jueves, 11 de abril de 2019

Commentario del Servicio Biblico Latinoamericano para Semana Mayor



Servicio Bíblico Latinoamericano
Semana del 14 al 20 de Abril de 2019 – Ciclo C





OBSERVACIONES
-          Cada día de la semana comienza una nueva página para facilitar la impresión independiente. Por ese mismo motivo no hay numeración de páginas.
-          En el tamaño de letra se ha intentado llegar a un equilibrio en ahorro de papel en la impresión y legibilidad.
-          Se ha renunciado al uso del color para facilitar la impresión. Esta opción y todas las anteriores, son modificables en su procesador de textos.
-          Si tiene problemas con esta versión en RTF comuníquenoslo a través de contacto@biblico.org. En todo caso, tiene a su disposición la versión en formato PDF, que podrá utilizar en cualquier sistema.


Domingo 14 de abril de 2019
Domingo de Ramos
Lorenzo de Irlanda (1180)

Isaías 50,4-7: No me tapé el rostro
Salmo 21: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?
Filipenses 2,6-11: Dios lo ensalzó sobre todo
Lucas 22,14–23,56: Hagan esto en memoria mía



El tema central de las lecturas del Domingo de Ramos, como bien puede verse, es el del Mesianismo. Éste tiene varias etapas en la Biblia. «Mesías» es una palabra hebrea, que significa «ungido», que en griego se dice «xristós». Claro, lo importante de ungir a alguien es que era que ese acto, la unción, se hacía para dar a una persona el mandato de ir, se le enviaba con poderes, se le encomendaba una misión. Por eso, las palabras Mesías y Xristós, que significan el Ungido, se refieren a aquel personaje que el pueblo de Israel esperaba, un líder carismático descendiente de David que habría de instaurar definitivamente en la tierra «el derecho y la justicia».
En el Primer Testamento es Isaías el profeta que más profetiza y anuncia la llegada del Mesías de Dios, mesías que él entiende como el Siervo de Yavé que llega. El Mesías es para el profeta la gran realidad de Dios viviendo con nosotros, la realidad del gran restaurador que libera de la esclavitud, de la gran violencia (violencia estructural diríamos hoy), de la gran miseria (pobreza extrema y masiva diríamos actualmente) a la que ha sido condenado el pueblo de Dios (los muchos pueblos de Dios). El Mesías, en su calidad de Ungido de Yavé, no es sino su enviado, su representante, el encargado de promulgar sus designios.
La idea del Mesías y de los tiempos mesiánicos estaba fundada en la esperanza de que Dios cumpliera plenamente las promesas hechas al pueblo elegido, a la nación que se creía a sí misma la elegida por Dios. La llegada del «Mesías» es la instauración del reinado de Dios en la historia y en el tiempo, y es allí donde, según la concepción judía (según, pues, un pensamiento muy humano, no según una revelación divina), Israel se vengaría de los «paganos» (la mayor parte de ellos tan religiosos como los propios israelitas), de los no judíos.
La idea mesiánica del Primer Testamento está basada en la fuerza político-militar de un enviado del Dios de Israel para dominar a todas las naciones de la tierra y hacer que Israel se convierta en una nación fuerte y poderosa capaz de someter a todos los pueblos que no tienen a Yavé por Dios. Como se ve, un mesianismo muy humanamente comprensible...
El Mesianismo es una de las herencias que el Segundo Testamento recibe de la tradición veterotestamentaria. En tiempo del Nuevo Testamento, gobernado el mundo de entonces por Roma con toda su fuerza, riqueza y pretensiones, también hay grupos mayoritarios que esperan la llegada definitiva de un Mesías que los liberará del domino explotador romano. Todos esperaban entonces la intervención de Dios en la historia a través de un líder que fuera capaz de derrocar el poder imperial y hacer de Jerusalén la gran capital de Israel.

En el ciclo C de la liturgia leemos el relato de la Pasión del Señor según Lucas. Consideremos las características teológicas que nos presenta este relato.
Lucas, como es sabido, es considerado el evangelista de la misericordia, o lo que es lo mismo, como el evangelista del amor infinito de Dios que se ha manifestado en Jesucristo. Ninguno de los evangelistas ha percibido como él la sensibilidad del amor del Padre, que se deja sentir de manera especial entre los pobres, entre los que sufren, entre los marginados. No es difícil constatar en el evangelio de Lucas la preocupación de Jesús por los débiles, las viudas, los huérfanos, las mujeres, los pecadores...
Este mismo interés se manifiesta en la narración de los acontecimientos de la Pasión del Señor. En primer lugar, porque todo este relato está sustentado por un conocimiento del alma de Jesús, cuya intimidad nos es desvelada por el evangelista cuando nos deja ver su estrecha relación con el Abba misericordioso, en los momentos de oración (Lc 22,42); o cuando su Padre le da valor en medio del sufrimiento (Lc 22,43).
En segundo lugar, la cruz aparece en este relato de la Pasión como un verdadero sacramento del amor divino: la revelación de la misericordia en medio del sufrimiento. Lucas no pone la atención en los aspectos negativos y crueles de esta situación. En su narración se omiten recuerdos o referencias que aparecen en los otros evangelistas como la flagelación o la coronación de espinas que sirven para inculpar a los que llevaron a Jesús a la muerte. Lucas nos quiere hacer descubrir el amor del Padre hacia su Hijo y hacia todos los seres humanos, aún en esta situación de dolor. Jesús no aparece abandonado en el Calvario (no se cita a Zac 13,6 sobre la dispersión del rebaño): está acompañado de amigos y conocidos (Lc 23,49 en contraposición con Mt 27,55-56 y Mc 15,40-41). Y reemplaza el grito del Salmo 21 (22) que cita Mateo por la manifestación ilimitada de confianza del Salmo 30,6 (31,6): “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
A la luz de todo esto es comprensible el papel que desempeña en este relato de la Pasión la actitud del perdón, sólo explicable desde el misterio de la misericordia. En definitiva todo el mundo queda limpio y se insiste en hechos positivos, sólo explicables desde la virtud reconciliadora del sufrimiento de Jesús o desde su actitud de perdón: el caso de Pilato (Lc 23,4.13-15.20-22); el del agresor a quien Pedro cortó una oreja y que es sanado por Jesús (Lc 22,51); el de Pedro (Lc 22,61); el de todos los judíos (Lc 23,34); el del malhechor bueno (Lc 23,39-43); el del centurión (Lc 23,47); el de la reconciliación entre Herodes y Pilato (Lc 23,6-12).
Jesús aparece claramente como el inocente, el justo perseguido. Aun en el proceso de los romanos, Pilato proclama la inocencia de Jesús. El centurión también reconoce su inocencia.
Sólo en Lucas Jesús se dirige con palabras consoladoras a las mujeres que de lejos los siguen. Realmente, Lucas ha sido llamado el evangelio de las mujeres y de la misericordia con los más pobres e ignorados, y las mujeres hacían parte de la clase marginada en Israel. Pero para Jesús, en todo el evangelio de Lucas, las mujeres hacen parte del discipulado y merecen un trato respetuoso. Ahora, camino del Calvario, la fidelidad de las mujeres a su maestro es reconocida por el Señor.
La Pasión y la muerte de Jesús son una verdadera revelación: la manifestación de la misericordia del Padre. Sólo quien ha comprendido una actitud tan conmovedora, como la que nos trae este evangelio en la parábola del padre misericordioso, podrá entender por qué el evangelista ha mirado así el misterio del sufrimiento y de la muerte de Jesús.
Lucas concibió el relato de la Pasión como una contemplación de Jesús. Por eso este relato es una invitación al lector-oyente a aproximarse a Jesús, a seguirlo, a llevar con él la cruz de cada día (9,23). En la palabra que dirige en la cruz al malhechor arrepentido, ese ‘hoy’ nos remonta a Lc 4,21 cuando en la sinagoga de Nazaret, Jesús declara que “hoy se ha cumplido” el pasaje de Is 61,1-2 que acababa de leer. El tiempo se ha cumplido y él, que ha venido para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año de gracia del Señor” ha cumplido su misión, porque va a morir colgado de la cruz, pero seguirá viviendo en medio de nosotros.

Nota para lectores críticos
El evangelio de hoy es más largo que de ordinario, comprende toda la Pasión de Jesús, por lo que muchas homilías hoy serán más breves. También el viernes santo se leerá la Pasión, según san Juan. Y durante toda la semana, la Semana Santa, el trasfondo litúrgico-espiritual es ése: la pasión y muerte de Jesús. Es pues un momento apropiado para plantearse algunos criterios críticos respecto a la interpretación de la pasión de Jesús en su significado de conjunto.
Si somos cristianos, y si el cristianismo profesa la convicción de la significación salvadora de Jesús, necesitamos tener un «modelo soteriológico» («sotería» = salvación), o sea, una explicación de qué es eso, y cómo se entiende eso que decimos de que Jesús salva a la humanidad. Es claro que esto es el corazón de la fe cristiana.
Pues bien, en la historia ha habido varios «modelos soteriológicos».
El modelo que nos ha llegado a nosotros es, fundamentalmente, el que en el siglo XI elaboró san Anselmo de Canterbury (nacido italiano) sobre la tradición jurídica del derecho romano. En el sentido siguiente. El ser humano ofendió a Dios con el pecado original, y con ello se rompieron las relaciones de Dios y la humanidad. Dios fue ofendido en su dignidad, y el ser humano quedó privado de la gracia de la relación con Dios y no tenía capacidad para superar esta situación, pues aunque había ofendido a Dios, no tenía capacidad para reparar una ofensa de carácter infinito. En su obra Cur Deus homo? (¿Por qué Dios se hizo hombre?) Anselmo elabora la teoría de la «satisfacción penal sustitutoria»: Jesús muere en sustitución de la humanidad pecadora culpable, para satisfacer con su pasión y muerte la dignidad ofendida de Dios, restableciendo así las relaciones de Dios con la humanidad.
Por una parte, hay que hacer notar que esta explicación, que nos ha llegado a todos nosotros en una tradición tan longeva, no deja de ser «una» explicación, la del siglo XI en concreto; es decir: no es «la» explicación, no es la única. Más importante todavía: no está en el Nuevo Testamento, es una elaboración teológica muy posterior, que asume las categorías y la lógica del derecho romano «recepcionado» en el mundo feudal europeo de la alta Edad Media; o sea, ha sido pensada dentro del contexto mental del derecho inapelable y absoluto de los señores, la servidumbre natural de los siervos, las obligaciones jurídicas (del derecho romano) relativas a la ofensa y a la satisfacción o reparación. Es la teología de la «redención», del redimir, «re-d-emere», «re-comprar» al esclavo para liberarlo de su antiguo dueño.
Esta teología, actualmente insostenible, es, sin embargo, la que la mayor parte de los cristianos y cristianas, incluyendo a muchos agentes de pastoral, tienen todavía hoy en su conciencia, en su comprensión del cristianismo, o en su subconsciente al menos. Y es para muchos de ellos «la» explicación mayor del misterio cristiano, el misterio de la «Redención».

