Servicio
Bíblico Latinoamericano
Del 3 al 9 de mayo de
2020 – Ciclo A
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Domingo 3 de Mayo
4º de Pascua
Felipe y Santiago, apóstoles (s. I)
Exaltación de la Santa Cruz (algunos países)
Hechos 2,14a.36-41: Dios lo nombró Señor
Salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me falta
1 Pedro 2,20b-25: Andan como ovejas perdidas
Juan 10,1-10: Yo soy la puerta de las ovejas
La 1ª
lectura, tomada del libro de los Hechos,
pertenece al discurso de Pedro, ante el pueblo reunido en Jerusalén, a raíz del
hecho de Pentecostés. Después de interpretarles el fenómeno de las lenguas
diversas en que hablaban los discípulos invadidos por el Espíritu Divino, Pedro
evoca ante ellos la vida y la obra de Jesús, y les anuncia el "Kerygma", la proclamación solemne
de la Buena Nueva, del Evangelio: Cristo ha muerto por nuestros pecados, ha
sido sepultado y al tercer día Dios lo hizo levantarse de la muerte librándolo
de la corrupción del sepulcro y sentándolo a su derecha, como habían anunciado
los profetas. El texto es ya, evidentemente, una primera elaboración teológica
del llamado «kerigma», o síntesis o núcleo de la predicación, no es lo que
realmente pudo decir Pedro.
Lógicamente, esa formulación del kerigma está condicionada por su
contexto social e histórico. No es que porque aparezca en el Nuevo Testamento
ya haya de ser tenida como intocable e ininterpretable. Las palabras, las
fórmulas, los elementos mismos que componen ese kerigma, hoy nos pueden parecer
extraños, pueden incluso resultar ininteligibles para la mentalidad actual. Es
normal, y por eso la comunidad cristiana tiene el deber de evolucionar, de
recrear los símbolos. La fe no es un «depósito», donde estaría retenida y
guardada, sino una fuente, un manantial, que se mantiene idéntico a sí mismo
precisamente entregando siempre agua nueva.
En los países tropicales son casi desconocidos los rebaños de ovejas,
cuidadas por su pastor. Eran y son muy comunes en el mundo antiguo de toda la
cuenca del Mediterráneo. Muy probablemente Jesús fue pastor de los rebaños
comunales en Nazaret, o acompañó al pastoreo a los muchachos de su edad. Por
eso en su predicación abundan las imágenes tomadas de esa práctica de la vida
rural de Palestina. En el evangelio de Juan la sencilla parábola sinóptica de la oveja perdida (Mt
18,12-14; Lc 15,3-7) se convierte en una bella y larga alegoría en la que Jesús
se presenta como el Buen Pastor, dueño del rebaño por el cual se interesa, no
como los ladrones y salteadores que escalan las paredes del redil para matar y
robar. Él entra por la puerta del redil, el portero le abre. Él saca a las
ovejas a pastar y ellas conocen su voz. La alegoría llega a un punto culminante
cuando Jesús dice ser "la puerta de las ovejas", por donde ellas
entran y salen del redil a los pastos y al agua abundante. Por supuesto que en
la alegoría el rebaño, las ovejas, somos los discípulos, los miembros de la
comunidad cristiana. La alegoría del Buen Pastor está inspirada en el largo
capítulo 34 del profeta Ezequiel en el que se reprocha a las autoridades judías
no haber sabido pastorear al pueblo, y Dios promete enviar para ello a un
descendiente de David.
La imagen del Buen Pastor tuvo un éxito notable entre los cristianos
quienes, ya desde los primeros siglos de la Iglesia, representaron a Jesús como
Buen Pastor cargando sobre sus hombros un cordero o una oveja. Tales
representaciones se conservan en las catacumbas romanas y en numerosos
sarcófagos antiguos de distinta procedencia. La imagen sugiere la ternura de
Cristo y su amor solícito por los miembros de su comunidad, su mansedumbre y
paciencia, cualidades que se asignan convencionalmente a los pastores, incluso
su entrega hasta la muerte, pues, como dice en el evangelio de hoy "el
buen pastor da la vida por sus ovejas".
