Tiene Israel un derecho divino sobre el territorio que ocupa? | Por Juan Stam
Temas: Exégesis, Gaza, Hermenéutica, Israel, Juan Stam, Más leido 2012, Palestina, Religión, Sociedad
Muchos evangélicos -- probablemente la mayoría, por lo menos en los EUA
-- defienden desde la Biblia al actual estado israelí. Por los mismos
argumentos, rechazan los reclamos palestinos de una parte del territorio
que antes ocupaban. Estos evangélicos ven la formación del estado
israelí como un evidente cumplimiento profético, maravilloso e
impactante, y hasta una prueba de la veracidad de la Biblia. Es, para
ellos, también una señal de la pronta venida de Cristo. En esa teología
sionista-evangélica, "Israel es el reloj de Dios".
En cuanto a este tema, hay algo que me sorprende mucho: ningún pasaje
del Nuevo Testamento enseña tal cosa. Jesús profetizó la destrucción de
la ciudad de Jerusalén por los romanos (Mr 13; Lc 21; Mt 24), pero no
procedió a anunciar la reconstrucción de esa ciudad, mucho menos el
establecimiento de un futuro estado israelí. Según la versión en San
Lucas, después de su destrucción "los gentiles pisotearán a Jerusalén,
hasta que se cumplan los tiempos señalados para ellos" (Lc 21:24), A eso
sigue, en los tres evangelios sinópticos, no un estado israelí sino el
retorno de Cristo. Eso me parece muy significativo.
¿Cómo es posible que las escrituras hebreas (Antiguo Testamento) digan
una cosa, y las escrituras cristianas (Nuevo Testamento) digan otra
cosa? Quiero hacer unos comentarios al respecto, sin pretender agotar
el tema y las evidencias al respecto.
Son numerosos los pasajes del AT que prometen tierra a Israel. A inicios
de la historia de la salvación, Dios llama a Abraham a "la tierra que
te mostraré" (Gén 12:1,7) para formar ahí un pueblo como una nación
grande (12:2; 18:18).3 Los defensores evangélicos del sionismo citan una
larga cadena de textos muy explícitos:
Yo te daré a ti [Abram] y a tu descendencia, para siempre, toda la tierra que abarca tu mirada... Ve y recorre el país a lo largo y lo ancho, porque a ti lo daré. (Gén 13:15,17; cf. 17:8; 48:3-4)
Tú les prometiste [a Abraham, Isaac y Jacob] que a sus descendientes les darías toda esta tierra como su herencia eterna. (Ex 32:13)
Tal como le prometí a Moisés. yo les entregaré a ustedes todo lugar que toquen sus pies. Su territorio se extenderá desde el desierto hasta el Líbano, y desde el gran río Éufrates, territorio de los hititas, hasta el mar Mediterráneo, que se encuentra al oeste. (Jos 1:3-4; cf. Deut 11:24-25; cf. 34:4)
¿No fuiste tú quien les dio para siempre esta tierra a los descendientes de tu amigo Abraham? (2Cron 20:7; cf. Esd 9:12)
Cf. entre muchos otros textos Isa 34:17; Jer 7:7; 25:5; Ezq 37:25; Joel 3:20
Siendo tan enfática y tan repetitiva esta enseñanza de las escrituras
hebreas. ¿cómo podemos explicar su ausencia en las escrituras
cristianas, aun cuando Jesús profetiza la destrucción de Jerusalén? En
los tiempos del NT, toda la tierra de Israel estaba ocupada por el
imperio romano. Después de la caída de Roma, pasaron largos siglos,
hasta el XX, sin existir ningún estado israelí sobre la faz de la
tierra. Si la promesa fue "para siempre". ¿cómo pueden caber tales
paréntesis de muchos siglos en una promesa supuestamente perpetua?
El requisito primero e indispensable para entender el AT es el de
siempre interpretarlo en primer lugar dentro de su propio contexto y
sólo después en el contexto del NT o del Siglo XXI. Eso debe aplicarse a
la semántica de su lenguaje, la problemática a que responden sus
afirmaciones, y el contexto de cada pasaje. Comencemos con un detalle
importante en cuanto al idioma hebreo.
Aunque parezca extraño, el idioma hebreo no contiene la palabra
"siempre" en su vocabulario, ni mucho menos la palabra "eterno".4 Para
esa idea empleaba mayormente la frase "por los siglos" o "por los siglos
de los siglos" o frases similares. La idea básica de "siglo" (yoLaM
en hebreo) es "un tiempo largo", a menudo "pasado remoto" o "futuro
remoto". Puede ser un período largo sin principio ni fin ("el Dios
sempiterno", Deut 33.27), pero también largo con principio (desde pasado
remoto) o con fin (hasta un futuro remoto).5 La ocupación por Israel de
Palestina tuvo un principio y puede tener un fin, en lo que al adjetivo
"siempre" se refiere. Por eso, la palabra "siempre" o términos
similares en las promesas de tierra no significan necesariamente que
dicha promesa constituye un "título de propiedad" para el actual
gobierno israelí.