Hay que recordar que los modelos soteriológicos, como todo el resto de la teología, no dejan de ser un lenguaje metafórico, y que la metáfora nunca debe ser tomada al pie de la letra, tanto sea en un sentido directo como en un sentido metafísico, sobre todo en el segundo término al que traslada el sentido (“meta-fora” = cambio, traslado de sentido). Las teologías y los modelos soteriológicos se apoyan sobre las lógicas y los símbolos de las culturas en las que son creados. Por eso, cuando la evolución cultural cambia de lógica y de símbolos, esos modelos soteriológicos, y en general, esas teologías, aparecen crecientemente desfasadas, se hacen incluso ininteligibles, y finalmente quedan obsoletas. La visión de Dios como «Señor» feudal irritado por una ofensa de la primera pareja humana... para cuyo aplacamiento habría sido necesaria la reparación de la ofensa por medio de la muerte cruel y cruenta de su Hijo, es una imagen de Dios hoy sencillamente insostenible, e inaceptable. La sola idea de que un mítico pecado de Adán y Eva hubiera torcido los planes de Dios, y hubiera sumido en las tinieblas del pecado y del alejamiento de Dios a toda la humanidad desde la primera pareja, durante miles y miles de años –hoy la ciencia nos dice que habrían sido millones de años-, hasta la aparición de Jesús, es absolutamente inaceptable para la mentalidad actual. La misma fórmula jurídica de la «satisfacción sustitutoria» resulta hoy día inviable desde los mínimos éticos de nuestra época. Un Dios así resulta increíble, provoca ateísmo, con razón.
Si este modelo nos parece hoy día sobrepasado, no debemos dejar de considerar que ha habido otros modelos todavía más inadecuados. En el primer milenio la teología dominante, en efecto, no fue la de la «satisfacción sustitutoria», sino la del «rescate»: por el pecado de Adán la humanidad había quedado «prisionera del demonio», literalmente bajo su poder (sic). Según san Ireneo de Lyon (+ 202) y Orígenes (+ 254) el Diablo tendría un «derecho» sobre la humanidad, debido al pecado de Adán. Jurídicamente, la humanidad estaba bajo su dominio, «le pertenecía», y Dios «quiso actuar con justicia incluso frente al Diablo» (Ireneo, Adversus Haereses, V, 1,1), al anular tal derecho sólo mediante el pago de un rescate adecuado. Para ello, entregó a su Hijo a la muerte, a fin de liberar a la humanidad del dominio «legítimo» del diablo. San Agustín lo dice aún más explícitamente: Dios decretó «vencer al Diablo no mediante el poder, sino mediante la justicia» (De Trinitate XIII, 17 y 18).
Este modelo del «rescate pagado al Diablo» para rescatar a la humanidad, aún resuena en las personas que tuvieron una formación cristiana. Pero hoy nos resulta no sólo inaceptable, sino inimaginable, y hasta grotesco: no podemos aceptar un Diablo, concebido como un contra-poder cuasi-divino, que está apostado frente a Dios y que retiene a la humanidad bajo su poder, durante milenios, hasta que es «justamente resarcido» por Dios, nada menos que con la muerte del Hijo de Dios, un Diablo que sólo así sería «derrotado por la victoria de Cristo»...

¿Qué queremos decir con todo esto? Muchas cosas:
-que las teologías son metafóricas, no narraciones históricas, ni tampoco descripciones metafísicas;
-que las teologías son muchas, variadas, no sólo una... y que cuando adoptamos una de ellas no debemos nunca perder de vista que se trata sólo de «una» teología, no de «la» teología;
-que las teologías son contingentes, no necesarias;
-que son elaboraciones humanas, no revelaciones divinas bajadas del cielo, y que están construidas con elementos culturales de la sociedad en la que han sido concebidas;
-que son también transitorias, no eternas, y que con el tiempo y los cambios culturales pierden plausibilidad y hasta inteligibilidad, y que pueden acabar resultando inaceptables e incluso desechadas;
-que los agentes de pastoral que atienden al Pueblo de Dios han de estar atentos a no prolongar la vida de una teología sobrepasada, superada, que ya no habla de un modo adecuado a las personas de hoy;
-que pueden (y deben) tratar de encontrar nuevas imágenes, nuevos símbolos, nuevas respuestas interpretativas de parte de nuestra generación actual a las preguntas de siempre.
Concluimos: la Semana Santa es una ocasión privilegiada para plantearnos la necesidad de la revisión de nuestros esquemas teológicos fundamentales y de la urgencia de abrirnos a nuevos lenguajes.

• Aunque los señalaremos concretamente en los próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos ampliamente en la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, principalmente en los episodios 106 a 126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de https://radialistas.net/serie-un-tal-jesus/
• La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo, el 85, titulado «¿Los judíos mataron a Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema.
• Como bibliografía para recuperar lo mejor de la visión clásica latinoamericana de la teología respecto a la pasión y muerte de Jesús, recomendamos el excelente libro de BOFF Pasión de Cristo, Pasión del mundo (Sal Terrae en España, Indoamerican Press en Colombia, Vozes en Brasil... y también en internet). Del mismo autor, el artículo 217 en la RELaT (http://servicioskoinonia.org/relat): Cómo anunciar hoy la Cruz de nuestro señor Jesucristo. También: Problemas en torno a la idea de expiación/satisfacción, de Robert J. DALY, en «Selecciones de Teología» 47/188(2008)310-324 (disponible en el portal de la revista, www.seleccionesdeteologia.net). También, véase: John Shelby SPONG, Jesús como Rescatador y Redentor: una imagen que debe desaparecer, en RELaT (servicioskoinonia.org/relat/380.htm). Sobre mesianismo, véase: Jon SOBRINO, Mesías y mesianismos (servicioskoinonia.org/relat/069.htm).
Para enmarcar históricamente la Semana Santa como sucesora actual, al fin y al cabo, de las fiestas agrícolas de la primavera, las fiestas anteriores del Israel nómada, el tránsito del equinoccio astronómico, principalmente desde la perspectiva del Israel, véase el libro ya citado Fiesta en honor de Yavé, de Thierry MAERTENS (disponible en la biblioteca de Koinonía: servicioskoinonia.org/biblioteca). 

Para la revisión de vida

          Jesús fue, ante todo, históricamente hablando, un Mesías. Y a ese Mesías histórico es al que confesamos como símbolo especial de Dios. El Jesús que guía mi forma de ser religioso, ¿es también mesías? ¿Mi concepción de Jesús, es mesiánica, tiene algo de mesiánica, o pienso que eso del mesianismo es un concepto bíblico que hoy ya no tiene relevancia ni aplicación? ¿Mi seguimiento de Jesús, es “mesiánico”, está centrado en una esperanza para los pobres? ¿Prolongo el mesianismo de Jesús aquí y ahora, «viviendo y luchando por la Causa de Jesús», por una gran Utopía –como la que él llamaba (en armeo) malkuta Yahvé, Reino de Dios?

Para la reunión de grupo

-                 La escena de la entrada triunfal en Jerusalén es uno de los símbolos mesiánicos más claros que nos presentan los evangelios sobre la vida de Jesús. Tomar el artículo de Jon Sobrino «Mesías y mesianismos. Reflexiones desde El Salvador» (RELaT: http://servicioskoinonia.org/069.htm ) y montemos una reunión de estudio teórico y aplicado, con estas preguntas sugeridas (u otras):
-                 Nuestro Cristo, al que nosotros rezamos y seguimos, ¿es en verdad «mesías», o lo hemos des-mesianizado? ¿Es acaso un Cristo sin Reino? ¿Es el nuestro un cristianismo sin utopía, sin lucha por la verificación histórica de una utopía?
-                 La devoción personal a Jesús, la «concentración en la persona» de Jesús (esa afirmación de que el cristianismo no sería una doctrina ni una religión... sino el «encuentro con la persona viva de Jesús»), lleva a veces a muchos cristianos al olvido de «la Causa» de Jesús, el Reino. Poner ejemplos de esta situación. Explicar/discernir ese conflicto. ¿Es nuestro caso?
-                 ¿Influye en todo esto el lugar geográfico del mundo en el que vivamos, o/y el “lugar social” al que pertenecemos?
-                 Abordar en el grupo la “nota para lectores críticos”: ¿Qué tipo de explicación de la salvación (soteriología) nos fue transmitido en la catequesis infantil? ¿Nos sirvió? ¿Nos planteó dudas? ¿Cuáles? ¿Nos sirve hoy? ¿Por qué? ¿Tenemos respuestas adecuadas y actualizadas? ¿Qué podemos hacer?

