Evangelio según san Mateo (25,1-13):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»
Palabra del Señor
1. Esta parábola resulta incomprensible si se le da una interpretación de orden moral. La prueba más clara de esto es que la parábola no habla de doncellas “buenas” y “malas”, sino “necias” (morai) y “prudentes” (phrónimoi). Dos términos que no remiten directamente a la maldad o la bondad, sino a la actitud que se tiene para acoger o no acoger las palabras de Jesús (Mt 7, 24, 27; 24, 25; Billerbeck 1, 547 s). Por otra parte, si pensamos en comportamientos éticos, no sería ni humano ni caritativo negarse a prestar un poco de aceite a unas compañeras que se ven necesitadas. Como igualmente sería una grosería para ver al novio, pero resulta que este ha tardado tanto, que a algunas de las invitadas se les han apagado las velas.
2. ¿Qué enseña esta parábola? Una cosa hay clara: alguna de las invitadas se sentían seguras de que ellas entraban en la boda, estuvieran o no estuvieran debidamente preparadas, porque ellas estaban invitadas. Mientras que las otras se dieron cuenta de que si querían entrar a la boda, tenían que tenerlo todo bien preparado. Es decir, el problema estaba en la seguridad que algunas personas tienen porque ellos se ven como los elegidos, los llamados, los invitados. Eso puede resultar fatal. Porque se puede convertir en un engaño espantoso, que le cierra a uno las puertas del encuentro con Dios. Es lo que pasó en aquel banquete.
3. Con esto, Jesús no pretendió dar una “lección moral”, en el sentido de que “te puedes condenar”. Nada de eso. Jesús solo quiso romper las falsas seguridades de los que se ven como los elegidos, los preferidos o los selectos. Que era lo que sentían muchos israelitas de aquel tiempo. Así, esta parábola encaja en los enfrentamientos de denuncia profética que Jesús mantuvo con los dirigentes religiosos de Israel, que se sentían seguros de que ellos eran los selectos y escogidos por Dios. Ninguna elección da derecho a desoír las palabras de Jesús.
4. Por tanto y resumiendo: eta parábola no es un aviso sobre la venida inesperada del fin de mundo. Tampoco es una parábola de juicio final o algo parecido. Es una advertencia, comparable con las parábolas de la construcción de la torre y de la guerra (Lc 14, 28-32): el que quiera seguir a Jesús en la alegría del Reino tendrá que poner de su parte, y no imaginarse que él es un selecto elegido (U. Luz, A. Puig i Tarrech, c. Riniker).
José M. Castillo
La Religión de Jesús
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