Servicio
Bíblico Latinoamericano
Semana del 14 al 20 de Abril
de 2019 – Ciclo C
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Domingo 14 de abril de 2019
Domingo de Ramos
Lorenzo de Irlanda (1180)
Isaías 50,4-7: No me tapé el rostro
Salmo 21: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has
abandonado?
Filipenses 2,6-11: Dios lo ensalzó sobre todo
Lucas 22,14–23,56: Hagan esto en memoria mía
El tema
central de las lecturas del Domingo de Ramos, como bien puede verse, es el del
Mesianismo. Éste tiene varias etapas en la Biblia. «Mesías» es una palabra
hebrea, que significa «ungido», que en griego se dice «xristós». Claro, lo
importante de ungir a alguien es que era que ese acto, la unción, se hacía para
dar a una persona el mandato de ir, se le enviaba con poderes, se le
encomendaba una misión. Por eso, las palabras Mesías y Xristós, que
significan el Ungido, se refieren a aquel personaje que el pueblo de Israel
esperaba, un líder carismático descendiente de David que habría de instaurar
definitivamente en la tierra «el derecho y la justicia».
En el Primer Testamento es Isaías el profeta que más profetiza y
anuncia la llegada del Mesías de Dios, mesías que él entiende como el Siervo de
Yavé que llega. El Mesías es para el profeta la gran realidad de Dios viviendo
con nosotros, la realidad del gran restaurador que libera de la esclavitud, de
la gran violencia (violencia estructural diríamos hoy), de la gran miseria
(pobreza extrema y masiva diríamos actualmente) a la que ha sido condenado el
pueblo de Dios (los muchos pueblos de Dios). El Mesías, en su calidad de Ungido
de Yavé, no es sino su enviado, su representante, el encargado de promulgar sus
designios.
La idea del Mesías y de los tiempos mesiánicos estaba fundada en la
esperanza de que Dios cumpliera plenamente las promesas hechas al pueblo
elegido, a la nación que se creía a sí misma la elegida por Dios. La llegada
del «Mesías» es la instauración del reinado de Dios en la historia y en el
tiempo, y es allí donde, según la concepción judía (según, pues, un pensamiento
muy humano, no según una revelación divina), Israel se vengaría de los
«paganos» (la mayor parte de ellos tan religiosos como los propios israelitas),
de los no judíos.
La idea mesiánica del Primer Testamento está basada en la fuerza
político-militar de un enviado del Dios de Israel para dominar a todas las
naciones de la tierra y hacer que Israel se convierta en una nación fuerte y
poderosa capaz de someter a todos los pueblos que no tienen a Yavé por Dios.
Como se ve, un mesianismo muy humanamente comprensible...
El Mesianismo es una de las herencias que el Segundo Testamento recibe
de la tradición veterotestamentaria. En tiempo del Nuevo Testamento, gobernado
el mundo de entonces por Roma con toda su fuerza, riqueza y pretensiones,
también hay grupos mayoritarios que esperan la llegada definitiva de un Mesías
que los liberará del domino explotador romano. Todos esperaban entonces la
intervención de Dios en la historia a través de un líder que fuera capaz de
derrocar el poder imperial y hacer de Jerusalén la gran capital de Israel.
En el ciclo C de la liturgia leemos el relato de la Pasión del Señor
según Lucas. Consideremos las
características teológicas que nos presenta este relato.
Lucas, como es sabido, es considerado el evangelista de la
misericordia, o lo que es lo mismo, como el evangelista del amor infinito de
Dios que se ha manifestado en Jesucristo. Ninguno de los evangelistas ha
percibido como él la sensibilidad del amor del Padre, que se deja sentir de
manera especial entre los pobres, entre los que sufren, entre los marginados.
No es difícil constatar en el evangelio de Lucas la preocupación de Jesús por
los débiles, las viudas, los huérfanos, las mujeres, los pecadores...
Este mismo interés se manifiesta en la narración de los
acontecimientos de la Pasión del Señor. En primer lugar, porque todo este
relato está sustentado por un conocimiento del alma de Jesús, cuya intimidad
nos es desvelada por el evangelista cuando nos deja ver su estrecha relación
con el Abba misericordioso, en los
momentos de oración (Lc 22,42); o cuando su Padre le da valor en medio del
sufrimiento (Lc 22,43).
En segundo lugar, la cruz aparece en este relato de la Pasión como un
verdadero sacramento del amor divino: la revelación de la misericordia en medio
del sufrimiento. Lucas no pone la atención en los aspectos negativos y crueles
de esta situación. En su narración se omiten recuerdos o referencias que
aparecen en los otros evangelistas como la flagelación o la coronación de
espinas que sirven para inculpar a los que llevaron a Jesús a la muerte. Lucas
nos quiere hacer descubrir el amor del Padre hacia su Hijo y hacia todos los
seres humanos, aún en esta situación de dolor. Jesús no aparece abandonado en
el Calvario (no se cita a Zac 13,6 sobre la dispersión del rebaño): está
acompañado de amigos y conocidos (Lc 23,49 en contraposición con Mt 27,55-56 y
Mc 15,40-41). Y reemplaza el grito del Salmo 21 (22) que cita Mateo por la
manifestación ilimitada de confianza del Salmo 30,6 (31,6): “Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu”.
A la luz de todo esto es comprensible el papel que desempeña en este
relato de la Pasión la actitud del perdón, sólo explicable desde el misterio de
la misericordia. En definitiva todo el mundo queda limpio y se insiste en
hechos positivos, sólo explicables desde la virtud reconciliadora del
sufrimiento de Jesús o desde su actitud de perdón: el caso de Pilato (Lc
23,4.13-15.20-22); el del agresor a quien Pedro cortó una oreja y que es sanado
por Jesús (Lc 22,51); el de Pedro (Lc 22,61); el de todos los judíos (Lc
23,34); el del malhechor bueno (Lc 23,39-43); el del centurión (Lc 23,47); el
de la reconciliación entre Herodes y Pilato (Lc 23,6-12).
Jesús aparece claramente como el inocente, el justo perseguido. Aun en
el proceso de los romanos, Pilato proclama la inocencia de Jesús. El centurión
también reconoce su inocencia.
Sólo en Lucas Jesús se dirige con palabras consoladoras a las mujeres
que de lejos los siguen. Realmente, Lucas ha sido llamado el evangelio de las
mujeres y de la misericordia con los más pobres e ignorados, y las mujeres
hacían parte de la clase marginada en Israel. Pero para Jesús, en todo el
evangelio de Lucas, las mujeres hacen parte del discipulado y merecen un trato
respetuoso. Ahora, camino del Calvario, la fidelidad de las mujeres a su
maestro es reconocida por el Señor.
La Pasión y la muerte de Jesús son una verdadera revelación: la
manifestación de la misericordia del Padre. Sólo quien ha comprendido una
actitud tan conmovedora, como la que nos trae este evangelio en la parábola del
padre misericordioso, podrá entender por qué el evangelista ha mirado así el
misterio del sufrimiento y de la muerte de Jesús.
Lucas concibió el relato de la Pasión como una contemplación de Jesús.
Por eso este relato es una invitación al lector-oyente a aproximarse a Jesús, a
seguirlo, a llevar con él la cruz de cada día (9,23). En la palabra que dirige
en la cruz al malhechor arrepentido, ese ‘hoy’ nos remonta a Lc 4,21 cuando en
la sinagoga de Nazaret, Jesús declara que “hoy se ha cumplido” el pasaje de Is
61,1-2 que acababa de leer. El tiempo se ha cumplido y él, que ha venido para
anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en
libertad a los oprimidos y para proclamar el año de gracia del Señor” ha
cumplido su misión, porque va a morir colgado de la cruz, pero seguirá viviendo
en medio de nosotros.
Nota para lectores críticos
El evangelio de hoy es más largo que de ordinario, comprende toda la
Pasión de Jesús, por lo que muchas homilías hoy serán más breves. También el
viernes santo se leerá la Pasión, según san Juan. Y durante toda la semana, la
Semana Santa, el trasfondo litúrgico-espiritual es ése: la pasión y muerte de
Jesús. Es pues un momento apropiado para plantearse algunos criterios críticos
respecto a la interpretación de la pasión de Jesús en su significado de
conjunto.
Si somos cristianos, y si el cristianismo profesa la convicción de la
significación salvadora de Jesús, necesitamos tener un «modelo soteriológico»
(«sotería» = salvación), o sea, una explicación de qué es eso, y cómo se
entiende eso que decimos de que Jesús salva a la humanidad. Es claro que esto
es el corazón de la fe cristiana.
Pues bien, en la historia ha habido varios «modelos soteriológicos».
El modelo que nos ha llegado a nosotros es, fundamentalmente, el que
en el siglo XI elaboró san Anselmo de Canterbury (nacido italiano) sobre la
tradición jurídica del derecho romano. En el sentido siguiente. El ser humano
ofendió a Dios con el pecado original, y con ello se rompieron las relaciones
de Dios y la humanidad. Dios fue ofendido en su dignidad, y el ser humano quedó
privado de la gracia de la relación con Dios y no tenía capacidad para superar
esta situación, pues aunque había ofendido a Dios, no tenía capacidad para
reparar una ofensa de carácter infinito. En su obra Cur Deus homo? (¿Por qué Dios se hizo hombre?) Anselmo elabora la
teoría de la «satisfacción penal sustitutoria»: Jesús muere en sustitución de
la humanidad pecadora culpable, para satisfacer con su pasión y muerte la
dignidad ofendida de Dios, restableciendo así las relaciones de Dios con la
humanidad.
Por una parte, hay que hacer notar que esta explicación, que nos ha
llegado a todos nosotros en una tradición tan longeva, no deja de ser «una»
explicación, la del siglo XI en concreto; es decir: no es «la» explicación, no
es la única. Más importante todavía: no está en el Nuevo Testamento, es una
elaboración teológica muy posterior, que asume las categorías y la lógica del
derecho romano «recepcionado» en el mundo feudal europeo de la alta Edad Media;
o sea, ha sido pensada dentro del contexto mental del derecho inapelable y
absoluto de los señores, la servidumbre natural de los siervos, las
obligaciones jurídicas (del derecho romano) relativas a la ofensa y a la
satisfacción o reparación. Es la teología de la «redención», del redimir, «re-d-emere», «re-comprar» al esclavo
para liberarlo de su antiguo dueño.
