lunes, 2 de diciembre de 2019

Comentario Servicio Biblico Latinoamericano Domingo 8 de Dic/19, Mateo 3:1-12


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Domingo 8 de Diciembre
2º de Adviento

Isaías 11,1-10: Juzgará con justicia
Salmo 71: En sus días florecerá la justicia y brillará la paz
Romanos 15,4-9: Mantengamos la esperanza
Mateo 3,1-12: Vuelvan a Dios


La primera lectura es uno de esos varios preciosos textos de Isaías –y de los profetas bíblicos en general– que nos «describen» la «utopía» bíblica. Por definición, la u-topía «no tiene lugar», no se la puede encontrar, todavía no se ha concretado en ningún sitio, todavía no ha tenido tiempo de ser construida o realizada... y en ese sentido tampoco se puede describir cómo es. Pero si hablamos de la utopía -o si incluso soñamos con ella- es porque sí tiene alguna forma de existencia. No es que simplemente no exista, sino que «no existe... todavía». Como decía Ernst Bloch, no sólo existe lo que es, sino lo-que-no-es-todavía (el “noch nicht Sein”). No es, pero puede llegar a ser, quiere ser y, como podemos comprobar de tantas maneras, lucha por llegar a ser. Y será. Como decía Ebeling, «lo más real de lo real, no es lo real mismo, sino sus posibilidades»…
El pensamiento utópico es un componente esencial del judeocristianismo. No lo es de otras religiones, incluidas las grandes religiones. No hay sólo un tipo de religiosidad. Podemos encontrar varias corrientes en las religiones «neolíticas», las de los últimos cinco mil años. Unas experimentan lo sagrado sobre todo en la conciencia (la interioridad, el pensamiento silencioso, la experiencia de la iluminación, de la no dualidad... una especie de «estado modificado» de conciencia); otras lo experimentan en la naturaleza, en la experiencia cósmica... (la experiencia de sintonía con la naturaleza, de unidad e interdependencia con ella, de su sacralidad imponente, de la Pachamama... lo que Mircea Elíade llamó la «experiencia uránica», ésa que todos los pueblos han sentido al contemplar la belleza del cosmos, de las  noches de cielo estrellado...). Las religiones abrahámicas, un tercer grupo, por su parte, han experimentado lo sagrado «en la historia», por medio de la fe, la esperanza y el amor, a través del llamado de una Utopía de Amor-Justicia. Véanse los tres enfoques diferentes de las tres gamas o ramas del árbol de las religiones: la interioridad de la conciencia, la misteriosidad de la naturaleza, y el llamado utópico de la justicia en el decurso de la historia...
Este tercer foco es, concretamente, el ADN de nuestra religión judeocristiana. Todo lo demás (doctrina, moral, liturgia, institución eclesiástica...) añade, reviste, completa... pero la esencia de la religiosidad abrahámica es esa fuerza espiritual que experimentamos en el llamado de la Utopía del Amor-Justicia. Que, por ser “amor-justicia”, obviamente, siempre estará de parte de los pobres, de los “injusticiados”, en cualquier nivel o tipo de injusticia (económica, cultural, racial, de género...) al que nos refiramos.
Los profetas, Isaías en el caso de la lectura de hoy, «describe» la Utopía, «cuenta el sueño» que le anima: un mundo amorizado, fraterno, sin injusticia, sin injusticiados, en armonía incluso con la naturaleza... La Utopía fue tomando en Israel el nombre de «reinado de Dios»: cuando Dios reina el mundo se transforma, la injusticia deja lugar a la justicia, el pecado al perdón, el odio al amor... las relaciones humanas descompuestas se recomponen en una red de amor y solidaridad. El conocido estribillo del canto del salmo 71 (el de la liturgia de este domingo) lo dice magistralmente: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor». Donde Dios está presente y «reina», es decir, donde se hacen las cosas «como Dios manda», allí hay Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gracia y Amor. Por eso hay que clamar con el estribillo cantado de ese salmo: «Venga a nosotros tu Reino, Señor». No hay sueño ni Utopía más grande, aunque esté tan lejana.
El adviento es, por antonomasia, el tiempo litúrgico de la esperanza. Y la esperanza es la «virtud» (la virtus, la fuerza) de la Utopía, la fuerza que la Utopía provoca, crea en nosotros para esperar contra toda esperanza. Adviento es por eso un tiempo adecuado para reflexionar sobre esta dimensión utópica esencial del cristianismo, y un tiempo para examinar si con el paso del tiempo nuestro cristianismo tal vez olvidó su esencia, tal vez arrincónó tanto la utopía como la esperanza.

