lunes, 26 de febrero de 2024

Sobre el imperialismo actual

Entrevista a Max Ajl Reflexión sobre el imperialismo actual Por | 26/02/2024 | Opinión Fuentes: Acta Zone Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos Nota de Rebelión: Este artículo se publicó en su edición original en francés el 15 de marzo de 2022. Consideramos que contribuye a una reflexión sobre el concepto de imperialismo que venimos realizando en Rebelión con numerosos artículos. Max Ajl propone en esta incisiva entrevista una definición del concepto de imperialismo alimentada por las obras marxistas contemporáneas, al tiempo que analiza lo que hay en juego en la situación mundial, desde el auge de China hasta la crisis del imperialismo occidental pasando, por supuesto, por el contradictorio papel de Rusia. Formula con ello varias pistas para salirde la confusión teórica de nuestro campo y relanza una dinámica antiimperialista militante en torno a la consigna de la abolición de la OTAN. ACTA : Observamos una enorme confusión en la izquierda sobre la cuestión del imperialismo. Empecemos por ahí: ¿cómo definiría el imperialismo desde un punto de vista teórico? Max Ajl : Cuando hablamos de imperialismo, hay que hacer, por una parte, un análisis holístico y global y, por otra, hay que prestar atención a las etapas históricas y a la periodización. Una dificultad reside en el hecho de que a menudo se entiende el imperialismo a la vez como algo que hacen los Estados y como una característica global del sistema capitalista mundial. De manera general podemos entender el imperialismo como el conjunto de los procesos en el seno del sistema mundial que producen una acumulación polarizada. Por lo tanto, imperialismo es cuando un Estado toma el control de los valores de uso o de las fuerzas productivas de otro Estado o de otra formación social con el objetivo de mantener una posición dominante en el seno del sistema de acumulación a escala mundial. Cuando decimos “posición dominante” nos referimos a importadores netos, lo que excluye, por tanto, a algunos países, incluidos países tan grandes y poderosos como China, Rusia y Brasil. Estas definiciones no corresponden necesariamente a lo que Lenin, por ejemplo, escribió en su célebre tratado político sobre el imperialismo, aunque aludiera a esa forma de entenderlo. Están más cerca de lo que escribió cuando analizó las cuestiones nacionales y coloniales al hablar de “el sometimiento colonial y financiero de la gran mayoría de la población mundial por parte de la minoría insignificante de los países los capitalistas más ricos y avanzados”. Y creo que también está cerca de lo que decía Cabral sobre “la negación del proceso histórico de los pueblos dominados mediante la usurpación violenta de la libertad de desarrollo de las fuerzas productivas nacionales”. Podemos, pues, quedarnos con dos aspectos pertinentes de estas definiciones. El primero es la dominación nacional y el segundo es la dominación nacional en el seno de un sistema de acumulación polarizada y que mantiene una posición dominante en el seno de un sistema de acumulación polarizada. En el marco de esta forma de entenderlo más amplia y de cualquier periodo histórico existen unos mecanismos que sostienen esta acumulación polarizada del valor: la ocupación colonial directa y la acumulación primitiva, el robo de tierras, el drenaje y la trata de esclavos en un periodo anterior. En el periodo neocolonial el imperialismo se manifestó con creces a través de intercambios desiguales y de cadenas de mercancías cada vez más extensas. Actualmente se manifiesta además a través de una dolarización militarizada respaldada por el Pentágono (los petrodólares) y por la destrucción pura y simple de grupos enteros de valores de uso periféricos, en particular en el mundo árabe, pero también en otros lugares, donde se ha destrozado la industria y la agricultura, y se ha convertido a las poblaciones árabes en refugiados. “Usurpación violenta” no significa que estos valores de uso, o las vidas humanas y las tierras, produzcan directamente la plusvalía por medio del proceso de producción. Puede ser que el asesinato, el colonialismo, el desdesarrollo (de-development en inglés) o la propia guerra sirvan al proceso de acumulación a escala global. Esto va unido a mecanismos más “económicos”, como el intercambio desigual y la sobreexplotación que, por supuesto, se están produciendo. El mérito de este planteamiento reside en que superamos los planteamientos “estrictamente” economicistas que se centran en el capital monopolista y la exportación de capital. Concentrarse en la acumulación polarizada y en el control de las fuerzas productivas -incluso mediante la destrucción- nos lleva a no centramos en procesos como la exportación de capital que, de hecho, son estructurales para el capitalismo en la era de los flujos de capitales transnacionales, incluso en la periferia. ACTA : ¿En qué situación está actualmente el debate marxista sobre el imperialismo? ¿De qué manera se ha renovado en los últimos años el