La imagen de «ovejas y pastores» ha de ser manejada con cuidado,
porque puede justificar la dualidad de clases en la Iglesia. Esta dualidad no
es un temor utópico, sino que ha sido una realidad pesada y dominante. El
Concilio Vaticano I (1869) declaró: «La Iglesia de Cristo no es una comunidad
de iguales, en la que todos los fieles tuvieran los mismos derechos, sino que
es una sociedad de desiguales, no sólo porque entre los fieles unos son
clérigos y otros laicos, sino, de una manera especial, porque en la Iglesia
reside el poder que viene de Dios, por el que a unos es dado santificar,
enseñar y gobernar, y a otros no» (Constitución sobre la Iglesia, 1870). Pío XI
por su parte escribió: «La Iglesia es, por la fuerza misma de su naturaleza,
una sociedad desigual. Comprende dos categorías de personas: los pastores y el
rebaño, los que están colocados en los distintos grados de la jerarquía, y la
multitud de los fieles. Y estas categorías, hasta tal punto son distintas entre
sí, que sólo en la jerarquía residen el derecho y la autoridad necesarios para
promover y dirigir a todos los miembros hacia el fin de la sociedad. En cuanto
a la multitud, no tiene otro derecho que el de dejarse conducir y seguir
dócilmente a sus pastores» (encíclica Vehementer Nos, 1906). La verdad
es que estas categorías de «pastores y rebaño», a lo largo de la historia de la
Iglesia han funcionado casi siempre –al menos en el segundo milenio– de una
forma que hoy nos resulta sencillamente inaceptable. Hay que tener mucho
cuidado de que nuestra forma de utilizarlas no vehicule una justificación
inconsciente de es dualidad de clases en la Iglesia.
El Concilio Vaticano II (1962-65) supuso un cambio radical en este sentido,
con aquella su insistencia en que más importante que las diferencias de
ministerio o servicio en la Iglesia es la común dignidad de los miembros del
Pueblo de Dios (el lugar emblemático sobre esto es el capítulo segundo de su
declaración Lumen Gentium).
Como es sabido, en las últimas décadas se dio un retroceso claro hacia
una centralización y falta de democracia. La queja de que Roma no ha valorado
la «colegialidad episcopal» ha sido un clamor universal. La práctica de los Sínodos
episcopales que se puso en marcha tras el Concilio, fue rebajada a reuniones
meramente consultivas. Las Conferencias Episcopales Nacionales, verdaderos
símbolos de la renovación conciliar, fueron declaradas por el cardenal
Ratzinger como carentes de base teológica. Los «consejos pastorales» y los
«consejos presbiterales» establecidos por la práctica posconciliar como
instrumentos de participación y democratización, casi fueron abandonados, por
falta de ambiente. La feligresía de una parroquia, o de una diócesis, puede
tener unánimemente una opinión, pero si el párroco o el obispo piensa lo
contrario, no hay nada que discutir en la estructura canónica clerical y
autoritaria vigente actualmente en la Iglesia. «La voz del Pueblo, es la voz de
Dios»... en todas partes menos en la Iglesia, pues en ésta, la única voz segura
de Dios es la que declare la Jerarquía. Así la Iglesia se ha convertido –como
ha repetido con frecuencia Hans Küng– en «la última monarquía absoluta de
Occidente». A quien no está de acuerdo se le responde que «la Iglesia no es una
democracia», y es cierto que no lo es, porque es mucho más que eso: es una
comunidad, en la que todos los métodos participativos democráticos deberían
quedarse cortos ante el ejercicio efectivo de la «comunión y participación». En
semejante contexto eclesial, ¿se puede hablar de «el buen pastor y del rebaño a
él confiado» con toda inocencia e ingenuidad? El Concilio Vaticano II lo dijo
con su máxima autoridad: «Debemos tener conciencia de las deficiencias de la Iglesia
y combatirlas con la máxima energía» (Gaudium
et Spes 43).
En la Iglesia de Aquel que dijo que «quien quisiera ser el primero sea
el último y el servidor de todos», en algún sentido, todos somos pastores de
todos, todos somos responsables y todos podemos aportar. No se niega el papel
de la coordinación y del gobierno. Lo que se niega es su sacralización, la
teología que justifica ideológicamente el poder autoritario que no se somete al
discernimiento comunitario ni a la crítica democrática. ¿Que la Iglesia no es
una democracia? Es cierto, debe ser mucho más que una democracia. Y, desde
luego: no ha de ser un «rebaño».
