lunes, 10 de junio de 2019

Comentario del santo evangelio según san Mateo (5,1-12)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12):
Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»
Palabra de Dios
1.   Es de suma importancia entender debidamente este discurso de las bienaventuranzas. Porque lo que aquí dice Jesús es clave para poder comprender el resto del Evangelio. Según la lógica del discurso humano, resulta estrictamente contradictorio decir que son dichosos los pobres, los que sufren, los que tienen hambre y sed, los que se ven perseguidos, insultados, calumniados. Es decir, se propone como fuente de felicidad todo lo que, para el común de los mortales, es fuente de infelicidad y desgracia.  ¿Qué sentido tiene eso? ¿Cómo se pueden hacer semejantes afirmaciones? ¿Tiene algún sentido decir todo eso, decirle delante de una muchedumbre y además presentarlo como un programa de vida?
2.   Desde el punto de vista de la lógica del discurso, las bienaventuranzas no tienen sentido, si es que hablamos de felicidad en este mundo. Pero, entonces, ¿es que Jesús no ofrece para este mundo otra solución que la paciencia y la resignación? No es posible. Un mundo de resignados es un mundo de desgraciados. Eso equivaldría a santificar el desorden y la injusticia en que vivimos.
3.   Las bienaventuranzas son el proyecto de humanización de este mundo tan deshumanizado. Solo mediante la humanización es posible la felicidad. Pero sabemos que los más inhumanos son los causantes de que haya tanta pobreza, tanta violencia, tanta injusticia, tantas lágrimas. Por eso la propuesta de Jesús es que la humanización (y la consiguiente felicidad) vendrá de los pobres, de los que trabajan por la paz, de los misericordiosos, de los que tienen un corazón limpio, de los que están dispuestos a soportar y superar toda clase de persecuciones, odios y maldades. Jesús resumió así su proyecto. Aquí está el centro mismo del Evangelio.
José María Castillo
La Religión de Jesús

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