El evangelio de Mateo nos presenta a Juan Bautista pidiendo a sus coetáneos la conversión, «porque el reinado de Dios [reinado “de los cielos” dirá Mateo, con el pudor reverencial judío que evita «tomar el nombre de Dios en vano»] está cerca». En aquellos tiempos de mentalidad precientífica y apocalíptica, la propensión a imaginar futuras irrupciones del cielo o del infierno servía para mover a las masas. Hoy, con una visión radicalmente distinta sobre la plausibilidad de tales expectativas apocalípticas, la argumentación de Juan Bautista ya no sirve, resulta increíble para la mayor parte de nuestros contemporáneos. No es que hayamos de cambiar (que hayamos de convertirnos) «porque el reino de Dios está cerca», sino exactamente al revés: el Reino de Dios puede estar cerca porque (y en la medida en que) decidimos cambiar nosotros (convertirnos), y es con ello como cambiamos este mundo... Ya no estamos en tiempos de apocalipsis (una irrupción venida de fuera y de arriba), sino de praxis histórica de transformación del mundo y de su historia (una transformación venida de abajo y desde dentro). El reinado de Dios -la Utopía, para decirlo con un lenguaje más amplio e interreligioso- no es ni puede ser objeto de «espera» (como ante algo que sucederá al margen de nosotros), sino de «esperanza» (la desinencia «anza» expresa ese matiz de actividad endógena). La esperanza es esa actitud que consiste en «desear provocando», desear ardientemente una realidad todavía «u-tópica», tratando de hacerla «tópica», presente en el «topos», en el lugar y en el tiempo, aquí y ahora, en la Tierra, no en el cielo futuro.
Insistimos: otras religiosidades discurren por otro tipo de experiencia de lo sagrado –y ello no es malo, es muy bueno, y es muestra de la pluriformidad de la religiosidad–, pero la vivencia espiritual específicamente judeocristiana es esta esperanza activa histórico-utópica comprometida. En este Adviento podríamos hacer de esto una materia de reflexión y examen.

Por cierto, la segunda lectura, de la carta a los romanos, coincide curiosamente con este mismo enfoque esencial: «Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza»... Mantener la «esperanza», mantener esa tensión de compromiso histórico-utópico es el objetivo de las Escrituras (por cierto, de «todas las Escrituras», no sólo de la Biblia...). Es decir: las Escrituras fueron escritas para eso. No para fines piadosos, para fines estrictamente transcendentes o sobrenaturales... sino «para mantenernos en la esperanza», por tanto, para comprometernos en la historia, para encontrar lo divino en lo humano, el Futuro absoluto en el futuro histórico y contingente. Cualquier utilización bíblica que nos encierre dentro de la Bíblia misma, nos separe de la vida o nos haga olvidar el compromiso histórico de construir apasionadamente la Utopía en esta tierra, será un uso malversado –o incluso perverso– de la Biblia.

El evangelio de hoy es dramatizado en varios capítulos de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. Son los capítulos 2, 3 y 6. El audio, el guión y el comentario teológico-bíblico del capítulo 2 puede ser tomado de aquí: https://radialistas.net/02-camino-al-jordan/ 

Para la revisión de vida

             ¿Soy persona de Utopía? ¿Vibro por ella? ¿Puedo decir que mi vida es un «vivir y luchar por la Causa (Utopía) que Jesús nos comunicó»? ¿He llegado a descubrir y vivir el cristianismo como «militancia» histórica, como construcción de un Mundo Nuevo?
             Juan es la antítesis de la sociedad de su tiempo; es decir, no se amoldó cómodamente a las maneras de ser y de pensar de sus contemporáneos. ¿Cómo me comporto yo en el ambiente en que vivo? ¿Hay algo de anuncio-denuncia en mi manera de ser y de transmitir el mensaje?

Para la reunión de grupo

-                 Recoger, reunir los pasajes bíblicos más importantes que parecen describir el mundo de la Utopía. Comentar tras su lectura.
-                 Nos sirve hoy la manera de argumentar de la predicación de Juan Bautista? ¿Por qué no?
-                 Recordar el canto del salmo 71 (de los recordados «Salmos» de Juan Antonio Manzano, aquel long play del primer tiempo del posconcilio), y su estribillo: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!» (está en youtube). ¿Por qué ese estribillo es una de las mejores síntesis del mensaje cristiano y de su Utopía? Aprenderse ese estribillo como una definición muy práctica y asequible del Reinado de Dios. Ponerlo como una hermosa pancarta en nuestra casa o en el local comunitario.

