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Domingo 8 de Diciembre
2º de Adviento
Isaías 11,1-10: Juzgará con justicia
Salmo 71: En sus días florecerá la justicia y brillará la paz
Romanos 15,4-9: Mantengamos la esperanza
Mateo 3,1-12: Vuelvan a Dios
La primera lectura es uno de esos varios preciosos
textos de Isaías –y de los profetas
bíblicos en general– que nos «describen» la «utopía» bíblica. Por definición,
la u-topía «no tiene lugar», no se la
puede encontrar, todavía no se ha concretado en ningún sitio, todavía no ha
tenido tiempo de ser construida o realizada... y en ese sentido tampoco se
puede describir cómo es. Pero si hablamos de la utopía -o si incluso soñamos
con ella- es porque sí tiene alguna forma de existencia. No es que simplemente
no exista, sino que «no existe... todavía». Como decía Ernst Bloch, no sólo
existe lo que es, sino lo-que-no-es-todavía (el “noch nicht Sein”). No es, pero
puede llegar a ser, quiere ser y, como podemos comprobar de tantas maneras,
lucha por llegar a ser. Y será. Como decía Ebeling, «lo más real de lo real, no
es lo real mismo, sino sus posibilidades»…
El pensamiento utópico es un componente esencial del judeocristianismo.
No lo es de otras religiones, incluidas las grandes religiones. No hay sólo un
tipo de religiosidad. Podemos encontrar varias corrientes en las religiones
«neolíticas», las de los últimos cinco mil años. Unas experimentan lo sagrado
sobre todo en la conciencia (la interioridad, el pensamiento silencioso, la
experiencia de la iluminación, de la no dualidad... una especie de «estado
modificado» de conciencia); otras lo experimentan en la naturaleza, en la
experiencia cósmica... (la experiencia de sintonía con la naturaleza, de unidad
e interdependencia con ella, de su sacralidad imponente, de la Pachamama... lo
que Mircea Elíade llamó la «experiencia uránica», ésa que todos los pueblos han
sentido al contemplar la belleza del cosmos, de las noches de cielo estrellado...). Las
religiones abrahámicas, un tercer grupo, por su parte, han experimentado lo
sagrado «en la historia», por medio de la fe, la esperanza y el amor, a través
del llamado de una Utopía de Amor-Justicia. Véanse los tres enfoques diferentes
de las tres gamas o ramas del árbol de las religiones: la interioridad de la
conciencia, la misteriosidad de la naturaleza, y el llamado utópico de la
justicia en el decurso de la historia...
Este tercer foco es, concretamente, el ADN de nuestra religión
judeocristiana. Todo lo demás (doctrina, moral, liturgia, institución
eclesiástica...) añade, reviste, completa... pero la esencia de la religiosidad
abrahámica es esa fuerza espiritual que experimentamos en el llamado de la
Utopía del Amor-Justicia. Que, por ser “amor-justicia”, obviamente, siempre
estará de parte de los pobres, de los “injusticiados”, en cualquier nivel o
tipo de injusticia (económica, cultural, racial, de género...) al que nos
refiramos.
Los profetas, Isaías en el caso de la lectura de hoy, «describe» la
Utopía, «cuenta el sueño» que le anima: un mundo amorizado, fraterno, sin
injusticia, sin injusticiados, en armonía incluso con la naturaleza... La
Utopía fue tomando en Israel el nombre de «reinado de Dios»: cuando Dios reina
el mundo se transforma, la injusticia deja lugar a la justicia, el pecado al
perdón, el odio al amor... las relaciones humanas descompuestas se recomponen
en una red de amor y solidaridad. El conocido estribillo del canto del salmo 71 (el de la liturgia de este
domingo) lo dice magistralmente: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu
Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor».
Donde Dios está presente y «reina», es decir, donde se hacen las cosas «como
Dios manda», allí hay Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gracia y Amor. Por eso hay
que clamar con el estribillo cantado de ese salmo: «Venga a nosotros tu Reino,
Señor». No hay sueño ni Utopía más grande, aunque esté tan lejana.
