Servicio
Bíblico Latinoamericano
Semana
del 5 al 11 de Abril de 2020 – Ciclo A
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Domingo 5 de Abril
Domingo de Ramos
Isaías 50,4-7: No me tapé
el rostro ante los ultrajes
Salmo 21: ¡Dios mío, Dios
mío! ¿Por qué me has abandonado?
Filipenses 2,6-11: Se
humilló, por eso Dios lo ensalzó sobre todo
Mateo 27,11-54 (o
26,14–27,66): Pasión de N. S. Jesucristo
De entrada, pedimos disculpas a quienes buscarán
aquí un comentario bíblico-litúrgico «normal» -que esperamos podrán encontrar
fácilmente en la red-. Esta vez nosotros vamos a tratar de hacer un comentario
pensando en aquellas personas que -como también nosotros ante el comentario que
teníamos ya redactado- se sienten mal ante ese ámbito de conceptos bíblicos que
se repiten y enlazan indefinidamente sin salir de un ambiente en el que muchos
de nosotros -que pensamos como personas seculares, de la calle, con las
preocupaciones diarias de la vida- nos sentimos incómodos.
En efecto, muchos de nuestros comentarios
bíblicos al uso, todo ese conjunto de conceptos e imágenes que se manejan en
las homilías, pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo propio de
referencias bíblicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica particular
diferente, y que están de antemano inmunizadas contra toda crítica, porque, en
ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las homilías, los
«fieles» deben recibirlo todo sin chistar, sin siquiera preguntar, y, mejor
aún, sin espíritu crítico y «con mucha fe». Quienes tenemos una fe más o menos
crítica, una fe que no quiere dejar de ser de personas de hoy y de la calle,
nos preguntamos: ¿es posible celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como
buscamos «otra forma de creer», hay «otra forma de acoger y celebrar la semana
santa»?
Veamos. Comencemos preguntándonos: ¿qué
sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy?
Muchos creyentes adultos (trabajadores,
profesionales de las más variadas ramas, y también intelectuales, o simples
personas cultas) se sienten mal cuando en semana santa entran en una
celebración, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se ven de pronto
sumergidos en un mundo de conceptos, símbolos, referencias bíblicas que giran
en torno a la «Redención», algo que fuera del templo uno nunca se encuentra en
ningún otro dominio de la vida: la «Redención». Lo que celebramos en semana
santa -así perciben en el templo- es el gran misterio de todos los tiempos, lo
más importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la «Redención»...
El «hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la
Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una
fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino
abajo, se interrumpió, y hubo de esperar hasta ser sustituido por un nuevo
plan, el plan de la Redención, para redimir al ser humano que está en
«desgracia de Dios» desde la comisión de aquel «pecado original», debido a la
infinita ofensa que dicho pecado infligió a Dios.
Ese nuevo plan, de Redención, exigió la
«venida de Dios al mundo», mediante su encarnación en Jesús, para así «asumir
nuestra representación jurídica ante Dios y pagar» por nosotros a Dios una
reparación adecuada por semejante ofensa infinita. Y es por eso por lo que
Jesús sufrió indecibles tormentos en su Pasión y Muerte, para «reparar» aquella
ofensa y redimir así a la Humanidad, y consiguiéndole el perdón de Dios y
rescatándola del poder del demonio bajo el que permanecía cautiva.
Ésta la teología sobre la que se construyen y
giran la mayor parte de las interpretaciones de la semana santa. Y éste es el
ambiente ante el que muchos creyentes de hoy se sienten mal, muy mal. Sienten
que se asfixian. Se ven trasladados a un mundo, que nada tiene que ver ni con
el mundo real de cada día, ni con el de la ciencia, el de la información, o el
del sentido más profundo de su vida. Por este malestar, otros muchos cristianos
no sólo se han marchado de la semana santa tradicional, sino que se han alejado
de la Iglesia. ¿Hay otra forma de entender la Semana Santa, que no nos obligue
a transitar por esta teología en la que tantos ya no creen?
Ante todo, hay que decir -para alivio de
muchos- que efectivamente, se puede no creer en tal teología. No se trata de
ningún «dogma de fe» (aunque lo fuera, tampoco ello la haría creíble). Se trata
de una genial construcción interpretativa del misterio de Cristo, debida a la
intuición de san Anselmo de Canterbury, que, desde su visión del derecho
romano, construyó, «imaginó» una forma de explicarse a sí mismo el sentido de
la muerte de Jesús. Estaba condicionado por muchas creencias propias de la Edad
Media, e hizo lo que pudo, y lo hizo admirablemente: elaboró una fantástica
interpretación que cautivó las mentes de sus coetáneos tanto, que perduró hasta
el siglo XX. Habría que felicitar a san Anselmo, sin duda.
El Concilio Vaticano II es el primer momento
eclesial que supone un cierto abandono de la hipótesis de la Redención, o una
interpretación de la significación de Jesús más allá de la Redención. Por
supuesto que en los documentos conciliares aparece la materialidad del
concepto, numerosas veces incluso, pero la estructura del pensamiento y de la
espiritualidad conciliar van mucho por otro camino. El significado de Jesús
para la Iglesia posconciliar -no digamos para la Iglesia con espiritualidad de
la liberación- deja de pasar por el pecado original, por los terribles
sufrimientos expiatorios de Jesús y por la genial «sustitución penal
satisfactoria» ideada por Anselmo de Canterbury, la redención... Desaparecen
estas referencias, y cuando sorpresivamente se oyen, suenan extrañas, o incluso
suscitan rechazo. Es el caso de la película de Mel Gibson, que fue rechazada
por tantos espectadores creyentes, no por otra cosa que por la imagen del «Dios
cruel y vengador» que daba por supuesta, imagen que, evidentemente, hoy no sólo
ya no es creíble, sino que invita vehementemente al rechazo.
¿Cómo celebrar la semana santa cuando se es un
cristiano que ya no sintoniza con esas creencias medievales? Uno se siente
profundamente cristiano, admirador de Jesús, discípulo suyo, seguidor de su
Causa, luchador por su misma Utopía... pero se siente mal en ese otro ambiente
asfixiante de las representaciones de la pasión al nuevo y viejo estilo de Mel
Gibson, de los viacrucis, los pasos
de las procesiones de semana santa,
los cristos sangrantes flagelados y crucificados, las meditaciones las siete palabras, las horas santas que retoman repetitivamente las mismas categorías
teológicas del san Anselmo del siglo XI... estando como estamos en el siglo
XXI...
Bajo la semana santa que oficialmente se
celebra, no dejan de estar, allá, lejos, bien adentro de sus raíces
ancestrales, las fiestas que los indígenas originarios ya hacían sus
celebraciones sobre la base cierta del equinoccio astronómico. Se trata de una
fiesta que ha evolucionado muy diferentemente en cada cultura, y muy
creativamente, al ser heredada de un pueblo a otro, y al contagiarse de una
religión a otra. Una fiesta que fue heredada y recreada también por los
israelitas nómadas como fiesta del cordero pascual, y después transformada por
los israelitas sedentarios como fiesta de los panes ácimos, en recuerdo y como
reactualización de la Pascua, piedra angular de la identidad israelita...
Fiesta que los cristianos luego cristianizaron como la fiesta de la
Resurrección de Cristo, y que sólo más tarde, con el devenir de los siglos, en
la oscura Edad Media, quedó opacada bajo la interpretación jurídica de la
redención...
¿Por qué quedarse, pues, prendidos de una
interpretación medieval, cautivos de una teología y una interpretación que no
es nuestra, que ya no nos dice nada, y que podríamos abandonar porque ya
cumplió su papel? ¿Por qué no sentirse parte de esta procesión tan humana y tan
festiva de interpretaciones y hermenéuticas, de mitos y «grandes relatos»
incesantemente renovados y recreados, y aportar nosotros también a esta
trabajada historia nuestra propia parte, lo que nos corresponde hoy, con
creatividad, responsabilidad y libertad? No podemos dejar de pensar que «Otra
semana santa es posible»... ¡y urgente, y legítima también!
