Un dÃa de duelo llamado DÃa de Jerusalén
Haaretz
Traducido del inglés para Rebelión por J. M. |
La marcha del DÃa de Jerusalén cerca del barrio musulmán, 17 de marzo de 2015 (Olivier Fitoussi)
Un dÃa, el DÃa de Jerusalén se convertirá en un dÃa de duelo nacional.
Las banderas flamearán a media asta. Las sirenas se lamentarán y los
israelÃes se mantendrán en posición de firmes en memoria de su sueño
desaparecido. El 28 de Iyar del calendario hebreo entrará como
dÃa de luto para Israel -intercalado entre el dÃa conmemorativo por los
soldados caÃdos y Tisha B'Av- un dÃa para conmemorar la destrucción del
sueño, que cae antes del dÃa que conmemora la destrucción del Templo. En el DÃa de Jerusalén, los israelÃes marcarán el final de sus cortos 19 años de inocencia y el principio de la malevolencia institucional y sistemática de su Estado. No van a entender cómo durante años se atrevieron a celebrar el dÃa de la ocupación como una fiesta nacional establecida por ley y cómo pudieron ver a Jerusalén, la ciudad que simboliza más que cualquier otra cosa la tiranÃa y el racismo de su Estado, como el objeto de su deseo. Cuando eso suceda, si sucede, sabremos que la sociedad se ha recuperado. Se ha recuperado de su enfermedad mortal.
Sólo una pequeña parte de los israelÃes recuerda el DÃa de Jerusalén hoy. Para la mayorÃa no significa nada, ya sean seculares, ultraortodoxos o árabes. Tampoco la reina de la fiesta en realidad interesa a la mayorÃa de los israelÃes. ¿Cuándo fue la última vez que visitó la ciudad por placer? ¿Cuando estuvo en el muro occidental? y ¿Por qué usted deberÃa ir?
El dÃa fue y sigue siendo festividad de los chovinistas religiosos, celebrada por una intimidante y chillona minorÃa que lo festejan en su forma particular. Celebran la única alegrÃa de Jerusalén –regodeándose de las desgracias de los otros- con una marcha de banderas totalmente basada en la satisfacción de quienes pisan fuerte sobre los restos de la dignidad de la otra nación a la cual también pertenece Jerusalén.
Una ciudad pobre, sucia y descuidada que los judÃos seculares abandonan tan rápido como pueden, a la que los palestinos se aferran con sus escasas fuerzas y que los judÃos religiosos, machistas, extremistas han tomado casi por completo. Es una ciudad que envÃa la metástasis de los colonos a cada barrio palestino, simplemente para traer la miseria, para desposeer, oprimir y desalojar. Y todo esto se hace bajo los auspicios de las autoridades, incluido el poder judicial, la autoridad más ilustrada de Israel.
Se trata de una ciudad descaradamente binacional, que podrÃa haber sido un paradigma de la coexistencia en un estado democrático, una especie de piloto para establecer una justicia equitativa. En cambio se ha convertido, debido a la codicia israelà por los bienes raÃces y el mesianismo, en la esencia del despojo israelÃ, la agresión, el abuso y la prepotencia.
El dÃa de la "liberación" de esta ciudad insoportable, que es el dÃa de su ocupación, es el dÃa que la convirtió en lo que es ahora, un monstruo de hormigón y una ocupación de Moloc. Se supone que debemos celebrar este dÃa por ley. Ninguna persona consciente puede hacer esto.
Me encantaba Jerusalén cuando era joven. Incluso en el periodo del corto bloqueo después de la orgÃa del 67, que nos infectó a casi todos nosotros. TodavÃa estábamos cautivados por su belleza asombrosa. En ese momento aún creÃamos lo que nos vendÃan, que la ciudad fue "liberada" y "unida" para siempre y que el liberal vienés Teddy Kollek era un conquistador ilustrado.
Pero pronto su belleza fue mutilada más allá de su memoria. No quedaba nada y lo aleccionador e inevitable comenzó. Sólo los ciegos e ignorantes pueden seguir disfrutando hoy. ¿Quién puede tener placer de visitar una ciudad donde la ocupación grita desde cada piedra?
Con el equipo de fútbol más racista en la liga y el alcalde más machista en el gobierno local -no por casualidad- Jerusalén se ha convertido en el sÃmbolo de la ocupación, la evidencia más convincente de su apartheid. Más de un tercio de los residentes de Jerusalén -el 37 por ciento- son palestinos que deberÃan tener los mismos derechos que los judÃos pero están sometidos de todas las formas posibles. No es casualidad que aquÃ, entre todos los lugares, sea donde nació la revuelta desesperada de los solitarios, la tercera intifada.
PodrÃa haber sido diferente. Si Israel hubiera reconocido a los palestinos como iguales, a los judÃos y al pueblo palestino los mismos derechos en la ciudad, hoy disfrutarÃamos de una Jerusalén diferente y de un Israel diferente. Pero Israel nunca superó la tentación. Hace 49 años conquistó parte de la ciudad y desde entonces ha hecho todo lo posible para convertirla en una ruina moral.
Y asà es como vamos a estar de luto un dÃa, el dÃa de Jerusalén.
Fuente: http://www.haaretz.com/opinión/.premium-1.723116
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