El adviento es, por antonomasia, el tiempo litúrgico de la esperanza. Y
la esperanza es la «virtud» (la virtus,
la fuerza) de la Utopía, la fuerza que la Utopía provoca, crea en nosotros para
esperar contra toda esperanza. Adviento es por eso un tiempo adecuado para
reflexionar sobre esta dimensión utópica esencial del cristianismo, y un tiempo
para examinar si con el paso del tiempo nuestro cristianismo tal vez olvidó su
esencia, tal vez arrincónó tanto la utopía como la esperanza.
El evangelio de Mateo nos
presenta a Juan Bautista pidiendo a sus coetáneos la conversión, «porque el
reinado de Dios [reinado “de los cielos” dirá Mateo, con el pudor reverencial
judío que evita «tomar el nombre de Dios en vano»] está cerca». En aquellos
tiempos de mentalidad precientífica y apocalíptica, la propensión a imaginar
futuras irrupciones del cielo o del infierno servía para mover a las masas.
Hoy, con una visión radicalmente distinta sobre la plausibilidad de tales
expectativas apocalípticas, la argumentación de Juan Bautista ya no sirve,
resulta increíble para la mayor parte de nuestros contemporáneos. No es que
hayamos de cambiar (que hayamos de convertirnos) «porque el reino de Dios está
cerca», sino exactamente al revés: el Reino de Dios puede estar cerca porque (y
en la medida en que) decidimos cambiar nosotros (convertirnos), y es con ello
como cambiamos este mundo... Ya no estamos en tiempos de apocalipsis (una
irrupción venida de fuera y de arriba), sino de praxis histórica de
transformación del mundo y de su historia (una transformación venida de abajo y
desde dentro). El reinado de Dios -la Utopía, para decirlo con un lenguaje más
amplio e interreligioso- no es ni puede ser objeto de «espera» (como ante algo
que sucederá al margen de nosotros), sino de «esperanza» (la desinencia «anza»
expresa ese matiz de actividad endógena). La esperanza es esa actitud que
consiste en «desear provocando», desear ardientemente una realidad todavía
«u-tópica», tratando de hacerla «tópica», presente en el «topos», en el lugar y
en el tiempo, aquí y ahora, en la Tierra, no en el cielo futuro.
Insistimos: otras religiosidades discurren por otro tipo de experiencia
de lo sagrado –y ello no es malo, es muy bueno, y es muestra de la
pluriformidad de la religiosidad–, pero la vivencia espiritual específicamente
judeocristiana es esta esperanza activa histórico-utópica comprometida. En este
Adviento podríamos hacer de esto una materia de reflexión y examen.
Por cierto, la segunda lectura, de la carta a los romanos, coincide curiosamente con este mismo enfoque
esencial: «Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra,
de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras
mantengamos la esperanza»... Mantener la «esperanza», mantener esa tensión de
compromiso histórico-utópico es el objetivo de las Escrituras (por cierto, de
«todas las Escrituras», no sólo de la Biblia...). Es decir: las Escrituras
fueron escritas para eso. No para fines piadosos, para fines estrictamente transcendentes
o sobrenaturales... sino «para mantenernos en la esperanza», por tanto, para
comprometernos en la historia, para encontrar lo divino en lo humano, el Futuro
absoluto en el futuro histórico y contingente. Cualquier utilización bíblica
que nos encierre dentro de la Bíblia misma, nos separe de la vida o nos haga
olvidar el compromiso histórico de construir apasionadamente la Utopía en esta
tierra, será un uso malversado –o incluso perverso– de la Biblia.