No vamos a desarrollar aquí una nueva
interpretación de estas fiestas. Bástenos ahora cumplir una pretensión doble:
aliviar a los que se sentían culpables por desear que «otra semana santa fuera
posible», por una parte, y, por otra, de invitar a todos a la creatividad,
libre, consciente, responsable y gozosa. No en todas partes o en cualquier
contexto será posible, pero sí lo será en muchas comunidades concretas. Si no
lo es en la mía, podría serlo en alguna otra comunidad más libre y creativa que
tal vez no esté muy lejos de la mía... ¿por qué no preguntar, por qué no buscarla?
---
Aunque los señalaremos concretamente en los
próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos
ampliamente en la serie «Un tal Jesús», principalmente en los episodios 106 a
126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de
http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/ Por su carácter dramatizado, y
por la mentalidad crítica con la que ya pudo ser escrita hace treinta y cinco
años, la serie «Un tal Jesús» presenta, de un modo muy pedagógico, la visión de
la vida de Jesús desde la perspectiva de la teología de la liberación.
- La serie «Otro Dios es posible», de los
mismos autores, tiene un capítulo, el 85, titulado «¿Los judíos mataron a
Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Su
guión puede recogerse de
http://radialistas.net/article/85-los-judios-mataron-a-cristo/ y su audio de:
http://radioteca.net/media/uploads/audios/%Y_%m/85.mp3
Para el simple estudio de la continua sucesión
de interpretaciones de las fiestas a lo largo de la historia de Israel, se
puede recurrir a Fiesta en honor de Yavé, de Thierry MAERTENS
(disponible en la biblioteca de Koinonía: servicioskoinonia.org/biblioteca).
Como bibliografía en la que recuperar lo mejor
de la visión clásica de la teología respecto a la pasión y muerte de Jesús
desde la perspectiva de la liberación, recomendamos el excelente libro de BOFF Pasión
de Cristo, Pasión del mundo (Sal Terrae en España, Indoamerican Press en
Colombia, Vozes en Brasil... disponibilizado también en varios puntos de la
red). Del mismo autor, el artículo 217 en la RELaT (servicioskoinonia.org/relat/217.htm):
Cómo anunciar hoy la Cruz de nuestro señor Jesucristo.
No obstante, la recuperación que la teología
de la liberación (TL) hizo de esta temática se queda corta hoy. La TL releyó la
visión tradicional cristiana desde la perspectiva histórica y reinocentrista y
desde la opción por los pobres, sí, pero dejó simplemente a un lado lo que no
supo cómo recuperar, y no sometió a crítica los supuestos profundos de la
visión clásica; simplemente los ignoró. En ese sentido, la propuesta de la TL
no fue integralmente nueva, sino una «propuesta nueva que en parte mantenía los
mismos fundamentos»... Hoy esos fundamentos están en crisis, y ahora sólo nos
puede servir una propuesta realmente nueva, es decir, desde presupuestos
nuevos, por ejemplo: sin «dos pisos», sin el histórico pecado original, sin un
Dios-theos ahí fuera que se pueda ofender gravemente por un supuesto pecado
humano, sin un Dios antropomórfico que pueda exigir «reparación para con su
dignidad ofendida», sin unos mitos entendidos como narraciones históricas
literales...
En este sentido, es el obispo John Shelby
SPONG quien con más claridad y valentía está proponiendo reinterpretar el
cristianismo desde una superación radical de este «mito básico cristiano», como
lo llama él: cfr. el capítulo «Cambiando el mito básico cristiano» de su
reciente libro «Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo»
[http://tiempoaxial.org] (Editorial Abya Yala [htt://www.abyayala.org], Quito
enero 2011). Véase un capítulo de ese libro, explícitamente sobre el tema de la
redención, en la RELaT [http://servicioskoinonia.org/relat] titulado «Jesús
como rescatador y redentor: una imagen que debe desaparecer»
[http://servicioskoinonia.org/relat/380.htm].
También: Problemas en torno a la idea de
expiación/satisfacción, de Robert J. DALY, en «Selecciones de Teología»
47/188(2008)310-324 (disponible en el portal de la revista «Selecciones de
Teología», [http://www.seleccionesdeteologia.net]).
Acabaremos recordando que, como es obvio, la
problemática de la Redención no es del Domingo de Ramos, ni siquiera de la
semana santa... sino de todo el cristianismo; afrontarla tratando de «agarrar
valientemente el toro por los cuernos» no es tarea para un domingo ni para una
semana, sino para todo el año... Pero el domingo de ramos es una buena ocasión
para plantearlo más detenidamente. Lo dejamos en manos de ustedes, lectores
individuales y comunidades lectoras...
Para la
revisión de vida
Comienza la
«semana mayor» de todo el año. La semana santa se ha convertido en muchos
lugares en una mini-vacación. Sugerencia: aprovechar bien la oportunidad de la
semana santa. Si tengo posibilidad, dedicar esta «vacación» a atender lo que en
la agitada vida diaria me veo imposibilitado de cuidar suficientemente: mi
profundidad, mi oración, mi paz interior, el respaldo de coherencia interna que
quiero dar a mi compromiso externo...
Si tengo la suerte de encontrar una comunidad cristiana
con inquietudes de búsqueda y de renovación, tal vez puedo sugerir la
posibilidad de vivir una semana santa diferente, de renovación radical de la
mentalidad teológica, de replanteamiento de nuestra comprensión cristiana y de
reiniciación de nuestra experiencia religiosa... Si no tengo la suerte de
conocer ninguna de esas comunidades, tal vez puedo hacer el esfuerzo por
buscarlas...
Para la
reunión de grupo
-
La semana santa puede ser buena ocasión para dar un
repaso a las hipótesis teológicas más conocidas sobre la muerte de Jesús y su
valor salvífico. Un buen material para preparar una exposición inicial en la
reunión de grupo, o un libro para tenerlo todos y estudiarlo y comentarlo es
“Pasión de Cristo, Pasión del Mundo”, de Leonardo BOFF, con ediciones en varias
editoriales y países ya citados…
-
La semana santa es la «semana mayor», y el «triduo
sacro» es el núcleo de la celebración pascual, y la vigilia pascual su momento
culminante. Será bueno preguntar a algunas personas mayores que recuerden cómo
eran las celebraciones de la Semana Santa antes de la reforma de Pío XII en
1950, con sus grandes diferencias con el modo actual. Y cabe preguntar: ¿por
qué la vigilia pascual no ha entrado todavía en la conciencia del pueblo
cristiano como lo que es: el centro de todo el año litúrgico?
-
Se puede montar diferentes reuniones de estudio
sobre la pasión de Jesús y/o los temas propios de la semana santa en general
tomando como base algunos de los capítulos de la serie «Un tal Jesús»,
principalmente del 106 al 126. Los audios y los guiones pueden ser recogidos de
www.untaljesus.net
-
Los textos más arriba citados de John Shelby Spong
pueden servir también para un estudio y debate sobre el tema. Muy
probablemente, tales debates nos dejarán la conclusión preocupante de que si la
Redención necesita ser reentendida -o abandonada, como dice Spong- es todo
nuestro cristianismo el que necesita reformulación, y nos resulta por tanto
urgente rehacer nuestra formación cristiana... Buena conclusión. Pero no la
dejemos ahí: pongámonos en movimiento...