Esta teología, actualmente insostenible, es, sin embargo, la que la
mayor parte de los cristianos y cristianas, incluyendo a muchos agentes de
pastoral, tienen todavía hoy en su conciencia, en su comprensión del
cristianismo, o en su subconsciente al menos. Y es para muchos de ellos «la»
explicación mayor del misterio cristiano, el misterio de la «Redención».
Hay que recordar que los modelos soteriológicos, como todo el resto de
la teología, no dejan de ser un lenguaje metafórico, y que la metáfora nunca
debe ser tomada al pie de la letra, tanto sea en un sentido directo como en un
sentido metafísico, sobre todo en el segundo término al que traslada el sentido
(“meta-fora” = cambio, traslado de sentido). Las teologías y los modelos
soteriológicos se apoyan sobre las lógicas y los símbolos de las culturas en
las que son creados. Por eso, cuando la evolución cultural cambia de lógica y
de símbolos, esos modelos soteriológicos, y en general, esas teologías,
aparecen crecientemente desfasadas, se hacen incluso ininteligibles, y
finalmente quedan obsoletas. La visión de Dios como «Señor» feudal irritado por
una ofensa de la primera pareja humana... para cuyo aplacamiento habría sido
necesaria la reparación de la ofensa por medio de la muerte cruel y cruenta de
su Hijo, es una imagen de Dios hoy sencillamente insostenible, e inaceptable.
La sola idea de que un mítico pecado de Adán y Eva hubiera torcido los planes
de Dios, y hubiera sumido en las tinieblas del pecado y del alejamiento de Dios
a toda la humanidad desde la primera pareja, durante miles y miles de años –hoy
la ciencia nos dice que habrían sido millones de años-, hasta la aparición de
Jesús, es absolutamente inaceptable para la mentalidad actual. La misma fórmula
jurídica de la «satisfacción sustitutoria» resulta hoy día inviable desde los
mínimos éticos de nuestra época. Un Dios así resulta increíble, provoca
ateísmo, con razón.
Si este modelo nos parece hoy día sobrepasado, no debemos dejar de
considerar que ha habido otros modelos todavía más inadecuados. En el primer
milenio la teología dominante, en efecto, no fue la de la «satisfacción
sustitutoria», sino la del «rescate»: por el pecado de Adán la humanidad había
quedado «prisionera del demonio», literalmente bajo su poder (sic). Según san
Ireneo de Lyon (+ 202) y Orígenes (+ 254) el Diablo tendría un «derecho» sobre
la humanidad, debido al pecado de Adán. Jurídicamente, la humanidad estaba bajo
su dominio, «le pertenecía», y Dios «quiso actuar con justicia incluso frente
al Diablo» (Ireneo, Adversus Haereses,
V, 1,1), al anular tal derecho sólo mediante el pago de un rescate adecuado.
Para ello, entregó a su Hijo a la muerte, a fin de liberar a la humanidad del
dominio «legítimo» del diablo. San Agustín lo dice aún más explícitamente: Dios
decretó «vencer al Diablo no mediante el poder, sino mediante la justicia» (De Trinitate XIII, 17 y 18).
Este modelo del «rescate pagado al Diablo» para rescatar a la
humanidad, aún resuena en las personas que tuvieron una formación cristiana.
Pero hoy nos resulta no sólo inaceptable, sino inimaginable, y hasta grotesco:
no podemos aceptar un Diablo, concebido como un contra-poder cuasi-divino, que
está apostado frente a Dios y que retiene a la humanidad bajo su poder, durante
milenios, hasta que es «justamente resarcido» por Dios, nada menos que con la
muerte del Hijo de Dios, un Diablo que sólo así sería «derrotado por la
victoria de Cristo»...
¿Qué queremos decir con todo esto? Muchas cosas:
-que las teologías son metafóricas, no narraciones históricas, ni
tampoco descripciones metafísicas;
-que las teologías son muchas, variadas, no sólo una... y que cuando
adoptamos una de ellas no debemos nunca perder de vista que se trata sólo de
«una» teología, no de «la» teología;
-que las teologías son contingentes, no necesarias;
-que son elaboraciones humanas, no revelaciones divinas bajadas del
cielo, y que están construidas con elementos culturales de la sociedad en la
que han sido concebidas;
-que son también transitorias, no eternas, y que con el tiempo y los
cambios culturales pierden plausibilidad y hasta inteligibilidad, y que pueden
acabar resultando inaceptables e incluso desechadas;
-que los agentes de pastoral que atienden al Pueblo de Dios han de
estar atentos a no prolongar la vida de una teología sobrepasada, superada, que
ya no habla de un modo adecuado a las personas de hoy;
-que pueden (y deben) tratar de encontrar nuevas imágenes, nuevos
símbolos, nuevas respuestas interpretativas de parte de nuestra generación
actual a las preguntas de siempre.
Concluimos: la Semana Santa es una ocasión privilegiada para
plantearnos la necesidad de la revisión de nuestros esquemas teológicos
fundamentales y de la urgencia de abrirnos a nuevos lenguajes.
• Aunque los señalaremos concretamente en los próximos días,
recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos ampliamente en
la serie «Un tal Jesús», de los
hermanos LÓPEZ VIGIL, principalmente en los episodios 106 a 126. Los audios y
los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de https://radialistas.net/serie-un-tal-jesus/
• La serie «Otro Dios es
posible», de los mismos autores, tiene un capítulo, el 85, titulado «¿Los
judíos mataron a Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate
sobre el tema.
• Como bibliografía para
recuperar lo mejor de la visión clásica latinoamericana de la teología respecto
a la pasión y muerte de Jesús, recomendamos el excelente libro de BOFF Pasión de Cristo, Pasión del mundo (Sal
Terrae en España, Indoamerican Press en Colombia, Vozes en Brasil... y también
en internet). Del mismo autor, el artículo 217 en la RELaT (http://servicioskoinonia.org/relat):
Cómo anunciar hoy la Cruz de nuestro
señor Jesucristo. También: Problemas
en torno a la idea de expiación/satisfacción, de Robert J. DALY, en
«Selecciones de Teología» 47/188(2008)310-324 (disponible en el portal de la
revista, www.seleccionesdeteologia.net). También, véase: John
Shelby SPONG, Jesús como Rescatador y
Redentor: una imagen que debe desaparecer, en RELaT (servicioskoinonia.org/relat/380.htm).
Sobre mesianismo, véase: Jon SOBRINO, Mesías
y mesianismos (servicioskoinonia.org/relat/069.htm).
Para enmarcar históricamente la Semana Santa como sucesora actual, al
fin y al cabo, de las fiestas agrícolas de la primavera, las fiestas anteriores
del Israel nómada, el tránsito del equinoccio astronómico, principalmente desde
la perspectiva del Israel, véase el libro ya citado Fiesta en honor de Yavé, de Thierry MAERTENS (disponible en la
biblioteca de Koinonía: servicioskoinonia.org/biblioteca).
Para la revisión de vida
Jesús fue, ante todo, históricamente
hablando, un Mesías. Y a ese Mesías histórico es al que confesamos como símbolo
especial de Dios. El Jesús que guía mi forma de ser religioso, ¿es también
mesías? ¿Mi concepción de Jesús, es mesiánica, tiene algo de mesiánica, o
pienso que eso del mesianismo es un concepto bíblico que hoy ya no tiene
relevancia ni aplicación? ¿Mi seguimiento de Jesús, es “mesiánico”, está
centrado en una esperanza para los pobres? ¿Prolongo el mesianismo de Jesús
aquí y ahora, «viviendo y luchando por la Causa de Jesús», por una gran Utopía
–como la que él llamaba (en armeo) malkuta Yahvé, Reino de Dios?
Para la reunión de grupo
-
La escena de la entrada triunfal en Jerusalén es uno de los símbolos
mesiánicos más claros que nos presentan los evangelios sobre la vida de Jesús.
Tomar el artículo de Jon Sobrino «Mesías y mesianismos. Reflexiones desde El
Salvador» (RELaT: http://servicioskoinonia.org/069.htm
) y montemos una reunión de estudio teórico y aplicado, con estas preguntas
sugeridas (u otras):
-
Nuestro Cristo, al que nosotros rezamos y seguimos, ¿es en verdad
«mesías», o lo hemos des-mesianizado? ¿Es acaso un Cristo sin Reino? ¿Es el
nuestro un cristianismo sin utopía, sin lucha por la verificación histórica de
una utopía?
-
La devoción personal a Jesús, la «concentración en la persona» de
Jesús (esa afirmación de que el cristianismo no sería una doctrina ni una
religión... sino el «encuentro con la persona viva de Jesús»), lleva a veces a
muchos cristianos al olvido de «la Causa» de Jesús, el Reino. Poner ejemplos de
esta situación. Explicar/discernir ese conflicto. ¿Es nuestro caso?
-
¿Influye en todo esto el lugar geográfico del mundo en el que vivamos,
o/y el “lugar social” al que pertenecemos?
-
Abordar en el grupo la “nota para lectores críticos”: ¿Qué tipo de
explicación de la salvación (soteriología) nos fue transmitido en la catequesis
infantil? ¿Nos sirvió? ¿Nos planteó dudas? ¿Cuáles? ¿Nos sirve hoy? ¿Por qué?
¿Tenemos respuestas adecuadas y actualizadas? ¿Qué podemos hacer?
Para la oración de los fieles
-
Hoy responderemos: -Te amamos, Dios nuestro, creemos en Ti.
