miércoles, 29 de enero de 2020

Comentario del Servicio Bíblico Latinoamericano Del 2 al 8 de Febrero de 2020 – Ciclo A



Servicio Bíblico Latinoamericano
Del 2 al 8 de Febrero de 2020 – Ciclo A





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Domingo 2 de Febrero
Presentación del Señor

Malaquías 3,1-4: Llega el mensajero del Señor
Salmo 23: El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria
Hebreos 2,14-18: Jesús, un ser humano pleno
Lucas 2,22-40: Este niño será signo de contradicción



El domingo del tiempo ordinario que correspondería celebrar, se ve desplazado en este domingo por la celebración de «La presentación del Señor», fiesta del 2 de febrero. No importa demasiado, porque no estamos en un tiempo «fuerte» del año litúrgico, ni los domingos del llamado «tiempo ordinario», en el que estamos, guardan un sentido mínimo de secuencia que pudiera verse alterada. Aunque hace unas cinco semanas hemos celebrado la navidad, y hace menos de un mes el «bautismo del Señor» –en el que lo dejábamos ya con sus treinta años–, hoy, inesperadamente volvemos atrás, de un día para otro, para poner en el centro de la atención del foco litúrgico al niño Jesús presentado en el templo. Son cosas que la reforma litúrgica conciliar no se atrevió a «racionalizar un poco más». El 2 de febrero no es ningún aniversario histórico de la presentación de Jesús en el templo, de forma que se puede desligar perfectamente de esa fecha y ponerla en un lugar más razonable dentro del desarrollo del «año litúrgico». (Otro tanto pasa a varias fiestas y solemnidades, que nos traen y nos llevan hacia adelante y hacia atrás en el año litúrgico, sin más razón que la mera tradición de las fiestas litúrgicas populares).
Pero eso sería sólo uno de los problemas. Otro, más importante, situado a un nivel más profundo, es la plausibilidad misma de hacer de estas escenas de los evangelios de la infancia una celebración litúrgica tan importante que «vence sobre la celebración del domingo» correspondiente. ¿Estamos seguros de que el hombre y la mujer de hoy se sentirán bien al verse sorprendidos este domingo, al entrar este domingo en la Iglesia y ver girar todo en torno a la escena del niño presentado en el templo? Es bien conocida la escena para los biblistas e incluso para los cristianos laicos asiduos a la catequesis bíblica; ¿pero será una escena susceptible de montar sobre ella un mensaje inteligible para el hombre y la mujer de hoy? ¿O sería mejor que la arquitectura del año litúrgico se montara sobre una visión más amplia, más actual, menos encerrada en las páginas bíblicas? Creemos que sí. Y lo decimos, para no cooperar con nuestro silencio a la sensación falsa de que «aquí no pasa nada», todo está bien en la liturgia de la Iglesia católica, sólo son las personas cristianas descreídas las que van abandonando masivamente —por decenas, o centenas de millones— las que abandonan la práctica de la liturgia dominical.
Para quienes no comparten este punto de vista crítico, montar una homilía «tradicional» no les resultará difícil. Les recomendamos acudir a los comentarios bíblico-litúrgicos oficiales, o a las notas de la misma Biblia, e instalarse y sumergirse en el escenario de la «teología bíblica» propia de los evangelios de la infancia. Los oyentes habituales, ya acostumbrados, aprietan la tecla correspondiente, y son capaces de escuchar con toda naturalidad esa teología de hace casi dos mil años; tiene un encanto propio, que seduce y calma los espíritus. Quienes no gustan de ser retrotraídos al mundo mental de esas argumentaciones y representaciones —principalmente los jóvenes— hace tiempo que han abandonado la liturgia.
En cuanto a la historicidad del relato, de esta escena neotestamentaria, ya sabemos que se trata de una construcción teológica, escrita varias décadas después de cuando pudo tener lugar y, con toda verosimilitud, sin ningún recuerdo histórico de base; está construida toda ella, como es fácil adivinar, en función de reinterpretar al Jesús nazareno muerto en la cruz en el marco de esa visión profética y mesiánica de la que echa mano el texto del evangelio de hoy. Es bien conocido.

