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miércoles, 30 de marzo de 2016
Iglesia-poder religioso, una perversión
Iglesia-poder religioso, una perversión
Mikel Arizaleta
Rebelión
A modo de entradilla
Cuando el acento tónico cambia de sílaba ésta muda de aspecto: pierdo se convierte en perdemos, aprieto en apretamos y enmierdo en enmerdamos. Algo así ocurre con el acento eclesiástico: un robo en una iglesia se convierte en sacrilegio, una baja en apostasía y un distanciamiento doctrinal en herejía. El papa o el jefe de la Iglesia resulta ser el vicario de Cristo, goza de infalibilidad y su dios es el único verdadero.
En la jerga eclesial lo normal se convierte en sublime, la actividad humana se sacraliza, se diviniza y desnaturaliza. Todo un ropaje para provecho propio y para rebajar al rebelde, para denigrarlo y convertirle en un vulgar perinde ac cadáver.
A.- Un nacimiento esperanzador
Una razón que explica la rápida propagación del cristianismo fue su fuerte carácter social, el feliz mensaje para oprimidos y pequeño burgueses. Todas las voces del cristianismo primigenio admiten y alardean a menudo de que el cristianismo se componía de las clases más bajas, de esclavos, libertos, trabajadores, pequeños artesanos y campesinos desplazados. “Porque no son muchos los sabios”, caracteriza abiertamente Pablo con cierta ostentación la estructura social de la comunidad de Corinto, “no son muchas las personas influyentes, no son muchos los nacidos de estirpes ilustres”. En otro lugar atestigua la “profunda pobreza” de las comunidades de Macedonia, entonces quizá la provincia más pobre del imperio romano. Y aun cuando pronto se hicieron cristianos gente bien situada -a finales del siglo I quizá hasta miembros de la casa imperial-, por regla general las comunidades las conformaban, hasta muy entrado el siglo II, gente de las capas bajas y medias de la población. Esto se deduce de los primeros escritos cristianos, de su animosidad pública contra los ricos y poderosos, de las llamaradas de odio contra ellos en la carta de Santiago o en el Apocalipsis, y no en último término por el estilo de esta literatura. Ya el hecho de que no hubiera que recalcar que el cristianismo en tiempos anteriores, en contraposición a los cultos paganos en los que pagaban hasta los niños, no costaba dinero, pudo resultar ventajoso para la misión cristiana.
Lo que impulsó hacia delante a la misión cristiana fue el entusiasmo de sus portadores. No había ni propaganda programada ni organización central, y muy pocos misioneros funcionarios. Todo ocurría de modo espontáneo, cada uno actuaba a su arbitrio; se podría decir: que la “alegre nueva” se propagaba por sí misma, iba de casa en casa, de familia en familia. Se discutía sobre ella en calles y mercados, en tiendas y alojamientos. Pronto la anunciaron y extendieron las mujeres, que luego serían minusvaloradas en la Iglesia. La buena nueva la predicaban hasta los soldados y comerciantes, que la propagaban por la sociedad cristiana. El cristianismo rezumaba en todas las capas sociales.
B.- Después de Jesús llegó la Iglesia y se convirtió en poder: en reino y estado Vaticano.
Y se desnaturalizó la esperanza cuando se evaporó el entusiasmo primigenio: se constituyó la Iglesia
Y en nombre de dios ejerció la tiranía, la esclavitud. En el siglo II y comienzos del III “apenas nadie” se preocupa del “Espíritu Santo” (Harnack), y en el siglo IV, según se queja Hilario, doctor de la Iglesia, nadie sabe cuál será el credo del año siguiente. Y los teólogos llegaron a descubrir que dios era algo así como un único ser (ousia, substancia) en tres personas (hypóstaseis, personae). Que esta triple personalidad era consecuencia de dos “procesos” (processione); de la generación (generatio) del hijo a partir del padre y de la “exhalación” (spiratio) del espíritu entre el padre y el hijo. Dios dejó de ser vida embadurnada de humanidad para convertirse en sainete y juego de sables.
