Evangelio según san Mateo (5,27-32):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno. Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio." Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.»
Palabra del Señor
1. Este texto del Sermón de Monte no se refiere al tema de la sexualidad, la pureza y, menos aún, al “puritanismo”, tan característico de la cultura de los griegos (E. R.Dodds) y de los estoicos. Jesús no se interesó jamás “directamente” por los problemas del sexo o por las prohibiciones religiosas negativas a la vida sexual de los humanos.
2. Jesús no se refiere a las prohibiciones que los moralistas actuales argumentan desde el sexto mandamiento, porque Jesús no habla aquí de la relación “amorosa” o “erótica”. Jesús se refiere a la prohibición del décimo y último mandamiento del decálogo. Este mandamiento prohíbe “el deseo” de lo que pertenece a otro. Así lo dice el libro del Éxodo: “No desearás la casa de tu prójimo: no codiciarás su mujer, ni su siervo, ni su criada, ni su toro, ni su asno, ni nada de lo que a tu prójimo pertenece” (Ex 20, 17). El antropólogo René Girard, que estudió a fondo este asunto, comenta: “El legislador (Dios) que prohíbe el deseo de los bienes del prójimo se esfuerza por resolver el problema número uno de toda comunidad humana: la violencia interna”.
3. Y a esto es a lo que se refiere Jesús. El “deseo” es el motor de la conducta. Y atajar el deseo, de lo que pertenece a otro, es cortar de raíz el origen de la violencia y de la corrupción. Téngase en cuenta que el texto del evangelio se refiere a desear la “mujer casada” (gynaika). Ahora bien, una mujer “casada”, en la mentalidad jurídica de la antigüedad, era propiedad del marido. Y Jesús prohíbe desear lo que es de otro (que puede ser su mujer, su casa o su asno); o sean, lo que a Jesús le preocupaba era la “justicia”, no la “pureza sexual”. De esto último, Jesús no habla. Y lo que destaca es que tenemos que ser justos, honrados, honestos y jamás apropiarse de lo que pertenece a otro.
José M. Castillo
La Religión de Jesús
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