Un pasaje revelador para este tema está en Jeremías 31:
Vienen días -- afirma el Señor --
en que haré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y con la tribu de Judá.
No será un pacto como el que hice con sus antepasados...
ya que ellos lo quebrantaron a pesar de que yo era su esposo...
Así dice el Señor,
cuyo nombre es el Señor Todopoderoso,
quien estableció el sol para alumbrar el día,
y la luna y las estrellas para alumbrar la noche,
y agita el mar para que rujan sus olas:
Si alguna vez fallaran estas leyes
-- dice el Señor --
entonces la descendencia de Israel
ya nunca más sería mi nación especial.
-- Así dice el Señor --
Si se pudieran medir los cielos en lo alto
y en lo bajo explorar los cimientos de la tierra,
entonces yo rechazaría a la descendencia de Israel
por todo lo que ha hecho
-- afirma el Señor --.
(Jer 31:31-32, 35-37)
Este pasaje interpreta proféticamente dos pactos divinos. La primera
promesa, en prosa, anuncia un nuevo pacto de Dios con Israel, y
específicamente con Judá. Éste nuevo pacto, de carácter
ético-espiritual, reemplazará al viejo pacto, anulado por la
desobediencia del pueblo (31:32). La segunda promesa, en verso, asegura,
en los términos más enfáticos, la existencia "eterna" de la nación
judía, co-extensiva con la duración del pacto de Dios con la creación
(Gén 1:16; 9:8-13).1
La primera promesa, del nuevo pacto, se cumple muy explícitamente en la
última cena del Señor, cuando declara, "Esta copa es el nuevo pacto en
mi sangre... que es derramada por muchos para perdón de pecados" (1 Cor
11:25; Mat 26:28; Luc 22:20; Mat 26:28). Pero, ¡qué sorpresa!, Jeremías
no hubiera reconocido este cumplimiento de su profecía. Aquí no hay nada
del pueblo de Israel ni de la tribu de Judá, ni de escribir la ley en
los corazones. Ahora el nuevo pacto tiene un contenido totalmente
diferente. Es un pacto en la sangre derramada del Mesías, de lo que
Jeremías no parece haber sabido nada. Es un pacto para la remisión de
pecados, algo medular al sentido de la muerte de Jesús pero ausente en
la promesa original de un nuevo pacto.
Es indispensable -- ¡estrictamente obligatorio!, ¡urgentemente
imperativo! -- interpretar a cada pasaje del Antiguo Testamento en su
contexto histórico, como mensaje profético a sus contemporáneos y no
primeramente a nosotros. Jeremías, como los demás profetas en general,
quiso comunicar a sus oyentes un mensaje de amonestación y esperanza, de
denuncia y anuncio. Si Jeremías hubiera dicho, por revelación divina,
"Dios hará un nuevo pacto a un nuevo pueblo, redimido por la sangre del
Mesías, y ese pacto se celebrará en algo nuevo que va a llamarse
'iglesia'", no hubiera comunicado a sus contemporáneos el mensaje que
ardía como fuego en sus huesos.
Ni Jeremías ni ningún otro profeta hebreo tenían la menor idea de una
"segunda venida" del Mesías, largo tiempo después de su primera venida,
ni de una nueva comunidad que iba a llamarse "iglesia" que existiría
entre la primera y la segunda venida. Si entendemos que la esencia de
la profecía no era la predicción futurista sino la exhortación y
exigencia, entenderemos también que anuncios de la futura existencia de
la iglesia o de una segunda venida del Mesías más bien hubiera bloqueado
seriamente la comunicación del mensaje. Eran verdades que en ese
momento no hacían falta.
Básicamente lo mismo puede decirse de Jer 31:35-37. En primer lugar,
debemos tomar en cuenta que estos versículos son una expresión poética,
con alguna dosis de hipérbole, de la fidelidad de Yahvéh para con su
pueblo.2 E igual que el nuevo pacto, Dios lo ha cumplido pero no como
Jeremías lo entendía o lo esperaba. El NT describe la iglesia como
nación santa, tesoro especial, pueblo de reyes y sacerdotes, y otras
atribuciones del pueblo de Dios. San Pablo afirma que los verdaderos
hijos de Abraham son los hijos de su fe, sean judíos o gentiles, y que
los creyentes incircuncisos tienen la circuncisión del corazón. Con este
nuevo "Israel de Dios" (Gál 6:16) el "Israel" se ha expandido y
internacionalizado.