concepto de imperialismo? Max Ajl : Hay un abanico muy amplio de sofisticados trabajos teóricos que van desde John Smith e Intan Suwandi sobre el arbitraje laboral, la manipulación de la cadena de precios y la ingeniería del valor añadido, hasta los trabajos de Utsa y Prabhat Patnaik sobre la defensa del valor del dinero y el papel de las reservas de mano de obra tropical en la continuidad del sistema mundial, el papel de las vidas humanas evaporadas y asesinadas como insumo de la ley del valor, una teoría desarrollada sustancialmente por Ali Kadri. Hay también un debate latinoamericano muy animado sobre la teoría de la dependencia, especialmente sobre el papel de la superexplotación, debate en el que Jaime Osorio desempeña un papel destacado. Y en la región africana hay un vasto trabajo sobre la dinámica sistémica de la nueva fiebre del oro y el papel del semiproletariado en la estabilización de la acumulación a escala mundial, ello asociado principalmente a la escuela del Agrarian South [Sur Agrario]. Y hay un trabajo brillante empíricamente, aunque irregular teóricamente, sobre la apropiación desigual del trabajo y los recursos biofísicos a escala mundial, agrupado en torno a estudios sobre el intercambio desigual desde el punto de vista ecológico. Por otra parte, ¿debate? No hay debate ¿Por qué el marxismo londinense no se ha implicado en el trabajo de Sam Moyo o de Samir Amin, aunque fuera organizando retrospectivas conmemorativas? Dejando de lado Review of African Political Economy y Development and Change, incluso sería difícil estar al corriente de su existencia. Si hay un “debate”, es entre ideas y teorías sustancialmente correctas (como las mencionadas antes) y una especie de “teoría” quimérica del imperialismo, despojada de su esencia leninista, es decir, de su capacidad para hacer legibles las dinámicas centro-periferias o dominante-dominadas en el seno del sistema mundial. A este respecto veamos el debate entre David Harvey y John Smith, o el no debate entre Harvey por una parte y por otra Moyo, Paris Yeros y Praveen Jha (porque no les respondió). En respuesta a esto, vemos, por ejemplo en el blog de la editorialVerso, que se cede una tribuna a Harvey para que se exprese sobre la geopolítica. ¿En qué dominio del debate racional-científico se ofrecería una tribuna a alguien que no sabe de lo que habla? No se trata de un debate de carácter científico. Es un reflejo de la dinámica del poder, es decir, que a toda una parte de la izquierda occidental no le interesa una discusión seria sobre el imperialismo. ACTA : Es relativamente corriente leer que al cabo de dos décadas de hegemonía mundial tras la desintegración de la URSS, el imperialismo estadounidense está en crisis, una crisis que parece haber simbolizado la debacle del pasado verano en Afganistán. ¿Qué hay en juego y cómo diría usted que se ha reconfigurado el imperialismo occidental en el último periodo? Max Ajl : Hay que distinguir dos procesos cuando se discute acerca de esta idea de “crisis” o “declive” imperial, idea que es parcialmente quimérica. En primer lugar, el imperialismo tal como lo hemos definido antes, esto es, la relación de dominación entre una minoría que usurpa el control de las fuerzas productivas de la mayoría y los Estados que cristalizan esta práctica de dominación, no está en crisis a corto o medio plazo. El dólar estadounidense sigue siendo la moneda de reserva mundial. Aparentemente Estados Unidos conserva la capacidad de hacer pagar sus guerras al mundo entero quemando sus propios recursos productivos y sus riquezas, también en el seno del centro de Europa. Y el grado de polarización y de acumulación relativa de la riqueza por parte de las multinacionales con sede en Estados Unidos o de propiedad estadounidense, y de los multimillonarios estadounidenses, está más allá de lo comprensible. Por consiguiente, el imperialismo como práctica política de dominación de los recursos del mundo por parte de una minoría rica funciona muy bien. Por otra parte, hay una poderosa tendencia compensatoria. El auge de China, que se remonta a su revolución de 1949, modifica las coordenadas del poder estadounidense y mundial de forma profunda y quizá irreversible. Si se admite que el imperialismo se basa en una acumulación desigual de las riquezas y de los derechos sobre los recursos, incluidas la mano de obra y las mercancías obtenidas de la tierra, el imperialismo como elemento estructural del sistema mundial, en particular el imperialismo estadounidense, simplemente no puede sobrevivir al auge de China. Podría hacerlo si China estuviera dispuesta a aplastar la reproducción social de su clase trabajadora, pero no es el caso. El posicionamiento de China en términos de comercio con Estados Unidos mejora de forma paralela a los salarios chinos. Por tanto, el imperialismo como parte de un sistema social histórico de acumulación polarizada no podrá continuar y, entonces, ¿qué? También existe un contrapunto político a esta tendencia. El imperialismo del dólar estadounidense