-
Contemplando una vez más tu pasión y tu muerte, Jesús, nos sentimos
llamados a hacer nuestra tu Causa, tu esperanza, tu labor de Mesías venido para
todos los que tienen esperanza. Por eso decimos:
-
Observando también tu pasión y tu muerte realizadas hoy día, en los hombres
y mujeres que sufren cualquier situación de injusticia, opresión o exclusión,
nos sentimos interpelados a intervenir en esas situaciones, y a consagrar
nuestra vida a la tarea de ser y dar esperanza para los demás. Por eso decimos:
-
Al entrar en la “semana mayor” del año, nos sentimos unidos a todos
los hombres y mujeres que creen en Cristo, esperando y deseando que llegue el
día en que, más allá de cualquier frontera de separación religiosa, podamos
decir todos juntos:
-
Al saber por Jesús que el amor es el criterio supremo por el que serán
juzgadas todas las naciones, soñamos con que llegue el día en que los hombres y
mujeres de todos los Pueblos y Religiones invoquemos al “Dios-amor, de todos
los nombres” y le digamos a una sola voz:
-
Al comenzar una semana que también es para muchos de descanso, de
interrupción del ritmo semanal ordinario, de vacaciones o incluso de turismo,
queremos sentirnos unidos a todos los que en medio de esas actividades
“profanas” no van a dejar de saber encontrarse consigo mismos y con lo divino
que llevan dentro, por otras formas que las habituales; y con ellos queremos
proclamar:
Oración comunitaria
Oh Misterio infinito, que, de muchas maneras
y de una forma constante a lo largo de la Historia, has hecho surgir nuevos
Mesías para salir al encuentro de las esperanzas de la Humanidad de todos los
tiempos y de todas las religiones, especialmente al encuentro de las esperanzas
de los pobres. Haz que los que nos sentimos iluminados por Jesús, admiremos
consecuentemente su espíritu mesiánico de servicio y de lucha esperanzada, para
que huyendo de toda imposición o arrogancia, y de toda alienación o
resignación, pongamos siempre en el centro, por encima de todo, como él, la
esperanza de un “cielo nuevo y tierra nueva donde more la Justicia”. Te lo
queremos expresar con la esperanza misma de todas las personas y pueblos que
hoy siguen necesitando y esperando un mesías salvador. Inspirados por Jesús, te
lo pedimos a ti, que vives y haces vivir, en plenitud, por los siglos de los
siglos.
Lunes 15 de abril de 2019
LUNES SANTO
Telmo (1240)
Is 42,1-7: Sobre Él he puesto mi espíritu
Salmo 26: El Señor es mi luz y mi salvación
Jn 12,1-11: María ungió a Jesús
Jesús es ungido
por María de Betania. Es interesante, en lunes santo, que la liturgia presente
este texto tan sugerente. Jesús es ungido por una mujer (María) pobre (Betania
se traduce literalmente como casa del pobre). La novedad de Jesús se sale de
los esquemas tradicionales de la sociedad patriarcal y paterlineal. Jesús trae
una novedad y esa realidad novedosa toca a aquellos que han sido marginados por
los sistemas imperantes: las mujeres y los pobres, entre otros. Esta mujer es
símbolo de lo que tiene que hacer un cristiano hoy: adherirse de tal manera a
Jesús que todo cuanto se haga y se diga tenga a Jesús como centro, como norma,
como criterio. Nos vamos acercando al Triduo Pascual. Preparemos el corazón y
la mente para acompañar, de forma activa, a Jesús hasta la Cruz, para llegar
con él a la victoria de la Resurrección. Que nuestra vida testifique ante el
mundo que Jesús es el Señor y que por nuestro testimonio otros descubran que
vale la pena seguir al Señor.
Martes 16 de abril de 2019
MARTES SANTO
José Labre (1783)
Is 49,1-6: El Señor me llamó
Salmo 70: Mi boca contará tu salvación, Señor
Jn 13,21-33.36-38: Uno de ustedes me entregará
En el evangelio
aparece Judas el Iscariote, conocido como el traidor. Tantas veces hemos
interpretado a esa figura como un personaje que ha actuado de forma aislada y
por simple maldad con el Hijo del Hombre. También aparece la figura de Pedro a
quien Jesús le pronostica que en el momento definitivo lo negará. Leemos esta
negación solo personificada en este personaje. Pero se nos ha olvidado que
tanto Judas, con su traición y Pedro con su negación representan a los
cristianos de todos los tiempos, nos representan a nosotros. Todo bautizado
tiene que estar atento, debe detenerse en el camino y revisar la vida, las
actitudes, los sentimientos y las palabras. Podemos encarnar en nuestra propia
existencia el rol de Judas y/o el de Pedro. Judas es símbolo del discípulo que
no renuncia al dinero; Pedro, por su parte, del que no renuncia al honor.
Cuando un bautizado no sabe renunciar al dinero y al honor está en su vida
historizando la traición o la negación que simbolizan estos dos discípulos de
Jesús.
Miércoles 17 de abril de 2019
MIÉRCOLES SANTO
María de la Encarnación (1618)
Is 50,4-9: Ofrecí la espalda
Salmo 68: Señor, que tu bondad me escuche en el
día de tu favor
Mt 26,14-25: ¿Dónde preparamos la Pascua?
La vida
discipular es una vida que tiene exigencias profundas y serias. Jesús pide al
grupo de sus seguidores adhesión y fidelidad a la causa. Pero no siempre es
fácil para el discípulo entrar en la lógica del Maestro. Jesús propone cosas
fuertes. Cosas tremendas. Para asumir la propuesta de Jesús es necesario romper
con la lógica del mundo, del egoísmo y el acaparamiento. La vida cristiana no
es una vida de relax. Tampoco de acomodamiento social, de carrerismo hacia un
mejor puesto o un cambio de status. El discípulo tiene que romper con todo
aquello que desdice de Jesús y de su causa, para abrazar lo más genuino del
seguimiento y del proseguimiento de la causa del Maestro de Nazaret. Es el
momento oportuno para acoger a Jesús, su invitación y su Buena Noticia. Dios, a
través de la persona de Jesús, ha venido a nuestro encuentro, ahora hagamos la
tarea que nos corresponde, a fin de vivir nuestra propia cristificación.
¡Comencemos!
Jueves 18 de abril de 2019
JUEVES SANTO
Ex 12,1-8.11-14: Prescripciones sobre la cena
pascual
Salmo 115: El cáliz de la bendición es comunión
con la sangre de Cristo
1Cor 11,23-26: Proclamarán la muerte del Señor
Jn 13,1-15: Los amó hasta el extremo
A)Ofrecemos
en primer lugar un comentario bíblico-teológico tradicional.
Jesús pasó la última tarde de su vida en Jerusalén en el círculo de
sus discípulos, probablemente también en compañía de las mujeres que habían
ascendido a la ciudad santa con él. ¿Fue esa tarde, la tarde de una fiesta
pascual? Parece superflua la pregunta; sin embargo, hay razones para establecerla.
Y de la relación que se establezca entre el ambiente pascual y la cena de Jesús
depende en gran parte la interpretación que se pueda hacer del acontecimiento
histórico de la muerte y resurrección del Señor.
Si de todos modos aceptamos que Jesús y sus discípulos se reunieron
para celebrar una cena pascual, entonces conviene que recordemos los pormenores
de esta celebración. En Num 9,13 se deja entrever la seriedad que reviste para
un judío celebrar la fiesta: no celebrarla es como no pertenecer ya al pueblo.
Según Ex 12,3, la fiesta debía ser una fiesta familiar. La inmolación y el
ofrecimiento del cordero, que debía ser realizada por algunos de los miembros
de la familia en representación de la comunidad, debía tener lugar en el atrio
de los sacerdotes "entre las tardes", es decir, en el tiempo que
precedía al comienzo de la puesta del sol. (cfr Ex 12,6). La Haggada pascual orientaba la
celebración, en el sentido de la memoria de la liberación de la esclavitud de
Egipto (Ex 12,26s). Comer las carnes del cordero, beber el vino, compartir el
pan sin levadura, que debía recordar con las hierbas amargas la miseria vivida
en el Egipto, constituían el ritual que estaba acompañado de bendiciones y de
la recitación de los salmos del Hallel.
En esa cena festiva, el ambiente estaba impregnado por el recuerdo
alegre y confiado de la liberación, que tuvo siempre una eficacia esperanzadora
en épocas difíciles. En estas circunstancias Jesús tenía conciencia de su
muerte y habló de ella. Los textos de Mc 14,25 y Lc 22,18 constituyen una
profecía de la muerte. Jesús expresa, ante la probabilidad de su muerte, la
confianza y la confirmación de su mensaje del Reino. No es necesario señalar
que en esta sentencia de Jesús hubiera otras intenciones que tener en cuenta.
Es suficiente y fundamental pensar, al leer estos textos, la intención
escatológica de Jesús, que él relaciona estrechamente con la convicción de la
posibilidad de su muerte.
En estas circunstancias, Jesús ha realizado una verdadera
interpretación teológica de su propia muerte, en un sentido salvífico,
indisolublemente ligada con su proyecto del Reino de Dios. Y, de nuevo, en este
contexto tiene una importancia muy grande la relación que Jesús establece entre
su muerte, así interpretada, y los elementos de la cena: el pan y la copa de
vino. Comer el pan y beber la copa constituyen algo completamente comprensible
en el contexto de una cena judía, pero ahora esta acción tiene que ver con la
interpretación de la muerte de Jesús, que él mismo ofrece. Jesús debió haber
dicho otras cosas y debió haber compartido otros sentimientos con sus
discípulos. Pero la tradición ha conservado sus sentimientos ligados
principalmente con la acción del pan y de la copa. En cuanto a esta última, no
sabemos con seguridad si en la cena pascual, en tiempos de Jesús, se utilizaba
o no una sola copa, en un momento determinado, pues todos tenían sus propias
copas. La tradición cristiana recuerda, en todo caso, la utilización de una
sola copa como característica de la cena del Señor (cfr 1Cor 10,16).
Las palabras de Jesús que nos han sido conservadas para comprender el
sentido del pan y de la copa compartidos, implican pues una interpretación
salvífica de su muerte, tanto en el sentido de la expiación y de la
representación ("morir por", "para el perdón de los
pecados"), como en el sentido de una nueva alianza.
Jesús, que interpretó así su muerte y la relacionó intrínsecamente con
los dones de la cena, le dejó a la comunidad de sus discípulos la posibilidad
de vivir siempre la realidad de una nueva alianza con el Dios salvador, en el
sentido del Reino definitivo que había anunciado. La relación entre alianza y
Reino ya tenía una tradición importante, pero en la acción de Jesús adquirió
una importancia trascendental y original para sus seguidores.