A San Pablo, como fiel judío hasta su muerte, le dolía profundamente la
condición de su pueblo (Rom 9:2-5; 10:1). Apelando al concepto profético
del "remanente", Pablo afirma que "Dios no rechazó a su pueblo, al que
de antemano conoció" (Rom 11:1-2) y que "luego todo Israel será salvo"
(11:26). Así queda claro que Dios no ha abandonado a Israel, y que la
nación judía sigue presente ante él. Pero una cosa es la nación y otra
cosa es el estado. Durante la mayor parte del tiempo después de Jesús,
Israel ha sido una nación pero no ha tenido un estado ni ha ocupado
territorio. La promesa de Dios sigue fiel, pero en ningún pasaje del NT
esa fidelidad de Dios incluye un estado político y un territorio
geográfico, ni mucho menos un ejército armado hasta los dientes. Eso es
impresionante porque en la época del NT Israel era colonia de Roma, y
otros movimientos sí anunciaban la restitución de un gobierno judío
independiente.
La actitud hacia el judaísmo en el NT parece ser ambivalente. Juan de
Patmos, autor del Apocalipsis, era también judío de nacimiento,
palestinense de origen, pero tenía otra actitud. Describe a los judíos
de Esmirna y los de Filadelfia como "sinagoga de Satanás", aparentemente
por su colaboración con el satánico imperio romano y por haber delatado
a los cristianos ante las autoridades romanos. El mismo Jesús, en su
polémica contra los poderosos líderes judíos, exclamó, "Por eso les digo
que el reino de Dios se les quitará a ustedes y se le entregará a un
pueblo que produzca los frutos del reino" (Mat 21:43).
Conclusión:
Los cristianos/as debemos interpretar los textos del AT dentro de su
propio contexto original y la semántica de su lenguaje (como p.ej. el
término "siempre"), y después buscar su reinterpretación en el NT, a la
luz de la venida del Mesías, su segunda venida y el nacimiento de la
iglesia.`Bien analizado, ni el AT da base para un derecho divino de
Israel a determinado territorio hoy, ni mucho menos la da el NT. Ese
error sólo entorpece el análisis del problema entre los israelíes y los
palestinos. Ese conflicto debe analizarse, como cualquier otro conflicto
político, por los mismos factores históricos, sociales, económicos y
éticos, en términos de justicia y promoción de la vida.
Notas:
1. De hecho, Dios quiere que todos tengan suficiente tierra para una vida digna. Apenas crea a Adán y le prepara una finquita.
2. Obviamente, cuando las palabras "siempre" o "eterno" aparecen en las
traducciones, es interpretación del traductor. Tampoco se refiere el
término al "siglo" como período de cien años.
3. Sólo en Éxodo se describe como "eterno" ("siempre", perpetuo, Y oLaM)
la vida de un esclavo (21:6; cf. Dt 15:17), las instrucciones para el
aceite de la lámpara (27:21), la ofrenda elevada con el pecho para los
sacerdotes (29:28) y la unción para el sacerdocio perpetuo (40:15), la
tela para los calzoncillos del Sumo Sacerdote (28:42) y su deber de
lavar sus manos y sus pies (30:21; para más ejemplos de Éxodo y de otros
libros, búsquese bajo "estatuto perpetuo" en la Concordancia). Las doce
piedras en el Jordán eran "un recuerdo permanente" para Israel (Jos
4:7) y el sacerdocio de los hijos de Elí, que Dios declaró "eterno",
poco después fue invalidado por Dios mismo y la familia de Elí
"condenada para siempre" (1 Sam 2:20; 3:13-14).
4. Básicamente, lo que hoy llamamos "leyes naturales" la Biblia
considera "pactos de Dios con la creación"/ La diferencia es que un
pacto tiene carácter personal y es condicional. El pacto con la creación
también nos exige obediencia.
5. Según Rom 4:13, Dios le prometíó a Abraham que sería heredero del
mundo (ho kosmos). La promesa similar en Sal 2:8 se interpretaba
cristológicamente en el NT.
Juan Stam se nacionalizó costarricense como parte de un proceso de identificación con América Latina . Es Dr. en Teología por la Universidad de Basilea. Docente y escritor de libros, artículos y del Comentario Bíblico Iberoamericano del Apocalipsis de Editorial Kairós.
Sitio web de Juan: Juan Stam
No hay comentarios:
Publicar un comentario