KarlHeinz Deschner escribió en diez tomos “La historia criminal del cristianismo”, que refleja la parte oscura de la Iglesia. Sin duda, a lo largo de la historia y también en nuestros días, en la Iglesia han florecido verdaderas revueltas de dignidad humana y gente cristiana ha revolucionado la sociedad; hoy pululan corrientes, grupos y movimientos de vida muy honestos, solidarios, luminosos, enternecedores…, pero su jerarquía y jefatura ha dejado una profunda huella de desprecio humano a lo largo de la historia. Su poder divino ha sido inquisición y látigo para el hombre.
El teólogo Xabier Pikaza sostiene que: “el Vaticano I decía confiar en la razón, pero que hay pocas instituciones importantes que se hayan opuesto a la razón más que el papado, en su magisterio normal, en línea de política y cultura, en los últimos siglos (del 1600 al 2000). Casi hasta mediados del siglo XX, los Papas han rechazado la libertad religiosa, se han opuesto a la democracia, han condenado el liberalismo y el progreso, han negado los derechos humanos, han criticado la autonomía de la prensa etc. etc. Además, el Papado promovió en otro tiempo las guerras de religión, instituyó inquisiciones, quiso convertir a los «infieles» con la ayuda de la espada de los «reinos católicos» (España y Portugal), persiguió a los herejes... En esa línea, siempre que ha tomado la verdad como objeto de posesión y de poder sagrado, ha sido muy falible en temas concretos de fe y costumbres”.
C.- Y se convirtió en un poder como los demás
Como en la Francia “socialista” de la actual Europa. Rafael Poch escribía: “Marzo del 2016 podría ser crucial en Francia, país que inventó en el XIX el concepto de huelga general. Hoy, jornada de protestas en 169 ciudades, convocadas por sindicatos y estudiantes … Y a fin de mes, huelga general, apoyada por casi todos los sindicatos. Objeto de la protesta es la reforma laboral contenida en un proyecto de ley que “la derecha ni siquiera pudo imaginar cuando estaba en el poder”, confiesa Le Figaro en su editorial... El proyecto socialista abre la puerta a trabajar más cobrando menos, con mayor facilidad de despido, menos derechos, menos poder sindical y más poder empresarial, es decir una involución social en toda regla, lo que ahora se llama una reforma. Otra perversión.
Y comenzó la cuesta abajo
El famoso historiador Otto Seeck ha caracterizado de modo acertado el desarrollo de la Iglesia: “Mientras permaneció circunscrita al pueblo bajo fue democrática y socialista; cuando se fue apoyando en las clases superiores fue adquiriendo y adoptando la forma de organización que dominaba la vida civil de la época, aquel despotismo ilimitado con su jerarquía de funcionarios. Este cambio se operó lentamente, sin saltos repentinos, de modo que los contemporáneos no se dieron cuenta. Lo que se impuso por razones prácticas se convirtió primero en costumbre eclesial, luego en ley sagrada y pronto ya nadie recordaba que en tiempos fue distinto”.
La Iglesia romana se convirtió, como dice Nietzsche, en “¡la última estructura romana!”. Nunca jamás gozó el papado y su Iglesia de tanto poder como con Inocencio III (1198-1216). No se han olvidado las exigencias y atribuciones papales de la Edad Media, época negra en la que la Iglesia gobernó a sus anchas y a su manera: con dios en la boca y el látigo y la condena a muerte del hombre en la mano.
El Estado de la Ciudad del Vaticano nació el 11 de febrero de 1929 con los Pactos Lateranenses.
La movida de Jesús se volvió primero Iglesia y luego estado.
