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sábado, 1 de noviembre de 2025
asalto de Israel al sistema nervioso de Palestina: convertir la empatía, el dolor y la confianza en un arma para su colapso
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El asalto de Israel al sistema nervioso de Palestina: convertir la empatía, el dolor y la confianza en un arma para su colapso
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Por Rima Najjar | 01/11/2025 | Mentiras y medios
Fuentes: Global Research. La imagen destacada es de la autora.
-Med Human
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El asalto de Israel al sistema nervioso de Palestina: convertir la empatía, el dolor y la confianza en un arma para su colapso
Por Rima Najjar | 01/11/2025 | Mentiras y medios
Fuentes: Global Research. La imagen destacada es de la autora.
Traducido del inglés por Marwan Pérez para Rebelión
Nota de la autora: La guerra de Israel en Gaza es un ataque al propio sistema nervioso. Este ensayo documenta cómo Israel instrumentaliza los reflejos humanos fundamentales —empatía, dolor, confianza, el instinto de supervivencia— para provocar el colapso de la sociedad palestina. Lo hace desmantelando la percepción , utilizando voces clonadas, mapas fraudulentos, imitación de gritos de ayuda para engañar, traicionar y sabotear. Las y los palestinos resisten mediante un proyecto colectivo: proteger la empatía, dignificar el dolor y salvaguardar la identidad frente al ataque sistemático de Israel contra la misma base de la conexión más intrínsecamente humana.
La neurotoxina israelí: una guerra contra el reflejo, el duelo y la confianza
Resulta casi imposible comprender lo que Israel ha hecho y sigue haciendo en Gaza a tantos niveles. No me refiero aquí a las atrocidades de asesinatos en masa y destrucción total de la infraestructura, transmitidas al mundo con imágenes pixeladas y titulares eufemísticos. Quiero hablar de las tácticas psicológicas que Israel utiliza para colapsar el mismo sistema nervioso de los palestinos: la neurotoxina israelí que ataca la empatía, el dolor y la confianza como objetivos primordiales en una guerra diseñada para transformar la percepción misma.
La intención de Israel es escalofriantemente clara: manipular las emociones, destrozar los reflejos neurológicos que hacen posible la resistencia colectiva y convertir el acto de preocuparse, huir, llorar o creer no solo en algo fútil sino fatal.
La ofensiva de Israel no es simplemente una guerra de bombas y excavadoras. Es una guerra contra el sistema nervioso de un pueblo: una campaña que perfecciona tácticas históricas de guerra psicológica y las transforma mediante la precisión digital, la vigilancia en tiempo real y la crueldad algorítmica.
La empatía, el primer reflejo
La empatía, el primer reflejo que Israel convirtió en arma, ya no es segura. En abril de 2024, cuadricópteros israelíes sobrevolaron el campo de refugiados de Nuseirat, transmitiendo llantos de bebés y gritos de mujeres. Sonidos manipulados. Los civiles, impulsados por el instinto de proteger, salieron de sus refugios solo para encontrarse con fuego de francotiradores o ataques con drones.
“Pensábamos que el hijo de alguien estaba atrapado”, dijo un superviviente a Al Mayadeen . “Corrimos hacia el sonido. Entonces el dron disparó”.
Israel convirtió el impulso de protección en una sentencia de muerte , transformando la empatía en una desventaja táctica y el cuidado en un interruptor de autodestrucción.
Este no fue un incidente aislado. En diciembre de 2024, Euro-Med Human Rights Monitor documentó que drones israelíes transmitieron grabaciones de bebés llorando, gritos de mujeres y disparos durante la noche sobre el centro de Gaza.
—Era un bebé, lo juro —dijo un hombre de Deir al-Balah—. Lo oímos toda la noche. Mi mujer me suplicó que no me fuera, pero no pude ignorarlo.
Salió. El dron disparó. Israel provocó el instinto de rescatar a civiles indefensos para luego castigarlos.