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 104 de la serie «Un
tal Jesús» (https://radialistas.net/104-el-pastor-y-el-lobo/),
de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «El pastor y el lobo».
Para la revisión de vida
La imagen del Buen Pastor debe evocar en
nosotros a esa persona que cuida y protege las ovejas encomendadas a su
cuidado. ¿Tengo yo esa sensación de paz, seguridad y confianza que debe darme
el sentirme en buenas manos, en las manos de Dios Padre que "pastorea mi
alma"?
Para la reunión de grupo
-
Jesús resucitado es nuestro Maestro y Pastor, que nos muestra el
camino que nos lleva a la Vida. Pero, a pesar de las advertencias de Jesús,
luego nos hemos echado encima muchos «pastores», que muchas veces sólo son
asalariados, o funcionarios, cuando no ambiciosos y engreídos, que quieren
suplanta al único Pastor y que "sólo se predican a sí mismos". No
puede ocurrir que, en la práctica, el pastoreo de Jesús queda opacado por
tantos otros pastores intermedios que acaben impidiéndonos tener con él una
relación tan directa con él como la que puede tener cualquier otro "pastor
intermediario". ¿No habría que rescatar la idea de que, en realidad,
Pastor sólo hay uno y todos nosotros tenemos igual derecho de relación directa
con él?
-
La "apertura a los gentiles" que se dio en los tiempos
primeros del cristianismo, no es un tema cerrado y concluido. Tiene
proyecciones ulteriores en la historia colectiva de los discípulos, que siempre
tienen que ir saliendo de sus guetos y abriéndose a nuevas formas de
"gentilidad". ¿Será que también hoy la Iglesia está –estamos– muy
encerrada en su lenguaje, en sus cosas, en un envejecido e inamovible estilo de
celebrar, de creer, de organizar... que mantiene alejados a muchos
"gentiles" de buena voluntad? Hoy los gentiles que esperan se les dé
una buena noticia son el mundo de la increencia, de los alejados, los no
practicantes, los que huyen de nuestra fría iglesia hacia experiencias
religiosas más cálidas... ¿Qué deberíamos abrir? ¿Qué deberíamos abandonar?
¿Qué se debería incorporar?
-
Leer y comentar los párrafos del Vaticano I y de Pío XI transcritos en
el comentario de más arriba. Compararlos con lo que dice el Vaticano II en el
capítulo segundo de la Lumen Gentium, o concretamente en su número 32.
Comentar.
Para la oración de los fieles
-
Para que quienes ejercen su ministerio en la Iglesia lo hagan desde el
servicio y no desde el autoritarismo o el afán de dominio. Roguemos al Señor...
-
Para que los pobres y explotados de nuestra sociedad encuentren
siempre en los cristianos apoyo y solidaridad. Roguemos...
-
Para que todos aquellos que escuchan la voz del Señor llamándoles al
servicio de la Comunidad, respondan con valentía al llamado del Espíritu.
Roguemos...
-
Para que los gobernantes estén siempre atentos a las inquietudes y
necesidades de los pueblos, y den justa respuesta a sus aspiraciones de paz,
justicia e igualdad. Roguemos...
-
Para que todos los que sufren persecución por causa de su fidelidad al
Reino, se mantengan firmes y nunca duden del Amor de Dios, que resucita a los
muertos. Roguemos...
Oración comunitaria
Pastor bueno, puerta de la Vida, cuida de
todos nosotros, y ya que nos alegramos por la alegría de la Pascua, danos
fuerza para trabajar con coraje por el Reino, y el gozo de verlo crecer poco a
poco en el mundo, de modo que la fraternidad universal sea cada día más real
entre nosotros. Nosotros te lo pedimos con la mirada puesta en Jesús de
Nazaret, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.
Dios,
nuestro Padre-Madre, que has dado a la Iglesia el gozo pascual de la
Resurrección; concédenos también la paz y la confianza de saber que, en medio
de los problemas y las dificultades de la vida, que nunca faltan, estamos
siempre en tus manos, pues nos has hecho hijos e hijas tuyos y nada hemos de
temer. Nosotros te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Buen Pastor. Amén.