D.- La postura de la Iglesia en nuestro siglo
.- en la guerra civil española y su denominado nacional catolicismo,
.- en la mísera y contemporizadora respuesta del Vaticano ante la Segunda Guerra Mundial y el nazismo
.- en su colaboración y apoyo a los regímenes fascistas y de opresión latinoamericanos, por reducirnos al presente, al igual que en su manera de ejercer su poder frente al rebelde en su propio seno, al disidente de sus propias filas… muestra grados de deshumanización profunda, de autoritarismo trasnochado, de un creacionismo acientífico y cavernícola que le ha llevado a condenar, castigar, expulsar y anatematizar.
.- se calcula en más de 600 los teólogos y teólogas, doctores, especialistas, punteros… expulsados, sancionados, excomulgados desde la toma de posesión de Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1978: Bernhard Häring 1979, Charles Curran 1986, Benajamín Forcano, Secundino Movilla, Rifuno Velasco, Evaristo Vollar, José Luis Sierra 1981, Marciano Vidal 2001, Juan Masiá 2006, Margaret Farley 2012, Leonardo Boff 1984, Jon Sobrino 2007, Edward Schillebeeckx 1984, Hans Küng 1979, José María Castillo, Juan Antonio Estrada 2007, José Arregi, Díez Alegría, Juan José Tamayo, José Antonio Pagola 2008, Andrés Torres Queiruaga, Tissa Balasuriya de Ceilán, Jacques Dupuis 1998, el indio Anthony de Mello 1998 incluso ya muerto; Robert Haight 2005, Lavinia Byrne; en el 2008 se abre proceso al Consejo Nacional de la Conferencia de Líderes de Mujeres Religiosas (LCWR), que conforman 500 delegadas en representación de 50 mil monjas y se les condena en el 2012, en el 2008 se excomulga a Roy Bourgeois…
El cardenal polaco Karol Wojtyla es elegido Papa y adopta como nombre Juan Pablo II. Tres años después, el 25 de noviembre de 1981, designa al alemán Joseph Ratzinger como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. A partir de 1982, el papa Juan Pablo II y el teólogo Ratzinger, que luego sería papa, van a trabajar juntos en defensa de la ortodoxia doctrinal y serán a partir de entonces “el uno para el otro” o “almas gemelas”.
La estructura de mando, de ejercicio del poder, de participación en toma de decisiones, de identidad, de disciplina y memoria de la Iglesia son prácticas pre-modernas, casi medievales. Por ello, el espíritu de los derechos humanos modernos provenientes de la cultura secular choca con la práctica autoritaria y vertical establecida en otra lógica y conformación histórica.
El carmelita descalzo Camilo Maccise manifiesta la existencia de tres formas distintas de violencia al interior de la cúpula del Vaticano: el centralismo, el autoritarismo y el dogmatismo doctrinal. “El centralismo –expresa– es una forma refinada de violencia, porque concentra el poder de decisión en una burocracia eclesiástica que ignora los retos que afrontan los creyentes en los diversos ámbitos socioculturales y eclesiales”; la violencia del autoritarismo se reviste de un poder sagrado y se ejerce bajo la discrecionalidad y el secreto de los hombres que legislan sobre temas que no conocen. Finalmente, la violencia del dogmatismo, que no admite el hecho de que vivimos en un mundo pluralista e impone una sola perspectiva teológica, la tradicionalista, elaborada a partir de condicionamientos filosóficos y culturales de épocas pasadas.
Una verdadera sangría, que muestra el talante retrógrado del Estado Vaticano en nuestros días.
“Yo canto por los caminos, / y cuando estoy en prisión, /oigo las voces del pueblo /que canta mejor que yo. / Si hay una cosa en la tierra / más importante que Dios / es que naide escupa sangre / pa’ que otro viva mejor. / ¿Qué Dios vela por los pobres? / Tal vez sí, y tal vez no. / Lo seguro es que Él almuerza / en la mesa del patrón” (Atahualpa Yupanki).
¿Qué cabe esperarse de esta Iglesia-estado Vaticano? Muy poca cosa. La vida humana y la rebeldía de las gentes transitan otras veredas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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