Para la oración de los fieles

-                 Por nuestros grupos y comunidades células de la Iglesia, para que fieles a la misión que nos corresponde seamos capaces de anunciar valientemente el evangelio en todos los lugares.
-                 Por los que trabajan por la paz, la justicia y la prosperidad: para que descubran en su empeño el proyecto de Dios revelado en Jesús.
-                 Por las comunidades cristianas de todas las confesiones: para que nos preparaos a la conmemoración de la venida de nuestro salvador con obras de amor, justicia y de paz.
-                 Por todos nosotros para que este tiempo de adviento haga resonar en nuestros corazones las palabras de Juan que nos preparen de verdad a celebrar la llegada de Jesús.

Oración comunitaria

             Dios Padre-Madre que nos entregas todo tu amor; haz que nuestras palabras y obras muestren siempre nuestra disposición al amor y la reconciliación; aleja de nosotros toda actitud de discordia, egoísmo y violencia, y haz que el encuentro que hoy celebramos nos fortalezca en la construcción de la Utopía del “otro mundo posible” que tú nos propones ayudarte a crear. Nosotros te lo pedimos por Jesús de Nazaret, hijo tuyo, hermano mayor nuestro. Amén.

             Oh Fuerza Misteriosa que animas este proceso bio-cósmico, en el que nos sentimos inmersos sin comprenderlo ni terminar dejarnos transformar por él. Nos entregamos a Ti, Misterio de atracción irresistible, que del caos has originado este cosmos, con esa flecha meta-histórica que todo lo arrastra y lo lleva hacia adelante, también en nuestra propia vida, como en todo lo existente... Haz que nos sintamos cada vez más atraídos por Ti, Fuerza que todo lo atraes, y dejemos pasar esa Fuerza a través nuestro, para que asumida y multiplicada, siga transformando toda la realidad, esa Fuerza que eres Tú misma, que todo lo crea y lo recrea. Amén.

Lunes 9 de Diciembre
Inmaculada Concepción
Pedro Fourier, fundador (1640)
Juan Diego (1548)

Gén 3,9-15.20: Establezco hostilidades entre ustedes
Salmo 97: Canten al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas
Ef 1,3-6.11-12: Nos eligió en Cristo
Lc 1,26-38: Alégrate, el Señor está contigo