Lunes 4 de Mayo
4ª Semana de Pascua
Carlos Rodríguez (1963)
Hch 11,1-18: Dios les concedió la conversión
Salmo 41: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo
Jn 10,1-10: Yo soy la puerta de las ovejas
Lucas
retrata a Pedro formando un grupo de siete hermanos, rompiendo los esquemas
judíos para dar acceso franco a los gentiles en la comunidad de creyentes.
¿Cómo justifica Pedro su “desviación”?. No fue su iniciativa, arguye Pedro,
sino del Espíritu de Dios. Ese Espíritu queda patente en la recepción del
Evangelio de Cristo Resucitado de parte de aquellos paganos y en la
hospitalidad que prodigan a sus predicadores.
La apertura que caracteriza a la fe cristiana tiene que ver menos con
formulaciones diferentes del misterio de Cristo y más con las maneras de
integrar a las personas, con sus propias historias, en una comunidad de vida.
El común denominador es el don que Dios otorga a unos y a otros,
indiscriminadamente: su Espíritu Santo. A partir de aquí se establecen los
parámetros de la relación entre los miembros del mismo cuerpo eclesial. No hay
quienes detenten una porción mayor o menor del Espíritu de Dios, sino
responsabilidades mayores o menores en el servicio fraterno. ¿Existen
diferencias de trato o privilegios en el seno de la comunidad eclesial?
Martes 5 de Mayo
4ª Semana de Pascua
Estanislao Kazimierczyk (1489)
Hechos 11,19-26: Se pusieron a hablar también a
los griegos, anunciándoles el Señor Jesús
Salmo responsorial: 86: Alabad al Señor, todas las
naciones.
Juan 10,22-30: Yo y el Padre somos uno
Continuamos leyendo, como todos estos días,
estos textos de Juan Evangelista, tal vez «el discípulo amado», que
seguimos sin saber bien quién es, y que está escribiendo estos textos
muy lejos de donde y cuando sucedieron –lo que pueda ser lo
histórico que esté a la base de tales textos–. Muy lejos: ¿en Éfeso?,
o tal vez incluso en Patmos, por donde andan ahora los refugiados que
cruzan de Turquía a Grecia. Y muy tarde: tal vez 60 ó 70 años después de
la muerte de Jesús, en unos tiempos en que la vida media de una
persona era de 40 años... Y muy lejos también de nosotros: no sólo más
de diecinueve siglos, sino, sobre todo, un abismo cultural acumulado,
y un salto mortal hacia formas muy diferentes de mirar las cosas, sobre
todo las cosas religiosas. Por eso, leer estos textos, y
meter nuestra imaginación y nuestro sentir dentro de ellos, como si
estuviéramos allí mismo, en la escena, y viéramos a Jesús, nada menos que
a Jesús, al Jesús histórico, y le oyéramos decir lo que el texto nos
dice, con toda su literalidad, como si fuera todo trasparente... no
sólo es una ingenuidad, sino tal vez una temeridad. Tal vez eso podría
hacernos más daño que bien. La apelación al sentido crítico es siempre
importante, cuando leemos la Biblia; y es más importante todavía cuando
nos encontramos textos como los de Juan.
Miércoles 6 de Mayo
4ª Semana de Pascua
Domingo Savio (1857)
Hch 12,24–13,5a: Apártenme a Bernabé y a Saulo
Salmo 66: Oh Dios, que todos los pueblos te alaben
Jn 12,44-50: He venido como luz
La iglesia
de Antioquía fue probablemente el foco más importante para el cristianismo de
los orígenes, porque albergó a una variedad de creyentes provenientes de
diversos suelos y estratos culturales para crear una atmósfera bastante
católica, en otras palabras, universalista. Hay que leer con detenimiento los
cinco nombres de la primera lectura: Bernabé, Simeón, Lucio, etc. Los profetas
y los maestros, que en nuestra versión pasan como “doctores”, son personas
movidas por el mismo Espíritu: creyentes capaces de conmover y convencer con
las Escrituras de que Jesús es el Mesías. Las Escrituras son piedra angular de
la fe en Cristo Jesús. La diversidad étnica y cultural no es algo accesorio a
la fe cristiana, sino un componente que le impregna su sentido más amplio y
profundo de humanidad, o sea, de revelación salvífica. ¿Cuál es nuestro
concepto de catolicidad? ¿Equivale ser católico a ser “cerrado” mentalmente?