En junio de 2025, los cuadricópteros regresaron, esta vez sobre los campos de desplazados en el sur de Gaza. Los testigos informaron haber escuchado nanas hebreas y oraciones árabes, seguidas de repentinos estallidos de caos grabado: sirenas, explosiones, niños llorando.
“Era como si intentaran confundirnos”, dijo una abuela en Jan Yunis. “Por un momento sonaba como un niño rezando. Al siguiente, una mujer gritando”.
No se trataba de efectos secundarios psicológicos, sino de provocaciones deliberadas. Israel no solo atacó los cuerpos palestinos, sino también su instinto de solidaridad.
En enero de 2025 , Euro-Med Human Rights Monitor documentó el uso de drones para entrar en hogares sin ser invitados y grabar momentos íntimos de familias mientras dormían.
“-El dron- se quedó suspendido sobre la cuna de mi bebé”, dijo una madre. “No disparó. Solo observó. Luego se fue”.
El mensaje era claro: ningún lugar es seguro, ni siquiera la cuna. La vigilancia se convirtió en intrusión. La intimidad se convirtió en exposición.
Israel ha transformado la empatía, otrora fuente de fortaleza, en una invitación a la muerte. Su guerra contra Gaza no se conforma con silenciar las voces; las imita. No solo mata, sino que se hace pasar por el grito de auxilio. Al hacerlo, altera la moral de la supervivencia, convirtiendo la compasión en una trampa. Socorrer a los heridos, responder a un grito, acunar a un niño: todo se convierte en un riesgo calculado. Cada gesto de cuidado, se convierte en un detonante potencial. Esto no es solo crueldad; es la inversión algorítmica de la misericordia.
El instinto de huida saboteado
Israel también saboteó el instinto de escapar o huir. En septiembre de 2025, las fuerzas israelíes lanzaron octavillas y enviaron mensajes SMS masivos instando a los gazatíes a escapar a las “zonas seguras” designadas. Estos mensajes incluían códigos QR con enlaces a mapas digitales. Las familias siguieron las instrucciones. Aviones de guerra bombardearon los destinos. Un padre de Rafah, entrevistado antes de su muerte, dijo:
“Les creímos. Pensamos que no bombardearían donde nos dijeron que fuéramos.”
Israel envenenó la lógica de la supervivencia , transformando el instinto de huir en una trampa y derrumbando la infraestructura de toma de decisiones de la que dependen los civiles bajo asedio.
Esta táctica no es un caso aislado. En mayo de 2024, drones israelíes lanzaron folletos sobre el este de Rafah, instruyendo a los residentes a evacuar barrios específicos y seguir rutas predefinidas hacia una “zona humanitaria”. Las fuerzas armadas israelíes realizaron un seguimiento mediante llamadas telefónicas y mensajes de texto.
“Nos dijeron qué calles eran seguras”, relató una madre a Al Jazeera . “Caminamos exactamente por donde nos dijeron. Entonces llegó el ataque aéreo”.
Israel no solo engañó, sino que coreografió el movimiento y luego lo castigó.
En diciembre de 2023, el ejército israelí publicó un mapa interactivo que dividía Gaza en cientos de bloques numerados, alegando que ayudaría a los civiles a evitar las zonas de combate activas. El mapa se incluyó en folletos y códigos QR.
“Estudiamos el mapa toda la noche”, dijo una maestra de Jan Yunis. “Pensábamos que era real. Trasladamos a nuestros hijos manzana por manzana”.
A la mañana siguiente, la artillería arrasó la zona en la que acababan de entrar. Israel convirtió la cartografía en un arma , transformando el instinto de orientación en una sentencia de muerte.