Para la oración de los fieles

-                 Hoy responderemos: -Te amamos, Dios nuestro, creemos en Ti.
-                 Contemplando una vez más tu pasión y tu muerte, Jesús, nos sentimos llamados a hacer nuestra tu Causa, tu esperanza, tu labor de Mesías venido para todos los que tienen esperanza. Por eso decimos:
-                 Observando también tu pasión y tu muerte realizadas hoy día, en los hombres y mujeres que sufren cualquier situación de injusticia, opresión o exclusión, nos sentimos interpelados a intervenir en esas situaciones, y a consagrar nuestra vida a la tarea de ser y dar esperanza para los demás. Por eso decimos:
-                 Al entrar en la “semana mayor” del año, nos sentimos unidos a todos los hombres y mujeres que creen en Cristo, esperando y deseando que llegue el día en que, más allá de cualquier frontera de separación religiosa, podamos decir todos juntos:
-                 Al saber por Jesús que el amor es el criterio supremo por el que serán juzgadas todas las naciones, soñamos con que llegue el día en que los hombres y mujeres de todos los Pueblos y Religiones invoquemos al “Dios-amor, de todos los nombres” y le digamos a una sola voz:
-                 Al comenzar una semana que también es para muchos de descanso, de interrupción del ritmo semanal ordinario, de vacaciones o incluso de turismo, queremos sentirnos unidos a todos los que en medio de esas actividades “profanas” no van a dejar de saber encontrarse consigo mismos y con lo divino que llevan dentro, por otras formas que las habituales; y con ellos queremos proclamar:

Oración comunitaria

          Oh Misterio infinito, que, de muchas maneras y de una forma constante a lo largo de la Historia, has hecho surgir nuevos Mesías para salir al encuentro de las esperanzas de la Humanidad de todos los tiempos y de todas las religiones, especialmente al encuentro de las esperanzas de los pobres. Haz que los que nos sentimos iluminados por Jesús, admiremos consecuentemente su espíritu mesiánico de servicio y de lucha esperanzada, para que huyendo de toda imposición o arrogancia, y de toda alienación o resignación, pongamos siempre en el centro, por encima de todo, como él, la esperanza de un “cielo nuevo y tierra nueva donde more la Justicia”. Te lo queremos expresar con la esperanza misma de todas las personas y pueblos que hoy siguen necesitando y esperando un mesías salvador. Inspirados por Jesús, te lo pedimos a ti, que vives y haces vivir, en plenitud, por los siglos de los siglos.


Lunes 15 de abril de 2019
LUNES SANTO
Telmo (1240)

Is 42,1-7: Sobre Él he puesto mi espíritu
Salmo 26: El Señor es mi luz y mi salvación
Jn 12,1-11: María ungió a Jesús



Jesús es ungido por María de Betania. Es interesante, en lunes santo, que la liturgia presente este texto tan sugerente. Jesús es ungido por una mujer (María) pobre (Betania se traduce literalmente como casa del pobre). La novedad de Jesús se sale de los esquemas tradicionales de la sociedad patriarcal y paterlineal. Jesús trae una novedad y esa realidad novedosa toca a aquellos que han sido marginados por los sistemas imperantes: las mujeres y los pobres, entre otros. Esta mujer es símbolo de lo que tiene que hacer un cristiano hoy: adherirse de tal manera a Jesús que todo cuanto se haga y se diga tenga a Jesús como centro, como norma, como criterio. Nos vamos acercando al Triduo Pascual. Preparemos el corazón y la mente para acompañar, de forma activa, a Jesús hasta la Cruz, para llegar con él a la victoria de la Resurrección. Que nuestra vida testifique ante el mundo que Jesús es el Señor y que por nuestro testimonio otros descubran que vale la pena seguir al Señor.


Martes 16 de abril de 2019
MARTES SANTO
José Labre (1783)


Is 49,1-6: El Señor me llamó
Salmo 70: Mi boca contará tu salvación, Señor
Jn 13,21-33.36-38: Uno de ustedes me entregará



En el evangelio aparece Judas el Iscariote, conocido como el traidor. Tantas veces hemos interpretado a esa figura como un personaje que ha actuado de forma aislada y por simple maldad con el Hijo del Hombre. También aparece la figura de Pedro a quien Jesús le pronostica que en el momento definitivo lo negará. Leemos esta negación solo personificada en este personaje. Pero se nos ha olvidado que tanto Judas, con su traición y Pedro con su negación representan a los cristianos de todos los tiempos, nos representan a nosotros. Todo bautizado tiene que estar atento, debe detenerse en el camino y revisar la vida, las actitudes, los sentimientos y las palabras. Podemos encarnar en nuestra propia existencia el rol de Judas y/o el de Pedro. Judas es símbolo del discípulo que no renuncia al dinero; Pedro, por su parte, del que no renuncia al honor. Cuando un bautizado no sabe renunciar al dinero y al honor está en su vida historizando la traición o la negación que simbolizan estos dos discípulos de Jesús. 


Miércoles 17 de abril de 2019
MIÉRCOLES SANTO
María de la Encarnación (1618)


Is 50,4-9: Ofrecí la espalda
Salmo 68: Señor, que tu bondad me escuche en el día de tu favor
Mt 26,14-25: ¿Dónde preparamos la Pascua?



La vida discipular es una vida que tiene exigencias profundas y serias. Jesús pide al grupo de sus seguidores adhesión y fidelidad a la causa. Pero no siempre es fácil para el discípulo entrar en la lógica del Maestro. Jesús propone cosas fuertes. Cosas tremendas. Para asumir la propuesta de Jesús es necesario romper con la lógica del mundo, del egoísmo y el acaparamiento. La vida cristiana no es una vida de relax. Tampoco de acomodamiento social, de carrerismo hacia un mejor puesto o un cambio de status. El discípulo tiene que romper con todo aquello que desdice de Jesús y de su causa, para abrazar lo más genuino del seguimiento y del proseguimiento de la causa del Maestro de Nazaret. Es el momento oportuno para acoger a Jesús, su invitación y su Buena Noticia. Dios, a través de la persona de Jesús, ha venido a nuestro encuentro, ahora hagamos la tarea que nos corresponde, a fin de vivir nuestra propia cristificación. ¡Comencemos!


Jueves 18 de abril de 2019
JUEVES SANTO


Ex 12,1-8.11-14: Prescripciones sobre la cena pascual
Salmo 115: El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo
1Cor 11,23-26: Proclamarán la muerte del Señor
Jn 13,1-15: Los amó hasta el extremo



A)Ofrecemos en primer lugar un comentario bíblico-teológico tradicional.

Jesús pasó la última tarde de su vida en Jerusalén en el círculo de sus discípulos, probablemente también en compañía de las mujeres que habían ascendido a la ciudad santa con él. ¿Fue esa tarde, la tarde de una fiesta pascual? Parece superflua la pregunta; sin embargo, hay razones para establecerla. Y de la relación que se establezca entre el ambiente pascual y la cena de Jesús depende en gran parte la interpretación que se pueda hacer del acontecimiento histórico de la muerte y resurrección del Señor.
Si de todos modos aceptamos que Jesús y sus discípulos se reunieron para celebrar una cena pascual, entonces conviene que recordemos los pormenores de esta celebración. En Num 9,13 se deja entrever la seriedad que reviste para un judío celebrar la fiesta: no celebrarla es como no pertenecer ya al pueblo. Según Ex 12,3, la fiesta debía ser una fiesta familiar. La inmolación y el ofrecimiento del cordero, que debía ser realizada por algunos de los miembros de la familia en representación de la comunidad, debía tener lugar en el atrio de los sacerdotes "entre las tardes", es decir, en el tiempo que precedía al comienzo de la puesta del sol. (cfr Ex 12,6). La Haggada pascual orientaba la celebración, en el sentido de la memoria de la liberación de la esclavitud de Egipto (Ex 12,26s). Comer las carnes del cordero, beber el vino, compartir el pan sin levadura, que debía recordar con las hierbas amargas la miseria vivida en el Egipto, constituían el ritual que estaba acompañado de bendiciones y de la recitación de los salmos del Hallel.
En esa cena festiva, el ambiente estaba impregnado por el recuerdo alegre y confiado de la liberación, que tuvo siempre una eficacia esperanzadora en épocas difíciles. En estas circunstancias Jesús tenía conciencia de su muerte y habló de ella. Los textos de Mc 14,25 y Lc 22,18 constituyen una profecía de la muerte. Jesús expresa, ante la probabilidad de su muerte, la confianza y la confirmación de su mensaje del Reino. No es necesario señalar que en esta sentencia de Jesús hubiera otras intenciones que tener en cuenta. Es suficiente y fundamental pensar, al leer estos textos, la intención escatológica de Jesús, que él relaciona estrechamente con la convicción de la posibilidad de su muerte.
En estas circunstancias, Jesús ha realizado una verdadera interpretación teológica de su propia muerte, en un sentido salvífico, indisolublemente ligada con su proyecto del Reino de Dios. Y, de nuevo, en este contexto tiene una importancia muy grande la relación que Jesús establece entre su muerte, así interpretada, y los elementos de la cena: el pan y la copa de vino. Comer el pan y beber la copa constituyen algo completamente comprensible en el contexto de una cena judía, pero ahora esta acción tiene que ver con la interpretación de la muerte de Jesús, que él mismo ofrece. Jesús debió haber dicho otras cosas y debió haber compartido otros sentimientos con sus discípulos. Pero la tradición ha conservado sus sentimientos ligados principalmente con la acción del pan y de la copa. En cuanto a esta última, no sabemos con seguridad si en la cena pascual, en tiempos de Jesús, se utilizaba o no una sola copa, en un momento determinado, pues todos tenían sus propias copas. La tradición cristiana recuerda, en todo caso, la utilización de una sola copa como característica de la cena del Señor (cfr 1Cor 10,16).
Las palabras de Jesús que nos han sido conservadas para comprender el sentido del pan y de la copa compartidos, implican pues una interpretación salvífica de su muerte, tanto en el sentido de la expiación y de la representación ("morir por", "para el perdón de los pecados"), como en el sentido de una nueva alianza.
Jesús, que interpretó así su muerte y la relacionó intrínsecamente con los dones de la cena, le dejó a la comunidad de sus discípulos la posibilidad de vivir siempre la realidad de una nueva alianza con el Dios salvador, en el sentido del Reino definitivo que había anunciado. La relación entre alianza y Reino ya tenía una tradición importante, pero en la acción de Jesús adquirió una importancia trascendental y original para sus seguidores.
Haced esto en memorial mío: Este mandamiento del Señor es verdaderamente sagrado para los seguidores de Jesús. La experiencia comunitaria vivida originalmente por los discípulos se convierte en algo posible en todos los tiempos para los cristianos. Se trata de entrar en el destino histórico de Jesús, que es la historia misma de Dios, su Reino, que acontece definitivamente en la manifestación suprema del amor.
Participar así en el destino del Maestro significa hacer, de manera insuperable, la fraternidad humana. La cena del Señor es la asunción, por parte de los cristianos, de lo que nos une más profundamente: la vida misma del Maestro, la historia del Hijo del Padre en la que participamos todos como hijos también y como hermanos los unos de los otros.
Y la cena Pascual cristiana fue originalmente una pascua judía. Para los cristianos es el modelo de la celebración eucarística, el modelo de la celebración del misterio de la Pascua. Cada uno de nosotros somos los protagonistas de la Cena del Señor. Y cuando celebramos hoy una comida juntos, tenemos que hacerlo con la mentalidad de Jesús, una comida que anticipa el reino de Dios, una comunidad dispuesta al servicio que la fortalece y enriquece, pero sobre todo una comunidad de todos los humanos unidos por el lazo más fuerte: el amor.