va de la mano de una política exterior cuyo objetivo es el desmoronamiento total de las formaciones sociales periféricas. Sin embargo, esta política es incapaz una y otra vez, en Yemen, Siria e Irán, de lograr sus objetivos máximos, mientras que las fuerzas de independencia nacional o de liberación nacional no solo obtienen constantes victorias en el campo de batalla contra Estados Unidos y sus representantes, sino que están erosionando su ventaja militar cualitativa (como en Palestina, también). El eje israelí-estadounidense ya no está en condiciones de invadir físicamente la Franja de Gaza debido a la capacidad técnica y organizativa de la resistencia: un hecho notable del que muy pocas veces se habla y mucho menos se presenta como un avance real para la liberación nacional palestina tras décadas de derrota, un avance apoyado por la cooperación militar regional. Además, algunas de estas fuerzas, como en Yemen, están empezando a adaptar un programa social-desarrollista. Como le gusta decir a un amigo, “everything is going to happen” [Todo va a pasar]. ACTA : Muchas personas, incluidas personas de nuestro campo, hablan de un “imperialismo ruso” y establecen una especie de equivalencia entre este “imperialismo ruso” y el imperialismo occidental (bajo la idea general de que habría que luchar contra “todos los imperialismos” de forma indiscriminada). Por supuesto, la invasión de Ucrania ha proporcionado nuevos argumentos a esta tendencia. ¿Diría usted que Rusia es un Estado imperialista? ¿Cómo analiza usted su reciente proyección militar, de Siria a Ucrania? Max Ajl : Rusia es una potencia capitalista de nivel medio. En la mayoría de los análisis que he leído sobre la agenda de Putin los intereses de los “oligarcas” (en el imaginario alucinógeno de los belicistas occidentales los ricos no occidentales reciben nombres especiales como oligarca, jeque, etc., incluso cuando estos extranjeros de clase alta serían indigentes en la estructura de clases de Estados Unidos) respecto a Ucrania apenas figuran entre los desencadenantes de la guerra. Es verdad que los sistemas políticos siempre sirven de mediación para los intereses del capital monopolista. No es habitual el control directo del Estado por parte de los dirigentes del capital monopolista, como ocurre en Estados Unidos. Pero en este caso tenemos un conjunto profundamente desterritorializado de quienes detentan la riqueza. Gran parte de lo que se considera una exportación de capitales está constituido esencialmente por estos rusos de la clase dirigente que depositan sus activos fuera de la zona del rublo. De hecho, a menudo hay elementos monopolísticos sustanciales en aquellos Estados militarmente eficientes que son objetivo de Estados Unidos, como Irán y Rusia, que se esgrimen no tanto con vistas a una expansión territorial, sino a la normalización dentro de la geoeconomía dominada por Estados Unidos. Varios amigos me dicen que el día que acabe la guerra en Siria, algunos hombres de negocios del gobierno podrían estar abiertos a reiniciar los intercambios con Occidente. Así que, por volver a las definiciones: el imperialismo concierne a la acumulación desigual y su regulación política; a grandes rasgos podemos decir que los Estados son “imperialistas” si participan en los frutos de la acumulación desigual y apoyan la arquitectura política de la acumulación desigual. Por una parte, Rusia está en Ucrania por una mezcla de autodefensa contra la intrusión de la OTAN bajo el prisma de una crisis de legitimidad interna para Putin. Por otra, el PIB y la riqueza por habitante de Rusia son entre una cuarta y una cuadragésima parte de los de los Estados de la OTAN. Rusia, que como la mayoría de los Estados periféricos suministra mano de obra a las cadenas mundiales de suministro, no se beneficia en modo alguno de la división imperialista del trabajo. Dentro de la izquierda radical puede haber divergencias de opinión respecto a cómo etiquetar las acciones de Rusia (que me parecen nefastas para las clases trabajadoras ucranianas y rusas, aunque se podría apostar que aún serían más nefastos los ataques sufridos por Rusia por parte de irregulares neonazis asimétricos que cruzan sus fronteras desde una Ucrania cada vez más armada y absorbida por la OTAN). Con todo, creo que debemos tomarnos en serio o no este argumento sobre el imperialismo ruso, pero solo en un sentido específico. Tomarlo en serio: se producen acciones de política exterior estatal perjudiciales. No en serio: ¿por qué hay que identificarlo como imperialismo? La etiqueta de imperialismo es el reflejo de una geocultura occidental que revisa sus crímenes y que, sobre todo, es incapaz de reflexionar sobre el legado colonial y el presente imperial. ¿De qué manera la invasión rusa de Ucrania, precedida de un cerco agresivo a la OTAN (un hecho reconocido por todos, desde Joe Biden a John Measheimer) es equivalente a los holocaustos estadounidenses en Yemen, Irak y Vietnam, donde la “amenaza” se dirigía contra la regulación política estadounidense