En febrero de 2025, panfletos amenazaban con el desplazamiento forzado a menos que los gazatíes cooperaran con las directivas israelíes. «El mapa del mundo no cambiará si toda la población de Gaza deja de existir», decía uno de los panfletos. El mensaje no era solo coercitivo, sino existencial. Israel replanteó la supervivencia misma como condicional , supeditada a la obediencia a la fuerza que orquestaba el colapso.
Israel sabotea el instinto humano más básico, inundando el sistema nervioso con señales falsas —mapas, mensajes, voces, coordenadas— y castigando a quienes responden. El resultado es la parálisis. Los civiles no pueden confiar en sus propios reflejos. Huir es arriesgar la vida. Quedarse es arriesgar la vida. Israel manipula la lógica misma, convirtiendo cada decisión en un juego de azar entre la aniquilación y la aniquilación.
La confianza convertida en arma
La confianza, el último recurso, Israel no solo la traiciona, sino que la instrumentaliza. En julio de 2025, familias de Jan Yunis recibieron mensajes de voz que imitaban a agencias humanitarias. La voz les instaba a buscar refugio en una escuela cercana.
“Sonaba como la ONU”, dijo una mujer al Sudan Times . “Confiábamos en ello”.
En menos de una hora, aviones de guerra israelíes bombardearon la escuela. Israel no solo explotó el instinto de confianza, sino que orquestó un tono de cuidado , un tono de protección, la estructura de un lenguaje humanitario, solo para destruirlo. La confianza se convirtió en un señuelo. Un espantajo. Un preludio a la aniquilación.
En octubre de 2024, circularon vídeos falsos en Telegram y WhatsApp que mostraban a conocidos periodistas palestinos instando a la evacuación a unas coordenadas específicas. Los videos utilizaban rostros, voces y una urgencia reales.
“Pensé que era él”, dijo un sobreviviente. “Nunca nos ha mentido”.
Las familias siguieron las instrucciones. Los drones las siguieron. Israel manipuló la propia infraestructura de la confianza —rostros, voces, nombres— convirtiéndolos en interruptores de muerte.
En julio de 2023, las autoridades israelíes declararon un alto el fuego temporal y abrieron un “corredor humanitario” para que los civiles huyeran del norte de Gaza. Miles se desplazaron hacia el sur. Horas después, el corredor fue alcanzado por ataques aéreos.
“Les creímos”, dijo un padre de Beit Hanoun. “Pensamos que no bombardearían donde nos dijeron que fuéramos”.
Israel no solo incumplió sus promesas, sino que las convirtió en un arma mortal.
Este ataque a la confianza se extiende más allá de las fronteras de Gaza. Según Reporteros Sin Fronteras (RSF), Israel ha emprendido campañas sistemáticas para desacreditar la profesionalidad de los periodistas palestinos, a menudo mediante calificativos difamatorios como «Gazawood» o «Pallywood». Estos términos, amplificados por los canales oficiales israelíes, presentan la documentación palestina de crímenes de guerra como un montaje o una falsificación. El objetivo no es solo negar las pruebas, sino socavar la credibilidad de quienes dan testimonio, atacando la confianza entre el periodista y el mundo.
Israel ataca el sistema nervioso de un pueblo al reconfigurar las señales en las que se basa —empatía, instinto, confianza— y convertirlas en vectores de colapso. Confiar es arriesgarse a la aniquilación. Dudar es arriesgarse a la parálisis. Este es el dilema que Israel crea: una población obligada a elegir entre el fatalismo de la fe y el vértigo de la incredulidad.
El dolor profanado
El duelo, el reflejo que une a los vivos con los muertos, la última frontera de la supervivencia emocional, Israel lo profana y lo vuelve incoherente. En enero de 2025, Khaled Barakah enterró solo a sus dos hijos. Sin procesión. Sin condolencias.
“¿Quién en Gaza no ha perdido algo?”, preguntó a Safa News . “No hay lugar para el duelo”.
En marzo de 2025, familias de Deir al-Balah denunciaron la presencia de drones sobrevolando cementerios durante los entierros.