Tanto María como José escuchan a los mensajeros de Dios. Hablan con ellos como si hablaran con Dios. Es esquema del “anuncio” a María es semejante a los anuncios del Antiguo Testamento relativos a Ismael, Isaac, Sansón y Samuel. Según Lucas, María es la “Hija de Sión”.
“Encarnarse” significa que algo espiritual toma carne en una realidad material, de ordinario frágil y aun pecaminosa. La encarnación cristiana indica que Dios asume la condición humana, a saber: Comparte nuestra pobreza y acepta nuestra miseria, para elevarnos a su propia vida. Dios se encarna silenciosamente en el seno de María, mujer sencilla, perteneciente a una aldea desconocida, al otro extremo de Jerusalén y del Templo judío. María es invitada por Dios a estar alegre “en el Salvador”; es la “privilegiada”, la favorecida, la bienaventurada, porque es creyente y está abierta a la voluntad de Dios.
En el evangelio de Lucas, el diálogo con María comienza con la exhortación a estar alegre (v. 28). La alegría es, en la Biblia, una nota característica del cumplimiento de las promesas de Dios. Puesto que María recibe el favor de Dios, la expresión “llena de Gracia” reemplaza espontáneamente su nombre; así el alégrate, María se transforma en “alégrate, llena de gracia”. El Señor está de su lado: “ella ha encontrado su favor” (v. 30). Todo sucede bajo el amor libre y gratuito de Dios. La fe es el don que inaugura el diálogo; Dios confía en María, y esto, a su vez, la hace confiar en El, la convierte en creyente. No hay razón para el temor, sino mas bien para la entrega (v. 30). El miedo es precisamente lo que se opone a la confianza en Dios. La mirada que el Señor pone en María le pide la fe. Gracias a su respuesta, la joven judía participa en la obra de Dios.
Lo anunciado será obra del Espíritu Santo, la sombra del altísimo la cubrirá (vv. 32 y 35). El don de la encarnación ocurre en la historia, es la síntesis de la fuerza del Espíritu y de la debilidad de María. Su hijo será grande y será llamado “Hijo del Altísimo” (v. 32). La misión de Jesús está marcada por esta responsabilidad, en ella se cumple el gran proyecto salvador de Dios (Ef 1). María es como la nueva Eva (Gen 3,20), nombre que parece significar vida, vitalidad; De ahí la expresión “madre de los vivientes”. Por todo eso, la maternidad de María más que un don personal es un don a toda la humanidad en María. Se trata de un carisma, en el estricto sentido del término, un don que se da a una persona para beneficio de la comunidad. Todo don exige de nosotros una tarea y una responsabilidad. Somos cristianos, formamos una Iglesia en función de otros. De aquellos a los que debemos testimoniar el amor de Dios en toda circunstancia.
El texto de la carta a los efesios nos presenta el sentido profundo de la existencia humana. Hemos venido a este mundo para ser hijas e hijos de Dios (vv. 4 y 5). La filiación divina no se añade desde el exterior a la condición humana, ella es su razón de ser más íntima. La gratuidad del amor de Dios es la primera y la última palabra; pero no podemos aceptar el designio de amor y de paz de Dios si no lo hacemos carne en nuestro quehacer cotidiano, si no nos libramos de mezquinas comodidades, si no arriesgamos, como María.
Para nuestro pueblo María es la Madre (con el niño) que concibe y fructifica; la Dolorosa (viuda a la que le matan el hijo), llena de dolores injustamente infligidos, y la Purísima (sin mancha), inmune a todo pecado por una gracia singular de Dios. Por el contrario, todos los seres humanos están dañados en su raíz. La contemplación de una mujer inmaculada, purísima, revela la decisión de Dios de hacer una nueva creación. La inmaculada es “el orgullo de nuestra naturaleza corrompida”, la creación nueva sin pecado.
Todas las festividades marianas tienen una connotación de fiesta popular dulce y entrañable. María, el polo femenino de un catolicismo “masculino”, lleva a cabo lo imposible: engendrar bajo la sombra del Espíritu de Dios. No vive en sueños, sino muy despierta, siempre receptiva al mensaje de Dios, escuchando y hablando lo justo, constantemente en movimiento “llevando” o “visitando”, y vive la entrega hasta el final al pie de la Cruz. Por ser la inmaculada, es asunta a los cielos.
El compromiso de la vida cristiana es dejarse fecundar por el Espíritu, escuchando la Palabra de Dios que llega por medio de mensajeros; teniendo en cuenta nuestra situación y nuestras fuerzas, pero respondiendo a Dios con confianza y entereza. El creyente debe dejarse encarnar por la Palabra de Dios. La Iglesia –con el Espíritu de Dios– debe encarnarse más y mejor en el pueblo. Así se recibe el anuncio y se anuncia el Evangelio.

Martes 10 de Diciembre
2ª Semana de Adviento
Eulalia, mártir (304)


Is 40,1-11: Dios consuela a su pueblo
Salmo 95: Nuestro Dios llega con poder
Mt 18,12-14: El Padre no quiere que se pierda ninguno



La deportación a Babilonia significó la catástrofe más estrepitosa de la historia para el pueblo de Dios; aquella nación la entendió como castigo a sus pecados. Pero un día todo cambió, y una voz profética anunció el retorno a la tierra de los padres: había que preparar el camino. Preparación es quizá la palabra con menos eco en nuestros medios. Somos buenísimos improvisando. Preparar significa nutrir una visión de mediano y largo plazo. No dejar que la pereza y desidia se adueñen de nuestras disposiciones con eso de que “nadie sabe lo que va a pasar en el futuro” Dejemos de agobiar a la Providencia responsabilizándola de nuestras irresponsabilidades: "Ya estaría de Dios", “Si Dios quiere…” y frases parecidas. Adueñarse de la historia, preparar, mirar el futuro que Dios coloca en nuestras manos, como Isaías recomienda. ¡A levantar cabeza y a trabajar! La justicia y el derecho abren la brecha. Algo nuevo y bueno se avecina, es un adviento. Dios se apresta a consolar a su pueblo. ¿Dónde están los lastimados? 

Miércoles 11 de Diciembre
2ª Semana de Adviento
Dámaso I (384)


Is 40,25-31: El Señor da fuerza al cansado
Salmo 102: Bendice, alma mía, al Señor
Mt 11,28-30: Vengan a mí los que están cansados



Ante los fracasos y desilusiones que llueven a diario sobre el ciudadano común nada remoto resulta caer en el conformismo y la desesperanza. ¿Para qué esforzarse si nada logramos cambiar? Entonces urge darse tiempo para reposar, calibrando metas y trabajos: replantear la trayectoria. No es fácil. Pensemos en el mercado laboral, cada día más cambiante y requiriendo de nuevas habilidades. Más que nunca, los jóvenes, pero sobre todo los mayores, debemos cultivar una amplia gama de habilidades camaleónicas, y de especializaciones que faciliten la incorporación a la fuerza laboral sin retardos. Y esto también vale en el terreno de la fe y de la relación personal con Dios. Hay que alimentar la comunicación con Cristo Jesús, a fin de asegurarnos paz interior y descanso. ¿Está Cristo en nuestro horizonte de vida? ¿Lo buscamos? Vale más un grano de arena que una nube de humo y encontrarse con él en persona que perderse en una multitud. Él es el único que nos regenera en la oración y el trato continuo, donde el horizonte se abre de nuevo.

