunca sería liberada a través de intercambio de rehenes, en las oficinas de las Naciones Unidas o mendigando en foros internacionales. Sabía que continuar gestionando “la crisis” implicaba aceptar la realidad de la ocupación y mantener el statu quo era simplemente prolongar indefinidamente la tragedia. En aquel momento, Sinwar no era un individuo. Más bien era la encarnación psicológica de una conciencia colectiva que había vivido 17 años de asedio, respirando humillación, comiendo muerte y creciendo con un sentimiento existencial de asfixia. En el campo de la psicología social, Émile Durkheim explica en su famoso libro El suicidio que existe una forma de “suicidio colectivo consciente” que tiene lugar cuando un grupo llega a una sensación inconsciente de que su supervivencia sin dignidad es la verdadera aniquilación. La conciencia colectiva elige sacrificar el cuerpo para preservar el “significado”. Esto es exactamente lo que Sinwar representaba en aquel momento. Su decisión por lo tanto no refleja una desconexión con la realidad, sino más bien la certeza de que permanecer unido a la realidad se había convertido en enfermedad. La nación de Gaza había llegado a un punto en el que la conciencia colectiva declaraba: no soportamos un día más sean cuales sean las consecuencias. Esto es exactamente lo que Frantz Fanon describe cuando afirma que “cuando un pueblo colonizado mata no sólo se venga de su colonizador sino que también se redime”. Cuando Sinwar tomó su decisión no fue política. Era el espejo emocional de dos millones de personas bajo asedio que habían vivido años de humillación, destrucción, impotencia, muerte de niños, incendio de granjas y negociaciones degradantes. Este inconsciente colectivo no buscaba ya la esperanza. Más bien buscaba venganza contra la aniquilación, contra el sentimiento de marginalidad, contra su invisibilidad en el mundo. Por lo tanto el 7 de octubre no fue sólo una revuelta armada sino una afirmación de su existencia. Mientras muchos ven el evento desde el punto de vista de si fue una “decisión racional”, la verdadera respuesta la proporciona el filósofo alemán Walter Benjamin cuando escribe que “cada revuelta revolucionaria no está motivada por aspiraciones de futuro, sino por la desesperación del presente”. El 7 de octubre fue la explosión histórica en la que la desesperación llegó al ápice y se convirtió en espada. Extrañamente, algunos críticos se preguntan aún: “¿no sabía Sinwar que Israel iba a responder?” Como si no entendieran o no quisieran comprender que Sinwar lo sabía mejor que ellos. Pero que decidió que ese momento servía para hacer una gran revelación no sólo desde el punto de vista militar, sino sobre todo a nivel moral global. Israel es una entidad protegida por una imponente máquina de propaganda que se presenta siempre como la víctima ejemplar. Sinwar la llevo a matar hasta que se le cayera la máscara. Sinwar eligió enfrentarse a Israel no para vencer militarmente sino para empujarla a su destrucción moral. Es lo que está sucediendo ahora. Israel no ha derrotado a Gaza, está ahogándose en Gaza. Su imagen ha colapsado. Ya no es un “oasis democrático” en el salvaje oriente, se ha convertido en un símbolo de colonialismo, limpieza étnica y genocidio. El motivo no es el número de muertes, sino el hecho de que los hayan matado por rebelarse frente al miedo, al encarcelamiento masivo y a la espera de la muerte. Es irónico que los pueblos libres del mundo lo hayan comprendido. Han comprendido que lo que estaba sucediendo era una revolución sin discurso y una osadía sin máscaras. Los estudiantes de las universidades occidentales, los pueblos que se manifiestan, los intelectuales en sus artículos: todos han comenzado a despojar a la entidad sionista de su legitimidad moral. Esto no hubiera sucedido sin la explosión del 7 de octubre. “La acción violenta simbólica”, como la llama Pierre Bourdieu, es lo que reorganiza los significados antes de reorganizar la geografía. Israel ha ganado la batalla de las armas, pero está perdiendo la guerra de la legitimidad y esto es aún más peligroso. El fracaso moral precede siempre al fracaso político. Lo mismo que le sucedió a Estados Unidos en Vietnam, a Francia en Argelia y al régimen del apartheid en Sudáfrica. Todos ganaron militarmente pero perdieron cuando los desenmascararon moralmente. El mérito es de aquellos que eligieron, como dice Jean-Paul Sartre, “decir que no aunque supieran que nada cambiaría mañana”. ¿Entonces Sinwar se ha suicidado? No. Simplemente ha disparado el primer proyectil en el corazón de una mentira que tiene 75 años. Un proyectil que quizás no destruya el cuerpo pero que ha empezado a destruir el alma. ¿Y Gaza se ha suicidado? No. Gaza está más presente que nunca. Se encuentra ahora en la conciencia de la humanidad, es la tierra de los testigos, la tierra de los gritos, la tierra del desafío. Fuente en árabe: https://albaaselaraby.blogspot.com/ El presente artículo puede reproducirse libremente siempre que se cite a su autor, a su traductora y a Rebelión como fuente de la traducción. Al-Rawi | 31/10/2025 | Opinión, Palestina y Oriente Próximo Fuentes: Marx 21/Albaasearalaby [Foto. Imagen icónica de Yahya Sinwar tomada alrededor de 2021] Traducido para Rebelión por Mina Zapatero Desde los primeros momentos en los que asistí al 7 de octubre, la operación que ha cambiado el curso de la historia, me preguntaba: ¿Qué le pasó por la cabeza a Yahya Sinwar? ¿Qué pensaba un hombre que abría las puertas del infierno a Gaza y a su gente? ¿Había perdido el control? ¿Se estaba suicidando? O más bien, ¿era Gaza en su totalidad la que se estaba suicidando? ¿Se trataba de una estrategia puramente militar o de algo diferente, más profundo? Con el tiempo comencé a pensar que lo que Sinwar había hecho no era un suicidio en el sentido emocional, sino más bien un suicidio estratégico y calculado, basado en una conciencia acumulada y en una convicción profunda de que Palestina en su actual situación nunca sería liberada a través de intercambio de rehenes, en las oficinas de las Naciones Unidas o mendigando en foros internacionales. Sabía que continuar gestionando “la crisis” implicaba aceptar la realidad de la ocupación y mantener el statu quo era simplemente prolongar indefinidamente la tragedia. En aquel momento, Sinwar no era un individuo. Más bien era la encarnación psicológica de una conciencia colectiva que había vivido 17 años de asedio, respirando humillación, comiendo muerte y creciendo con un sentimiento existencial de asfixia. En el campo de la psicología social, Émile Durkheim explica en su famoso libro El suicidio que existe una forma de “suicidio colectivo consciente” que tiene lugar cuando un grupo llega a una sensación inconsciente de que su supervivencia sin dignidad es la verdadera aniquilación. La conciencia colectiva elige sacrificar el cuerpo para preservar el “significado”. Esto es exactamente lo que Sinwar representaba en aquel momento. Su decisión por lo tanto no refleja una desconexión con la realidad, sino más bien la certeza de que permanecer unido a la realidad se había convertido en enfermedad. La nación de Gaza había llegado a un punto en el que la conciencia colectiva declaraba: no soportamos un día más sean cuales sean las consecuencias. Esto es exactamente lo que Frantz Fanon describe cuando afirma que “cuando un pueblo colonizado mata no sólo se venga de su colonizador sino que también se redime”. Cuando Sinwar tomó su decisión no fue política. Era el espejo emocional de dos millones de personas bajo asedio que habían vivido años de humillación, destrucción, impotencia, muerte de niños, incendio de granjas y negociaciones degradantes. Este inconsciente colectivo no buscaba ya la esperanza. Más bien buscaba venganza contra la aniquilación, contra el sentimiento de marginalidad, contra su invisibilidad en el mundo. Por lo tanto el 7 de octubre no fue sólo una revuelta armada sino una afirmación de su existencia. Mientras muchos ven el evento desde el punto de vista de si fue una “decisión racional”, la verdadera respuesta la proporciona el filósofo alemán Walter Benjamin cuando escribe que “cada revuelta revolucionaria no está motivada por aspiraciones de futuro, sino por la desesperación del presente”. El 7 de octubre fue la explosión histórica en la que la desesperación llegó al ápice y se convirtió en espada. Extrañamente, algunos críticos se preguntan aún: “¿no sabía Sinwar que Israel iba a responder?” Como si no entendieran o no quisieran comprender que Sinwar lo sabía mejor que ellos. Pero que decidió que ese momento servía para hacer una gran revelación no sólo desde el punto de vista militar, sino sobre todo a nivel moral global. Israel es una entidad protegida por una imponente máquina de propaganda que se presenta siempre como la víctima ejemplar. Sinwar la llevo a matar hasta que se le cayera la máscara. Sinwar eligió enfrentarse a Israel no para vencer militarmente sino para empujarla a su destrucción moral. Es lo que está sucediendo ahora. Israel no ha derrotado a Gaza, está ahogándose en Gaza. Su imagen ha colapsado. Ya no es un “oasis democrático” en el salvaje oriente, se ha convertido en un símbolo de colonialismo, limpieza étnica y genocidio. El motivo no es el número de muertes, sino el hecho de que los hayan matado por rebelarse frente al miedo, al encarcelamiento masivo y a la espera de la muerte. Es irónico que los pueblos libres del mundo lo hayan comprendido. Han comprendido que lo que estaba sucediendo era una revolución sin discurso y una osadía sin máscaras. Los estudiantes de las universidades occidentales, los pueblos que se manifiestan, los intelectuales en sus artículos: todos han comenzado a despojar a la entidad sionista de su legitimidad moral. Esto no hubiera sucedido sin la explosión del 7 de octubre. “La acción violenta simbólica”, como la llama Pierre Bourdieu, es lo que reorganiza los significados antes de reorganizar la geografía. Israel ha ganado la batalla de las armas, pero está perdiendo la guerra de la legitimidad y esto es aún más peligroso. El fracaso moral precede siempre al fracaso político. Lo mismo que le sucedió a Estados Unidos en Vietnam, a Francia en Argelia y al régimen del apartheid en Sudáfrica. Todos ganaron militarmente pero perdieron cuando los desenmascararon moralmente. El mérito es de aquellos que eligieron, como dice Jean-Paul Sartre, “decir que no aunque supieran que nada cambiaría mañana”. ¿Entonces Sinwar se ha suicidado? No. Simplemente ha disparado el primer proyectil en el corazón de una mentira que tiene 75 años. Un proyectil que quizás no destruya el cuerpo pero que ha empezado a destruir el alma. ¿Y Gaza se ha suicidado? No. Gaza está más presente que nunca. Se encuentra ahora en la conciencia de la humanidad, es la tierra de los testigos, la tierra de los gritos, la tierra del desafío. Fuente en árabe: https://albaaselaraby.blogspot.com/ El presente artículo puede reproducirse libremente siempre que se cite a su autor, a su traductora y a Rebelión como fuente de la traducción.

jueves, 30 de octubre de 2025

El peronismo, ante la derrota: "Necesitamos un plan de Gobierno que exprese las demandas sociales"

- Sputnik Mundo Cara o ceca El peronismo, ante la derrota: "Necesitamos un plan de Gobierno que exprese las demandas sociales" El duro golpe electoral obliga a la oposición mayoritaria a reconfigurarse. En 'Cara o Ceca' el exgobernador de la provincia del Chaco y senador electo por el Frente Fuerza Patria, Jorge Capitanich, aseguró que el partido necesita "nuevas pretensiones para una nueva representatividad". "Tuvimos una elección muy competitiva, ganamos 17 de 25 departamentos. Todavía mantenemos un gran poder territorial, en una provincia donde hay paridad de fuerzas. En senadores la diferencia fue ínfima: el oficialismo sacó el 45.84% y nosotros, el 45.35%; son alrededor de 3400 votos", precisó Capitanich. "En Argentina los factores externos han incidido completamente en la elección. El apoyo de Donald Trump ayudó bastante a la decisión de la gente, sumado a que estaba el 'voto miedo', donde la gente no sabía qué podía pasar con los mercados", continuó. "Desde nuestro espacio tenemos que ampliar nuestra base de sustentación y legitimación política. También hay que discutir un nuevo plan de Gobierno que exprese las demandas sociales que, efectivamente, no estamos pudiendo interpretar", concluyó.