Haced esto en memorial mío: Este mandamiento del Señor es
verdaderamente sagrado para los seguidores de Jesús. La experiencia comunitaria
vivida originalmente por los discípulos se convierte en algo posible en todos
los tiempos para los cristianos. Se trata de entrar en el destino histórico de
Jesús, que es la historia misma de Dios, su Reino, que acontece definitivamente
en la manifestación suprema del amor.
Participar así en el destino del Maestro significa hacer, de manera
insuperable, la fraternidad humana. La cena del Señor es la asunción, por parte
de los cristianos, de lo que nos une más profundamente: la vida misma del
Maestro, la historia del Hijo del Padre en la que participamos todos como hijos
también y como hermanos los unos de los otros.
Y la cena Pascual cristiana fue originalmente una pascua judía. Para
los cristianos es el modelo de la celebración eucarística, el modelo de la
celebración del misterio de la Pascua. Cada uno de nosotros somos los
protagonistas de la Cena del Señor. Y cuando celebramos hoy una comida juntos,
tenemos que hacerlo con la mentalidad de Jesús, una comida que anticipa el
reino de Dios, una comunidad dispuesta al servicio que la fortalece y
enriquece, pero sobre todo una comunidad de todos los humanos unidos por el lazo
más fuerte: el amor.
Primera lectura, Éxodo
12,1-8.11-14:
De la esclavitud a la libertad
La Pascua siempre ha sido una fiesta de liberación cuyos orígenes se
remontan a costumbres anteriores ala Pascua del pueblo judío. En efecto, los
pastores nómadas antes de emprender su viaje, en busca de mejores pastos para
sus rebaños en la noche de luna llena, más cercana al equinoccio de primavera,
sacrificaban un cordero o un cabrito nacido el año anterior, macho, sin
defecto; para que no perdiera su energía vital, al comerlo no podían romperle
ningún hueso. Además, como estaban en una región desértica, sin agua, el animal
no era cocido en agua, sino asado al fuego. Con su sangre rociaban las entradas
de sus tiendas de campaña para evitar la entrada de los espíritus malignos
portadores de enfermedades y desgracias. Como debían partir antes de la salida
del sol, comían de prisa, calzadas las sandalias, el bastón en la mano y listos
para partir. El sacrificio y la comida tenían como fin asegurarse la protección
de sus dioses en el camino que iban a emprender, donde podían encontrar
salteadores y otros peligros.
Estos mismos ritos fueron adoptados por los israelitas cuando
celebraron la Pascua; pero para ellos cambiaron de significado. Con la sangre
del cordero marcan sus puertas para evitar la entrada del ángel exterminador;
el cordero no sólo era inmolado, sino también comido; de esta manera los
comensales se comprometían aún más con el misterio de la fiesta. La Pascua
entre los judíos, unida indisolublemente a la liberación de Egipto, se
reactualizaba en la liturgia, es decir se hacía presente como si ellos fueran
los protagonistas y de esta manera el pasado se mantuvo vivo y los proyectaba
hacia el futuro.
La mención de la sangre nos introduce en pleno sacramentalismo del
Antiguo Testamento y por ella se opera la continuidad entre la Pascua judía y
la Pascua cristiana. Pascua es la gran fiesta de la liberación de la
servidumbre y de la muerte, donde la sangre del cordero juega una función
redentora; más aún, como Egipto en el Antiguo Testamento es la tierra del
pecado, la salida de Egipto es una liberación de la esclavitud material y de la
del pecado. La Biblia concibe la salvación a medida que se desarrolla la
revelación como una salvación del pecado. San Pedro, desarrollando esta idea, nos dice: habéis sido rescatados de vuestro
vano vivir según la tradición de nuestros padres, no con plata y oro, sino con
la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha (1Pe
1,18b-19).
Salmo 115 (116): Señor, yo soy tu siervo, hijo
de esclava, pero rompiste mis cadenas.
Este salmo es un cántico de acción de gracias y de confianza en el
Señor que le ha librado de las cadenas de la esclavitud. Este salmo lo podemos
leer a tres niveles: el canto del pueblo de Israel que en la libertad sabe que
el Señor lo ha librado de la esclavitud en que vivía en Egipto. También es el
canto de Cristo resucitado, que sabe que su Padre lo ha liberado de las cadenas
de la muerte. Pero también es el canto de toda la Iglesia cristiana, liberada
de las cadenas del pecado por la Pascua de su Salvador.
La respuesta del orante a la liberación con el voto de alabanza y
sacrificio de acción de gracias, parece privilegiar la alegría y el
agradecimiento del pueblo cristiano liberado definitivamente del pecado, de la
muerte y de la ley, que celebra esta reconciliación en la eucaristía en
presencia de su Señor muerto y resucitado por él.
Segunda lectura: 1Cor 11,23-26: Cada vez que comen de ese pan
y beben de esa copa, proclaman la muerte del Señor.
Encontramos aquí el testimonio más antiguo de la celebración
eucarística. Pablo transmite la tradición que él recibió de los discípulos de
Jesús, al mismo tiempo que muestra que la eucaristía no es una celebración que
recuerda un hecho pasado, sino que está abierta al futuro, a todos los tiempos,
porque en ella anunciamos la muerte del Señor, la obra salvífica de Dios que
ofrece a todos, en todas las épocas.
La Pascua judía tiene para los cristianos un nuevo sentido; como el
texto del éxodo narraba la celebración litúrgica judía, Pablo muestra la
celebración litúrgica cristiana como una nueva pascua, con el anuncio de la
liberación bajo el signo de la sangre que ahora se ha transformado en pan y
vino. Es el mismo rito de la alianza y de la reconciliación, con paralelos que
permiten comprender la celebración cristiana desde el sentido de la Pascua
judía:
la noche de la salida de Egipto / la noche de la Pasión
el cordero del éxodo / el cordero pascual
memorial de las pruebas del desierto / memorial del sacrificio de
Jesús
Pablo dirige su atención sobre todo a la asamblea y muestra como una
celebración indigna de la Eucaristía desemboca en el menosprecio del Cuerpo
místico de Cristo constituido por la asamblea y cómo ésta es el símbolo de la
reunión de todos los hombres y mujeres en el reino y en el Cuerpo de Cristo.
Una comunidad dividida por el odio y el desprecio a los demás no puede dar
testimonio de esa unión, es más bien un escándalo.
Evangelio, Juan 13,1-15:
¿Comprenden lo que hecho por ustedes?
Jesús antes de partir de esta vida, quiere que sus discípulos
comprendan, con un gesto simbólico, lo que significa su misión: el lavatorio de
los pies es la expresión del compromiso por el servicio a la comunidad que se
le ha encargado. Es muy significativo que en el lugar en que los evangelios
sinópticos colocan la última cena, Juan, sin decir una palabra sobre esta cena,
describe el signo más diciente del amor y del servicio, porque cuando había
llegado la hora, en el momento en que su misión termina, Jesús quiere demostrar
su compromiso definitivo con la humanidad por medio del servicio.
El lavado de los pies era un gesto que en la antigüedad mostraba
acogida y hospitalidad; de ordinario lo hacía un esclavo o una mujer, la esposa
a su marido, los hijos o las hijas al padre un gesto de deferencia o de
consideración excepcional para con los huéspedes. Jesús rompe con la tradición:
no pide ayuda. Él, que preside la cena y dentro de ella, realiza el lavatorio
de los pies, demostrando que no hay alguno mayor que pudiera ser el primero; la
comunidad de sus discípulos se conforma en la igualdad y en la libertad como
fruto del amor; y el Señor se convierte en el servidor, porque la verdadera
grandeza no está en el honor humano sino en el amor que transforma a los
hombres y mujeres en la presencia de Dios en el mundo. Dicho gesto se comprende
bien dentro de la teología de la encarnación del mismo Juan y también en el
sentido de la misma en Pablo (cfr. Flp 2,5-8). Pero el gesto no apunta
simplemente a presentarnos una teología propia de Juan, puesto que no es
difícil encontrar en la otra tradición evangélica, la de los sinópticos, la
misma inspiración naturalmente no dramatizada: por ejemplo, en Lc 22,27, en el
contexto de la cena, nos son transmitidas palabras muy significativas de Jesús
en el mismo sentido: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
Por otra parte, el mismo relato indica que el lavatorio de los pies es
un medio por el cual los discípulos "tienen parte con" su Maestro (Tendrás parte conmigo: 13,8), lo que
nos hace comprender que dicho gesto pertenece al cuerpo general de los
preceptos destinados a los discípulos como comunidad cristiana, aunque no sea
difícil referirlo a la actitud de quienes son asociados a la misión del Maestro
en cuanto tal.
Estaba cenando con sus discípulos, nos dice el evangelista Juan que se levantó de la mesa, dejó el manto y,
tomando un paño, se lo ató a la cintura. Minuciosamente nos describe la escena
porque cada uno de estos detalles revelan el verdadero sentido de la acción que
Jesús va a ejecutar: el verdadero amor se traduce en acciones concretas de
servicio. Cuando se dice que Jesús dejó el manto se expresa cómo deja de lado
su vida, la vida que él da por sus amigos. Luego toma un paño, como el que
usaban los sirvientes que es, por lo tanto, símbolo del servicio.
Jesús niega la validez de los valores que el mundo ha creado; al
ponerse de rodillas ante sus discípulos, Jesús, Dios entre los hombres,
destruye la imagen de Dios creada por la religión: Dios recupera su verdadero
rostro con el servicio. Dios no actúa como un soberano celeste, sino como un
servidor del hombre porque el Padre que no ejerce dominio, sino que comunica
vida y amor, no legitima ningún poder ni dominio. Lo que Dios hace por el
hombre es levantarlo a su propio nivel; Jesús es el Señor, pero al lavar los
pies a los suyos haciéndose su servidor, les da también a ellos la categoría de
señores. Su servicio por tanto elimina todo rango porque en la comunidad que él
funda cada uno ha de ser libre; son todos señores por ser todos servidores, y
el amor produce libertad.
Sus discípulos tendrán la misma misión: crear una comunidad de hombres
y mujeres iguales y libres porque el poder que se pone por encima del hombre,
se pone por encima de Dios. Jesús destruye toda pretensión de poder, ya que la
grandeza y el poderío humanos no son valores a los que él renuncia por
humildad, sino una injusticia que no puede aceptar.