Jueves 12 de Diciembre
2ª Semana de Adviento
Ntra. Sra. de Guadalupe


Zac 2,14-17: Canto de la Hija de Sión
Salmo 95: Cuenten las maravillas del Señor a todas las naciones
Lc 1,39-45: Bendita tú entre todas las mujeres



Es día de fiesta y de echar las campanas al vuelo, pero el profeta pide silencio para contemplar al Señor. Silencio contemplativo para acercarse a María de Guadalupe en su día de fiesta mayor. Ella es la obra del Señor en nuestro continente, porque se ha convertido en fuente de esperanza para millares de creyentes que peregrinan hasta su imagen plasmada en la tilma de un indígena para contemplarla en silencio. La figura de Guadalupe y su vestido de colores aúnan cielo y tierra en cósmica armonía. Es una imagen de belleza singular. Muchachita indígena y maternal que suplica por un espacio en medio del pueblo devastado. Juan Diego le abrió el corazón y la casa de cada generación para siempre. La plática está en ese relato añejo, tierno y poético del Nican Mopohua. Así se metió el Evangelio entre nosotros, apelando a la humildad y a ternura, como Cristo niño. Ella vino a restablecer al indígena desvalido, para aliviarlo y darle voz. ¿Viven sanos nuestros hermanos indígenas? ¿Haremos silencio para contemplar sus rostros?

Viernes 13 de Diciembre
2ª Semana de Adviento
Lucía, mártir (304)


Is 48,17-19: ¡Si hubieras atendido a mis mandatos!
Salmo 1: El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida
Mt 11,16-19: Tocamos la flauta y no bailaron



Poco o nada dicen hoy palabras como “redención”, “justificación” y “salvación” y quizá se deba, a que el hombre y mujer actual tienen todos los hilos de su propio destino y a que se ha diluido el sentido de trascendencia. En contrapartida, el materialismo pragmatista y la sobrevaluación de lo inmediato van ahogando los anhelos profundos del espíritu humano, pero sin satisfacerlos. Lejos de morir, los ídolos del poder, del tener y del placer se han adueñado de la voluntad humana, y de sus proyectos, reduciendo todo al “aquí y ahora” banalizando lo perdurable. El hambre de plenitud y de vivir con sentido la propia historia, sin embargo, están inscritos en los genes de la humanidad, pero no para mantenerse insatisfechos permanentemente, sino para buscar el más allá, al otro, lo que nos trasciende y orienta. El hambre de plenitud y de vivir con sentido la propia historia están inscritos en los genes de la humanidad, pero no para mantenerse insatisfechos permanentemente, sino para buscar el más allá, al otro, lo que nos trasciende y orienta. ¿Necesitamos al Redentor?

Sábado 14 de Diciembre
2ª Semana de Adviento
Juan de la Cruz (1591)


Eclo 48,1-4.9-11: Elías volverá
Salmo 79: Oh Dios, restáuranos; que brille tu rostro y nos salve
Mt 17,10-13: Elías vino y no lo reconocieron



Los cambios sociales representan retos continuos al estatus quo de las formas culturales tradicionales entre los más diversos pueblos, incluido el de la Biblia. Un cambio mayúsculo lo representó la irrupción del helenismo, que alteró hasta las relaciones familiares. La lengua y las concepciones griegas de la vida social, educación, religión y de la persona humana vinieron a trastocar usos y costumbres casi inalterados por generaciones seculares. Lo griego unificaba la diversidad de naciones y producía una nueva cosmovisión. A las nuevas generaciones se les abrieron horizontes de vida inesperados, gracias a las nuevas vías de comunicación y al mercado. Ahora se podían enlistar en algún ejército, contratarse con alguna caravana o flotilla mercante, aprender los nuevos saberes en los centros escolares, divertirse en el teatro por mencionar algunas de las opciones que se les presentaban. Para los jóvenes hablar y escribir griego representaba oportunidades de vida, al tiempo que lo religiosos y las tradiciones paternas les parecían arcaicos. Elías sería el gran restaurador de los valores familiares tradicionales. ¿Qué valores promovemos con nuestras formas de relación familiar?


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