Primera lectura, Éxodo 12,1-8.11-14: De la esclavitud a la libertad
La Pascua siempre ha sido una fiesta de liberación cuyos orígenes se remontan a costumbres anteriores ala Pascua del pueblo judío. En efecto, los pastores nómadas antes de emprender su viaje, en busca de mejores pastos para sus rebaños en la noche de luna llena, más cercana al equinoccio de primavera, sacrificaban un cordero o un cabrito nacido el año anterior, macho, sin defecto; para que no perdiera su energía vital, al comerlo no podían romperle ningún hueso. Además, como estaban en una región desértica, sin agua, el animal no era cocido en agua, sino asado al fuego. Con su sangre rociaban las entradas de sus tiendas de campaña para evitar la entrada de los espíritus malignos portadores de enfermedades y desgracias. Como debían partir antes de la salida del sol, comían de prisa, calzadas las sandalias, el bastón en la mano y listos para partir. El sacrificio y la comida tenían como fin asegurarse la protección de sus dioses en el camino que iban a emprender, donde podían encontrar salteadores y otros peligros.
Estos mismos ritos fueron adoptados por los israelitas cuando celebraron la Pascua; pero para ellos cambiaron de significado. Con la sangre del cordero marcan sus puertas para evitar la entrada del ángel exterminador; el cordero no sólo era inmolado, sino también comido; de esta manera los comensales se comprometían aún más con el misterio de la fiesta. La Pascua entre los judíos, unida indisolublemente a la liberación de Egipto, se reactualizaba en la liturgia, es decir se hacía presente como si ellos fueran los protagonistas y de esta manera el pasado se mantuvo vivo y los proyectaba hacia el futuro.
La mención de la sangre nos introduce en pleno sacramentalismo del Antiguo Testamento y por ella se opera la continuidad entre la Pascua judía y la Pascua cristiana. Pascua es la gran fiesta de la liberación de la servidumbre y de la muerte, donde la sangre del cordero juega una función redentora; más aún, como Egipto en el Antiguo Testamento es la tierra del pecado, la salida de Egipto es una liberación de la esclavitud material y de la del pecado. La Biblia concibe la salvación a medida que se desarrolla la revelación como una salvación del pecado. San Pedro, desarrollando esta idea, nos dice: habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la tradición de nuestros padres, no con plata y oro, sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha (1Pe 1,18b-19).

Salmo 115 (116): Señor, yo soy tu siervo, hijo de esclava, pero rompiste mis cadenas.
Este salmo es un cántico de acción de gracias y de confianza en el Señor que le ha librado de las cadenas de la esclavitud. Este salmo lo podemos leer a tres niveles: el canto del pueblo de Israel que en la libertad sabe que el Señor lo ha librado de la esclavitud en que vivía en Egipto. También es el canto de Cristo resucitado, que sabe que su Padre lo ha liberado de las cadenas de la muerte. Pero también es el canto de toda la Iglesia cristiana, liberada de las cadenas del pecado por la Pascua de su Salvador.
La respuesta del orante a la liberación con el voto de alabanza y sacrificio de acción de gracias, parece privilegiar la alegría y el agradecimiento del pueblo cristiano liberado definitivamente del pecado, de la muerte y de la ley, que celebra esta reconciliación en la eucaristía en presencia de su Señor muerto y resucitado por él.

Segunda lectura: 1Cor 11,23-26: Cada vez que comen de ese pan y beben de esa copa, proclaman la muerte del Señor.
Encontramos aquí el testimonio más antiguo de la celebración eucarística. Pablo transmite la tradición que él recibió de los discípulos de Jesús, al mismo tiempo que muestra que la eucaristía no es una celebración que recuerda un hecho pasado, sino que está abierta al futuro, a todos los tiempos, porque en ella anunciamos la muerte del Señor, la obra salvífica de Dios que ofrece a todos, en todas las épocas.
La Pascua judía tiene para los cristianos un nuevo sentido; como el texto del éxodo narraba la celebración litúrgica judía, Pablo muestra la celebración litúrgica cristiana como una nueva pascua, con el anuncio de la liberación bajo el signo de la sangre que ahora se ha transformado en pan y vino. Es el mismo rito de la alianza y de la reconciliación, con paralelos que permiten comprender la celebración cristiana desde el sentido de la Pascua judía:
la noche de la salida de Egipto / la noche de la Pasión
el cordero del éxodo / el cordero pascual
memorial de las pruebas del desierto / memorial del sacrificio de Jesús
Pablo dirige su atención sobre todo a la asamblea y muestra como una celebración indigna de la Eucaristía desemboca en el menosprecio del Cuerpo místico de Cristo constituido por la asamblea y cómo ésta es el símbolo de la reunión de todos los hombres y mujeres en el reino y en el Cuerpo de Cristo. Una comunidad dividida por el odio y el desprecio a los demás no puede dar testimonio de esa unión, es más bien un escándalo.

Evangelio, Juan 13,1-15: ¿Comprenden lo que hecho por ustedes?
Jesús antes de partir de esta vida, quiere que sus discípulos comprendan, con un gesto simbólico, lo que significa su misión: el lavatorio de los pies es la expresión del compromiso por el servicio a la comunidad que se le ha encargado. Es muy significativo que en el lugar en que los evangelios sinópticos colocan la última cena, Juan, sin decir una palabra sobre esta cena, describe el signo más diciente del amor y del servicio, porque cuando había llegado la hora, en el momento en que su misión termina, Jesús quiere demostrar su compromiso definitivo con la humanidad por medio del servicio.
El lavado de los pies era un gesto que en la antigüedad mostraba acogida y hospitalidad; de ordinario lo hacía un esclavo o una mujer, la esposa a su marido, los hijos o las hijas al padre un gesto de deferencia o de consideración excepcional para con los huéspedes. Jesús rompe con la tradición: no pide ayuda. Él, que preside la cena y dentro de ella, realiza el lavatorio de los pies, demostrando que no hay alguno mayor que pudiera ser el primero; la comunidad de sus discípulos se conforma en la igualdad y en la libertad como fruto del amor; y el Señor se convierte en el servidor, porque la verdadera grandeza no está en el honor humano sino en el amor que transforma a los hombres y mujeres en la presencia de Dios en el mundo. Dicho gesto se comprende bien dentro de la teología de la encarnación del mismo Juan y también en el sentido de la misma en Pablo (cfr. Flp 2,5-8). Pero el gesto no apunta simplemente a presentarnos una teología propia de Juan, puesto que no es difícil encontrar en la otra tradición evangélica, la de los sinópticos, la misma inspiración naturalmente no dramatizada: por ejemplo, en Lc 22,27, en el contexto de la cena, nos son transmitidas palabras muy significativas de Jesús en el mismo sentido: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
Por otra parte, el mismo relato indica que el lavatorio de los pies es un medio por el cual los discípulos "tienen parte con" su Maestro (Tendrás parte conmigo: 13,8), lo que nos hace comprender que dicho gesto pertenece al cuerpo general de los preceptos destinados a los discípulos como comunidad cristiana, aunque no sea difícil referirlo a la actitud de quienes son asociados a la misión del Maestro en cuanto tal.
Estaba cenando con sus discípulos, nos dice el evangelista Juan que se levantó de la mesa, dejó el manto y, tomando un paño, se lo ató a la cintura. Minuciosamente nos describe la escena porque cada uno de estos detalles revelan el verdadero sentido de la acción que Jesús va a ejecutar: el verdadero amor se traduce en acciones concretas de servicio. Cuando se dice que Jesús dejó el manto se expresa cómo deja de lado su vida, la vida que él da por sus amigos. Luego toma un paño, como el que usaban los sirvientes que es, por lo tanto, símbolo del servicio.
Jesús niega la validez de los valores que el mundo ha creado; al ponerse de rodillas ante sus discípulos, Jesús, Dios entre los hombres, destruye la imagen de Dios creada por la religión: Dios recupera su verdadero rostro con el servicio. Dios no actúa como un soberano celeste, sino como un servidor del hombre porque el Padre que no ejerce dominio, sino que comunica vida y amor, no legitima ningún poder ni dominio. Lo que Dios hace por el hombre es levantarlo a su propio nivel; Jesús es el Señor, pero al lavar los pies a los suyos haciéndose su servidor, les da también a ellos la categoría de señores. Su servicio por tanto elimina todo rango porque en la comunidad que él funda cada uno ha de ser libre; son todos señores por ser todos servidores, y el amor produce libertad.
Sus discípulos tendrán la misma misión: crear una comunidad de hombres y mujeres iguales y libres porque el poder que se pone por encima del hombre, se pone por encima de Dios. Jesús destruye toda pretensión de poder, ya que la grandeza y el poderío humanos no son valores a los que él renuncia por humildad, sino una injusticia que no puede aceptar.
Pedro rechaza que el Señor le lave los pies lo que indica que éste no ha entendido la acción de Jesús. Él piensa en un Mesías glorioso, lleno de poder y de riqueza y no admite la igualdad. Aún no sabe lo que significa amor, pues no deja que Jesús le manifieste la grandeza de su amor y su medida: igual que yo he hecho con vosotros, hagáis también vosotros. La medida de nuestro amor a los demás es la medida en que Jesús nos ha amado y esto que parece imposible, se puede hacer realidad si nos identificamos con él. Deberíamos poder decir como Pablo: No soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí (Gal 2,20).
En cuanto a su significación, cada vez tenemos que repetir con el mismo entusiasmo que este relato del evangelio de San Juan nos transmite un mensaje verdaderamente central de la existencia en Jesucristo: la vida del Maestro ha sido un testimonio constante de la inversión de valores que hay que establecer para poder hacer parte del Reino de Dios. No es el poder, ni la dignidad accidental, ni ningún otro motivo de dominación lo que constituye el secreto de la verdadera sabiduría de Dios. El gran valor que ennoblece al hombre es el de tener la disposición permanente para servir. Jesús lo ha proclamado, según el evangelio de Juan, por medio de una parábola que tiene fuerza incomparable: el Maestro se ha convertido en un esclavo. El verdadero sentido profundo de la existencia del Maestro es el de ser servidor. Una lógica así se convierte en el secreto para edificar un mundo, cuya razón de ser no nos puede ser revelada sino por Dios mismo.
No celebramos la ceremonia del lavatorio de los pies simplemente para recordar un episodio interesante y conmovedor de la vida de Jesús, sino para reconocer en una expresión sacramental la única manera posible de ser discípulos del Maestro.
También Jesús nos enseñó que hay más gozo en dar que en recibir; hermosamente lo expresó Rabindranath Tagore: "Dormí y soñaba que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría".
También hoy es la fiesta de los ministros en la Iglesia. Es el día de recordar el espíritu del Señor en el servicio. Él no vino para ser servido sino para servir. Una Iglesia pobre, que sirve, estará siempre cerca de los que aspiran a una liberación material y espiritual, de los que han emprendido el camino del éxodo.
El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 110, que puede ser escuchado aquí (https://radialistas.net/11o-la-cena-de-pascua/). Ahí mismo puede ser buscado el guión, y un comentario bíblico-teológico. También el capítulo siguiente se refiere al Jueves Santo: https://radialistas.net/111-la-nueva-alianza/
La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo, el 64, que se titula «¿El Cuerpo y la Sangre de Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema.


