Lectura del santo evangelio según san Juan (1,19-28):
Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?» Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías.» Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?» Él dijo: «No lo soy.» «¿Eres tú el Profeta?» Respondió: «No.» Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?» Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.» Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?» Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.» Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando..
Palabra de Dios
1. Lo primero que hay que tener presente, cuando leemos el IV evangelio, es que su lenguaje se diferencia bastante del de los sinópticos. En este relato concretamente, es necesario saber que, en el evangelio de Juan, el término “judíos” designa casi siempre a las autoridades religiosas, los que tenían los cargos de mando (Jn 2, 18; 5, 10. 18; 9,22), especialmente los dirigentes (Jn 1, 19; 11, 47; 7. 12), sobre todo las autoridades supremas (Jn 8, 31; 11, 19; 12, 11) (Juan Mateos). Pues bien, estos mandatarios se pusieron nerviosos con la fama y la influencia que iba teniendo Juan Bautista ante la gente. Por eso mandaron a los funcionarios del Templo para decir en público lo que les preocupaba. ¿Qué les preocupaba a los hombres del Templo?
2. No les preocupaba si lo que decía y hacía Juan Bautista era verdad o mentira; si el bautismo de Juan acercaba a la gente a Dios o la alejaba de Dios. Lo que les interesaba era saber “qué títulos tenía” Juan para decir y hacer todo aquello. Es característico de los “hombres de la religión” centrar sus intereses y preocupaciones en tener y acumular títulos, cargos, nombramientos. Es decir, ser importantes, no por su forma de vivir, sino por dejar claro ante la gente el poder que tienen. Y por tener buen nombre, con poder e importancia en la institución religiosa. Esto es así, por más que se disfrace con apariencias de obediencia y humildad como virtudes ejemplares.
3. Juan Bautista, que era un profeta y un verdadero hombre de Dios, se veía a sí mismo sin título alguno. Era un “don nadie”. Y “don nada”. Solo una “voz”. Una voz en un desierto. Una voz sin audiencia, sin resonancia, sin propaganda. Un grito que pide solamente una cosa: que los caminos de la vida se allanen; que esta vida no sea tan tortuosa, tan costosa, que podamos recuperar la libertad perdida y volver al propio hogar. A esto se refería el profeta Isaías (40, 3) que anunciaba el regreso de los desterrados judíos de Babilonia a su patria. Así, con esta forma de vivir y con este mensaje, fue como Juan le preparó el camino a Jesús.
José Ma. Casillo
La Religión de Jesús
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