Pedro rechaza que el Señor le lave los pies lo que indica que éste no
ha entendido la acción de Jesús. Él piensa en un Mesías glorioso, lleno de
poder y de riqueza y no admite la igualdad. Aún no sabe lo que significa amor,
pues no deja que Jesús le manifieste la grandeza de su amor y su medida: igual que yo he hecho con vosotros, hagáis
también vosotros. La medida de nuestro amor a los demás es la medida en que
Jesús nos ha amado y esto que parece imposible, se puede hacer realidad si nos
identificamos con él. Deberíamos poder decir como Pablo: No soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí (Gal 2,20).
En cuanto a su significación, cada vez tenemos que repetir con el
mismo entusiasmo que este relato del evangelio de San Juan nos transmite un
mensaje verdaderamente central de la existencia en Jesucristo: la vida del
Maestro ha sido un testimonio constante de la inversión de valores que hay que
establecer para poder hacer parte del Reino de Dios. No es el poder, ni la
dignidad accidental, ni ningún otro motivo de dominación lo que constituye el
secreto de la verdadera sabiduría de Dios. El gran valor que ennoblece al
hombre es el de tener la disposición permanente para servir. Jesús lo ha
proclamado, según el evangelio de Juan, por medio de una parábola que tiene
fuerza incomparable: el Maestro se ha convertido en un esclavo. El verdadero
sentido profundo de la existencia del Maestro es el de ser servidor. Una lógica
así se convierte en el secreto para edificar un mundo, cuya razón de ser no nos
puede ser revelada sino por Dios mismo.
No celebramos la ceremonia del lavatorio de los pies simplemente para
recordar un episodio interesante y conmovedor de la vida de Jesús, sino para
reconocer en una expresión sacramental la única manera posible de ser
discípulos del Maestro.
También Jesús nos enseñó que hay más gozo en dar que en recibir;
hermosamente lo expresó Rabindranath Tagore: "Dormí y soñaba que la vida
era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el
servicio era alegría".
También hoy es la fiesta de los ministros en la Iglesia. Es el día de
recordar el espíritu del Señor en el servicio. Él no vino para ser servido sino
para servir. Una Iglesia pobre, que sirve, estará siempre cerca de los que
aspiran a una liberación material y espiritual, de los que han emprendido el
camino del éxodo.
El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los
hermanos López Vigil, en el capítulo 110, que puede ser escuchado aquí (https://radialistas.net/11o-la-cena-de-pascua/). Ahí
mismo puede ser buscado el guión, y un comentario bíblico-teológico. También el
capítulo siguiente se refiere al Jueves Santo: https://radialistas.net/111-la-nueva-alianza/
La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un
capítulo, el 64, que se titula «¿El Cuerpo y la Sangre de Cristo?», que puede
ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema.
B) Complementamos con este guión homilético de meditación
bíblico-espiritual:
«Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (Jn. 13,1-15).
En estas palabras está
condensado todo el Evangelio de este día. En esta tarde de jueves Santo, el
amor de Jesús traspasa el espacio y el tiempo y llega hasta nosotros. Era la
cena de despedida de Jesús. Era la cena pascual, la fiesta en que Israel
celebraba la liberación de Egipto.
“Estaban cenando y…”. El
evangelista quiere que se nos grabe bien esta escena del lavatorio de los pies, y amontona los verbos, ocho
verbos: levantarse de la mesa, quitarse la ropa, ceñirse una toalla, echar agua
en una jofaina, lavar los pies de los discípulos, secárselos. El
evangelista describe la escena “plano a plano” como si fuera una película, como
si quisiera suscitar en la comunidad cristiana una actitud de lo que tiene que
ser nuestra vida. Seguramente eran hombres y mujeres, porque así era en la
tradición de Israel, en esa noche de Pascua se reunían hombres y mujeres:
estarían los doce y las mujeres que seguían a Jesús.
Jesús, “se quita el manto...” ¡Qué
belleza tan sublime en este gesto! Jesús se despoja de todo deseo de poder
sobre el otro, abre un espacio a la gratuidad, es el “espacio de Dios” en el
que podemos existir plenamente ¡Qué maravilla y qué profundidad en este gesto!
“y se pone a lavarles los pies
a los discípulos… Como sabemos, “lavar
los pies” en aquella cultura era un trabajo de esclavos. Jesús, lavando
los pies, realiza un gesto escandaloso. Lo que hace Jesús sólo lo hacían los esclavos y, a veces, las mujeres. Por eso, con este gesto
Jesús provoca un shock en sus discípulos: que el que preside la mesa, el Señor,
el Maestro, el Mesías, se ponga a lavar los pies, es incomprensible para los
discípulos. ¿Cómo puede ser que el Señor se ponga a lavar los pies? Lo veían
inclinado y arrodillado, como un esclavo lavando los pies. Jesús se arrodilla
ante cada uno de nosotros y desempeña el servicio del esclavo. Sí, imaginamos
que Él está arrodillado a nuestros pies.
Con este gesto, Jesús rompe los esquemas
religiosos y los esquemas sociales, culturales, invierte los valores...
Derrumba la estructura de este mundo injusto. El Dios de Jesús no actúa como
Soberano, sino como servidor. Jesús es peligroso para las hegemonías, destruye
nuestros totalitarismos. Para Pedro eso es inaceptable. Se comprende su
reacción: “Señor, ¿Tú a mí lavarme los pies?”. Y Pedro protesta: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Es una negativa rotunda. Pedro no
admite la igualdad. Encarna el modo de pensar de la cultura dominante; cree que
la desigualdad es legítima y necesaria. Por eso, no acepta en absoluto que
Jesús se abaje hasta ese extremo, que su Maestro sea su amigo.
Vamos a quedarnos ahora contemplando esta escena: Podemos imaginarnos que estamos también nosotros dentro de “ese círculo” de los discípulos y
discípulas, y que nos encontramos frente a frente con Jesús lavándonos los
pies. Al arrodillarse, ante cada uno de sus discípulos, Jesús se inclina
también ante todo ser humano y también se arrodilla ante cada uno de nosotros,
hoy. Él toca “lo sucio” que hay en el ser humano y en nosotros, toca nuestras
fragilidades, nuestros pecados, y nos devuelve nuestra dignidad y nuestra
libertad. Él nos hace libres, libres de toda esclavitud, de toda alienación.
Es como si nos dijera a cada uno: “Tu
vida es valiosa, yo la amo”. Y también: Ya no hay amos ni esclavos. Este
gesto es revolucionario en ese contexto de hace más de dos mil años. Propone
una revolución del Amor y de la ternura. Y es lo que celebramos esta tarde.
Jesús, ante la incomprensión de Pedro, que no quiere que le lave los
pies, Jesús no pierde la calma y le responde benévolo:
“Si
no te lavo los pies no tienes parte conmigo”. Pedro palidece. Imagínate a Jesús de rodillas ante ti
pidiéndote que le dejes lavarte los pies. ¿Qué sientes? ¿Te resistes como Pedro
o eres capaz de acoger su amor?
Pedro, que nos representa también a todos nosotros, no entiende lo que significa el Amor, pues no deja que Jesús se lo
manifieste lavándole los pies. No se deja amar... Necesitamos que Jesús “toque” nuestros pies, los pies
significan “la base” de la persona,
lo fundamental. ¿Eso qué quiere decir? Quiere decir que sin una experiencia
básica de amor no podemos vivir, necesitamos dejarnos amar por Él, dejarnos
alcanzar por su Amor en lo profundo de nosotros mismos, para hacer nosotros lo
mismo. ¿Le dejarás que hoy “toque”
tus pies?
Jesús termina el lavatorio de
los pies, diciendo: “¿Han comprendido lo que he
hecho con ustedes? Si Yo, el Señor y
el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos
a otros”. No hacen falta muchas explicaciones. Lo único que se nos pide, es que
nos dejemos amar por Él y también, que nos amemos de verdad. Jesús nos lava los
pies para decirnos qué es amar de verdad y para revelarnos el valor de nuestra
dignidad y la de todo ser humano. A lo largo de la historia y actualmente, en
la Iglesia ha habido siempre personas que han estado dedicadas al cuidado de
los enfermos, de los ancianos, de los niños, de las mujeres en riesgo y de los
pobres del mundo entero; es decir, que han prolongado a lo largo de la historia
el lavatorio de los pies.
El lavatorio de los pies de Juan es paralelo del compartir el pan y el
vino que narran los otros evangelistas. Por eso, hoy
es el Día de la Eucaristía: Es el
pan partido y repartido entre todos como expresión del amor hasta el extremo...
La Eucaristía es una protesta contra la tremenda injusticia de nuestro mundo y
la celebración del amor y de la vida para todos, sin exclusión. Por eso es
también el Día del Amor Fraterno, un
amor que es inclusivo y se extiende a todos los seres humanos, comenzando por
los que están más cerca y por los más necesitados.
En esta tarde, nos
volvernos a Jesús para decirle: Señor, compartimos contigo la Cena en la que
nos revelas todo tu Amor. Que podamos comprender, que eres el Amigo que
permanece siempre a nuestro lado, la alegría que nadie jamás nos podrá
arrebatar.
Viernes 19 de abril de 2019
VIERNES SANTO
Is 52,13–53,12: Fue traspasado por nuestras
rebeldías
Salmo 30: Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu
Heb 4,14-16; 5,7-9: Se ha convertido en autor de
salvación
Jn 18,1–19,42: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
A) Ofrecemos en primer lugar un comentario bíblico-teológico
tradicional.
Is 52,13-53,12: Cuarto canto del Siervo de
Yavé.
El cuarto poema del siervo muestra un personaje paciente y
glorificado. Se trata de la narración que se hace de la pasión, muerte y
triunfo del personaje, enmarcada por una introducción y epílogo que el autor
pone en boca de Dios.
El contenido es clarísimo. Un inocente que sufre, dejando de lado la
doctrina de la retribución que considera el sufrimiento como consecuencia del
pecado; mientras que los culpables son respetados. Más sorprendente es aún, que
el humillado triunfe y que un muerto siga viviendo. El mismo texto proclama que
se trata de algo inaudito.
La biografía del siervo se presenta de una manera escueta: nacimiento
y crecimiento (15,2), sufrimiento y pasión (3,7) condena y muerte (8),
sepultura (9) y glorificación (10-11a). Los que narran los acontecimientos
participan en ellos; son transformados y dan cuenta de esta transformación.