B) Complementamos con este guión homilético de meditación bíblico-espiritual:

«Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (Jn. 13,1-15).

En estas palabras está condensado todo el Evangelio de este día. En esta tarde de jueves Santo, el amor de Jesús traspasa el espacio y el tiempo y llega hasta nosotros. Era la cena de despedida de Jesús. Era la cena pascual, la fiesta en que Israel celebraba la liberación de Egipto.
Estaban cenando y…. El evangelista quiere que se nos grabe bien esta escena del lavatorio de los pies, y amontona los verbos, ocho verbos: levantarse de la mesa, quitarse la ropa, ceñirse una toalla, echar agua en una jofaina, lavar los pies de los discípulos, secárselos. El evangelista describe la escena “plano a plano” como si fuera una película, como si quisiera suscitar en la comunidad cristiana una actitud de lo que tiene que ser nuestra vida. Seguramente eran hombres y mujeres, porque así era en la tradición de Israel, en esa noche de Pascua se reunían hombres y mujeres: estarían los doce y las mujeres que seguían a Jesús.
Jesús, “se quita el manto...” ¡Qué belleza tan sublime en este gesto! Jesús se despoja de todo deseo de poder sobre el otro, abre un espacio a la gratuidad, es el “espacio de Dios” en el que podemos existir plenamente ¡Qué maravilla y qué profundidad en este gesto!
“y se pone a lavarles los pies a los discípulos… Como sabemos, “lavar los pies” en aquella cultura era un trabajo de esclavos. Jesús, lavando los pies, realiza un gesto escandaloso. Lo que hace Jesús sólo lo hacían los esclavos y, a veces, las mujeres. Por eso, con este gesto Jesús provoca un shock en sus discípulos: que el que preside la mesa, el Señor, el Maestro, el Mesías, se ponga a lavar los pies, es incomprensible para los discípulos. ¿Cómo puede ser que el Señor se ponga a lavar los pies? Lo veían inclinado y arrodillado, como un esclavo lavando los pies. Jesús se arrodilla ante cada uno de nosotros y desempeña el servicio del esclavo. Sí, imaginamos que Él está arrodillado a nuestros pies.
Con este gesto, Jesús rompe los esquemas religiosos y los esquemas sociales, culturales, invierte los valores... Derrumba la estructura de este mundo injusto. El Dios de Jesús no actúa como Soberano, sino como servidor. Jesús es peligroso para las hegemonías, destruye nuestros totalitarismos. Para Pedro eso es inaceptable. Se comprende su reacción: Señor, ¿Tú a mí lavarme los pies?”. Y Pedro protesta: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Es una negativa rotunda. Pedro no admite la igualdad. Encarna el modo de pensar de la cultura dominante; cree que la desigualdad es legítima y necesaria. Por eso, no acepta en absoluto que Jesús se abaje hasta ese extremo, que su Maestro sea su amigo.
Vamos a quedarnos ahora contemplando esta escena: Podemos imaginarnos que estamos también nosotros dentro de “ese círculo” de los discípulos y discípulas, y que nos encontramos frente a frente con Jesús lavándonos los pies. Al arrodillarse, ante cada uno de sus discípulos, Jesús se inclina también ante todo ser humano y también se arrodilla ante cada uno de nosotros, hoy. Él toca “lo sucio” que hay en el ser humano y en nosotros, toca nuestras fragilidades, nuestros pecados, y nos devuelve nuestra dignidad y nuestra libertad. Él nos hace libres, libres de toda esclavitud, de toda alienación.
Es como si nos dijera a cada uno: “Tu vida es valiosa, yo la amo”. Y también: Ya no hay amos ni esclavos. Este gesto es revolucionario en ese contexto de hace más de dos mil años. Propone una revolución del Amor y de la ternura. Y es lo que celebramos esta tarde.
Jesús, ante la incomprensión de Pedro, que no quiere que le lave los pies, Jesús no pierde la calma y le responde benévolo: Si no te lavo los pies no tienes parte conmigo”. Pedro palidece. Imagínate a Jesús de rodillas ante ti pidiéndote que le dejes lavarte los pies. ¿Qué sientes? ¿Te resistes como Pedro o eres capaz de acoger su amor?
Pedro, que nos representa también a todos nosotros, no entiende lo que significa el Amor, pues no deja que Jesús se lo manifieste lavándole los pies. No se deja amar... Necesitamos que Jesús “toque” nuestros pies, los pies significan “la base” de la persona, lo fundamental. ¿Eso qué quiere decir? Quiere decir que sin una experiencia básica de amor no podemos vivir, necesitamos dejarnos amar por Él, dejarnos alcanzar por su Amor en lo profundo de nosotros mismos, para hacer nosotros lo mismo. ¿Le dejarás que hoy “toque” tus pies?
Jesús termina el lavatorio de los pies, diciendo: “¿Han comprendido lo que he hecho con ustedes? Si Yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros”. No hacen falta muchas explicaciones. Lo único que se nos pide, es que nos dejemos amar por Él y también, que nos amemos de verdad. Jesús nos lava los pies para decirnos qué es amar de verdad y para revelarnos el valor de nuestra dignidad y la de todo ser humano. A lo largo de la historia y actualmente, en la Iglesia ha habido siempre personas que han estado dedicadas al cuidado de los enfermos, de los ancianos, de los niños, de las mujeres en riesgo y de los pobres del mundo entero; es decir, que han prolongado a lo largo de la historia el lavatorio de los pies.
El lavatorio de los pies de Juan es paralelo del compartir el pan y el vino que narran los otros evangelistas. Por eso, hoy es el Día de la Eucaristía: Es el pan partido y repartido entre todos como expresión del amor hasta el extremo... La Eucaristía es una protesta contra la tremenda injusticia de nuestro mundo y la celebración del amor y de la vida para todos, sin exclusión. Por eso es también el Día del Amor Fraterno, un amor que es inclusivo y se extiende a todos los seres humanos, comenzando por los que están más cerca y por los más necesitados.

En esta tarde, nos volvernos a Jesús para decirle: Señor, compartimos contigo la Cena en la que nos revelas todo tu Amor. Que podamos comprender, que eres el Amigo que permanece siempre a nuestro lado, la alegría que nadie jamás nos podrá arrebatar.


Viernes 19 de abril de 2019
VIERNES SANTO


Is 52,13–53,12: Fue traspasado por nuestras rebeldías
Salmo 30: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Heb 4,14-16; 5,7-9: Se ha convertido en autor de salvación
Jn 18,1–19,42: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo



A) Ofrecemos en primer lugar un comentario bíblico-teológico tradicional.