El evangelio de hoy es dramatizado en varios capítulos de la serie «Un
tal Jesús», de los hnos. López Vigil. Son los capítulos 2, 3 y 6. El audio, el
guión y el comentario teológico-bíblico del capítulo 2 puede ser tomado de
aquí: https://radialistas.net/02-camino-al-jordan/
Para la revisión de vida
¿Soy persona de Utopía? ¿Vibro por ella? ¿Puedo
decir que mi vida es un «vivir y luchar por la Causa (Utopía) que Jesús nos
comunicó»? ¿He llegado a descubrir y vivir el cristianismo como «militancia»
histórica, como construcción de un Mundo Nuevo?
Juan
es la antítesis de la sociedad de su tiempo; es decir, no se amoldó cómodamente
a las maneras de ser y de pensar de sus contemporáneos. ¿Cómo me comporto yo en
el ambiente en que vivo? ¿Hay algo de anuncio-denuncia en mi manera de ser y de
transmitir el mensaje?
Para la reunión de grupo
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Recoger,
reunir los pasajes bíblicos más importantes que parecen describir el mundo de
la Utopía. Comentar tras su lectura.
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Nos
sirve hoy la manera de argumentar de la predicación de Juan Bautista? ¿Por qué
no?
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Recordar
el canto del salmo 71 (de los recordados «Salmos» de Juan Antonio Manzano,
aquel long play del primer tiempo del posconcilio), y su estribillo: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu
Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor.
¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!» (está en youtube). ¿Por qué ese estribillo es una de las
mejores síntesis del mensaje cristiano y de su Utopía? Aprenderse ese
estribillo como una definición muy práctica y asequible del Reinado de Dios.
Ponerlo como una hermosa pancarta en nuestra casa o en el local comunitario.
Para la oración de los fieles
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Por
nuestros grupos y comunidades células de la Iglesia, para que fieles a la
misión que nos corresponde seamos capaces de anunciar valientemente el
evangelio en todos los lugares.
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Por los
que trabajan por la paz, la justicia y la prosperidad: para que descubran en su
empeño el proyecto de Dios revelado en Jesús.
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Por las
comunidades cristianas de todas las confesiones: para que nos preparaos a la
conmemoración de la venida de nuestro salvador con obras de amor, justicia y de
paz.
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Por
todos nosotros para que este tiempo de adviento haga resonar en nuestros
corazones las palabras de Juan que nos preparen de verdad a celebrar la llegada
de Jesús.
Oración comunitaria
Dios Padre-Madre que nos entregas todo tu amor; haz
que nuestras palabras y obras muestren siempre nuestra disposición al amor y la
reconciliación; aleja de nosotros toda actitud de discordia, egoísmo y
violencia, y haz que el encuentro que hoy celebramos nos fortalezca en la
construcción de la Utopía del “otro mundo posible” que tú nos propones ayudarte
a crear. Nosotros te lo pedimos por Jesús de Nazaret, hijo tuyo, hermano mayor
nuestro. Amén.
Oh
Fuerza Misteriosa que animas este proceso bio-cósmico, en el que nos sentimos
inmersos sin comprenderlo ni terminar dejarnos transformar por él. Nos
entregamos a Ti, Misterio de atracción irresistible, que del caos has originado
este cosmos, con esa flecha meta-histórica que todo lo arrastra y lo lleva
hacia adelante, también en nuestra propia vida, como en todo lo existente...
Haz que nos sintamos cada vez más atraídos por Ti, Fuerza que todo lo atraes, y
dejemos pasar esa Fuerza a través nuestro, para que asumida y multiplicada,
siga transformando toda la realidad, esa Fuerza que eres Tú misma, que todo lo crea
y lo recrea. Amén.
Lunes 9 de Diciembre
Inmaculada Concepción
Pedro Fourier, fundador (1640)
Juan Diego (1548)
Gén 3,9-15.20: Establezco hostilidades entre ustedes
Salmo 97: Canten al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho
maravillas
Ef 1,3-6.11-12: Nos eligió en Cristo
Lc 1,26-38: Alégrate, el Señor está contigo
Tanto María como José escuchan a los mensajeros de
Dios. Hablan con ellos como si hablaran con Dios. Es esquema del “anuncio” a
María es semejante a los anuncios del Antiguo Testamento relativos a Ismael,
Isaac, Sansón y Samuel. Según Lucas, María es la “Hija de Sión”.