Por otra parte la Iglesia católica celebra hoy la Jornada de la Vida Religiosa.
En primer lugar muchos se preguntarán por qué escogieron (ha sido hace bien pocos años) por qué se ha escogido esta fecha-celebración para celebrar en ella la jornada de la vida religiosa. ¿Se preguntarán a quién preguntaron quienes decidieron, o si tales personas que decidieron eran miembros de la vida religiosa o si, al menos, la conocían. Porque todo parece indicar que la naturaleza de la vida religiosa es bien difícil de relacionar con esa escena del evangelio —si es que concebimos la vida religiosa con suficiente rigor—. A quienes quieran aprovechar la ocasión para presentar ante el pueblo de Dios una reflexión sobre ella, les será difícil —o demasiado artificioso— tratar de relacionarla con «la presentación del Señor». Será mejor que cambien los textos, o que sencillamente presenten el tema sin pretender crear una relación artificial con el texto.
La vida religiosa institucionalizada en la Iglesia no arranca desde el principio del cristianismo. Surgió espontáneamente, desinstitucionalizadamente, y fue sólo más tarde cuando se fue institucionalizando. Como tantas otras cosas, acabó no sólo institucionalizada, sino «cautiva» de la institución.
Puede ser bueno recordar que, hace sólo cincuenta años, hasta el Concilio Vaticano II, hablábamos de la vida religiosa en términos de «la vida de perfección en la Iglesia». Era el «estado de perfección», el más perfecto (poniendo aparte el estado episcopal, del que se decía que era el «estado de perfección adquirida», status perfectionis adquisiate, frente al de los religiosos, que sólo era estado de perfección por adquirir, status perfectionis adquirendae).
Con el Concilio implosionó toda aquella teología y se derrumbó sin dejar rastro, quedó totalmente abandonada, prácticamente de golpe. Comenzó a hablarse de los consejos evangélicos y del «seguimiento de Jesús». Era un nuevo camino, sin retorno; nunca volveríamos atrás.
Ya en el posconcilio surgió la teología de los carismas religiosos: cada «familia espiritual» en la Iglesia se constituye en torno a un carisma fundacional (gracia) otorgadi por Dios al fundador/a, no para él mismo/a, sino como una «gracia trasmisible» destinada a ser compartida con otros y prolongada en la historia mediante la misión de esa familia religiosa. Las congregaciones se volcaron —empujadas por la Iglesia misma— a la tarea de (re)descubrir el carisma de su fundador y su propio carisma. Esta teología de los carismas ha sido una creación realmente feliz y ha prestado un servicio muy interesante a la identidad y misión de las familias espirituales, de las congregaciones religiosas.
Pero podemos decir que ya está superada. Los tiempos han cambiado demasiado. La problemática conciliar ha quedado enteramente desplazada por nuevas cuestiones, muy profundas, que en aquellos tiempos no podían ser captadas ni imaginadas. Hace tiempo ya que la teología de la vida religiosa ha evolucionado hacia planteamientos más profundos y existenciales. La vida religiosa sería fundamentalmente radicalidad. Todos los humanos somos religiosos, tenemos esa dimensión profunda en nuestra existencia; pero hay personas en las que esa dimensión se convierte en central y dominante, hasta el punto de poner entre paréntesis dimensiones muy naturales y «normales» de la vida (matrimonio, paternidad/maternidad, independencia, proyecto familiar, y a veces profesionalidad civil). La vida religiosa se puede identificar por la «liminalidad» que representa en su realización (ese estar en el limen, en el límite de la experiencia religiosa.
Esta perspectiva ha ampliado notablemente el concepto de la vida religiosa, a saber: no se trata de un concepto netamente cristiano, sino profundamente humano; la vida religiosa no sería cristiana (no la fundó Jesús), sino que está presente en muchas religiones y es una realidad de la vida humana, incluso civil (hay formas y estados de vida en los que el sujeto hipoteca aspectos y dimensiones naturales «normales» de su vida, para vivir en la radicalidad del compromiso y de la entrega).
Dentro del cristianismo, la vida religiosa sería el seguimiento radical de Jesús. Y ahí surge una dificultad grave: la forma canónica de la vida religiosa católica no puede identificarse con esa definición, porque está marcada por una fundamental «cautividad institucional»: no pone, no puede poner todo bajo el seguimiento de Jesús; por encima de este seguimiento está en última instancia la autoridad incontestable e incuestionable de la institución eclesiástica. Los institutos religiosos han de ser aprobados canónicamente para existir. Una vez aprobados no son ya una iniciativa libre de seguimiento radical de Jesús, sino una institución canónica de la Iglesia católica, sobre la que siempre pesa la hipoteca de la sumisión a la autoridad eclesiástica, externa a la familia religiosa, por encima incluso de lo que los religiosos en cuestión perciban en conciencia como exigencia de la radicalidad, del seguimiento radical de Jesús. El conflicto de la profecía y la radicalidad de los religiosos frente a las imposiciones de las congregaciones vaticanas (para la vida religiosa o para la doctrina de la fe), lo hemos vivido clamorosamente en las últimas décadas: religiosos que se querían comprometer con los pobres, que elaboraban una teología profética, que renovaban sus constituciones en la línea de la espiritualidad de la liberación... y que no podían hacerlo porque, en Roma, los monseñores de turno —la mayor parte de las veces no religiosos— simplemente lo prohibían. En la iglesia católica la vida religiosa puede ser seguimiento de Jesús sólo hasta donde el derecho canónico lo permite y/o hasta donde la curia vaticana lo consiente, no seguimiento radical-liminal de Jesús. Es una de las reformas profundas pendientes en la Iglesia.
En esta situación, no tiene de extraño que haya muchas formas de «vida radical» fuera de la vida religiosa católica, en el amplio mundo del Pueblo de Dios: personas que entregan radicalmente su vida a causas generosas y desinteresadas, libres de mediaciones institucionales.
Será bueno aprovechar la homilía para exponer con claridad a los fieles, por unos pocos minutos, la naturaleza evangélica de la vida religiosa, y la necesidad de dejarle renovarse liberándola de toda cautividad institucional.
El evangelio de hoy no está recogido en la serie «Un tal Jesús».
Como lectura complementaria sobre la vida religiosa recomendamos:
- Diarmuid O'MURCHU, Rehacer la vida religiosa, Publicaciones Claretianas, Madrid 2001, disponible en la biblioteca de los Servcios Koinonía;
- José María VIGIL, Crisis de la vida religiosa en Europa, llamado a la vida religiosa mundial, en la RELaT, nº 399 (servicioskoinonia.org/relat). 