¿Notamos alguna actitud eclesiástica que merme el sentido de universalidad en
las estructuras eclesiales? ¿Son las Escrituras fuente de vitalidad en nuestra
comunidad eclesial?
Jueves 7 de Mayo
4ª Semana de Pascua
María de San José (1967)
Hch 13,13-25: Un salvador para Israel
Salmo 88: Cantaré eternamente las misericordias
del Señor
Jn 13,16-20: Quien reciba al que envíe, me recibe
a mí
El anuncio
de la resurrección de Jesús solo hace sentido completo con una historia de
salvación que lo sustente. Su coherencia requiere de antecedentes para que
pueda ser comprensible, e igualmente de eventos sucesivos. Es la historia de
Israel lo que hace de Jesús el signo de la salvación de judíos y de griegos.
Nuestra época cultiva poco el sentido de la historia, la hilación e
interrelación de los eventos nos pasa desapercibida porque son tantos los que
aparecen en el horizonte, y a tal velocidad, que se requiere tomar distancia
para observarlos detenidamente y tiempo para percibir y analizar sus efectos.
Un cristiano sin sentido de la historia no puede percibir la salvación,
justamente porque la salvación de Dios tiene por médula la historia. La
revelación de Dios es histórica. Si miramos a las generaciones que nos han
precedido, descubriremos signos de la revelación de Dios en las familias,
grupos sociales, ciudades edificadas, en los aportes de las ciencias y las
artes. ¿Qué marcas de fe cristiana tenemos en nuestra historia local, regional
o nacional?
Viernes 8 de Mayo
4ª Semana de Pascua
Ntra. Sra. de Luján
Amado Ronconi (1292)
Hch 13,26-33: Dios cumplió su promesa
Salmo 2: Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy
Jn 14,1-6: Yo soy el camino
Las
palabras de Pablo marcan una línea clara entre la sinagoga y la comunidad
cristiana. Pablo denuncia la cerrazón de mente y la insensatez de los líderes
del centro religioso del judaísmo, que adoptaron decisiones contrarias a la
razón. Se nota, sin embargo, una cierta excusa de los responsables en las
palabras paulinas, porque pareciera que sus actos obedecían a un designio que
ignoraban, y del que son meras marionetas, pero no sujetos moralmente
responsables. Estamos ante una concepción social teocrática, cuya perspectiva
es perfectamente inteligible: Dios ha creado una alternativa de salvación, tan
nueva que necesita ser anunciada.
En nuestras sociedades, en vías de democratizarse, se recurre cada vez
menos a explicaciones providencialistas para atenuar las decisiones
a-racionales o incoherentes de los líderes. Cada grupo y asociación se da las
normas que regulan los procederes y conforme a ellas avala o reprueba las
decisiones. La transparencia o rendición de cuentas, es uno de los renglones en
los que debemos crecer más y educarnos. ¿Cómo exigimos la rendición de cuentas
de nuestros líderes?
Sábado 9 de Mayo
4ª Semana de Pascua
Jorge Preca (1962)
Hch 13,44-52: Los paganos se alegraron al oírlos
Salmo 97: Los confines de la tierra han
contemplado la victoria de Dios
Jn 14,7-14: Quien me ha visto, ha visto al Padre
La fe
cristiana de los orígenes encontró su propio sendero entre las muchas
dificultades que enfrentó, hasta obtener su identidad. Un golpe traumático lo
recibió cuando tuvo que dejar la sinagoga. ¿Necesitamos recordar que los
cristianos originarios surgieron y se forjaron en una matriz judía? De allí
extrajeron la fortaleza para no diluirse en la cultura de su tiempo, y mantener
la luz de la novedad que era la historia de Jesús de Nazaret resucitado, para
convertirla en palabra de Dios, y anuncio de salvación.
Nuestra actual condición de cristianos no se mira acosada ni amenazada
desde fuera, aunque, a decir verdad, debemos estar preocupados porque la
vitalidad de la pascua de Cristo no aparece con el brillo que cabría esperar.
Es muy probable que hayamos perdido el contacto con la palabra pronunciada por
Dios en Cristo, su Hijo. ¿Cómo alimentamos el contacto con las Escrituras en la
comunidad? ¿Nos resistimos a lo nuevo sin haberlo cotejado con la revelación de
Dios o porque nos hace sentir inseguros? ¿Es nuestra alegría la del Espíritu
Santo?
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