-
Aunque no estamos acostumbrados a hacerlo, también
puede ser una buena actividad de grupo escuchar la Pasión según san Mateo, de
Johan Sebastian BACH, presentada y comentada previamente por un buen conocedor
de la misma, incluyendo ahí sus aspectos teológicos peculiares, de Bach como
músico y del texto o libreto.
Para la
oración de los fieles
-
Para que la Iglesia, siguiendo el ejemplo de Jesús,
lleve su obediencia al Padre y su servicio a las personas hasta las últimas
consecuencias. Roguemos al Señor...
-
Para que los gobernantes sirvan a los intereses de
los pueblos y no a sus propias aspiraciones. Roguemos...
-
Para que los pobres y los oprimidos sean los
primeros en obtener el respeto a sus derechos y la justicia para sus vidas.
Roguemos...
-
Para que mostremos nuestra devoción a Cristo
crucificado siendo solidarios con los crucificados de nuestro tiempo.
Roguemos...
-
Para que sepamos descubrir y transmitir la fuerza
del amor de Dios en medio de las dificultades, los sufrimientos, y la muerte.
Roguemos...
-
- Para que todos los difuntos compartan la
resurrección de Cristo, igual que han compartido ya con él la muerte.
Roguemos...
Oración
comunitaria
Dios, Padre
nuestro, tú enviaste a tu Hijo entre nosotros, para que descubramos todo el
amor que nos tienes. Y cuando nosotros respondemos a ese amor con nuestro
rechazo, matando a tu hijo, Tú no te echaste atrás, sino que seguiste adelante
con tu plan de ser nuestro mejor amigo. Ablanda nuestros corazones para que
sepamos responder a tu amor con el nuestro. Por Jesucristo.
O bien:
Oh Dios, Padre y Madre Universal, de todos los pueblos y
de todos los hombres y mujeres, en quienes has depositado, por medio de sus
culturas y religiones, la sed de encontrarse consigo mismos y contigo, Fuente
Originaria. Te pedimos que en la renovación anual de estas fiestas que se
avecinan, tan tradicionales y ancestrales, nos sintamos en comunión con todos
los hombres y mujeres que te buscan a Ti y buscan también el sentido de su
vida, entre mitos, ritos, símbolos y grandes relatos. Nosotros lo celebramos
desde el seguimiento de Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro, cordialmente unidos
a todos los pueblos y religiones que también te buscan y contemplan. Gracias.
Amén. Axé. Aleluya.
Lunes 6 de Abril
LUNES SANTO
Ceferino Agostini,
fundador (1896)
Is 42,1-7: Sobre Él he
puesto mi espíritu
Salmo 26: El Señor es mi
luz y mi salvación
Jn 12,1-11: María ungió
los pies de Jesús
Betania es la “Casa
del Pobre”. Allí una mujer unge los pies de Jesús. La mujer es quien más
expresa mayor pobreza en la sociedad de Jesús. Ella es pobre entre los pobres.
Jesús está cerca de padecer una de las mayores pobrezas para aquella sociedad:
la muerte en Cruz. Ella lava los pies del hombre que luego dará el mayor
testimonio de servicio: lavará los pies a sus discípulos y también el mayor
testimonio de amor: entregará la vida por ellos y por toda la humanidad. El
gesto tierno y cargado de sinceridad existencial de la mujer, es desaprobado
por Judas, el único discípulo mencionado en la escena. Frente a la actitud del
discípulo, Jesús introduce su palabra para aprobar lo que la mujer está
haciendo. Hay una relación muy profunda entre la mujer y Jesús. Él la
comprende, como solo ella entiende a Jesús. Esta mujer escribe el preámbulo de
la pasión y muerte del Señor. Cada cristiano está invitado a ungir a Jesús con
una vida de servicio, amor y entrega a los hermanos.
Martes 7 de Abril
MARTES SANTO
Juan Bautista de la
Salle, fundador (1719)
Is 49,1-6: El Señor me
llamó
Salmo 70: Mi boca contará
tu salvación, Señor
Jn 13,21-33.36-38: Uno de
ustedes me va entregar
El relato del
Evangelio de hoy está enmarcado entre dos realidades complejas: la traición
(simbolizada en Judas) y el pronóstico de negación que hace Jesús (refiriéndose
a Pedro). Judas y Pedro son dos modelos de discípulos que tienen que ser
releídos y comprendidos con lentes simbólicos. Estos dos díscipulos tienen que
decir algo a cada cristiano. Cada bautizado ha de estar atento para captar, en
su propia vida, y corregir cuantas veces sea necesario, las actitudes en las
que encarnan a Judas o a Pedro. Negar o traicionar a Jesús es algo que, a la
postre, se puede hacer con facilidad. La propuesta de Jesús es compleja. La
exigencia de seguirle, hasta las últimas consecuencias, trae consigo la
tentación de traicionarlo o negarlo. No podemos olvidar que cada creyente es el
“traidor amado” o el “negador amado”. Cuando nos reconozcamos traidores o
negadores en potencia, entonces podremos comenzar a encarnar al “discípulo
amado”, aquel que descansa sobre el pecho de Jesús en fidelidad de amor.
Comencemos a hacer camino de fidelidad.
Miércoles 8 de
Abril
MIÉRCOLES SANTO
Dionisio (s. II)
Is 50,4-9: Ofrecí la
espalda
Salmo 68: Señor, que tu
bondad me escuche en el día de tu favor
Mt 26,14-25: ¿Dónde
quieres la Pascua?
Judas no renunció a
la lógica del dinero y eso lo llevó a no aceptar la radicalidad de la propuesta
novedosa de Jesús de Nazaret. En Judas está simbolizada la humanidad entera
ávida de poder y de tener, pero también la Iglesia cuando no rompe con la
lógica de la acumulación, impidiéndole entrar por la nueva lógica o la
anti-lógica de Jesús. La violencia impuesta a Jesús no impide que él utilice su
imaginación para recrear ese acto de deshumanización que el egoísmo humano le
imponía. Jesús entrega su vida, la ofrece, la dona como propuesta de ruptura
con la violencia del mundo. El odio del mundo lo asesinará, pero él rompe la cadena
del odio y la violencia con un acto contundente: una comida con sus amigos más
cercanos e íntimos, donde dona su vida. Todo cristiano está invitado a romper
con la espiral de violencia, que busca hacer del mundo una trinchera. Aprender
de Jesús, que supo vencer la violencia con la entrega de su propia vida, es la
clave.
Jueves 9 de Abril
JUEVES SANTO
Éx 12,1-8.11-14:
Prescripciones de la cena pascual
Salmo 115: El cáliz de la
bendición es comunión con la sangre de Cristo
1Cor 11,23-26: Proclamarán
la muerte del Señor
Jn 13,1-15: Los amó hasta
el extremo
Jesús pasó la última tarde de su vida en
Jerusalén en el círculo de sus discípulos, probablemente también en compañía de
las mujeres que habían ascendido a la ciudad santa con él. ¿Fue esa tarde, la
tarde de una fiesta pascual? Podría parecer superflua la pregunta. Sin embargo
hay razones para hacerla, pues de la relación que se establezca entre el
ambiente pascual y la cena de Jesús depende en gran parte la interpretación que
se deba hacer del acontecimiento histórico de la muerte y resurrección del
Señor.
Si de todos modos aceptamos que Jesús y sus
discípulos se reunieron para celebrar una cena pascual, entonces conviene que
recordemos los pormenores de esta celebración. En Num 9,13 se deja entrever la
seriedad que reviste para un judío celebrar la fiesta: no celebrarla es como no
pertenecer ya al pueblo. Según Ex 12,3, la fiesta debía ser una fiesta
familiar. La inmolación y el ofrecimiento del cordero, que debía ser realizada
por algunos de los miembros de la familia en representación de la comunidad,
debía tener lugar en el atrio de los sacerdotes "entre las tardes",
es decir, en el tiempo que precedía al comienzo de la puesta del sol (cfr Ex
12,6). La Haggada pascual orientaba la celebración en el sentido de la
memoria de la liberación de la esclavitud de Egipto (Ex 12,26s). Comer las
carnes del cordero, beber el vino, compartir el pan sin levadura, que debía
recordar con las hierbas amargas la miseria vivida en el Egipto, constituían el
ritual que estaba acompañado de bendiciones y de la recitación de los salmos
del Hallel.