Para la revisión de vida

             Todos estamos llamados a la radicalidad, a la coherencia completa, a la fidelidad total a nuestras propias convicciones. Lo cual, en lenguaje cristiano lo explicitamos como «seguimiento de Jesús».
             ¿Cómo va mi coherencia personal? ¿Soy coherente y radical? ¿Sigo a Jesús dignamente?

Para la reunión de grupo

-                 Como seguimiento de Jesús que es, la naturaleza de la vida religiosa no tiene que ver con clausuras, hábitos, apartamiento del mundo... porque no fue así como Jesús vivió. ¿Qué sería lo esencial de la vida religiosa? (Ayudarse para ello de una lectura seleccionada del libro de Diarmuid O'Murchu citado más arriba).
-                 La vida religiosa eclesial católica está desapareciendo en el primer mundo. Fuera de allí todavía tiene vocaciones, pero son vocaciones que provienen del mundo rural o del mundo urbano de religiosidad tradicional. La vida religiosa no logra pervivir en la capa social del nuevo mundo cultural urbano desarrollado universitario profesional de mentalidad concorde con la ciencia y la tecnología... ¿Por qué? Analizar el tema desde la perspectiva más amplia.
-                 ¿Dónde podríamos identifica hoy seguidores radicales de Jesús, luchadores entregados totalmente a su Causa, en el amplio mundo, más allá de los límites de la Iglesia?

Para la oración de los fieles

-                 Para que no deje de haber siempre en el mundo radicales de Dios, personas polarizadas por su experiencia de Dios, que nos mantengan firmes los valores del amor y de la esperanza, roguemos al Señor…
-                 Por todas las personas que viven en comunidad el seguimiento de Jesús, para que sean coherentes con su vocación y sean ejemplo y estímulo para todo el Pueblo de Dios...
-                 Para que la Iglesia se examine mirándose constantemente en el espejo de las bienaventuranzas…
-                 Por los que se consideran “pobres de espíritu” muy lejos de la pobreza y de los pobres, para que el Señor les haga ver que ése no fue el camino que Él siguió…
-                 Para que nuestra eucaristía dominical sea siempre un espacio privilegiado de oración y de encuentro comunitario…
-                 Para que el evangelio de las bienaventuranzas nos haga realmente “dichosos” y demos testimonio de que en verdad el Evangelio es “buena noticia”…
-                 Por los jóvenes —ellos y ellas— que sienten la llamada de la radicalidad, para que sean valientes y nada les detenga en la realización de su vocación...