“Encarnarse” significa que algo espiritual toma carne en una realidad
material, de ordinario frágil y aun pecaminosa. La encarnación cristiana indica
que Dios asume la condición humana, a saber: Comparte nuestra pobreza y acepta
nuestra miseria, para elevarnos a su propia vida. Dios se encarna
silenciosamente en el seno de María, mujer sencilla, perteneciente a una aldea
desconocida, al otro extremo de Jerusalén y del Templo judío. María es invitada
por Dios a estar alegre “en el Salvador”; es la “privilegiada”, la favorecida,
la bienaventurada, porque es creyente y está abierta a la voluntad de Dios.
En el evangelio de Lucas, el diálogo con María comienza con la
exhortación a estar alegre (v. 28). La alegría es, en la Biblia, una nota
característica del cumplimiento de las promesas de Dios. Puesto que María
recibe el favor de Dios, la expresión “llena de Gracia” reemplaza
espontáneamente su nombre; así el alégrate, María se transforma en “alégrate,
llena de gracia”. El Señor está de su lado: “ella ha encontrado su favor” (v.
30). Todo sucede bajo el amor libre y gratuito de Dios. La fe es el don que
inaugura el diálogo; Dios confía en María, y esto, a su vez, la hace confiar en
El, la convierte en creyente. No hay razón para el temor, sino mas bien para la
entrega (v. 30). El miedo es precisamente lo que se opone a la confianza en
Dios. La mirada que el Señor pone en María le pide la fe. Gracias a su
respuesta, la joven judía participa en la obra de Dios.
Lo anunciado será obra del Espíritu Santo, la sombra del altísimo la
cubrirá (vv. 32 y 35). El don de la encarnación ocurre en la historia, es la
síntesis de la fuerza del Espíritu y de la debilidad de María. Su hijo será
grande y será llamado “Hijo del Altísimo” (v. 32). La misión de Jesús está
marcada por esta responsabilidad, en ella se cumple el gran proyecto salvador
de Dios (Ef 1). María es como la nueva Eva (Gen 3,20), nombre que parece
significar vida, vitalidad; De ahí la expresión “madre de los vivientes”. Por
todo eso, la maternidad de María más que un don personal es un don a toda la
humanidad en María. Se trata de un carisma, en el estricto sentido del término,
un don que se da a una persona para beneficio de la comunidad. Todo don exige
de nosotros una tarea y una responsabilidad. Somos cristianos, formamos una
Iglesia en función de otros. De aquellos a los que debemos testimoniar el amor
de Dios en toda circunstancia.
El texto de la carta a los efesios nos presenta el sentido profundo de
la existencia humana. Hemos venido a este mundo para ser hijas e hijos de Dios
(vv. 4 y 5). La filiación divina no se añade desde el exterior a la condición
humana, ella es su razón de ser más íntima. La gratuidad del amor de Dios es la
primera y la última palabra; pero no podemos aceptar el designio de amor y de
paz de Dios si no lo hacemos carne en nuestro quehacer cotidiano, si no nos
libramos de mezquinas comodidades, si no arriesgamos, como María.
Para nuestro pueblo María es la Madre (con el niño) que concibe y
fructifica; la Dolorosa (viuda a la que le matan el hijo), llena de dolores
injustamente infligidos, y la Purísima (sin mancha), inmune a todo pecado por
una gracia singular de Dios. Por el contrario, todos los seres humanos están
dañados en su raíz. La contemplación de una mujer inmaculada, purísima, revela
la decisión de Dios de hacer una nueva creación. La inmaculada es “el orgullo
de nuestra naturaleza corrompida”, la creación nueva sin pecado.