En la cena festiva, el ambiente estaba
impregnado por el recuerdo alegre y confiado de la liberación, que tuvo siempre
una eficacia esperanzadora en épocas difíciles. Jesús tenía conciencia de su
muerte y habló de ella. Los textos de Mc 14,25 y Lc 22,18 constituyen una
profecía de la muerte. Jesús expresa, ante la probabilidad de su muerte, la
confianza y la confirmación de su mensaje del Reino. No es necesario señalar que
en esta sentencia de Jesús hubiera otras intenciones que tener en cuenta. Es
suficiente y fundamental pensar, al leer estos textos, la intención
escatológica de Jesús, que él relaciona estrechamente con la convicción de la
posibilidad de su muerte.
En este contexto, Jesús habría realizado una
verdadera interpretación teológica de su propia muerte en un sentido salvífico,
indisolublemente ligada con su proyecto del Reino de Dios. En esa
interpretación tiene una importancia muy grande la relación que Jesús establece
entre su muerte, así interpretada, y los elementos de la cena: el pan y la copa
de vino. Comer el pan y beber la copa constituyen algo completamente
comprensible en el contexto de una cena judía, pero ahora esta acción tiene que
ver con la interpretación de la muerte de Jesús, que él mismo ofrece. Jesús
debió haber dicho otras cosas y debió haber compartido otros sentimientos con
sus discípulos. Pero la tradición ha conservado sus sentimientos ligados
principalmente con la acción del pan y de la copa. En cuanto a la última, no
sabemos con seguridad si en la cena pascual, en tiempos de Jesús, se utilizaba
o no una sola copa, en un momento determinado, pues todos tenían sus propias
copas. La tradición cristiana recuerda en todo caso la utilización de una sola
copa como característica de la cena del Señor (cfr 1 Cor 10,16).
Las palabras de Jesús que nos han sido
conservadas para comprender el sentido del pan y de la copa compartidos,
implican pues una interpretación salvífica de su muerte, tanto en el sentido de
al expiación y de la representación ("morir por", "para el
perdón de los pecados"), como en el sentido de una nueva alianza.
Jesús, que interpretó así su muerte y la
relacionó intrínsecamente con los dones de la cena, le dejó a la comunidad de
sus discípulos la posibilidad de vivir siempre la realidad de una nueva alianza
con el Dios salvador, en el sentido del Reino definitivo que había anunciado.
La relación entre alianza y Reino ya tenía una tradición importante, pero en la
acción de Jesús adquirió una importancia trascendental y original para sus
seguidores.
Haced esto como memorial mío: Este deseo de
Jesús es verdaderamente sagrado para sus seguidores. La experiencia comunitaria
vivida originalmente por los discípulos se convierte en algo posible en todos
los tiempos para los cristianos. Se trata de entrar en comunión con el destino
histórico de Jesús, que es la historia misma de Dios, su Reino, su Utopía, que
acontece definitivamente en la manifestación suprema del amor.
Participar así en el destino del Maestro
significa hacer, de manera insuperable, la fraternidad humana. La cena del
Señor es la asunción, por parte de los cristianos, de lo que nos une más
profundamente: la vida misma del Maestro, la historia del Hijo del Padre en la
que participamos todos como hijos también y como hermanos los unos de los
otros.
Y la cena Pascual cristiana fue originalmente
una pascua judía. Para los cristianos es el modelo de la celebración
eucarística, el modelo de la celebración del misterio de la Pascua. Cada uno de
nosotros somos los protagonistas de la Cena del Señor. Y cuando celebramos hoy
una comida juntos, tenemos que hacerlo con la mentalidad de Jesús, una comida
que anticipa el reino de Dios, una comunidad dispuesta al servicio que la
fortalece y enriquece, pero sobre todo una comunidad de todos los seres humanos
unidos por el lazo más fuerte: el amor.
Primera lectura:
Éxodo 12,1-8.11-14: De la
esclavitud a la libertad
La Pascua siempre ha sido una fiesta de
liberación cuyos orígenes se remontan a costumbres anteriores ala Pascua del
pueblo judío. En efecto, los pastores nómadas antes de emprender su viaje, en
busca de mejores pastos para sus rebaños en la noche de luna llena, más cercana
al equinoccio de primavera, sacrificaban un cordero o un cabrito nacido el año
anterior, macho, sin defecto; para que no perdiera su energía vital, al comerlo
no podían romperle ningún hueso. Además, como estaban en una región desértica,
sin agua, el animal no era cocido en agua, sino asado al fuego. Con su sangre rociaban
las entradas de sus tiendas de campaña para evitar la entrada de los espíritus
malignos portadores de enfermedades y desgracias. Como debían partir antes de
la salida del sol, comían de prisa, calzadas las sandalias, el bastón en la
mano y listos para partir. El sacrificio y la comida tenían como fin asegurarse
la protección de sus dioses en el camino que iban a emprender, donde podían
encontrar salteadores y otros peligros.
Estos mismos ritos fueron adoptados por los
israelitas cuando celebraron la Pascua; pero para ellos cambiaron de
significado. Con la sangre del cordero marcan sus puertas para evitar la
entrada del ángel exterminador; el cordero no sólo era inmolado, sino también
comido; de esta manera los comensales se comprometían aún más con el misterio
de la fiesta. La Pascua entre los judíos, unida indisolublemente a la
liberación de Egipto, se reactualizaba en la liturgia, es decir se hacía
presente como si ellos fueran los protagonistas y de esta manera el pasado se
mantuvo vivo y los proyectaba hacia el futuro.
La mención de la sangre nos introduce en pleno
sacramentalismo del Antiguo Testamento, y por ella se opera la continuidad
entre la Pascua judía y la Pascua cristiana. Pascua es la gran fiesta de la
liberación de la servidumbre y de la muerte, donde la sangre del cordero juega
una función redentora; más aún, como Egipto en el Antiguo Testamento es la
tierra del pecado, la salida de Egipto es una liberación de la esclavitud
material y de la del pecado. La Biblia concibe la salvación a medida que se
desarrolla la revelación como una salvación del pecado. San Pedro desarrollando
esta idea nos dice: habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la
tradición de nuestros padres, no con plata y oro, sino con la sangre preciosa
de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha ( 1Pe 1,18b-19).
Salmo 115 (116): Señor, soy tu
siervo, hijo de esclava, pero rompiste mis cadenas.
Este salmo es un cántico de acción de gracias
y de confianza en el Señor que le ha librado de las cadenas de la esclavitud.
Este salmo lo podemos leer a tres niveles: el canto del pueblo de Israel que en
la libertad sabe que el Señor lo ha librado de la esclavitud en que vivía en
Egipto. También es el canto de Cristo resucitado, que sabe que su Padre lo ha
liberado de las cadenas de la muerte. Pero también es el canto de toda la
Iglesia cristiana, liberada de las cadenas del pecado por la Pascua de su
Salvador.
La respuesta del orante a la liberación con el
voto de alabanza y sacrificio de acción de gracias, parece privilegiar la
alegría y el agradecimiento del pueblo cristiano liberado definitivamente del
pecado, de la muerte y de la ley, que celebra esta reconciliación en la
eucaristía en presencia de su Señor muerto y resucitado por él.
