viernes, 14 de junio de 2019

Comentario del santo evangelio según san Mateo (5,27-32)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,27-32):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio." Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.»
Palabra de Dios
1.   La clave para comprender lo que Jesús pretende enseñar en este evangelio está en la “prohibición del deseo”. Se trata de la prohibición que establece el último mandamiento del decálogo. Lo peculiar de este mandamiento es que no prohíbe una “acción”, sino un “deseo”. “No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás su mujer, ni su siervo, ni su criado, ni su toro, ni su asno, ni nada de lo que a tu prójimo pertenece” (Ex 20, 17) (René Girard).
2.   El problema, por tanto, que aquí presenta Jesús no es un problema relacionado con la sexualidad, sino con la violencia. Porque, como muy bien se ha dicho, “el legislador que prohíbe el deseo de los bienes del prójimo se esfuerza por resolver el problema número uno de toda comunidad humana: la violencia interna” (R. Girard). Y es que, por experiencia, sabemos que el deseo de lo ajeno es la fuente original de la violencia en todas sus formas: la violencia económica, política, social, sexual, profesional, familiar. En la actual situación de crisis económica, hasta los economistas más prestigiosos están de acuerdo en que la raíz de este asombroso desastre está en la codicia de quienes, sin escrúpulos, han manejado (y siguen manejando) miles de millones para satisfacer “su propio deseo”. Antes de ejercer la violencia sobre los demás, es preferible ejercerla cada cual sobre sí mismo. A eso se refieren las duras palabras sobre la automutilación de ojos y manos. Jesús es muy duro al decir estas cosas. Pero es mucho más duro hacerlas contra alguien, sobre todo, cuando se hacen contra los más indefensos de este mundo.
3.Las palabras finales de este evangelio no se refieren a la prohibición del divorcio, sino a la anulación del derecho unilateral del marido a repudiar a la mujer (Deut 24, 1-4). Un tema al que Jesús se refiere más tarde, dando la debida respuesta a los fariseos (Mt 19, 1-9; Mc 10, 1-12). En definitiva, lo que Jesús defiende aquí es la igualdad, en dignidad y derechos, de hombres y mujeres. No olvidemos que la diferencia es un hecho, la igualdad es un derecho (J.Ferrajoli).
José María Castillo
La Religión de Jesús

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