“Dio vueltas sobre la tumba de mi hermano”, dijo un hombre a Al Jazeera . “Nos apresuramos a rezar. Nos fuimos antes de poder llorar”.
Israel convirtió el cementerio en una zona de vigilancia, la tumba en una amenaza. Los desconsolados se convirtieron en sospechosos.
En noviembre de 2024, ataques israelíes tuvieron como objetivo una carpa funeraria en Jabalia, matando a dolientes reunidos para honrar a un médico asesinado.
“Estábamos rezando”, dijo un superviviente. “Entonces se derrumbó el techo”.
La tienda no tenía armas. Ni combatientes. Solo dolor. Israel no se equivocó: la eligió. El acto de duelo se convirtió en un objetivo militar.
En julio de 2024 , una madre en Khan Younis mantuvo el cuerpo de su hija en un congelador durante seis días.
“No había un lugar seguro para enterrarla”, dijo. “No podía dejar que se pudriera”.
La guerra no solo mató, sino que también retrasó la despedida. Congeló el duelo en el tiempo. Negó a los muertos su dignidad y a los vivos la liberación de su pena.
En un caso ampliamente difundido, otra madre enterró a su hija pequeña con su vestido de novia , la única tela blanca que le quedaba.
“No hubo tiempo, ni mortaja, ni oración”, dijo. “ Solo polvo y silencio ”.
Israel no solo interrumpe el duelo, sino que lo criminaliza. Convierte el dolor en peligro. Israel instrumentaliza el duelo al hacerlo visible, rastreable y punible. Llorar implica arriesgarse a ser visto. Reunirse implica arriesgarse a ser bombardeado. Enterrar implica arriesgarse a ser perseguido.
El sistema nervioso de Palestina no solo sufre la pérdida, sino que sufre la imposibilidad de llorarla.
Contextualizando las tácticas
Las tácticas de Israel no surgen de la nada. Perfeccionan precedentes coloniales y reflejan estrategias contemporáneas. Las fuerzas británicas en Kenia utilizaron altavoces para simular situaciones de peligro durante el levantamiento Mau Mau. Las tropas francesas en Argelia recurrieron a informantes y a fotografías aéreas para minar la confianza y aislar la resistencia. Las operaciones psicológicas estadounidenses en Vietnam lanzaron octavillas prometiendo seguridad que rara vez se materializaba.
Entre 1947 y 1948 las milicias sionistas emplearon tácticas de guerra psicológica para provocar la huida masiva de palestinos. Altavoces instalados en vehículos blindados difundieron grabaciones de mujeres gritando, llorando e instando a la población civil a huir. Estas emisiones coincidían con ataques o rumores de masacres inminentes, intensificando el terror y fracturando la unidad comunitaria. En aldeas como Deir Yassin , la masacre fue seguida de una amplificación deliberada: las fuerzas sionistas difundieron relatos exagerados de brutalidad en pueblos vecinos, provocando pánico y desplazamientos masivos. El historiador Walid Khalidi y otros han documentado cómo estas tácticas —que combinaban violencia real con miedo inducido— fueron fundamentales para el Plan Dalet , el plan sionista para la consolidación territorial. El objetivo no era solo desalojar tierras, sino derrumbar la infraestructura psicológica de la presencia palestina.
Sin este contexto histórico frecuentemente se retrata a los palestinos no como víctimas de la guerra psicológica, sino como personas que simplemente abandonaron sus hogares. Las narrativas sionistas, difundidas en los medios de comunicación y los libros de texto occidentales, presentan el éxodo de 1948 como voluntario o estratégico, afirmando que los palestinos huyeron a instancias de los líderes árabes o por cobardía. Esta visión persiste incluso dentro de las familias palestinas. Las generaciones más jóvenes, criadas en el exilio, a veces preguntan a sus mayores: «¿Por qué se fueron?». La pregunta conlleva dolor, no porque busque la verdad, sino porque presupone una traición.