Dios confirma el mensaje con su oráculo. Anula el juicio humano
declarando inocente a su siervo. Este sufrimiento del inocente servirá para la
conversión de los demás. Su vida, pasión y muerte han sido como una intercesión
por los demás y el Señor lo ha escuchado. El triunfo del Siervo es la
realización del plan del Señor (v. 10).
Si después de leer el texto nos preguntamos ¿quién es este personaje
que sufre hasta la muerte y sigue vivo? ¿a quién nos recuerda? Sin duda que la
figura se parece a Moisés, o a Josías, quizás a Jeconías el desterrado, o al
profeta Jeremías. Algunos piensan que es el mismo siervo de los cantos
precedentes, otros que el profeta Isaías II, otros lo identifican con el pueblo
judío o el pequeño resto. Una cosa si es evidente. Jesús, el Mesías quiso
modelar su vida de acuerdo con el siervo de Is 53.
Cristo tenía muy clara la idea que El debía sufrir y morir y estos
eran elementos de su misión redentora. Su identificación con el siervo de
Yahveh en Mc 14,24 y sus paralelos, sacrificado por todos, es evidente. El Hijo
del Hombre viene a cumplir su misión de Siervo de Yahveh. ¿Desde qué momento se
reconoció Cristo como Siervo de Yahveh? Desde el Bautismo (Mc 1,11 par. Is
42,1). En San Juan también aparece mucho la idea de la identificación de Cristo
con el Siervo. Entonces no es una identificación posterior que hizo la comunidad
cristiana, sino que es anterior. Es posible que el autor no hubiera comprendido
la significación completa y total, tal vez no pensó en Cristo, pero sí en un
personaje posterior que haría la intercesión total.
El Siervo de Yahveh es una personalidad corporativa. Es Cristo que
actúa personalmente y su actuación repercute en toda la comunidad.
Salmo 30 (31): A ti Señor me acojo, no quede yo nunca defraudado.
Se trata de un salmo de súplica y una acción de gracias. En medio de
la angustia, el salmista mezcla los gritos de socorro con las expresiones de
confianza porque está seguro de que el Señor es su roca y su fortaleza. Esta
confianza del salmista en el momento de la prueba nos invita a evocar en
nosotros ese mismo sentimiento, seguros de que Dios escuchará nuestras
súplicas.
Hebreos 4,14-16; 5,7-9: Dios lo proclamó sacerdote en la línea de Melquisedec.
El autor de la carta a los Hebreos presenta a Jesús como Sumo
Sacerdote, no solamente como el responsable del sacrificio como lo era en el
antiguo testamento, sino como el hombre lleno de misericordia, que asumió todos
los sufrimientos del ser humano hasta la muerte, de tal manera que se convirtió
en el modelo para todos los hombres. Su vida estuvo siempre condicionada a la
voluntad del Padre, aún en el sufrimiento.
A este sumo sacerdote podemos acercarnos con libertad, sin miedo,
porque en su trono abunda la gracia y por su misericordia conseguiremos el
apoyo necesario.
Cristo fue llamado por Dios de la misma manera que Aarón y según el
orden de Melquisedec, pero ya no para ofrecer el sacrificio y las oblaciones,
porque él mismo es la víctima. Es un nuevo tipo de sacerdote que proporciona la
salvación a cuantos se aproximan a él y su gran tarea es conducirlos al Padre.
Lectura de la Pasión: Jn
18,1-19,42
La narración de la pasión según San Juan nos presenta la imagen de
Jesús que el evangelista ha querido forjar a través de todo su evangelio: un
Jesús que es la revelación del Padre, al mismo tiempo que en él se revela la
plenitud del amor. Aún pendiente de la cruz su vida y su muerte es una
victoria, porque "todo se ha cumplido" como era la voluntad del
Padre.
Las oraciones comunitarias
Las oraciones que la liturgia nos propone expresan los sentimientos
que mueven a la comunidad cristiana. La universalidad de esta oración incluye
aún a las personas que no pertenecen a la Iglesia y que no creen en Dios. La
muerte de Jesús es una propuesta para que todos unidos participemos realmente
de la nueva historia que surge de la cruz victoriosa.
Reflexión para hoy
La muerte ha sido el gran misterio que ha preocupado al hombre a
través de toda su historia. Porque, aunque éste ha pretendido negar todas las
verdades, sin embargo, hay una que siempre le persigue y nunca ha podido
rechazar: la realidad de la muerte. Ni siquiera los ateos más recalcitrantes se
han atrevido a negar que ellos también han de morir.
Para el pagano la muerte era toda una tragedia; no tenían ideas claras
sobre el más allá, por eso no obstante que admitían una existencia más allá de
la tumba, dicha existencia estaba rodeada de oscuridad y enigmas. Además, no
todos admitían una vida después de la muerte porque ésta era un desaparecer
total, el fin de todas las esperanzas, la frustración de todos los anhelos. Los
mismos judíos aceptaban la resurrección, pero la dilataban hasta el fin de la
historia.
Para los discípulos la situación era muy desalentadora; ellos
esperaban un Mesías terreno que iba a revivir las glorias del reinado de David
y Salomón y he aquí que sus ilusiones se desvanecieron como la espuma. Esa
sensación de desaliento está claramente expresada en uno de los discípulos de
Emaús:
Nosotros esperábamos que sería
él quien rescataría a Israel; más con todo, van ya tres días desde que sucedió
esto (Lc
24,21).
La muerte de Jesús había sido un acontecimiento trágico; sus enemigos
habían logrado lo que querían: quitarlo de en medio; los fariseos, porque había
desenmascarado su hipocresía, los sacerdotes porque había denunciado la
vaciedad de un culto formalista; los saduceos porque había refutado la negación
de la resurrección; los ricos porque les había echado en cara la injusticia de
sus actuaciones; los romanos porque pensaron que era un sedicioso.
Jesús murió abandonado por todos; sus discípulos huyeron, los judíos
lo despreciaban; el Padre se hizo sordo a su clamor; esa tarde en la cruz
colgaba el cuerpo de un ajusticiado, condenado por la justicia humana y
rechazado por su pueblo. Parecía que el odio hubiera vencido sobre el amor, el
poder sobre la debilidad de un hombre, las tinieblas sobre la luz, la muerte
sobre la vida. Aquella tarde, cuando las tinieblas cayeron sobre el monte
Calvario, parecía que todo había terminado, y que los enemigos de Jesús podían
por fin descansar tranquilos.
Pero he aquí que, en lo más profundo de los acontecimientos, la
realidad era distinta. Jesús no era un vencido, sino un triunfador; no lo
aprisionaba la muerte, sino que se había liberado de su abrazo mortal; lo que
parecía ignominia se transformó en gloria; lo que muchos pensaban que era el
fin, no era sino el comienzo de una nueva etapa de la historia de la salvación.
La cruz dejó de ser un instrumento de tortura, para convertirse en el trono de
gloria del nuevo rey y la corona de espinas que ciñó su cabeza es ahora una
diadema de honor.
Al morir Jesús dio un nuevo sentido a la muerte, a la vida, al dolor.
La pregunta desesperada del hombre sobre la muerte encontró una respuesta. Pero
esto no significa que podamos cruzarnos de brazos y contentarnos con enseñar
que la muerte de Jesús significó un cambio en la vida de la humanidad. Ese
cambio debe manifestarse en nuestra existencia porque él no aceptó su muerte
con la resignación de quien se somete a un destino ineludible, sino como quien
acepta una misión de Dios. Por eso su muerte condena la injusticia de los
crímenes y asesinatos, pero nos pide hacer algo contra la injusticia porque no
solo condena la explotación de los oprimidos, sino que nos pide mejorar su
situación; la muerte de Jesús no solo es un rechazo del abandono de las
muchedumbres, sino que nos exige que nos acerquemos al desvalido.
Su muerte no es solamente un recuerdo que revivimos cada año, sino un
llamado a mejorar el mundo, a destruir las estructuras de pecado; a restablecer
las condiciones de paz; a construir una sociedad basada en la concordia, la
colaboración y la justicia.
Jesús sigue muriendo en nuestros barrios marginados, en los soldados y
guerrilleros que yacen en las selvas, en los secuestrados y prisioneros, en los
enfermos y en los ignorantes. A nosotros nos toca hacer que se grito de
desesperación que Jesús pronunció cuando dijo “Padre, por qué me has
abandonado” se convierta en el grito de esperanza: “Padre en tus manos
encomiendo mi espíritu”.
Siendo el evangelio de hoy todo el relato de la Pasión según san
Lucas, pueden ser muchos los episodios de la serie «Un tal Jesús» que podrían
ser escuchados. Puede elegirse en la página habitual: https://radialistas.net/serie-un-tal-jesus/
La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un
capítulo, el 85, que se titula «¿Los judíos mataron a Cristo?», que puede ser
útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Hay varios otros varios
guiones con temas relacionados, que se prestan a un debate-catequesis.
Recomendamos
especialmente: "¿Cómo
predicar hoy la cruz de nuestro Señor Jesucristo?", de Leonardo Boff, en
"Pasión de Cristo, pasión del mundo" (ediciones en Sal Terrae de
España, e Indoamerican Press de Bogotá 1978, original portugués en Vozes,
Petrópolis 1977). Es un texto corto que se presta muy bien para una reunión de
estudio o reflexión del grupo bíblico o de toda la comunidad. Está disponible
en la Revista Electrónica Latinoamericana de Teología, RELaT, nº 217: servicioskoinonia.org/relat/217.htm
B) Complementariamente, ofrecemos un guión homilético de meditación
bíblico-espiritua
“E inclinando la cabeza
entregó el espíritu" (Jn 18,1-19)
Vamos a contemplar hoy en silencio a Jesús, muerto en la cruz, que
ocupa el centro del Viernes Santo: ahí descubrimos el gran amor de Dios al
mundo, que se hace solidario del sufrimiento de todos los seres humanos. Jesús
ha sido crucificado fuera de las murallas de Jerusalén, donde morían los
malditos y abandonados de Dios.
