miércoles, 21 de noviembre de 2018

Comentario Evangelio según san Lucas (18,1-8)

Evangelio según san Lucas (18,1-8):

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."»
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»
Palabra de Dios

1.  Jesus insiste en que los discípulos han de orar.  Y han de orar siempre, sin cansarse jamás. Con esto, Jesús destaca la importancia de la oración en la vida. Porque todos en la vida, de una manera o de otra, por un motivo o por otro, nos vemos en la situación de la viuda que reclama justicia. Lo que ocurre es que, con demasiada frecuencia, no tenemos esa experiencia de seres necesitados, indigentes. Nuestra autosuficiencia nos incapacita para la oración. Porque ni sentimos lo necesaria que es.

2.  Si "orar" es "desear", ¿por qué será que no nos damos cuenta de lo que tendríamos que desear intensamente, constantemente, como la viuda que tanto le insistió al juez injusto? El problema que tenemos es que la sociedad en que vivimos nos proporciona una serie de satisfacciones inmediatas, que tienen la particularidad de que nos producen la impresión de que no hay que pedirle más a la vida. Y así, seguimos de capricho en capricho, sin caer en la cuenta de que tenemos que clamar para que nos hagan justicia, nos faciliten una forma de vida y de convivencia, que nos haga poder tener lo que de verad nos hará felices y nos dará la esperanza que necesitamos para que nuestra vida tenga sentido.
3. En definitiva, el problema es asunto de fe: la convicción de que nosotros no nos bastamos a nosotros mismos, es decir, la convicción de que más allá de los límites de la vida, hay una realidad última que es la que nos humaniza y  da sentido a nuestras vidas.

José Ma. Castillo
La Religión de Jesús

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