Las fuerzas rusas en Ucrania han desplegado tácticas similares: en 2022, agentes rusos difundieron avisos de evacuación falsos en Jersón, dirigiendo a los civiles hacia carreteras minadas y zonas de combate activas.
“Pensábamos que era oficial”, dijo un residente a The Kyiv Independent . “El logo parecía real. El mapa era detallado. Entonces comenzaron los bombardeos”.
Rusia instrumentalizó el instinto de huida, derrumbando la lógica de la supervivencia.
Ucrania también ha llevado a cabo operaciones psicológicas. En 2023, según informes, las fuerzas ucranianas utilizaron transmisiones de radio falsificadas en la Melitopol ocupada para imitar órdenes militares rusas, sembrando confusión tanto entre las tropas como entre los civiles.
“Oímos que decían que había que evacuar”, declaró un residente local a la BBC Ucrania . “Algunos recogieron sus cosas y se fueron. Otros se quedaron. Nadie sabía qué era real”.
Esta táctica desestabilizó la cohesión rusa, pero también fracturó la confianza de la población civil. La línea entre resistencia y manipulación se difuminó.
El modelo israelí, sin embargo, es más íntimo, más inmediato y preciso ideológicamente. No solo reproduce la crueldad colonial, sino que la perfecciona. Israel estudia el archivo colonial y el campo de batalla digital, luego elabora su propia doctrina del colapso usando no solo la fuerza bruta, sino también a través de la imitación emocional: fingiendo cuidado, simulando seguridad y convirtiendo en arma las mismas señales que alguna vez sustentaron la supervivencia.
La dimensión global
La guerra psicológica de Israel no termina en la frontera de Gaza, se extiende al sistema nervioso global. Crea horrores y castiga a quienes lo cuestionan. Inventa atrocidades y monopoliza el dolor. Utiliza el trauma como arma y reescribe la memoria. La inversión es total: el ocupante se convierte en víctima, la resistencia en monstruo y la mentira en lo único que perdura en la memoria.
Esto también forma parte del ataque israelí contra la sensibilidad palestina. No solo paraliza los reflejos de quienes están bajo asedio, sino que altera la percepción de quienes observan. Las mismas tácticas empleadas para atraer a los gazatíes a zonas de exterminio se utilizan para inducir al mundo a la complicidad. La voz clonada que imita a un trabajador de la ONU tiene su contraparte: la declaración oficial que imita la verdad. El mapa interactivo que guía a los civiles hacia las bombas tiene su contraparte: la narrativa mediática que induce al público al olvido.
Israel sostiene que Hamás libra una “guerra de propaganda”, utilizando el sufrimiento de la población civil como estrategia y controlando el relato para presentar a Israel como el único agresor. Algunos analistas proisraelíes afirman que Hamás ha logrado un “éxito psicológico” al presentarse como víctima, transformando las derrotas militares en victorias narrativas en el ámbito internacional.
Pero este planteamiento se basa en afirmaciones no verificadas y se desmorona ante un análisis crítico. Hamás ha negado repetidamente las acusaciones israelíes de atrocidades cometidas el 7 de octubre. El 10 de octubre de 2023, publicó un comunicado en vídeo rechazando las acusaciones de violación y asesinato de niños.
“Estas acciones son contrarias al Islam”, declaró el portavoz. “No atacamos a civiles. Luchamos contra la ocupación”.
Hamás pidió una investigación internacional independiente. Israel se negó.
Pocos saben que Israel bloqueó el acceso a una investigación completa de expertos de la ONU sobre las denuncias de violación. Solo permitió una revisión limitada: sin trabajo de campo, sin acceso a Gaza, sin entrevistas con testigos palestinos. Los investigadores solo hablaron con personas preseleccionadas por el gobierno israelí. El resultado no fue un informe, sino un guión.
