Evangelio según san Lucas (1,39-45):
EN aquellos días, María se levantó y puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Palabra del Señor
1. Hemos visto en los días anteriores, lo que representa la “originalidad” del cristianismo, en cuanto se refiere al concepto mismo de Dios; a la experiencia de Dios; a la relación entre Dios y la religión; a la presencia de este Dios y de esta religión en la sociedad. Hoy damos un paso más: se trata ahora de entender, aceptar y de integrar en nuestras vidas cómo se tiene que vivir la fe en Jesús. Y, mediante Jesús, la fe en Dios. ¿Qué nos dice este relato sobre una cuestión tan fundamental?
2. María va a visitar a Isabel. La “mujer del pueblo” va a casa de la “familia sacerdotal”. ¿Qué fue lo más importante que se produjo en aquel encuentro, cuando se encontraron aquellas dos mujeres? Allí se produjo un profundo, muy profundo, fenómeno de “alegría”. La alegría del niño, recién concebido en las entrañas de Isabel. Una alegría que hizo saltar al feto, expresión simbólica de una alegría, una felicidad indecible. Pero una alegría que expresa algo más hondo: “¡Dichosa tú, que has creído!” Isabel decía esto después de la dolorosa experiencia que tuvo al ver a su marido, el sacerdote Zacarías, que se había quedado mudo. Mudo, ¿por qué? Porque no creyó el anuncio del ángel, mientras que María si creyó al ángel.
3. La fe es determinante. No solo para el creyente, sino sobre todo como factor decisivo en la Historia. ¿Qué queda de la dignidad del sacerdote del Templo? Nada. Ni Templo, ni sacerdocio judío. No ha quedado nada. Por el contrario, ¿qué ha quedado de la sencillez y la insignificancia de la pobre mujer galilea? Ha quedado en pie la ejemplaridad de la humilde mujer galilea. Ha quedado en pie –y se ha hecho gigantesca- su belleza, su hermosura, su hermosura, su fuerza de atracción de lo mejor que todos quisiéramos tener, su ejemplaridad, su capacidad de consolar a los que sufren, de ayudar a los que lo necesitan, de dar esperanza a los que la han perdido. Y, sobre todo, María –la Madre de Jesús- es fuente de alegría. Porque lleva a Jesús en sí misma. Y así, nos dice a todos, que, si llevamos a Jesús presente en nuestra vida, contagiaremos alegría, como Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, ya antes de nacer. La “religiosidad” se funde con la “humanidad”. La verdadera religiosidad se expresa en auténtica humanidad: en bondad, justicia, honradez, misericordia. Ya no hablamos de “el ser humano”, sino de “ser humano”.
José M. Castillo
La Religión de Jesús
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