de la acumulación y la explotación a escala mundial? No son amenazas similares. Hacerlas equivalentes es una forma de negar el holocausto. El papel de Rusia es, pues, contradictorio. La guerra con Ucrania significa la nivelación de la infraestructura social, el aumento de los elementos nacionalistas contra los elementos de clase en ambas sociedades, la represión cada vez mayor de la izquierda y pérdida de vidas. En Siria esto ocurrió cuando la alternativa era la destrucción del Estado por parte de la OTAN, una situación de guerra permanente pura y simple, y la pérdida semipermanente del papel del Estado en la reproducción social. Este aspecto no está presente en Rusia. Quizá pueda funcionar la autodefensa capitalista semiperiférica, pero me parece mucho menos importante teorizar sobre lo que hace Rusia que entenderse para presionar para que haya negociaciones con el fin de detener el derramamiento de sangre y, a la vez, aprovechar la ocasión para izar de nuevo la pancarta de la abolición de la OTAN. ACTA : Se puede observar un fenómeno similar respecto a China. En este caso la atención no se centra tanto en la dimensión militar (hasta el momento China no ha bombardeado a nadie) como en la proyección económica (las nuevas Rutas de la Seda, etc.). ¿Considera que la política exterior de China se puede calificar de imperialista? ¿Cómo se deberían relacionar con China los comunistas en el contexto de la nueva Guerra Fría con Estados Unidos, que sin duda determinará este siglo? Max Ajl : No, por tres razones. En primer lugar, según casi todos los cálculos serios, China es un exportador neto (aunque sus intercambios de horas de trabajo con África y algunos países asiáticos sean positivos). Esto significa que el auge de China no es posible de forma paralela a una acumulación polarizada a escala mundial. No hay una periferia extranjera suficientemente grande que se pueda explotar, así que los antiguos conceptos no serán útiles para dar un sentido a la nueva dirección de la historia. En segundo lugar, para comprender la orientación de nuestro sistema social no es útil olvidar que, contrariamente a Estados Unidos y a la Unión Europea, la acumulación primitiva en China ha sido interna y no en detrimento de cientos de millones de personas por medio de la trata de esclavos y del colonialismo (de poblamiento). En tercer lugar, China no organiza golpes de Estado militares ni invade naciones extranjeras, que son elementos constitutivos de la acumulación polarizada; a fin de cuentas, la acumulación polarizada significa que hay que impedir el desarrollo autocentrado en los países más débiles y más grandes del polo. Dicho esto, no estoy convencido de que exista una única posición comunista respecto a China. Los comunistas de Filipinas tratan con una China que comercia armas con el régimen de Duterte, lo mismo que los comunistas de Palestina se reúnen con una China que comercia armas con Israel. Sin embargo, muchos comunistas de América Latina (y probablemente es la posición dominante) sostienen que el ascenso de China abre líneas de crédito y otros márgenes de maniobra beneficiosos para formas de desarrollo nacional soberano. Y quien afirme conocer el futuro de la propia China miente, lo que, a su vez, redefine los parámetros de las consideraciones anteriores. ACTA : En las últimas semanas hemos asistido a una reconfiguración del papel de la Unión Europea, que adopta ahora una posición más claramente militarista. La Unión Europea, además, ha decidido recientemente entregar armas a Ucrania, lo que es una primicia. ¿En qué medida esta idea renovada de una “Europa de la defensa” puede constituir una escapatoria para los Estados europeos frente al cuestionamiento cada vez mayor de sus respectivos imperialismos (como es el caso de Macron y Françafrique)? Max Ajl : Resulta difícil decir en qué medida se trata de una subcontratación de la política imperialista estadounidense a los Estados de la Unión Europea y en qué medida se trata de una voluntad independiente de la Unión Europea, pero la mayoría de las veces parece ser el primer caso, ya que Estados Unidos sigue el modelo sirio-libio de dirigir desde atrás (un modelo muy eficaz para confundir a los sectores progresistas de Estados Unidos y de la Unión Europea, aunque en Europa la fiebre belicista no parece necesitar mucha confusión). ACTA : Una última pregunta: en su opinión, ¿cuáles son hoy las tareas más urgentes de las personas militantes antiimperialistas que viven en el centro capitalista? Max Ajl : Derrocar a nuestros gobiernos vinculados a la OTAN. Max Ajl es sociólogo rural instalado en Túnez, investigador asociado al Observatorio Tunecino para la Soberanía Alimentaria y el Medio Ambiente, y al Grupo de Sociología Rural de la Universidad de Wageningen, Su libro más reciente es A People’s Green New Deal, publicado por Pluto Press. Fuente: https://acta.zone/penser-limperialisme-aujourdhui-avec-max-ajl/ Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

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