Evangelio según san Lucas (4,31-37):
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad.
Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús le intimó: «¡Cierra la boca y sal!»
El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño.
Todos comentaban estupefactos: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.» Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca.
Palabra del Señor
1. Lo primero que aquí destaca el evangelio de Lucas es que, cuando Jesús enseñaba en las sinagogas de Galilea, la reacción que sus enseñanzas producían en la gente era el asombro. Este asombro se expresa mediante el verbo “ekpléssomai”, que los evangelios utilizan siempre en pasiva, para indicar que los oyentes de Jesús se quedaban “asombrados”, “atónitos”, “maravillados”. Esos tres matices tiene este verbo griego, que siempre está presente expresando la reacción ante las enseñanzas de Jesús (Mt 7, 28; Mc 1, 22; Lc 4, 32; Mt 13, 54; Mc 6, 2). A veces, el asombro se enfatiza diciendo que los oyentes se quedaron “muy atónitos” (Mt 19, 25; Mc 10, 26) o “sumamente atónitos” (Mc 7, 37). Sin duda, era muy fuerte la impresión que la gente experimentaba ante lo que decía Jesús. ¿Por qué?
2. Porque hablaba “con autoridad”. El término “exousía” es frecuente en el N.T. (102 veces). Y se relaciona con tres ideas básicas: “libertad”, “capacidad”, “autoridad” (I. Broer). Una persona que, desde la libertad, tiene capacidad para ejercer autoridad, es evidentemente una persona que convence. Es decir, su “acción comunicativa” tiene una presencia eficaz en la sociedad, en los grupos humanos y en las personas. El que convence es una persona a la que se entiende. Y lo que dice, interesa. Pero lo hace de tal manera que modifica las conductas. Lo cual tiene que ver, no solo con lo que se dice, y cómo se dice, sino además con la coherencia entre la palabra y la vida.
3. La relación inmediata, que el Evangelio establece entre la “autoridad” de Jesús y el “asombro” de la gente, está en el efecto curativo que tenía lo que decía Jesús. Los demonios o espíritus inmundos, en la tradición judía, expresaban enfermedades. Expulsar demonios era curar, sanar enfermos (F. Josefo, De Bell. VII, 185; Billerbeck, IV/1, 514-517; 532-535). Por lo tanto, Jesús se comunicaba, asombraba y daba vida. Es un programa de vida y de actividad del que estamos demasiado lejos.
José M. Castillo
La Religión de Jesús
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