Segunda lectura:
1Cor 11,23-26: Cada vez que
comen ese pan y beben esa copa, proclaman la muerte del Señor.
Encontramos aquí el testimonio más antiguo de
la celebración eucarística. Pablo transmite la tradición que él recibió de los
discípulos de Jesús, al mismo tiempo que muestra que la eucaristía no es una
celebración que recuerda un hecho pasado, sino que está abierta al futuro, a
todos los tiempos, porque en ella anunciamos la muerte del Señor, la obra
salvífica de Dios que ofrece a todos, en todas las épocas.
La Pascua judía tiene para los cristianos un
nuevo sentido; como el texto del éxodo narraba la celebración litúrgica judía,
Pablo muestra la celebración litúrgica cristiana como una nueva pascua, con el
anuncio de la liberación bajo el signo de la sangre que ahora se ha transformado
en pan y vino. Es el mismo rito de la alianza y de la reconciliación, con
paralelos que permiten comprender la celebración cristiana desde el sentido de
la Pascua judía:
la noche de la salida de Egipto/la noche de la
Pasión
el cordero del éxodo/el cordero pascual
memorial de las pruebas del desierto/memorial
del sacrificio de Jesús
Pablo dirige su atención sobre todo a la
asamblea y muestra como una celebración indigna de la Eucaristía desemboca en
el menosprecio del Cuerpo místico de Cristo constituido por la asamblea y cómo
ésta es el símbolo de la reunión de todos los hombres y mujeres en el reino y
en el Cuerpo de Cristo. Una comunidad dividida por el odio y el desprecio a los
demás no puede dar testimonio de esa unión, es más bien un escándalo.
Evangelio:
Juan 13,1-15: ¿Comprenden lo
que acabo de hacer por ustedes?
Jesús antes de partir de esta vida, quiere que
sus discípulos comprendan, con un gesto simbólico, lo que significa su misión:
el lavatorio de los pies es la expresión del compromiso por el servicio a la
comunidad que se le ha encargado. Es muy significativo que en el lugar en que
los evangelios sinópticos colocan la última cena, Juan, sin decir una palabra
sobre esta cena, describe el signo más diciente del amor y del servicio, porque
cuando había llegado la hora, en el momento en que su misión termina, Jesús
quiere demostrar su compromiso definitivo con la humanidad por medio del
servicio.
El lavado de los pies era un gesto que en la
antigüedad mostraba acogida y hospitalidad; de ordinario lo hacía un esclavo o
una mujer, la esposa a su marido, los hijos o las hijas al padre un gesto de
deferencia o de consideración excepcional para con los huéspedes. Jesús rompe
con la tradición: no pide ayuda. Él, que preside la cena y dentro de ella,
realiza el lavatorio de los pies, demostrando que no hay alguno mayor que
pudiera ser el primero; la comunidad de sus discípulos se conforma en la
igualdad y en la libertad como fruto del amor; y el Señor se convierte en el
servidor, porque la verdadera grandeza no está en el honor humano sino en el
amor que transforma a los hombres y mujeres en la presencia de Dios en el
mundo. Dicho gesto se comprende bien dentro de la teología de la encarnación
del mismo Juan y también en el sentido de la misma en Pablo (cfr. Flp 2,5-8).
Pero el gesto no apunta simplemente a presentarnos una teología propia de Juan,
puesto que no es difícil encontrar en la otra tradición evangélica, la de los
sinópticos, la misma inspiración naturalmente no dramatizada: por ejemplo en Lc
22,27, en el contexto de la cena, nos son transmitidas palabras muy
significativas de Jesús en el mismo sentido: Yo estoy en medio de vosotros como
el que sirve.
Por otra parte, el mismo relato indica que el
lavatorio de los pies es un medio por el cual los discípulos "tienen
parte con" su Maestro (Tendrás parte conmigo: 13,8), lo que nos
hace comprender que dicho gesto pertenece al cuerpo general de los preceptos
destinados a los discípulos como comunidad cristiana, aunque no sea difícil
referirlo a la actitud de quienes son asociados a la misión del Maestro en
cuanto tal.
Estaba cenando con sus discípulos, nos dice el
evangelista Juan que se levantó de la mesa, dejó el manto y, tomando un
paño, se lo ató a la cintura. Minuciosamente nos describe la escena porque
cada uno de estos detalles revelan el verdadero sentido de la acción que Jesús
va a ejecutar: el verdadero amor se traduce en acciones concretas de servicio.
Cuando se dice que Jesús dejó el manto se expresa cómo deja de lado su vida, la
vida que él da por sus amigos. Luego toma un paño, como el que usaban los
sirvientes que es, por lo tanto, símbolo del servicio.
Jesús niega la validez de los valores que el
mundo ha creado; al ponerse de rodillas ante sus discípulos, Jesús, Dios entre
los hombres, destruye la imagen de Dios creada por la religión: Dios recupera
su verdadero rostro con el servicio. Dios no actúa como un soberano celeste,
sino como un servidor del hombre porque el Padre que no ejerce dominio sino que
comunica vida y amor, no legitima ningún poder ni dominio. Lo que Dios hace por
el hombre es levantarlo a su propio nivel; Jesús es el Señor, pero al lavar los
pies a los suyos haciéndose su servidor, les da también a ellos la categoría de
señores. Su servicio por tanto elimina todo rango porque en la comunidad que él
funda cada uno ha de ser libre; son todos señores por ser todos servidores, y
el amor produce libertad.
Sus discípulos tendrán la misma misión: crear
una comunidad de hombres y mujeres iguales y libres porque el poder que se pone
por encima del hombre, se pone por encima de Dios. Jesús destruye toda
pretensión de poder, ya que la grandeza y el poderío humanos no son valores a
los que él renuncia por humildad, sino una injusticia que no puede aceptar.
Pedro rechaza que el Señor le lave los pies lo
que indica que éste no ha entendido la acción de Jesús. Él piensa en un Mesías
glorioso, lleno de poder y de riqueza y no admite la igualdad. Aún no sabe lo
que significa amor, pues no deja que Jesús le manifieste la grandeza de su amor
y su medida: igual que yo he hecho con vosotros, hagáis también vosotros.
La medida de nuestro amor a los demás es la medida en que Jesús nos ha amado y
esto que parece imposible, se puede hacer realidad si nos identificamos con él.
Deberíamos poder decir como Pablo: No soy yo quien vive, sino Cristo quien
vive en mí (Gal 2,20).
En cuanto a su significación, cada vez tenemos
que repetir con el mismo entusiasmo que este relato del evangelio de San Juan
nos transmite un mensaje verdaderamente central de la existencia en Jesucristo:
la vida del Maestro ha sido un testimonio constante de la inversión de valores
que hay que establecer para poder hacer parte del Reino de Dios. No es el
poder, ni la dignidad accidental, ni ningún otro motivo de dominación lo que
constituye el secreto de la verdadera sabiduría de Dios. El gran valor que
ennoblece al hombre es el de tener la disposición permanente para servir. Jesús
lo ha proclamado, según el evangelio de Juan, por medio de una parábola que
tiene fuerza incomparable: el Maestro se ha convertido en un esclavo. El
verdadero sentido profundo de la existencia del Maestro es el de ser servidor.
Una lógica así se convierte en el secreto para edificar un mundo, cuya razón de
ser no nos puede ser revelada sino por Dios mismo.
No celebramos la ceremonia del lavatorio de
los pies simplemente para recordar un episodio interesante y conmovedor de la
vida de Jesús, sino para reconocer en una expresión sacramental la única manera
posible de ser discípulos del Maestro.
También Jesús nos enseñó que hay más gozo en
dar que en recibir; hermosamente lo expresó Rabindranath Tagore: "Dormí y
soñaba que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio.
Serví y vi que el servicio era alegría".