Is 52,13-53,12: Cuarto canto del Siervo de Yavé.
El cuarto poema del siervo muestra un personaje paciente y glorificado. Se trata de la narración que se hace de la pasión, muerte y triunfo del personaje, enmarcada por una introducción y epílogo que el autor pone en boca de Dios.
El contenido es clarísimo. Un inocente que sufre, dejando de lado la doctrina de la retribución que considera el sufrimiento como consecuencia del pecado; mientras que los culpables son respetados. Más sorprendente es aún, que el humillado triunfe y que un muerto siga viviendo. El mismo texto proclama que se trata de algo inaudito.
La biografía del siervo se presenta de una manera escueta: nacimiento y crecimiento (15,2), sufrimiento y pasión (3,7) condena y muerte (8), sepultura (9) y glorificación (10-11a). Los que narran los acontecimientos participan en ellos; son transformados y dan cuenta de esta transformación.
Dios confirma el mensaje con su oráculo. Anula el juicio humano declarando inocente a su siervo. Este sufrimiento del inocente servirá para la conversión de los demás. Su vida, pasión y muerte han sido como una intercesión por los demás y el Señor lo ha escuchado. El triunfo del Siervo es la realización del plan del Señor (v. 10).
Si después de leer el texto nos preguntamos ¿quién es este personaje que sufre hasta la muerte y sigue vivo? ¿a quién nos recuerda? Sin duda que la figura se parece a Moisés, o a Josías, quizás a Jeconías el desterrado, o al profeta Jeremías. Algunos piensan que es el mismo siervo de los cantos precedentes, otros que el profeta Isaías II, otros lo identifican con el pueblo judío o el pequeño resto. Una cosa si es evidente. Jesús, el Mesías quiso modelar su vida de acuerdo con el siervo de Is 53.
Cristo tenía muy clara la idea que El debía sufrir y morir y estos eran elementos de su misión redentora. Su identificación con el siervo de Yahveh en Mc 14,24 y sus paralelos, sacrificado por todos, es evidente. El Hijo del Hombre viene a cumplir su misión de Siervo de Yahveh. ¿Desde qué momento se reconoció Cristo como Siervo de Yahveh? Desde el Bautismo (Mc 1,11 par. Is 42,1). En San Juan también aparece mucho la idea de la identificación de Cristo con el Siervo. Entonces no es una identificación posterior que hizo la comunidad cristiana, sino que es anterior. Es posible que el autor no hubiera comprendido la significación completa y total, tal vez no pensó en Cristo, pero sí en un personaje posterior que haría la intercesión total.
El Siervo de Yahveh es una personalidad corporativa. Es Cristo que actúa personalmente y su actuación repercute en toda la comunidad.

Salmo 30 (31): A ti Señor me acojo, no quede yo nunca defraudado.
Se trata de un salmo de súplica y una acción de gracias. En medio de la angustia, el salmista mezcla los gritos de socorro con las expresiones de confianza porque está seguro de que el Señor es su roca y su fortaleza. Esta confianza del salmista en el momento de la prueba nos invita a evocar en nosotros ese mismo sentimiento, seguros de que Dios escuchará nuestras súplicas.

Hebreos 4,14-16; 5,7-9: Dios lo proclamó sacerdote en la línea de Melquisedec.
El autor de la carta a los Hebreos presenta a Jesús como Sumo Sacerdote, no solamente como el responsable del sacrificio como lo era en el antiguo testamento, sino como el hombre lleno de misericordia, que asumió todos los sufrimientos del ser humano hasta la muerte, de tal manera que se convirtió en el modelo para todos los hombres. Su vida estuvo siempre condicionada a la voluntad del Padre, aún en el sufrimiento.
A este sumo sacerdote podemos acercarnos con libertad, sin miedo, porque en su trono abunda la gracia y por su misericordia conseguiremos el apoyo necesario.
Cristo fue llamado por Dios de la misma manera que Aarón y según el orden de Melquisedec, pero ya no para ofrecer el sacrificio y las oblaciones, porque él mismo es la víctima. Es un nuevo tipo de sacerdote que proporciona la salvación a cuantos se aproximan a él y su gran tarea es conducirlos al Padre.

Lectura de la Pasión: Jn 18,1-19,42
La narración de la pasión según San Juan nos presenta la imagen de Jesús que el evangelista ha querido forjar a través de todo su evangelio: un Jesús que es la revelación del Padre, al mismo tiempo que en él se revela la plenitud del amor. Aún pendiente de la cruz su vida y su muerte es una victoria, porque "todo se ha cumplido" como era la voluntad del Padre.

Las oraciones comunitarias
Las oraciones que la liturgia nos propone expresan los sentimientos que mueven a la comunidad cristiana. La universalidad de esta oración incluye aún a las personas que no pertenecen a la Iglesia y que no creen en Dios. La muerte de Jesús es una propuesta para que todos unidos participemos realmente de la nueva historia que surge de la cruz victoriosa.

Reflexión para hoy
La muerte ha sido el gran misterio que ha preocupado al hombre a través de toda su historia. Porque, aunque éste ha pretendido negar todas las verdades, sin embargo, hay una que siempre le persigue y nunca ha podido rechazar: la realidad de la muerte. Ni siquiera los ateos más recalcitrantes se han atrevido a negar que ellos también han de morir.
Para el pagano la muerte era toda una tragedia; no tenían ideas claras sobre el más allá, por eso no obstante que admitían una existencia más allá de la tumba, dicha existencia estaba rodeada de oscuridad y enigmas. Además, no todos admitían una vida después de la muerte porque ésta era un desaparecer total, el fin de todas las esperanzas, la frustración de todos los anhelos. Los mismos judíos aceptaban la resurrección, pero la dilataban hasta el fin de la historia.
Para los discípulos la situación era muy desalentadora; ellos esperaban un Mesías terreno que iba a revivir las glorias del reinado de David y Salomón y he aquí que sus ilusiones se desvanecieron como la espuma. Esa sensación de desaliento está claramente expresada en uno de los discípulos de Emaús:
Nosotros esperábamos que sería él quien rescataría a Israel; más con todo, van ya tres días desde que sucedió esto (Lc 24,21).
La muerte de Jesús había sido un acontecimiento trágico; sus enemigos habían logrado lo que querían: quitarlo de en medio; los fariseos, porque había desenmascarado su hipocresía, los sacerdotes porque había denunciado la vaciedad de un culto formalista; los saduceos porque había refutado la negación de la resurrección; los ricos porque les había echado en cara la injusticia de sus actuaciones; los romanos porque pensaron que era un sedicioso.
Jesús murió abandonado por todos; sus discípulos huyeron, los judíos lo despreciaban; el Padre se hizo sordo a su clamor; esa tarde en la cruz colgaba el cuerpo de un ajusticiado, condenado por la justicia humana y rechazado por su pueblo. Parecía que el odio hubiera vencido sobre el amor, el poder sobre la debilidad de un hombre, las tinieblas sobre la luz, la muerte sobre la vida. Aquella tarde, cuando las tinieblas cayeron sobre el monte Calvario, parecía que todo había terminado, y que los enemigos de Jesús podían por fin descansar tranquilos.
Pero he aquí que, en lo más profundo de los acontecimientos, la realidad era distinta. Jesús no era un vencido, sino un triunfador; no lo aprisionaba la muerte, sino que se había liberado de su abrazo mortal; lo que parecía ignominia se transformó en gloria; lo que muchos pensaban que era el fin, no era sino el comienzo de una nueva etapa de la historia de la salvación. La cruz dejó de ser un instrumento de tortura, para convertirse en el trono de gloria del nuevo rey y la corona de espinas que ciñó su cabeza es ahora una diadema de honor.
Al morir Jesús dio un nuevo sentido a la muerte, a la vida, al dolor. La pregunta desesperada del hombre sobre la muerte encontró una respuesta. Pero esto no significa que podamos cruzarnos de brazos y contentarnos con enseñar que la muerte de Jesús significó un cambio en la vida de la humanidad. Ese cambio debe manifestarse en nuestra existencia porque él no aceptó su muerte con la resignación de quien se somete a un destino ineludible, sino como quien acepta una misión de Dios. Por eso su muerte condena la injusticia de los crímenes y asesinatos, pero nos pide hacer algo contra la injusticia porque no solo condena la explotación de los oprimidos, sino que nos pide mejorar su situación; la muerte de Jesús no solo es un rechazo del abandono de las muchedumbres, sino que nos exige que nos acerquemos al desvalido.
Su muerte no es solamente un recuerdo que revivimos cada año, sino un llamado a mejorar el mundo, a destruir las estructuras de pecado; a restablecer las condiciones de paz; a construir una sociedad basada en la concordia, la colaboración y la justicia.
Jesús sigue muriendo en nuestros barrios marginados, en los soldados y guerrilleros que yacen en las selvas, en los secuestrados y prisioneros, en los enfermos y en los ignorantes. A nosotros nos toca hacer que se grito de desesperación que Jesús pronunció cuando dijo “Padre, por qué me has abandonado” se convierta en el grito de esperanza: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.

Siendo el evangelio de hoy todo el relato de la Pasión según san Lucas, pueden ser muchos los episodios de la serie «Un tal Jesús» que podrían ser escuchados. Puede elegirse en la página habitual: https://radialistas.net/serie-un-tal-jesus/
La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo, el 85, que se titula «¿Los judíos mataron a Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Hay varios otros varios guiones con temas relacionados, que se prestan a un debate-catequesis.