miércoles, 29 de octubre de 2025

El neocolonialismo de la paz

Recomiendo: Por Andrea Fumagalli | 29/10/2025 | Palestina y Oriente Próximo Fuentes: El Salto La firma del acuerdo de paz entre Israel y Hamás ha suscitado, razonablemente, grandes esperanzas de que se pueda llegar a un «alto el fuego» definitivo. No obstante, tras dicho acuerdo se esconden nuevas formas de colonialismo y depredación/saqueo de la población palestina y los territorios ocupados. La guerra de las armas y los escombros deja así paso a una nueva guerra: la del negocio de la reconstrucción, la especulación y el beneficio para unos pocos. En estos días se describe la cumbre del 13 de octubre de 2025 en Sharm el-Sheij para la validación a nivel internacional de los acuerdos de paz entre el gobierno israelí y Hamás, con la mediación de Qatar, Egipto y Turquía, como un momento histórico en la evolución de las relaciones entre Israel y los países de Oriente Medio, así como un ejemplo de pacificación global. En nombre del final (unilateral) de las hostilidades contra una población civil inerme, se trata, en realidad, de una de las páginas más hipócritas y menos gloriosas de la historia del colonialismo occidental. Porque de neocolonialismo se trata, y las intervenciones de Netanyahu y Trump en la Knéset — que solo pueden definirse como espeluznantes — han dejado pocas dudas al respecto. A la cumbre asistieron representantes de los países mediadores de las negociaciones, empezando por Turquía y Qatar. No estaba presente Benjamin Netanyahu ni tampoco ningún representante de Hamás. Europa estaba representada por varios líderes, desde el francés Emmanuel Macron al español Pedro Sánchez, pasando por el primer ministro británico Keir Starmer. En total, unos veinte gobernantes, incluida la presidenta italiana Giorgia Meloni, en busca de un rol internacional, el cual, a pesar de sus falsas proclamas, no es capaz de obtener sino en el contexto de una corte de vasallos. También estaba presente António Costa por la UE —no así la presidenta Ursula von der Leyen, que no había sido invitada— y el secretario general de la ONU António Guterres. Las agencias de la prensa internacional, tendentes a la información mainstream, coinciden en afirmar que “el objetivo de la cumbre de Egipto es garantizar una legitimación internacional del acuerdo de paz entre Israel y Hamás, para que ninguna de las partes pueda echarse atrás”. El objetivo explícito del encuentro es, tal y como ha subrayado la presidencia egipcia, “poner fin a la guerra, intensificar los esfuerzos por alcanzar la estabilidad en Oriente Medio e inaugurar una nueva era de seguridad y estabilidad”. El acuerdo se vincula a la primera fase del plan de paz propuesto por Estados Unidos. Lo que sabemos por ahora es que, además del intercambio de rehenes y prisioneros palestinos (que excluye a Marwan Bargouthi, único líder capaz de reunir las fuerzas políticas palestinas de Gaza a Ramallah y por ello considerado por Israel como demasiado peligroso), se producirá la entrada de ayuda humanitaria y el ejército israelí seguirá controlando, en cualquier caso, el 50% del territorio gazatí. La web Jewish Voice for Liberation ha publicado los primeros análisis del Plan Trump, desvelando que Israel mantendrá el control del 58% de Gaza, que no por casualidad incluye los terrenos agrícolas de la Franja, los cuales los colonos están ya dispuestos a ocupar. Por otro lado, el acuerdo prevé en el futuro próximo la entrega de las armas por parte de los milicianos de Hamás y el resto de fuerzas militares palestinas (objetivo difícilmente realizable), así como el gobierno de Gaza por parte de una administración transitoria temporal: un comité palestino tecnocrático y apolítico, responsable de la gestión cotidiana de los servicios públicos y las administraciones municipales. Dicho comité estará compuesto por palestinos cualificados y expertos internacionales, con la supervisión de un nuevo organismo internacional de transición llamado con un eufemismo Board of Peace (sería más adecuado Board of Ruins), el cual estará presidido por el presidente Donald Trump y otros miembros y jefes de Estado aún por anunciar, entre los que se encuentra el ex primer ministro británico Tony Blair. En los documentos no se hace mención a Cisjordania, ni a ningún tipo de voluntad de poner fin a la violencia de los colonos y la ocupación israelíes, que dura desde hace 77 años. En realidad, la cumbre de Egipto se parece más a la reunión de un comité de asuntos económicos, habiendo sido invitados únicamente los países que más beneficios podrán obtener del negocio de la reconstrucción de Gaza y la explotación de los yacimientos offshore. Para Estados Unidos, se trata además de celebrar un resultado político que un engallado Trump tiene intención de utilizar para consolidar la hegemonía militar, económica y diplomática de EEUU a nivel global, en una fase en que dicha hegemonía está en cuestión en distintos frentes. Casi doscientos mil edificios destruidos, redes de distribución de agua y electricidad a recuperar, carreteras a reconstruir: la Franja se convertirá en unas gigantescas obras. En febrero de este año, el Banco Mundial estimó en 53.000 millones de dólares la suma necesaria para reparar la devastación en la Franja y Cisjordania, una cifra equivalente a tres veces el PIB de Palestina. Tras la invasión terrestre del 15 de septiembre de 2025, la misma Banca Mundial actualizó dicha cifra a 80.000 millones de dólares. Según el Banco Mundial, 30.000 millones de dólares irían destinados a la recuperación de las infraestructuras físicas, mientras que otros 19.000 millones cubrirían las pérdidas económicas y sociales causadas por el conflicto. Solo el sistema sanitario necesitaría de más de 7.000 millones, en un territorio donde el 94% de los hospitales ha sido destruido. Las bombas no han dejado ningún sector en pie: el 90% de los apartamentos y las escuelas, el 86% de los campos cultivables y el 65% de las carreteras han sido dañados o reducidos a escombros. Además, será necesario en primer lugar iniciar la retirada de alrededor de 61 millones de toneladas de residuos, gran parte de los cuales contiene amianto. Una operación titánica que, según las estimaciones del Banco Mundial, requerirá 21 años de trabajo y 1.200 millones de dólares. La Unión Europea apunta a ocupar un papel central en la reconstrucción, coordinando un grupo de países donadores para apoyar el “nuevo comienzo” de Gaza. El Banco Europeo de Inversiones (BEI) y la Comisión Europea están ya preparando un plan de reconstrucción (Gaza Reconstruction Facility), con el apoyo del Banco Mundial y la ONU, y siguiendo el modelo ucraniano. A finales de septiembre, representantes europeos anunciaron el acuerdo con la Autoridad Monetaria Palestina para activar una línea de crédito de 400 millones de euros como apoyo a la reactivación económica del sector privado en Palestina. Según la web Milano Finanza, “el documento IRDNA (The Gaza and West Bank Interim Rapid Damage and Needs Assessment) prevé una cadena de suministros integrada de empresas locales e internacionales, que se ocupará de multitud de actividades, desde las demoliciones al project management. Las agencias multilaterales apuntan a combinar operadores palestinos y contratistas de la región MENA (Middle East and North Africa) para los trabajos más básicos, con sociedades europeas y asiáticas activas en la supervisión, los servicios públicos y la ingeniería ambiental. […] El sector de mayor impacto es la vivienda (housing), con demanda inmediata de prefabricados, agua y energía, desalinización y microrredes eléctricas […] Los grupos del área MENA se están posicionando para las futuras convocatorias internacionales: las egipcias Orascom Construction y Arab Contractors, la líbano-qatarí Consolidated Contractors Company, el Organi Group, las turcas Limak Holding y Tekffen, y el gigante inmobiliario Talaat Moustafa Group figuran ya en el dossier preliminar de la Liga Árabe. Por su parte, la dirección de la Casa Blanca en los acuerdos de paz garantiza un papel a las empresas estadounidenses”. Bechtel, Aecom y Fluor están preparadas para los primeros proyectos de infraestructuras, como redes hídricas y sanitarias. Caterpillar, proveedor global de maquinaria pesada, podría ocuparse de la logística y retirada de los escombros (después de que —macabra ironía— haya contribuido a la destrucción de las viviendas gazatíes). Tampoco Europa e Italia se quedan mirando. En la Bolsa de Milán, por ejemplo, se han puesto bajo los focos los sectores de la construcción y la producción de materiales, con Cementir, Buzzi y Webuild entre los títulos más expuestos en Italia. En particular, según Banca Akros, Cementir “podría beneficiarse del fin del conflicto en Ucrania, Siria y la Franja de Gaza”, gracias a su importante presencia en Turquía, que la sitúa en una posición ideal como proveedor de las futuras obras en la región. Last but not least, la italiana ENI podrá activar las concesiones congeladas desde el 7 de octubre de 2023 para la explotación de los yacimientos de gas situados ante las costas de Gaza. Se confirman así las declaraciones del ministro de Exteriores Antonio Tajani en una entrevista al Quotidiano Nazionale: “Queremos ser protagonistas, no solo en el ámbito de la seguridad, sino también en la reconstrucción, con la mirada puesta en las infraestructuras y pensando en la participación de nuestras empresas”. La guerra es un gran negocio y su entramado con la política es ya evidente, concretándose así formas de neofeudalismo y neocolonialismo que, aunque nunca hayan desaparecido del todo, hasta hace poco eran consideradas como marginales en la era poscolonial. Hoy en día, dichos fenómenos los gobiernan las finanzas y la especulación inmobiliaria. No es necesario controlar directamente el territorio: basta limpiarlo de cualquier posible oposición política y social. Según la web Economy, el ex primer ministro británico y actual asesor internacional Tony Blair, también fundador del Tony Blair Institute for Global Change, “se mueve desde hace semanas como mediador y promotor de la Blair Capital Real Assets, un fondo especializado en operaciones post-conflicto y regeneración de áreas estratégicas que ya ha iniciado contactos con la Liga Árabe y el conglomerado MENA Investment Board”. Blair ha trabajado mano a mano con bancos como Standard Chartered y Barclays para predisponer un vehículo de inversión dedicado específicamente a Gaza, esperando atraer tanto capitales soberanos de los países del Golfo como fondos de pensiones institucionales europeos. En paralelo, en el frente norteamericano, Donald Trump ha hecho oficial el compromiso de la Trump Organization con la reconstrucción a través de la nueva plataforma Middle East Recovery Properties, un consorcio de vehículos financieros que incluyen a la Trump International Real Estate, las Kushner Companies, la Witkoff Development y sujetos vinculados a Bain Capital y Carlyle Group. No sorprende que dichas empresas estén vinculadas a personas —su yerno Kushner y su enviado para la cuestión medioriental Witkoff— físicamente presentes durante la coronación de Trump en la Knéset israelí, así como en la cumbre de Sharm el-Sheij, confirmándose así un conflicto de intereses que haría palidecer a los herederos de Silvio Berlusconi. Más específicamente, también según el magazín Economy, la Blair Capital Real Assets cumplirá funciones de consultoríaestratégica y coinversión institucional, asegurándose los derechos prioritarios respecto a proyectos de servicios públicos, resorts e infraestructuras portuarias. Por su parte, la Middle East Recovery Properties de Trump actuaría como motor ejecutivo, con la tarea de recoger capitales globales y generar sociedades operativas con consultores vinculados a Blackstone, Citadel y distintos fondos árabes afiliados a la Abu Dhabi Investment Authority, para más tarde ocuparse de la gestión de los contratos públicos, la planificación urbanística y el lanzamiento comercial de los activos inmobiliarios. Si esto no es colonialismo… Andrea Fumagalli enseña Historia de la Economía Política en la Universidad de Pavía y Eco-Social Economics en la Universidad de Bolzano. Artículo original: Il neocolonialismo della pace – di Andrea Fumagalli. Traducido con permiso por Pedro Castrillo para El Salto. Fuente: https://www.elsaltodiario.com/opinion/neocolonialismo-paz

martes, 28 de octubre de 2025

Aceituneros altivos

Recomiendo: Tiempo de cosecha en Palestina Aceituneros altivos Por Gustavo Duch | 28/10/2025 | Palestina y Oriente Próximo Fuentes: Ctxt En Palestina, octubre es el mes que se vincula con la cosecha de la aceituna. El mes que se espera. O el mes que ya no se sueña, como describe Nathalie Handal, escritora palestina nacida en Haití, en su poema Los olivos de Abu Jamal: “Día tras día / Trabaja la tierra / Nunca tuvo paz / En toda su vida / No ha tenido sueños / Cree sólo en lo posible / Sus instintos consideran a la vida y a la muerte / Le cuenta historias a su mujer / Para recordar cómo se ve ante los demás / Sus ojos ahora están vacíos / Sus tripas heladas / Sus olivos fueron arrancados de raíz. / Y luego con una sonrisa dice: / Me encantaría saber los nombres / De los que van a recoger las aceitunas / En nuestra tierra el próximo octubre… / ¿De qué árboles?, pregunta ella”. ¿De qué árboles, si (también) los han asesinado? No se sabe cuántos olivos fueron arrancados durante los años de la Nakba, mientras quienes los cuidaban se vieron forzadas a abandonarlos y dejar sus tierras. Sí que hay registros, espeluznantes, a partir de la ofensiva de ocupación israelí desplegada desde 1967: desde entonces hasta el 2023, han sido alrededor de un millón los olivos talados o extirpados. Y durante estos dos últimos años de asedio, la acometida contra los olivos también ha formado parte de la estrategia genocida del Estado de Israel. Por dos razones. Los olivos representan, con su firmeza, con su perseverancia, con su permanencia, la sumud palestina, la resistencia. Y porque los olivos son, en esencia, el sustento palestino. Como era de prever, el alto al fuego no se ha producido, pero tampoco se vislumbra ninguna voluntad de Israel de poner fin al genocidio. Aunque los crímenes directos sobre la población se hayan podido reducir tras el acuerdo anunciado en Egipto, los otros métodos de exterminio siguen en marcha. Y entre ellos se mantiene bien activa la estrategia de acabar con los medios de subsistencia alimentaria del pueblo palestino. En referencia a los últimos episodios de este genocidio, Javier Camilo Guevara Rodríguez, especialista en Derecho del Medio Ambiente de la Universidad Externado de Colombia, defiende que “la destrucción de los medios de subsistencia agrarios no puede considerarse un daño colateral. La magnitud, sistematicidad y efecto acumulativo de estos actos sugieren un patrón de destrucción deliberada”. Las cifras, aunque frías, lo corroboran. Si en marzo de este año la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alertaba de que el 60% de las tierras cultivables habían quedado inutilizadas, hace pocos días, otra de las agencias de Naciones Unidas, la UNRWA (Agencia para la Ayuda a los Refugiados de Palestina), habló ya de la destrucción de casi todas las tierras agrícolas de la Franja de Gaza. En CTXT también denunciamos la destrucción de otro de los elementos identitarios de cualquier pueblo: el banco de semillas de la Unión de Comités de Trabajo Agrícola (UAWC) de Palestina, organización de campesinas y campesinos que el estado de Israel tiene calificada como organización terrorista. Aún más. Hace pocos días hemos sabido que Israel ha activado el proceso de deportación de 32 activistas internacionales que, acogidos por la UAWC, se desplegaron por los campos en cosecha, cual flotilla terrestre, para protegerlos en un momento tan trascendental. Para llevar a cabo la detención y deportación, Israel ha argumentado que habían entrado en una “zona militar cerrada”, acusación completamente falsa, según explica la UAWC. De todas maneras, los activistas restantes, conviviendo con las familias campesinas palestinas, continúan apoyando la campaña de recogida de aceitunas. Tierras debastadas, semillas destruídas, campos envenenados para acabar con el sistema agrario palestino; pero sobre todo violencia para garantizar el genocidio de su campesinado (fellahin), el cual, como sus olivos, nació en esas tierras y allí permanece y resiste. Altivo. Fuente original: https://ctxt.es/es/20251001/Firmas/50669/Gustavo-Duch-olivos-Palestina-agricultura-campesinado-genocidio-alimentacion.htm PALESTINA: Derecho a la resistencia