También hoy es la fiesta de los ministros en
la Iglesia. Es el día de recordar el espíritu del Señor en el servicio. El no
vino para ser servido sino para servir. Una Iglesia pobre, que sirve, estará
siempre cerca de los que aspiran a una liberación material y espiritual, de los
que han emprendido el camino del éxodo.
El evangelio de hoy está recogido en la serie
«Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 110, «La Cena de la
Pascua», que puede ser escuchado y su guión recogido, con un comentario
bíblico-teológico incluido, aquí (https://radialistas.net/11o-la-cena-de-pascua/).
También el capítulo siguiente se refiere al Jueves santo.
La serie «Otro Dios es posible» [https://radialistas.net/64-el-cuerpo-y-la-sangre-de-cristo/],
de los mismos autores, tiene un capítulo, el 64, que se titula «¿El Cuerpo y la
Sangre de Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el
tema. Hay varios otros varios guiones con temas relacionados, que se prestan a
un debate-catequesis.
Viernes 10 de Abril
Viernes 10 de Abril
Is 52,13–53,12: Él fue
traspasado
Salmo 30: Padre, a tus
manos encomiendo mi espíritu
Heb 4,14-16; 5,7-9: Es
autor de salvación
Jn 18,1–19,42: Pasión de
Nuestro Señor Jesucristo
Is
52,13-53,12: Cuarto canto del
Siervo de Yavé.
El cuarto poema del siervo muestra un
personaje paciente y glorificado. Se trata de la narración que se hace de la
pasión, muerte y triunfo del personaje, enmarcada por una introducción y
epílogo que el autor pone en boca de Dios.
El contenido es claro: un inocente que sufre,
dejando de lado la doctrina de la retribución que considera el sufrimiento como
consecuencia del pecado; mientras que los culpables son respetados. Más
sorprendente es aún, que el humillado triunfe y que un muerto siga viviendo. El
mismo texto proclama que se trata de algo inaudito.
La biografía del siervo se presenta de una
manera escueta: nacimiento y crecimiento (15,2), sufrimiento y pasión (3,7)
condena y muerte (8), sepultura (9) y glorificación (10-11a). Los que narran
los acontecimientos participan en ellos; son transformados y dan cuenta de esta
transformación.
Dios confirma el mensaje con su oráculo. Anula
el juicio humano declarando inocente a su siervo. Este sufrimiento del inocente
servirá para la conversión de los demás. Su vida, pasión y muerte han sido como
una intercesión por los demás y el Señor lo ha escuchado. El triunfo del Siervo
es la realización del plan del Señor (v. 10).
Si después de leer el texto nos preguntamos
¿quién es este personaje que sufre hasta la muerte y sigue vivo?, ¿a quién nos
recuerda? Sin duda que la figura se parece a Moisés, o a Josías, quizás a
Jeconías el desterrado, o al profeta Jeremías. Algunos piensan que es el mismo
siervo de los cantos precedentes, otros que el profeta Isaías II, otros lo
identifican con el pueblo judío o el pequeño resto. Una cosa si es evidente.
Jesús, el Mesías quiso modelar su vida de acuerdo con el siervo de Is 53.
Según la cristología clásica, Cristo tenía muy
clara la idea que Él debía sufrir y morir y estos eran elementos de su misión
redentora. Su identificación con el Siervo de Yahveh en Mc 14,24 y sus
paralelos, sacrificado por todos, es evidente. El Hijo del Hombre viene a
cumplir su misión de Siervo de Yahveh. ¿Desde qué momento se reconoció Cristo
como Siervo de Yahveh? Desde el Bautismo (Mc 1,11 par.; Is 42,1). En Juan
también aparece mucho la idea de la identificación de Cristo con el Siervo.
Entonces no es una identificación posterior que hizo la comunidad cristiana,
sino que es anterior. Es posible que el autor no hubiera comprendido la
significación completa y total, tal vez no pensó en Cristo, pero sí en un
personaje posterior que haría la intercesión total.
El Siervo de Yahveh es una personalidad
corporativa, teológicamente hablando. Es Cristo que actúa personalmente y su
actuación repercute en toda la comunidad.
Salmo 30 (31): A ti Señor me acojo, no quede yo nunca defraudado.
Se trata de un salmo de súplica y una acción
de gracias. En medio de la angustia, el salmista mezcla los gritos de socorro
con las expresiones de confianza porque está seguro de que el Señor es su roca
y su fortaleza. Esta confianza del salmista en el momento de la prueba nos
invita a evocar en nosotros ese mismo sentimiento, seguros de que Dios
escuchará nuestras súplicas.
Hebreos 4,14-16;
5,7-9: Dios lo proclamó sacerdote en
la línea de Melquisedec.
El autor de la carta a los Hebreos presenta a
Jesús como Sumo Sacerdote, no solamente como el responsable del sacrificio como
lo era en el antiguo testamento, sino como el hombre lleno de misericordia, que
asumió todos los sufrimientos del ser humano hasta la muerte, de tal manera que
se convirtió en el modelo para todos los hombres. Su vida estuvo siempre
condicionada a la voluntad del Padre, aún en el sufrimiento.
A este sumo sacerdote podemos acercarnos con
libertad, sin miedo, porque en su trono abunda la gracia y por su misericordia
conseguiremos el apoyo necesario.
Cristo fue llamado por Dios de la misma manera
que Aarón y según el orden de Melquisedec, pero ya no para ofrecer el
sacrificio y las oblaciones, porque él mismo es la víctima. Es un nuevo tipo de
sacerdote que proporciona la salvación a cuantos se aproximan a él y su gran
tarea es conducirlos al Padre.
Lectura de la
Pasión: Jn 18,1-19,42
La narración de la pasión según san Juan nos
presenta la imagen de Jesús que el evangelista ha querido forjar a través de
todo su evangelio: un Jesús que es la revelación del Padre, al mismo tiempo que
en él se revela la plenitud del amor. Aún pendiente de la cruz su vida y su
muerte es una victoria, porque "todo se ha cumplido" como era la
voluntad del Padre.
Las oraciones
comunitarias
Las oraciones que la liturgia nos propone
expresan los sentimientos que mueven a la comunidad cristiana. La universalidad
de esta oración incluye aún a las personas que no pertenecen a la Iglesia y que
no creen en Dios. La muerte de Jesús es una propuesta para que todos unidos
participemos realmente de la nueva historia que surge de la cruz victoriosa.
Reflexión para
hoy
La muerte ha sido el gran misterio que ha
preocupado al ser humano a través de toda su historia. Porque aunque éste ha
pretendido negar todas las verdades, sin embargo hay una que siempre le
persigue y nunca ha podido rechazar: la realidad de la muerte. Ni siquiera los
ateos más recalcitrantes se han atrevido a negar que ellos también han de
morir.
Para el pagano la muerte era toda una
tragedia; no tenían ideas claras sobre el más allá, por eso no obstante que
admitían una existencia más allá de la tumba, dicha existencia estaba rodeada
de oscuridad y enigmas. Además, no todos admitían una vida después de la muerte,
porque ésta era un desaparecer total, el fin de todas las esperanzas, la
frustración de todos los anhelos. Los mismos judíos aceptaban la resurrección,
pero la posponían hasta el fin de la historia.
Para los discípulos la situación era muy
desalentadora; ellos esperaban un Mesías terreno que iba a revivir las glorias
del reinado de David y Salomón y he aquí que sus ilusiones se desvanecieron
como la espuma. Esa sensación de desaliento está claramente expresada en uno de
los discípulos de Emaús:
Nosotros esperábamos
que sería él quien rescataría a Israel; mas con todo, van ya tres días desde
que sucedió esto (Lc 24,21).