Recomendamos especialmente: "¿Cómo predicar hoy la cruz de nuestro Señor Jesucristo?", de Leonardo Boff, en "Pasión de Cristo, pasión del mundo" (ediciones en Sal Terrae de España, e Indoamerican Press de Bogotá 1978, original portugués en Vozes, Petrópolis 1977). Es un texto corto que se presta muy bien para una reunión de estudio o reflexión del grupo bíblico o de toda la comunidad. Está disponible en la Revista Electrónica Latinoamericana de Teología, RELaT, nº 217: servicioskoinonia.org/relat/217.htm

B) Complementariamente, ofrecemos un guión homilético de meditación bíblico-espiritua

E inclinando la cabeza entregó el espíritu" (Jn 18,1-19)

Vamos a contemplar hoy en silencio a Jesús, muerto en la cruz, que ocupa el centro del Viernes Santo: ahí descubrimos el gran amor de Dios al mundo, que se hace solidario del sufrimiento de todos los seres humanos. Jesús ha sido crucificado fuera de las murallas de Jerusalén, donde morían los malditos y abandonados de Dios.
Jesús se encuentra ahora absolutamente solo, agonizando en la cruz. El evangelista Juan, escribe: "Sabiendo que todo estaba cumplido para que se cumpliera la Escritura, exclamó: ¡Tengo sed!". No te referías a la sed indecible de tu cuerpo desangrado, cubierto de heridas abrasadas y expuesto al sol implacable de un mediodía de Oriente. La sed de Jesús revela el deseo de Dios de derribar los muros que nos separan de Él, que nos encierran en nosotros mismos, nos amurallan en nuestra autosuficiencia y nos impiden estar plenamente vivos. Nosotros también tenemos sed de Vida y de sentido.
Jesús dice: “tengo sed: este grito de Jesús se dirige a cada uno de nosotros:
Tienes la sed del Amor que no tenemos, ebrios de tantas aguas suicidas. Tú, Señor, has sufrido sed de mi, sed de mi amor y de mi vida. Pero también mi alma tiene sed de Ti. A la sed física de Jesús en la Cruz, hay que añadir siempre la otra sed, todavía mayor: la sed de su gran deseo de dar la vida al mundo. Jesús tiene sed de agua, sí, pero tiene más sed de justicia, de paz, de reconciliación y de amor.
“Había allí un jarro lleno de vinagre… Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: está cumplido”. Tomar el vinagre significa aceptar su muerte causada por el odio y así Jesús, muestra su amor hasta el extremo.
“Está cumplido”. Está cumplido. Sí, Señor, es el fin. El fin de tu vida, de tu misión, de tu lucha y de tus fatigas. Todo ha pasado y es el fin. ¿Qué es lo que está cumplido? El amor definitivo e incondicional de Dios. El amor sin cálculo ni medida. Se ha cumplido el amor “hasta el extremo”. Todo ha terminado. Jesús ha llevado a cabo su misión hasta el final. “Está cumplido”. Sí, está cumplido de Tu parte, ¡De nuestra parte, nos falta aún ese día a día, de cada historia humana, de toda la Historia de la humanidad!
E inclinando la cabeza entregó el espíritu”. Sus ojos se cerraron y su cabeza se inclinó hacia adelante. Y su último acto fue entregarnos su Espíritu, el Aliento de su Vida, su Espíritu «para la vida del mundo» (Jn 6,51).
Ante la muerte de Jesús guardamos silencio, contemplamos y oramos: Hoy recordamos que la Pasión y muerte del Señor continúa en los millones de seres humanos que padecen hambre y pobreza extrema en nuestro mundo. La mayor tragedia de la humanidad sigue siendo el hambre y la desigualdad.
También continúan las víctimas de los sangrientos conflictos armados, y de todo tipo de violencia que causan profundos sufrimientos a poblaciones enteras.
Hoy, viernes santo, nos acercamos a los crucificados de la humanidad. Nos sentimos llamados a recorrer países enteros, donde hay tantos relatos de cruz por el hambre, la guerra, la injusticia sin fin. Pasamos por nuestros ojos las imágenes de las víctimas, los cuerpos mutilados por las bombas, las mujeres embarazadas violentamente, los niños atrapados en redes comerciales.
Oímos la voz de los sin voz, el ruido de los pies de tantos migrantes y refugiados (refugiados sirios, iraquíes afganos, africanos). Hombres, mujeres, niños, ancianos, enfermos...Todos han huido de un terrible conflicto que ha generado ya millones de refugiados que dejan su tierra con dolor. A los refugiados se les están cerrando todas las fronteras, se les echa fuera, como a Jesús que murió fuera de Jerusalén, fuera de sus murallas.
En el Viernes Santo se nos invita a mirar la cruz: “Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la Salvación del mundo”. La respuesta es: Venid a adorarlo”, que significa id hacia Él y besadle. Besando la Cruz de Cristo, se besan todas las heridas del mundo, todas las heridas de la Humanidad. Más aún: besando a Cristo en la Cruz, acogemos nuestras propias heridas, nuestras penas íntimas, nuestras soledades y sin sentidos, todo lo que nos agobia y nos angustia.

También, al besar la Cruz, al besar hoy a Cristo crucificado, acogemos su beso, el beso de su amor que nos reconcilia con nosotros mismos y nos hace revivir. Cristo nos dice hoy a cada uno: entrégame todo lo que te pesa, todo lo que te esclaviza, todo lo que te agobia, todo lo que te entristece... Entrégamelo todo. Y nosotros, tal vez, podemos decirle: Señor, quisiera entregártelo todo. Quisiera entregarte mi vida entera.  


Sábado 20 de abril de 2019
Sábado santo

VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA

Gen 1,1–2,2: La creación
Sal 103: Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Gn 22, 1-18: El sacrificio de Isaac
Sal 15: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Ex 14,15–15,1: Paso del Mar Rojo
Interleccional: Ex 15, 1-2.3-4.5-6.17-18: Cantaré al Señor, sublime es su victoria.
Is 54,5-14: Las aguas del diluvio no volverán a cubrir la tierra
Sal 29: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Is 55,1-11: Venid por agua, trigo, vino y leche de balde
Interleccional: Is 12, 2-3.4.5-6 Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Bar 3,9-15.32 - 4,4: Escucha, Israel, mandatos de vida
Sal 18: Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Ez 36,16-28: Derramaré sobre vosotros un agua pura
Sal 4: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Rom 6,3-11: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más
Sal 117: Aleluya, aleluya, aleluya.
Mt 28,1-10: Resurrección de Jesús




A)Ofrecemos en primer lugar un comentario bíblico-teológico tradicional

La vigilia pascual se inicia con la experiencia del fuego nuevo, y la luz que con este fuego va iluminando poco a poco el recinto sagrado. Nuestra historia ha sido de tinieblas y de muerte, una historia que parece no poder ver un camino de salida. Pero de la tumba vacía surge la luz, de la muerte surge el fuego-luz que anuncia que podemos creer en la vida, que podemos encontrar el camino en medio de la oscuridad, que la muerte no es la última palabra para el hombre. Por el fuego nuevo, por la luz del Cirio Pascual, por la luna llena que ilumina el firmamento en esta noche pascual, empezamos a experimentar en nuestra vida las consecuencias de la Resurrección de Jesús.
Las lecturas nos conducen desde la experiencia de la creación hasta la tumba vacía, porque Resurrección es agradecer los hermosos dones gratuitos de Dios que rodean nuestra existencia. Es vivir como el pueblo de Israel, la experiencia de la salida de la esclavitud a la libertad, una experiencia que pasa por el contacto con el agua del Mar Rojo y para nosotros por la de las aguas bautismales; un camino guiado por la columna de fuego y por la nube que conduce a Israel de la experiencia de muerte a la de la vida.

La Bendición del fuego nuevo
En medio de las tinieblas del pecado y de la muerte, la bendición del fuego nuevo tiene como finalidad proporcionar la llama para encender el cirio pascual, que representa a Cristo Resucitado. A medida que el cirio avanza se va iluminando el templo, y de la llama del cirio se van encendiendo las velas de los presentes en el templo; se disipan las tinieblas cuando se propaga la salvación a partir del Resucitado. El Cirio Pascual permanecerá todo el año en el templo, como símbolo memorial de la celebración pascual.

La proclamación de la Resurrección
El canto del Pregón pascual (Exultet), es el punto culminante de la liturgia de la luz. En él se proclama la propagación de la luz en el mundo que disipa las tinieblas del pecado, guía a los hebreos en la salida de Egipto, vuelve a los hombres a la gracia, devuelve la inocencia a los caídos y a los tristes la alegría, destierra los odios, prepara la concordia y doblega el orgullo.

La Liturgia de la Palabra
Las diferentes lecturas del Antiguo Testamento permiten contemplar a través de la historia de Israel cómo se ha propagado la luz salvífica desde la creación. Estas lecturas nos recuerdan también que la historia de la salvación es nuestra propia historia y exhortan al compromiso de todos y cada uno con esta historia.

Primera lectura, Génesis 1,1-2,2a: La Creación
El primer relato de la creación
Toda la creación es la obra del amor de Dios Padre que quiso preparar para el hombre un lugar hermoso y adaptado a su dignidad de imagen de Dios. Al ser humano le corresponde el compromiso de continuar y conservar esta creación.
Desde la nueva cosmología, y desde nuestra sensibilidad eco-espiritual actual, esta lectura debería asumir esa visión que la ciencia nos ha dado sobre la naturaleza. Una buena proyección, que recorra las etapas del desarrollo de la cosmogénesis (hay muchos, y fácilmente localizables en internet) puede reemplazar con ventaja la simple proclamación oral de esta lectura.
Esta lectura se puede sustituir, con ventaja –debidamente justificada la sustitución ante el público– por la lectura de la página neobíblica «Génesis 1, narrado hoy», de Manuel Gonzalo (http://servicioskoinonia.org/neobiblicas/articulo.php?num=022).
También se puede hacer una elaboración más amplia a partir de los datos que ofrece «Pascua Cósmica. Celebración del Nuevo Universo», en: https://www.academia.edu/31477841/_Pascua_Cósmica_._Celebración_del_Nuevo_Universo_2.0_

Segunda lectura, Génesis 22,1-18: El sacrificio de Isaac
La lectura de la salvación de Isaac nos coloca frente a las exigencias de la experiencia de fe de Abraham: aceptar que sólo Dios sabe cómo dirige la historia de salvación. De la misma manera que para el pueblo de Israel, para nosotros nuestra historia se funda única y exclusivamente en la voluntad de aquél que libremente dispone de la historia, y en virtud de esa libertad dejó vivir a Isaac.

Tercera lectura, Éxodo 14,15-15,1 El paso del Mar Rojo
Los israelitas eran esclavos en Egipto, eran un pueblo sometido a otro pueblo. Pero Dios vio la miseria y las penalidades del pueblo, escuchó sus clamores y le abre un camino de salvación al pueblo esclavo y salva a Israel del poder del faraón.

Cuarta lectura, Isaías 54,5-14: Con misericordia eterna te quiere el Señor
El Profeta Isaías nos describe con bellas figuras una vida nueva, esa nueva creación que Dios Padre llevó a su plenitud en su Hijo Jesús Resucitado.