Pocos saben que Hamás, a diferencia de Israel, ha solicitado repetidamente supervisión internacional. En diciembre de 2023 , invitó a la ONU, a la CPI y a periodistas independientes a investigar los sucesos del 7 de octubre. Israel respondió bombardeando oficinas de prensa en Gaza y revocando visas a periodistas extranjeros. El mensaje fue claro: la verdad es una amenaza.
Israel no se limita a distorsionar los hechos: manipula la percepción, reescribe los gritos de los oprimidos. Y al hacerlo, se asegura de que el mundo recuerde no el dron que imitó el llanto de un bebé, no el mapa que condujo a una bomba, no la voz que traicionó, sino la historia que contó sobre Hamás.
La diáspora fusionada
Esta resistencia no se limita a Gaza. La diáspora palestina —dispersa por Amán, Berlín, Santiago y Dearborn— contrarresta activamente el ataque a la percepción que les llega a través de los medios occidentales. En julio de 2025 , coaliciones lideradas por la diáspora lanzaron campañas coordinadas para documentar testimonios, amplificar las voces de Gaza y combatir la desinformación. Organizaciones como Global Ties y Demac movilizaron ayuda humanitaria, plataformas digitales de narración de historias y redes de defensa legal.
“Cuando distorsionan Gaza, nos distorsionan a nosotros”, dijo un organizador palestino en Londres. “No nos limitamos a observar, estamos interviniendo”.
Porque esto no es simplemente un enfrentamiento entre narrativas. Es algo mucho más visceral. La guerra psicológica de Israel no se limita a argumentar, sino que interfiere activamente. Imita voces de confianza para atraer a civiles a zonas de muerte. Utiliza como arma mapas que aparentan ser humanitarios, pero que en realidad conducen a ataques aéreos. Inunda el sistema nervioso con señales falsas, obligando a la gente a dudar de sus propios instintos. Esto no es propaganda, es sabotaje perceptivo.
Y la diáspora también lo siente. El mismo ataque que destruye la confianza en Gaza les llega a través de titulares, algoritmos y campañas de desprestigio como la de «Pallywood», que desacreditan incluso el simple hecho de ser testigos. La mentira no solo se pronuncia, sino que se orquesta para eclipsar la verdad, para sembrar la desconfianza en la empatía, para hacer que el dolor parezca fingido. Los palestinos no solo se resisten a una historia falsa, sino que se resisten al derrumbe premeditado del sentido mismo de la vida.
Así resisten el ataque: negándose a que el sabotaje israelí de la percepción se convierta en la versión final. Reconfiguran su sistema nervioso no mediante la tecnología, sino a través del testimonio. Restauran el instinto no mediante la seguridad, sino mediante la solidaridad. Protegen la empatía haciéndola visible. Lloran en fragmentos. Confían en los susurros. Persisten no porque el ataque sea soportable, sino porque la verdad debe sobrevivir a la mentira.
Los psicólogos denominan a esto fusión de identidades: un fenómeno donde la identidad personal y la colectiva se vuelven inseparables, de modo que un insulto al grupo se siente como un insulto a uno mismo. En Gaza, esta fusión no es teórica, se vive. Cuando Israel bombardea una escuela, no solo destruye un edificio. Hiere la memoria de cada niño que aprendió allí, de cada padre que creyó en ella. Cuando ataca a periodistas, no solo silencia una voz. Fractura el acto colectivo de dar testimonio. Los palestinos no sobreviven como individuos aislados. Sobreviven como seres fusionados, donde la supervivencia no es solo personal, sino histórica, familiar e ideológica.
Esta resiliencia se despliega en lo que los académicos denominan asimetría psicológica: una condición donde una parte posee un poder tecnológico abrumador, mientras que la otra posee una coherencia emocional abrumadora. El arsenal de Israel puede dominar el campo de batalla, pero no puede dominar el sistema nervioso de un pueblo unido por la memoria, el dolor y la resistencia. La asimetría no es solo militar, sino también perceptual. Israel diseña el colapso. Los palestinos diseñan el significado.