La muerte de Jesús había sido un
acontecimiento trágico; sus enemigos habían logrado lo que querían, quitarlo de
en medio. Los fariseos, porque había desenmascarado su hipocresía, los
sacerdotes porque había denunciado la vaciedad de un culto formalista; los
saduceos porque había refutado la negación de la resurrección; los ricos porque
les había echado en cara la injusticia de sus actuaciones; los romanos porque
pensaron que era un sedicioso.
Jesús murió abandonado por todos; sus
discípulos huyeron, los judíos lo despreciaron; el Padre se hizo sordo a su
clamor; esa tarde en la cruz colgaba el cuerpo de un ajusticiado, condenado por
la justicia humana y rechazado por su pueblo. Parecía que el odio hubiera
vencido sobre el amor; el poder sobre la debilidad de un hombre; la tinieblas
sobre la luz; la muerte sobre la vida. Aquella tarde cuando las tinieblas
cayeron sobre el monte Calvario parecía que todo había terminado y los enemigos
de Jesús podían por fin descansar tranquilos.
Pero he aquí que, en lo más profundo de los
acontecimientos, la realidad era distinta. Jesús no era un vencido, sino un
triunfador; no lo aprisionaba la muerte, sino que se había liberado de su
abrazo mortal; lo que parecía ignominia se transformó en gloria; lo que muchos
pensaban que era el fin, no era sino el comienzo de una nueva etapa de la
historia de la salvación. La cruz dejó de ser un instrumento de tortura, para convertirse
en el trono de gloria del nuevo rey y la corona de espinas que ciñó su cabeza
es ahora una diadema de honor.
Al morir Jesús dio un nuevo sentido a la
muerte, a la vida, al dolor. La pregunta desesperada del hombre sobre la muerte
encontró una respuesta. Pero esto no significa que podamos cruzarnos de brazos
y contentarnos con enseñar que la muerte de Jesús significó un cambio en la
vida de la humanidad. Ese cambio debe manifestarse en nuestra existencia porque
él no aceptó su muerte con la resignación de quien se somete a un destino
ineludible, sino como quien acepta una misión de Dios. Por eso su muerte
condena la injusticia de los crímenes y asesinatos, pero nos pide hacer algo
contra la injusticia porque no solo condena la explotación de los oprimidos,
sino que nos pide mejorar su situación; la muerte de Jesús no solo es un
rechazo del abandono de las muchedumbres, sino que nos exige que nos acerquemos
al desvalido.
Su muerte no es solamente un recuerdo que
revivimos cada año, sino un llamado a mejorar el mundo, a destruir las
estructuras de pecado; a restablecer las condiciones de paz; a construir una
sociedad basada en la concordia, la colaboración y la justicia.
Jesús sigue muriendo en nuestros barrios
marginados, en los soldados y guerrilleros que yacen en las selvas, en los
secuestrados y prisioneros, en los enfermos y en los ignorantes. A nosotros nos
toca hacer que se grito de desesperación que Jesús pronunció cuando dijo
“Padre, por qué me has abandonado” se convierta en el grito de esperanza:
“Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Siendo el evangelio de hoy todo el relato de
la Pasión según san Lucas, pueden ser muchos los episodios de la serie «Un tal
Jesús» que podrían ser escuchados. Puede elegirse en la página habitual: https://radialistas.net/serie-un-tal-jesus/
La serie «Otro Dios es posible», de los mismos
autores, tiene un capítulo, el 85, que se titula «¿Los judíos mataron a
Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Su
guión y su audio puede recogerse en http://www.emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=180085
Hay varios otros varios guiones con temas relacionados, que se prestan a un
debate-catequesis.
Recomendamos:
"¿Cómo
predicar hoy la cruz de nuestro Señor Jesucristo?", de Leonardo Boff, en
"Pasión de Cristo, pasión del mundo" (ediciones en Sal Terrae de
España, Indoamerican Press de Bogotá 1978, original portugués en Vozes,
Petrópolis 1977). Es un texto corto que se presta muy bien para una reunión de
estudio o reflexión del grupo bíblico o de toda la comunidad. Está disponible
en la Revista Electrónica Latinoamericana de Teología, RELaT, nº 217: servicioskoinonia.org/relat/217.htm
Sábado 11 de Abril
VIGILIA PASCUAL EN
LA NOCHE SANTA
Gén 1,1–2,2 Dios vio lo
que había hecho
Salmo 32: La misericordia
del Señor llena la tierra
Rom 6,3-11: Cristo, ya no
muere
Mc 16,1-7: Jesús Nazareno,
ha resucitado
VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA
Gen 1,1–2,2: La creación
Sal 103
Gn 22, 1-18: El sacrificio de Isaac
Sal 15
Ex 14,15–15,1: Paso del Mar Rojo
Interleccional: Ex 15, 1-2.3-4.5-6.17-18
Is 54,5-14: Las aguas del diluvio no volverán a cubrir la tierra
Sal 29
Is 55,1-11: Venid por agua, trigo, vino y leche de balde
Interleccional: Is 12, 2-3.4.5-6
Bar 3,9-15.32 - 4,4: Escucha, Israel, mandatos de vida
Sal 18
Ez 36,16-28: Derramaré sobre vosotros un agua pura
Sal 41
Rom 6,3-11: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no
muere más
Sal 117
Mt 28,1-10: Resurrección de Jesús según san Mateo
La vigilia pascual se inicia con la experiencia
del fuego nuevo, y la luz que con este fuego va iluminando poco a poco el
recinto sagrado. Nuestra historia ha sido de tinieblas y de muerte, una
historia que parece no poder ver un camino de salida. Pero de la tumba vacía
surge la luz, de la muerte surge el fuego-luz que anuncia que podemos creer en
la vida, que podemos encontrar el camino en medio de la oscuridad, que la
muerte no es la última palabra para el hombre. Por el fuego nuevo, por la luz
del Cirio Pascual, por la luna llena que ilumina el firmamento en esta noche
pascual, empezamos a experimentar en nuestra vida las consecuencias de la
Resurrección de Jesús.
Las lecturas nos conducen desde la experiencia
de la creación hasta la tumba vacía, porque Resurrección es agradecer los
hermosos dones gratuitos de Dios que rodean nuestra existencia. Es vivir como
el pueblo de Israel, la experiencia de la salida de la esclavitud a la
libertad, una experiencia que pasa por el contacto con el agua del Mar Rojo y
para nosotros por la de las aguas bautismales; un camino guiado por la columna
de fuego y por la nube que conduce a Israel de la experiencia de muerte a la de
la vida.
La Bendición del
fuego nuevo
En medio de las tinieblas del pecado y de la
muerte, la bendición del fuego nuevo tiene como finalidad proporcionar la llama
para encender el cirio pascual, que representa a Cristo Resucitado. A medida
que el cirio avanza se va iluminando el templo, y de la llama del cirio se van
encendiendo las velas de los presentes en el templo; se disipan las tinieblas
cuando se propaga la salvación a partir del Resucitado. El Cirio Pascual
permanecerá todo el año en el templo, como símbolo memorial de la celebración pascual.
La proclamación
de la Resurrección
El canto del Pregón pascual (Exultet), es el punto culminante de la
liturgia de la luz. En él se proclama la propagación de la luz en el mundo que
disipa las tinieblas del pecado, guía a los hebreos en la salida de Egipto,
vuelve a los hombres a la gracia, devuelve la inocencia a los caídos y a los
tristes la alegría, destierra los odios, prepara la concordia y doblega el
orgullo.
La Liturgia de
la Palabra
Las diferentes lecturas del Antiguo Testamento
permiten contemplar a través de la historia de Israel cómo se ha propagado la
luz salvífica desde la creación. Estas lecturas nos recuerdan también que la
historia de la salvación es nuestra propia historia y exhortan al compromiso de
todos y cada uno con esta historia.
