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viernes, 22 de abril de 2022
niño judío que sobrevivió al Holocausto: "La enseñanza del pasado no ha sido suficiente"
El niño judío que sobrevivió al Holocausto: "La enseñanza del pasado no ha sido suficiente"
20.04.2022
© Sputnik / Alexandra Bondarenko
Mundo
Hambre, enfermedades, violencia, trabajos forzados... Los horrores que vivió Bronislaw Zajbert en el gueto nazi de Lodz sucedieron hace 82 años, pero los recuerdos en su mente conservan la misma fuerza que el desmayo que sufrió el 19 de enero de 1945, la fecha en la que le llegó la mejor noticia de su vida: por fin él y su familia eran libres.
Estar frente a Bronislaw Zajbert es contemplar la Historia. Su hogar está lleno de colores y texturas. Del pasado y del presente. Las pinturas que adornan las paredes de su casa reciben los rayos de un sol primaveral en la Ciudad de México, donde este hombre supo hacer una nueva vida, lejos de la tierra que lo vio nacer y, casi, lo obliga a morir.
Fotografías familiares, naturaleza muerta en madera y plantas verdes conforman el hogar de Bronislaw, que cumple 86 años el mismo día que Sputnik lo visita en su apartamento. No está solo. A su lado permanece su guardián: un perro Chihuahua que ladra cuando algún extraño se le acerca.
Las ojeras, pronunciadas y de tonalidades rojizas, indican que Broni —como le llaman sus amigos y familiares— ya ha vivido sus horas más oscuras. Una Menorá a sus espaldas sugiere que el judío nunca se fue, nunca se ha ido y nunca se irá.
Bronislaw vivió cinco años en el gueto de Lodz, uno de los tantos campos de trabajo forzado que instalaron los nazis de Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial para masacrar y explotar a la comunidad judía. En aquellos años, era sólo un niño que no entendía casi nada de lo que pasaba. Sólo sabía una cosa: ni él ni su familia eran bienvenidos en ningún lado y había que temer a cualquier soldado con esvásticas.
Antes de que estallara el conflicto el 1 de septiembre de 1939, este niño polaco vivía una infancia común. Recolectaba hongos y frutos del bosque. Era el mayor de sus hermanos. Sólo había algo atípico en esos atardeceres. El cielo estaba completamente rojo. "Eso significa que viene la guerra", escuchaba decir a los adultos. Su padre hablaba de un tal Hitler que no quería a la gente como él, como Broni, quien meses después sería marcado con una Estrella de David, el signo de la muerte.
La muerte significaba más pan
El gueto funcionaba como una ciudad insalubre y decadente. Los adultos y los niños debían trabajar. Casi nadie veía a los nazis. Las órdenes provenían directamente de la "policía judía" contratada por la misma Schutzstaffel (SS), que despreciaba tanto a los judíos que prefería no tratar con ellos directamente.
El de Lodz no era un campo de exterminio como el de Chelmno o Auschwitz-Birkenau. Era un campo de concentración para explotar laboral y humanamente a las comunidades judías y gitanas de Europa Central y del Este. De hecho, era el segundo gueto más grande después del de Varsovia.
El trabajo forzado, las enfermedades, la violencia, el hambre, la separación de familias, la miseria y el hacinamiento eran realidades cotidianas a las que Broni debió acostumbrarse. Ver todo con ojos de niño, reconoce, lo ayudó de cierta forma a adaptarse más rápido a su nueva vida. Al menos mucho más rápido que un adulto. Él tuvo que comenzar a trabajar en las fábricas desde los nueve años.
"Durante el invierno, en la calle había cuerpos tapados nada más por una sábana, de gente que moría en la noche. [En vez de reportar sus muertes], los familiares los sacaban a la calle para que el servicio de salubridad se los llevara en la mañana. Y eso lo hacían, aunque suene muy feo, porque mientras [los familiares] no declararan la muerte de esa persona, la familia seguía gozando del cupón de comida [de la persona fallecida]. La familia todavía tenía unos cinco, seis o siete días más de comida mientras no se identificaba quién era el fallecido y se cancelaba su ración de alimento", recuerda Bronislaw Zajbert.
Las leyes eran sencillas en Lodz durante la ocupación nazi: "obedeces o te matan". El diálogo, la justicia y la misericordia eran sólo palabras cuyo significado no habitaba en la realidad.
"De repente me enseñaron que era diferente por ser judío. Entendí que no podía hacer nada y que debía aceptarlo, por mi propio bien y el de mi familia, aunque no entendía muy bien cuál era la distinción entre los judíos y el resto de la población polaca", escribe este hombre en su libro de memorias, Mi nombre es Broni (2022, Debate), que ya se encuentra a la venta en librerías.
"Cuando fui libre, me desmayé"
Lodz, para fortuna de Broni, no era una ciudad importante para la estrategia militar del Tercer Reich. Por eso casi nunca escuchó bombardeos. Sólo lo supo hasta los últimos días que vivió en el gueto, cuando ya se rumoraba que las fuerzas alemanas habían sido derrotadas, cuando ya se hablaba del posible suicidio de Hitler. En esa ocasión sí escuchó bombas. Y fue hasta el 19 de enero de 1945 cuando varios hombres lanzaron gritos en polaco y en yiddish: "¡Somos libres!", "¡Salgan!".
Al principio, recuerda Broni, su familia y él creyeron que se trataba de una treta, de un engaño por parte de los alemanes, quienes sí sabían un poco de polaco y de yiddish.
"Tres días antes [de la liberación], entre los 800 que vivíamos en el gueto se corrió el rumor de que, en el cementerio, los alemanes habían cavado nueve fosas. Entonces, si éramos más de 800 y había nueve fosas, era lógico que lo habían hecho para matarnos", recuerda.
Por ello, sus familiares tomaron la decisión de esconderse en algunas casas que no eran tan vigiladas. Sin embargo, cuando se dieron cuenta que los gritos no eran engaños, Broni salió. Y sí: los más de 800 presos de Lodz ya eran libres. El Ejército Rojo de Rusia había llegado para liberarlos.
"Hubo felicitaciones, abrazos, pero la reacción mía fue diferente: me desmayé, me desconecté. Fue tanta la acumulación de problemas, de miedo, que de repente salió todo, como si se quitara un tapón", cuenta Broni con voz quebrada, quizá por la edad o por el recuerdo.
La condena del pasado
Bronislaw Zajbert está al tanto de los noticias de cómo en Ucrania han ascendido grupos neonazis, según ha denunciado el Ministerio de Defensa de Rusia en varias ocasiones ante instancias internacionales.
Esta situación fue una de las razones por las que Moscú inició el pasado 24 de febrero una operación militar especial en suelo ucraniano.
"Está resurgiendo en diferentes partes del mundo el movimiento nacionalista. Yo no lo voy a llamar nazismo, pero socialdemócrata. Está resurgiendo. No entiendo por qué. La enseñanza del pasado no ha sido suficiente. Pero ojalá se den cuenta de lo que está sucediendo y que no pase a mayores. Pero yo lo veo muy avanzado ya", asegura Bronislaw.
"Ojalá alguno de los líderes tenga suficiente cabeza y conocimiento para frenar todo esto y que no siga, porque el peligro no es si sigue o si Rusia o Ucrania domina, sino que se puede extender a otros países con los que tienen frontera", concluyó.
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