jueves, 15 de noviembre de 2018

Comentario Evangelio según san Lucas (17,11-19)

Evangelio según san Lucas (17,11-19):
YENDO Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»
Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»
Palabra del Señor

1.        Se suele explicar este episodio hablando de la gratitud del que volvió a Jesús; y de la ingratitud de los nueve que no volvieron a dar las gracias por la curación recibida. Y es evidente que uno fue agradecido, mientras que otros no lo fueron. Jesús, por tanto, tenía motivos para quejarse. Pero el problema, que plantea ese relato no está en que uno fuera agradecido y los otros no. La cuestión es otra. Y mucho más grave.

2.       El que volvió a Jesús era samaritano. Los que no volvieron eran judíos. O sea, volvió el que no era observante de la religión verdadera. Y no volvieron los que eran observantes de la verdadera religión. ¿Por qué sucedió esto? No por una actitud ética (gratitud de uno, ingratitud de los otros), sino por una motivación religiosa. Según la ley judía (Lev 13, 39), el que se curaba de la lepra, debía presentarse a un sacerdote como acción de gracias. Se trataba, pues, de una observancia religiosa. Por eso, los nueve judíos, que creían en la eficacia de las observancias religiosas, pensaron que con eso era suficiente. Así cumplían con la religión, por más que no cumplieran con el ser humano, que era el que los había curado. Por el contrario, el samaritano, como no creía en las observancias religiosas, no le quedaba más motivación que la gratitud humanaante el que le había devuelto la salud.

3.       Las observancias religiosas que deshumanizan, que nos ciegan para ver dónde está la verdadera causa de lo que nos ocurre en la vida, que nos endurecen el corazón, no las quiere Dios. El evangelio de Lucas es duro en este sentido. En el caso del buen samaritano (Lc 10, 30-35), el sacerdote y el levita, los observantes religiosos, pasan de largo ante el que se desangra en la cuneta del camino. Lucas es claro: la religión tiene el enorme peligro de tranquilizar la conciencia mediante la observancia de los rituales sagrados. Y eso suele llevar consigo el endurecimiento del corazón y la inhumanidad que, con frecuencia, se advierte en los profesionales de lo sagrado. Esto es muy peligroso y hace mucho daño a la religión. Por eso, siguiendo a Jesús y su modo de vida, tenemos que optar por un cristianismo laico. Cuando ante Dios nos quedamos sin religión, de manera que solo nos queda la bondad, estamos en el camino que trazó Jesús. Pero eso es lo que nos da más miedo en la vida.
José M. Castillo
La Religión de Jesús

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