Primera lectura: Génesis 1,1-2,2a: La Creación
El primer relato de la creación
Toda la creación es la obra del amor de Dios
Padre que quiso preparar para el hombre un lugar hermoso y adaptado a su
dignidad de imagen de Dios. Al ser humano le corresponde el compromiso de
continuar y conservar esta creación.
Desde nuestra sensibilidad ecológica actual,
esta lectura debería asumir de alguna manera toda la inabarcable visión que la
ciencia nos ha dado sobre la naturaleza. Una buena proyección, que recorra las
etapas del desarrollo de la cosmogénesis (hay muchos, y fácilmente localizables
en internet) puede reemplazar con ventaja la simple proclamación oral de esta
lectura. También, se puede sustituir, con ventaja, debidamente justificada la
sustitución ante el público, por la lectura de la página neobíblica «Génesis 1,
narrado hoy», de Manuel Gonzalo (http://servicioskoinonia.org/neobiblicas/articulo.php?num=022).
Segunda lectura: Génesis 22,1-18: El Sacrificio de Isaac
La lectura de la salvación de Isaac nos coloca
frente a las exigencias de la experiencia de fe de Abraham: aceptar que sólo
Dios sabe cómo dirige la historia de salvación. De la misma manera que para el
pueblo de Israel, para nosotros nuestra historia se funda única y
exclusivamente en la voluntad de aquél que libremente dispone de la historia, y
en virtud de esa libertad dejó vivir a Isaac.
Tercera lectura: Éxodo 14,15-15,1 El Paso del Mar Rojo
Los israelitas eran esclavos en Egipto, eran
un pueblo sometido a otro pueblo. Pero Dios vio la miseria y las penalidades
del pueblo, escuchó sus clamores y le abre un camino de salvación al pueblo
esclavo y salva a Israel del poder del faraón.
Cuarta lectura: Isaías 54,5-14: Con misericordia eterna te quiere el Señor
El Profeta Isaías nos describe con bellas figuras
una vida nueva, esa nueva creación que Dios Padre llevó a su plenitud en su
Hijo Jesús Resucitado.
El canto del
Gloria
La alegría de la comunidad por la resurrección
del Señor se expresa con el himno del Gloria, himno de acción de gracias que el
pueblo entona al mismo tiempo que resuenan las campanas del templo y vuelve a
escucharse la música. Con el canto de los ángeles estamos confesando que Jesús,
el Mesías que fue crucificado, sigue viviendo porque fue resucitado por Dios
quien lo ha glorificado por siempre.
Epístola, Romanos 6,3-11: Cristo, una vez resucitado ya no muere más
En la carta a los Romanos el apóstol Pablo nos
enseña que por el bautismo también el cristiano pasa de la muerte a la vida.
Ese misterio pascual de Jesús, misterio de muerte y resurrección es nuestro
propio misterio, porque el cristiano, mediante el bautismo, está muerto al
pecado y vivo para Dios. En Cristo Jesús el cristiano vive el misterio de
Cristo muerto y resucitado cada día en los momentos de tristeza y gozo, de enfermedad
y salud, cuando pecamos y sentimos que Dios Padre nos acoge con misericordia.
Lo vivimos especialmente en los sacramentos. Cada sacramento que recibimos es
una reactualización del misterio Pascual, y esto lo vemos muy clara en el texto
de Romanos que acabamos de escuchar.
Salmo
117,1-2.16-17.22-23
Sólo sentimientos de gratitud a Dios se
experimentan al considerar su obra en Jesucristo. La piedra angular del templo
de Jerusalén reconstruido, fue piedra de escándalo. Ahora un universo nuevo
construido sobre la piedra angular, Cristo, se ha establecido el día en que
Jesús resucitó.
Evangelio: Lucas 24,1-12: No está aquí, ha resucitado.
La narración de la tumba vacía del Evangelio
de Lucas pone en la boca de los ángeles vestidos de blanco, el significado de
la Resurrección de Jesús para las mujeres que fueron al sepulcro al amanecer
del primer día de la semana, y para todos nosotros: no podemos buscar a Jesús
entre los muertos, porque está vivo, en medio de nosotros. Sólo nos corresponde
descubrir el rostro de Jesús en los miles de personas que pasan por la calle,
en los niños tristes y desnutridos, en las mujeres que necesitan un trozo de
pan para ellas y sus hijos; en el hombre maloliente que está a nuestro lado en
el templo, en todos los hombres y mujeres que por diferentes caminos buscan a
Jesús.
La tumba vacía no es una prueba de la
resurrección de Jesús, sino la pregunta que sólo tendrá respuesta cuando se
logre vivir la experiencia de Jesús resucitado.
Los apóstoles no creyeron en lo que las
mujeres les narraron. Entre los judíos las mujeres no eran personas creíbles:
mucha mujer, mucha mentira, se afirmaba entre los judíos. Mientras habían
vivido la experiencia de Jesús vivo, Pedro comprueba que la tumba está vacía,
se asombra, pero no ha logrado vivir la experiencia pascual.
El evangelio de hoy está recogido en la serie
«Un tal Jesús» (http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/)
de los hermanos López Vigil, en el capítulo 124. También el capítulo 123 sirve.
La liturgia
bautismal
¿Qué mejor ocasión para ser incorporados a
Cristo y para hacer memoria de nuestra incorporación a él, que la vigilia
pascual? La Vigilia Pascual es también celebración bautismal: celebramos los
bautismos, renovamos las promesas bautismales.
En este momento tenemos que tener en la mente
la mejor explicación del bautismo, que se pueda dar, la. que nos ofrece el
apóstol Pablo en la epístola a los romanos que se ha leído en la liturgia de la
Palabra en la vigilia. San Pablo nos enseña que ser bautizados significa pasar
con Cristo de la muerte a la vida y señala las consecuencias éticas de esta
conformación con el destino histórico de Cristo: si hemos muerto con Cristo, ya
no debemos pecar más, porque hemos entrado en una nueva vida.
La liturgia
eucarística
Con los sentimientos de alegría que nos
embargan, compartimos la Eucaristía, por medio de la cual realizamos el
mandamiento que recibimos del Señor de hacer memoria de él: Haced esto para recordarme.
El recuerdo que ahora hacemos de Jesús, el
Señor, no consiste en la pura evocación de una historia perdida en el pasado.
Recordar ahora significa para nosotros hacer la experiencia de la vida nueva:
Jesús, aunque ha muerto, vive para siempre. Jesús, así resucitado, está vivo
desde Dios, el Padre, en medio de todo el cosmos. Cada vez que compartimos este
pan y esta copa, como hermanos, queremos comulgar con la vida que Él vive y que
Él quiere también para todos para siempre.
En el hemisferio norte, al que pertenece el
escenario de la vida histórica de Jesús, la primavera llega ahora a su
plenitud: estamos en lo que se llama el equinoccio de la primavera. La
celebración de la resurrección de Jesús tiene por eso sabor a primavera; a agua
fresca; a retoños que revientan por todas partes en las plantas; y olor a
flores de todos los colores. La naturaleza nos quiere regalar también ella la impresión
de un mundo en el que comienza a germinar la vida nueva. La celebración de la
resurrección de Jesús tiene lugar también en el día de la luna llena: es la
fiesta de la luz.
Con los cristianos de todos los tiempos
queremos ver amanecer en esta fecha un mundo nuevo, que podrá hacerse realidad
si nosotros asumimos el proyecto de Jesús de Nazaret, que es el evangelio. Dios
es el fundamento de la permanencia de la vida aún desde la muerte, de una forma
que no conocemos, y que no es expresable.
Servicio Bíblico Latinoamericano
Em
Português: http://www.claretianos.com.br/servicobiblico
In italiano: http://www.peacelink.it/users/romero/parola.htm
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