Netanyahu ordena lanzar ataques contra la Franja de Gaza

- Sputnik Mundo. Netanyahu ordena lanzar ataques contra la Franja de Gaza hace 3 horas Netanyahu ordena lanzar ataques contra la Franja de Gaza, informan desde la oficina del primer ministro israelí - Sputnik Mundo, 28.10.2025 © telegram SputnikMundo El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ordenó, tras mantener consultas con el mando militar, lanzar poderosos ataques contra la Franja de Gaza, informó su oficina. "Tras finalizar las consultas, el primer ministro Netanyahu ordenó al mando militar que realice inmediatamente potentes ataques contra la Franja de Gaza", señala el comunicado de la oficina del primer ministro israelí. Netanyahu tomó esta decisión tras celebrar consultas de seguridad para debatir lo que Israel describió como "violaciones repetidas" del alto al fuego en Gaza por parte de Hamás. El ala militar de Hamás, por su parte, pospuso la entrega del cuerpo de un rehén israelí debido a las violaciones del alto al fuego por parte del Estado hebreo. Hamás acusa a Israel de violar el acuerdo de alto el fuego por cerrar el cruce de Rafah - Sputnik Mundo, 19.10.2025 Hamás acusa a Israel de violar el acuerdo de alto el fuego por cerrar el cruce de Rafah 19 de octubre, 02:40 GMT Las hostilidades en la Franja de Gaza cesaron el pasado 10 de octubre, al día siguiente de que Israel y Hamás aceptaran la primera fase del acuerdo de paz propuesto por el presidente estadounidense, Donald Trump, el 29 de septiembre, que incluía el retorno de todos los rehenes israelíes, vivos y muertos, y el repliegue de las tropas israelíes de la Franja de Gaza. Israel liberó a casi 2.000 palestinos a cambio de una veintena de israelíes retenidos por Hamás desde octubre de 2023. Según el plan de paz, el control de la Franja deberá ser entregado a un Gobierno tecnócrata supervisado por una estructura internacional encabezada por el propio Trump.

lunes, 27 de octubre de 2025

Una voluntad inquebrantable: el triunfo del espíritu de Gaza frente a la arquitectura del genocidio

Una voluntad inquebrantable: el triunfo del espíritu de Gaza frente a la arquitectura del genocidio Por Ramzy Baroud | 27/10/2025 | Palestina y Oriente Próximo Fuentes: Voces del Mundo Durante los últimos dos años mi algoritmo de redes sociales ha estado dominado implacablemente por Gaza, en particular por las voces de los habitantes comunes de Gaza, que muestran una mezcla de emociones que se centra en dos principios fundamentales: dolor y desafío. El dolor ha venido caracterizando la vida en Gaza a lo largo de muchos años, como consecuencia de las sucesivas guerras israelíes, el implacable asedio y los bombardeos habituales. Sin embargo, los últimos dos años, marcados por el genocidio y la hambruna, han redefinido ese dolor de una manera casi incomprensible para los propios palestinos. Sí, Palestina ha sufrido numerosas masacres antes, durante y después de la Nakba, la trágica destrucción de la patria palestina. Pero esas masacres fueron típicamente episódicas, cada una de ellas marcada de forma distintiva por circunstancias históricas específicas. Cada una de ellas se ha incorporado a la psique colectiva palestina como prueba de la barbarie israelí, pero también como demostración de su propia resistencia perdurable como pueblo. Crecí en un campo de refugiados de Gaza donde conmemorábamos cada masacre con manifestaciones, huelgas generales y expresiones artísticas. Conocíamos a las víctimas y las inmortalizábamos a través de cánticos, grafitis políticos, poesía y similares. La guerra de exterminio lanzada por Israel contra Gaza en los últimos dos años ha cambiado radicalmente todo eso. En un solo día, el 31 de octubre de 2023, el ejército israelí mató a 704 palestinos, 120 de ellos solo en el campo de refugiados de Yabalia. Una sola bomba aniquilaba a cientos de personas de un solo golpe, a menudo en hospitales, refugios de refugiados o escuelas de la ONU. Las masacres tenían lugar todos los días, en todas partes. No había tiempo para reflexionar sobre ninguna de estas masacres, para rezar por las víctimas, ni siquiera para enterrarlas con la dignidad que merecían. Lo único que podían hacer los habitantes de Gaza era aferrarse desesperadamente a la vida, enterrar a sus seres queridos en fosas comunes y utilizar sus propias manos para sacar a los heridos y muertos de debajo de las enormes losas de hormigón y las montañas de escombros. Miles de personas siguen desaparecidas y alrededor de un cuarto de millón de habitantes de Gaza han muerto o resultado heridos. La cifra seguirá aumentando y el grado de devastación seguirá empeorando, incluso ahora que el ritmo de las matanzas ha disminuido. Pero entonces, ¿por qué mis redes sociales siguen mostrando a los palestinos celebrando abiertamente su victoria? ¿Por qué los niños de Gaza, demacrados y agotados por la hambruna, siguen bailando la tradicional debka? ¿Por qué María Hanun, de cinco años, una de las muchas influencers de Gaza, sigue recitando las poesías de Mahmud Darwish y enviando mensajes incendiarios al presidente estadounidense Donald Trump diciendo que Gaza nunca será derrotada? Decir que «los habitantes de Gaza son diferentes» es quedarse muy corto. He dedicado los últimos veinte años a la investigación académica sobre la historia del pueblo palestino centrándome principalmente en Gaza, y sigo encontrando asombrosa su voluntad colectiva. Parecen haber tomado una decisión consciente y compartida: los criterios para medir su derrota o victoria serían totalmente distintos de los utilizados por los medios de comunicación que cubren la guerra. Estas medidas tienen su origen en la resistencia como opción fundamental. Valores fundamentales como karamah (dignidad), izza (orgullo) y sabr (paciencia), entre otros, son los criterios con los que Gaza juzga su actuación. Y, según estos profundos criterios, el pueblo de la Franja, azotado por el genocidio y la hambruna, ha ganado esta guerra. Dado que estos valores suelen ignorarse o malinterpretarse en la cobertura de la guerra, muchos han encontrado confusa la respuesta de Gaza al alto el fuego, caracterizada por una alegría y celebración desenfrenadas. La escena de las madres esperando la liberación de sus hijos en una gran celebración en Jan Yunis, al sur de Gaza, fue especialmente reveladora. Lloraban amargamente, mientras aplaudían y ululaban al mismo tiempo. Una madre aclaró perfectamente la paradoja a un periodista: las lágrimas eran por los hijos e hijas muertos en la guerra, y los ululatos eran por los que habían sido liberados. Sin embargo, los medios de comunicación rara vez comprenden la complejidad del paradigma de supervivencia de Gaza. Algunos, incluidos analistas militares israelíes, han llegado a la conclusión de que Benjamin Netanyahu ha perdido la guerra porque no ha logrado ninguno de sus objetivos declarados. Otros hablan de una especie de victoria israelí simplemente porque Israel ha logrado destruir casi toda Gaza y una gran parte de su población. Cada bando utiliza números y cifras para respaldar sus afirmaciones. Sin embargo, los palestinos de Gaza ven esta situación de una manera fundamentalmente diferente. Entienden que la guerra de Israel fue, en última instancia, un intento de destruir su propia identidad como pueblo: destrozar su espíritu, desorientar su cultura, enfrentarlos entre sí y, en última instancia, erradicar la esencia misma de ser palestino. Los habitantes de Gaza celebran precisamente porque saben que Israel ha fracasado. La nación palestina ha surgido aún más arraigada en su identidad, tanto en Gaza como en otros lugares. El niño que canta a los mártires, los trabajadores de la defensa civil que bailan la debka por sus compañeros caídos y la mujer que utiliza los restos de un tanque Merkava israelí destruido para tender su ropa: todas estas imágenes hablan de una nación unida por su amor por la vida y su firme compromiso con los valores compartidos de valor, honor y amor. Algunos analistas, tratando de encontrar una conclusión más matizada y razonada, han resuelto que ni Israel ganó la guerra ni los palestinos fueron derrotados. Si bien este planteamiento equilibrado puede apreciarse en términos de la lectura estratégica del alto el fuego, sigue siendo profundamente incorrecto cuando se entiende en el contexto de la cultura popular palestina. Para la gente común la supervivencia, la continuidad y la autoafirmación son los signos definitivos de la victoria contra Israel, un país que no duda en recurrir al genocidio para obtener beneficios políticos temporales. La esencia de su triunfo es simplemente esta: que siguen existiendo, que permanecen en su tierra. Ramzy Baroud es periodista y director de The Palestine Chronicle. Es autor de seis libros, el último publicado fue These Chains Will Be Broken: Palestinian Stories of Struggle and Defiance in Israeli Prisons (Clarity Press, Atlanta). Su próximo libro, Before the Flood, será publicado porSeven Stories Press. El Dr. Baroud es investigador principal no residente en el Centro para el Islam y los Asuntos Mundiales (CIGA) de la Universidad Zaim de Estambul (IZU). Su sitio web es www.ramzybaroud.net Texto en inglés: CounterPunch.org, traducido por Sinfo Fernández. Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2025/10/24/una-voluntad-inquebrantable-el-triunfo-del-espiritu-de-gaza-frente-a-la-arquitectura-del-genocidio/

domingo, 26 de octubre de 2025

El senador colombiano Iván Cepeda gana la interna del Pacto Histórico y se convierte en el candidato presidencial

El senador colombiano Iván Cepeda gana la interna del Pacto Histórico y se convierte en el candidato presidencial © telegram SputnikMundo El senador colombiano Iván Cepeda gana la interna del Pacto Histórico y se convierte en el candidato presidencial Con 18.331 mesas escrutadas, el filósofo y político de 63 años suma un millón 186.095 votos (64,71%), según el informe de la Registraduría Nacional del Estado Civil, encargada de organizar los comicios en Colombia, por lo que será el abanderado de la izquierda para suceder al presidente Gustavo Petro en las elecciones de 2026. "¡Lo logramos! Somos la fuerza política más grande de Colombia", escribió Cepeda en redes sociales. Por su parte, la aspirante Carolina Corcho, que fungió como ministra de Salud y Protección Social entre agosto de 2022 y abril de 2023, totalizó 536.286 papeletas (29,25%). Mientras que el exalcalde de Medellín, Daniel Quintero, quien se retiró de la consulta, obtuvo 110.486 votos (6,02%). En un mensaje difundido en su cuenta de X, la también psiquiatra y politóloga felicitó a Cepeda, "que ganó con contundente ventaja la consulta" y exhortó a la ciudadanía a respaldar al candidato del Pacto Histórico, así como su lista al congreso, "organizada de manera democrática, paritaria y popular".

sábado, 25 de octubre de 2025

EE.UU. capital del crimen

EE.UU. capital del crimen Por Editorial de La Jornada | 25/10/2025 | EE.UU., México Fuentes: La Jornada La agencia de noticias Reuters reveló ayer que empresas petroleras estadounidenses ayudan al cártel Jalisco Nueva Generación ( CJNG) a inundar México de combustible de contrabando con buques cisternas. Al contrario de lo que sugiere la equívoca expresión huachicol fiscal, estos hidrocarburos no provienen de robos a ductos en territorio mexicano, sino de Estados Unidos e incluso de Canadá, desde donde se exportan a México disfrazándolos en las declaraciones aduaneras como otros productos. Este reporte refuerza la idea de que a ningún gobierno estadounidense, desde Richard Nixon (el primero en declarar la “guerra contra las drogas”) hasta la actualidad, le ha interesado realmente acabar con el crimen organizado. Asimismo, de la impunidad con la que muchas corporaciones del país vecino hacen negocios con cárteles de la droga puede inferirse que cuando Washington acusa a un país de no “colaborar” lo suficiente en su guerra y usa el narcotráfico como pretexto para el despliegue de sus tropas o agentes encubiertos, su verdadero objetivo es apoderarse de los recursos naturales o derrocar gobiernos celosos de la soberanía. Un solo ejemplo: en diciembre de 2021, el ex agente de la Administración para el Control de Drogas (DEA) José Irizarry fue condenado a 12 años de prisión por el mayor escándalo de corrupción conocido en la historia del organismo: confesó haber robado 9 millones de dólares de la propia DEA, además de aceptar sobornos de las personas a las que supuestamente perseguía y participar en actividades de lavado de dinero para darse una vida de lujos alrededor del mundo. Irizarry denunció que estuvo acompañado por docenas de agentes federales, fiscales e informantes, e hizo una declaración demoledora para todo el discurso de “guerra contra las drogas” de Washington. Y aunque se puso a disposición de los investigadores para revelar todo lo que sabía sobre la deshonestidad de sus compañeros y superiores, la DEA hizo oídos sordos, hasta el punto de que sólo le dedicó un párrafo a su caso en un reporte de evaluación de sus operaciones en el extranjero publicado en marzo de 2023. En dicho informe, ni siquiera se menciona a Nicholas Palmeri, ex director regional de la DEA en México entre 2021 y 2022, quien vacacionó con abogados de Miami que defienden a capos latinoamericanos. Sólo dos meses después de que Palmeri dejó el organismo, un agente y un supervisor fueron imputados por filtrar información confidencial a abogados de esa ciudad a cambio de 70 mil dólares en efectivo. Por su papel central en la farsa del combate al narcotráfico, la DEA es la agencia más expuesta a los escándalos de corrupción y connivencia con el crimen organizado, pero las mismas falencias corroen a la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) o la Oficina Federal de Investigaciones (FBI). Cabe destacar, por ejemplo, que la propia DEA ha acusado a la CIA de facilitar el tráfico de drogas con tal de cumplir sus objetivos subversivos contra gobiernos insumisos a Washington. Ante la innegable raigambre del narcotráfico en Estados Unidos, la clase política bipartidista de ese país carece de autoridad moral y de credibilidad para señalar reales o imaginarios problemas de delincuencia en México, Venezuela, Colombia o cualquier otra nación que reconoce la amenaza criminal y trabaja para controlarla de acuerdo con sus recursos, sus leyes y sus principios. En vez de dilapidar miles de millones de dólares en mantener flotas de guerra donde no son necesarias ni deseables, y de desplegar agentes corruptos en todos los continentes, Washington debería centrarse en modificar la legislación favorable a los ultrarricos que la convierte en la capital mundial de lavado de dinero; vigilar a su complejo militar industrial, el cual obliga a inventar o crear conflictos bélicos; romper la simbiosis entre la economía ilegal y su sistema bancario y financiero; poner un alto a las farmacéuticas que han creado, por lucro, la actual epidemia de adicciones, y ofrecer a sus víctimas tratamientos efectivos de desintoxicación y recuperación. Ante la magnitud del contrabando de combustibles hacia México, es inevitable suponer que hay muchas más compañías estadounidenses involucradas en ese negocio delictivo, además de la que señala la investigación de la agencia informativa británica. Si el gobierno de la nación vecina quisiera mostrar con hechos voluntad de enfrentar el narcotráfico, en lugar de asesinar a pescadores inermes en el Caribe, bien haría en identificar y sancionar a tales empresas, facilitadoras y cómplices del trasiego de drogas. Fuente: https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/10/23/editorial/eu-capital-del-crimen