Oración comunitaria

             *Dios Padre y Madre universal, que por medio de Jesús -junto con tantos otros Maestros espirituales como has suscitado en la historia-, has manifestado a nuestro mundo el camino de la felicidad, de la bienaventuranza; haz que nuestra vida religiosa sea siempre una ayuda para alcanzar la felicidad que Tú esperas de nosotros, y a la que nos llamas y empujas, para que contribuyamos eficazmente a la paz y la felicidad del mundo. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.

             *Dios-Misterio sin fondo, Presencia inasible, Claridad sin cuerpo, Palabra silenciosa... Haznos sentir la Fuerza de tu presencia, la cercanía de tu misterio, para que escuchemos constantemente el llamado que nos haces a vivir en plenitud y en radicalidad, plenamente humanos y simultáneamente divinos... Amén.

Lunes 3 de Febrero
4ª Semana Ordinario
Óscar (865); Blas, mártir (316)

2Sm 15,13-14.30; 16,5-13: David iba llorando
Salmo 3: Levántate, Señor, sálvame
Mc 5,1-20: Cuenta lo que el Señor te ha hecho



La presencia del mal en el mundo y su personficiación a través de figuras propias de las culturas circundantes a los cristianos del primer siglo, dio origen a personajes como diablo (el que confunde, divide), demonio (opositor), satanás (adversario). Los espíritus malignos son fuerzas negativas que actúan en el interior de una persona, de un grupo o de una institución que tienen como finalidad crear confusión, división, corrupción, mentira, perversión, injusticia, violencia, etc. El daño que causa la presencia del mal es tal que tiene la capacidad de derrotar a la persona. Jesús se revela como el aniquilador del mal (maligno) que tiene como fin deshumanizar, esclavizar, oprimir, anular, corromper a la persona, individual o colectivamente. Jesús, sus discípulos y todos sus seguidores, tenemos el compromiso radical de luchar decididamente contra el mal en todas sus formas y sus estructuras. Un signo de la presencia eficaz del reino de Dios es que el mal está siendo derrotado. Renovemos nuestro compromiso de lucha frontal contra las fuerzas del mal que hay en nuestro mundo.

Martes 4 de Febrero
4ª Semana Ordinario
Andrés Corsini (1373)


2Sm 18,9-10.14b.24-25a.30–19,3: ¡Absalón, hijo mío!
Salmo 85: Inclina tu oído, Señor, escúchame
Mc 5,21-43: Niña, levántate



La enfermedad de las personas es fruto del desgaste natural del cuerpo o de algún accidente sufrido. La enfermedad doblega, deprime y oprime. En los tiempos de Jesús la enfermedad, además de debilitar las fuerzas y postrar a las personas, tenía una connotación más grave. El enfermo era considerado una persona impura, pecaminosa y maldita por Dios. Estar enfermo era lo peor que le podía pasar a una persona. Peor aún si la víctima era mujer y, más aún, menor de edad. Como mujer, no tiene ningún valor ante la sociedad religiosa de entonces, como niña menos, ya que su condición era similar a la de un esclavo. Aquí Jesús se revela como Señor de la vida, vencedor de la muerte. Es otro signo del dinamismo del Reino que trasforma y humaniza. En segundo lugar, se percibe claramente cómo Jesús ha despertado la esperanza del pueblo empobrecido y oprimido dando vida, reconciliando, sanando y comunicando la alegría del reinado de Dios. Mira si en nuestro contexto somos signos de salud, vida y esperanza para nuestra gente. 

Miércoles 5 de Febrero
Semana Ordinario
José María de Yermo y Parres (1904)
Felipe de Jesús (1597) y Águeda (251)


2Sm 24,2.9-17: Perdona mi pecado
Salmo 31: Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado
Mc 6,1-6: ¿No es éste el carpintero, el hijo de María?



Cuando una persona surge desde abajo y se presenta a sus parientes y paisanos generalmente es descalificada o puesta en duda por sus logros y alcances. Pasaba ayer y pasa hoy. Jesús vivió en Nazaret, una aldea pobre, integrada por campesinos, artesanos, pescadores y pastores. Oficios considerados de poca valía e incluso, se pensaba que quienes desempeñaban estas funciones eran personas impuras por su continuo contacto con la sangre de animales. Seguramente Jesús realizó muchas veces estas actividades. Por eso su sabiduría, su elocuencia, su autoridad, sus acciones liberadoras, sanadoras y reconciliadoras causaban admiración más bien despectiva. Sin embargo, Jesús continúa su misión sin desanimarse por las críticas y murmuraciones. Es el plan de Dios. El Reino de Dios no es fácilmente comprendido. Tiene muchos adversarios que quieren ocultar y eliminar la propuesta humanizadora anunciada por Jesús. Será un buen ejercicio, tomar conciencia de nuestras debilidades y fortalezas, personales y comunitarias, para enfrentar con entereza las críticas y descalificaciones por nuestro trabajo evangelizador. ¿Cómo se vive la dimensión profética en tu comunidad cristiana?