Jesús se encuentra ahora
absolutamente solo, agonizando en la cruz. El evangelista Juan, escribe: "Sabiendo que todo estaba cumplido para que
se cumpliera la Escritura, exclamó: ¡Tengo sed!". No te referías a la
sed indecible de tu cuerpo desangrado, cubierto de heridas abrasadas y expuesto
al sol implacable de un mediodía de Oriente. La sed de Jesús revela el deseo de
Dios de derribar los muros que nos separan de Él, que nos encierran en nosotros
mismos, nos amurallan en nuestra autosuficiencia y nos impiden estar plenamente
vivos. Nosotros también tenemos sed de Vida y de sentido.
Jesús dice: “tengo sed”: este grito de Jesús se dirige a cada uno de
nosotros:
Tienes la sed del Amor que no tenemos, ebrios de tantas aguas
suicidas. Tú, Señor, has sufrido sed de mi, sed de mi amor y de mi vida. Pero
también mi alma tiene sed de Ti. A la sed física de Jesús en la Cruz, hay que
añadir siempre la otra sed, todavía mayor: la sed de su gran deseo de dar la
vida al mundo. Jesús tiene sed de agua, sí, pero tiene más sed de justicia, de
paz, de reconciliación y de amor.
“Había allí un jarro lleno de vinagre… Jesús, cuando tomó el vinagre,
dijo: está cumplido”. Tomar el vinagre significa aceptar su muerte
causada por el odio y así Jesús, muestra su amor hasta el extremo.
“Está cumplido”.
Está cumplido. Sí, Señor, es el fin. El fin de tu vida, de tu misión, de tu
lucha y de tus fatigas. Todo ha pasado y es el fin. ¿Qué es lo que está
cumplido? El amor definitivo e incondicional de Dios. El amor sin cálculo ni
medida. Se ha cumplido el amor “hasta el extremo”. Todo ha terminado.
Jesús ha llevado a cabo su misión hasta el final. “Está cumplido”. Sí,
está cumplido de Tu parte, ¡De nuestra parte, nos falta aún ese día a día, de
cada historia humana, de toda la Historia de la humanidad!
“E inclinando la cabeza
entregó el espíritu”. Sus ojos se cerraron y su cabeza se inclinó hacia
adelante. Y su último acto fue entregarnos su Espíritu, el Aliento de su Vida,
su Espíritu «para la vida del mundo» (Jn 6,51).
Ante la muerte de Jesús
guardamos silencio, contemplamos y oramos: Hoy recordamos que la Pasión y muerte del Señor continúa en los millones de seres humanos
que padecen hambre y pobreza extrema en nuestro mundo. La mayor tragedia de la
humanidad sigue siendo el hambre y la desigualdad.
También continúan las víctimas de los sangrientos conflictos armados,
y de todo tipo de violencia que causan profundos sufrimientos a poblaciones
enteras.
Hoy, viernes santo, nos
acercamos a los crucificados de la humanidad. Nos sentimos llamados a recorrer países
enteros, donde hay tantos relatos de cruz por el hambre, la guerra, la
injusticia sin fin. Pasamos por nuestros ojos las imágenes de las víctimas, los
cuerpos mutilados por las bombas, las mujeres embarazadas violentamente, los
niños atrapados en redes comerciales.
Oímos la voz de los sin voz, el ruido de los pies de tantos
migrantes y refugiados (refugiados sirios, iraquíes afganos, africanos).
Hombres, mujeres, niños, ancianos, enfermos...Todos han huido de un terrible
conflicto que ha generado ya millones de refugiados que dejan su tierra con
dolor. A los refugiados se les están cerrando todas las fronteras, se les echa
fuera, como a Jesús que murió fuera de
Jerusalén, fuera de sus murallas.
En el Viernes Santo se nos
invita a mirar la cruz: “Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la Salvación del mundo”.
La respuesta es: “Venid a adorarlo”, que significa id
hacia Él y besadle. Besando la Cruz de Cristo, se besan todas las heridas del
mundo, todas las heridas de la Humanidad. Más aún: besando a Cristo en la Cruz,
acogemos nuestras propias heridas, nuestras penas íntimas, nuestras soledades y
sin sentidos, todo lo que nos agobia y nos angustia.
También, al besar la Cruz, al
besar hoy a Cristo crucificado, acogemos su beso, el beso de su amor que
nos reconcilia con nosotros mismos y nos hace revivir. Cristo nos dice hoy a
cada uno: entrégame todo lo que te pesa, todo lo que te esclaviza, todo lo que
te agobia, todo lo que te entristece... Entrégamelo todo. Y nosotros, tal vez, podemos decirle: Señor, quisiera
entregártelo todo. Quisiera
entregarte mi vida entera.
Sábado 20 de abril de 2019
Sábado santo
VIGILIA
PASCUAL EN LA NOCHE SANTA
Gen 1,1–2,2: La creación
Sal 103: Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la
faz de la tierra.
Gn 22, 1-18: El sacrificio de Isaac
Sal 15: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Ex 14,15–15,1: Paso del Mar Rojo
Interleccional: Ex 15, 1-2.3-4.5-6.17-18: Cantaré
al Señor, sublime es su victoria.
Is 54,5-14: Las aguas del diluvio no volverán a
cubrir la tierra
Sal 29: Te ensalzaré, Señor, porque me has
librado.
Is 55,1-11: Venid por agua, trigo, vino y leche de
balde
Interleccional: Is 12, 2-3.4.5-6 Sacaréis aguas
con gozo de las fuentes de la salvación.
Bar 3,9-15.32 - 4,4: Escucha, Israel, mandatos de
vida
Sal 18: Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Ez 36,16-28: Derramaré sobre vosotros un agua pura
Sal 4: Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Rom 6,3-11: Cristo, una vez resucitado de entre
los muertos, ya no muere más
Sal 117: Aleluya, aleluya, aleluya.
Mt 28,1-10: Resurrección de Jesús
A)Ofrecemos
en primer lugar un comentario bíblico-teológico tradicional
La vigilia pascual se inicia con
la experiencia del fuego nuevo, y la luz que con este fuego va iluminando poco
a poco el recinto sagrado. Nuestra historia ha sido de tinieblas y de muerte,
una historia que parece no poder ver un camino de salida. Pero de la tumba
vacía surge la luz, de la muerte surge el fuego-luz que anuncia que podemos
creer en la vida, que podemos encontrar el camino en medio de la oscuridad, que
la muerte no es la última palabra para el hombre. Por el fuego nuevo, por la
luz del Cirio Pascual, por la luna llena que ilumina el firmamento en esta
noche pascual, empezamos a experimentar en nuestra vida las consecuencias de la
Resurrección de Jesús.
Las lecturas nos conducen desde la experiencia de la creación hasta la
tumba vacía, porque Resurrección es agradecer los hermosos dones gratuitos de
Dios que rodean nuestra existencia. Es vivir como el pueblo de Israel, la
experiencia de la salida de la esclavitud a la libertad, una experiencia que pasa
por el contacto con el agua del Mar Rojo y para nosotros por la de las aguas
bautismales; un camino guiado por la columna de fuego y por la nube que conduce
a Israel de la experiencia de muerte a la de la vida.
La Bendición del fuego nuevo
En medio de las tinieblas del pecado y de la muerte, la bendición del
fuego nuevo tiene como finalidad proporcionar la llama para encender el cirio
pascual, que representa a Cristo Resucitado. A medida que el cirio avanza se va
iluminando el templo, y de la llama del cirio se van encendiendo las velas de
los presentes en el templo; se disipan las tinieblas cuando se propaga la
salvación a partir del Resucitado. El Cirio Pascual permanecerá todo el año en
el templo, como símbolo memorial de la celebración pascual.
La proclamación de la
Resurrección
El canto del Pregón pascual (Exultet),
es el punto culminante de la liturgia de la luz. En él se proclama la
propagación de la luz en el mundo que disipa las tinieblas del pecado, guía a
los hebreos en la salida de Egipto, vuelve a los hombres a la gracia, devuelve
la inocencia a los caídos y a los tristes la alegría, destierra los odios,
prepara la concordia y doblega el orgullo.
La Liturgia de la Palabra
Las diferentes lecturas del Antiguo Testamento permiten contemplar a través
de la historia de Israel cómo se ha propagado la luz salvífica desde la
creación. Estas lecturas nos recuerdan también que la historia de la salvación
es nuestra propia historia y exhortan al compromiso de todos y cada uno con
esta historia.
Primera lectura, Génesis 1,1-2,2a: La
Creación
El primer relato de la creación
Toda la creación es la obra del amor de Dios Padre que quiso preparar
para el hombre un lugar hermoso y adaptado a su dignidad de imagen de Dios. Al
ser humano le corresponde el compromiso de continuar y conservar esta creación.
Desde la nueva cosmología, y desde nuestra sensibilidad eco-espiritual
actual, esta lectura debería asumir esa visión que la ciencia nos ha dado sobre
la naturaleza. Una buena proyección, que recorra las etapas del desarrollo de
la cosmogénesis (hay muchos, y fácilmente localizables en internet) puede
reemplazar con ventaja la simple proclamación oral de esta lectura.
Esta lectura se puede sustituir, con ventaja –debidamente justificada
la sustitución ante el público– por la lectura de la página neobíblica «Génesis
1, narrado hoy», de Manuel Gonzalo (http://servicioskoinonia.org/neobiblicas/articulo.php?num=022).
También se puede hacer una elaboración más amplia a partir de los
datos que ofrece «Pascua Cósmica. Celebración del Nuevo Universo», en: https://www.academia.edu/31477841/_Pascua_Cósmica_._Celebración_del_Nuevo_Universo_2.0_
Segunda lectura, Génesis 22,1-18:
El sacrificio de Isaac
La lectura de la salvación de Isaac nos coloca frente a las exigencias
de la experiencia de fe de Abraham: aceptar que sólo Dios sabe cómo dirige la
historia de salvación. De la misma manera que para el pueblo de Israel, para
nosotros nuestra historia se funda única y exclusivamente en la voluntad de
aquél que libremente dispone de la historia, y en virtud de esa libertad dejó
vivir a Isaac.
Tercera lectura, Éxodo 14,15-15,1 El
paso del Mar Rojo
Los israelitas eran esclavos en Egipto, eran un pueblo sometido a otro
pueblo. Pero Dios vio la miseria y las penalidades del pueblo, escuchó sus
clamores y le abre un camino de salvación al pueblo esclavo y salva a Israel
del poder del faraón.