viernes, 24 de octubre de 2025

Zelenski, si te dejaron tirado, parpadea dos veces

Mundo - Sputnik Mundo, Ajedrez de geopolítica Conduce Javier Benítez. Zelenski, si te dejaron tirado, parpadea dos veces Volodímir Zelenski criticó recientemente a algunos de sus países aliados por no haberse sumado a la Lista de Necesidades Prioritarias de Ucrania, la iniciativa diseñada para que los países de la OTAN compren armas de fabricación estadounidense para entregarlas a Ucrania. Y es que el suministro de armas a Kiev ha caído drásticamente. Países socios de Zelenski cada vez más hundidos Zelenski se quejó con amargura y rencor contra aquellos países que no se han adherido a la Lista de Necesidades Prioritarias de Ucrania [PURL, por sus siglas en inglés]. "No todos los países, ni siquiera aquellos que se muestran muy proucranianos en su retórica y en público, se han sumado al programa PURL", declaró, al subrayar que algunas naciones "comenzaron a financiar por segunda vez” los suministros de armas. En este contexto, un reciente informe del centro de estudios económicos alemán Kiel Institute revela que la ayuda militar a Ucrania "cae drásticamente". En verano, las asignaciones militares de los países europeos disminuyeron un 57% en comparación con el primer semestre, con 1.900 millones de euros al mes. "Si contamos la ayuda total [incluida la de los donantes europeos y otros), la disminución mensual de la ayuda fue del 43%", precisa el documento del instituto. Al respecto, el diario Neue Zürcher Zeitung achaca la caída a la escasez de dinero o a la falta de deseo por parte de los países europeos de proporcionar asistencia. "A pesar de las grandes promesas de Europa, la ayuda a Ucrania se derrumba. (...) Sólo unos pocos países siguen proporcionando ayuda. El resto son tacaños o no tienen nada que dar", sentencia el medio. El analista internacional Nicola Hadwa advierte al respecto que los países europeos están cada vez con menos posibilidades de ayudar. "La precarización de las economías, la fata de comercio exterior producto de los embargos a uno y otro país, ha hecho que Europa se encuentre en una situación compleja en lo económico", explica Hadwa.

jueves, 23 de octubre de 2025

Sanciones de EEUU contra Rusia y China son muestra de que Washington busca frenar avance del nuevo orden mundo

Sanciones de EEUU contra Rusia y China son muestra de que Washington busca frenar avance del nuevo orden mundial, según un analista - Sputnik Mundo, 1920, 23.10.2025 © telegram SputnikMundo Sanciones de EEUU contra Rusia y China son muestra de que Washington busca frenar avance del nuevo orden mundial, según un analista El nuevo paquete de medidas de Estados Unidos contra Rusia, donde se incluyen restricciones para las dos mayores empresas petroleras nacionales, Lukoil y Rosneft, y también acciones contra China, son un ejemplo del tipo de directriz que, en la actualidad, ejerce la Casa Blanca, comentó en entrevista para Sputnik el internacionalista mexicano David García Contreras. "EEUU ejerce lo que llamamos una política de máxima presión, en donde el objetivo, sumado a un estilo de negociar, es tratar de presionar lo más posible para obtener resultados más rápidos y más contundentes para los intereses [del país norteamericano]", expuso. Asimismo, señaló que estas acciones lo que buscan es frenar el avance de China y Rusia en la era multipolar, ya que son pilares en el orden geopolítico actual. "Estos países lideran el sur global, tienen presencia en el grupo de los BRICS y, por tanto, proponen la construcción de un nuevo orden internacional, más allá del que ha delimitado Occidente, con Estados Unidos a la cabeza. Por eso es que también estas sanciones, en esta política de máxima presión, llegan hasta China, para tratar de minimizar el avance de este nuevo orden y esta alianza, que en nada favorece a los intereses norteamericanos", aseveró. También mencionó que las intenciones de Washington con esta estrategia es que Moscú ceda a la hora de dialogar sobre la crisis ucraniana, cuestión que, en su opinión, no ocurrirá. Síguenos en Sputnik Mundo / Sputnik Mundo Visual

