Falleció el obispo Federico Pagura, un incansable luchador por los derechos humanos
Tenía 93 años y lo velarán hasta esta tarde en el Concejo Municipal. Sus amigos lo recuerdan como un hombre "imprescindible".
Hasta hoy a las 14, en el Concejo Municipal, la
ciudad despedirá a uno de sus ciudadanos ilustres, personalidad
internacional, referente de los movimientos ecuménicos y luchador
incansable por los derechos humanos. Federico Pagura, obispo emérito de
la Iglesia Metodista, tenía 93 años y falleció ayer al mediodía. Sus
amigos y compañeros de ruta despidieron a un hombre de la Iglesia, la
política y la cultura, "verdaderamente imprescindible".Había sido declarado ciudadano ilustre de Rosario en octubre del 96 "por su conducta sobresaliente y por haber brindado todo en beneficio del prójimo, realizando una tarea ejemplar en defensa de los derechos humanos en los difíciles tiempos de terrorismo de Estado".
Su biografía excede largamente la extensión de cualquier artículo periodístico. Un repaso rápido enumeraría que fue maestro, licenciado en teología por la Facultad Evangélica de Teología de Buenos Aires, con estudios de posgrado en Unión Theological Seminar (Nueva York) y en Claremont School of Theology (California).
Fue ordenado presbítero de la Iglesia Metodista en Argentina en 1950, obispo de la Iglesia Metodista en Costa Rica y Panamá, ocupó la presidencia honoraria de la comisión latinoamericana de educación cristiana, del Consejo Latinoamericano de Iglesias, del Colegio de Obispos Metodista de América Latina, del Comité de Solidaridad con Nicaragua y del Comité Argentino contra el Apartheid, entre otras.
Integró la comisión para la paz en Guatemala y fomentó el encuentro latinoamericano contra la impunidad en Santiago de Chile. "Estuvo en todo tipo de mediaciones relacionadas con la violación de los derechos humanos, con la búsqueda de la paz y fue amigo de los grandes obispos latinoamericanos", señala su amigo y compañero de andanzas, Oscar Lupori, y remarca que cuando se habla de "don Federico" hay que tener en cuenta que se trata "de un verdadero dirigente internacional".
Pero también de un hombre de grandes y pequeñas preocupaciones, "de andar a pie, atento a lo que les pasaba a todos, preocupado por los asuntos personales de sus conocidos, por los problemas de inseguridad de su barrio en la zona sur, por juntarse con los vecinos para ver qué se podía hacer".Y de un lector voraz, un escritor punzante (en internet se pueden leer las cartas que dirigió a personalidades como Barack Obama o el Papa Francisco), un amante de la música y un escritor de populares tangos.
Memoria. Sin embargo, por encima de todo esto, en el país se lo recuerda sobre todo por haber integrado y presidido el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (Medh), un mes antes de que comenzara la última dictadura militar. Un organismo desde donde se promovió y se movilizó a iglesias, instituciones y "personas de buena voluntad" a comprometerse con la defensa de los derechos humanos.
Lupori destaca que la preocupación de Pagura "obedecía a una visión amplia, a una capacidad de análisis y atención de los problemas nodulares, y de provocar encuentros para ver cómo se podía y reaccionar frente a esa situación".
Y recuerda que, a principios de los 90, organizaba encuentros sobre las iglesias y el narcotráfico. "Era un luchador porque tenía un horizonte cristiano, aquel que indica que hay que construir el reinado de Dios luchando por la Justicia, asumiendo por ejemplo la lucha de los pueblos de Africa o acompañando las reivindicaciones de género de las mujeres", explica.
En la ciudad, Pagura resultó una pieza clave para la creación y la mudanza del Museo de la Memoria a su sede actual de Córdoba y Moreno. Integró la primera comisión directiva de la institución "en uno de sus momentos más álgidos, en los años en que se peleaba por la expropiación de su sede definitiva (el edificio donde funcionó el Comando del II Cuerpo de Ejército) y ocupó un lugar importante en todos los reclamos y las negociaciones para que el museo ocupara ese lugar", apunta el ex director del museo, Rubén Chababo.
Según advierte, en esos días de intensos diálogos, "dos personas resultaron grandes pilares por sus trayectorias de vida y por sus compromisos: Iván Hernández Larguía y Federico Pagura. Y si Iván era siempre la palabra justa, la de Federico era la palabra ecuánime, esa que trataba siempre de encontrar lugares de diálogo e intercambio".
Cien años de proyectos. Lucas Almada coordina el centro de estudios de historia reciente argentina y latinoamericana del Museo de la Memoria. Y acompañó a Pagura en los dos últimos grupos en los que trabajó más activamente. El Pronapo (Proyecto Nacional y Popular) y la Cátedra Ecuménica. Con sus integrantes se reunía todos los miércoles y hace apenas unos días había empezado a elaborar un documento advirtiendo sobre la necesidad de mantener el proceso de integración entre los países latinoamericanos.
"Era una persona increíble, trabajador incansable, de mucho humor, amaba la música. Tenía una vida y un espíritu muy juvenil, de esos tipos con cabeza abierta que no se sorprende por nada, un religioso con espíritu ecuménico que podía ir mucho más allá de cualquier cerrazón que tienen a veces las instituciones", describe Almada.
Algo de esto había confesado el mismo Pagura: "No le tengo miedo a la muerte, sí a una vida sin sentido", había dicho en una entrevista con este diario hace dos años.
Inagotable
Hace apenas dos días, Pagura hilvanó una idea para hacer una cantata de Navidad. Ya había entusiasmado a Pablo Sosa, un pastor y músico de la Iglesia Metodista y pensaba llevar la propuesta a la Municipalidad. "Vivía intensamente su vida. Tenía proyectos como para vivir 120 años más. Era un tipo imprescindible", dijo uno de sus colaboradores.
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