Cómo los palestinos resisten el ataque a la percepción
¿Cómo es posible que los palestinos —especialmente en Gaza— estén resistiendo el ataque de Israel a este nivel fundamental de instinto y percepción?
Lo hacen mediante una resiliencia que trasciende el lenguaje clínico. No se trata solo de resistencia psicológica, sino de reconstrucción perceptiva. Es la negativa a permitir que el sabotaje israelí de la empatía, el duelo y la confianza se vuelva permanente.
En octubre de 2025, Gaza lucha por respirar. Su horizonte está destrozado. Su tierra está cubierta de dolor. Sin embargo, dentro de los campamentos de desplazados, las familias aún se reúnen para rezar. Los niños aún juegan con muñecas hechas a mano. Una madre en la ciudad de Gaza le contó a Middle East Eye :
“Enseñamos a nuestros hijos a nombrar las estrellas. Les decimos que el cielo sigue siendo nuestro.”
Esto no es negación, sino reivindicación. Los palestinos están reafirmando su percepción frente a la maquinaria del colapso.
A pesar del hambre y el trauma, los periodistas siguen documentando su propia destrucción. Según el Comité para la Protección de los Periodistas , 2024 fue el año más mortífero jamás registrado para la prensa, con casi el 70 % de los periodistas asesinados en todo el mundo a manos de Israel en Gaza. Sin embargo, los reporteros locales persisten.
“Escribimos para que el mundo no pueda decir que no lo sabía”, dijo un periodista desplazado al Tehran Times.
El acto de presenciar se convierte en un acto de supervivencia.
Los profesionales de la salud mental, muchos de ellos desplazados, están reconstruyendo la infraestructura psicológica de Gaza desde dentro. Una iniciativa de la Organización Mundial de la Salud, lanzada en octubre de 2025, capacita a personal no especializado para reconocer y responder al trauma.
“No podemos esperar a que termine el asedio”, dijo la psiquiatra Samah Jabr . “Debemos tratar el sistema nervioso mientras aún está bajo ataque”.
Actualmente, las clínicas integran la atención traumatológica en los servicios de atención primaria de salud, incluso en tiendas de campaña y entre escombros.
Estudios publicados este año demuestran que, a pesar de las alarmantes tasas de estrés postraumático, ansiedad y depresión, los palestinos en Gaza exhiben altos niveles de resiliencia identitaria y sentido de la vida. Un equipo de investigación de la Universidad Nacional An-Najah descubrió que los estudiantes universitarios en Gaza, incluso después de dos años de guerra, siguen expresando su sentido de propósito, dignidad y continuidad histórica.
“No solo estamos sobreviviendo”, dijo un estudiante. “Estamos recordando quiénes somos”.
Así es como los palestinos resisten el ataque: negándose a que el sabotaje israelí de la percepción se convierta en la versión final. Reconfiguran su sistema nervioso no mediante la tecnología, sino a través del testimonio. Recuperan el instinto no mediante la seguridad, sino mediante la solidaridad. Protegen la empatía haciéndola visible. Lloran en fragmentos. Confían en los susurros. Persisten no porque el ataque sea soportable, sino porque la verdad debe sobrevivir a la mentira.
Rima Najjar es palestina. Su familia paterna proviene de Lifta, una aldea despoblada por la fuerza en las afueras occidentales de Jerusalén, y la materna de Ijzim, al sur de Haifa. Es activista, investigadora y profesora jubilada de literatura inglesa en la Universidad Al-Quds, en la Cisjordania ocupada e investigadora asociada del Centro de Investigación sobre la Globalización (CRG). Visite el blog de la autora.
Fuente: https://www.globalresearch.ca/israel-assault-nervous-system-palestine/5904139
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la traducción.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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