Plan de paz como guerra: el Leviatán de Gaza

Recomiendo: Trump, Israel y la gestión del exterminio Plan de paz como guerra: el Leviatán de Gaza Por Emilio Cafassi | 22/10/2025 | Palestina y Oriente Próximo Fuentes: Rebelión La tregua imposible: entre la utopía justa y el realismo cruel. 1. El espejismo de la paz: anatomía del acuerdo Trump Nada hay más engañoso que la palabra “paz” cuando la pronuncian los vencedores. Bajo su brillo se oculta un orden que se impone y un silencio sobre las ruinas del otro. Así opera el plan de veinte puntos de Trump, celebrado en la Knéset con el marketing sustituyendo a la política. No fue el sonido de la reconciliación, sino el eco de una victoria montada sobre la rendición. La “paz fuerte, duradera y eterna” se escribe con cláusulas de imposición. La primera fase -liberación de rehenes, canje de prisioneros palestinos, entrada de ayuda y retirada parcial a la “línea amarilla”- dramatiza la asimetría entre ocupante y ocupado. La propia terminología es aberrante: Israel retiene “prisioneros” con apariencia de legalidad; Hamás, “rehenes”. El lenguaje plastifica la jerarquía. Trump no habla el idioma del derecho, sino el de la propiedad: parcelar, concesionar, licitar. Su “Junta de la Paz” y la “Fuerza Internacional de Estabilización” remiten a un gerenciamiento privado del territorio: Gaza como condominio desmilitarizado, soberanía cambiada por seguridad, y autodeterminación por supervisión. Es la paz del urbanista sobre el cementerio mientras aún humea: zonas económicas, promesas de inversión y una reconstrucción que sustituye justicia por desarrollo y reparación por plan de obras. Varias críticas resultan acérrimas. Olga Rodríguez advierte que el plan prescinde del derecho internacional y protege a quien comete el genocidio. Ramzy Baroud lo llama “una estrategia velada para facilitar la limpieza étnica”. Incluso en medios hegemónicos la incomodidad asoma: The New York Times reconoció que “las concesiones son desproporcionadas y la cronología, confusa”, mientras el coqueto La Nación, en su intento de equilibrio, celebró la “iniciativa pragmática” pero admitió que “carece de garantías verificables”. El propio contraste entre ambos revela lo que el plan oculta: su núcleo no es el simulacro de concordia, sino la administración del dominio. Las cuestiones fundamentales -estatus de Jerusalén, derecho al retorno, destino de Cisjordania y de los asentamientos ilegales- se difieren o se omiten. El primer ministro qatarí Al Thani resumió el método: los mediadores pospusieron “los temas más espinosos” porque no había condiciones para un acuerdo integral. La tregua ceremonial se posterga para que el negocio continúe. El experto en Medio Oriente Pedro Brieger, enfatiza la secuencia ética -antes que geopolítica- que toda arquitectura honesta debería asumir: detener el genocidio, retirar completamente a Israel de la Franja y no volver a dejar a Gaza en el limbo. Sin duda Gaza es hoy infraestructura devastada y un conteo indecible de muertes, mientras la gramática diplomática disfraza la urgencia con “fases” y “transiciones”. El politólogo israelí Mario Sznajder lo sintetiza: “El diablo está en los detalles, y cualquiera de esos detalles puede hacer estallar toda esta historia”. Entre ellos, el ambiguo “congelamiento” de armas de Hamás -sin entrega efectiva- y la exclusión de Cisjordania del acuerdo. Si el diablo habita los detalles, dios se ha exiliado de este mapa. Dentro de Israel, los aplausos al plan tapan sus tensiones. Netanyahu capitaliza la liberación de rehenes y la escenografía internacional como triunfo propio, aunque el “trabajo duro” haya sido de mediadores árabes y de Washington. La euforia nacionalista borra el matiz: lo que se celebra no es la paz, sino la victoria del relato. Contra el cliché que reduce todo a Hamás, Brieger recuerda dos hechos: la población de Gaza desciende en gran parte de expulsados de 1948 y Hamás nace recién en 1987, veinte años después de la ocupación de 1967. La causa precede a la organización; invertir el orden es invertir la historia. La ovación en la Knéset, entre gorras rojas y gritos de “¡Trump, presidente de la paz!”, selló el sentido del montaje: no fue un tratado entre enemigos reconciliados, sino una ceremonia de aliados que comparten poder y fuerza. El pacto de los fuertes se teatralizó como espectáculo de redención, mientras “Gaza” funcionó de decorado. En las calles palestinas, donde la reconstrucción llega como limosna y la soberanía se ofrece como concesión administrativa, el acuerdo se vive con mezcla de alivio y desconfianza. Como escribió Muhammad Shehada, “Palestina se ha convertido en un cementerio de estrategias fallidas.” 2. La paz como negocio y la guerra como algoritmo El llamado Acuerdo del Milenio -sucesor hiperbólico del “Acuerdo del Siglo”- no negocia entre enemigos, sino que fusiona intereses entre imperios. Diplomacia de magnates, protectorado colonial y propaganda digital se mezclan en una misma escenografía. Si los viejos tratados se firmaban con solemnidad, este se redacta con likes, contratos y drones. Trump no busca la paz: busca una gerencia global. Gaza queda tutelada por una “Fuerza Internacional de Estabilización” que reproduce los formatos de Bosnia y Kosovo: enclaves desmilitarizados, supervisión extranjera y soberanía en suspenso. En esa arquitectura reaparece Tony Blair como virrey honorario, símbolo de una administración colonial maquillada de misión humanitaria. Como observó Gilbert Achcar, se trata de una reedición del mandato civilizatorio de entreguerras, ahora envuelto en marketing y retórica de transición democrática. Harold Meyerson, en The American Prospect, desarma la farsa: el plan es “básicamente un plan de guerra” que otorga a Netanyahu carta blanca mientras Washington se lava las manos y Blair recupera protagonismo. Es la escenografía de una paz condicional donde los palestinos deben aceptar su rendición para merecer la reconstrucción. El mundo asiste, impávido, a una concordia que exige morir primero para volverse creíble. Roy Schwartz, en Sin Permiso, subraya que el texto de veinte puntos “contiene todo aquello con lo que los israelíes habían soñado” y parece redactado en la oficina del primer ministro. La presión estadounidense, cuando existe, es meramente retórica. Frente a esa trampa, Brieger propone una tercera vía pragmática: reconocer a Gaza como Estado independiente y evitar el limbo jurídico de una población sin ciudadanía que sobrevive a cielo abierto. No se trata de fetichizar fronteras, sino de anclar derechos y supervivencia. La idea no sustituye la igualdad plena, pero abre un piso jurídico donde asentar la dignidad antes de cualquier negociación. En medio de la barbarie, esa bisagra mínima entre utopía y realismo tal vez sea una victoria de lo humano. No sería despreciable si se lograra, pero insistiré que un salto verdaderamente cualitativo para superar el atraso de toda la región es un estado laico, secular y moderno que no solo prevalezca sino repudie el atraso histórico de las formaciones económico-sociales, los estados-nación creados allí. 3. Los cautivos del lenguaje Nada revela mejor la estructura moral del poder que las palabras con que nombra a sus prisioneros. Israel llama rehenes a los israelíes y terroristas a los palestinos encarcelados. El lenguaje se vuelve un frente de guerra: los muros se levantan también con adjetivos y titulares. Mousa Abu Marzouk, dirigente histórico de Hamás, resume el drama: “Nunca hubo una guerra abierta, un genocidio retransmitido por televisión como éste, donde el hambre y el asesinato de niños se usan como armas. Pedimos a Trump que cumpla su promesa de detener la guerra y liberar a los prisioneros”. Habla desde un exilio perpetuo que Occidente reduce a fanatismo. El canje propuesto -dos mil palestinos por veinte cautivos israelíes- dramatiza una jerarquía moral: la vida israelí vale más, la palestina es moneda de cambio. Marwan Barghouti y Ahmad Sa’adat, símbolos de unidad, quedan fuera para calmar a los ministros extremistas. Cada liberación se vuelve espectáculo calculado para reafirmar superioridad moral. La trampa del lenguaje se hermana con la del Estado liberal que Marx denunciaba en La cuestión judía: la emancipación política otorga derechos abstractos al ciudadano, mientras la vida real del hombre continúa sometida. Llamar “prisioneros” a los palestinos y “rehenes” a los israelíes reproduce esa doblez: igualdad formal, subordinación efectiva. La paz nominal no toca la emancipación humana si no desmonta la matriz material del dominio. Desde un refugio improvisado en Nusseirat, un periodista palestino le escribió a Viento Sur para explicar por qué no quiere que su hijo Walid asocie la palabra “israelí” con “muerte”. Entre las ruinas, inventa cuentos para distraerlo del estruendo de los helicópteros y que los confunda con pájaros. “No quiero que aprenda el odio como idioma materno”, confiesa. La escena recuerda al film de Benigni: un padre que fabula para que su hijo no vea el horror, como si la imaginación pudiera ser una trinchera moral. En medio del sitio, esa pedagogía del amor es también un acto político: preservar la inocencia cuando todo conspira para abolirla. Ese niño que devora una manzana como si fuese un milagro encarna la otra cara del acuerdo: la vida reducida a escasez administrada, a fruta racionada bajo la mirada de drones. Es la escena mínima que desmonta toda grandilocuencia diplomática. La libertad no se mide en las cumbres de Sharm el-Sheikh, sino en la posibilidad de que un niño no aprenda a odiar. En las cárceles israelíes, más de siete mil palestinos permanecen detenidos -muchos sin juicio-; el tiempo mismo se ha vuelto rehén. La desaparición prolongada es tortura burocrática: el archivo como verdugo. Y en las calles de Gaza, la semántica oficial se quiebra. Allí los presos son héroes y los rehenes, sombras; la palabra intercambio suena a respiro más que a justicia. “Hamás ya no es una organización: es una idea, y las ideas no se encarcelan”, dice Marzouk. Desde la diáspora, intelectuales como Ahmed Correa Álvarez y Julio Antonio Fernández Estrada amplían el eco: “Si la promesa de libertad exige ignorar la masacre de inocentes, necesitamos otra idea de libertad”. Israel no libera: administra el encierro. Trump no negocia: supervisa la humillación. El mundo observa, cautivo de sus pantallas como si las retinas fueran nuevas prisiones, cómo la palabra rehén se convierte en espectáculo y la palabra prisionero en sospecha. En esta guerra, unos arrastran grilletes de acero y otros, de discurso. Todos esperan que el tiempo vuelva a ser humano. 4. “No en mi nombre”: fisuras y retornos dentro del judaísmo Ninguna palabra está más disputada hoy que judío. No por su sonido, sino por el campo de fuerzas que la rodea. El proyecto de Trump y la guerra en Gaza comprimieron siglos de debates internos en una sola pregunta: ¿puede defenderse la vida judía sin la coartada de un Estado étnico-confesional que oprime a otro pueblo? La respuesta llega de voces que dicen algo tan simple como decisivo: no hablen en mi nombre. No es eslogan, es genealogía: memoria de una cultura atravesada por exilios y mestizaje, que no cabe en la frontera de un Estado ni en el léxico militar de una ocupación. En Buenos Aires, en Jerusalén o en Nueva York, historias familiares de convivencia entre judíos y árabes desarman la ecuación “judío=sionista”. Esa memoria demuestra que la identidad judía puede ser diaspórica sin ser subordinada: encontrar patria en la lengua, la justicia y el vínculo, no en la anexión de tierras. Peter Beinart, en Le Monde Diplomatique, compara el relato victimista israelí con el de los afrikáners en el apartheid: ambos usaron el miedo a la igualdad como coartada de supremacía. Si la seguridad exige negar derechos al otro, lo que se protege no es la vida, sino el privilegio. Philippe Descamps añade la evidencia demográfica: entre el Mediterráneo y el Jordán, los judíos ya no son mayoría. Sin democracia sustantiva, el Estado profundiza la ingeniería de fronteras y permisos, blindando la ficción de ser “judío y democrático”. En Cisjordania, ruinas, aldeas sin agua y olivos arrancados son el paisaje moral de esa política. Dentro de Israel, la deriva es visible. Gideon Levy describe el tránsito del duelo a la venganza: “no hay inocentes en Gaza”. La empatía se volvió traición, y la prensa acompaña con silencios: se muestra el dolor israelí, se oculta el hambre palestino. Meron Rapoport señala el límite material de esa ideología: Egipto no abre el Sinaí, ningún país absorbe refugiados, la presión internacional crece. La propia ingeniería diplomática de Trump, ambiguo, cerró la puerta a la anexión abierta y congeló la fantasía de la “transferencia”. Los palestinos no se irán a ninguna parte. La herejía interior del judaísmo no es negación, sino retorno a su fuente ética. Nació como memoria de esclavitud transformada en exigencia de justicia. La diáspora fue riqueza, no desgracia: el yidis probó que la identidad judía se expande al dialogar con otras lenguas y cocinas. Cuando el Estado homologa “judío” con “sionista” y “patriota”, empobrece la tradición y somete su ética a un protocolo de guerra. La pregunta que arde -¿cómo ser judíos después de Gaza?- pide coraje: separar la vida judía de la política de exterminio, desobedecer a las instituciones que usurpan una voz colectiva, imaginar un futuro común donde la igualdad no sea amenaza, sino punto de partida. Beinart lo dice con claridad: si el miedo organiza la supremacía, el antídoto es la igualdad. No un “dos Estados” exhausto ni una “gestión internacional” con virreyes ilustrados, sino derechos iguales para todos los que habitan la misma tierra. Esa herejía fidelísima -volver al corazón de la tradición para preguntar qué justicia vale defender- es el único mandamiento urgente. Allí, y solo allí, la palabra paz recupera sentido: nadie domina, nadie sobra, nadie calla en nombre de nadie. 5. El Estado, la violencia y la agonía del futuro Nos hemos acostumbrado a pensar la violencia como un desvío de la normalidad política, pero Gaza -como antes Vietnam o Argelia- recuerda que la violencia no es el fracaso del Estado: es su principio constitutivo. Max Weber lo formuló con precisión: el Estado se define por el monopolio legítimo de la violencia. La pregunta hoy es otra: ¿qué sucede cuando esa legitimidad se confunde con impunidad? ¿Cuando la violencia deja de ser medio para volverse fin? La violencia no solo funda al Estado: lo modela y lo sobrevive. Hobbes la imaginó en El Leviatán como monstruo nacido del miedo; Gramsci la pensó como coerción con consentimiento de los sometidos; Weber finalmente la racionalizó en la administración. En todos late la misma genealogía: la violencia estatal es el precio del orden. Engels concluyó que las clases dominantes inventaron el Estado para perpetuar su dominio. La modernidad política -de las monarquías a los regímenes liberales- está hecha de guerras civiles, colonizaciones y esclavitudes que luego se tradujeron en leyes. La violencia se legalizó mientras el poder se institucionalizaba. Charles Tilly lo resumió con brutal lucidez: “la guerra hizo al Estado y el Estado hizo la guerra”. Gaza confirma esa sentencia. El Estado israelí, erigido sobre la herida del exilio y la memoria del exterminio, no puede ya existir sin una guerra que lo reactive. Y el esquema de Trump lo perpetúa al globalizarlo: convierte la masacre en procedimiento administrativo. El derecho internacional se vuelve cartografía moral que se consulta, pero no se cumple. Esa paradoja recorre toda la modernidad. El mismo derecho que intenta contener la barbarie surge de ella. Los tribunales de Núremberg y el Estatuto de Roma fijaron categorías -crímenes de guerra, de lesa humanidad, genocidio- que nacieron de un mundo que ya había naturalizado el exterminio. Gaza desborda esas categorías: es crimen de guerra por su método, crimen de lesa humanidad por su continuidad y genocidio por su finalidad. Hannah Arendt vio en la burocracia moderna la mutación de la banalidad del mal en técnica de gobierno: ya no se mata por pasión, sino por protocolo. Gaza se gestiona. Se administra el hambre, el agua y la electricidad con la frialdad de una planilla. La paz de Trump, con sus tableros de inversión y fases numeradas, es la actualización tecnocrática de esa banalidad: el horror traducido en Excel. Achille Mbembe llamó necropolítica a este régimen del poder que decide quién puede vivir y quién debe morir. En Gaza esa frontera es literal: una línea trazada por drones determina el valor de cada cuerpo. La modernidad, que se jactaba de civilizar, alcanza aquí su reverso: la administración racional de la muerte. El hambre, como advierten Bertomeu y Gérvas, se convierte en arma de guerra y control demográfico. Polanyi lo había intuido: cuando la economía se desincrusta de la ética, la vida humana se vuelve variable de ajuste. El Antropoceno amplifica esta ecuación: ya no se trata solo de pueblos dominados, sino del planeta como víctima. Andreas Malm advierte que la guerra por los recursos es hoy una guerra contra los límites de la Tierra. Gaza, convertida en laboratorio de control y desecho, es también metáfora del mundo que viene: un planeta sitiado por su propia maquinaria de dominio. El Estado moderno nació como máquina de jerarquías y fronteras. Para Norbert Elias su racionalización fue inseparable del monopolio fiscal y de la concentración del poder. En el presente, ese proceso alcanza su saturación: el control total no produce orden, sino colapso. El Leviatán, que debía proteger, devora ahora su propio cuerpo social como un animal que confunde su cola con el planeta. No se trata de idealizar a los enemigos de Israel. Hamás reproduce, bajo otra gramática, la misma lógica teocrática que denuncia: autoritarismo religioso, misoginia y martirio como pedagogía política. No representa la emancipación del pueblo palestino, sino su secuestro simbólico. Michel Onfray advirtió que las religiones monoteístas comparten una “metafísica de la servidumbre” que subordina el cuerpo y sacrifica el pensamiento. La tragedia de Gaza no opone fe y razón, sino dos dogmas enfrentados por el control del mismo infierno. Mientras el hambre se gestiona, las empresas participan de la coreografía. La española CAF, proveedora de trenes que conectan asentamientos ilegales, asegura que “no fabrica bombas”, pero transporta el andamiaje del apartheid. Europa financia misiones humanitarias mientras sus bancos sostienen la ocupación. El humanismo europeo es una máscara civilizada de la barbarie colonial. No es solo Israel ni Trump: Occidente entero necesita desradicalizarse, abandonar su fundamentalismo de mercado y su fe en la violencia redentora. Lo que se llama “terrorismo” en unos es, en los otros, política exterior y equilibrio de poder. Queda confundido el progreso con la capacidad de destruir sin mancharse. Walter Benjamin sentenció que “todo documento de cultura es también un documento de barbarie”. Lo que Occidente llama paz es, para los pueblos sometidos, la suspensión temporal de su exterminio. Gaza es ese reverso de la Ilustración: el laboratorio donde técnica, razón de Estado y religión -judía, cristiana, islámica o de mercado- confluyen para administrar la muerte sin llamarla crimen. En los foros internacionales se debate si Gaza puede ser “un Estado independiente”. Pero la pregunta ya contiene un axioma: presupone que la independencia solo puede adquirir forma estatal. Tal vez, como sugería Arendt en su defensa de los consejos revolucionarios, la política deba repensarse sin soberano. Fanon habló de una “nueva humanidad” nacida de la descolonización, y Mbembe de una comunidad de vivos y muertos que desborda la forma Estado. Quizás Gaza, devastada y fragmentada, no aspire a ser un Estado sino otra cosa: una comunidad sin amo. Contemplar Gaza desde nuestras pantallas no nos hace espectadores: nos convierte en cómplices. Cada indiferencia ratifica la impunidad. Volviendo a Benjamin, “ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo si este vence”. Esa victoria no es militar, sino moral: el triunfo de la anestesia. Por eso insistimos: no se trata solo del futuro de Gaza, sino del futuro de la humanidad. Si la civilización sobrevive, será porque aprendimos a desobedecer los imperativos de la violencia legítima, a desmontar la maquinaria del hambre y a pensar la libertad no como excepción, sino como regla. El Estado nació con sangre y fronteras; quizás deba morir con memoria y comunidad. Si algún día Gaza deja de ser una herida y se vuelve un comienzo, será porque las sociedades reconocieron -al fin- que ninguna paz vale el precio de una sola vida injustamente arrebatada. El Estado moderno, con su bandera y su himno, no es más que la estilización del crimen fundacional que lo parió. En el Antropoceno, ese crimen se universaliza: ya no se trata solo de pueblos o razas, sino de la especie y de la Tierra como víctimas. Gaza es el laboratorio de ese nuevo pacto entre la técnica y la muerte: donde el Estado legitima su violencia con la palabra “seguridad”, y el planeta paga su precio con cuerpos y desertificación. Emilio Cafassi (Profesor Titular e Investigador de la Universidad de Buenos Aires). Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

miércoles, 22 de octubre de 2025

Corte Internacional de Justicia exige a Israel garantizar las necesidades básicas en Gaza