Todas las festividades marianas tienen una connotación de fiesta
popular dulce y entrañable. María, el polo femenino de un catolicismo
“masculino”, lleva a cabo lo imposible: engendrar bajo la sombra del Espíritu
de Dios. No vive en sueños, sino muy despierta, siempre receptiva al mensaje de
Dios, escuchando y hablando lo justo, constantemente en movimiento “llevando” o
“visitando”, y vive la entrega hasta el final al pie de la Cruz. Por ser la
inmaculada, es asunta a los cielos.
El compromiso de la vida cristiana es dejarse fecundar por el
Espíritu, escuchando la Palabra de Dios que llega por medio de mensajeros;
teniendo en cuenta nuestra situación y nuestras fuerzas, pero respondiendo a
Dios con confianza y entereza. El creyente debe dejarse encarnar por la Palabra
de Dios. La Iglesia –con el Espíritu de Dios– debe encarnarse más y mejor en el
pueblo. Así se recibe el anuncio y se anuncia el Evangelio.
Martes 10 de Diciembre
2ª Semana de Adviento
Eulalia, mártir (304)
Is 40,1-11: Dios consuela a su pueblo
Salmo 95: Nuestro Dios llega con poder
Mt 18,12-14: El Padre no quiere que se pierda ninguno
La
deportación a Babilonia significó la catástrofe más estrepitosa de la historia
para el pueblo de Dios; aquella nación la entendió como castigo a sus pecados.
Pero un día todo cambió, y una voz profética anunció el retorno a la tierra de
los padres: había que preparar el camino. Preparación es quizá la palabra con
menos eco en nuestros medios. Somos buenísimos improvisando. Preparar significa
nutrir una visión de mediano y largo plazo. No dejar que la pereza y desidia se
adueñen de nuestras disposiciones con eso de que “nadie sabe lo que va a pasar
en el futuro” Dejemos de agobiar a la Providencia responsabilizándola de
nuestras irresponsabilidades: "Ya estaría de Dios", “Si Dios quiere…”
y frases parecidas. Adueñarse de la historia, preparar, mirar el futuro que
Dios coloca en nuestras manos, como Isaías recomienda. ¡A levantar cabeza y a
trabajar! La justicia y el derecho abren la brecha. Algo nuevo y bueno se avecina,
es un adviento. Dios se apresta a consolar a su pueblo. ¿Dónde están los
lastimados?
Miércoles 11 de Diciembre
2ª Semana de Adviento
Dámaso I (384)
Is 40,25-31: El Señor da fuerza al cansado
Salmo 102: Bendice, alma mía, al Señor
Mt 11,28-30: Vengan a mí los que están cansados
Ante los fracasos y desilusiones que llueven a diario
sobre el ciudadano común nada remoto resulta caer en el conformismo y la
desesperanza. ¿Para qué esforzarse si nada logramos cambiar? Entonces urge
darse tiempo para reposar, calibrando metas y trabajos: replantear la
trayectoria. No es fácil. Pensemos en el mercado laboral, cada día más
cambiante y requiriendo de nuevas habilidades. Más que nunca, los jóvenes, pero
sobre todo los mayores, debemos cultivar una amplia gama de habilidades
camaleónicas, y de especializaciones que faciliten la incorporación a la fuerza
laboral sin retardos. Y esto también vale en el terreno de la fe y de la
relación personal con Dios. Hay que alimentar la comunicación con Cristo Jesús,
a fin de asegurarnos paz interior y descanso. ¿Está Cristo en nuestro horizonte
de vida? ¿Lo buscamos? Vale más un grano de arena que una nube de humo y
encontrarse con él en persona que perderse en una multitud. Él es el único que
nos regenera en la oración y el trato continuo, donde el horizonte se abre de
nuevo.