Jueves 6 de Febrero
4ª Semana Ordinario
Alfonso María Fusco (1910)
Pablo Miki y comps, mártires (1597)


1Re 2,1-4.10-12: ¡Ánimo, Salomón!
Interleccional 1Cro 29: Tú eres Señor del universo
Mc 6,7-13: Los envió de dos en dos



En los últimos años el fervor misionero se ha encendido en muchas personas: laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos. La invitación que hizo el Papa Francisco en "La Alegría del Evangelio" ha ido surtiendo efecto de manera firme y discreta. En América Latina y el Caribe, la V conferencia del CELAM motivó a todos los cristianos para realizar una gran misión continental. En cada país tomó formas diferentes, pero todos entramos en “modo misión”. Obviamente que el método y el estilo misionero han ido cambiando y adaptándose a las culturas y realidades diversas. No se trata de hacer proselitismo sino de proponer el evangelio de Jesús como la alternativa de vida, de paz, de justicia, de solidaridad y equidad para todos los pueblos del continente. Así como Jesús envió a sus discípulos a luchar en contra del mal, es decir, contra todas las fuerzas, estructuras, instituciones y realidades que oprimían y deshumanizaban, así también nos sigue enviando para que contribuyamos en la construcción de un mundo más humano, fraterno y solidario. Renovemos nuestro espíritu misionero.

Viernes 7 de Febrero
4ª Semana Ordinario
Juliana de Florencia (s. IV)


Eclo 47,2-11: David amó a su Creador
Salmo 17: Bendito sea mi Dios y Salvador
Mc 6,14-29: Muerte del Bautista



Cuando las personas se empeñan en mantener los privilegios y conveniencias que les da el poder, son capaces de destruir vidas humanas sin importar su inocencia. Nuestra tierra americana y caribeña está bañada con sangre de profetas y mártires. San Oscar Romero, Santa Laura Montoya, Enrique Angelelli, en fin, una lista larga de nombres que brillan en el firmamento de los santos de esta tierra. La mayoría de ellos incomprendidos, incluso por sus mismos hermanos en la fe. Pero el Espíritu profético ha actuado en ellos y sigue actuando en personas y comunidades que son coherentes con su compromiso bautismal y eclesial. Así como Juan el Bautista, fiel y radical hasta el fin, también nos sentimos desafiados para vivir a cabalidad y con profunda convicción y autenticidad el seguimiento de Jesús, el profeta mártir que nos acompaña en nuestro trasegar por la historia. A la luz de la Palabra de Dios, examinemos cómo vivimos nuestra vocación profética y si estamos preparados para el martirio (cruento o no).

Sábado 8 de Febrero
4ª Semana Ordinario
Jerónimo Emiliano, fundador (1513)


1Re 3,4-13: Dame un corazón dócil
Salmo 118: Enséñame, Señor, tus leyes.
Mc 6,30-34: Andaban como ovejas sin pastor


Recuerdo a un hermano misionero que el domingo de resurrección decía: “el Señor resucitó hoy, pero yo sigo muerto”, para hacer referencia al agotamiento producido por todas las actividades de semana santa: confesiones, predicaciones, celebraciones, procesiones…uuufff… Considero que algo parecido le sucedía a Jesús y sus discípulos. Luego de largas y pesadas jornadas de predicación y combate contra el mal, se sentían agotados, querían descansar un poco, alejarse de la multitud y retirarse a un lugar solitario para recuperar fuerzas y continuar la faena. Pero la gente, cautivada por la palabra arrolladora de Jesús, no se cansaba de escucharlo y de experimentar la salud, el perdón, la compasión y la vida que salían de su boca y de sus manos. Por eso Jesús renuncia a su descanso porque primero está la gente. Qué bueno que los ministros, misioneros, consagrados y agentes de pastoral comprometidos, tuviéramos los mismos sentimientos y actitudes de Jesús, a pesar del cansancio y agotamiento tener siempre la disposición para atender y escuchar con agrado las necesidades y requerimientos de nuestra gente.


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In italiano: http://www.peacelink.it/users/romero/parola.htm
 
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