SputnikMundo La Corte Internacional de Justicia exige a Israel garantizar las necesidades básicas en Gaza El máximo órgano judicial de la Organización de Naciones Unidas publicó una opinión consultiva en la que enfatiza que Israel, en su calidad de potencia ocupante, debe garantizar los suministros esenciales para la supervivencia de la población local. En ese sentido, determinó que el Estado hebreo está obligado a apoyar los esfuerzos de socorro proporcionados por organismos como la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Medio Oriente (UNRWA). En respuesta, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel rechazó categóricamente las conclusiones del tribunal, afirmando a través de la red social X que el país "mantiene plenamente sus obligaciones en virtud del derecho internacional". ▫ No obstante, Israel ha prohibido a la UNRWA operar en Gaza, reiterando su acusación de que la agencia emplea a miembros del grupo militante Hamás y negándose a cooperar con la organización. La CIJ han señalado que Israel no ha logrado probar sus afirmaciones de que un número significativo de empleados de la UNRWA son miembros de Hamás. Síguenos en Sputnik Mundo / Sputnik Mundo Visual

A veces las guerras se pierden. Reflexiones sobre Ucrania

Recomiendo: A veces las guerras se pierden. Reflexiones sobre Ucrania Por Vicenc Fisas | 20/10/2025 | Europa Fuentes: El diario [Imagen: El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski (c), durante el almuerzo con el presidente estadounidense, Donald Trump, en la Casa Blanca en Washington DC, Estados Unidos, el 17 de octubre de 2025. EFE/EPA/AARON SCHWARTZ / POOL] Cuando Trump y Putin se reúnan en Hungría, veremos si realmente comparten ya el mismo plan, una “paz impuesta” que, aunque seguro utilizarán el concepto de “paz justa y duradera”, no tendrá nada de justa, aunque es posible que no quede otra opción Desde que Trump asumió la presidencia, ha manifestado en varias ocasiones que, tarde o temprano, se pondría de acuerdo con Putin para terminar con la guerra de Ucrania, y por la vía de no suministrar más armamento al presidente Zelenski, cosa que ya ha empezado a hacer durante este año, al reducir substancialmente las entregas de armas, y obligarlo a aceptar que Rusia se quedaría con los territorios ya conquistados, con pequeñas variaciones, a cambio de que los países de la OTAN le garantizaran una seguridad para el futuro, sin entrar en la Alianza. Trump y Putin comparten muchas características, pues ambos son arrogantes, personalistas, autócratas, ególatras, autoritarios, manipuladores y desconocen la autocrítica. Este tipo de personajes, cuando están al mando de superpotencias militares, están condenados a entenderse, pues se admiran mutuamente, aunque sea en secreto y con vaivenes en sus declaraciones. El ministro ruso de Exteriores, Lavrov, que no está tan sujeto a estos corsés, en sus discursos siempre loa al presidente Trump, sea cual sea la coyuntura, lo que es una señal muy clara de que buscan un entendimiento para el caso de Ucrania. Cuando Trump y Putin se reúnan en Hungría, veremos si realmente comparten ya el mismo plan, una “paz impuesta” que, aunque seguro utilizarán el concepto de “paz justa y duradera”, no tendrá nada de justa, aunque es posible que no quede otra opción. Durante este año, en varias ocasiones y la más reciente en este mes de octubre, tanto el presidente Zelenski como otros dirigentes políticos europeos han insistido en que, con ayuda externa, Ucrania podría ganar la guerra y recuperar los territorios anexionados por Rusia. Pero el viernes, en su visita a la Casa Blanca, además de no prometerle enviar misiles Tomahawk, Trump le dijo a Zelensky que tanto Rusia como Ucrania “debían detenerse como están” y poner fin a la guerra, congelando las líneas de batalla actuales y aceptando un cese de hostilidades a una guerra que ha podido costar la vida a unos 250.000 o 300.000 jóvenes de ambos bandos, aplicando una media de varias estimaciones realizadas al respecto, más que la guerra de Siria o Iraq, y próxima a la de Afganistán. Una verdadera carnicería, y que supone seis veces más que los muertos de las tropas estadounidenses en Vietnam. No hay que extrañarse, por tanto, que haya también unos 350.000 desertores entre los dos países. En los últimos 35 años, en el mundo hemos tenido 62 guerras, esto es, conflictos armados de alta intensidad. El 35% de ellas terminaron con un acuerdo de paz, muchas veces imperfecto (recuerden los Balcanes), y evidentemente no incluyo el plan de 20 puntos de Trump para Gaza, que no es propiamente un acuerdo de paz, entre otros motivos porque no ha participado una de las partes, la palestina, y el conflicto está todavía muy activo para Israel. Otro 45% de las guerras están vigentes, se han desactivado o no están resueltas del todo, aunque no haya muertos en este momento. Nos queda el 20% restante, 12 guerras que han terminado por la victoria militar de una de las partes (Ruanda, Punjab, Perú, Angola, Costa de Marfil, Chad, Afganistán, Sri Lanka, Armenia/Azerbaiyán, segunda guerra de Chechenia, Israel/Palestina y Siria), que, aunque sea un porcentaje mucho menor que los acuerdos de paz alcanzados, es importante y está en alza desde hace unos años, pues van decreciendo los procesos de paz, mientras aumentan los que finalizan militarmente. Es una mala señal, pero los que nos dedicamos a promover acuerdos de paz, también tenemos la obligación de analizar los casos en que esto no ha sido posible. En este sentido, creo sinceramente que Ucrania no tiene la capacidad para reconquistar los territorios que Rusia se ha anexionado, por lo que continuar con la guerra de desgaste parece no tener sentido. Firmar un armisticio es la única forma realista de evitar que el conflicto se enquiste durante años, como ha sucedido en otros escenarios de “guerras congeladas”. Seguir enviando armas a Ucrania, sin otra perspectiva a la vista, solo perpetúa un conflicto que ya está perdido en términos estratégicos y humanitarios, y, además, prolongarlo acentúa el riesgo de un enfrentamiento directo OTAN-Rusia si se sigue escalando el conflicto. Mi posición se basa en el realismo político, pero sobre todo en el principio ético de evitar más muertes en una guerra que solo puede traer más dolor y muerte. Creo que es importante tener en cuenta que el apoyo a la continuación incondicional de la guerra parece haber disminuido significativamente con el tiempo en Ucrania. La posición mayoritaria ha cambiado respecto a años anteriores y ahora es favorable a la negociación, en parte por el agotamiento, las pérdidas humanas y los costos económicos. En una encuesta de Gallup del mes de julio, el 69% de los ucranianos dijeron que preferían negociar un fin de la guerra lo antes posible, mientras que solo el 24% apoyaban continuar la lucha hasta la victoria, todo lo contrario de 2022. Moscú lo sabe, y de ahí que intensifique los ataques que afectan directamente a la población civil. Es una estrategia sumamente cruel y que va en contra de todas las normas del derecho internacional humanitario, pero tiene un efecto directo en el cambio de opinión de la población. A finales de 2023, Rusia controlaba el 17,4% del territorio de Ucrania. Ahora ya es del 19%, y no parece que vaya a disminuir. Después de tres años y ocho meses de guerra, Estados Unidos y los países europeos ya han proporcionado ayuda militar a Ucrania por valor de 170.000 millones de euros, y Ucrania ha tenido que dedicar más de 120.000 millones de dólares para la guerra de su presupuesto nacional. En 2025, el 26,3% de su PIB va destinado a la guerra, una auténtica catástrofe económica, que se añade a las vidas humanas perdidas. En la última reunión de los ministros de Defensa de la OTAN, uno de los objetivos era que la mayoría de los países se adhirieran a la iniciativa de adquirir armas a Estados Unidos para Ucrania (PURL), un gran negocio para los estadounidenses, pero seguramente una catástrofe si eso contribuye a alargar una guerra que de momento no se puede ganar. Si es así, y para evitar unos 100.000 muertos más en el próximo año, lo más sensato sería terminar con esta guerra, injusta, pero perdida; pactar un alto al fuego y un cese de hostilidades, aceptar que Rusia se queda con el territorio conquistado, y negociar un sistema de garantías para que la población de los territorios anexionados pueda tener, si quiere, doble nacionalidad, puedan estudiar la lengua ucraniana y sean respetados sus derechos como minoría, con una real verificación de la OSCE, que fue creada, entre otros temas, para estos menesteres. En 9 de las 12 guerras que terminaron con victoria militar, y no con acuerdos de paz, a pesar de ello después se hicieron acuerdos, repatriaciones, amnistías, normalizaciones políticas, diálogos políticos, reconciliaciones, descentralizaciones, normalizaciones lingüísticas y otros tipos de iniciativas. Lo explico porque es una cuestión básica en este tipo de conflictos armados a los que se quiere poner fin, hay fórmulas complementarias para evitar que una “cesión”, en este caso territorial, sea también humillante. En una eventual negociación entre Ucrania y Rusia, además de los compromisos ya demandados de no ingresar en la OTAN y dar garantías de seguridad a Ucrania, hay todo un abanico de cuestiones interesantes que pueden ponerse en el cesto de un acuerdo final, evitando siempre el término “derrota” y “capitulación”, para dar énfasis al “fin de los combates”, “alto el fuego definitivo”, y acuerdos de seguridad compartida y verificación. Trump dijo el viernes algo parecido, al recomendar “que ambos reclamen la victoria, que la historia decida”. Estas palabras recogen, quizás sin saberlo Trump del todo, una larga tradición de finales pragmáticos, cuando la salida permite detener la matanza sin exigir que nadie renuncie públicamente a su narrativa. La verdadera victoria, en estos casos, no es militar ni territorial, sino semántica y moral, al convertir la rendición del orgullo en una afirmación de la paz. Por desgracia, el Protocolo de Minsk de 2014 no se cumplió, y el acuerdo de Minsk II de febrero de 2015, tampoco. La diplomacia europea no presionó a Ucrania para que cumpliera su parte del acuerdo, y más bien se dedicó a rearmar a este país. Angela Merkel y François Hollande lo confirmaron en diciembre de 2022, concretamente los días 7 y 30, respectivamente. De haberse cumplido lo pactado, el Donbás sería ahora una autonomía de Ucrania, y la guerra no hubiera empezado. Ahora ya es tarde para eso, pero no para poner fin a una guerra que no tiene ningún sentido si apreciamos el valor de las vidas que están en juego. Que no sea justo no quiere decir que no sea conveniente y oportuno. Finalmente, acabar con la guerra de Ucrania permitiría romper con la paranoia desatada en Europa sobre la amenaza rusa y una inminente invasión de su parte, abriendo la puerta a una reconsideración sobre las recientes políticas de seguridad favorables a un rearme más que desmesurado, y, con suerte, buena voluntad y mucha presión social, volver a los principios de la seguridad compartida. La industria armamentística de Estados Unidos quedaría afectada, y el secretario general de la OTAN, que es el señor del 5% que le dice a la oreja de Trump que España se porta mal, seguramente podría coger una seria depresión, pero en Europa igual podríamos recuperar el sentido común en cuanto a temas de seguridad. Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/veces-guerras-pierden-reflexiones-ucrania_129_12695302.html

martes, 21 de octubre de 2025

Colombia llamó a consultas a su embajador en Estados Unidos tras las amenazas de Trump

- Sputnik Mundo. Colombia llamó a consultas a su embajador en Estados Unidos tras las amenazas de Trump Spunnik La ministra de Exteriores de ese país, Rosa Villavicencio, confirmó que el funcionario, Daniel García-Peña, "ya se encuentra en Bogotá". Esta es la reacción de Petro a las amenazas de Donald Trump a Colombia y por haberlo vinculado a él con el narcotráfico. "Si EEUU intensifica sus ataques, podría haber un llamado de unión caribeña, aunque por el momento no hubo una unanimidad en los países por querer involucrarse en el asunto", dijo en Cara o Ceca Luis Ángel Perez, analista político de Colombia. "Trump anunció que iba a cortar las ayudas a Colombia para combatir el narcotráfico y que iba a subir los aranceles. Esta decisión afecta mucho a Colombia, pero hay que ver en qué ámbitos se va a imponer. Nadie puede dormir tranquilo en estos tiempos", observó.