Cuarta lectura, Isaías 54,5-14: Con
misericordia eterna te quiere el Señor
El Profeta Isaías nos describe con bellas figuras una vida nueva, esa
nueva creación que Dios Padre llevó a su plenitud en su Hijo Jesús Resucitado.
El canto del Gloria
La alegría de la comunidad por la resurrección del Señor se expresa
con el himno del Gloria, himno de acción de gracias que el pueblo entona al
mismo tiempo que resuenan las campanas del templo y vuelve a escucharse la
música. Con el canto de los ángeles estamos confesando que Jesús, el Mesías que
fue crucificado, sigue viviendo porque fue resucitado por Dios quien lo ha
glorificado por siempre.
Epístola, Romanos 6,3-11: Cristo,
una vez resucitado ya no muere más
En la carta a los Romanos el apóstol Pablo nos enseña que por el
bautismo también el cristiano pasa de la muerte a la vida. Ese misterio pascual
de Jesús, misterio de muerte y resurrección es nuestro propio misterio, porque
el cristiano, mediante el bautismo, está muerto al pecado y vivo para Dios. En
Cristo Jesús el cristiano vive el misterio de Cristo muerto y resucitado cada
día en los momentos de tristeza y gozo, de enfermedad y salud, cuando pecamos y
sentimos que Dios Padre nos acoge con misericordia. Lo vivimos especialmente en
los sacramentos. Cada sacramento que recibimos es una reactualización del
misterio Pascual, y esto lo vemos muy clara en el texto de Romanos que acabamos
de escuchar.
Salmo 117,1-2.16-17.22-23
Sólo sentimientos de gratitud a Dios se experimentan al considerar su
obra en Jesucristo. La piedra angular del templo de Jerusalén reconstruido, fue
piedra de escándalo. Ahora un universo nuevo construido sobre la piedra
angular, Cristo, se ha establecido el día en que Jesús resucitó.
Evangelio, Lucas 24,1-12: No
está aquí, ha resucitado.
La narración de la tumba vacía del Evangelio de Lucas pone en la boca
de los ángeles vestidos de blanco, el significado de la Resurrección de Jesús
para las mujeres que fueron al sepulcro al amanecer del primer día de la
semana, y para todos nosotros: no podemos buscar a Jesús entre los muertos,
porque está vivo, en medio de nosotros. Sólo nos corresponde descubrir el
rostro de Jesús en los miles de personas que pasan por la calle, en los niños
tristes y desnutridos, en las mujeres que necesitan un trozo de pan para ellas
y sus hijos; en el hombre maloliente que está a nuestro lado en el templo, en
todos los hombres y mujeres que por diferentes caminos buscan a Jesús.
La tumba vacía no es una prueba de la resurrección de Jesús, sino la
pregunta que sólo tendrá respuesta cuando se logre vivir la experiencia de
Jesús resucitado.
Los apóstoles no creyeron en lo que las mujeres les narraron. Entre
los judíos las mujeres no eran personas creíbles: mucha mujer, mucha mentira,
se afirmaba entre los judíos. Mientras habían vivido la experiencia de Jesús
vivo, Pedro comprueba que la tumba está vacía, se asombra, pero no ha logrado
vivir la experiencia pascual.
El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» (http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/)
de los hermanos López Vigil, en el capítulo 124. También el capítulo 123
sirve.
La liturgia bautismal
¿Qué mejor ocasión para ser incorporados a Cristo y para hacer memoria
de nuestra incorporación a él, que la vigilia pascual? La Vigilia Pascual es
también celebración bautismal: celebramos los bautismos, renovamos las promesas
bautismales.
En este momento tenemos que tener en la mente la mejor explicación del
bautismo, que se pueda dar, la. que nos ofrece el apóstol Pablo en la epístola
a los romanos que se ha leído en la liturgia de la Palabra en la vigilia. San
Pablo nos enseña que ser bautizados significa pasar con Cristo de la muerte a
la vida y señala las consecuencias éticas de esta conformación con el destino
histórico de Cristo: si hemos muerto con Cristo, ya no debemos pecar más,
porque hemos entrado en una nueva vida.
La liturgia eucarística
Con los sentimientos de alegría que nos embargan, compartimos la
Eucaristía, por medio de la cual realizamos el mandamiento que recibimos del
Señor de hacer memoria de él: Haced esto
para recordarme.
El recuerdo que ahora hacemos de Jesús, el Señor, no consiste en la
pura evocación de una historia perdida en el pasado. Recordar ahora significa
para nosotros hacer la experiencia de la vida nueva: Jesús, aunque ha muerto,
vive para siempre. Jesús, así resucitado, está vivo desde Dios, el Padre, en
medio de todo el cosmos. Cada vez que compartimos este pan y esta copa, como
hermanos, queremos comulgar con la vida que Él vive y que Él quiere también
para todos para siempre.
En el hemisferio norte, al que pertenece el escenario de la vida
histórica de Jesús, la primavera llega ahora a su plenitud: estamos en lo que
se llama el equinoccio de la primavera. La celebración de la resurrección de
Jesús tiene por eso sabor a primavera; a agua fresca; a retoños que revientan
por todas partes en las plantas; y olor a flores de todos los colores. La
naturaleza nos quiere regalar también ella la impresión de un mundo en el que
comienza a germinar la vida nueva. La celebración de la resurrección de Jesús
tiene lugar también en el día de la luna llena: es la fiesta de la luz.
Con los cristianos de todos los tiempos queremos ver amanecer en esta
fecha un mundo nuevo, que podrá hacerse realidad si nosotros asumimos el
proyecto de Jesús de Nazaret, que es el evangelio. Dios es el fundamento de la
permanencia de la vida aún desde la muerte, de una forma que no conocemos, y
que no es expresable.
B) Guión homilético de meditación bíblico-espiritual:
De madrugada, las mujeres
fueron al sepulcro llevando los aromas (Lc
24,1-12).
Así comienza el
Evangelio de esta noche de Pascua: las mujeres son las que madrugan para ir al
sepulcro, con los aromas, símbolos del amor que sienten por Jesús; deseaban
ofrecerle el perfume de sus corazones.
Vienen para conservar
lo único que queda de Aquel por quien lo dejaron todo desde Galilea. Las
mujeres son guiadas al sepulcro por el amor, representado en los aromas que
portan, es el amor quien las guía hasta la puerta del sepulcro. Encontraron “corrida
la piedra del sepulcro”. El sepulcro está vacío. Que abandonemos también
nuestros sepulcros vacíos en esta noche.
Estas mujeres “encuentran
corrida la piedra del sepulcro”. Entran y no hallan el cuerpo de
Jesús... Se encuentran con “dos hombres, con vestidos refulgentes”, que
les preguntan “¿por qué buscan entre los
muertos al que vive?”. Los mensajeros, por medio de una pregunta, las
invitan a buscar al Resucitado en el lugar adecuado. Ellas buscan al difunto, y
no al viviente que es Jesús, puesto que todavía no han tenido la experiencia
del Resucitado.
“¿Por qué buscan entre los
muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”. A
Jesús, al Resucitado hay que buscarlo en la vida, donde hay vida. No en lo que
ya está muerto. Y muchas cosas están ya muertas. Ya no nos sirven. No tenemos
que buscarlo ya en los sepulcros vacíos
de sentido. Hay muchas formas de vivir y de funcionar que están muertas,
que no llevan a la vida. Al Resucitado no tenemos que buscarlo en una fe rutinaria,
vacía de experiencia. Jesús no es un muerto, está vivo, y nos hace vivir.
¿Podemos hacer esta noche una opción por la Vida y por el bien?
¿Por qué buscamos entre los muertos al que vive? ¿Por qué entonces, nos encerramos en un sentimiento de decepción, de
fracaso y de desesperanza ante la vida, si el Señor vive, y no estamos solos ni
perdidos? ¿Por qué nos instalamos en la tristeza frente al futuro si la Vida ha
vencido la muerte?
No está aquí. Ha resucitado. Ésta es la palabra central de la historia, para todos los cristianos;
la palabra que nosotros queremos cantar con alegría.
Jesús Resucitado está
ahí siempre como una luz en medio de la oscuridad del mundo. Está como un fuego en nuestra noche que da luz y calor. Celebrar
la Pascua es creer que ningún ser humano vive olvidado, que ninguna queja cae
en el vacío, que ningún grito deja de ser escuchado y que ya no tenemos que
“devorar” el tiempo como si no hubiera nada más. Podemos vivir en la confianza.
Nuestra vida tiene sentido y es posible la alegría.
Por eso, hoy es la Fiesta de la Vida, la Fiesta de la esperanza, de una esperanza que no defrauda y que llena de sentido nuestra vida.
Nuestro corazón está lleno de alegría en esta noche al descubrir que la muerte
ha sido derrotada por su Resurrección. Que se ponga fin, con la fuerza de Jesús
Resucitado, a los conflictos que siguen provocando destrucción y sufrimiento, y
se alcance la paz y la reconciliación imprescindibles para el desarrollo.
Que la Luz Pascual ahuyente las tinieblas del miedo y de la tristeza y que rompa las cadenas de la violencia y del odio, que la alegría se
imponga sobre la tristeza, que la solidaridad prevalezca sobre la injusticia,
que la esperanza pueda al desencanto. Este mundo nuestro puede cambiar: es
posible la vida y la esperanza: desde que tu tumba, Cristo, fue encontrada
vacía y te vieron resucitado, ha comenzado el tiempo en que toda la creación
canta tu nombre... Sostennos en el compromiso de construir un mundo más humano
y solidario. “Un mundo donde brille tu Justicia y tu Paz empape la Tierra”.
Cristo Resucitado, tú
haces posible que todas las noches, incluso las noches de nuestro corazón,
estén llenas de claridad. Por eso, podemos decir: ¡Oh noche más clara que el
día! ¡Oh noche más luminosa que el sol! ¡Oh noche que no conoce las tinieblas!
¡Oh Cristo, luz del mundo, enciende nuestras lámparas apagadas, rompe nuestras
cadenas y alienta en nosotros tu Vida Nueva! ¡Renueva en nosotros el deseo de
seguirte siempre!
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