Jueves 12 de Diciembre
2ª Semana de Adviento
Ntra. Sra. de Guadalupe
Zac 2,14-17: Canto de la Hija de Sión
Salmo 95: Cuenten las maravillas del Señor a todas las naciones
Lc 1,39-45: Bendita tú entre todas las mujeres
Es día de fiesta y de echar las campanas al vuelo, pero
el profeta pide silencio para contemplar al Señor. Silencio contemplativo para
acercarse a María de Guadalupe en su día de fiesta mayor. Ella es la obra del
Señor en nuestro continente, porque se ha convertido en fuente de esperanza
para millares de creyentes que peregrinan hasta su imagen plasmada en la tilma
de un indígena para contemplarla en silencio. La figura de Guadalupe y su
vestido de colores aúnan cielo y tierra en cósmica armonía. Es una imagen de
belleza singular. Muchachita indígena y maternal que suplica por un espacio en
medio del pueblo devastado. Juan Diego le abrió el corazón y la casa de cada
generación para siempre. La plática está en ese relato añejo, tierno y poético del Nican
Mopohua. Así se metió el Evangelio entre nosotros, apelando a la humildad y
a ternura, como Cristo niño. Ella vino a restablecer al indígena desvalido,
para aliviarlo y darle voz. ¿Viven sanos nuestros hermanos indígenas? ¿Haremos
silencio para contemplar sus rostros?
Viernes 13 de Diciembre
2ª Semana de Adviento
Lucía, mártir (304)
Is 48,17-19: ¡Si hubieras atendido a mis mandatos!
Salmo 1: El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida
Mt 11,16-19: Tocamos la flauta y no bailaron
Poco o nada dicen hoy palabras como “redención”,
“justificación” y “salvación” y quizá se deba, a que el hombre y mujer actual
tienen todos los hilos de su propio destino y a que se ha diluido el sentido de
trascendencia. En contrapartida, el materialismo pragmatista y la
sobrevaluación de lo inmediato van ahogando los anhelos profundos del espíritu
humano, pero sin satisfacerlos. Lejos de morir, los ídolos del poder, del tener
y del placer se han adueñado de la voluntad humana, y de sus proyectos,
reduciendo todo al “aquí y ahora” banalizando lo perdurable. El hambre de
plenitud y de vivir con sentido la propia historia, sin embargo, están
inscritos en los genes de la humanidad, pero no para mantenerse insatisfechos
permanentemente, sino para buscar el más allá, al otro, lo que nos trasciende y
orienta. El hambre de plenitud y de vivir con sentido la propia historia están
inscritos en los genes de la humanidad, pero no para mantenerse insatisfechos
permanentemente, sino para buscar el más allá, al otro, lo que nos trasciende y
orienta. ¿Necesitamos al Redentor?
Sábado 14 de Diciembre
2ª Semana de Adviento
Juan de la Cruz (1591)
Eclo 48,1-4.9-11: Elías volverá
Salmo 79: Oh Dios, restáuranos; que brille tu rostro y nos salve
Mt 17,10-13: Elías vino y no lo reconocieron
Los cambios sociales representan retos continuos al
estatus quo de las formas culturales tradicionales entre los más diversos
pueblos, incluido el de la Biblia. Un cambio mayúsculo lo representó la
irrupción del helenismo, que alteró hasta las relaciones familiares. La lengua
y las concepciones griegas de la vida social, educación, religión y de la
persona humana vinieron a trastocar usos y costumbres casi inalterados por
generaciones seculares. Lo griego unificaba la diversidad de naciones y
producía una nueva cosmovisión. A las nuevas generaciones se les abrieron
horizontes de vida inesperados, gracias a las nuevas vías de comunicación y al
mercado. Ahora se podían enlistar en algún ejército, contratarse con alguna
caravana o flotilla mercante, aprender los nuevos saberes en los centros
escolares, divertirse en el teatro por mencionar algunas de las opciones que se
les presentaban. Para los jóvenes hablar y escribir griego representaba
oportunidades de vida, al tiempo que lo religiosos y las tradiciones paternas
les parecían arcaicos. Elías sería el gran restaurador de los valores
familiares tradicionales. ¿Qué valores promovemos con nuestras formas de
relación familiar?
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