martes, 2 de julio de 2019

Comentario del santo evangelio según san Lucas 1:57-66.80

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,57-66.80):
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.»Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así.»Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
Palabra de Dios
1.¡Se necesitan profetas! Sí. En estos tiempos de crisis, de tantos sufrimientos que son consecuencias de la pasada crisis, tiempos de miles de preguntas y de casi ninguna respuesta, ahora precisamente es cuando con más urgencia necesitamos profetas. Lo que pasa es que el ser del profeta no es un oficio, no es una profesión, no es trabajo, ni bien ni mal pagado. La personalidad del profeta es única, desconcertante, desajustada a todo y a todos. Y de este modelo de personalidades es de donde podemos esperar alguna solución en estos tiempos que corren.
2.   Nadie discute que Juan Bautista es un profeta. “Y más que un profeta” (Mt 11, 9). Jesús llegó a decir de él: “Os aseguro que no ha nacido de mujer nadie más grande que Juan Bautista” (Mt 11, 11). Este hombre, en efecto, rompió todos los moldes. Su padre era un sacerdote de Israel. Pues Juan, como le correspondía, se negó a ser sacerdote. Su padre estuvo vinculado al Templo y al culto sagrado. El hecho es que Juan se fue al desierto, lugar de soledad, de peligro y tentación. Su padre oficiaba ante el altar. Juan, sin embargo, abandonó el altar y convivió con fieras y demonios, coo se pensaba entonces de quienes se iban a los desiertos. Cuando, ya adulto, se presentó a Israel, vestido de forma estrafalaria, alimentado penosamente, como una voz que clama en el desierto, fue, como bien se ha dicho, un heraldo con autoridad, pero sin credenciales. Un hombre que no revelaba verdades universales, sino que habló en concreto a su tiempo. Y es que la aparición y el discurso del profeta provoca crisis. Y además, el profeta, no solo responde a la crisis, sino que con su vida y su palabra, la “genera” (W. Brueggemann).
3.Juan lo hizo admirablemente. Provocó la crisis, generó la crisis, y respondió a la crisis. Hizo todo esto con su admirable y provocativa libertad. Frente al poder desvergonzado de la corrupción del poder. Lo que le costó la vida (Mt 14, 1-12; Mc 6, 14-29; Lc 9, 7-9). Estamos viviendo una situación de cambios tan rápidos y tan profundos, que van mucho más allá de la sola economía. Muere una cultura. Está alumbrando otra. Ahora, más que nunca en la historia de las civilizaciones, necesitamos hombres creativos, libre, audaces. Sobe todo, personalidades sin miedo. ¿No podemos, cada cual, acercarnos a eso o, por lo menos, prepararlo?
José María Castillo
La Religión de Jesús

No hay comentarios:

Publicar un comentario