El canto del Gloria
La alegría de la comunidad por la resurrección del Señor se expresa con el himno del Gloria, himno de acción de gracias que el pueblo entona al mismo tiempo que resuenan las campanas del templo y vuelve a escucharse la música. Con el canto de los ángeles estamos confesando que Jesús, el Mesías que fue crucifi­cado, sigue viviendo porque fue resucitado por Dios quien lo ha glorificado por siempre.

Epístola, Romanos 6,3-11: Cristo, una vez resucitado ya no muere más
En la carta a los Romanos el apóstol Pablo nos enseña que por el bautismo también el cristiano pasa de la muerte a la vida. Ese misterio pascual de Jesús, misterio de muerte y resurrección es nuestro propio misterio, porque el cristiano, mediante el bautismo, está muerto al pecado y vivo para Dios. En Cristo Jesús el cristiano vive el misterio de Cristo muerto y resucitado cada día en los momentos de tristeza y gozo, de enfermedad y salud, cuando pecamos y sentimos que Dios Padre nos acoge con misericordia. Lo vivimos especialmente en los sacramentos. Cada sacramento que recibimos es una reactualización del misterio Pascual, y esto lo vemos muy clara en el texto de Romanos que acabamos de escuchar.

Salmo 117,1-2.16-17.22-23
Sólo sentimientos de gratitud a Dios se experimentan al considerar su obra en Jesucristo. La piedra angular del templo de Jerusalén reconstruido, fue piedra de escándalo. Ahora un universo nuevo construido sobre la piedra angular, Cristo, se ha establecido el día en que Jesús resucitó.

Evangelio, Lucas 24,1-12: No está aquí, ha resucitado.
La narración de la tumba vacía del Evangelio de Lucas pone en la boca de los ángeles vestidos de blanco, el significado de la Resurrección de Jesús para las mujeres que fueron al sepulcro al amanecer del primer día de la semana, y para todos nosotros: no podemos buscar a Jesús entre los muertos, porque está vivo, en medio de nosotros. Sólo nos corresponde descubrir el rostro de Jesús en los miles de personas que pasan por la calle, en los niños tristes y desnutridos, en las mujeres que necesitan un trozo de pan para ellas y sus hijos; en el hombre maloliente que está a nuestro lado en el templo, en todos los hombres y mujeres que por diferentes caminos buscan a Jesús.
La tumba vacía no es una prueba de la resurrección de Jesús, sino la pregunta que sólo tendrá respuesta cuando se logre vivir la experiencia de Jesús resucitado.
Los apóstoles no creyeron en lo que las mujeres les narraron. Entre los judíos las mujeres no eran personas creíbles: mucha mujer, mucha mentira, se afirmaba entre los judíos. Mientras habían vivido la experiencia de Jesús vivo, Pedro comprueba que la tumba está vacía, se asombra, pero no ha logrado vivir la experiencia pascual.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» (http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/) de los hermanos López Vigil, en el capítulo 124. También el capítulo 123 sirve. 

La liturgia bautismal
¿Qué mejor ocasión para ser incorporados a Cristo y para hacer memoria de nuestra incorporación a él, que la vigilia pascual? La Vigilia Pascual es también celebración bautismal: celebramos los bautismos, renovamos las promesas bautismales.
En este momento tenemos que tener en la mente la mejor explicación del bautismo, que se pueda dar, la. que nos ofrece el apóstol Pablo en la epístola a los romanos que se ha leído en la liturgia de la Palabra en la vigilia. San Pablo nos enseña que ser bautizados significa pasar con Cristo de la muerte a la vida y señala las consecuencias éticas de esta conformación con el destino histórico de Cristo: si hemos muerto con Cristo, ya no debemos pecar más, porque hemos entrado en una nueva vida.

La liturgia eucarística
Con los sentimientos de alegría que nos embargan, compartimos la Eucaristía, por medio de la cual realizamos el mandamiento que recibimos del Señor de hacer memoria de él: Haced esto para recordarme.
El recuerdo que ahora hacemos de Jesús, el Señor, no consiste en la pura evocación de una historia perdida en el pasado. Recordar ahora significa para nosotros hacer la experiencia de la vida nueva: Jesús, aunque ha muerto, vive para siempre. Jesús, así resucitado, está vivo desde Dios, el Padre, en medio de todo el cosmos. Cada vez que compartimos este pan y esta copa, como hermanos, queremos comulgar con la vida que Él vive y que Él quiere también para todos para siempre.
En el hemisferio norte, al que pertenece el escenario de la vida histórica de Jesús, la primavera llega ahora a su plenitud: estamos en lo que se llama el equinoccio de la primavera. La celebración de la resurrección de Jesús tiene por eso sabor a primavera; a agua fresca; a retoños que revientan por todas partes en las plantas; y olor a flores de todos los colores. La naturaleza nos quiere regalar también ella la impresión de un mundo en el que comienza a germinar la vida nueva. La celebración de la resurrección de Jesús tiene lugar también en el día de la luna llena: es la fiesta de la luz.
Con los cristianos de todos los tiempos queremos ver amanecer en esta fecha un mundo nuevo, que podrá hacerse realidad si nosotros asumimos el proyecto de Jesús de Nazaret, que es el evangelio. Dios es el fundamento de la permanencia de la vida aún desde la muerte, de una forma que no conocemos, y que no es expresable.


B) Guión homilético de meditación bíblico-espiritual:

De madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas (Lc 24,1-12).

Así comienza el Evangelio de esta noche de Pascua: las mujeres son las que madrugan para ir al sepulcro, con los aromas, símbolos del amor que sienten por Jesús; deseaban ofrecerle el perfume de sus corazones.
Vienen para conservar lo único que queda de Aquel por quien lo dejaron todo desde Galilea. Las mujeres son guiadas al sepulcro por el amor, representado en los aromas que portan, es el amor quien las guía hasta la puerta del sepulcro. Encontraron “corrida la piedra del sepulcro”. El sepulcro está vacío. Que abandonemos también nuestros sepulcros vacíos en esta noche.
Estas mujeres “encuentran corrida la piedra del sepulcro”. Entran y no hallan el cuerpo de Jesús... Se encuentran con “dos hombres, con vestidos refulgentes”, que les preguntan “¿por qué buscan entre los muertos al que vive?”. Los mensajeros, por medio de una pregunta, las invitan a buscar al Resucitado en el lugar adecuado. Ellas buscan al difunto, y no al viviente que es Jesús, puesto que todavía no han tenido la experiencia del Resucitado.
“¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”. A Jesús, al Resucitado hay que buscarlo en la vida, donde hay vida. No en lo que ya está muerto. Y muchas cosas están ya muertas. Ya no nos sirven. No tenemos que buscarlo ya en los sepulcros vacíos de sentido. Hay muchas formas de vivir y de funcionar que están muertas, que no llevan a la vida. Al Resucitado no tenemos que buscarlo en una fe rutinaria, vacía de experiencia. Jesús no es un muerto, está vivo, y nos hace vivir. ¿Podemos hacer esta noche una opción por la Vida y por el bien?
¿Por qué buscamos entre los muertos al que vive? ¿Por qué entonces, nos encerramos en un sentimiento de decepción, de fracaso y de desesperanza ante la vida, si el Señor vive, y no estamos solos ni perdidos? ¿Por qué nos instalamos en la tristeza frente al futuro si la Vida ha vencido la muerte?
No está aquí. Ha resucitado. Ésta es la palabra central de la historia, para todos los cristianos; la palabra que nosotros queremos cantar con alegría.
Jesús Resucitado está ahí siempre como una luz en medio de la oscuridad del mundo. Está como un fuego en nuestra noche que da luz y calor. Celebrar la Pascua es creer que ningún ser humano vive olvidado, que ninguna queja cae en el vacío, que ningún grito deja de ser escuchado y que ya no tenemos que “devorar” el tiempo como si no hubiera nada más. Podemos vivir en la confianza. Nuestra vida tiene sentido y es posible la alegría.
Por eso, hoy es la Fiesta de la Vida, la Fiesta de la esperanza, de una esperanza que no defrauda y que llena de sentido nuestra vida. Nuestro corazón está lleno de alegría en esta noche al descubrir que la muerte ha sido derrotada por su Resurrección. Que se ponga fin, con la fuerza de Jesús Resucitado, a los conflictos que siguen provocando destrucción y sufrimiento, y se alcance la paz y la reconciliación imprescindibles para el desarrollo.
Que la Luz Pascual ahuyente las tinieblas del miedo y de la tristeza y que rompa las cadenas de la violencia y del odio, que la alegría se imponga sobre la tristeza, que la solidaridad prevalezca sobre la injusticia, que la esperanza pueda al desencanto. Este mundo nuestro puede cambiar: es posible la vida y la esperanza: desde que tu tumba, Cristo, fue encontrada vacía y te vieron resucitado, ha comenzado el tiempo en que toda la creación canta tu nombre... Sostennos en el compromiso de construir un mundo más humano y solidario. “Un mundo donde brille tu Justicia y tu Paz empape la Tierra”.

Cristo Resucitado, tú haces posible que todas las noches, incluso las noches de nuestro corazón, estén llenas de claridad. Por eso, podemos decir: ¡Oh noche más clara que el día! ¡Oh noche más luminosa que el sol! ¡Oh noche que no conoce las tinieblas! ¡Oh Cristo, luz del mundo, enciende nuestras lámparas apagadas, rompe nuestras cadenas y alienta en nosotros tu Vida Nueva! ¡Renueva en nosotros el deseo de seguirte siempre!   



Servicio Bíblico Latinoamericano
In italiano: http://www.peacelink.it/users/romero/parola.htm
 
Reciba gratuitamente este servicio por correo-e en castellano:
Para contactarnos: contacto@biblico.org
 
Servicio Bíblico Latinoamericano es uno de los Servicios Koinonia

Consulte las lecturas bíblicas de cualquier domingo o día de la semana
desde 2004 a 2036, en nuestro Calendario Bíblico-Litúrgico





No hay comentarios:

Publicar un comentario