Farsa teatral en Medio Oriente, escenificada por Trump, con Netanyahu en el papel secundario de genocida impune

Recomiendo: Farsa teatral en Medio Oriente, escenificada por Trump, con Netanyahu en el papel secundario de genocida impune Por Carlos Fazio | 21/10/2025 | Palestina y Oriente Próximo Fuentes: Rebelión Aclamado en la Knesset de Israel como el nuevo ‘Dios de los judíos’, el inquilino de la Casa Blanca dio trato de vasallos a un puñado de dignatarios europeos y monarcas absolutos árabes y musulmanes. Tras dos años de limpieza étnica y genocidio continuado en los territorios árabes ocupados, la frágil y asimétrica tregua armada entre dos superpotencias militares poseedoras de armas nucleares (Estados Unidos e Israel) y las milicias palestinas −rubricada en Sharm el-Sheikh, Egipto, tras el obsceno y descarado show mediático hollywoodense del egocéntrico asesino serial confeso Donald Trump−, exhibe el mundo del revés En lenguaje orwelliano, la paz es guerra perpetua, y de consumarse a las malas el guion de los “20 puntos” de Trump y su alter ego, Benjamín Netanyahu (prófugo de la Corte Penal Internacional y acusado de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia), sobre los escombros salpicados de miles de palestinos martirizados por la metralla de demolición sionista, Gaza florecerá como un “hermoso” y “maravilloso” resort para millonarios con mano de obra semi- esclava y acceso directo a los recursos gasíferos que yacen en el mar Mediterráneo. Signadas por la autoglorificación, las puestas en escena de Trump el lunes 13 de octubre ante la Knesset (Parlamento) de Israel y luego en el balneario egipcio de Sharm el-Sheikh, a las costas del mar Rojo, estuvieron permeadas por mentiras, exageraciones y distorsiones flagrantes. Detrás de su teatralidad, el discurso jactancioso de Trump se desplegó en una parte como espectáculo, otra sermón, una más autocongratulación, y mezcló afirmaciones grandiosas de “paz” en Medio Oriente con falsedades abrumadoras. En contraste, la “nueva era” y el “nuevo amanecer histórico” subregional de la falaz narrativa trumpista, se vieron opacados por el legislador israelí Ofer Cassif, quien fue brutalmente agredido y sacado del recinto por interrumpir su discurso. Cassif captó la ironía del día con mordaz precisión; escribió en Facebook: “Durante el discurso de mentiras del criminal de guerra Netanyahu, preferí leer sobre la verdad”. Estaba leyendo La limpieza étnica de Palestina del reconocido historiador israelí Ilan Pappé, un acto simbólico de desafío silencioso mientras Trump, el primer ministro israelí Netanyahu y otros artífices del genocidio en Gaza se felicitaban mutuamente por haber asesinado a mansalva a millares de palestinos en dos años. Con un agregado: desde el 7 de octubre de 2023, se han lanzado más de 200.000 toneladas de explosivos sobre Gaza, lo que equivale a la fuerza de trece bombas de Hiroshima. Esas armas eliminaron a casi 68.000 palestinos y dejaron gran parte del territorio en ruinas. Decenas de miles más siguen atrapados bajo los escombros y no contabilizados. Horas después, desde la ciudad egipcia, los televidentes asistimos al espectáculo (in)esperado: el striptease del humanismo árabe/musulmán/occidental transmitido urbi et orbi, con Trump representando a ratos el papel del emperador Ciro el Grande, y metamorfoseándose, en otros, en un sátrapa bufonesco desparramando desprecio e indulgencias a la treintena de dignatarios de la Comunidad Europea, Gran Bretaña y las monarquías absolutistas petroleras a quienes dio trato de vasallos. Con independencia de que la primera ministra italiana Giorgia Meloni y todos sus homólogos allí presentes, siguen sumidos en su burbuja de negación sobre lo que está sucediendo en Gaza y su papel en ello, máxime, que después de que un mes antes, durante la Asamblea General de la ONU, prácticamente todo el bloque occidental (excepto Estados Unidos) aceptó a Palestina como Estado soberano; lo que convierte el hecho en una burla oportunista y una “farsa despreciable”, como las calificó The Nation. Con una pregunta que quedó en el aire, entonces: ¿Cómo se le permitió a Netanyahu entrar en el recinto de la ONU (territorio internacional) sin ser capturado, cuando pesa una orden de detención emanada de un organismo de la propia organización mundial? De paso, Netanyahu aprovechó la ocasión para llamar una “turba antisemita” a quienes se retiraron de la sala y boicotearon su discurso, burlándose abiertamente del derecho internacional y, como de costumbre, de todo lo que representa la ONU. Como señaló Patrick Lawrence en su artículo “Poder y justicia”, el subtexto desde el momento en que “Bibi” llegó a Manhattan fue claro: no hay posibilidad de que la mayoría global lleve a la maquinaria terrorista israelí ante la justicia. El poder, no la ley, seguirá siendo lo que hace girar al mundo. Así, mientras se perpetúa la narrativa colonial de la modernidad que fomenta nuevas formas de ocupación y administración tercerizada −que viola principios básicos del derecho internacional y convierte en una burla siniestra 2.0 el mandato británico resultante del acuerdo Sykes-Picot de 1916 y la Declaración Balfour de 1917−, con apoyo de la administración Trump y del Pentágono, el alto mando político-militar de Tel Aviv intensificará sus bulos propagandísticos que reducen la resistencia de Hamás y la Yihad Islámica a la simple etiqueta de amenaza terrorista. También buscará consolidar el mensaje del imperialismo del siglo XXI, de que los pueblos que no se ajustan a los intereses de los amos del universo, deben ser aplastados, controlados, gestionados y, en el mejor de los casos, sus derechos reducidos a un estatus residual; es decir, relegados a un papel de actores locales secundarios, permitiendo, de paso, con docilidad forzada a ultranza, que el necropolítico y expansionista colonialismo de asentamiento, apartheid y ocupación del régimen de Israel, como Estado cliente de Washington en todo Medio Oriente, mantengan un estado de excepción permanente en el enclave. De acuerdo con algunas instancias humanitarias supervivientes de la ONU, detrás del castigo colectivo y la guerra de exterminio sionista en la Franja de Gaza, existe una “gramática de poder corporativo” que sostiene la ocupación y expansión israelí, un fenómeno que se inscribe en un “capitalismo racial colonial”, que algunos investigadores denominan “neoliberalismo catastrófico”, modelo donde la destrucción se convierte en negocio y la impunidad, en norma. Al respecto, cabe citar los informes de la ONU y de la relatora especial Francesca Albanese, que confirman la magnitud del genocidio. En su conferencia del 15 de septiembre de 2025, Albanese habló de un “genocidio invisible”, señalando que las víctimas podrían superar las 680 mil personas, más de la mitad niños y niñas. Casos emblemáticos como el de Hind Rajab, de seis años, asesinada con más de 350 disparos, o Amna, de diez, ejecutada por un dron mientras buscaba agua, simbolizan la barbarie israelí y la impunidad internacional. Para “nuestras almas bellas” racistas (Jean-Paul Sartre dixit) de las metrópolis occidentales –incluidos muchos millones de ‘izquierdistas’ latinoamericanos políticamente correctos, presas de la dialéctica de la hipocresía liberal–, cabe insistir que el genocidio no tuvo nada que ver con el ataque reivindicativo de los movimientos de liberación nacional palestinos contra Israel el 7 de octubre de 2023. Tampoco con el “terrorismo” de Hamás ni con la “autodefensa” del Estado hebreo; estaba predeterminado por los imperativos ideológicos del sionismo y el supremacismo judío en Medio Oriente. Un Estado establecido violentamente en 1948 inmediatamente después de la II Guerra Mundial, que sirvió como protectorado europeo –y luego estadunidense – sobre las ruinas de la patria del pueblo palestino. ¿Por qué? Porque la región se había convertido en el grifo del petróleo mundial. Desde entonces, como un continuum, Israel ha actuado como representante del colonialismo occidental. A dos años del Diluvio de Al Aqsa Se impone un balance preliminar de lo acontecido el lunes 13, cuando vencía el plazo de las 72 horas previstas en el ultimátum exterminador de Donald Trump y Benjamín Netanyahu, para que los grupos de la resistencia palestina iniciaran la entrega de los cautivos israelíes, vivos o muertos, y tuviera lugar la liberación de prisioneros de la insurgencia que sufrían en el grotesco gulag sionista así como la reanudación de la entrada de ayuda humanitaria a las zonas devastadas por los bombardeos de Tel Aviv. Elaborado por el principal asesor de Netanyahu, Ron Dermer; el yerno de Trump, Jared Kushner –quien oficia como representante del clan familiar inmobiliario en Medio Oriente–, y el enviado especial Steve Witkoff (un multimillonario y también inversor y empresario inmobiliario), el plan de los “20 puntos” presentado unilateralmente por la Casa Blanca el 30 de septiembre sin ninguna participación de la otra parte, era una orden de rendición incondicional a la resistencia palestina, después de que durante dos años las operaciones militares asimétricas del régimen de ocupación y apartheid israelí no había logrado varios de sus objetivos iniciales, a pesar de su abismal superioridad bélica, en inteligencia y tecnología de guerra: liberar a la totalidad de los cautivos del 7 de octubre de 2023 (muchos fueron devueltos después de negociaciones, interrumpidas luego por el rompimiento unilateral de la tregua por Netanyahu, y otros asesinados por los bombardeos israelíes); salvo en muy pequeña medida, no se desmanteló la infraestructura crítica de la resistencia, en particular, su vasta red de túneles; no se logró afectar la capacidad operativa de los comandos urbanos ni la capacidad de la resistencia para reponer las bajas en sus filas, y a pesar del desplazamiento forzado de 900 mil gazatíes, no se logró tampoco expulsarlos al exterior, según la hoja de ruta para alcanzar el mesiánico proyecto del Gran Israel. Con Trump como “comunicador llave” de una guerra psicológica-propagandística amplificada por los medios hegemónicos occidentales como reproductores de la voz del amo, la propuesta no fue para poner fin a la guerra por hambre genocida en Gaza. El mensaje fue la rendición total o la muerte. Fieles a sus prácticas mafiosas, Trump y Netanyahu querían que los palestinos firmaran el acta de su genocidio. El mensaje fue: se toma o se deja, por las buenas o por las malas. La resistencia palestina debía renunciar a su lucha por la liberación nacional y someterse a la subyugación de Israel y Estados Unidos. Lo que introdujo en un terreno minado a los delegados de Hamás y la Yihad Islámica, en representación de otras facciones de la resistencia, de cara al inicio de la ronda de “negociaciones” en Egipto a comienzos de la semana pasada, como continuación de la discusión de los borradores de alto al fuego redactados por Witkoff y Dermer, formalmente acordados el 18 de agosto último y aceptados en un 98% por la resistencia, pero rotos por el intento de la aviación israelí de asesinarlos el 9 de septiembre, en Doha, Qatar. El reto que tenían ante sí los delegados de la resistencia era cómo elaborar una respuesta a Trump que afirmara el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y, al mismo tiempo, persuadiera al omnipotente mandatario imperial a obligar a Israel a cesar su guerra genocida. La respuesta llegó antes de que expirara el ultimátum. Y fue una apuesta estratégica; no fue una aceptación incondicional de las demandas de Trump, pero el texto tampoco contenía ningún párrafo que rechazara explícitamente ninguno de sus términos. Explotando el narcisismo subdesarrollado del jefe de la Oficina Oval, su objetivo era buscar soluciones tratándolo y reconociéndolo como tal, y vinculándolo más estrechamente a una alianza diplomática con países árabes y musulmanes, y enviando el mensaje de que Hamás aceptaba la “esencia” del plan. Pero también necesitaba preservar los derechos palestinos y, lo más importante, aplazar cualquier respuesta sobre la mayoría de los términos establecidos en la propuesta. El objetivo clave era lograr un alto el fuego inmediato en Gaza y lograr la aprobación de Trump para frenar la sed de sangre de Netanyahu y su gabinete de psicópatas talmúdicos, y frustrar el proyecto del Gran Israel. La parte palestina sabía que lo que Trump más deseaba oír era un compromiso inequívoco de liberar a todos los cautivos israelíes restantes y que Hamás renunciara al poder en Gaza. En principio, ya no había más poder de negociación que obtener de los rehenes y, por lo tanto, no tenía sentido retenerlos, aunque la entrega significara renunciar a su única ventaja. Además, una vez liberados, los sionistas no podrían invocarlos, ni a ellos ni a los malosos de la resistencia, para seguir justificando la masacre de palestinos. Israel ya no tendría cobertura ante las bombas que caigan ni los tanques que se pongan en marcha tras el regreso de los cautivos. A partir de entonces, la intención genocida quedaría expuesta. Por otra parte, Hamás ya había ofrecido firmar un acuerdo de “todos por todos”: los rehenes, a cambio de los presos palestinos. También había afirmado repetidamente que cedería el gobierno de Gaza a un comité ‘tecnocrático’ apolítico (¡vaya oxímoron!) compuesto por palestinos. Pero planteó que esas liberaciones debían estar sujetas a una hoja de ruta claramente definida y garantizada para el fin del genocidio, la retirada de las fuerzas israelíes de Gaza y la reanudación del suministro de alimentos, medicamentos y otros artículos esenciales. Y dejó sin mencionar el asunto del desarme unilateral y perpetuo de la insurgencia, considerada una línea roja cuyo cruce constituiría una renuncia a los derechos palestinos –reconocidos por las normas del derecho internacional– a la resistencia armada contra la ocupación israelí. El viernes 10, cuando el alto al fuego en el territorio ocupado de Gaza entraba en vigor, en una declaración conjunta Hamás, la Yihad Islámica y el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) reiteraron que cualquier decisión sobre el futuro gobierno en la Franja “es un asunto interno palestino”. Hamás y las otras facciones de la resistencia están debilitadas, pero no derrotadas. En el caso de Hamás, ha conseguido alcanzar sus objetivos estratégicos al preservar su unidad y liderazgo político-militar, y su sistema de mando y control en Gaza. No se produjo ninguna escisión en sus filas ni surgió un grupo sustituto. Y alcanzó dos logros importantes: haber devuelto la causa palestina al centro de la atención mundial y la liberación de casi dos millares de prisioneros palestinos. Israel es hoy un Estado canalla paria y deberá pagar por sus crímenes de guerra. Y Trump, cómplice del genocidio, ensayará otras puestas en escena. El show debe continuar. (*) Carlos Fazio, escritor, periodista y académico uruguayo residente en México. Doctor Honoris Causa de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Autor de diversos libros y publicaciones. Miembro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (Capítulo México) (**) Profesor Adán Iglesias Toledo, Dibujante Gráfico Cubano, Caricaturista Editorial y Director del Medio humorístico DEDETE del Periódico Juventud Rebelde, miembro de la UNEAC, la UPEC y la REDH (Capítulo Cuba). Colabora con varios medios de prensa en su país y en el extranjero. Autor de varios logotipos y campañas publicitarias, posee en su haber múltiples exposiciones individuales y colectivas, talleres e intervenciones nacionales e internacionales, y ha sido premiado más de 40 veces en su país y otros países. Mate Amargo, Montevideo. Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

lunes, 20 de octubre de 2025

Fase dos del genocidio israelí: ocupación del 53% de Gaza, asesinatos, segregación y línea amarilla

Recomiendo: Fase dos del genocidio israelí: ocupación del 53% de Gaza, asesinatos, segregación y línea amarilla Por Olga Rodríguez | 20/10/2025 | Palestina y Oriente Próximo Fuentes: El Diario En una semana de tregua Israel ha matado a 38 personas, varios niños y niñas, mantiene bloqueado el paso de Rafah y consolida su ocupación en más de la mitad de la Franja, con la señalización de una línea de separación. En solo una semana desde el anuncio de alto el fuego, el Ejército israelí ha violado decenas de veces la tregua, ha asesinado a treinta y ocho personas y herido a más de un centenar en la Franja de Gaza. Este viernes mató a once miembros de la familia Abu Shaaban que viajaban en un vehículo en la ciudad de Gaza: eran siete niños y niñas, dos mujeres y dos hombres. Trataban de llegar a su casa, para comprobar si seguía en pie e inspeccionar los daños. No lo lograron. Israel insiste en que disparará contra todas las personas que crucen la invisible línea de separación –llamada ‘línea amarilla’– que divide en dos la Franja, establecida a través del plan de Donald Trump. La reportera palestina Hind Khoudary explica, desde Gaza, que la mayoría de la población no tiene acceso a Internet ni información precisa sobre la ubicación exacta de esa línea de demarcación. El ministro de Defensa israelí ha anunciado que la nueva frontera ha empezado a ser señalizada en el terreno “con marcas continuas especiales”, oficializando así la apropiación de al menos un 53% del territorio de la Franja, sin plazo de caducidad. La denomina “línea de separación política y de seguridad”. Esa frontera amarilla aparece ya en los mapas israelíes publicados estos días por el Gobierno, al igual que en 1949 se trazó la llamada ‘Línea Verde’ para marcar el territorio conquistado por Israel en la guerra del 48. La verde, al igual que hoy la amarilla, iba a ser transitoria, “de armisticio”, pero se convirtió en la frontera de facto hasta que el Ejército israelí invadió más territorio palestino en 1967. Con esta nueva demarcación, Israel alcanza parte de sus objetivos: desgajar territorialmente Gaza, mantener a su población en un gueto más reducido y dar un paso más en su ocupación ilegal. El director del grupo de investigación Forensic Architecture, Eyal Weizman, ha mostrado una imagen aérea de los años sesenta en la que se ve que la ‘línea amarilla’ ahora trazada por Israel “coincide aproximadamente con el límite de la duna de arena costera de la zona, dejando a Gaza sin la mayoría absoluta de sus áreas agrícolas en los suelos fértiles del este”. Violaciones habituales “Desde 2008-09 Israel repite el mismo guión: El alto el fuego israelí es tú paras y yo disparo”, denunció esta semana la relatora de la ONU, Francesca Albanese, en referencia a las violaciones israelíes de la tregua. El modus operandi no sorprende. Desde el alto el fuego acordado en Líbano hace un año, Israel lo ha incumplido en más de 4.500 ocasiones, matando a “cientos de personas, incluidos menores, derribando decenas de miles de viviendas y anexionándose cinco áreas del país”, señala el exembajador británico Craig Murray. Este mismo viernes el Ejército israelí volvió a bombardear territorio libanés. Tampoco se ha relajado la ocupación ilegal en Cisjordania, donde Israel se anexiona más áreas y traza ya la construcción de veintidós nuevos asentamientos, el plan de robo de tierras más gigantesco de las últimas décadas en la zona. Allí, en un pueblo cercano a Hebrón, el Ejército israelí mató a otro niño esta semana, Muhammad al Hallaq, de diez años de edad. Con esta son ya 1.001 las muertes causadas por tropas y colonos israelíes desde octubre de 2023 en Cisjordania. Una quinta parte de esos asesinados son niños, según cifras de Naciones Unidas. “Es necesario revertir la anexión de Cisjordania, debe haber rendición de cuentas por todas las violaciones del derecho internacional”, ha insistido el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, Volker Türk. La supervisión de los palestinos es el eje del plan, basado en la misma idea racista de hace más de un siglo, cuando el colonialismo todavía no había sido prohibido por el derecho internacional. El alto el fuego ha sido diseñado a la medida de los intereses israelíes. Da luz verde a la ocupación de más territorio palestino en Gaza, establece control colonial, no contempla rendición de cuentas y deja la puerta abierta a un genocidio ralentizado. Cambia la fase, el ritmo y algunos métodos, con un marco más ajustado a las necesidades narrativas de los gobiernos occidentales más aliados de Estados Unidos e Israel, que ya lo usan como coartada para no adoptar sanciones contra Tel Aviv. Pero eso no significa que cesen los crímenes, la segregación y la desposesión progresiva que sufre el pueblo palestino. El Gobierno israelí no renuncia a sus objetivos: expulsión o desplazamiento forzado de la población de la Franja, control de territorio y configuración definitiva del “Gran Israel”, con Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, los Altos del Golán sirios y zonas del sur libanés. Este lunes el primer ministro Netanyahu defendió, una vez más, la “soberanía israelí” sobre Jerusalén, Cisjordania y los Altos del Golán sirios, territorios ocupados ilegalmente. Una de cada siete familias en Gaza está dirigida por una mujer, más de un millón de mujeres y niñas necesitan ayuda alimentaria y 250.000 precisan apoyo nutricional urgente El bloqueo Esta semana Israel volvió a bloquear la entrada en la Franja de productos necesarios y, tras ello, la está limitando a unos trescientos camiones diarios, una cantidad insuficiente. Además, mantiene varios pasos cerrados, incluido el de Rafah, que es clave. La mayoría de la población vive en tiendas de campaña u otros refugios provisionales con temperaturas cada vez más bajas, y los hospitales siguen sin lo mínimo necesario. “Los niños y bebés siguen luchando contra la desnutrición; vemos un aumento de casos de diarrea, sarna y neumonía en nuestros centros de salud”, informan desde Save the Children. A todo ello se suma la desestructuración familiar, provocada por las matanzas. En los dos últimos años los ataques israelíes mataron a dos mujeres y niñas cada hora, más de 33.000 en total, según datos de Naciones Unidas. “Hoy en día, más de un millón de mujeres y niñas necesitan ayuda alimentaria y 250.000 precisan apoyo nutricional urgente. Una de cada siete familias de Gaza está dirigida por una mujer”, indican desde ONU Mujeres. Las imágenes aéreas de la Franja muestran un territorio arrasado por las bombas, con buena parte de los edificios dañados, destruidos o en riesgo de derrumbe. “Hay cincuenta millones de toneladas de escombros mezclados con huesos humanos de niños y adultos, con explosivos sin detonar y con restos químicos y otros contaminantes de las armas. ¿Qué se va a hacer con ello?”, se pregunta la investigadora estadounidense Phyllis Bennis, del Instituto Transnacional y del Institute for Policy Studies. “El lenguaje de la reconstrucción esconde una ocupación rediseñada a través del control económico y la gestión extranjera”, advierte. El Ejército israelí mató esta semana a otro niño en Cisjordania, en una localidad cercana a Hebrón. Tenía 10 años. Con él son ya 1.001 los muertos por fuego israelí en dos años en Cisjordania El Ejército israelí mató esta semana a otro niño en Cisjordania, en una localidad cercana a Hebrón. Tenía 10 años. Con él son ya 1.001 los muertos por fuego israelí en dos años en Cisjordania Jerarquía colonial Lo que se impulsa no es la paz, sino la consolidación del poder colonial, diseñado por Estados Unidos e Israel con la firma de Egipto, Turquía y Catar y con el apoyo de otros países árabes y europeos. El plan impuesto establece un marco de control del territorio y de la población palestina que lo habita. La tregua no detiene las estructuras de dominación que dictan quién debe gobernar Gaza, quién gestionará la ayuda y quién se beneficiará de la reconstrucción. El proyecto del presidente de EEUU, protector de Netanyahu, excluye a los palestinos de los principales niveles de toma de decisiones. Su diseño prevé un organigrama jerárquico, con un organismo de gobierno en la cúpula denominado Autoridad Transitoria Internacional de Gaza, un término parecido al de Autoridad Provisional de Coalición de Irak, nombre del gobierno de ocupación ilegal de Irak en 2003. Por debajo se pretende crear instituciones económicas destinadas a controlar las inversiones y los negocios urbanísticos y de reconstrucción, con comités de empresas internacionales al mando.También se establecerán equipos para la seguridad y, en un nivel inferior, comités para la ayuda humanitaria. “En el escalafón más bajo estará el equipo de coordinación constituido por tecnócratas palestinos, de los que nadie sabe quiénes serán ni cómo van a ser elegidos”, explica Bennis. La supervisión de los palestinos es el eje vertebral del plan, basado en la misma idea racista que sustentó los mandatos británicos y los protectorados franceses en todo el mundo árabe hace más de un siglo, cuando el colonialismo todavía no había sido prohibido por el derecho internacional. Entonces los colonizadores ocupaban territorios con la excusa de que tenían que civilizar a las ‘poblaciones bárbaras’ porque no se podía confiar en que se gobernasen a sí mismas. “Antes lo hacían en nombre de la civilización. Ahora lo llaman paz”, denuncia el periodista palestino estadounidense Ahmed El Din. Familiares de palestinos desaparecidos en cárceles israelíes observan en Gaza imágenes de cadáveres entregados esta semana por Israel con signos de tortura y de ejecuciones Familiares de palestinos desaparecidos en cárceles israelíes observan en Gaza imágenes de cadáveres entregados esta semana por Israel con signos de tortura y de ejecuciones Más de 9.000 palestinos siguen en cárceles israelíes. 400 son menores y 52 mujeres. 3.500 no tienen cargos, ni juicio, ni fecha de salida Torturas A través del plan de Trump la medida más urgente no es la retirada de la gigantesca cantidad de escombros, ni el rescate de los cadáveres de los miles palestinos desaparecidos en Gaza, sino la búsqueda de los cuerpos de los dieciocho rehenes israelíes que faltan. Muchas familias palestinas aguardan su turno para localizar a sus muertos. Esta semana Israel entregó decenas de cadáveres de palestinos arrestados, en el marco del acuerdo alcanzado. La mayoría llegaron irreconocibles, con signos de maltrato, tortura y ejecuciones sumarias, con brazos y piernas atados, señales de golpes, cortes, disecciones y disparos. Los testimonios de los más de mil novecientos palestinos puestos en libertad el lunes, a cambio de los últimos veinte rehenes israelíes vivos, también mencionan maltrato o torturas. Es el caso del doctor Ahmad Mhanna, director del hospital Al Awda de Gaza, arrestado hace un año y diez meses, o el de Mahmoud Abu Foul, de 28 años, que ha salido con los ojos destrozados. “Me provocaron ceguera con descargas eléctricas continuadas y después me negaron el tratamiento médico que necesitaba”, ha denunciado. La mayor parte de los palestinos liberados de las cárceles israelíes no tenían ni cargos ni condenas. Las detenciones arbitrarias, sin garantías y a menudo sin visitas son una práctica habitual de Israel, y así lo han denunciado informes de relatores de Naciones Unidas y organizaciones internacionales de derechos humanos. Una ley israelí permite arrestar sin cargos a cualquier palestino, incluso a menores de edad, sin juicio y con posibilidad de prórroga cada seis meses, lo que los convierten en rehenes de facto. Actualmente, de los nueve mil palestinos que están en cárceles israelíes, al menos tres mil quinientos se encuentran en esa situación: sin cargos ni juicio. Entre ellos hay unos cuatrocientos menores, cincuenta y dos mujeres y decenas de médicos y sanitarios que fueron secuestrados en sus propios hospitales. Jerarquía racial La deshumanización de la población palestina está normalizada, y la propaganda proisraelí busca ahora dar un paso más en ese sentido. Así lo denuncia la relatora de la ONU para Palestina, Francesca Albanese: “El mundo ignora a los REHENES [sic] palestinos debido a una ‘barrera de especímenes’: en la jerarquía del valor humano, los palestinos no son vistos como plenamente humanos y, por lo tanto, no pueden ser ‘rehenes’ de lo sobrehumano. Seguimos ahí: barbarie disfrazada de orden”. La jerarquía racial aplicada por el sistema de apartheid israelí contra los palestinos ha sido asumida también por el plan Trump y otros mandatarios internacionales que lo apoyan. Se mira hacia otro lado ante las evidencias de torturas y crímenes masivos. Se sigue apoyando al autor del genocidio y aplastando a sus víctimas. En este sentido, la organización israelí B’Tselem ha señalado esta semana que “la misma base que permitió los crímenes de Israel en Gaza y Cisjordania durante los últimos dos años permanece intacta: el total desprecio por la vida y la dignidad palestinas en nombre de la supremacía judía. La ocupación y el apartheid siguen con toda su fuerza; la constante negación de la humanidad e identidad palestina, que posibilitó el genocidio, continúa hoy”. La directora de Amnistía Internacional, Agnès Callamard, también ha señalado que los crímenes continúan y ha lamentado que la Unión Europea haya retirado la votación para la suspensión de algunos puntos del Acuerdo de Asociación preferencial comercial con Israel, basándose en el ‘cambio de contexto’: “Un alto el fuego no significa el fin del genocidio, la ocupación ilegal o el apartheid. El acuerdo entre la UE e Israel debe suspenderse”, ha escrito. Tras dos años de masacres, de desplazamientos forzados, de hambre provocada sin posibilidad de huida para la mayor parte de la población, la segunda fase del genocidio israelí reduce el ritmo y la cantidad de asesinatos, pero no los detiene. Israel sigue destruyendo al pueblo palestino a través de la ocupación, de la segregación, del encierro entre muros y vallas, de asesinatos y desplazamiento forzado. El plan de Trump disfraza este nuevo escenario para permitir más apartheid y una ocupación militar de facto que roba más territorio a los palestinos. Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/fase-2-genocidio-israeli-ocupacion-53-gaza-asesinatos-segregacion-linea-amarilla_129_12694721.html